EP [FF] “El País de las Filias y las Fobias” (2): Pajas, vigas y ojos, ajenos y propios
Nuevo artículo de Juan Carlos Sanz, contra Turquía, ayer a día 3 de julio. El fenómeno parece ya diario y destinado a promocionar al reportero hasta las mismas puertas del cielo, es decir, la directiva de la redacción, qué menos. Como ya casi no quedan revelaciones que exhumar, Sanz le da un repaso a “Los viejos tabúes que amordazan a Turquía”. Y como no, comienza resucitando a Orhan Pamuk, el asunto del pasado y repasado tema del juicio –que no juicios- que concluyó hace ya meses como parto de los montes anatolio. Orhan Pamuk, zarandeado a las puertas de un juzgado en Estambul, que según el autor de la crónica “disparó las alarmas de la UE sobre el escaso compromiso del Gobierno de Ankara con la libertad de expresión”. Hace pocos días, Sanz escribía sobre el zarandeo del patriarca de la iglesia ortodoxa armenia. Le ha dado por el asunto de los zarandeos como síntoma político, quizá porque nosotros sabemos bastante de eso, desde el zarandeo de Bono al de Arcadi Espada, con los escándalos subsiguientes.
Juan Carlos Sanz maneja informes de la UE con una envidiable versatilidad. Su artículo del pasado 26 de junio parece estar construido en buena parte sobre una conferencia de prensa de Olli Rehn, comisario europeo para la Ampliación, fechada a 20 de junio. Aunque el tono es severo, porque difícil está la negociación, Juan Carlos Sanz tergiversa el contenido –no demasiado hábilmente, no crean- para darle el cariz que a él o a su diario le interesan. Por ejemplo, escribe: “La falta de protección de la libertad religiosa de las minorías griega (unas 100.000 personas) y armenia (60.000) y los crecientes recortes de la libertad de expresión…” Pues bien, en el informe para la prensa de Rehn, el asunto no se plantea exactamente así, sino de esta otra forma:
“Another series of shortcomings relates to the lack of any progress in addressing the difficulties faced by Muslim and non-Muslim religious minorities and communities. The draft law on Foundations currently pending in Parliament will only address some of these difficulties, namely the property regime. We have repeatedly written to the Turkish authorities asking them to amend the draft law in line with the relevant European standards. But this not does replace the need for other more far reaching measures covering all remaining aspects, such as the training of the clergy, as well as the legal status and the internal management of the religious communities.”
Rehn no habla de la “falta de protección de la libertad religiosa de las minorías”, sino de las dificultades que afrontan “minorías y comunidades musulmanas y no musulmanas”, que es otra cosa. Se refiere al borrador de ley de fundaciones, que no sólo afecta a los dichosos griegos y armenios, muy microminoritarios por otra parte en la Turquía actual –las cifras que cita Sanz parece que están hinchadas y son sobre un total de 70 millones de habitantes. Tiene que ver, sobre todo, con los alevis, nurcus, nakşibendis, fetullahcı y toda esa constelación de cofradías y cemaats (asociaciones) musulmanas que viven o sobreviven entre dos aguas: la legalidad y la ilegalidad. Y no estamos hablando necesariamente de entidades arrinconadas en la miseria, perseguidas y en jaque perpetuo. En algunos casos se trata de cofradías poderosas, con medios propios e influencia política. Por lo tanto es un problema que cara a los estándares comunitarios debe definirse legalmente, pero que no resulta fácil y menos en la actual situación de crispación política a la que contribuye el largo periodo preelectoral que vive Turquía y la continuada pesca en río revuelto de aquellos que se oponen al acceso de ese país a la UE.
Dado que Juan Carlos Sanz está más interesado en disparar emociones a base de las vetustas imágenes de griegos y armenios perseguidos por turcos sanguinarios, también podría añadir algún paralelismo con la precaria situación de derechos humanos que viven numerosas comunidades islámicas en España. Porque mucho hablar de persecución de derechos religiosos o de minorías en países distantes y luego resulta que no hay manera de que los musulmanes de Badalona tengan su propia mezquita. ¿Recuerdan el escándalo? Cierre ilegal del templo existente, campaña vecinal en contra, ayuntamiento local –del mismo color que el periódico de Sanz- que hace mangas con capirotes para darles la razón, asunto metido bajo la alfombra y un algo etcétera muy, pero que muy desagradable para un país que se supone respeta el acervo comunitario. Si estas cosas pasan en el barrio de un ayuntamiento periférico, pueden imaginarse la que se armaría si el muy nutrido colectivo de musulmanes que viven en Catalunya pidiera una mezquita en toda regla en alguna calle céntrica de Barcelona.
Imaginemos entonces las reacciones a que daría lugar un hipotético Partido de los Marroquíes de España, o un Movimiento de los Subsaharianos. ¿Qué no puede ocurrir?¿Por qué? Ayer mismo, en un programa de TV3, varios inmigrantes, algunos de ellos expresándose en un más que correcto catalán, pedían el derecho a voto. Una mujer marroquí se quejaba de que su marido llevaba más de catorce años en Catalunya y todavía no podía emitir sufragio. Mientras tanto, en Europa, muchos inmigrantes tienen derecho a participar en las municipales. Pero incluso a escala continental: ¿Está la UE preparada para dar a sus minorías el trato que le pide a los candidatos? Al fin y al cabo han dejado entrar a Letonia sin que este país haya concedido los necesarios derechos a su enorme minoría rusa. Y han permitido a los grecochipriotas tirar abajo el plan de la ONU para la reunificación de la isla. Pero ese es otro de las trampas que diplomáticos profesionales manejan con maestría profesional y los periodistas agitan con la torpeza habitual. Queda para otro post sobre la incontinente campaña anti turca de “El País” este verano. Y sobre las cosas que Olli Rehn dice pero Juan Carlos Sanz no explica, ni bien, ni mal. Hay de sobras para post y más post.
Juan Carlos Sanz maneja informes de la UE con una envidiable versatilidad. Su artículo del pasado 26 de junio parece estar construido en buena parte sobre una conferencia de prensa de Olli Rehn, comisario europeo para la Ampliación, fechada a 20 de junio. Aunque el tono es severo, porque difícil está la negociación, Juan Carlos Sanz tergiversa el contenido –no demasiado hábilmente, no crean- para darle el cariz que a él o a su diario le interesan. Por ejemplo, escribe: “La falta de protección de la libertad religiosa de las minorías griega (unas 100.000 personas) y armenia (60.000) y los crecientes recortes de la libertad de expresión…” Pues bien, en el informe para la prensa de Rehn, el asunto no se plantea exactamente así, sino de esta otra forma:
“Another series of shortcomings relates to the lack of any progress in addressing the difficulties faced by Muslim and non-Muslim religious minorities and communities. The draft law on Foundations currently pending in Parliament will only address some of these difficulties, namely the property regime. We have repeatedly written to the Turkish authorities asking them to amend the draft law in line with the relevant European standards. But this not does replace the need for other more far reaching measures covering all remaining aspects, such as the training of the clergy, as well as the legal status and the internal management of the religious communities.”
Rehn no habla de la “falta de protección de la libertad religiosa de las minorías”, sino de las dificultades que afrontan “minorías y comunidades musulmanas y no musulmanas”, que es otra cosa. Se refiere al borrador de ley de fundaciones, que no sólo afecta a los dichosos griegos y armenios, muy microminoritarios por otra parte en la Turquía actual –las cifras que cita Sanz parece que están hinchadas y son sobre un total de 70 millones de habitantes. Tiene que ver, sobre todo, con los alevis, nurcus, nakşibendis, fetullahcı y toda esa constelación de cofradías y cemaats (asociaciones) musulmanas que viven o sobreviven entre dos aguas: la legalidad y la ilegalidad. Y no estamos hablando necesariamente de entidades arrinconadas en la miseria, perseguidas y en jaque perpetuo. En algunos casos se trata de cofradías poderosas, con medios propios e influencia política. Por lo tanto es un problema que cara a los estándares comunitarios debe definirse legalmente, pero que no resulta fácil y menos en la actual situación de crispación política a la que contribuye el largo periodo preelectoral que vive Turquía y la continuada pesca en río revuelto de aquellos que se oponen al acceso de ese país a la UE.
Dado que Juan Carlos Sanz está más interesado en disparar emociones a base de las vetustas imágenes de griegos y armenios perseguidos por turcos sanguinarios, también podría añadir algún paralelismo con la precaria situación de derechos humanos que viven numerosas comunidades islámicas en España. Porque mucho hablar de persecución de derechos religiosos o de minorías en países distantes y luego resulta que no hay manera de que los musulmanes de Badalona tengan su propia mezquita. ¿Recuerdan el escándalo? Cierre ilegal del templo existente, campaña vecinal en contra, ayuntamiento local –del mismo color que el periódico de Sanz- que hace mangas con capirotes para darles la razón, asunto metido bajo la alfombra y un algo etcétera muy, pero que muy desagradable para un país que se supone respeta el acervo comunitario. Si estas cosas pasan en el barrio de un ayuntamiento periférico, pueden imaginarse la que se armaría si el muy nutrido colectivo de musulmanes que viven en Catalunya pidiera una mezquita en toda regla en alguna calle céntrica de Barcelona.
Imaginemos entonces las reacciones a que daría lugar un hipotético Partido de los Marroquíes de España, o un Movimiento de los Subsaharianos. ¿Qué no puede ocurrir?¿Por qué? Ayer mismo, en un programa de TV3, varios inmigrantes, algunos de ellos expresándose en un más que correcto catalán, pedían el derecho a voto. Una mujer marroquí se quejaba de que su marido llevaba más de catorce años en Catalunya y todavía no podía emitir sufragio. Mientras tanto, en Europa, muchos inmigrantes tienen derecho a participar en las municipales. Pero incluso a escala continental: ¿Está la UE preparada para dar a sus minorías el trato que le pide a los candidatos? Al fin y al cabo han dejado entrar a Letonia sin que este país haya concedido los necesarios derechos a su enorme minoría rusa. Y han permitido a los grecochipriotas tirar abajo el plan de la ONU para la reunificación de la isla. Pero ese es otro de las trampas que diplomáticos profesionales manejan con maestría profesional y los periodistas agitan con la torpeza habitual. Queda para otro post sobre la incontinente campaña anti turca de “El País” este verano. Y sobre las cosas que Olli Rehn dice pero Juan Carlos Sanz no explica, ni bien, ni mal. Hay de sobras para post y más post.
Etiquetas: armenios, Cataluña, cofradías, griegos, Juan Carlos Sanz, libertad de expresión, Orhan Pamuk, proceso de integración en la UE, Rehn, Turquía
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