viernes, agosto 06, 2010

La era de los estados-pieza















El vicepresidente Joe Biden visita a las tropas estadounidenses en la base Camp Bondsteel, Kosovo, mayo de 2009



El artículo que sigue a continuación merece algunas consideraciones previas:

-La primera, es que, conforme pasan los días, va quedando claro que el dictamen sobre Kosovo, emitido hace sólo unos días por la Corte Internacional de Justicia (CIJ) a solicitud de la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU) no ha hecho más que embarullar el interminable contencioso de Kosovo, estableciendo de paso dobles raseros incomprensibles y que son, y seguirán siendo, imposibles de asumir por aquellos poderes poderosos que han hecho lo posible para que el dictamen saliera como salió. ¿Por que Kosovo sí y no la República Turca del Norte de Chipre?¿Porque los albaneses de Kosovo sí, y no los saharauis o los palestinos?

-En base a tal chapuza, que tira piedras contra el propio tejado de la ONU, la cual acoje a la CIJ, la excitación sobre la posible "caja de Pandora" de soberanismos que abre el dictamen es bastante ilusoria. La razón es muy sencilla de entender: como afirmaba, y con razón una catedrática de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales, "la Corte se alineó con la más rancia doctrina del siglo XIX que estimaba irrelevante el que [el soberanismo] fuera impuesto por la fuerza: lo que importaba era el estado de cosas existente, los hechos consumados, un descarnado principio de efectividad".

-Por lo tanto, parece quedar claro que Osetia del Sur, Abjasia, Nagorno-Karabaj, Trandsnistria o el mismo Kosovo, tienen un claro valor geoestratégico para algunas grandes potencias. O sea que todo parece reducirse al "tanto tienes, tanto vales": si alguna superpotencia está dispuesta a apoyar la independencia de un pequeño territorio es porque para ella vale algo. Y entonces invierte ahí proyección de poder, dinero, presiones diplomáticas, y lo que sea. Si a ojos de los grandes no vale la pena el pulso, ya se pueden alegar hechos diferenciales, siglos de historia, frases grandilocuentes o lo que se quiera: Zenda, Torlonia, Fandorra, seguirán en su esquina durante los años o siglos que sea menester.

En definitiva: sea lo que sea lo que haya dicho la Corte Internacional de Justicia, lo que cuenta es a quién tiene detrás el país que decide autodeterminarse.

-En base a ello, cada uno es muy libre de intentar encajar a martillazos la realidad a sus creencias, fantasías o convenciencias; allá él. Al fin y al cabo, se puede engañar durante un tiempo a unos pocos, no todo el tiempo a todos (uno mismo se puede autoengañar eternamente, por supuesto). Pero lo que queda claro, vistas las cosas desapasionadamente, es que imaginar un proyecto nacional propio en base a la solidaridad o las semejanzas con Kosovo tiene tan poco recorrido como hacerlo tomando como modelo a los otros estados-base o estados-pieza, habidos o existentes: Panamá, Singapur, Abjasia, Trandsnistria, RTNC... Como estrategia política es, en último término, pan para hoy y hambre para mañana. A no ser que un pequeño grupo de políticos o intelectuales orgánicos tengan la intención de convertir al propio país en una base, en un enclave, en una pieza.

















Una asamblea de la Liga de Prizren, 1880. En esa ciudad, hoy en territorio de Kosovo, prendió la primera manifestación de autodeterminación para todas las tierras albanesas. El "hecho diferencial kosovar" (que nadie tiene interés en definir) es un invento muy reciente, a convenciencia de las potencias que apadrinan la República de Kosovo



"El Periódico", 5 de agosto de 2010

El dictamen de La Haya sobre la independencia

Kosovo, una opción geoestratégica

Las mismas potencias defensoras de los "derechos nacionales" evitan la reintegración en Albania


Hace falta ser ingenuo para creer que la autodeterminación de un pequeño territorio de menos de 11.000 kilómetros cuadrados es capaz por sí sola de generar turbulencias diplomáticas internacionales de gran calado, y eso desde hace una década. También es evidente que, mientras algunas de esas potencias, fogosamente encabezadas por EEUU, parecen tener un gran interés en defender los «derechos nacionales» de un pueblo, ellas mismas evitan que ese pueblo se reintegre en su medio cultural natural, que es Albania. En efecto, no existe el «hecho diferencial kosovar», más allá de que los albaneses de Kosovo sean musulmanes. Por ello, lo natural sería que albaneses vivieran con albaneses, según la lógica de lo que es un Estado nacional. Recordemos que fue en la ciudad de Prizren, en el actual Kosovo, donde se creó la liga que, en 1878, produjo la primera chispa del moderno nacionalismo albanés.

Si huimos del ruido que hacen los poderosos 69 estados occidentales que han reconocido a Kosovo y nos sumergimos en el silencio escéptico de los 123 que no lo han hecho, entenderemos mejor algunos de los asuntos que se cocinan en el patio trasero de la pequeña república.

Estos han ido variando. Desde aquella lejana pretensión de detener la ofensiva de las fuerzas de seguridad serbias y hasta derribar a Milosevic (hoy muerto y enterrado), hemos pasado a otras motivaciones. Una de ellas es el interés de Estados Unidos en establecer una base militar en el corazón de los Balcanes, Bondsteel, de evidente utilidad cara a Oriente Medio, Europa oriental y Ucrania. Cualquiera es libre de demostrar simpatías hacia los estados-base, como Gibraltar, Panamá o lo que fue en su día Singapur. Pero eso siempre que se tenga presente que el hecho diferencial de tales fenómenos geoestratégicos posee un papel más bien secundario en su constitución.

¿Que Kosovo tiene más entidad que los ejemplos citados? Bueno, es cierto que Gibraltar cuenta con apenas 29.000 habitantes; pero los cuatro millones largos de Singapur y los tres millones y pico de Panamá dejan atrás al 1.800.000 kosovares. Y, desde luego, la parte que posee la base de Bondsteel en el PIB total de toda la joven república kosovar no es desdeñable.

Una de las imágenes más curiosas que siguieron a la declaración del Tribunal Internacional de Justicia sobre la autoproclamación de independencia de Kosovo fue la del gobernador del Banco Central de esa república, sonriente, y al parecer satisfecho de haber sido detenido por corrupción, evasión fiscal y blanqueo de divisas. Mientras tanto, el Tribunal Penal Internacional ordenaba repetir el juicio contra Ramush Haradinaj, exprimer ministro de Kosovo y antiguo líder del Ejército de Liberación kosovar durante las guerras de los Balcanes, acusado de crímenes de guerra y contra la humanidad. Estas acciones, promovidas por instancias internacionales ajenas a la Administración kosovar, son en sí mismas una demostración de los límites y la artificialidad del proceso de autodeterminación de los albaneses de Kosovo, hace más de dos años. Dicho de otra manera: ¿cómo va a ir la independencia de Kosovo en contra del derecho internacional, si precisamente han sido las (todavía) fuerzas más importantes de esa comunidad internacional las que siguen administrando el Kosovo independiente?

Ese todavía nos lleva a otro pulso que se está ventilando en torno a Kosovo y que en conjunto afecta a la estructura y las funciones de la ONU. Se trata del que se llevan entre la Asamblea General y el Consejo de Seguridad. Este, en manos de las grandes potencias vencedoras de la segunda guerra mundial. Enfrente, la Asamblea General, una alternativa mucho menos hegemonista, y cada vez más escéptica ante el discurso de los occidentales. En tal sentido, mucho hemos de temer que el fondo y la forma del sibilino dictamen del Tribunal Internacional de Justicia haya arrojado una importante piedra sobre el techado de la propia ONU.

Por lo tanto, a estas alturas y a escala internacional, el debate sobre Kosovo es básicamente geoestratégico. Eso explica que en España exista todo un pequeño lobi de periodistas, políticos y think tanks que, en conexión con los intereses estadounidenses y, más concretamente, con los del tantas veces denostado George Soros, pretendan presionar al Gobierno de Madrid para que reconozca diplomáticamente a Kosovo.

Por lo demás, la actitud del Ejecutivo está relacionada con el hecho de que los principales patrocinadores de la autoproclamación de la república esperaron a que Londres solucionara el conflicto en Irlanda del Norte, en las elecciones a la asamblea del 2007. Mientras tanto, el Gobierno de España afrontaba la ruptura de las negociaciones con ETA, en solitario y en paralelo a la campaña para el reconocimiento de Kosovo. Y conviene recordar que, a diferencia de los procesos de independencia de las repúblicas exyugoslavas, el de la provincia kosovar fue el único que se basó en la insurgencia armada desencadenada por un movimiento guerrillero.


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