jueves, julio 20, 2006

Política informativa e información deformativa


¿Sarajevo, Bagdad, Grozni, Beirut? Fotografía de Ben Curtis / AP





En la sección de Cartas al Director del diario “El País” se podía leer ayer, 19 de julio, una excepcional: iba firmada por Ignasi Guardans y lanzaba una dura crítica contra Hermann Tertsch por sus opiniones sobre la guerra que asola el sur de el Líbano y la franja de Gaza. Esto no es extraño: resulta de sobras conocido el estilo petulante del germánico periodista y sus opiniones más propias de “La Razón” que del diario de Prisa, aunque en los últimos tiempos el viraje a la derecha sea perceptible en toda la línea editorial. Pero en realidad, la carta contenía dos claves interesantes. La primera, un ataque muy duro contra el hasta hace poco intocable columnista; dado que es la segunda que permite publicar la nueva dirección del rotativo en el periodo de un mes, podríamos estar ante el comienzo del acoso y derribo del farruco reportero. En segundo lugar, el cargo de Ignasi Guardans que aparece citado al final de la pieza es el de “Diputado al Parlamento Europeo”. La filiación política de Guardans es como el Guadiana que atraviesa “El País”: a veces hace su aparición, con la espumosa textura de la democracia cristiana, o fluye oculta sin dejar rastro. Los “paisólogos” opinan que cuando bajo las letras de Guardans no aparece su militancia en Convergencia i Unió, es que el periódico la está utilizando con algún fin. En este caso, las opiniones del eurodiputado son mucho más progresistas y pro árabes que las del criticado. ¿Se utiliza a la derecha para derribar al derechista encubierto?

Vistazo a “El Mundo”. En primera plana el enésimo capítulo de las interminables y laberínticas investigaciones del rotativo sobre “la verdad” del 11-M. Los lectores potenciales arrojamos la toalla antes de hacer siquiera el gesto de pasar la primera página. “Están agilipollaos” –comenta Ramiro, mi quiosquero habitual, con sorna y pachorra. Él sabrá: al fin y al cabo es quien vende el producto. La verdad es que los empresarios de la prensa deberían escuchar un poco más a los quiosqueros. Así que los reporteros de "El Mundo" deben estar aburridísimos con tanto mareo de perdiz: encerrados con un solo juguete. Y es que son ya años, día tras día, cientos de kilómetros de meandros argumentales que aparecen y desaparecen, también ellos, o terminan en la nada. La crisis del Líbano, no estaba mal cubierta en la edición de ayer, pero había que llegar a la página 27 para leerla; y en portada ocupada un mísero rincón en el ángulo superior derecho.

Ahí están: los dos principales periódicos españoles andan más preocupados por sus políticas internas particulares que por hacer un seguimiento informativo detallado y un análisis solvente y documentado sobre la crisis internacional más devastadora de este verano. Sí, “El País” también: los lectores han que tragarse las gracietas y supuestas excelencias literarias de las crónicas de Maruja Torres, día tras día. Ella reside en Beirut parte del año y éste verano le ha caído la patata caliente: ¿Cómo se puede negar la dirección a encajar en el periódico una página entera, día tras día? Por otra parte, no deja de ser extraño que Gemma Martín Muñoz todavía no haya publicado nada en Opinión. ¿Habrá caído en desgracia en algún recodo de los pasillos de la nueva dirección?

Insisto: ¿Sarajevo, Bagdad, Grozni, Beirut?
Fotografía de Ben Curtis / AP

Así que los lectores, en medio de este calor inclemente, hemos de hacer nuestras sumas y restas sobre los navajeos internos de los rotativos, aguantar que los productos del plasta ése o aquel vengan incluidos en el euro que pagamos, chupar mucha opinión colorista y tragarnos enteritos los dobles raseros, como si tal cosa. Afortunadamente, vivimos en la sociedad de la información y siempre se puede encontrar la contraprueba del mal producto consumido. En esta ocasión, “La Vanguardia” es el diario de referencia. Las crónicas de Plàcid García Planas son impecables y están muy bien escritas. Y vale mucho la pena Tomás Alcoverro: él también conoce Beirut, no sólo Maruja Torres. Y Robert Fisk, cuyos análisis son quizás un poco extensos, pero es recomendable leérselos de cabo a rabo. Hasta los titulares y las fotografías están bien escogidas. La de Ben Curtis (AP) en la portada de la edición de ayer era antológica: un tipo contemplando la destrucción de una calle desde su motocicleta. Puro Apocalipsis siglo XXI para un conflicto que en esencia sigue siendo del siglo XIX.

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