viernes, marzo 12, 2010

Turquía regresa a la senda europea (2)


















Fețullah Gülen recibido en audicencia privada por el Papa Juan Pablo II. Según la página de la Australian Catholic University: Gülen is especially noted in Catholic circles for his private audience with Pope John Paul II at the Vatican in 1998. This marked an important step forward in Muslim-Catholic relations"

Jueves, 4 de marzo: el Congreso norteamericano vota, por una ajustada mayoría –tanto que casi equivale a un empate- la resolución por la cual las matanzas de población armenia en 1915, durante la Primera Guerra Mundial, sean consideradas “genocidio”. Ese paso político, tiene lugar en un momento muy delicado para las relaciones entre Turquía y los Estados Unidos. En efecto, Washington cuenta con Turquía para la implantación del escudo antimisiles frente a Irán y en un momento en el que se está licitando el sistema antiaéreo de misiles de largo alcance de la propia Turquía (con jugosas ofertas rusas). También podría estar en juego la base aérea de İncirlik, bastión de la logística norteamericana, en suelo turco, y que cubre las operaciones en Irak y Afganistán. La misma Turquía mantiene 1.700 soldados en Afganistán y sus empresas gestionan una buena porción de las obras civiles y militares que se llevan a cabo por cuenta de Washington en el ocupado país.

¿Falta algo? Si: Ankara también ha jugado un rol clave en la estrategia de Estados Unidos para lograr que Afganistán y Pakistán trabajen juntas en la lucha contra militantes de Al Qaeda y talibanes en sus fronteras, y ha patrocinado conversaciones de alto nivel entre ambas naciones asiáticas.

Casi parece que Washington se haya metido un gol en propia puerta, sin que se perciba la utilidad de tamaño sacrificio, y precisamente ahora. A menos que se explique como una maniobra impulsada por la oposición para dañar la política exterior de Obama. O que el asunto sea consecuencia del enfrentamiento que el actual gobierno turco mantiene con Israel desde la operación militar protagonizada por sus fuerzas de seguridad, en Gaza, concluida en enero de 2009. En este último caso, el lobby pro-israelí habría movido la celebración del voto en el Congreso para forzar, precisamente, una ruptura de la buena sintonía que mantenía el presidente Obama con el gobierno del AKP. Si es así, por parte de los israelíes también habría sido una maniobra arriesgada, dado que una buena parte del suministro de hidrocarburos de su país, pasa precisamente por Turquía; pero sobre todo, porque ese mismo gobierno israelí jamás consentiría que el genocidio armenio se convirtiera en un fenómeno histórico capaz de rivalizar, ni lejanamente, con la Shoah.

Pero el esquema se complica aún más (sin perder coherencia) si consideramos el peso que puede haber tenido en todo ello el pulso que mantienen desde hace más de siete años el gobierno islamista moderado turco con la oposición de la derecha tradicional laica, y que en fechas muy recientes se saldó con la detención de un total de 67 militares de alta graduación en menos de una semana.

Lógicamente, las detenciones, -el mayor golpe contra los golpistas en toda la historia de la República turca- vinieron acompañadas del socorrido mantra entonado por la oposición derechista laica sobre la “agenda oculta de Erdoǧan”. Pero dado que la dichosa agenda nunca ha podido ser localizada, últimamente se acompaña el relato con el asunto del poder oculto de los feţullahcı. Lean un excelente ejemplo en el último artículo de Soner Çaǧaptay, uno de los puntales intelectuales del lobby de la derecha ”laica” en los Estados Unidos. Allí, Çaǧaptay es leído con reverencia y arrobo por todos aquellos que no quieren perder más tiempo del necesario en entender qué ocurre en Turquía justamente porque, de hecho, ya han tomado posición contra el gobierno del AKP, por aquello de que es islamista. Con el tiempo, a medida que el gabinete de Erdoǧan se afianzaba en el poder, contra viento y marea, Çaǧaptay ha ido adoptando modos y maneras cada vez más ultras.

En el artículo a que se hace referencia, el autor señala con aplomo que tras la última saca de militares (presuntamente) golpistas que ha impulsado el ejecutivo turco, está la mano oculta de Fețullah Gülen. ¿Quién es ese misterioso personaje? Hace menos de dos años, “El País” lo definió como el padre del “Opus Dei islámico”. Aunque el artículo está recogido en la edición española de la página de Gülen, la definición no es exacta, pero sirve para que el lector español se maneje. En realidad, Fețullah Gülen no es sino una versión exitosa a escala turca de la moderna teología musulmana de clase media. Su equivalente en Egipto y también en Líbano es, por ejemplo, Amr Jaled (o Amr Khaled, en su transcripción inglesa). Este hombre, definido como “telepredicador evangelista”, es todo un fenómeno de masas en Egipto. Llegó a ser tan popular que el gobierno egipcio lo expulsó del país por miedo a su influencia política. Ahora difunde su mensaje vía satélite.

Amr Jaled y Fețullah Gülen son dos personalidades religiosas diferentes, pero les une poseer una marcada vis mediática, y el hecho de no ser fundamentalistas, sino conservadores y puristas, aunque insisten en convincentes aproximaciones entre el moderno pensamiento islámico, los avances científicos y un enfoque neoliberal del mundo de los negocios. El mensaje de ambos, consecuentemente, va dirigido con preferencia a las clases medias como articuladoras de un islam más adecuando a los nuevos tiempos. En buena medida, esos personajes tienden a ser considerados desde Occidente como diques de contención contra el yihadismo: lo que la socialdemocracia fue con respecto al comunismo en la década de los años veinte del siglo pasado.

El teólogo Fețullah Gülen, inicialmente seguidor de la línea de pensamiento de Said Nursî, fundó su propia cofradía hacia finales de la década de los años setenta del siglo pasado. A partir de ahí, el “movimiento de Gülen” aglutinó de manera informal a decenas de miles de seguidores, primero en Turquía y después en otros países del mundo, especialmente en Asia Central, entre los musulmanes rusos, las comunidades islámicas en Europa occidental o Filipinas. El movimiento de Gülen se centra en la creación e instituciones de enseñanza, desde escuelas a universidades, que acogen a unos dos millones de estudiantes. Pero también posee una vertiente comunicativa que integra estaciones de televisión, prensa escrita y radio, en turco, inglés y árabe.

Los feţullahcı o seguidores de Fethullah Gülen han tendido a organizar lobbies de negocios y think tanks, con presencia incluso en Bruselas y Washington. Todo ello ha hecho del movimiento de Gülen la “orden” musulmana más importante del mundo en la actualidad.

En 1998, tras el “golpe posmoderno” de los militares turcos, Fețullah Gülen se exilió a los Estados Unidos, donde todavía reside. Fue una opción consecuente con la que estaba cayendo, puesto que en Turquía el Consejo de Seguridad Nacional impulsóaba por entonces una potente ofensiva de desactivación y neutralización de los soportes de poder social y económico islamistas. Cofradías, centros de enseñanza, medios de comunicación, funcionarios simpatizantes con el islamismo: todos fueron estrechamente vigilados o recibieron duros golpes: medidas restrictivas, prohibiciones, despidos. En algunos casos, los líderes de las cofradías fueron perseguidos por la justicia y encarcelados o se exiliaron, como fue el ocurrió con los de las diversas ramas de la Nakşibendiya. Incluso los moderados feţullahcı fueron perseguidos con saña; en especial su líder en el exilio Feţullah Gülen, que había apoyado públicamente las medidas del gobierno para controlar los centros de enseñanza religiosos. En el año 2000 fue juzgado en ausencia por actividades contra el estado laico, pero fue absuelto en 2006.

Gülen y su movimiento tienen buena fama en Occidente. Ha sido reseñado elogiosamente por “Forbes” o “New York Times”, los gobiernos noruego y holandés han mostrado interés en sus ideas integradoras y su insistencia en el diálogo interreligioso. Pero, sobre todo, Gülen sigue residiendo en Pennsylvania; más que posiblemente, bajo estrecho control por parte del gobierno norteamericano, al que le haría muy poca gracia que Hocaeffendi (apelativo respetuoso que le confieren sus discípulos) anduviera moviendo los hilos del gobierno turco de Erdoǧan, y menos aún para detener generales golpistas a mansalva.

En consecuencia: Soner Çaǧaptay nunca ha dejado de profesar la ingenuidad argumental de la derecha turca cercana al kemalismo castrense. Lo que cuesta algo más de entender es qué le ha dado a “Foreign Policy” para publicar un artículo más propio de “Hürriyet”, cuando fue precisamente FP la que “descubrió” que Gülen encabezaba la lista de los 20 pensadores más influyentes del mundo a partir de una encuesta llevada a cabo por la revista y publicada en la primavera de 2008.

Pero, en definitiva: ¿Qué relación existe entre las afirmaciones de Çaǧaptay y la revancha israelí contra Turquía?

(Continuará)

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