sábado, noviembre 24, 2007

¿Por qué Kosovo? (1)
















Tormenta implacable sobre las frágiles tiendas de los refugiados albaneses procedentes de Kosovo, en Kükes, Norte de Albania, primavera de 1999. La OTAN no tomó medidas para paliar la previsible expulsión masiva de población por las fuerzas de seguridad serbias, a pesar de que se sabía que algo así iba a suceder


Siempre recordaré aquella cena en una pizzería bastante aburrida y sobria del centro de Skopje, Macedonia. Era el 24 de enero de 1999, faltaban exactamente dos meses para que comenzara la denominada guerra de Kosovo; y allí, un colega, un profesor de la Universidad de Skopje, macedonio, me comentaba lo que era ya más que un rumor insistente: si la OTAN atacaba a Yugoslavia, los serbios “arrasarían aldeas y expulsarían a miles y miles de albaneses”. En efecto, era un asunto bien sabido en los Balcanes. Poco tiempo después, la revista búlgara “Sega”, basándose en informaciones de la agencia serbia “Beta”, publicó el 11 de marzo un artículo muy documentado en el que se llamaba la atención sobre los planes serbios para llevar a cabo una limpieza étnica total, siguiendo el modelo de la practicada por los turcos en el Norte de Chipre, en 1974.

Por lo tanto, a partir del 24 de marzo, cuando comenzó la ofensiva aérea de la OTAN contra Yugoslavia (Serbia y Montenegro) las autoridades serbias cumplieron su amenaza y comenzaron a ejecutar una gigantesca campaña de expulsión de población albanesa de Kosovo. Pronto la riada adquirió proporciones bíblicas y la preocupación cundió en las cancillerías occidentales. Era evidente que peligraba la estabilidad política de los países que acogían a la creciente masa de refugiados, especialmente la de Macedonia. También parecía claro que para el régimen serbio aquello era una respuesta estratégica, una verdadera “bomba humana”, como la denominaron algunos medios. Ante la contingencia, por cierto, y aún sabiendo que iba a tener lugar, la OTAN no había preparado campos de acogida, todo se hizo sobre la marcha.

Por lo tanto, esa situación planteaba una incómoda pregunta: ¿Sabían las grandes potencias occidentales que las fuerzas de seguridad serbias iban a responder con una tal operación de represalia? La respuesta oficial fue reiteradamente negativa, pero escasamente creíble. La experiencia personal de quien escribe estas líneas era la de que, al menos en Serbia, Macedonia y Bulgaria se sabía con antelación que el régimen de Milosevic haría lo que hizo. Posteriormente, desde Alemania se argumentó que de hecho la OTAN se había adelantado a los planes serbios de ejecutar una enorme operación interétnica, y se dio a entender que eso se hubiera llevado a cabo sin el ataque previo de las OTAN. Sin embargo, la prensa europea (incluyendo la española) no tardó en publicar que ese planteamiento era, pura y simplemente, un engaño.

















Una imagen emitida con frecuencia por las televisiones de todo el mundo en aquella primavera de 1999: albaneses de Kosovo expulsados masivamente por los serbios en aplicación de la estrategia de desestabilización social de los países vecinos que apoyaban de buen o mal grado la ofensiva de la OTAN


De esa forma, en 1999, la OTAN provocó una importante limpieza étnica de población albanesa con su intervención a sabiendas de que eso iba a ocurrir. Como se sabe, la inducción al delito es delito en sí misma y eso en casi todos los países del mundo. Un policía, por ejemplo, no puede provocar un robo para detener a unos potenciales delincuentes. Por ello, sin negar el carácter represivo del régimen de Milosevic, la necesidad de la “injerencia humanitaria” que presidió la intervención de la OTAN en Kosovo es bastante discutible. Máxime teniendo en cuenta que pocos meses más tarde, cuando las fuerzas occidetnales ya habían entrado en la provincia, los nacionalistas albaneses organizaron otra limpieza étnica, pero en este caso de serbios locales; y los soldados de la OTAN no intervinieron para detenerla. Todo lo más, escoltaron a las caravanas de refugiados en su huida.


















Una larga caravana de refugiados serbios escapa de Kosovo en el verano de 1999, encabezada por un vehículo blindado de la OTAN

Ocho años más tarde, Kosovo está a punto de obtener la independencia, apadrinada por la UE. La operación violentará la resolución 1244, emitida por la ONU en junio de 1999, como parte de los esfuerzos pacificadores iniciales tras la rendición serbia y la entrada de las fuerzas de la OTAN en Kosovo. No deja de ser fascinante la desfachatez con la que fuentes occidentales admiten ante la prensa que juristas a sueldo de la ONU están “retorciendo” activamente la resolución 1244.

Por lo tanto, abundan las pistas que señalan que todo está repartido en el futuro de Kosovo y que sólo es cuestión de unas pocas semanas que obtenga alguna forma de soberanía, apadrinada por la Unión Europea. Lo que sigue sin estar claro es en base a qué las principales potencias occidentales han estado concediendo a los albaneses de Kosovo todo lo que han querido, al menos desde 1999. Una intervención militar con fines humanitarios, llevada a cabo por la OTAN, ha terminado por dar lugar a la independencia de la provincia de un estado soberano, ocho años más tarde ¿En base a qué se justifica exactamente ese gesto político?

Según un joven colega dado a los esquematismos bienintencionados, si los albaneses son mayoría en Kosovo y desean la soberanía, ¿cómo se les puede negar? Sin embargo, y en este caso, el problema reside en considerar quiénes son mayorías y minorías en cada momento. Por ejemplo, si antes de la ocupación de la OTAN en 1999 -con la consiguiente segregación de facto de la provincia- se hubiera llevado a cabo un referéndum en Serbia sobre la soberanía de Kosovo, hubiera dado por resultado un “no” rotundo. Está claro: dado que los serbios eran mayoría, no hubieran accedido a la segregación de una de sus provincias de entonces, cuya población albanesa era minoría en el conjunto de toda la república. Pero en la nueva situación, y con la república ya segregada de Serbia, ¿por qué no se convocó en estos últimos años otro referéndum entre la población que habita Kosovska Mitrovica y las comarcas del norte? Allí, la gran mayoría de la población es serbia y posiblemente desearían la secesión con respecto al Kosovo albanés; o al menos, algún tipo de entidad federativa, como se hizo en Bosnia con cada una de las etnias de la república.

El resultado de todo ello es que la ONU ha intentado tutelar la independencia de una provincia perteneciente a un estado soberano, violentando una resolución propia emitida con anterioridad; ante la oposición activa de, al menos un miembro del Consejo de Seguridad, parece que la Unión Europea será la encargada de llevar a cabo esa tarea. Y todo ello sin que quede claro en base a qué razón real se le ha de conceder esa independencia a la mencionada provincia. Por supuesto, tampoco existen derechos históricos a restablecer: Kosovo no fue nunca independiente con anterioridad.

Este cúmulo de imprecisiones están continuamente presentes en los análisis y afirmaciones de académicos, diplomáticos, analistas o políticos, que escriben y escriben artículos o ensayos pero no terminan de explicitar nunca en base a qué razón real o concreta los albaneses de Kosovo deben o pueden constituir una entidad soberana. El lector puede comprobarlo casi a diario. Tómese, por ejemplo, el artículo de opinión firmado por Juan Garrigues, investigador de Paz y Seguridad en FRIDE, publicado ayer mismo en “El País” y titulado: “
Kosovo: la solución menos mala”. En medio de su extensa pieza de 6.700 caracteres sin espacios y 1.300 palabras, Garrigues le dedica tan sólo 421 caracteres y 84 palabras a intentar explicarnos por qué empezó todo, qué justificó el hecho de que la intervención de las potencias occidentales llevara al fenomenal problema político y jurídico de nuestros días. Así, nos dice que, “enfrentados a una creciente resistencia, las tropas serbias empezaron una ola de masacres que condujo a la decisión de la OTAN de intervenir militarmente contra Serbia en 1999 para evitar un genocidio”.

Lean bien: con la “creciente resistencia” de los albaneses de Kosovo, Garrigues debe referirse al alzamiento insurreccional protagonizado por la guerrilla del UÇK a partir de 1998 (aunque existían numerosos casos de acciones de cariz terrorista desde 1996) que dejaron fuera de juego al “gobierno clandestino” albanés del LDK, liderado por Ibrahim Rugova, quien por ciento, se hartó de explicarle a los periodistas occidentales a lo largo de 1997, que los activistas que andaban pegando tiros por Kosovo eran en realidad "provocadores de la policía serbia”. Rugova sabía mejor que nadie que la ofensiva del UÇK no sólo iba dirigida contra los serbios, sino también contra la estrategia pacifista y gradualista que él encabezaba.



2004: Nueva limpieza étnica de serbios en Kosovo, al socaire de los disturbios. El mapa procede de una web proserbia













De hecho las acciones violentas aumentaron coincidiendo con las elecciones presidenciales clandestinas de los albaneses de Kosovo, convocadas para marzo. El lector puede encontrar varios ejemplos de tales afirmaciones si revisa la prensa de la época. Por supuesto, Garrigues tampoco hace mención de los abusos y atrocidades cometidos contra la población civil serbia y gitana por algunas unidades y miembros de la guerrilla del UÇK y eso ya desde 1998, razón por la cual está siendo juzgado por el TPIY y desde enero de este mismo año el ex primer ministro albanés del gobierno de Kosovo, Ramush Haradinaj.

A continuación, Juan Garrigues nos explica que “las tropas serbias empezaron una ola de masacres”, refiriéndose a la campaña contrainsurgente llevada a cabo por las fuerzas de seguridad serbias entre marzo y finales de octubre de 1998 en las que se produjeron varias matanzas, cada una de ellas de entre veinte y treinta albaneses, replicadas a veces por el UÇK con población civil serbia y colaboracionistas albaneses. Pero esa situación no condujo a la intervención de la OTAN, sino a la detención de los combates, a partir del 27 de octubre, y a la apertura de un proceso negociador entre serbios y albaneses, tutelado por el Grupo de Contacto, que concluyó en Rambouillet, en febrero de 1999. Y fue la más que previsible negativa de la delegación serbia a aceptar algunos aspectos del “Diktat” que se le presentaron (como el célebre Interim Agreement for Peace and Self-Government in Kosovo, especialmente en su Apéndice B, capítulo 8, páginas 75 a 80) lo que llevó a cancelar posteriores negociaciones dando luz verde al ataque de la OTAN.

Por lo tanto, la OTAN no intervino para detener una guerra que de hecho estaba en stand by, ni una limpieza étnica en marcha, dado que hasta el momento había salido de Kosovo hacia Albania un procentaje reducido de los albaneses desplazados por las operaciones militares. También hoy en día se cuentan centenares de miles de colombianos desplazados (hay quien habla de tres millones) víctimas de la guerra civil, y nadie piensa en intervenir en fuerza en ese país. Es más: por entonces, en 1999, el Ejército turco llevaba casi quince años de guerra contra el PKK en el Sudeste de Anatolia, con el resultado de centenares de miles de desplazadas (¿un millón, dos millones?) y aldeas quemadas, y al parecer, la reacción de los occidentales fue ayudar al gobierno de Ankara a capturar a Öcalan, en febrero de ese mismo año.

















Guerrilleros del UÇK se pasean con trofeos: cabezas de víctimas decapitadas, en algún momento de la campaña insurgente de 1998 ó 1999. No sólo las fuerzas de seguridad serbias cometieron excesos


En realidad, Juan Garrigues nos desvela él mismo la naturaleza “preventiva” del ataque cuando afirma que la OTAN intervino “para evitar un genocidio”. Eso es: para evitar algo que no estaba sucediendo todavía. Y de hecho, no existen pruebas reales de que fuera a suceder tal cosa. En cambio, las expulsiones de albaneses en la primavera de 1999 –no acompañadas de matanzas masivas- fueron una respuesta a los ataques de las OTAN y no al revés. Es por ello, precisamente, por lo que la naturaleza preventiva de la ofensiva aérea contra Kosovo, llevada a cabo por la OTAN con exclusión de la ONU, es un antecedente real del ataque también supuestamente preventivo contra Irak, en 2003. Por entonces, Washington y Londres mintieron descaradamente; ¿lo hicieron también los protagonistas del bombardeo estratégico contra Yugoslavia, en marzo de 1999?

Pero no pretendo criticar la pieza de Garrigues, puesto que no posee una relevancia especial, ni informativa ni argumental; no es sino un ejemplo entre otros muchos sobre cómo los analistas pasan de puntillas sobre la explicación precisa de la intervención atlantista en Kosovo. Al parecer, hace pocos días, un profesor de cierta universidad madrileña explicaba a sus alumnos que los Estados Unidos apoyaban la independencia de Kosovo “para librarse de las mafias albanesas en su territorio”. No es de extrañar que realmente se haya hecho tal afirmación en un aula, porque lo cierto es que a falta de justificaciones diáfanas para explicar el por qué de la previsible independencia de Kosovo, se recurre a veces a las teorías más peregrinas.




Unidad especial del UÇK, con sus distintivos uniformes negros, desfila triunfalmente por Kosovo, en junio de 1999


Por otra parte, las justificaciones que quedan en pie son tan difíciles de admitir desde Occidente, que es mejor dejarlas de lado. Ya se ha hablado mucho sobre el hecho de que el reconocimiento, por parte de la ONU o de la UE de la independencia de una provincia perteneciente a un estado soberano constituye un precedente con consecuencias difíciles de prever, y se menciona al País Vasco, Cataluña, Córcega, Bretaña, Escocia y tutti quanti en Europa occidental. Pero esto es un fantasma más que una realidad; y para muestra, la crisis belga, que no ha esperado al "modelo kosovar" para desencadenarse. En cambio, no se habla para nada de las consecuencias más posibles y cercanas de lo que ocurra con Kosovo sobre los denominados "estados o territorios pre-estatales microperiféricos" tales como: Abjasia, Nagorno-Karabaj, República Turca del Norte de Chipre, Republika Srpska, oeste albanés de Macedonia, República del Transdniéster, Kurdistán iraquí, Sur del Líbano (¿por qué no?) o Gaza (de nuevo: ¿por qué no?).



¿Combatientes del UÇK, 1999? No: unidad de fuerzas especiales de la milicia de Hezbollah, sur del Líbano, 2006 Una estética parecida, una causa similar: forzar la creación de un pequeño estado propio con ayuda exterior


En realidad, Kosovo supone precedentes potencialmente más extravagantes todavía. Por ejemplo, la institucionalización del triunfo de la vía armada para que la UE reconozca soberanías, algo que ya ocurrió de hecho en 1991, con Eslovenia o Croacia, y que explica las simpatías o posturas complacientes que despiertan en algunos países europeos las opciones nacionalistas radicales y secesionistas presentes en el territorio de otros socios (y mejor no seguir con este escandaloso asunto). Y ya puestos, permítanme otro recuerdo: el de una señora mallorquina que acudió a una conferencia sobre el conflicto de Kosovo, celebrada en al Ateneu Barcelonés en aquel mismo año de 1999, y que dijo entender el problema desde la óptica de su isla, en relación a la creciente población alemana que había comprado ya un 14% del suelo de Mallorca. “De fuera vendrán, y de casa te sacarán”- apostilló lapidariamente. Quizás era una postura exagerada, desde luego. Pero aún así y a veinte años vista, quizá menos: ¿Surgirán en la Europa del futuro repúblicas basadas en núcleos compactos de población inmigrante?¿Serán definidos esos núcleos poblacionales como “minorías” algún día? El tiempo y el precedente kosovar lo dirán.

Pero de momento sigue en pie la pregunta: ¿Por qué una intervención militar destinada (supuestamente) a evitar una guerra interétnica en el interior de un estado soberano concluye en la independencia de la región afectada? Se supone que una vez conjurada la guerra y pacificado el territorio, liquidado el régimen de Milosevic en Belgrado y sustituido por otro netamente democrático, se hubiera podido lograr un proceso de reconciliación que garantizara la convivencia pacífica, la administración eficaz y la prosperidad material de la zona. Algo parecido al triunfo del federalismo, como ocurrió en Bosnia. En cambio, persistió el rancio estado nación, la economía de Kosovo sigue paralizada después de ocho años de administración internacional y para postres se le va a conceder la indepedencia como única "solución" a la desastrosa evolución del problema; la ONU va a violentar sus propias resoluciones y clavar un calvo más en su propio ataúd; la UE va a pagar los platos rotos de los demás y en virtud de la implicación de Rusia y los Estados Unidos en el asunto, el problema de un territorio no mayor que Asturias está cobrando un desproporcionado estatus de símbolo y precedente universal, aplicable en teoría a otras regiones del mundo más extensas, complejas e importantes. En definitiva: ¿Dónde reside la grotesca "magia" del problema kosovar?




(Continuará)

Etiquetas: , , , , , , , , , , ,

miércoles, noviembre 21, 2007

NOTA: Negocios frescos entre viejos adversarios
















¿Amigos para siempre? El primer ministro griego Costas Karamanlis estrecha la mano de su homólogo turco Reyep Tayyip Erdogan durante las ceremonias de inauguración del ambicioso gasoducto. La prensa española, en general, pasó de puntillas sobre el evento

Siguen, más abajo, dos breves notas de actualidad aparecidas en diversos periódicos y que no deberían pasar desapercibidas, en un momento en el cual todavía prevalece el análisis parcelado de las cuestiones geopolíticas, algo que hace varios años el autor de este blog bautizó como: "Visión de los cinco centímetros" en un artículo publicao entonces por "El País". En ese contexto, la inauguración del gasoducto greco-turco debería hacer reflexionar a los que se empeñan en presentar la cuestión chipriota como un obstáculo totalmente insuperable en el proceso de negociaciones para el acceso de Turquía a la UE. Ya no es extraño oir que, caso de que estas complejas negociaciones fallaran por culpa de los grecochipriotas, ello debería ser visto como una catástrofe difícilmente superable por la UE. Pero no sería menos extraño que Atenas montara en cólera si la actitud de los hermanos grecochipriotas le complicaran tales suculentos negocios con el viejo vecino al que no hace tanto se calificaba de enemigo histórico de Grecia.



Turquía/Grecia.- Erdogan y Karamanlis inauguran hoy el primer gasoducto entre Turquía y Grecia

ESTAMBUL (TURQUIA), 18 Nov. (del corresponsal de EUROPA PRESS, Ildefonso González) -

Los primeros ministros de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, y Grecia, Costas Karamanlis, inaugurarán hoy el primer gasoducto entre ambos países, en un acto cargado de simbolismo ya que se celebrará en un puente sobre el río Evros, frontera natural entre Grecia y Turquía.

El gasoducto, de 285 kilómetros de longitud --de los cuales 200 pasan por Turquía--, comenzó a construirse hace dos años y en un futuro próximo, en torno a 2010, se extenderá hasta Italia. Se culminará así un ambicioso anillo energético conocido con el nombre de SEGR (South European Gas Ring).

El gasoducto suministrará unos 11.500 millones de metros cúbicos anuales, procedentes de las reservas de la zona de Asia central y los países de la región del mar del Caspio, sobre todo Azerbaiyán. Unos 8.000 millones irán a parar al mercado transalpino y el resto al helénico. Con el gasoducto entre Turquía y Grecia, y después Italia, los mercados europeos ya no dependerán tanto del gas y el petróleo rusos, según han valorado los analistas.

Asimismo, la obra de ingeniería representa un nuevo acercamiento entre Ankara y Atenas. Las relaciones entre Turquía y Grecia, dos países miembros de la OTAN, han sido cuando menos tirantes durante las últimas décadas por sus disputas territoriales en el Mar Egeo y el problema de la división de la isla de Chipre.

No obstante, los fuertes terremotos que sufrieron sus territorios en 1999 contribuyeron a un acercamiento sin precedentes entre turcos y griegos. Desde entonces, los contactos y las visitas de alto nivel se han producido periódicamente. A la inauguración del gasoducto asistirá también el presidente azerí, Ilham Aliyev.



Tendido de un gasoducto ruso desde el Caspio. La iniciativa greco-turca busca ser una alternativa europea a la red rusa. Por desgracia, los problemas derivados del conflicto turco-chipriota podrían terminar afectándola de una u otra forma



Erdogan y Caramanlis inauguran con pompa un gasoducto grecoturco


AFP - domingo, 18 de noviembre, 17.31

EVROS, Frontera grecoturca (AFP) - Los jefes de gobierno griego, Costas Caramanlis, y turco, Recep Tayyip Erdogan, inauguraron este domingo el primer gasoducto que une a sus dos países, una obra que demuestra sus buenas relaciones económicas y refuerza su primacía energética.

Ambos primeros ministros se reunieron en la región de Tracia, en un puente encima del río Evros, frontera natural entre ambos vecinos de relaciones a menudo tempestuosas. Caramanlis y Erdogan participaron luego en una ceremonia del lado turco de la frontera, en presencia del presidente azerí, Ilham Aliyev, y del secretario estadounidense de Energía, Samuel Bodman.

Operativo desde el pasado verano, el gasoducto, de una longitud de 296 km, tiene una capacidad de 11,5 mds/m3, y lleva el gas azerí desde el mar Caspio a Grecia. En 2011, el gasoducto debería llegar hasta las costas orientales europeas, lo que lo convertirá en una infraestructura estratégica para una Europa que no quiere depender exclusivamente del gas ruso.

"Turquía se está convirtiendo en una plataforma energética. Eso implica algunas responsabilidades", declaró Recep Tayyip Erdogan. El proyecto "demuestra en la práctica que somos capaces de trabajar armoniosamente para nuestro beneficio mutuo", subrayó por su lado Costas Caramanlis.

"Esta obra marca una etapa suplementaria importante en la asociación económica entre ambos países", explicó a la AFP Svetoslav Danchev, experto del Instituto griego de Investigación Industrial (IOVE).

Si bien en el plano diplomático Atenas y Ankara no han resuelto en absoluto sus diferencias -en particular sobre Chipre y en varios puntos en el mar Egeo-, su intercambio comercial y financiero no cesa de aumentar. "El porcentaje de importaciones turcas en Grecia se duplicó ampliamente entre 2000 y 2006, del 1,18% al 2,62%, y su monto es de 1.300 millones de euros. Al mismo tiempo, Grecia se convirtió en uno de los principales inversores en Turquía", resaltó un diplomático europeo especialista de la economía griega.

En materia energética, sin embargo, Atenas y Ankara no juegan en la misma categoría: Turquía es desde hace tiempo una plataforma clave para el paso de gas y petróleo, mientras que Grecia apenas está empezando a aprovechar su posición estratégica al sur de los Balcanes. "Grecia produce aproximadamente el 80% de la energía que consume, y un 65% proviene del carbón, que libera enormes cantidades de CO2. Para adaptarse a las nuevas exigencias medioambientales, que no cesan de endurecerse, el gas es menos contaminante", señaló el diplomático europeo.

Etiquetas: , , , , ,

domingo, noviembre 18, 2007

Un respiro para Turquía (y 2)






















El comisario para la ampliación de la UE, Olli Rehn, durante una visita a Ankara

Hace pocos días se difundió el último Progress Report de la Comisión de las Comunidades Europeas sobre el debe y el haber de Turquía en su camino hacia el ingreso en la UE. El documento, que en realidad es un legajo de ochenta páginas, cuatro grandes apartados –con numerosas subsecciones- y 33 capítulos, fue comentado y resumido en pocas líneas por los periodistas de turno, que posiblemente ni lo hojearon y se centraron en los aspectos negativos más aparatosos o tradicionales e incluso en los comentarios que hizo el finlandés Olli Rehn, comisario encargado de los asuntos de ampliación.

En algunos casos, los comentarios emitidos dejan la duda sobre dónde están los límites entre el empecinamiento malintencionado o la simple ignorancia supina. Por ejemplo, Javier Aguilar, desde “La Razón” escribía: “Curiosamente, el informe, al igual que la resolución aprobada el mes pasado por el Parlamento Europeo, no hace referencia alguna a la necesidad de reconocer el genocidio armenio cometido por Turquía en 1915”. Más “curiosamente” todavía, el reconocimiento del genocidio armenio no forma parte del acervo comunitario institucional sobre el que negocian por Bruselas y Ankara; ni ahora, ni antes. Quizá porque en ese caso también deberían habérsele impuesto claúsulas similares a todos y cada uno de los países de la actual constelación de miembros de la UE, reos históricos de desmanes parecidos, desde la feroz represión cometida por Francia en lugares como Argelia o Madagascar a la generosa participación del Estado croata en el genocidio judío durante la Segunda Guerra Mundial, pasando por las masacres cometidas por España contra población civil en las guerras de Cuba o el Rif.





















No son armenios en 1915 sino cubanos en 1897, víctimas de la denominada "política de reconcentración" del general español Valeriano Weyler en la isla. Prácticamente todos los miembros o candidatos a la UE tienen episodios sombríos en su pasado histórico, pero ese tipo de asuntos no forman parte de las cuestiones a negociar con Bruselas, que en su mayoría son de tipo económico



Por su parte, “El País” envió a Ana Carbajosa a Ankara para que recogiera las reacciones turcas al informe y en especial la recomendación de que el Artículo 301 del Código Penal debe ser abolido. En ausencia del habitual Carlos Sanz, en esta ocasión por baja laboral, el diario libera de vez en cuando los humos despectivos de Carbajosa hacia Turquía y su candidatura, y esta ocasión no podía ser menos: la periodista resalta, encantada, los “jarros de agua fría” contra la candidatura turca, las manifestaciones de desilusión de los mismos protagonistas y cualquier manifestación que demuestre que los turcos, en general, son más cortos que las mangas de un chaleco.





















El entonces fallido candidato a la presidencia, Abdullah Gül, en abril de este mismo año. Desde la pasada primavera, Turquía ha vivido acontecimientos históricos que por entonces nadie sabía cómo iban a terminar


Sin embargo, en contraste con estas visiones miopes y generalmente mal intencionadas, lo cierto es que históricamente no ha existido ningún otro país candidato al que el proceso de negoaciación haya afectado hasta el punto de generar una verdadera transformación de las estructuras estatales: y tal es el caso de Turquía. Normalmente, los estados europeos que accedieron a la UE lo hicieron una vez completada la pertinente transición, con un régimen en mayor o menor medida sintonizado con la Europa comunitaria; pero en cualquier caso, ya totalmente transformado e institucionalizado. Eso fue válido en su momento para España, y después para los regímenes del antiguo bloque del Este. No es el caso de Turquía, que desde la pasada primavera ha venido experimentando importantes convulsiones: presión de la denominado “oposición laica” contra el gobierno, importantes manifestaciones en calle contra el ejecutivo del AKP, el ya célebre “e-coup” militar, el bloqueo en el parlamento contra la candidatura de Gül como presidente, elecciones legislativas, Gül como primer jefe de estado islamista en la República turca, y aprobación mediante referéndum de la elección del presidente mediante sufragio directo. Por lo tanto, cambios históricos, un nuevo balance de poder, algo realmente novedoso que no se había visto en Turquía desde los tiempos de Menderes o quizá, mucho antes. ¿Es el comienzo del fin de la herencia kemalista?¿Está naciendo una "República turca de la UE"? Lo cierto es que en los último tiempos, el nacionalismo turco, incluso el radical, ya no recurre sistemáticamente a la figura de Atatürk, sino más a los más abstractos intereses nacionales, y eso de forma directa.

La respuesta de Bruselas a esta profunda remodelación del estado y a lo que empieza a aparecer como repunte de una verdadera revolución política en Turquía –es la primera vez desde la fundación de la República que el país tiene a la vez un jefe de estado y primer ministro islamistas- ha encontrado un eco tibio en el mecánico tono del informe elaborado por la Comisión y hecho público el pasado 6 de noviembre. De hecho, se puede detectar con cierta facilidad una clara indiferencia de Bruselas hacia la situación real del país, y también hacia su destino final.




Una de las grandes manifestaciones de abril convocadas por la oposición "laica" al gobierno. Por entonces no estaba clara la fuerza real de que disponían los que organizaban y secundaban tales actos. Los medios de comunicación tienen una flaca memoria, porque por entonces, y de eso hace bien poco, no estaba nada claro el destino de Turquía





El resultado de esta actitud es que los discursos y dialécticas, europeos y turcos, se mueven en niveles diferentes y paralelos, sin converger nunca, sin encontrarse en ningún punto. Dediquen, por ejemplo, un somero vistazo al apartado 2.1 del informe sobre “Democracy and the rule of law” y pasen directamente al apartado “Administración Pública“ (corresponde a la página 8) en el que se lee: “No se han producido progresos en lo relativo a la adopción de la Ley Marco sobre Administración Pública, que busca reformar la administración central y descentralizar poderes a favor de la administración local. Además, no se han hecho progresos en relación a la transferencia de más recursos financieros a la administración local”. Y un poco más abajo continúa: “A pesar de que la reforma del funcionariado ha sido reconocida como un asunto importante, no ha sido enviada al Parlamento un exhaustivo borrador de ley. Es necesario cumplir enteramente con el PMFC [Public Match Funding Certificate] y desarrollar una completa estrategia para reducir la corrupción”.

¿Pueden ustedes imaginarse, ni por un momento, qué hubiera resultado del mero intento de plantear estos asuntos en el Parlamento turco durante los (políticamente hablando) calientes meses de primavera, verano e incluso otoño?¿Se imaginan cómo hubiera reaccionado la oposición “laica” y nacionalista ante la propuesta de debate, por parte del gobierno, del borrador de ley para la transferencia de recursos a los ayuntamientos? Sólo hubiera faltado eso para que se hubiera proclamado a bombo platillo que el gobierno del AKP proyectaba también su sombra sobre los ayuntamientos tras buscar el acaparamiento del poder en el gobierno, el parlamento y la jefatura del estado. Los del CHP incluso hubieran recordado las maniobras del gobierno Menderes, allá por los años cincuenta, para arrasar con el legado kemalista en el mundo rural.

También tiene su ironía esa alusión, como de pasada, a la teoría de que el cumplimiento con el acervo comunitario es una manera poco menos que garantizada de, ni siquiera, “reducir” la corrupción. Que se lo digan a rumanos y búlgaros, que en teoría han cumplido con todas las condiciones, han negociado exitosamente todos los capítulos para el acceso a la UE, y desde enero son miembros… con una espectacular corrupción, tanto a escala funcionarial, en general, como municipal. Pero si ese ejemplo les cae un poco lejano, los lectores españoles pueden volver los ojos hacia su propio entorno, sin apenas girar la cabeza, sólo lo justo para leer la prensa y enterarse los resultados de la Operación Guateque sobre corrupción administrativa en Madrid; aunque posiblemente se aburrirán, porque llevamos meses enteros oyendo y leyendo sobre corrupción municipal. ¿Ya no recuerdan cuando, el 22 de octubre del año pasado, durante la conferencia de Lahti,
Putin criticó sin tapujos la corrupción inmobiliaria reinante en España, para cerrarle la boca a un Pepe Borrell que parecía estar comportándose cual Hugo Chávez desbocado?



Agentes de la Guardia Civil española registran la Junta de Distrito de Centro en el marco de la denominada "Operación Guateque", Madrid, noviembre de 2007









Por lo tanto, no es de extrañar que durante la reciente sesión del Observatorio Turquía/EU celebrada en Lisboa a instancias del İstanbul Politikalar Merkezi de la Universidad Sabancı en colaboración con el Institut Europeo de la Mediterrània (8-9 de noviembre, 2007) algunos ponentes comentaran que el informe de la Comisión resultaba pesimista, mientras que otros lo consideraban optimista. Y allí estábamos, como los venerables “kremlinólogos” de la Guerra Fría, leyendo entre líneas, intentado interpretar cuál era el verdadero mensaje del informe de la Comisión, emitido apenas dos días antes.

Desde luego, el informe era el típico producto elaborado en base a los ingredientes clásicos del “lenguaje de madera” de los diplomáticos y periodistas occidentales: doble rasero, prejuicios y, sobre todo, una buena porción de dogmatismo. Este tipo de mensajes y análisis era algo corriente durante los años de la Guerra Fría, pero ese tiempo pasó, se fue por el fregadero de la historia, guste o no. Y hoy en día, en labios de los órganos directivos de la Unión Europea, refleja un problema ciertamente serio: carencia del principio de autoridad.

Entendámonos: no debe confundirse el principio de autoridad con el de autoritarismo. Cuando algún analista occidental comenta eso tan oído de: “¿No quieren los turcos acceder al club de la UE? Pues que paguen y cumplan con las reglas”... pues bien, eso es el principio de autoritarismo. Y por si fuera poco, no sustentado por el principio de autoridad.
















Un panfleto contra la integración de Turquía a la UE. Sin embargo, el principal problema para el candidato no proviene de las negativas frontales, sino de las actitudes tibias en Bruselas




Porque los turcos tienen todo el derecho del mundo a quejarse y preguntar de qué club se trata realmente. Mal asunto si los... ¿dueños? del mencionado club cambian las reglas o hacen la vista gorda con unos o con otros, según les convenga. El principio de autoridad se basa en el comportamiento firme, tranquilo y consciente de quien lo ejerce, sin sensiblerías ni histerias. Si el único fin del club es ganar dinero y distribuirlo entre los compinches, entonces el mensaje dirigido a los candidatos es claro: guarda las formas, acepta de boquilla todo lo que pedimos, aunque sea absurdo, y después ya harás lo que te de la real gana cuando hayas accedido. Ahí, el principio de autoridad brilla por su ausencia, claro está; pero al menos, como en un grupo de piratas, el éxito se medirá en base a las duras leyes del beneficio y la supervivencia. Claro que entonces no viene mucho al caso rasgarse las vestiduras ante consideraciones de carácter más o menos ético, moral o democrático sobre libertad de expresión, derechos humanos, educación y cultura, o estructura del poder judicial.

Si estamos ante un club con aspiraciones político-morales, que intentará imponer nuevas formas de gobierno y administración, unificar Europa bajo fórmulas nuevas y avanzadas, entonces la falta de principio de autoridad es más que patente y funciona como una enfermedad paralizante, pues la manada de países europeos carece de objetivos claros, de ideas precisas que sustituyan la (en este caso) normal y natural ausencia de lo que en etología se conoce como "macho-alfa". Y el resultado final podría ser que tanto el acceso de Turquía a la UE como su rechazo, serían producto de esa carencia de principio de autoridad. Mal asunto.

De momento, parece como si la Comisión sufriera de una tendencia preocupante a no valorar de forma adecuada el impacto de sus afirmaciones o informes. Ante la tormenta política que ha estado viviendo Turquía, el informe de la Comisión se convierte en un mero boletín de noticias (muy resumido) que ni quita ni pone, ni siente ni padece. ¿Sirve para algo este tipo de documentos, es adecuado para la discusión o la apreciación del estado real en el que están las negociaciones entre Ankara y la UE?

Va en la misma línea la actitud de Bruselas ante los recientes acontecimientos en la frontera turco-iraquí.
Según Enrique Serbeto, corresponsal en Bruselas del diario “ABC” y conocido comentarista de ese rotativo sobre cuestiones relativas a Turquía, “la Unión Europea le ha pedido a Turquía que dedique mayores esfuerzos a las reformas políticas que a las aventuras militares en el Kurdistán”. Planteada así, la cosa tiene su gracia, porque expresa una vez más la tibieza y la carencia del sentido de autoridad de Bruselas. Al menos, los norteamericanos tienen clara su actitud frente a Turquía, esconden sus cartas y las juegan al final de manera acertada o equivocada; pero son coherentes donde Europa no lo es. Pactarían con el mismísimo diablo antes que perder al aliado turco; y por supuesto, no le harían ningún asco a establecer relaciones diplomáticas con una junta militar si mañana los uniformados dieran un golpe de estado en el país. Tal como están las cosas en Pakistán, Afganistán e Irak y cómo van las relaciones con Irán, lo último que haría Washington sería demostrar la blandengue actitud de los europeos.
















Un convoy militar turco se desplaza cerca de la frontera con Irak. La masiva presión armada contra los santuarios del PKK podría ser considerada como un precedente de la futura política de presencia comunitaria en Oriente Medio


Y lo cierto es que Turquía ha hecho lo que casi cualquier otro país europeo frente a un problema similar como el que tuvo con el PKK en sus fronteras orientales. ¿Creen ustedes que franceses, británicos, alemanes o polacos hubieran actuado de otra forma? Desde luego, la larga historia del conflicto que mantuvo Gran Bretaña en Irlanda del Norte, con abundante empleo de personal militar, policía especial y tácticas de guerra sucia, parece demostrar que, en efecto, los turcos no han sido tan originales ni “escasamente europeos”. En realidad, la presión militar turca en la frontera iraquí, verano-otoño de 2007, puede ser considerada como la primera intervención unilateral (no asociada a una campaña orquestada por los EEUU) de un país europeo en el Próximo Oriente. Y además, en consonancia con una de las aportaciones específicamente turcas que Brusleas espera de Ankara: la seguridad. La UE desea que que Turquía asegure sus futuras fronteras orientales ante la inmigración masiva e ilegal; ante el terrorismo internacional; ante el crimen organizado; ante todos aquellos que deseen dañar los preciados oleoductos y gasoductos. Y eso es, precisamente lo que ha hecho el gobierno turco en estas semanas pasadas.

Sin embargo, Bruselas no parece haberle hecho feliz la iniciativa; o teme demostrarlo abiertamente, como suele suceder. Quizá porque algunos empiezan a temer que Turquía se esté comportando de una forma demasiado europea. Y de paso van asumiendo con pavor que ya no hay lugar para el debate y la duda: en realidad Turquía es europea. Puede que no acceda nunca a la UE, pero en ese caso sería por no cumplir con los requisitos políticos o económicos que todo candidato debe asumir. La Comisión no está evaluando ya credenciales de europeidad. Recuerden que desde octubre de 2005, Turquía fue admitida como candidata oficial y no para la Organización de Estados Americanos o la Organización para la Unidad Africana: fue la Unión Europea la que admitió como candidato a un país europeo. Desde ese punto de vista, el presidente Sarkozy ya puede cantar misa cuando dice que él no considera que Turquía sea un país europeo. Puede incluso hacerlo en húngaro, si se acuerda del viejo idioma familiar, que por cierto, tiene un interesante parecido con el turco.

Etiquetas: , ,

viernes, noviembre 16, 2007

El infierno bondadoso















Un niño albanés posa ante un cartel independentista inspirado en la marca Coca-Cola

Hace pocos días, y en el contexto del escándalo generado por los niños chadianos que la ONG “Arca de Zoé” intentaba sacar ilegalmente del país, el diario “La Vanguardia” publicó un artículo que a muchos lectores pudo haberles pasado desapercibido. Otros se preguntarán qué pinta aquí una pieza que, en apariencia, no está relacionada con la temática central de este blog. Sin embargo, el asunto de “El infierno bondadoso”, firmado por Andy Robinson, es el denominado “derecho de injerencia”, que hace una década parecía totalmente incuestionable e inspiró a todos los bienpensantes que apoyaron sin fisuras las intervenciones de las potencias occidentales en Bosnia y Kosovo, asunto este último que, como saben, vuelve a formar parte de la actualidad más candente.

La primera intención de este post fue criticar la actitud de algunos diarios patrios, que ni bajo tortura admitirían la decrepitud del concepto “derecho de injerencia” y lo que es peor, la responsabilidad de la tal idea en algunas de las más sonadas catástrofes militares de los últimos años, la más conocida de las cuales es la intervención en Irak, seguida de cerca por la que protagoniza la OTAN en Afganistán. Pero ayer mismo, una entrevista a cargo de una simpática periodista de “Público”, el diario portugués (no confundir con el español homónimo, y de diferente ideología) me disuadió de la idea. Dado que la prensa portuguesa es tan profesional como la española y la de cualquier otro país europeo, el tono de algunas preguntas revelaba que aquí y allá, a lo largo y ancho de Occidente, sigue perviviendo la ya anacrónica mentalidad justiciera de hace una década, basada en el “síndrome de 1993”; esto es, el espejismo de que todo sigue como entonces: los serbios son muy malos y culpables de todo, Europa y Estados Unidos tienen una
deuda impagable para con Kosovo, algo de lo cual los albaneses locales siguen empeñados en convencernos, (aunque el tozudo adalid de esta idea, Ibrahim Rugova murió hace algún tiempo) y a pesar también de que los que van a otorgarle la independencia ya les han venido haciendo el trabajo desde hace ocho años.














Una columna de "panzer" alemanes integrados en las fuerzas de la OTAN, hace su entrada en Kosovo, 1999

El asunto del “derecho de injerencia” y la “injerencia humanitaria”, como plantea correctamente Andy Robinson en su artículo, va de la mano de las ONGs y los neocon; y por supuesto, está profundamente implicado con la mentalidad imperante en los noventa. A lo largo de esa década, las ONGs se multiplicaron con una energía febril: resulta evidente que tuvieron un éxito arrollador. Ello fue debido a razones que no estaba en relación directa con su eficacia real, algo que ni siquiera en el cambio de siglo se podía evaluar globalmente, dado que la galaxia de las ONGs era extremadamente extensa y variada. Complicaba más la evaluación de su labor el hecho de que, al ser entidades dependientes de subvención, un número significativo de organizaciones promovía unas u otras prioridades, desde el medio ambiente (más propia de los ochenta) a los microcréditos y la microempresa (en la década siguiente), la ayuda humanitaria en los diversas zonas de crisis, luego la violencia de género, la ayuda de emergencia y tantas otras. Es decir, en términos de sus críticos, estaban inmersas en la lógica del mercado, de la eficiencia y la competitividad, y en base a ello las ONGs tendían a crear demanda a partir de la oferta. Por otra parte, también contribuye a dificultar el balance de sus actividades el hecho de que este tipo de instituciones son responsables ante los financiadores, mientras el estado lo es ante los ciudadanos.

Por lo tanto, el balance sobre el impacto de las ONGs tenía que hacerse en clave política. Y desde ese punto de vista, las organizaciones no gubernamentales, junto con los think tanks y el resto de las instituciones de intermediación o análisis no dependientes de los gobiernos constituían lo que se denominada el Tercer Sector, situado entre el Estado y el Mercado, y por lo tanto, formaban parte integral de la nueva filosofía política y socio-económica que acompañaba al auge del neoliberalismo global. Eso suponía que las ONGs y las demás instituciones similares tenían como objetivo común desempeñar políticas anteriormente públicas y ahora privatizadas en base a la idea neoliberal de que el estado es un obstáculo para el libre mercado; y por lo tanto, parte de sus infraestructuras y atribuciones debían ser desmanteladas en aras de una mayor eficacia y rentabilidad.

Precisamente, el estado del bienestar era uno de los demonios del ultraliberalismo. Finalizada la Guerra Fría con la derrota del bloque marxista soviético, parecía quedar demostrado que el estatalismo a ultranza sólo conducía a la ruina; y desde Occidente, ya no eran necesarias políticas de protección social que emularan aquellas de las que se jactaban los soviéticos. Por otra parte, las ventajas sociales que ofrecía el estado del bienestar solían integrar las remesas presupuestarias más abultadas, y en muchos países del Tercer Mundo habían fallado desde hacía tiempo, con consecuencias sociales y políticas traumáticas. Por ello, en los noventa, las ONGs parecían el canal adecuado para gestionar fondos públicos o préstamos internacionales en programas de asistencia social compensatoria.

















Protestas en Chad contra lo que se considera una injerencia de la política francesa en los asuntos internos del país y en su justicia y leyes


Ahora bien, los resultados globales de su labor fueron ya cuestionados hacia finales de los noventa, dado que las ONGs no solían ser invitadas a coplanificar las estrategias globales de ayuda a cada país, o el diseño de las políticas de ajuste, que en muchas ocasiones se convertían en intermediarios financieros, más que en ejecutores de acciones concretas y que muchas veces carecían de sostenibilidad a largo plazo. Algunos expertos, como David Sogge (1998) llegaron a acusar las ONGs que operaban en África de ser “la vanguardia de la nueva era de recolonización en África”. Además, una parte sustancial de los fondos asistenciales gestionados por esas organizaciones fueron a parar a problemas que no se relacionaban de forma real con la miseria en el continente, llevándose por delante, de paso, prácticas culturales y económicas tradicionales que a veces mantenían el tejido social en precario equilibro.

Lógicamente, no todas las ONGs, individual o sectorialmente, obtuvieron resultados tan cuestionables. En muchos casos, fueron las únicas instituciones capaces de paliar situaciones de marginación y pobreza, desastres ecológicos o abusos represivos. Pero el “concepto ONG” venía genéricamente hipotecado por la idea de que en general actuaban como apagafuegos del nuevo sistema internacional. Con lo cual, en el fondo, paliar determinadas situaciones problemáticas contribuía por otro lado a perpetuarlas. E incluso, en el caso de algunas formas de ayuda en países muy desestructurados, a hacer que parte de la población terminara dependiendo de las políticas asistenciales.

Este tipo de apreciaciones son las que ya se están recogiendo en análisis cada vez más serios sobre las ONGs, y son necesarios para que se lleve a cabo una “poda” de las mismas (sólo en la India se cuentan entre uno y dos millones de ONGs, en Rusia sumaban 400.000 el año pasado) y, en definitiva, sobrevivan y prosperen sólo aquellas instituciones más capaces y profesionales. Y que cualquier grupo de aventureros, redentores obsesivos, inadaptados sociales, y tíos raros en general, erigido en ONG, deje de ser presentado como “bueno por naturaleza” o “por contraposición a los partidos políticos o los gobiernos, cuyo descrédito generalizado fomenta la apatía y el conformismo”, como afirma, muy acertadamente Maite Serrano Oñate en su contribución a un libro muy interesante y polémico: Las ONG y la política, editado por Marisa Revilla Blanco y publicado por Itsmo en 2002, que ya es tiempo.




Bernard Kouchner en Chad, junio de 2007








“La Vanguardia”, domingo, 11 de noviembre, 2007

La ONG llevó al límite la idea “neocon” del intervencionismo humanitario
EL INFIERNO BONDADOSO

Andy Robinson

Madrid

El caso de El Arca de Zoé y los 103 niños robados puede ser otro ejemplo de que en Darfur, y en África en general, "el camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones", según ironizó David Rieff en su libro A punta de pistola, que critica el uso de intervenciones militares para defender los derechos humanos.

Pero - según Rieff y otros críticos del intervencionismo humanitario entrevistados por “La Vanguardia” -los verdaderos responsables del excesivo celo altruista de El Arca de Zoé son las ONG, intelectuales y políticos que han distorsionado la realidad creando una imagen falsa de genocidio perpetrado por árabes blancos e islamistas en Jartum contra "inocentes" comunidades negras de fe cristiana o animista en Darfur.

"Si presentas la situación en Darfur como un campo de concentración nazi, me parece luego grotesco condenar a quienes intervienen por su cuenta", explicó Rieff. Bernard Kouchner y Nicolas Sarkozy, apoyado por intelectuales de la nueva derecha como Bernard Henry Levy, defendían el derecho de intervención en Darfur, y con la polémica de El Arca de Zoé "están cosechando lo que sembraron", dijo.

Kouchner, al igual que intervencionistas en EE. UU., agrupados en torno a la ONG Save Darfur Coalition, "dieron la impresión de que Darfur es el Apocalipsis en que los niños se enfrentan a una muerte inminente y han incitado a gente a montar rescates por su cuenta", dijo Rony Brauman, ex director de Médicos Sin Fronteras en París. Brauman, con experiencia directa de la crisis en Darfur, la califica no de genocidio sino como una guerra civil "triste pero típica, basada en la lucha por los recursos naturales".

Diversos informes de la ONU sobre Darfur coinciden en que no es un genocidio perpetrado por árabes fundamentalistas contra africanos inocentes sino una guerra en la que las atrocidades se cometen en ambos bandos.

Pese a ello, Save Darfur Coalition, que define su misión como "elevar la conciencia del público sobre el genocidio en Darfur", ha pedido desde EE. UU. la intervención militar contra Sudán, con el apoyo de celebridades de Hollywood, como Mia Farrow y Don Cheadle, y diversos políticos, desde neoconservadores republicanos hasta candidatos demócratas presidenciales como Joe Biden.

El Arca de Zoé, una escisión de la ONG Sauver le Darfur, es la última manifestación de esta ideología intervencionista, según coinciden Rieff y Brauman. Cuando ésta y Save Darfur Coalition - cuyo consejo incluye cuatro grupos de presión proisraelíes- se frustraron al ver imponerse una solución pragmática en Darfur, El Arca de Zoé y Sauver le Darfur cogieron el toro por los cuernos y anunciaron que evacuarían nada menos que a 10.000 supuestos huérfanos de Darfur para ofrecerlos en adopción en Francia.

En general, "la tendencia de celebridades de ir acumulando bebés y niños adoptados es parte de un fenómeno general de querer salvar a estos países de sí mismos", dijo Mahmud Mamdani, antropólogo oriundo de Uganda de la Universidad de Columbia, en Nueva York, en referencia a celebridades como Angelina Jolie y Madonna. Concretamente en Darfur "hay una suposición de que la gente no es capaz de salvar su región y por tanto tendrán que ser salvados desde fuera", añadió.

La Save Darfur Coalition tuvo que destituir a su director en junio cuando se descubrió que se había gastado más dinero en publicidad que en ayudas a los afectados por el conflicto. Aunque la coalición estadounidense mantiene que no tiene vínculos con Sauver le Darfur en Francia, "hay vínculos intelectuales aunque no sean operacionales", dijo Brauman.

Etiquetas: , , , , , ,

domingo, noviembre 11, 2007

Un respiro para Turquía (1)

















Despliegue de los objetivos estratégicos del Ejército turco en territorio iraquí, publicado por la prensa turca. Procede del blog de Erkan Saka


Parece que lo peor ha pasado: no habrá intervención del Ejército turco en el Kurdistán iraquí. No, al menos, de forma inminente. Eso no quita que se puedan producir intervenciones puntuales para buscar y destruir determinados objetivos concretos; eso se viene produciendo desde hace años, no es nuevo en absoluto. Pero lo más preocupante era que más de cien mil soldados turcos entraran en bloque por el norte de Irak. Pueden imaginarse. Esa fuerza, que podría llegar a ser equivalente a diez divisiones, bien a ser la misma que han desplegado los norteamericanos en Irak. Dos ejércitos de tamaño parecido, ambos de la OTAN y teóricamente aliados, cara a cara sobre los restos de Irak: una situación cuanto menos embarazosa para Washington.

Por ello, los norteamericanos han reaccionado de diversas maneras. Por un lado, dejando claro que la guerrilla del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) es tan enemigo de ellos como de los turcos. Lo dijo públicamente el mismo presidente Bush, por ejemplo, aunque no fue la única puntualización al respecto. En otras circunstancias, esto podría ser mera retórica circunstancial –al fin al cabo, Israel les ayudó en algunos momentos, y aparentemente, el PKK también se enfrenta a los iraníes. Pero en esta ocasión, Washington ha reconocido abiertamente que traspasó información confidencial sobre el PKK a los militares turcos. En base a esa colaboración, estos organizaron los ataques puntuales de hace unas semanas.



















Girando la torreta y con el arma alerta: un anticuado BTR-60 mostrado por las televisiones occidentales hace unos días, de patrulla por la frontera turco-iraquí

De otra parte, al ceder esa información de inteligencia y en plena crisis, los norteamericanos también han dado a entender, una vez más, lo que no es ningún secreto desde hace años: que Turquía es para ellos muy valiosa. Y que, llegado el caso, aunque los militares dieran un golpe en toda regla, Washington se entendería con la junta resultante. Y más teniendo en cuenta que tal como está la situación en Afganistán, Irak y ahora Pakistán, los último que desearía Washington ahora sería perder el control de Turquía. Eso no puede ser nada tranquilizador para el actual gobierno de Ankara y para una parte sustancial de la población turca, claro está. Pero sí para los militares, que empezaban a sufrir cierto síndrome de abandono ante la capacidad política de los nuevos gobernantes turcos y el crédito popular del que siguen gozando, como demostraron las elecciones de julio.

Y es que además, y esta afirmación llega a través de fuente de toda confianza, los uniformados turcos no tienen mucho afán por combatir. Lanzarse en masa sobre el norte de Irak significa meterse de lleno en una campaña compleja que no se pudo solucionar en más de diez años de lucha abierta y, además, hacerlo en puertas del duro invierno en las montañas de Kandil. También existe el riesgo de sufrir más bajas de las debidas, y arriesgarse a cualquier fallo, a perder prestigio político, que ya está muy rebajado. Y como no, abrir quizás el debate sobre la necesuidad de mprofesionalizar a las fuerzas armadas y terminar con el anticuado sistema de leva.

Además, se trataría de entrar en combate con un ejército que, a juzgar por las fotografías que se han ido viendo en los medios de comunicación internacionales, no es precisamente un dechado de modernidad. Sólo basta ver a esos soldados con equipos anticuados, empuñando viejísimos fusiles de asalto HK G3 de los cuales eran pariente los venerables CETMEs españoles de primera generación. O los vetustos BTR-60, vehículos blindados de exploración y transporte de tropas, de origen soviético, que datan ya de los años sesenta del siglo pasado, patrullando por las sinuosas carreteras de la frontera turco-iraquí, sin protección alguna contra las modernas armas anticarro, ni una simple rejilla contra los RPG-7, nada. Tampoco parece que los carros M-60 utilicen corazas reactivas.





















Soldados turcos de las unidades especiales, de patrulla por la zona amenazada: sin chalecos antibalas, ni cascos kevlar, ni visores nocturnos, ni equipamiento electrónico. Obsérvense las colchonetas de goma espuma y el fusil de asalto HK G3 del soldado en primer plano


Hace pocos días y en Lisboa, Yavuz Baydar, el columnista de “Zaman”, le comentaba al autor de este post que en los próximos meses existían tres escenarios posibles: a) Provocaciones del PKK que, a pesar de todo, obligarían al Ejército turco a intervenir; b) Calma invernal hasta la siguiente primavera, que le daría al ejecutivo de Erdoğan un tiempo precioso; c) Desactivación total del PKK por una u otra vía.

Son tres opciones lógicas que, sin embargo, dejan en el aire algunas preguntas. Una de ellas, referida al aspecto “interno” del conflicto. Esto es: ¿Qué parte del mismo correspondió a la voluntad militar de aprovechar la tensión para recuperar protagonismo y fuerza política en Turquía tras las elecciones de julio? Es una pregunta incómoda, por supuesto, pero hemos de recordar la muy mala cara que le pusieron los militares a Gül tras su elección como presidente, las declaraciones bastante agresivas del jefe de Estado Mayor, los desplantes, las manifestaciones patrióticas tras los atentados del PKK, que el CHP y el MHP intentaron capitalizar rápidamente, trayendo a la memoria de nuevo la situación política de la pasada primavera. Y el baile de objetivos posibles, caso de que se produjera una entrada en fuerza de los turcos en el norte de Irak: ¿La destrucción de los santuarios del PKK en la cordillera de Kandil?¿Castigar a Barzani?¿Llegar hasta Irbil o, al menos, hasta Mosul, la vieja reivindicación irredentista turca que Atatürk no logró cumplir?¿Ejercer una influencia directa sobre el gobierno autónomo del Kurdistán iraquí, cuando parece irreversible la aparición de un Estado soberano kurdo en la zona, que podría ser reconocido internacionalmente siguiendo la estela de Kosovo?
















Un guardia de aldea kurdo patrulla junto a un soldado del Ejército regular turco. Estas unidades de paramilitares kurdos que colaboran con el gobierno turco contra el PKK, han demostrado ser bastante efectivas, a pesar de su escaso equipo y armamento ligero: conocen el terreno y el medio social circundante a la perfección. La UE exige su desmovilización como una de las condiciones de acceso de Turquía



Es cierto que en las últimas semanas, la gran mayoría de los reporteros y analistas han enfocado la crisis poniendo en el centro al PKK y la cuestión kurda en Turquía e Irak. Vale la pena tener en cuenta, por ejemplo, la explicación que dio en su momento Sedat Laciner, director del Uluslararası Stratejik Araştırmalar Kurumu (USAK) o Organización de Investigación Estratégica Internacional, basada en Reino Unido. Según este analista, al PKK le urge recuperar ascendiente sobre la comunidad kurda en Turquía tras las pasadas elecciones de julio, en las que llegaron al Parlamento de ese país un total de 20 diputados del Partido de la Sociedad Democrática (DTP), nacionalista y socialdemócrata kurdo. Siempre según Laciner, en declaraciones recogidas por Andrés Mourenza, “el PKK ha perdido legitimidad ante los kurdos, que ahora rechazan el terrorismo. Así que quiere que el estado turco prohiba el DTP para recuperar la legitimidad de la lucha violenta. El PKK ha ido eliminando a todos los grupos kurdos que se le oponían y ahora pretende acabar con la única alternativa moderada que queda, el DTP”. Además, “el PKK ha reanudado la violencia ahora que el gobierno del AKP, que está siguiendo las reformas exigidas por la UE, había levantado las prohibiciones sobre la lengua kurda y es que, desde las pasadas elecciones, el AKP es el partido más votado por los kurdos. El próximo año hay elecciones municipales y probablemente el PJD podría ganar las alcaldías de las principales ciudades del sudeste [de mayoría kurda]”.

El punto de vista de Laciner es interesante porque nos recuerda que la cuestión kurda en Turquía no se puede reducir al PKK y menos ahora, cuando en el país ya existe una extensa clase media de esa etnia, con medios propios, con poder socio-económico real, con aspiraciones de proyectar todo ello en una opción política parlamentaria mucho más viable a largo plazo que el PKK; y con unos deseos nada disimulados de que Turquía acceda a la Unión Europea. Por otro lado, el PKK es una organización bastante amorfa en su cúpula dirigente, apoyos exteriores y métodos operativos; muchas veces tampoco está clara su estrategia ni cuáles consideran que son sus aliados. Por supuesto, saben que el régimen de Barzani no los va a entregar a los turcos (ni quiere hacerlo, al menos de momento) pero también desean hacerse un hueco, tener su propio espacio en la región autónoma del Kurdistán iraquí. Por todo ello, el PKK puede convertirse con cierta facilidad en comparsa, más que en actor principal, y de ahí que quepa un cierto espacio de duda para algunas cuestiones poco claras o complejas, vistas desde Turquía pero
también desde Irak

















"No te fallaré, amigo": Bush ha dado todo tipo de seguridades al preocupado primer ministro turco, durante la reciente visita de éste a la Casa Blanca. A fin de cuentas, Turquía es, para Washington, sagrada

En fin: de momento no hay respuesta para estas preguntas, el tiempo hará que las respuestas suban a la superficie, cuando los acontecimientos se estanquen en la zona. De momento, lo que tenemos parece claro: se refuerza decisivamente la figura de Erdoğan como un político hábil y con gran capacidad de maniobra. Se refuerza la imagen de estabilidad del gobierno del AKP y la imagen moderada de partido: ya no es tan insistente el recurso a la “agenda oculta” de los islamistas, ni siquiera en la misma Turquía; de hecho, cada vez son más los analistas que coinciden en recordar que el AKP no es propiamente un partido islamista, sobre todo si atendemos a la masa políticamente heterogénea de votantes.

Etiquetas: , , , , , , ,

sábado, noviembre 03, 2007

Comics y guerras de secesión yugoslavas (4)



Jose Sacco por Jose Sacco, donde queda en evidencia su inspiración en la estética Crumb. Su protagonismo como narrador subjetivo y antihéroe en toda la obra puede llegar a hacerse un poco fastidioso







En el estrecho círculo de los dibujantes que escogieron relatar las guerras de Yugoslavia, Joe Sacco fue, sin duda, el que consiguió mayor fama. Y también, por ello, el más comercial. Ocupa el tercer lugar en esta recopilación, por razones cronológicas, dado que la primera de sus obras, Gorazde, fue publicada en el año 2000. El hecho de que siguiera publicando hasta hace un par de años no influye, porque sus argumentos y estilo narrativo no han cambiado demasiado desde entonces. Aunque ha dedicado libros de comics al conflicto palestino y, recientemente, a la guerra de Irak, los referidos a la guerra de Bosnia son: Gorazde. Zona protegida. La guerra en Bosnia oriental, 1992-1995 (2000); El mediador. Una historia de Sarajevo (2003); El final de la guerra. Reseñas biográficas de Bosnia, 1995-96 (2005)

El autor que nos ocupa ha sido definido en muchas ocasiones como: “Comic-book journalist”. Efectivamente, utiliza un tipo de relato que tiene mucho de reportaje. También posee un cierto estilo historiográfico, en una línea que recuerda la otrora célebre “historia oral” y más precisamente, al estilo de Ronald Fraser, en su peculiar historia de la Guerra Civil española: Recuérdalo tú y recuérdalo a otros (en castellano: Crítica, 1979). Sin embargo, la historia oral es una metodología rigurosa que Sacco no siempre demuestra y de hecho, tampoco le importa demostrar. El suyo es un relato expresionista, como también lo es el dibujo, muy en la línea de Robert Crumb: es decir, mantiene un componente underground que se percibe netamente en el tratamiento de su obra en general y de sus personajes en particular. Comenzando por él mismo, que está presente como narrador en toda la obra, y que aparece retratado en unos rasgos “feístas” y abigarrados, muy en la línea de Crumb




Retrato del verdadero Joe Sacco

















Los libros de Sacco son, no obstante, la culminación del comic comercial en relación a la guerra de Bosnia, por varias razones: en primer lugar, porque se trata de un autor norteamericano, que se mueve en la industria del comic USA y se beneficia de sus canales de distribución. De otra parte, sólo un norteamericano puede apropiarse del “estilo Crumb” y utilizarlo ventajosamente. Además, la obra de Sacco es la culminación del relato del periodista glorioso por antonomasia, componente esencial de la narrativa sobre la guerra de Bosnia. Y Sacco le añade otro ingrediente a su obra: el relato del viajero. Ello explica que este autor no vaya a buscar información como un periodista al uso: no llega, mira, pregunta, se marcha y vende su producto a la redacción. Él se queda, vuelve una y otra vez, asimila el terreno se documenta, hace prolijos bocetos de detalles de formas de vida: en torno a la estufa, fiestas y fiestrorros, bares y baretos, reuniones melancólicas y juergas frenéticas. De hecho, esta faceta hace que su obra recuerde al libro de Brian Hall, El país imposible (Eds. La Flor del Viento, 1994) uno de los mejores libros de viajes de los últimos años.

Es por ello que a Sacco le interesan mucho las vivencias ajenas, los personajes. Pero sobre todo, la realidad, la historia, lo que sucedió… pero a través de los ojos de esos personajes. Este esquema de “cajas chinas” (una narración dentro de la otra) es uno de los componentes más característicos de la obra de Sacco. Algo a veces llevado al extremo, porque en ocasiones le interesa menos lo que relata el personaje, que puede ser parcialmente falso, como admite abiertamente sobre Neven, el protagonista de El mediador. En realidad, lo importante para Sacco es el ambiente que describe el personaje, porque a pesar de que los hechos puntuales puedan ser ficticios, éste nunca es mentira en sí mismo. Por lo tanto, en los relatos de Sacco juega un tortuoso tinglado de interacciones. El relato nos ayuda a comprender a los personajes, pero el perfil de los personajes nos ayuda a entender lo que ocurrió.



Algunas de las viñetas de la obra de este autor han adquirido relevancia propia, como ésta. Se puede percibir el detallismo con el que Sacco describe y adorna su obra, pero el trazo es más bien pastoso. Pulsar sobre la imagen para ampliar












Esto es muy evidente en El mediador, donde ese fenómeno se hace muy evidente a partir del tratamiento de un asunto muy delicado pero interesante: cómo se pone en pie un ejército en el caos inicial de una guerra civil, el papel de los delincuentes y policías, hermanados en unidades de combate tan preocupadas en detener al enemigo como en enseñorearse de la propia población civil

Ahora bien: no debemos dejar de lado que Joe Sacco, a pesar de su origen maltés, que le permite captar intuitivamente y por proximidad muchos fenómenos culturales de Próximo Oriente y Bosnia demuestra también, al menos de vez en cuando, las reacciones de lo que aquí denominamos un “guiri”: las mismas que en su día tuvieron otros guiris históricos ante la Guerra Civil española, la transición o los toros. Y eso implica que en ocasiones se hace líos evidentes, y demuestra la fastidiosa tendencia a vendernos como un producto profundo e intelectualizado, algunos fenómenos que para nosotros, lectores hispanos, bordean el fraude. Esto se nota cuando toma en consideración, como héroes polémicos a personajes (¿mangantes?¿macarras?) que en nuestra vida cotidiana o profesional no hubiéramos tenido en cuenta como informadores ni por un minuto. Es la actitud del viajero romántico del XIX, anglosajón o francés, que se extasiaba ante el “bandolero-con-sombrero”, el “torero” y la “manola con faca en la liga”.



Una página de El mediador, posiblemente la mejor obra de Sacco, en la que describe el espinoso mundo de las unidades paramilitares que defendieron Sarajevo en los primeros momentos de la guerra, así como su declive y destrucción. Pulsar sobre la imagen para ampliar








En resumen, el interés principal de la obra de Sacco referida a Bosnia reside en que logra crear un género, a medio camino entre el comic, el reportaje y el libro de viajes, que parece hecho a la medida para las crisis de los Balcanes y el Próximo Oriente. Hay un esfuerzo por la documentación y sobre todo, por considerar todos los puntos de vista, todos los parámetros. Es un periodista, cierto (él lo admite) pero que a la vez busca corregir los defectos de los colegas de profesión, desea situarse en el punto de vista del entrevistado, ser el entrevistado (“ponte en la piel de Neven”) pero a la vez también se permite el lujo de despreciar al entrevistado. Por el momento, ha conseguido salir triunfante de tan complejo envite



Una muestra de la capacidad documental de algunas viñetas de Sacco: una detallada descripción de cómo funcionaban las hidroturbinas de Gorazde. Pulsar sobre la imagen para ampliar

Etiquetas: , , , ,