jueves, marzo 04, 2010

Turquía regresa a la senda europea (1)























Erdogan y Zapatero bromean en un momento relajado, durante la visita del mandatario turco a Madrid


El pasado día 22 de enero, mientras el primer ministro turco, Reyep Tayyip Erdogan estaba de visita en España, llegó la noticia de que la policía antiterrorista turca había detenido a casi medio centenar de militares retirados de alta graduación, acusados de haber planeado la operación “Martillo” ("Balyoz") en 2003, destinada a dar un golpe de estado castrense que habría derribado al gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), pocos meses después de que ese partido hubiera ganado las elecciones, el año anterior.

Curiosamente, entre la prensa occidental se produjeron comentarios adversos, por activa o por pasiva. De una forma u otra, volvió a resonar la vieja cantinela sobre Turquía, compuesta a base de un gastado mantra que a fuerza de repetirse pretende adquirir consistencia de realidad. En España el grueso de la campaña antiturca ha estado respaldada básicamente por medios afines a la clásica derechona (incluyendo ultracatólicos), a los que se han unido “eurábicos” y nueva ultraderecha pro-israelí (también la hay anti-israelí), además de socialistas-nacionales. Desde hace pocos años, se han añadido sectores supuestamente afines al socialismo, pero dispuestos a torpedear cualquier opción original que persiga el gobierno Zapatero.

La idea central de la cantinela, con melodía de la temporada primavera-verano de 2010, la encontramos, por ejemplo, en un vistoso editorial de “El País”, publicada a raíz de la visita del primer ministro Erdogan a España: Turquía es Oriente. Da igual que haga ya cuatro años y pico que Turquía haya sido admitido formalmente como país candidato a la Unión Europea. El hecho es que, según remata el autor del editorial, últimamente Turquía se mueve demasiado bien por Oriente Medio, y ello aparta a ese país de Europa.

La afirmación parte de una tautología en su estado más simple, la del puro sí-o-sí: hace unos pocos años, se afirmaba que uno de los activos de Turquía como futuro miembro de la UE era su capacidad para actuar como broker de Europa entres los países árabes, en Oriente Medio. Ahora que demuestra poseer tal cualidad, resulta que eso precisamente juega contra su candidatura. Pero si hubiera renunciado a ella, ¿de qué le serviría Turquía a Europa?

Por lo tanto, ya se sabe, hagan lo que hagan los turcos, está mal hecho, y no conviene a Europa.

¿A Europa? En mayo del año pasado, el mismo diario “El País” precisaba con claridad a quién no le conviene la integración de Turquía en la UE: a Francia y Alemania. Por supuesto, eso no es una novedad, si por el primer país entendemos las posturas políticas del presidente Sarkozy, y el segundo lo identificamos con la canciller Angela Merkel. Pero el artículo aludido iba mucho más allá de esas precisiones coyunturales:

“La cuestión de fondo de la firme oposición franco-alemana es el temor a la pérdida de poder político. Con el nuevo Tratado de Lisboa, la población pasará a ser un elemento determinante para medir la importancia de cada país en la UE. La gran conquista de Alemania en el nuevo tratado, que es nada menos que el reconocimiento a su mayor peso tras la reunificación, se desvanecería a la luz de la bomba demográfica que representa Turquía.

Mientras Europa envejece y su población se estanca, la de Turquía se dispara. En el horizonte de 2060, Alemania contará sólo con 70 millones de habitantes frente a los 82 actuales. En cambio, en Turquía sus 71 millones de ciudadanos de hoy se convertirán en 97 millones dentro de cuarenta años. Francia, aunque también crecerá hasta los 71 millones, deberá asumir que el mayor poder político en el Consejo Europeo y el Parlamento lo ejercerá un país de mayoría islámica como Turquía”.

Resulta incluso divertido el descaro con el que se plantea la cuestión: el Tratado de Lisboa se redactó primando el tamaño de los países que, vaya casualidad, son los que ahora reivindican para sí el liderazgo hegemónico de la Unión Europea, es decir: Francia y Alemania. Y por lo tanto, todo el tinglado queda amenazado por la natalidad turca. Pero, ojo al dato: no es una consideración coyuntural. Turquía no pone en cuestión la hegemonía franco-alemana en la UE en el 2015 o el 2020, sino… ¡a cuarenta o cincuenta años vista! No cabe duda de que Berlín y Paris cuentan con blindar su “liderazgo” a largo, muy largo plazo.

No es de extrañar que la prensa conservadora española se frote las manos ante tales noticiones. ¿Pero sólo cabe esa opción o es precisamente lo que nos quieren hacer creer? Les invito a la lectura del artículo de Johan Galtung: “Turquía, la Unión Europea, Francia y Alemania”, en su versión castellana o inglesa.

(Continuará)

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