martes, julio 11, 2006

11-Srebrenica

El año pasado, entre el 3 y el 11 de julio, “El País” publicó una verdadera catarata de artículos de opinión referidos al décimo aniversario de la denominada masacre de Srebrenica. Hubo de todo: una especie de desgarro-reportaje de Juan Goytisolo con Hermann Tertsch como telonero, dos columnas más del germánico reportero referidas al mismo tema, una de Lluís Bassets (¿o fueron un par?) y dos editoriales, dos; además, varios reportajes de Ramón Lobo desde el lugar de la tragedia y más allá, sin ahorrar columnas, a lo grande. Pero toda esa pirotecnia se limitaba a esconder que, tras una década, aún no sabemos el por qué de lo ocurrido aquellos trágicos días de verano en la Bosnia oriental. El año pasado, todos los exaltados corifeos de opinión, en ese periódico pero también en los demás se limitaron a repetir por activa y por pasiva lo de siempre, lo que se ha leído una y otra vez como un mantra interminable a lo largo de diez años: que la de Srebrenica fue la peor masacre desde la Segunda Guerra Mundial (en Europa, claro), que los “cascos azules” holandeses fracasaron lamentablemente a la hora de proteger a los habitantes del enclave, que es una vergüenza que Radovan Karadžić y el general Ratko Mladić sigan el libertad...

Y ahora, si tienen tiempo o les apetece, revisen todo ese aluvión de papel y tinta. Comprobarán ustedes y por sí mismos, que en casi ninguno de ellos (y son páginas y páginas rubricadas por “enterados y expertos”) se encuentra ni la más mínima referencia a una de las preguntas principales: ¿Por qué tuvo lugar la matanza de Srebrenica?

Se insiste en la pregunta porque es esencial, y por alguna razón (o por varias) muy pocos en Occidente tienen interés en responderla. Verán: el próximo 25 de julio se conmemorará el aniversario de la caída de Žepa, el segundo enclave de Bosnia oriental en manos de las tropas serbo bosnias del general Ratko Mladić. Pues bueno: allí no hubo matanzas, no se produjeron ejecuciones. Desapareció el comandante Avdo Palić, jefe militar del enclave, y según todos los indicios, fue asesinado por los asaltantes serbios tras ser detenido y aislado durante meses. Pero no hubo masacre, la población fue enviada a territorio bosnio musulmán, sin más. ¿Por qué?¿Por qué en Srebrenica sí y en Žepa no?

Por supuesto, el 25 de julio de 2005, ni “El País” ni ningún otro periódico español (incluso occidental) dijeron media palabra sobre el asunto. Y ahora, hace pocos días, ese periódico publicó en un rinconcito que Naser Orić, el comandante de la unidad que defendió Srebrenica había sido condenado a una muy leve pena por el Tribunal Penal internacional de La Haya. Como ya había pasado dos años en prisión, salió en libertad. Tras el irregular fallecimiento de Milošević en prisión y el suicidio de Milan Babić en su celda, pocos días antes –otro asunto del que los periódicos españoles huyen como de la peste- el relajado juicio de Orić es otro clavo en la credibilidad de los procesos seguidos por el TPI en relación a las guerras de la ex Yugoslavia. Quizás usted, lector, crea que, al fin y al cabo, todo está claro y más que transparente. Si es así, ¿podría explicarse a sí mismo (cuanto menos) por qué Radovan Karadžić y Ratko Mladić aún no han sido detenidos y no han sido juzgados en La Haya? Si aún así se encoge de hombros no se queje si mañana o pasado, quizá por cuarta vez, lee que el general Mladić ha estado a punto de entregarse, una vez más, pero al final, siempre había algo que lo impedía. Algo que nunca sabemos qué es.

Estos días se cumplen 11 años de la caída de Srebrenica y el trágico final de muchos de sus habitantes. No es la efemérides habitual y tampoco resulta políticamente correcta; pero quizá puede ser un poco más esclarecedora. Como contribución inicial, dos artículos acompañan a este post. Uno fue publicado por “El Mundo”. El otro, tras una mes y medio de espera en la sección de opinión de “El País”, fue rechazado “porque había cola”.

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