sábado, julio 08, 2006

En una tranquila y pequeña república de los Balcanes

Elecciones parlamentarias en Macedonia: el asunto apenas ha merecido en la prensa muchos más comentarios que un simple titular y el desglose de los porcentajes obtenidos. Ganó el VMRO-DPMNE con un 32,46% de los sufragios. Por lo tanto, el SDSM pierde con sólo el 23,31% de los votos. Y poco más se puede leer en la prensa española que apenas se ha dignado a mencionar el hecho. Traducido a términos más inteligibles, la derecha nacionalista en la oposición obtuvo la victoria, mientras que los socialdemócratas deberán dejar el poder tras detentarlo en coalición con el Partido Liberal Democrático (LDP). desde 2002. De todas maneras, la victoria del VMRO-DPMNE tampoco ha sido tan amplia y por lo tanto no podrá gobernar en mayoría: deberá formar coalición, y como ya es tradicional, incorporar en el pacto a alguno de los partidos de la minoría albanesa. El hasta ahora primer ministro, Vlado Bučkovski aceptó la derrota de su partido y felicitó al líder de la oposición vencedora, Nikola Gruevski. No más tarde del 9 de septiembre, el nuevo gobierno deberá tomar posesión. Normalidad, tranquilidad, un poco de elegancia, incluso. Hasta aquí, fin de una historia que, vista así, parece absolutamente gris y sin mayor interés.

Mujeres de la minoría albanesa esperan para votar. Foto: "Washington Post"

Primera conclusión: Macedonia no es noticia, ergo los grandes medios de comunicación y agencias de prensa internacionales no quieren que nos interese y así pues, no news, goods news. En referencia a los Balcanes en sí y para sí, cuanto menos objeto de noticia, mejor. Ellos van haciendo, se conocen bien entre sí, saben cómo tratarse, llegan a sus acuerdos internos y todos contentos. De hecho, Macedonia es ya candidata formal a la UE (diciembre de 2005), pero Bruselas había supeditado el inicio formal del proceso de negociaciones a que los comicios transcurrieran sin violencia ni fraude.

Durante la
campaña electoral se produjeron algunos incidentes violentos, peleas entre activistas de los diversos partidos y algún que otro ataque a oficinas de las formaciones albanesas. Lo cual no quiere decir que se trata de incidentes interétnicos: el que suscribe aún recuerda el ataque a tiros contra la sede del BDI (Unión Democrática para la Integración) en las afueras de Tetovo, mientras esperaba pacientemente para entrevistarse con el portavoz y secretario del partido, Agron Buxhaku (hasta hace poco, director del Centro para Gestión de Crisis del gobierno macedonio). Eso ocurrió el 24 de junio de 2002 y no tenía nada que ver con la celebración del día de San Juan, sino que fue un asalto perpetrado (presuntamente) por los rivales del PDSH (Partido Democrático Albanés) Qué tiempos. Hacía apenas un año que el país había salido de su particular y corta guerra civil entre las fuerzas de seguridad del Estado y las guerrillas albanesas independentistas del UÇKömbetar. Las elecciones de septiembre en el 2002 fueron de lo más irregular; cómo no iban a serlo cuando hacía bien poco que se habían enterado los muertos y miles de armas seguían en poder de los insurgentes. Aquella campaña se desarrolló durante el tórrido verano y tuvieron lugar todo tipo de incidentes, desde asesinatos de policías a toma de rehenes, ataques a partidos y medios de prensa.

Por lo tanto, primera conclusión para las elecciones macedonias de 2006: normalidad. Parece que el denominado acuerdo de Ohrid firmado el 13 de agosto de 2001 ha funcionado bien, lo cual es una señal muy esperanzadora para la diplomacia europea, que junto con la OTAN tuvo un destacado protagonismo en la pacificación del país. De hecho, el conflicto macedonio quedó particularmente bien rematado, a diferencia de lo ocurrido tras las guerras de Bosnia y Kosovo. Cierto es que estos fueron conflictos largos y sangrientos. Pero también los es que en Macedonia las cosas no fueron a peor, y en parte ello fue debido a una más adecuada y flexible respuesta diplomática.

El quid de ésta consistió en hacerle saber a la guerrilla albanesa que las potencias occidentales no iban a intervenir a su favor, como de hecho ocurrió en Kosovo. En realidad lo hicieron en su contra, pero de una manera bastante sutil. No podía ser de otra forma: La intervención directa de las unidades de la OTAN era muy problemática, pues cualquier acción directa contra los insurgentes traería problemas para las fuerzas de la KFOR en Kosovo. Pero abstenerse de actuar contra los guerrilleros minaría la autoridad de la OTAN y podría llevar a la desintegración de Macedonia y a una guerra de gran calado internacional en el sur de los Balcanes. La solución consistió, una vez más, en recurrir a la war-by-proxy strategy: utilizar un intermediario, es decir, a las fuerzas del joven Ejército macedonio para repeler la agresión. Aunque no se le dio mucha publicidad, la operación implicó también la adquisición de importantes alijos de armas y municiones a otros países, especialmente a la vecina Bulgaria, muy interesada en intervenir en la zona, pero también a Ucrania; Italia y Alemania suministraron asimismo algún armamento. Igualmente, se utilizaron tropas especiales de mercenarios extranjeros (ucranianos, sobre todo) en el asalto final contra las alturas que dominan Tetovo y para pilotar los helicópteros de combate y los aviones de ataque el suelo.

La diplomacia comunitaria, con el infatiglabe Javier Solana al frente, presionó para la formación de un gobierno de concertación que incluía a representantes de los partidos albaneses, como primera medida para evitar un enfrentamiento entre ambas comunidades, anulando políticamente a la guerrilla. Finalmente, a finales de junio la OTAN comenzó a trabajar en un plan para el envío de una brigada que tendría la misión de recoger las armas de los rebeldes. Pero desde el Consejo Atlántico se insistió en que las fuerzas internacionales sólo se personarían en Macedonia cuando las partes en conflicto hubieran llegado a algún acuerdo político. La tenacidad del presidente Trajkovski y la presión de la diplomacia comunitaria abrieron el camino a la solución cuando el 4 de julio representantes de la minoría albanesa y el gobierno de Skopje acordaron discutir una reforma constitucional a instancias de las propuestas del veterano Robert Badinter, que volvía a escena una década después del colapso de Yugoslavia. A lo largo de julio y agosto las treguas pactadas se rompieron reiteradamente por ambas partes y el plan pareció a punto de fracasar en numerosas ocasiones. Pero el 13 de agosto se firmó el denominado acuerdo de paz de Ohrid. Aunque el alto el fuego fue de nuevo violado, el acuerdo fue la base estable que posibilitó la intervención de fuerzas de la OTAN hacia finales de agosto. La guerrilla entregó las armas que quiso ceder, pero al menos la situación fue evolucionando claramente hacia la calma, a pesar de las protestas de los nacionalistas albaneses contra un pacto y unas reformas constitucionales que consideraban abusivas. Finalmente, una parte de los insurgentes se desmovilizó y se integró en los partidos albaneses, especialmente en el BDI. Todo se hizo sin ruido, sin focos mediáticos y sin dar pábulo a las ganas de gresca de unos y otros. Diplomacia europea, con poco espectáculo, pero eficaz.

Jóvenes albaneses del PDSH durante la campaña electoral. Foto: Reuters

La segunda conclusión que se extrae de las elecciones de 2006 es que el país parece haber cobrado conciencia de que el acceso a la UE es una posibilidad real, y la victoria del VMRO-DPMNE tiene que ver con esa reacción. Aunque no es un axioma, cuando gobierna este partido Skopje se acerca más a Bulgaria. Por el contrario, los socialistas tienden más a simpatizar con Serbia. Entiéndase: la identidad nacional macedonia está conformada, en parte “a la contra de”. Se puede decir que tiene más de búlgara que de serbia, pero no en vano Macedonia se pasó casi todo el siglo XX siendo provincia de Serbia y más tarde región y república de Yugoslavia. El resultado de todo ello viene a ser que las simpatías hacia los vecinos pueden estar repartidas, según las circunstancias. Y ello acompañado de curiosos vaivenes. Por ejemplo: al cabo de un cierto tiempo de estar gobernados por un gobierno más cercano a Sofía, una parte creciente de los macedonios tienden a simpatizar con Belgrado, y a la inversa. Pero la situación actual no parece que obedezca al movimiento pendular de un turno de partidos clásico, sino al hecho de que Bulgaria está próxima a convertirse en miembro de pleno derecho de la UE e interesa acerarse a ella en busca de apoyo y guía para el propio camino hacia la integración. En el momento presente esta claro que Serbia no es el modelo a seguir.

Por último los albaneses. En buena medida, siguen siendo un pequeño misterio. Parece haberse llegado a una situación de equilibrio en virtud de la cual sus partidos políticos hacen de bisagra en los sucesivos gobiernos de coalición. Entre ellos mantienen unas relaciones no siempre amistosas, algo propio de la política en sociedades clánicas. Por otra parte, no todas las armas del extinto UÇKömbetar fueron entregadas y es de esperar que no se produzca una desgracia en el futuro. De momento, para los reporteros extranjeros siguen siendo los actores más coloristas para cualquier reportaje en Macedonia. Un ejemplo en las fotos que acompañan este post. Y para remate la breve noticia de que tras las elecciones se escucharon en la noche de Skopje disparos de armas automáticas y “procedentes de la municipalidad de Cair y el Viejo Bazar”. Según informaciones de la policía, se trataba de miembros y seguidores del Partido de la Integración Democrática de Ali Ahmeti, celebrando su particular victoria electoral.

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