El espacio ex otomano, origen de crisis actuales (2)
A la izquierda, enseña de los barcos mercantes griegos en el Imperio otomano. A finales del siglo XVIII, era normal que utilizaran la bandera naval rusa, con la cruz de San Andrés (a la derecha). Fuente:
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Las concesiones que Rusia logró arrancar del sultán a favor de los súbditos cristianos tuvieron tres consecuencias de gran alcance para los destinos del Imperio otomano. En primer lugar, el acelerado enriquecimiento de la comunidad griega en el imperio otomano. Después, la degradación del sistema millet; a partir de ahí, la aparición de un nacionalismo fruto de la influencia ideológica europea pero lastrado por un ingrediente especial, característico del espacio ex otomano.
El siglo XVIII resultó trascendental para la población griega en el imperio. Aunque la mayor parte estaba constituida por campesinos, con el tiempo había ido surgiendo una clase acomodada de comerciantes y navieros. Gracias a los tratados de Küçük Kajnardia e Iaşi los súbditos griegos del sultán pudieron comerciar bajo la protección del pabellón ruso e incluso descubrieron bien pronto el enorme mercado que suponía el sur de Rusia. Así, pronto florecieron las colonias griegas en las costas del Mar Negro. Pero sobre todo, fueron las guerras anglo-francesas y las que acompañaron la Revolución Francesa y las contiendas napoleónicas las que impulsaron decisivamente el comercio griego, que rompió el Bloqueo Continental y desde las costas penetró hasta el corazón de Europa. En 1813, la flota mercante griega totalizaba 615 barcos, equipados con 5.878 cañones y tripulada por 37.526 marinos, cifras astronómicas para la época
Está claro que durante la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas, los griegos no sólo habían entrado en activos contactos comerciales con Europa occidental: también habían sido intensamente bombardeados por las nuevas ideas revolucionarias que incluían la viva demostración de la energía que podía desarrollar una nación en armas: lo habían podido ver con sus propios ojos en Rusia, en España en la misma Francia. Además, los griegos tenían ya sus ideólogos nacionalistas, intelectuales que habían vivido en estrecho contacto con las ideas políticas occidentales, como Adamantios Korais o Rigas Feraios: el primero fue el constructor del moderno idioma griego, vehículo de una renovada identidad nacional; el segundo planteaba la posibilidad de una reconstrucción del Imperio bizantino, una vez que el Imperio otomano fuera destruido desde dentro por una rebelión conjunta de los pueblos cristianos.
Pero sobre todo, el resultado del peso económico y político que cobraron los griegos dentro del Imperio otomano contribuyó al rápido deterioro del millet, una de las instituciones administrativas más características del Imperio otomano. Como comunidades confesionales que eran, los millets poseían una destacada autonomía administrativa, fiscal y hasta jurídica pero siempre referida estrictictamente a los asuntos de la comunidad religiosa. Con el tiempo, se constituyeron tres millets que se correspondían con los tres grandes grupos religiosos musulmanes del Imperio: los judíos o Yahudi; los cristianos orientales, conocidos como Ermeni o armenios; y los cristianos ortodoxos o Rum. Sin embargo, de los tres, el de los greco-ortodoxos había conservado una preeminencia destacada gracias al hecho de que había sido el primero en fundarse –lo hizo el sultán Mehmed II en 1454- y debido a la posición detentada por una minoría altamente influyente, social y económicamente muy bien situada, conocida como los fanariotas, por el barrio de Estambul en el que residían: Fanar, en la esquina noroccidental de Estambul. A ella se añadían como parte de esta elite los prelados de la iglesia greco-ortodoxa; sin embargo, y aunque algunos Patriarcas intentaron resistir la influencia ejercida en la jerarquía eclesiástica por la aristocracia fanariota, ésta, por su riqueza e influencia política tendió a dominarla, y de hecho los orígenes de su poder estaban ligados a una temprana asociación con el Patriarcado.
La autonomía administrativa de que gozaban los millets hizo que las respectivas autoridades religiosas tuvieran campo para abusar de los fieles, sin que la Sublime Puerta actuara como juez o árbitro para impedirlo. Estimulados por la protección que Rusia brindaba y los beneficios obtenidos de ello, y al socaire de las ideas nacionalistas que llegaban desde Occidente, las autoridades de los millets pronto descubrieron la rentabilidad de desviar las quejas de la feligresía –debidas a la simonía o la corrupción- hacia la reivindicación nacionalista o la denuncia contra la supuesta opresión de las autoridades otomanas. Y por supuesto, los millets se convirtieron también en puertas traseras por las que se colaban las disolventes influencia occidentales. No sólo eran perfectas plataformas de penetración donde las grandes potencias volcaban su dinero, agentes y conspiraciones.
Algunas de las comunidades confesionales supieron aprovechar muy activamente las oportunidades políticas que ofrecían los millets. Así, en 1850 los armenios consiguieron de la Sublime Puerta el derecho a constituir un “millet protestante” a partir de 15.000 sujetos que misioneros americanos y británicos había convertido al protestantismo en el conjunto de todo el imperio. La novedad consistía en que el obispo que debía ejercer la autoridad debería estar asesorado por un comité religioso y otro laico, encargado éste de dirigir las "cuestiones seculares" del millet. Esto era abrir una puerta para la obtención de privilegios administrativos internos que iban más allá de la esencia de aquello que era el millet como institución: una comunidad meramente confesional.
Judíos y ortodoxos griegos no intentaron politizar sus respectivos millets de esta forma tan activa, pero la naciente burguesía nacional búlgara inició una verdadera campaña sistemática y bien organizada para obtener su propia iglesia autocéfala. En 1860 se produjo una seria ruptura interna entre la Iglesia búlgara de Estambul y el Patriarcado, a lo que siguió, una década más tarde, el reconocimiento oficial por la Sublime Puerta de un flamante Exarcado búlgaro independiente.
La Sublime Puerta aprovechó esta pugna para debilitar a los todopoderosos griegos del imperio, necesarios para la buena marcha del mismo pero que tantos quebraderos de cabeza políticos venían dando desde 1821 con el respaldo ruso. De hecho, la prolongada disputa greco-búlgara puso en apuros a San Petersburgo, que sentía simpatías hacia la causa búlgara, la cual además, era la de los eslavos, pero intentaba evitar alienarse al Patriarcado de Constantinopla. Ansiosos por sacar tajada y contrarrestar la influencia rusa, austriacos y franceses apoyaron a los búlgaros, lo que a su vez revirtió en la creación de una Iglesia uniate búlgara (1861) que reconocía la supremacía del Papa pero retenía el ritual y el dogma ortodoxos.
De esa forma, a lo largo y ancho del Imperio otomano, fue surgiendo una peligrosa confusión entre sentimiento nacional e identidad religiosa que con el tiempo devendría crónica y ayuda a entender ese carácter de fatalismo, fanatismo y extrema emocionalidad que son característicos de las crisis en el espacio ex otomano y que en Europa sólo y únicamente han tenido un equivalente en el conflicto entre católicos irlandeses y protestantes británicos: una excepción que confirma la regla. Por otra parte, durante estos días casi podemos seguir en directo los efectos e implicaciones que genera internacionalmente una crisis en el espacio ex otomano: el conflicto de Gaza y el sur del Líbano. En sus derivaciones exteriores, esa guerra ha generado en ccidente, pero también en España unas reacciones apasionadas muy similares a las ya vistas durante las crisis balcánicas, que incluso han prendido en la política interior.
(Continuará)
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Perro come perro
Cena en casa de unos amigos: blue collars liberales, con destacado poder adquisitivo. En un momento dado aparece en la la charla el tema de las profesiones. Poco antes y por casualidad, mientras conducía de camino hacia el domicilio donde me habían invitado, pude escuchar en la radio del coche un informativo según el cual, en una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) las profesiones más valoradas por los españoles son las de médico, enfermero y profesor. En el otro extremo, las peor consideradas resultan ser las de militar, abogado y periodista.
El asunto de la encuesta sale a relucir en la mesa y uno de los comensales argumenta: “Supongo que los malos resultados que se han llevado los periodistas son debidos a su incapacidad para ser imparciales”. En realidad hay una pregunta implícita y la recojo, dado que he trabajado como periodista free lance y he impartido clases en una facultad de Ciencias de la Comunicación durante dos décadas. Intento explicarle al amigo qué es eso que en la CIA denominaban el “síndrome de Bahía de Cochinos”: cómo el informante (sea espía o periodista) termina viéndose compelido a escoger el material informativo que le interesa a sus jefes o a la línea editorial de su medio de comunicación y no lo que realmente ocurre o es de más interés. Es evidente que al periodista o informante le puede ir el empleo en ello y al final incluso acaba por aplicarse una autocensura automática. El nombre de ese fenómeno, tal como se dice que lo utilizó la inteligencia norteamericana, hace referencia a la fracasada invasión de Cuba en 1961. Durante meses, los agentes norteamericanos en la isla estuvieron enviado falsos informes sobre el sentimiento anticastrista de la población, presionados por sus mandos en Langley, que simplemente, no querían leer información contraria a lo que deseaban creer. También le explico a mi interlocutor que la información noticiable es un puro producto sujeto a las leyes de la oferta y la demanda, y por ello tiene un valor de compra y venta. Este tipo de digresiones suele poner muy nerviosos a los estudiantes de Periodismo, pero Carlos, que es un hombre de mediana edad, montador de sistemas de aire acondicionado industriales, lo entiende perfectamente.
Al regresar a casa recuerdo que el libro de Jorge M. Reverte, Perro come perro. Guía para leer los periódicos (Barcelona, 2002) comienza de forma muy parecida a cómo planteó Carlos su pregunta sobre los periodistas. El autor va en un taxi y el conductor le espeta: “Hay que ver cómo mienten los periódicos”. Tomo el libro y casualmente se abre por las páginas adecuadas, desde las que Reverte le podría haber explicado a Carlos con total precisión lo que yo hice dando muchas vueltas. Aunque este blog no está dedicado a reproducir textos ya editados –vale la pena que el lector se compre el libro, no tiene desperdicio- siempre hay algunas excepciones, y ésta es una de ellas:
Amor a la verdad (extracto de Perro come perro, de Jorge M. Reverte, pags. 16-17)
“Conviene aquí hacer un pequeño entretenimiento: ¿Los periodistas tienen que ser unos santos guiados sólo por el amor a la verdad? Si se pregunta a los estudiantes de Periodismo ninguno de ellos dirá, como le pasaría a uno de Empresariales, que su aspiración mayor sea la de hacerse rico en el desempeño de sus funciones. El noventa por ciento dirán que quieren ser corresponsales de guerra, tentación que se quita con los años, pero todos defenderán el amor a la verdad y la capacidad de influencia en la opinión pública como dos de sus principales motivaciones.
¿Qué sucede para que tantos de esos ardorosos apóstoles de la verdad puedan llegar a convertirse en perezosos practicantes de la información rutinaria, no contrastada o domesticada? Las malas condiciones de trabajo, la escasa implantación sindical en los medios, la fortaleza de los intereses corporativos, el miedo a enfrentarse con los poderes internos de las empresas o con los externos (la violencia terrorista o el gangsterismo económico, por ejemplo)… hay muchas posibles razones. Pero posiblemente la más devastadora de todas es una que está ligada a la concepción empresarial de los medios en que trabajan: la buena marcha de un periódico se centra cada vez más en la demanda, es decir, en la capacidad para interpretar los deseos del público como elemento que desplaza al impulso de contar bien la realidad y proporcionar los elementos necesarios para su análisis. Este desplazamiento del interés de los medios hacia la demanda altera de una manera profunda el oficio del periodista. Los mandos de los periódicos comienzan a ver parte de su retribución convertida en bonus cuya magnitud depende de parámetros como, por ejemplo, los recortes de gastos ¿Dónde queda el impulso de fabricar información de calidad cuando se aplica a la prensa el mismo sistema de incentivos que a una empresa de producción de bolsas de plástico?”
Colofón: esta mañana compré un par de diarios: “La Vanguardia” y “El País”. Sintiéndolo mucho, necesitaba el tercer euro para otros menesteres. En cambio, me hice con el gratuito “Metro”. Compruebo que los plumillas se han tomado a mal los resultados del Barómetro del CIS. “La Vanguardia” hace referencia a los datos de la encuesta en un pequeño recuadro en página 27, primera de Sociedad, en el cuerpo de una extensa crónica dedicada a explicar que “Medicina ya es la carrera más solicitada”, un estudio sobre las preferencias actuales de los estudiantes preinscritos.
En “El País” llevan el asunto a la contra y Andrea Rizzi se encarga de escaquear en la medida de lo posible los malos resultados que obtiene la figura periodística. En la jerga de la profesión, a esta práctica se le denomina “vestir” la pieza. Comienza con un alegre y desenfadado titular. “¡Hazte médico, hijo!”. Luego se centra en explicar los resultados referidos a militares, escritores y médicos. Cuando ya no queda más remedio, “en la cola de la lista de los más valorados, los militares están acompañados de los periodistas” -escribe. Entonces entrevista a Fernando González Urbaneja, presidente de la Federación Española de Asociaciones de Prensa y éste echa un cable: “Es evidente que la profesión ha perdido unos grados [sic] de credibilidad y prestigio durante los últimos diez años. Eso se debe al rechazo de la opinión pública, a la falta de sentido crítico y al excesivo alineamiento político de muchos periodistas” así como “al rechazo a cierto periodismo ligero en televisión. Que se vea mucho no significa que se aprecie”. Finalmente, según la periodista, el entrevistado subraya que “las facultades de periodismo están entre las más requeridas”.
Para concluir, Andrea Rizzi hace una referencia a los resultados “entre cabeza y cola” de la encuesta, donde “se valora más la profesión de albañil que la de juez; los fontaneros adelantan a los abogados, y los informáticos ganan sobre los empresarios. Los enfermeros se quedan con la plaza de honor justo detrás de los médicos”. Ahí queda eso. Ya se sabe: la opinión pública no existe o no es fiable si no la capta el periodista con sus finas antenas particulares. Y por si acaso, Rizzi no dice ni media sobre los profesores, que comparten el top hit de la lista con médicos y enfermeros. No sea que la encuesta vaya a tener coherencia y todo. Etiquetas: Jorge M Reverte, Medios de comunicación, negocio periodístico, política informativa
Política informativa e información deformativa
¿Sarajevo, Bagdad, Grozni, Beirut? Fotografía de Ben Curtis / AP
En la sección de Cartas al Director del diario “El País” se podía leer ayer, 19 de julio, una excepcional: iba firmada por Ignasi Guardans y lanzaba una dura crítica contra Hermann Tertsch por sus opiniones sobre la guerra que asola el sur de el Líbano y la franja de Gaza. Esto no es extraño: resulta de sobras conocido el estilo petulante del germánico periodista y sus opiniones más propias de “La Razón” que del diario de Prisa, aunque en los últimos tiempos el viraje a la derecha sea perceptible en toda la línea editorial. Pero en realidad, la carta contenía dos claves interesantes. La primera, un ataque muy duro contra el hasta hace poco intocable columnista; dado que es la segunda que permite publicar la nueva dirección del rotativo en el periodo de un mes, podríamos estar ante el comienzo del acoso y derribo del farruco reportero. En segundo lugar, el cargo de Ignasi Guardans que aparece citado al final de la pieza es el de “Diputado al Parlamento Europeo”. La filiación política de Guardans es como el Guadiana que atraviesa “El País”: a veces hace su aparición, con la espumosa textura de la democracia cristiana, o fluye oculta sin dejar rastro. Los “paisólogos” opinan que cuando bajo las letras de Guardans no aparece su militancia en Convergencia i Unió, es que el periódico la está utilizando con algún fin. En este caso, las opiniones del eurodiputado son mucho más progresistas y pro árabes que las del criticado. ¿Se utiliza a la derecha para derribar al derechista encubierto?
Vistazo a “El Mundo”. En primera plana el enésimo capítulo de las interminables y laberínticas investigaciones del rotativo sobre “la verdad” del 11-M. Los lectores potenciales arrojamos la toalla antes de hacer siquiera el gesto de pasar la primera página. “Están agilipollaos” –comenta Ramiro, mi quiosquero habitual, con sorna y pachorra. Él sabrá: al fin y al cabo es quien vende el producto. La verdad es que los empresarios de la prensa deberían escuchar un poco más a los quiosqueros. Así que los reporteros de "El Mundo" deben estar aburridísimos con tanto mareo de perdiz: encerrados con un solo juguete. Y es que son ya años, día tras día, cientos de kilómetros de meandros argumentales que aparecen y desaparecen, también ellos, o terminan en la nada. La crisis del Líbano, no estaba mal cubierta en la edición de ayer, pero había que llegar a la página 27 para leerla; y en portada ocupada un mísero rincón en el ángulo superior derecho.
Ahí están: los dos principales periódicos españoles andan más preocupados por sus políticas internas particulares que por hacer un seguimiento informativo detallado y un análisis solvente y documentado sobre la crisis internacional más devastadora de este verano. Sí, “El País” también: los lectores han que tragarse las gracietas y supuestas excelencias literarias de las crónicas de Maruja Torres, día tras día. Ella reside en Beirut parte del año y éste verano le ha caído la patata caliente: ¿Cómo se puede negar la dirección a encajar en el periódico una página entera, día tras día? Por otra parte, no deja de ser extraño que Gemma Martín Muñoz todavía no haya publicado nada en Opinión. ¿Habrá caído en desgracia en algún recodo de los pasillos de la nueva dirección?
Insisto: ¿Sarajevo, Bagdad, Grozni, Beirut?
Fotografía de Ben Curtis / AP
Así que los lectores, en medio de este calor inclemente, hemos de hacer nuestras sumas y restas sobre los navajeos internos de los rotativos, aguantar que los productos del plasta ése o aquel vengan incluidos en el euro que pagamos, chupar mucha opinión colorista y tragarnos enteritos los dobles raseros, como si tal cosa. Afortunadamente, vivimos en la sociedad de la información y siempre se puede encontrar la contraprueba del mal producto consumido. En esta ocasión, “La Vanguardia” es el diario de referencia. Las crónicas de Plàcid García Planas son impecables y están muy bien escritas. Y vale mucho la pena Tomás Alcoverro: él también conoce Beirut, no sólo Maruja Torres. Y Robert Fisk, cuyos análisis son quizás un poco extensos, pero es recomendable leérselos de cabo a rabo. Hasta los titulares y las fotografías están bien escogidas. La de Ben Curtis (AP) en la portada de la edición de ayer era antológica: un tipo contemplando la destrucción de una calle desde su motocicleta. Puro Apocalipsis siglo XXI para un conflicto que en esencia sigue siendo del siglo XIX.
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El espacio ex otomano, orígen de crisis actuales (1)
El Imperio otomano en el cénit de su expansión: 1571, bajo Selim II, una vez conquistada la isla de Chipre. Matriz de crisis actuales, sus territorios incluían lo que hoy son Irak, Líbano, Palestina, Chipre, y los estados balcánicos.
Hace unos días me invitaron a una universidad de verano: ya no es aquel sarampión de hace diez años, hay cada vez menos y no se ven muy concurridas. Pero sobre todo, los políticos de moda y los periodistas de postín no pasan por allí a contarnos sus análisis de la actualidad, tirando a trillados o confirmarnos un secreto a voces. Tiempos aquellos del malogrado rector Villapalos, vanita vanitatis.
Mi experiencia en la Universitat Internacional de la Pau, con sede en Sant Cugat del Vallès fue muy agradable. Posee un cierto aroma clerical que no cuadra demasiado con mis preferencias, pero es de las que siguen impartiendo cursos de verano y manteniendo las aulas llenas, lo cual tiene su mérito. Allí es donde me tocó hablar el pasado viernes día 14 y expuse por primera vez en público la teoría del espacio ex otomano.
Sintéticamente, la presentación de la idea reza así: Las crisis más agudas de nuestra época, o al menos las que recogen con más pasión las primeras planas de los diarios occidentales, tienen su origen en el “espacio ex otomano”. Desde Bosnia a Kuwait, pasando por Kosovo, Palestina, Macedonia o Líbano, todos ellos fueron territorios y conflictos surgidos a raíz de la decadencia y descomposición del Imperio otomano. Es más: tales conflictos vienen rodeados de un aura de fatalismo muy característica, que no se emplea en otros. Parece como si hubieran de ser entre inevitables y eternos. ¿Alguien tiene la solución definitiva para lo que está sucediendo en Palestina y el Líbano?¿Y para tranquilizar y hermanar la península de los Balcanes? La respuesta, como se ofrece en el enunciado, podría estar en la forma bajo la cual se fue desmoronando el Imperio otomano por la presión de las potencias europeas.
Primera parte: el papel de Rusia. Cuando los otomanos tomaron Constantinopla en 1453, los rusos lo vieron como un castigo por los pecados de los bizantinos. Y el peor de todos ellos era la apostasía, el intento de reunir las iglesias de Oriente y Occidente. La verdad es que eso no pasó de ser un intento estratégico del emperador Juan VIII Paleologo para buscar apoyo de las potencias católicas de le época ante la creciente presión otomana. Pero la indignación rusa fue tal que el arzobispo unionista Isidoro, impuesto en su día desde Constantinopla, fue expulsado. Poco tiempo después, el metropolitano de Moscú proclamaría la primacía de la Iglesia ortodoxa rusa como defensora de la cristianada. "Han caido dos Romas -escribió el monje Filoteo en 1512- pero la tercera está en pie y no habrá una cuarta". Desde entonces, para muchos rusos, ciertamente, el destino de Rusia como continuadora del Imperio bizantino formaba parte de los planes de Dios.
Los primeros zares importantes, aquellos que convirtieron a Rusia en una potencia, se fijaron precisamente esa meta. Pedro el Grande (1689-1725) y Catalina II (1729-1796), la poderosa zarina modelo de los filósofos ilustrados franceses del XVIII, intentaron de forma muy seria y consecuente, la destrucción parcial e incluso total del Imperio otomano. Las guerras de 1768-1774 y 1787-1792 le supusieron dos golpes muy duros. Especialmente, la segunda contienda: en esa ocasión, Catalina la Grande había preparado detalladamente la expulsión de los turcos de territorio balcánico, demostrando fehacientemente que Rusia se disponía a demoler el Imperio ootmano pieza a pieza, con sistema y sin contemplaciones. En nombre del equilibrio estratégico en la zona, incluso se había pergeñado el denominado “esquema griego”, pactado en secreto con el emperador austriaco.
En virtud de ese plan, tras la victoria militar, los principados de Moldavia y Valaquia serían reunidos en un estado denominado Dacia, bajo directa influencia rusa, y del cual sería nombrado gobernante el príncipe ruso Potemkin. Pero lo más importante del proyecto era la restauración del Imperio bizantino con capital en la antigua Constantinopla, que reuniría los territorios de Tracia, Macedonia, Bulgaria y el norte de Grecia bajo la corona de un nieto de la zarina, nacido en 1779, y bautizado para la ocasión como Constantino.
Este detalle da idea de lo elaborado que estaba el proyecto de destrucción del Imperio otomano en la cabeza de Catalina la Grande. De hecho, el “esquema griego” se completaba con una serie de compensaciones a efectos de conservar el oportuno equilibrio de poder con las potencias de la zona, por lo que la expulsión de los otomanos venía a ser el complemento del reparto de Polonia. Que el “esquema griego” iba más allá del reparto de los territorios balcánicos lo demuestra el hecho de que incluso Francia sería resarcida por la destrucción de su protegido y aliado otomano, con la cesión de Siria y Egipto, territorios de gran importancia para su comercio del Levante. Por lo tanto, proyectos imperialistas que cobrarían plena vigencia a lo largo del siglo siguiente, e incluso del XX, tenían su origen en épocas bien anteriores.
Los rusos no estaban solos en esta empresa. Conforme el Imperio Habsburgo se afirmaba en el Centro y Sudeste de Europa, presionaba también sobre el Imperio otomano. Pero en todo caso, rusos y austriacos seguían unas pautas similares: con cada guerra perdida, comenzando con la austro-otomana de 1683-1699 –y el Tratado de Karlowitz- los vencedores imponían cláusulas especiales a favor de las minorías cristianas en el Imperio otomano. La culminación de la primera fase de imposiciones de ese tono se alcanzó con el Tratado de Küçük Kaynarca, en 1774, que concluyó la guerra con Rusia iniciada en 1768. En virtud de lo impuesto, el sultán debería otorgar a la zarina el derecho de edificar un templo ortodoxo en Estambul, un poderoso símbolo que parecía anticipar amenazadoramente el retorno de la cristiandad a Constantinopla, pero que también estaba relacionado con el derecho que adquiría Rusia de proteger a los cristianos ortodoxos del Imperio: una concesión que amortizaría a fondo durante los años venideros.
Además, apoyándose en el tratado, agentes disfrazados de observadores se dedicaron a atizar el descontento de las poblaciones cristianas ortodoxas, e incluso las actividades de corsarios griegos contra el tráfico marítimo de las naves otomanas en el Egeo. Tras una nueva guerra, el Tratado de Iaşi en 1792, completó al de Küçük Kaynarca: los súbditos griegos del sultán podrían comerciar bajo la protección del pabellón ruso. Pronto descubrieron el enorme mercado que suponía el sur de Rusia y florecieron las colonias griegas en las costas del Mar Negro.
(Continuará)
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Srebrenica y algo más (artículo rechazado por "El País", 1º de julio 2005)
¿Qué significó Srebrenica? Han pasado diez años y la respuesta sigue sin estar clara. Para todos aquellos que se quedaron con el recuerdo de aquel trágico suceso, en julio de 1995, poco ha cambiado. Las tropas serbio bosnias del general Mladic cometieron “la peor masacre acaecida en Europa desde la Segunda Guerra Mundial”. La frase se repitió miles de veces, como un mantra, hasta quedar convertida en una verdad. Pero no fue exactamente así: no hace falta tener conocimientos especializados en historia de Europa para recordar que, como mínimo, hubo dos casos parecidos en el medio siglo transcurrido entre 1945 y 1995.
De todas formas, lo ocurrido en Srebrenica no necesita de comparaciones pedantes. Fue horroroso en sí mismo. Tampoco es tan importante establecer si fueron tantos o cuantos los muertos. Los croatas también hicieron de las suyas durante su guerra de independencia, en la misma guerra de Bosnia y durante las ofensivas de ese mismo verano en Eslavonia occidental y la Krajina. Ahí está el caso del general Ante Gotovina, que ha paralizado el acceso de Croacia a la UE y por el cual el gobierno norteamericano ofrece una recompensa de 5 millones de dólares. Los líderes de los musulmanes bosnios también recurrieron en muchas ocasiones a los métodos de sus enemigos. En abril de 1994, el entonces presidente Alija Izetbegovic reconoció la existencia de campos de concentración en los cuales civiles serbios eran retenidos ilegalmente. La información salió a relucir en el proceso de Milosevic y la publicó el diario “Dani” de Sarajevo hace un par de años. También hubo 2.000 desparecidos en Sarajevo. Y el general Mladic le tenía una especial inquina a Srebrenica porque desde el enclave, las milicias musulmanas lanzaron varias incursiones en las que destruyeron diversas aldeas serbias del entorno. El comandante militar de Srebrenica, el bosnio musulmán Nasir Oric –antiguo guardaespaldas de Milosevic- está siendo juzgado en La Haya en un proceso que hasta los testigos más desapasionados describen como “desganado”. El acusado se limita a decir que no sabía nada de lo que hacían sus hombres: ni de las incursiones, ni de las destrucciones, ni de las torturas de detenidos, que también las hubo.
De cualquier forma, la masacre de Srebrenica resume todos los excesos cometidos en las guerras de la ex Yugoslavia, incluyendo las de Croacia, Bosnia y Kosovo. Pero hay algo más: es el símbolo de una pesadilla europea. Durante los años de la Guerra Fría, se terminó por asumir que la contienda nunca debería tener lugar en el Viejo Continente. Soviéticos y americanos podrían pelearse directa o indirectamente en Asia o el Caribe, en África o América Central, pero no en Europa. Nunca importó demasiado la factura humana que se pagó en Corea, Vietnam, Namibia o Afganistán: al fin y al cabo eran guerras de telediario en los hogares occidentales. Por eso, cuando cayó el Muro de Berlín y con él todo el telón de Acero y la Guerra Fría llegó a su fin, fue bien audible el suspiro de alivio en la civilizada Europa. De ahí el profundo espanto que generó ya la primera guerra de Yugoslavia, aquella especie de opereta a que dio lugar la independencia de Eslovenia en el verano de 1991. Después siguió el horror en Croacia y el infierno de Bosnia: la desintegración de la Unión Soviética no significó el triunfo del Bien sobre el Mal; en realidad, el aflojamiento de la tensión bipolar trajo de la mano el resurgimiento de los peores fantasmas europeos surgidos de las profundidades más lóbregas. Srebrenica fue el final de ese camino: una matanza cometida cuando la guerra de Bosnia estaba terminando, cuando los planes de paz ya estaban elaborados. Una masacre generada por el deseo de venganza del general Mladic, al que las milicias de Nasir Oric le habían arrasado la hacienda familiar en una de sus incursiones. Varios miles de muertos que se les habían ido de las manos a las grandes potencias, como en otras muchas ocasiones.
Porque Srebrenica fue también producto del doble lenguaje, de la diplomacia oculta, de la pusilanimidad. En realidad, el comienzo del camino tuvo lugar en el verano de 1991, cuando el entonces Secretario de Estado norteamericano, James Baker, viajó a Yugoslavia poco antes de que se desataran las primeras crisis bélicas, en Eslovenia y Croacia. Con un conocimiento muy superficial de lo que estaba ocurriendo y quién era quién, reiteró públicamente la decisión de no reconocer la independencia de los secesionistas, apoyó los intentos de reforma del gobierno federal y a tres días de las proclamaciones de independencia eslovena y croata, se tragó la promesa hipócrita de los líderes secesionistas en el sentido de evitar toda acción unilateral susceptible de envenenar aún más la crisis. Por otra parte, desautorizó el uso de la fuerza por parte de Belgrado para prevenir las declaraciones de independencia. En realidad no fue sino la primera ocasión en que las potencias occidentales se dedicaron a lanzar mensajes contradictorios a las partes en litigio, una práctica nefasta que no era nueva en la historia de los Balcanes, pero que se iba a repetir como un vicio a lo largo de la siguiente década, antes de cada una de las crisis que sacudieron los restos de la desmembrada Yugoslavia.
Casi cuatro años justos más tarde, los norteamericanos, ya bajo la presidencia de Clinton, habían puesto en marcha un plan de paz que implicaba simplificar el muy complejo mapa de los frentes de guerra en Bosnia. Existen numerosos indicios de que las tropas serbias de Bosnia recibieron luz verde de las potencias occidentales en general y de los norteamericanos en particular para eliminar los enclaves musulmanes situados al este de la república. Por eso las autoridades de Sarajevo evacuaron a Nasir Oric con antelación, para evitar que cayera en manos de los serbios. Dejaron al enclave sin mando, porque ya sabían lo que iba a ocurrir. Lo que nadie esperaba fue la matanza que siguió.
Por lo tanto, Srebrenica contiene también el pecado de ser el símbolo imperfecto: seis mil muertos, quizá más, quizá menos, víctimas de una compleja maraña de cálculos fallidos, rencores poco gloriosos e hipocresías varias. Una matanza en vía muerta, que no obedeció a ninguna cruel utilidad estratégica, quizá la más absurda de todas las cometidas en Bosnia. Pero sobre todo, un acontecimiento que se aísla y se encorseta en el perpetuo doble rasero al que una y otra vez nos aferramos los occidentales para disimular la muy notable falta de ideas y soluciones, para esconder pudorosamente nuestro propio y soberbio nacionalismo ¿Por qué Faluya no puede ser considerada la nueva versión de Vukovar o Srebrenica?¿Por qué los campos de concentración en Bosnia han de ser peores que Guatánamo o Abu Ghraib?
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Un poco de luz sobre la sombría Srebrenica ("El Mundo", 3 de julio, 2005)
Ocurrió hace una década, por estas mismas fechas: las tropas serbias de Bosnia, dirigidas por el general Ratko Mladic tomaron el enclave bosnio musulmán de Srebrenica y ejecutaron a un crecido número de prisioneros y civiles. No fue la peor matanza cometida en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, tópico repetido hasta la saciedad en la prensa occidental, como si fuera un mantra: ya en 1956, por ejemplo, tuvo lugar una importante masacre cuando las tropas soviéticas entraron a sangre y fuego en Hungría. Pero ocurre que la historia de esa insurrección es un asunto que todavía hoy genera polémica entre los mismos húngaros y quizás eso contribuye a dejarla de lado en la comparación. Con el tiempo, podría ocurrir algo similar con Srebrenica, a pesar de que eso parezca hoy en día imposible. Pero lo cierto es que esa masacre en la que todo parece estar en blanco sobre negro, encierra diversos asuntos polémicos que llevan mucho tiempo metidos bajo la alfombra de lo políticamente correcto y que por las trazas y actitudes de muchos medios de comunicación, parece que seguirá siendo así quizá durante otra década.
A cinco años vista, Srebrenica se ha convertido en una de las piedras de toque de la acusación contra Milosevic. Si pudiera demostrarse que tuvo alguna forma de responsabilidad en la carnicería, sería acusado de genocidio, a lo que contribuiría la redefinición a la baja del concepto efectuada en el mismo tribunal –reduciendo el número de víctimas necesarias para tipificar el caso- y que permitió que, en su día, las matanzas de Srebrenica fueran las únicas legalmente establecidas como “genocidio” durante la guerra de Bosnia. La reciente aparición de unos descarnados vídeos en los que se puede apreciar cómo agentes de la policía especial serbia ejecutan a detenidos musulmanes ha generado un gran impacto mediático y político en la misma Serbia, dando a entender que algo se está moviendo allí, aunque la prensa occidental ha dejado de lado que la pieza probatoria fue conseguida por Natasa Kandic, la célebre luchadora por los derechos humanos en Serbia.
No queda muy claro por qué el protagonismo de Kandic ha sido ninguneado. Quizá para tapar la muy cuestionable eficacia de la acusación en el juicio que se sigue contra Milosevic en el TPI de La Haya. Porque además, el revuelo de los vídeos oculta también que desde hace dos años se debate sobre un documento oficial que demuestra la participación de unidades del Ministerio del Interior de Serbia en las masacres de Srebrenica. El problema está en que al parecer actuaba bajo mando directo del coronel Ljubomir Borovcanin, jefe de las unidades de la policía especial serbobosnia, sin que Milosevic tuviera control alguno sobre el asunto. Claro que tampoco tal extremo ha quedado absolutamente establecido, dado que Budimir Babovic, ex jefe de la oficina de Interpol yugoslava, elaboró un informe que intentaba demostrar la responsabilidad de Milosevic en el control de esa unidades. Eso ocurrió ya en 2003, y no queda claro por qué no ha sido utilizado tal material o no ha sido considerado de valor probatorio.
Por lo tanto, el hecho de que ahora hayan salido a la luz los impactantes vídeos de las ejecuciones podría estar conectado con la entrega de Ratko Mladic o Radovan Karadzic al TPI y ello a su vez en relación con el caso de Ante Gotovina en Croacia, relacionado todo ello a su vez con las dificultades que se presentan para las negociaciones del proceso de ampliación de la UE hacia los Balcanes... Pero si políticamente la aparición de las cintas de video ha tenido un efecto saludable, desde el punto de vista estrictamente procesal puede que no sean de gran utilidad; en parte porque por sí mismas no parecen demostrar la implicación directa de Milosevic en las masacres.
Otra cosa diferente es considerar si éste sabía o no lo que estaba ocurriendo en Srebrenica. A eso puede responderse afirmativamente, casi con total seguridad. Y también al hecho de que el mandatario serbio conoció con antelación los preparativos del ataque. El problema es que, al parecer, no fue el único: la eliminación del enclave de Srebrenica parecía formar parte del plan global norteamericano para simplificar el complejo mapa de frentes que había trazado la guerra de Bosnia en 1995 e iniciar conversaciones de paz. Así lo expresó claramente Sandy Vershbow, uno de los asesores del presidente Clinton, en una entrevista a la célebre periodista británica Laura Silber, autora del mejor libro sobre las guerras de la ex Yugoslavia y una celebrada serie de reportajes televisivos sobre el mismo tema, editados por la BBC. También lo menciona David Rhode en su voluminoso y ya clásico libro sobre Srebrenica, el cual se entrevistó con fuentes de la inteligencia americana. O Tim Judah, otro celebrado periodista británico que utiliza como fuente un documentado artículo sobre la actuación de la CIA en Bosnia.
Por lo tanto, parece quedar bastante claro que al menos los norteamericanos sabían lo que iba a ocurrir y dieron luz verde al ataque. Según el mediador británico lord Owen, fue todo el Grupo de Contacto el que accedió a que los serbios de Bosnia tomaran los enclaves de Srebrenica y Zepa. Lo que no esperaban era que tuviera lugar la matanza que, en efecto, acaeció. Hace algunos años, el escritor austriaco Peter Handke se preguntaba en un célebre y polémico libro, qué razón de ser había tenido la masacre de Srebrenica. No la negaba: inquiría por las razones de una acción brutal que no parecía tener lógica. La cuestión no era tan baladí, porque pocos días después de Srebrenica también cayó en manos serbobosnias el enclave de Zepa y allí no se produjeron ejecuciones como las vividas escasos kilómetros más al norte. Ahora ya se conoce la respuesta. A lo largo del otoño e invierno de 1992, las milicias bosnio musulmanas de Srebrenica lanzaron numerosos ataques contra las aldeas serbias limítrofes, concluyendo en el más duro, durante las navidades ortodoxas, en enero de 1993. Precisamente por estas acciones está siendo – muy desganadamente- juzgado en el TPI el que fue comandante de las fuerzas musulmanas en el enclave, Nasir Oric. Al parecer, en una de esas incursiones destruyeron la hacienda familiar de los Mladic en la aldea de Visnice.
Así que las matanzas de Srebrenica parecen haber sido producto de una venganza o al menos de la decisión personal de Mladic. No poseían aparente utilidad estratégica, como la limpieza étnica, que causaba enormes problemas al enemigo; y por ende, complicaba todavía más la búsqueda de una salida negociada al conflicto bosnio que favoreciera a los serbios. Por otra parte, hasta el momento nadie ha sabido responder qué ventaja política o personal habría sacado Milosevic de la carnicería.
Por supuesto, la explicación no es exculpación; pero el ninguneo de este tipo de informaciones no contribuye a buscar soluciones ni evitar futuras repeticiones de este tipo de tragedias. Por ejemplo, sería lamentable que el recuerdo de la tragedia de Srbrenica quedara asociada tan sólo al juicio de Milosevic. Hay demasiadas preguntas sin respuesta como para que la muerte de varios miles de personas se quede sólo en eso. En Belgrado, parte de los altos mandos de las fuerzas armadas serbo-montenegrinas en 1995, por ejemplo, pudieron haber conocido el destino que le esperaba a Srebrenica. Mladic mantenía contactos fluidos con el ministro de Defensa federal y con el alto mando yugoslavo, personificado en el general Momcilo Perisic: si, el mismo Perisic que se enfrentó a Milosevic durante las grandes manifestaciones de 1996 en Belgrado, el mismo que fue descubierto con las manos en la masa mientras espiaba para la CIA en 2002, ya como viceprimer ministro. Los militares del ex Ejército Popular Yugoslavo nunca fueron entusiastas de Milosevic y de hecho, los espectaculares atentados contra el entorno más comprometido con el mandatario serbio en los últimos años del régimen (“Tref”, “Bazda”, “Kundak”, Bulatovic, “Zica” Petrovic, el mismo “Arkan”) pudieron haber sido obra de la inteligencia militar de acuerdo con algunos de sus colegas occidentales. Por lo tanto, colgarle la responsabilidad de lo ocurrido en Srebrenica a Milosevic podría tener la utilidad de desviar la atención sobre otros responsables más directamente implicados con los que, en su momento se llegó a acuerdos comprometidos. Si realmente llega a entregarse, el juicio a Mladic logrará despejar muchas dudas al respecto... o enterrar definitivamente las peliagudas implicaciones de lo que ocurrió en aquel verano de 1995, en Srebrenica, convirtiendo para siempre esa tragedia en floridas y sentidas efemérides a cargo de las oportunas firmas orgánicas de turno.
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11-Srebrenica
El año pasado, entre el 3 y el 11 de julio, “El País” publicó una verdadera catarata de artículos de opinión referidos al décimo aniversario de la denominada masacre de Srebrenica. Hubo de todo: una especie de desgarro-reportaje de Juan Goytisolo con Hermann Tertsch como telonero, dos columnas más del germánico reportero referidas al mismo tema, una de Lluís Bassets (¿o fueron un par?) y dos editoriales, dos; además, varios reportajes de Ramón Lobo desde el lugar de la tragedia y más allá, sin ahorrar columnas, a lo grande. Pero toda esa pirotecnia se limitaba a esconder que, tras una década, aún no sabemos el por qué de lo ocurrido aquellos trágicos días de verano en la Bosnia oriental. El año pasado, todos los exaltados corifeos de opinión, en ese periódico pero también en los demás se limitaron a repetir por activa y por pasiva lo de siempre, lo que se ha leído una y otra vez como un mantra interminable a lo largo de diez años: que la de Srebrenica fue la peor masacre desde la Segunda Guerra Mundial (en Europa, claro), que los “cascos azules” holandeses fracasaron lamentablemente a la hora de proteger a los habitantes del enclave, que es una vergüenza que Radovan Karadžić y el general Ratko Mladić sigan el libertad...
Y ahora, si tienen tiempo o les apetece, revisen todo ese aluvión de papel y tinta. Comprobarán ustedes y por sí mismos, que en casi ninguno de ellos (y son páginas y páginas rubricadas por “enterados y expertos”) se encuentra ni la más mínima referencia a una de las preguntas principales: ¿Por qué tuvo lugar la matanza de Srebrenica?
Se insiste en la pregunta porque es esencial, y por alguna razón (o por varias) muy pocos en Occidente tienen interés en responderla. Verán: el próximo 25 de julio se conmemorará el aniversario de la caída de Žepa, el segundo enclave de Bosnia oriental en manos de las tropas serbo bosnias del general Ratko Mladić. Pues bueno: allí no hubo matanzas, no se produjeron ejecuciones. Desapareció el comandante Avdo Palić, jefe militar del enclave, y según todos los indicios, fue asesinado por los asaltantes serbios tras ser detenido y aislado durante meses. Pero no hubo masacre, la población fue enviada a territorio bosnio musulmán, sin más. ¿Por qué?¿Por qué en Srebrenica sí y en Žepa no?
Por supuesto, el 25 de julio de 2005, ni “El País” ni ningún otro periódico español (incluso occidental) dijeron media palabra sobre el asunto. Y ahora, hace pocos días, ese periódico publicó en un rinconcito que Naser Orić, el comandante de la unidad que defendió Srebrenica había sido condenado a una muy leve pena por el Tribunal Penal internacional de La Haya. Como ya había pasado dos años en prisión, salió en libertad. Tras el irregular fallecimiento de Milošević en prisión y el suicidio de Milan Babić en su celda, pocos días antes –otro asunto del que los periódicos españoles huyen como de la peste- el relajado juicio de Orić es otro clavo en la credibilidad de los procesos seguidos por el TPI en relación a las guerras de la ex Yugoslavia. Quizás usted, lector, crea que, al fin y al cabo, todo está claro y más que transparente. Si es así, ¿podría explicarse a sí mismo (cuanto menos) por qué Radovan Karadžić y Ratko Mladić aún no han sido detenidos y no han sido juzgados en La Haya? Si aún así se encoge de hombros no se queje si mañana o pasado, quizá por cuarta vez, lee que el general Mladić ha estado a punto de entregarse, una vez más, pero al final, siempre había algo que lo impedía. Algo que nunca sabemos qué es.
Estos días se cumplen 11 años de la caída de Srebrenica y el trágico final de muchos de sus habitantes. No es la efemérides habitual y tampoco resulta políticamente correcta; pero quizá puede ser un poco más esclarecedora. Como contribución inicial, dos artículos acompañan a este post. Uno fue publicado por “El Mundo”. El otro, tras una mes y medio de espera en la sección de opinión de “El País”, fue rechazado “porque había cola”.
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En una tranquila y pequeña república de los Balcanes
Elecciones parlamentarias en Macedonia: el asunto apenas ha merecido en la prensa muchos más comentarios que un simple titular y el desglose de los porcentajes obtenidos. Ganó el VMRO-DPMNE con un 32,46% de los sufragios. Por lo tanto, el SDSM pierde con sólo el 23,31% de los votos. Y poco más se puede leer en la prensa española que apenas se ha dignado a mencionar el hecho. Traducido a términos más inteligibles, la derecha nacionalista en la oposición obtuvo la victoria, mientras que los socialdemócratas deberán dejar el poder tras detentarlo en coalición con el Partido Liberal Democrático (LDP). desde 2002. De todas maneras, la victoria del VMRO-DPMNE tampoco ha sido tan amplia y por lo tanto no podrá gobernar en mayoría: deberá formar coalición, y como ya es tradicional, incorporar en el pacto a alguno de los partidos de la minoría albanesa. El hasta ahora primer ministro, Vlado Bučkovski aceptó la derrota de su partido y felicitó al líder de la oposición vencedora, Nikola Gruevski. No más tarde del 9 de septiembre, el nuevo gobierno deberá tomar posesión. Normalidad, tranquilidad, un poco de elegancia, incluso. Hasta aquí, fin de una historia que, vista así, parece absolutamente gris y sin mayor interés.
Mujeres de la minoría albanesa esperan para votar. Foto: "Washington Post"
Primera conclusión: Macedonia no es noticia, ergo los grandes medios de comunicación y agencias de prensa internacionales no quieren que nos interese y así pues, no news, goods news. En referencia a los Balcanes en sí y para sí, cuanto menos objeto de noticia, mejor. Ellos van haciendo, se conocen bien entre sí, saben cómo tratarse, llegan a sus acuerdos internos y todos contentos. De hecho, Macedonia es ya candidata formal a la UE (diciembre de 2005), pero Bruselas había supeditado el inicio formal del proceso de negociaciones a que los comicios transcurrieran sin violencia ni fraude.
Durante la campaña electoral se produjeron algunos incidentes violentos, peleas entre activistas de los diversos partidos y algún que otro ataque a oficinas de las formaciones albanesas. Lo cual no quiere decir que se trata de incidentes interétnicos: el que suscribe aún recuerda el ataque a tiros contra la sede del BDI (Unión Democrática para la Integración) en las afueras de Tetovo, mientras esperaba pacientemente para entrevistarse con el portavoz y secretario del partido, Agron Buxhaku (hasta hace poco, director del Centro para Gestión de Crisis del gobierno macedonio). Eso ocurrió el 24 de junio de 2002 y no tenía nada que ver con la celebración del día de San Juan, sino que fue un asalto perpetrado (presuntamente) por los rivales del PDSH (Partido Democrático Albanés) Qué tiempos. Hacía apenas un año que el país había salido de su particular y corta guerra civil entre las fuerzas de seguridad del Estado y las guerrillas albanesas independentistas del UÇKömbetar. Las elecciones de septiembre en el 2002 fueron de lo más irregular; cómo no iban a serlo cuando hacía bien poco que se habían enterado los muertos y miles de armas seguían en poder de los insurgentes. Aquella campaña se desarrolló durante el tórrido verano y tuvieron lugar todo tipo de incidentes, desde asesinatos de policías a toma de rehenes, ataques a partidos y medios de prensa.
Por lo tanto, primera conclusión para las elecciones macedonias de 2006: normalidad. Parece que el denominado acuerdo de Ohrid firmado el 13 de agosto de 2001 ha funcionado bien, lo cual es una señal muy esperanzadora para la diplomacia europea, que junto con la OTAN tuvo un destacado protagonismo en la pacificación del país. De hecho, el conflicto macedonio quedó particularmente bien rematado, a diferencia de lo ocurrido tras las guerras de Bosnia y Kosovo. Cierto es que estos fueron conflictos largos y sangrientos. Pero también los es que en Macedonia las cosas no fueron a peor, y en parte ello fue debido a una más adecuada y flexible respuesta diplomática.
El quid de ésta consistió en hacerle saber a la guerrilla albanesa que las potencias occidentales no iban a intervenir a su favor, como de hecho ocurrió en Kosovo. En realidad lo hicieron en su contra, pero de una manera bastante sutil. No podía ser de otra forma: La intervención directa de las unidades de la OTAN era muy problemática, pues cualquier acción directa contra los insurgentes traería problemas para las fuerzas de la KFOR en Kosovo. Pero abstenerse de actuar contra los guerrilleros minaría la autoridad de la OTAN y podría llevar a la desintegración de Macedonia y a una guerra de gran calado internacional en el sur de los Balcanes. La solución consistió, una vez más, en recurrir a la war-by-proxy strategy: utilizar un intermediario, es decir, a las fuerzas del joven Ejército macedonio para repeler la agresión. Aunque no se le dio mucha publicidad, la operación implicó también la adquisición de importantes alijos de armas y municiones a otros países, especialmente a la vecina Bulgaria, muy interesada en intervenir en la zona, pero también a Ucrania; Italia y Alemania suministraron asimismo algún armamento. Igualmente, se utilizaron tropas especiales de mercenarios extranjeros (ucranianos, sobre todo) en el asalto final contra las alturas que dominan Tetovo y para pilotar los helicópteros de combate y los aviones de ataque el suelo.
La diplomacia comunitaria, con el infatiglabe Javier Solana al frente, presionó para la formación de un gobierno de concertación que incluía a representantes de los partidos albaneses, como primera medida para evitar un enfrentamiento entre ambas comunidades, anulando políticamente a la guerrilla. Finalmente, a finales de junio la OTAN comenzó a trabajar en un plan para el envío de una brigada que tendría la misión de recoger las armas de los rebeldes. Pero desde el Consejo Atlántico se insistió en que las fuerzas internacionales sólo se personarían en Macedonia cuando las partes en conflicto hubieran llegado a algún acuerdo político. La tenacidad del presidente Trajkovski y la presión de la diplomacia comunitaria abrieron el camino a la solución cuando el 4 de julio representantes de la minoría albanesa y el gobierno de Skopje acordaron discutir una reforma constitucional a instancias de las propuestas del veterano Robert Badinter, que volvía a escena una década después del colapso de Yugoslavia. A lo largo de julio y agosto las treguas pactadas se rompieron reiteradamente por ambas partes y el plan pareció a punto de fracasar en numerosas ocasiones. Pero el 13 de agosto se firmó el denominado acuerdo de paz de Ohrid. Aunque el alto el fuego fue de nuevo violado, el acuerdo fue la base estable que posibilitó la intervención de fuerzas de la OTAN hacia finales de agosto. La guerrilla entregó las armas que quiso ceder, pero al menos la situación fue evolucionando claramente hacia la calma, a pesar de las protestas de los nacionalistas albaneses contra un pacto y unas reformas constitucionales que consideraban abusivas. Finalmente, una parte de los insurgentes se desmovilizó y se integró en los partidos albaneses, especialmente en el BDI. Todo se hizo sin ruido, sin focos mediáticos y sin dar pábulo a las ganas de gresca de unos y otros. Diplomacia europea, con poco espectáculo, pero eficaz.
Jóvenes albaneses del PDSH durante la campaña electoral. Foto: Reuters
La segunda conclusión que se extrae de las elecciones de 2006 es que el país parece haber cobrado conciencia de que el acceso a la UE es una posibilidad real, y la victoria del VMRO-DPMNE tiene que ver con esa reacción. Aunque no es un axioma, cuando gobierna este partido Skopje se acerca más a Bulgaria. Por el contrario, los socialistas tienden más a simpatizar con Serbia. Entiéndase: la identidad nacional macedonia está conformada, en parte “a la contra de”. Se puede decir que tiene más de búlgara que de serbia, pero no en vano Macedonia se pasó casi todo el siglo XX siendo provincia de Serbia y más tarde región y república de Yugoslavia. El resultado de todo ello viene a ser que las simpatías hacia los vecinos pueden estar repartidas, según las circunstancias. Y ello acompañado de curiosos vaivenes. Por ejemplo: al cabo de un cierto tiempo de estar gobernados por un gobierno más cercano a Sofía, una parte creciente de los macedonios tienden a simpatizar con Belgrado, y a la inversa. Pero la situación actual no parece que obedezca al movimiento pendular de un turno de partidos clásico, sino al hecho de que Bulgaria está próxima a convertirse en miembro de pleno derecho de la UE e interesa acerarse a ella en busca de apoyo y guía para el propio camino hacia la integración. En el momento presente esta claro que Serbia no es el modelo a seguir.
Por último los albaneses. En buena medida, siguen siendo un pequeño misterio. Parece haberse llegado a una situación de equilibrio en virtud de la cual sus partidos políticos hacen de bisagra en los sucesivos gobiernos de coalición. Entre ellos mantienen unas relaciones no siempre amistosas, algo propio de la política en sociedades clánicas. Por otra parte, no todas las armas del extinto UÇKömbetar fueron entregadas y es de esperar que no se produzca una desgracia en el futuro. De momento, para los reporteros extranjeros siguen siendo los actores más coloristas para cualquier reportaje en Macedonia. Un ejemplo en las fotos que acompañan este post. Y para remate la breve noticia de que tras las elecciones se escucharon en la noche de Skopje disparos de armas automáticas y “procedentes de la municipalidad de Cair y el Viejo Bazar”. Según informaciones de la policía, se trataba de miembros y seguidores del Partido de la Integración Democrática de Ali Ahmeti, celebrando su particular victoria electoral.
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EP [FF]: “El País de las Filias y las Fobias” (3): El noble arte del murmullo
Los sables son unos objetos metálicos que al entrechocar hacen un desagradable ruido y a veces incluso producen chispas. Por lo tanto y por muy literario que uno se quiera poner, rechinaba gramaticalmente el “Murmullo de sables” con el que Juan Carlos Sanz titulaba el inserto en su crónica del 26 de junio. Más abajo, el contenido de la pieza sonaba claramente abusivo.
Juan Carlos Sanz argumentaba a grandes zancadas: El Ejército turco sigue teniendo un “papel preponderante en la vida política turca”. Exagerada la adjetivación, pero correcto en líneas generales: las fuerzas armadas poseen todavía un importante ascendiente en la vida política del país. Es más discutible que sigan teniendo el mismo peso social de hace veinte años. Es “una de las grandes preocupaciones de la UE” en el proceso de negociación del candidato turco, desde luego. Pero no “ante el retroceso que sufren las negociaciones de adhesión”. ¿Quién dice tajantemente que estamos ante un “retroceso”? Que se sepa, sólo el autor de la crónica es responsable de los calificativos.
Prosigamos. Es cierto que el atentado del 17 de mayo contra el Danıştay o Consejo de Estado turco, que le costó la vida al juez Mustafa Yücel Özbilgin dio lugar a comentarios desfavorables al gobierno por parte del Jefe del Estado Mayor; pero también de los partidos de oposición y del mismo Presidente de la República. Y la importante manifestación que tuvo lugar en Ankara, ante el Mausoleo de Atatürk y el Consejo de Estado, no fue convocada por ningún militar, sino que se organizó para despedir el féretro del juez asesinado.
Y pirueta final: “Desde entonces, Turquía parece haber entrado en un periodo de inestabilidad política y económica. Los inversores extranjeros que habían acudido al reclamo de las conversaciones para la incorporación a la UE han sido los primeros en captar el inquietante murmullo de sables”. Como puede comprobarse, en unas pocas líneas Sanz establece con toda naturalidad un silogismo basado en una tergiversación (la existencia de un presunto “murmullo de sables”). A partir de ahí, remate a gol: “La retirada masiva de capitales ha provocado el desplome de la lira turca, que se ha depreciado un 20% respecto al dólar y el euro”.
Vayamos por partes. Juan Carlos Sanz no se atreve a escribir en negro sobre blanco que hay un peligro de golpe de estado militar en Turquía, porque sabe perfectamente que no es posible. De hecho, no incluyó esa pregunta en la entrevista que le hizo a Erdoğan y se publicó tres días más tarde, porque no se atrevió. En lugar de ello, se inventa la frase “murmullo de sables”, que no significa nada en concreto. ¿Críticas del estamento militar a un gobierno al que ha calificado islamista? Eso no es nuevo; y no justifica ni un hipotético “periodo de inestabilidad política y económica” ni un “desplome” de la lira turca. ¿Qué la moneda se ha depreciado?¿Y eso de qué es síntoma en realidad? Se ha escrito recientemente que si no estuviéramos en la zona euro, la peseta habría sido devaluada un par de veces en lo que va de año. Durante el pasado año se llegó a decir que en Italia el gobierno Berlusconi pensaba regresar a la lira, porque las devaluaciones de la antigua moneda contribuían a hacer competitivas las exportaciones. No parece tan extraño que la lira turca haya cedido un 20% justo antes del periodo estival a fin de abaratar precios y restarle cuota de mercado a los competidores en el sector turístico de la zona euro. Desde luego, esa no ha sido la explicación oficial ofrecida. Pero obsérvese que a pesar de la caída, por cada dólar se ofrecía hace pocos días 1,70 nuevas liras turcas (el “bir milyon” de antes). A día de hoy, el cambio se sitúa a 1,59 por cada dolar USA. No se que les parecerá a ustedes, pero objetivamente parece todavía la cotización de una moneda fuerte, incluso sobrevaluada.
En cuanto a la "retirada masiva de capitales”, no parece que Juan Carlos Sanz se haya tomado ni siquiera la molestia de echar un vistazo a la evolución de la rentabilidad de los fondos de inversión internacionales. Esto es lo malo del periodista: que muchas veces tiene tan poco contacto con la realidad social cotidiana como los políticos. No tiene en cuenta, por ejemplo, fenómenos tan habituales como las piruetas que debe hacer el pequeño ahorrador español para evitar que la inflación real se le coma los cuatro céntimos mal contados que tiene en el banco. No parece tener ni idea de lo que son los fondos BRIC, ni sabe que el Fondo Pictet Eastern Europe-P Cap, alcanza a día una rentabilidad de casi el 35%, con un 155, 27% de beneficio acumulado a tres años. Huelga decir que las empresas que integran este fondo de inversión variable son, principalmente, rusas y turcas. No es de extrañar que firmas de ambos países hayan sido seleccionadas por un banco suizo, porque en los últimos cinco años los intercambios comerciales entre ambos han crecido en un 250%. Y en parte, ello es porque tanto Rusia como Turquía se perfilan como los principales suministradores de energía para Europa.
Y ahora les sugiero que hagan una prueba. Abran Google e introduzcan los términos: “Retirada masiva de capitales Turquía”. ¿Cuántos resultados exactos aparecen en pantalla? Uno: El dichoso artículo de Juan Carlos Sanz
Pero queda algo por aclarar. ¿Por qué es tan difícil que tenga lugar un golpe de estado militar en Turquía? En primer lugar, porque el país está siendo vigilada de cerca por los servicios de inteligencia occidentales, incluso con la colaboración activa de los mismos turcos y todo ello encuadrado en el marco de operaciones de gran envergadura. Por ejemplo, a mediados del pasado mes de septiembre de 2005, se produjo un acercamiento sorprendente entre Pakistán e Israel que desembocó en el encuentro Shalom-Kasuri en Estambul. Es evidente que en torno a esta novedosa aproximación jugaban importantes intereses occidentales y que los turcos no sólo ejercieron de anfitriones, sino también de intermediarios.Este interés por parte de las potencias occidentales deja pocos resquicios para las sorpresas, a no ser que alguna de ellas esté actuando por su cuenta para provocar alguna crisis en Turquía que descarrile inexorablemente sus aspiraciones a la integración europea. Pero parece poco probable, porque ese tipo de acciones terminan saliendo a la luz tarde o temprano, y en ese caso el escándalo que podría generar en la UE sería de tal magnitud que amenazaría las mismas bases del club europeo.
En segundo lugar, porque hoy en día un golpe de estado militar comportaría un riesgo cierto de guerra civil, de consecuencias imprevisibles. Y aparte del problema que supondría en sí mismo el restablecimiento del orden –sería un golpe muy fuerte al prestigio occidental, tras lo ocurrido en los Balcanes- la situación en las vecinas Irán e Irak anda lo suficientemente inestable como para extender la mancha de aceite; y más teniendo en cuenta el enorme valor geoestratégico de Turquía.
Y por último, y sobre todo, porque Washington no lo toleraría, y precisamente es el principal abogado para la entrada de Turquía en la UE.
Por lo tanto: Artículos redactados en Madrid y firmados en Estambul no, gracias.
NOTA: Capricho y derroche
Un profesor del Departamento nos hace un envío masivo a todos sus compañeros. No deja de ser curioso, porque me consta que el asunto no es uno de sus temas habituales, ni parece muy pertinente para un correo electrónico como el de nuestra universidad, sobrecargado de spam que el servicio de informática (¿sigue externalizado?) parece no saber cómo controlar. Pero en fin, éste es un mail simpático:
De: Francesc Bonamusa Gaspà
Data: Mon, 26 Jun 2006 13:38:01 +0200
Assumpte: Unió Europea
Una vez al mes y durante varios días el Parlamento Europeo se traslada por entero, con todo su personal y documentos, desde Bruselas a Estrasburgo. El único motivo para este despilfarro de 200 millones de euros anuales es el capricho de Francia. Todos los Estados miembros de la UE y todos sus ciudadanos (usted y yo incluidos!) costeamos ese absurdo derroche.
Recientemente un grupo de diputados del Parlamento Europeo procedentes de diversos países han puesto en marcha una iniciativa para poner fin a ese absurdo despropósito.Hacen falta un millón de firmas para que el asunto se ponga en el orden del día de la Comisión Europea.
Se han recogido ya más de 380.000 firmas, pero es preciso alcanzar la cifra de un millón!
Por favor visite el website http://tinyurl.com/rjyfg y aporte su firma para poner fin sin demora a esa ridícula extravagancia. Etiquetas: Bruselas, Comisión Europea, Estrasburgo, Küçük Kajnardia, Parlamento Europeo, Unión Europea
EP [FF] “El País de las Filias y las Fobias” (2): Pajas, vigas y ojos, ajenos y propios
Nuevo artículo de Juan Carlos Sanz, contra Turquía, ayer a día 3 de julio. El fenómeno parece ya diario y destinado a promocionar al reportero hasta las mismas puertas del cielo, es decir, la directiva de la redacción, qué menos. Como ya casi no quedan revelaciones que exhumar, Sanz le da un repaso a “Los viejos tabúes que amordazan a Turquía”. Y como no, comienza resucitando a Orhan Pamuk, el asunto del pasado y repasado tema del juicio –que no juicios- que concluyó hace ya meses como parto de los montes anatolio. Orhan Pamuk, zarandeado a las puertas de un juzgado en Estambul, que según el autor de la crónica “disparó las alarmas de la UE sobre el escaso compromiso del Gobierno de Ankara con la libertad de expresión”. Hace pocos días, Sanz escribía sobre el zarandeo del patriarca de la iglesia ortodoxa armenia. Le ha dado por el asunto de los zarandeos como síntoma político, quizá porque nosotros sabemos bastante de eso, desde el zarandeo de Bono al de Arcadi Espada, con los escándalos subsiguientes.
Juan Carlos Sanz maneja informes de la UE con una envidiable versatilidad. Su artículo del pasado 26 de junio parece estar construido en buena parte sobre una conferencia de prensa de Olli Rehn, comisario europeo para la Ampliación, fechada a 20 de junio. Aunque el tono es severo, porque difícil está la negociación, Juan Carlos Sanz tergiversa el contenido –no demasiado hábilmente, no crean- para darle el cariz que a él o a su diario le interesan. Por ejemplo, escribe: “La falta de protección de la libertad religiosa de las minorías griega (unas 100.000 personas) y armenia (60.000) y los crecientes recortes de la libertad de expresión…” Pues bien, en el informe para la prensa de Rehn, el asunto no se plantea exactamente así, sino de esta otra forma:
“Another series of shortcomings relates to the lack of any progress in addressing the difficulties faced by Muslim and non-Muslim religious minorities and communities. The draft law on Foundations currently pending in Parliament will only address some of these difficulties, namely the property regime. We have repeatedly written to the Turkish authorities asking them to amend the draft law in line with the relevant European standards. But this not does replace the need for other more far reaching measures covering all remaining aspects, such as the training of the clergy, as well as the legal status and the internal management of the religious communities.”
Rehn no habla de la “falta de protección de la libertad religiosa de las minorías”, sino de las dificultades que afrontan “minorías y comunidades musulmanas y no musulmanas”, que es otra cosa. Se refiere al borrador de ley de fundaciones, que no sólo afecta a los dichosos griegos y armenios, muy microminoritarios por otra parte en la Turquía actual –las cifras que cita Sanz parece que están hinchadas y son sobre un total de 70 millones de habitantes. Tiene que ver, sobre todo, con los alevis, nurcus, nakşibendis, fetullahcı y toda esa constelación de cofradías y cemaats (asociaciones) musulmanas que viven o sobreviven entre dos aguas: la legalidad y la ilegalidad. Y no estamos hablando necesariamente de entidades arrinconadas en la miseria, perseguidas y en jaque perpetuo. En algunos casos se trata de cofradías poderosas, con medios propios e influencia política. Por lo tanto es un problema que cara a los estándares comunitarios debe definirse legalmente, pero que no resulta fácil y menos en la actual situación de crispación política a la que contribuye el largo periodo preelectoral que vive Turquía y la continuada pesca en río revuelto de aquellos que se oponen al acceso de ese país a la UE.
Dado que Juan Carlos Sanz está más interesado en disparar emociones a base de las vetustas imágenes de griegos y armenios perseguidos por turcos sanguinarios, también podría añadir algún paralelismo con la precaria situación de derechos humanos que viven numerosas comunidades islámicas en España. Porque mucho hablar de persecución de derechos religiosos o de minorías en países distantes y luego resulta que no hay manera de que los musulmanes de Badalona tengan su propia mezquita. ¿Recuerdan el escándalo? Cierre ilegal del templo existente, campaña vecinal en contra, ayuntamiento local –del mismo color que el periódico de Sanz- que hace mangas con capirotes para darles la razón, asunto metido bajo la alfombra y un algo etcétera muy, pero que muy desagradable para un país que se supone respeta el acervo comunitario. Si estas cosas pasan en el barrio de un ayuntamiento periférico, pueden imaginarse la que se armaría si el muy nutrido colectivo de musulmanes que viven en Catalunya pidiera una mezquita en toda regla en alguna calle céntrica de Barcelona.
Imaginemos entonces las reacciones a que daría lugar un hipotético Partido de los Marroquíes de España, o un Movimiento de los Subsaharianos. ¿Qué no puede ocurrir?¿Por qué? Ayer mismo, en un programa de TV3, varios inmigrantes, algunos de ellos expresándose en un más que correcto catalán, pedían el derecho a voto. Una mujer marroquí se quejaba de que su marido llevaba más de catorce años en Catalunya y todavía no podía emitir sufragio. Mientras tanto, en Europa, muchos inmigrantes tienen derecho a participar en las municipales. Pero incluso a escala continental: ¿Está la UE preparada para dar a sus minorías el trato que le pide a los candidatos? Al fin y al cabo han dejado entrar a Letonia sin que este país haya concedido los necesarios derechos a su enorme minoría rusa. Y han permitido a los grecochipriotas tirar abajo el plan de la ONU para la reunificación de la isla. Pero ese es otro de las trampas que diplomáticos profesionales manejan con maestría profesional y los periodistas agitan con la torpeza habitual. Queda para otro post sobre la incontinente campaña anti turca de “El País” este verano. Y sobre las cosas que Olli Rehn dice pero Juan Carlos Sanz no explica, ni bien, ni mal. Hay de sobras para post y más post. Etiquetas: armenios, Cataluña, cofradías, griegos, Juan Carlos Sanz, libertad de expresión, Orhan Pamuk, proceso de integración en la UE, Rehn, Turquía
EP [FF]: “El País de las Filias y Fobias” (1): Un toque de chic francés
No se pierdan el berrinche veraniego que lleva “El País” con Turquía: pura y simplemente ya no saben qué hacer para publicar algún artículo cotidiano repitiendo machaconamente los mismos argumentos y anunciando por activa o por pasiva la suspensión de las negociaciones con la Unión Europea. No pierdan tiempo ni dinero buscando en otros periódicos españoles. Y todo ello sin que los sufridos lectores sepamos a santo de qué tal contumacia. En cualquier caso es para alegrarse de que el dichoso periódico no oficie como Ministerio de Asuntos Exteriores: iríamos pura y simplemente a la deriva de sus filias y fobias.
Recapitulación: la última vez que se mencionó en este blog algún ataque de “El País” contra Turquía fue en un editorial del domingo 18 de junio. Lo que parecía una cuña oportunista resultó ser un extracto del guión que se desarrolló a continuación. Lunes, 26 de junio: Juan Carlos Sanz, reportero “experto” en sacar punta al tema turco (que no en Turquía) aparece en Estambul y envía una crónica en la que desarrolla los puntos del editorial de la semana anterior. Jueves, 29: esta vez, Juan Carlos Sanz ha conseguido una entrevista del primer ministro Recep Tayyıp Erdoğan en Estrasburgo. Como el político turco no es mal diplomático –en todo caso, mejor que el titular de Asuntos Exteriores, el ministro Abdullah Gül- torea con notable éxito las preguntas del enviado de “El País”, rebatiendo con eficacia aquellos asuntos del “guión” contumaz construido y expuesto en los últimos diez días.
Dado que no se puede retocar ni acortar la entrevista con un personaje tan destacado, y éste ha salido demasiado bien parado, Ana Carbajosa inserta un recuadro sacándole punta y comentarios irónicos al político turco. Erdoğan acaba de hablar ante la Asamblea del Consejo de Europa y ha sacado a relucir la Alianza de Civilizaciones, proyecto e iniciativa que comparte con ZP. Llenando de comillas el recuadro, Carbajosa critica indirectamente que el primer ministro turco haya vuelto a sacar a la palestra ”la ya olvidada crisis de las caricaturas de Mahoma”. Si, ya nos conocemos esa forma interesada de olvidar lo que nos conviene en Occidente, sobre todo si es una metedura de pata de los alegres chicos de la prensa. La autora continúa en tono de fina ironía periodística y disculpen por el oximoron: “Antes de adentrarse en terrenos teológicos y de dedicar grandes alabanzas `al amor a las criaturas que profesa el creador´, [Erdoğan] terminó de dibujar el panorama sombrío que a su juicio rige las relaciones entre Oriente y Occidente”. Mucho debemos de temer que el tono de Carbajosa, a base de suave choteo sobre tono del discurso de un mandatario musulmán le esté dando precisamente la razón a éste.
En fin: es evidente que Ana Carbajosa no escribe lo que le da la gana; ni Juan Carlos Sanz se pagó el billete Madrid-Estambul-Estrasburgo de su bolsillo. Por lo que hemos de temer que alguien de más fuste en el diario de Prisa –y cada vez menos sociata- esté empeñado en torpedear como sea la política del gobierno Zapatero con respecto a Turquía. Y eso alineándose incluso con las opiniones de un gobierno francés de derechas, que son las que realmente inspiran la deriva turcofóbica de “El País” en las últimas semanas. Porque la cosa no se ha quedado en las tres piezas mencionadas, publicadas una tras otra. Aprovechando que se acaba de inaugurar la presidencia finlandesa de la UE, un tal Andreu Missé, que parece nuevo fichaje del periódico en Bruselas, colocó en la edición del 1º de julio, página 4, un nuevo artículo sobre lo mal que se porta el gobierno turco en las negociaciones para su acceso a la UE, repitiendo, como no, de nuevo, una y otra vez, la perspectiva gaullista de Paris.
Es de temer que tenemos para rato con la matraca antiturca de “El País” y que al final seguiremos sin enterarnos sobre las razones reales de tanta fobia. Allá ellos si terminan saboteando una de las escasas apuestas acertadas que han hecho los gobiernos españoles en política exterior y como suele ser habitual, las rentas del asunto terminan yendo a manos de otros países más prudentes. Pero de momento y sólo para que vaya quedando claro que la campaña no se basa en apreciaciones reales o técnicas, comienza aquí una breve serie dedicada a desmontar las piezas de la campaña política de “El País”. Después, el asunto quedará apartado, porque hay cosas muchos más interesantes en la actualidad informativa que seguirle la corriente al periódico madrileño en sus neuras con Turquía. Además, en Bruselas los policy makers ya han decidido que ese país entrará en la UE y así va a ser, le guste o no a éste, ese o aquel periódico. Continuará en breve
Etiquetas: Alianza de Civilizaciones, Erdoğan, proceso de integración en la UE, Rodríguez Zapatero, Turquía