sábado, noviembre 24, 2007

¿Por qué Kosovo? (1)
















Tormenta implacable sobre las frágiles tiendas de los refugiados albaneses procedentes de Kosovo, en Kükes, Norte de Albania, primavera de 1999. La OTAN no tomó medidas para paliar la previsible expulsión masiva de población por las fuerzas de seguridad serbias, a pesar de que se sabía que algo así iba a suceder


Siempre recordaré aquella cena en una pizzería bastante aburrida y sobria del centro de Skopje, Macedonia. Era el 24 de enero de 1999, faltaban exactamente dos meses para que comenzara la denominada guerra de Kosovo; y allí, un colega, un profesor de la Universidad de Skopje, macedonio, me comentaba lo que era ya más que un rumor insistente: si la OTAN atacaba a Yugoslavia, los serbios “arrasarían aldeas y expulsarían a miles y miles de albaneses”. En efecto, era un asunto bien sabido en los Balcanes. Poco tiempo después, la revista búlgara “Sega”, basándose en informaciones de la agencia serbia “Beta”, publicó el 11 de marzo un artículo muy documentado en el que se llamaba la atención sobre los planes serbios para llevar a cabo una limpieza étnica total, siguiendo el modelo de la practicada por los turcos en el Norte de Chipre, en 1974.

Por lo tanto, a partir del 24 de marzo, cuando comenzó la ofensiva aérea de la OTAN contra Yugoslavia (Serbia y Montenegro) las autoridades serbias cumplieron su amenaza y comenzaron a ejecutar una gigantesca campaña de expulsión de población albanesa de Kosovo. Pronto la riada adquirió proporciones bíblicas y la preocupación cundió en las cancillerías occidentales. Era evidente que peligraba la estabilidad política de los países que acogían a la creciente masa de refugiados, especialmente la de Macedonia. También parecía claro que para el régimen serbio aquello era una respuesta estratégica, una verdadera “bomba humana”, como la denominaron algunos medios. Ante la contingencia, por cierto, y aún sabiendo que iba a tener lugar, la OTAN no había preparado campos de acogida, todo se hizo sobre la marcha.

Por lo tanto, esa situación planteaba una incómoda pregunta: ¿Sabían las grandes potencias occidentales que las fuerzas de seguridad serbias iban a responder con una tal operación de represalia? La respuesta oficial fue reiteradamente negativa, pero escasamente creíble. La experiencia personal de quien escribe estas líneas era la de que, al menos en Serbia, Macedonia y Bulgaria se sabía con antelación que el régimen de Milosevic haría lo que hizo. Posteriormente, desde Alemania se argumentó que de hecho la OTAN se había adelantado a los planes serbios de ejecutar una enorme operación interétnica, y se dio a entender que eso se hubiera llevado a cabo sin el ataque previo de las OTAN. Sin embargo, la prensa europea (incluyendo la española) no tardó en publicar que ese planteamiento era, pura y simplemente, un engaño.

















Una imagen emitida con frecuencia por las televisiones de todo el mundo en aquella primavera de 1999: albaneses de Kosovo expulsados masivamente por los serbios en aplicación de la estrategia de desestabilización social de los países vecinos que apoyaban de buen o mal grado la ofensiva de la OTAN


De esa forma, en 1999, la OTAN provocó una importante limpieza étnica de población albanesa con su intervención a sabiendas de que eso iba a ocurrir. Como se sabe, la inducción al delito es delito en sí misma y eso en casi todos los países del mundo. Un policía, por ejemplo, no puede provocar un robo para detener a unos potenciales delincuentes. Por ello, sin negar el carácter represivo del régimen de Milosevic, la necesidad de la “injerencia humanitaria” que presidió la intervención de la OTAN en Kosovo es bastante discutible. Máxime teniendo en cuenta que pocos meses más tarde, cuando las fuerzas occidetnales ya habían entrado en la provincia, los nacionalistas albaneses organizaron otra limpieza étnica, pero en este caso de serbios locales; y los soldados de la OTAN no intervinieron para detenerla. Todo lo más, escoltaron a las caravanas de refugiados en su huida.


















Una larga caravana de refugiados serbios escapa de Kosovo en el verano de 1999, encabezada por un vehículo blindado de la OTAN

Ocho años más tarde, Kosovo está a punto de obtener la independencia, apadrinada por la UE. La operación violentará la resolución 1244, emitida por la ONU en junio de 1999, como parte de los esfuerzos pacificadores iniciales tras la rendición serbia y la entrada de las fuerzas de la OTAN en Kosovo. No deja de ser fascinante la desfachatez con la que fuentes occidentales admiten ante la prensa que juristas a sueldo de la ONU están “retorciendo” activamente la resolución 1244.

Por lo tanto, abundan las pistas que señalan que todo está repartido en el futuro de Kosovo y que sólo es cuestión de unas pocas semanas que obtenga alguna forma de soberanía, apadrinada por la Unión Europea. Lo que sigue sin estar claro es en base a qué las principales potencias occidentales han estado concediendo a los albaneses de Kosovo todo lo que han querido, al menos desde 1999. Una intervención militar con fines humanitarios, llevada a cabo por la OTAN, ha terminado por dar lugar a la independencia de la provincia de un estado soberano, ocho años más tarde ¿En base a qué se justifica exactamente ese gesto político?

Según un joven colega dado a los esquematismos bienintencionados, si los albaneses son mayoría en Kosovo y desean la soberanía, ¿cómo se les puede negar? Sin embargo, y en este caso, el problema reside en considerar quiénes son mayorías y minorías en cada momento. Por ejemplo, si antes de la ocupación de la OTAN en 1999 -con la consiguiente segregación de facto de la provincia- se hubiera llevado a cabo un referéndum en Serbia sobre la soberanía de Kosovo, hubiera dado por resultado un “no” rotundo. Está claro: dado que los serbios eran mayoría, no hubieran accedido a la segregación de una de sus provincias de entonces, cuya población albanesa era minoría en el conjunto de toda la república. Pero en la nueva situación, y con la república ya segregada de Serbia, ¿por qué no se convocó en estos últimos años otro referéndum entre la población que habita Kosovska Mitrovica y las comarcas del norte? Allí, la gran mayoría de la población es serbia y posiblemente desearían la secesión con respecto al Kosovo albanés; o al menos, algún tipo de entidad federativa, como se hizo en Bosnia con cada una de las etnias de la república.

El resultado de todo ello es que la ONU ha intentado tutelar la independencia de una provincia perteneciente a un estado soberano, violentando una resolución propia emitida con anterioridad; ante la oposición activa de, al menos un miembro del Consejo de Seguridad, parece que la Unión Europea será la encargada de llevar a cabo esa tarea. Y todo ello sin que quede claro en base a qué razón real se le ha de conceder esa independencia a la mencionada provincia. Por supuesto, tampoco existen derechos históricos a restablecer: Kosovo no fue nunca independiente con anterioridad.

Este cúmulo de imprecisiones están continuamente presentes en los análisis y afirmaciones de académicos, diplomáticos, analistas o políticos, que escriben y escriben artículos o ensayos pero no terminan de explicitar nunca en base a qué razón real o concreta los albaneses de Kosovo deben o pueden constituir una entidad soberana. El lector puede comprobarlo casi a diario. Tómese, por ejemplo, el artículo de opinión firmado por Juan Garrigues, investigador de Paz y Seguridad en FRIDE, publicado ayer mismo en “El País” y titulado: “
Kosovo: la solución menos mala”. En medio de su extensa pieza de 6.700 caracteres sin espacios y 1.300 palabras, Garrigues le dedica tan sólo 421 caracteres y 84 palabras a intentar explicarnos por qué empezó todo, qué justificó el hecho de que la intervención de las potencias occidentales llevara al fenomenal problema político y jurídico de nuestros días. Así, nos dice que, “enfrentados a una creciente resistencia, las tropas serbias empezaron una ola de masacres que condujo a la decisión de la OTAN de intervenir militarmente contra Serbia en 1999 para evitar un genocidio”.

Lean bien: con la “creciente resistencia” de los albaneses de Kosovo, Garrigues debe referirse al alzamiento insurreccional protagonizado por la guerrilla del UÇK a partir de 1998 (aunque existían numerosos casos de acciones de cariz terrorista desde 1996) que dejaron fuera de juego al “gobierno clandestino” albanés del LDK, liderado por Ibrahim Rugova, quien por ciento, se hartó de explicarle a los periodistas occidentales a lo largo de 1997, que los activistas que andaban pegando tiros por Kosovo eran en realidad "provocadores de la policía serbia”. Rugova sabía mejor que nadie que la ofensiva del UÇK no sólo iba dirigida contra los serbios, sino también contra la estrategia pacifista y gradualista que él encabezaba.



2004: Nueva limpieza étnica de serbios en Kosovo, al socaire de los disturbios. El mapa procede de una web proserbia













De hecho las acciones violentas aumentaron coincidiendo con las elecciones presidenciales clandestinas de los albaneses de Kosovo, convocadas para marzo. El lector puede encontrar varios ejemplos de tales afirmaciones si revisa la prensa de la época. Por supuesto, Garrigues tampoco hace mención de los abusos y atrocidades cometidos contra la población civil serbia y gitana por algunas unidades y miembros de la guerrilla del UÇK y eso ya desde 1998, razón por la cual está siendo juzgado por el TPIY y desde enero de este mismo año el ex primer ministro albanés del gobierno de Kosovo, Ramush Haradinaj.

A continuación, Juan Garrigues nos explica que “las tropas serbias empezaron una ola de masacres”, refiriéndose a la campaña contrainsurgente llevada a cabo por las fuerzas de seguridad serbias entre marzo y finales de octubre de 1998 en las que se produjeron varias matanzas, cada una de ellas de entre veinte y treinta albaneses, replicadas a veces por el UÇK con población civil serbia y colaboracionistas albaneses. Pero esa situación no condujo a la intervención de la OTAN, sino a la detención de los combates, a partir del 27 de octubre, y a la apertura de un proceso negociador entre serbios y albaneses, tutelado por el Grupo de Contacto, que concluyó en Rambouillet, en febrero de 1999. Y fue la más que previsible negativa de la delegación serbia a aceptar algunos aspectos del “Diktat” que se le presentaron (como el célebre Interim Agreement for Peace and Self-Government in Kosovo, especialmente en su Apéndice B, capítulo 8, páginas 75 a 80) lo que llevó a cancelar posteriores negociaciones dando luz verde al ataque de la OTAN.

Por lo tanto, la OTAN no intervino para detener una guerra que de hecho estaba en stand by, ni una limpieza étnica en marcha, dado que hasta el momento había salido de Kosovo hacia Albania un procentaje reducido de los albaneses desplazados por las operaciones militares. También hoy en día se cuentan centenares de miles de colombianos desplazados (hay quien habla de tres millones) víctimas de la guerra civil, y nadie piensa en intervenir en fuerza en ese país. Es más: por entonces, en 1999, el Ejército turco llevaba casi quince años de guerra contra el PKK en el Sudeste de Anatolia, con el resultado de centenares de miles de desplazadas (¿un millón, dos millones?) y aldeas quemadas, y al parecer, la reacción de los occidentales fue ayudar al gobierno de Ankara a capturar a Öcalan, en febrero de ese mismo año.

















Guerrilleros del UÇK se pasean con trofeos: cabezas de víctimas decapitadas, en algún momento de la campaña insurgente de 1998 ó 1999. No sólo las fuerzas de seguridad serbias cometieron excesos


En realidad, Juan Garrigues nos desvela él mismo la naturaleza “preventiva” del ataque cuando afirma que la OTAN intervino “para evitar un genocidio”. Eso es: para evitar algo que no estaba sucediendo todavía. Y de hecho, no existen pruebas reales de que fuera a suceder tal cosa. En cambio, las expulsiones de albaneses en la primavera de 1999 –no acompañadas de matanzas masivas- fueron una respuesta a los ataques de las OTAN y no al revés. Es por ello, precisamente, por lo que la naturaleza preventiva de la ofensiva aérea contra Kosovo, llevada a cabo por la OTAN con exclusión de la ONU, es un antecedente real del ataque también supuestamente preventivo contra Irak, en 2003. Por entonces, Washington y Londres mintieron descaradamente; ¿lo hicieron también los protagonistas del bombardeo estratégico contra Yugoslavia, en marzo de 1999?

Pero no pretendo criticar la pieza de Garrigues, puesto que no posee una relevancia especial, ni informativa ni argumental; no es sino un ejemplo entre otros muchos sobre cómo los analistas pasan de puntillas sobre la explicación precisa de la intervención atlantista en Kosovo. Al parecer, hace pocos días, un profesor de cierta universidad madrileña explicaba a sus alumnos que los Estados Unidos apoyaban la independencia de Kosovo “para librarse de las mafias albanesas en su territorio”. No es de extrañar que realmente se haya hecho tal afirmación en un aula, porque lo cierto es que a falta de justificaciones diáfanas para explicar el por qué de la previsible independencia de Kosovo, se recurre a veces a las teorías más peregrinas.




Unidad especial del UÇK, con sus distintivos uniformes negros, desfila triunfalmente por Kosovo, en junio de 1999


Por otra parte, las justificaciones que quedan en pie son tan difíciles de admitir desde Occidente, que es mejor dejarlas de lado. Ya se ha hablado mucho sobre el hecho de que el reconocimiento, por parte de la ONU o de la UE de la independencia de una provincia perteneciente a un estado soberano constituye un precedente con consecuencias difíciles de prever, y se menciona al País Vasco, Cataluña, Córcega, Bretaña, Escocia y tutti quanti en Europa occidental. Pero esto es un fantasma más que una realidad; y para muestra, la crisis belga, que no ha esperado al "modelo kosovar" para desencadenarse. En cambio, no se habla para nada de las consecuencias más posibles y cercanas de lo que ocurra con Kosovo sobre los denominados "estados o territorios pre-estatales microperiféricos" tales como: Abjasia, Nagorno-Karabaj, República Turca del Norte de Chipre, Republika Srpska, oeste albanés de Macedonia, República del Transdniéster, Kurdistán iraquí, Sur del Líbano (¿por qué no?) o Gaza (de nuevo: ¿por qué no?).



¿Combatientes del UÇK, 1999? No: unidad de fuerzas especiales de la milicia de Hezbollah, sur del Líbano, 2006 Una estética parecida, una causa similar: forzar la creación de un pequeño estado propio con ayuda exterior


En realidad, Kosovo supone precedentes potencialmente más extravagantes todavía. Por ejemplo, la institucionalización del triunfo de la vía armada para que la UE reconozca soberanías, algo que ya ocurrió de hecho en 1991, con Eslovenia o Croacia, y que explica las simpatías o posturas complacientes que despiertan en algunos países europeos las opciones nacionalistas radicales y secesionistas presentes en el territorio de otros socios (y mejor no seguir con este escandaloso asunto). Y ya puestos, permítanme otro recuerdo: el de una señora mallorquina que acudió a una conferencia sobre el conflicto de Kosovo, celebrada en al Ateneu Barcelonés en aquel mismo año de 1999, y que dijo entender el problema desde la óptica de su isla, en relación a la creciente población alemana que había comprado ya un 14% del suelo de Mallorca. “De fuera vendrán, y de casa te sacarán”- apostilló lapidariamente. Quizás era una postura exagerada, desde luego. Pero aún así y a veinte años vista, quizá menos: ¿Surgirán en la Europa del futuro repúblicas basadas en núcleos compactos de población inmigrante?¿Serán definidos esos núcleos poblacionales como “minorías” algún día? El tiempo y el precedente kosovar lo dirán.

Pero de momento sigue en pie la pregunta: ¿Por qué una intervención militar destinada (supuestamente) a evitar una guerra interétnica en el interior de un estado soberano concluye en la independencia de la región afectada? Se supone que una vez conjurada la guerra y pacificado el territorio, liquidado el régimen de Milosevic en Belgrado y sustituido por otro netamente democrático, se hubiera podido lograr un proceso de reconciliación que garantizara la convivencia pacífica, la administración eficaz y la prosperidad material de la zona. Algo parecido al triunfo del federalismo, como ocurrió en Bosnia. En cambio, persistió el rancio estado nación, la economía de Kosovo sigue paralizada después de ocho años de administración internacional y para postres se le va a conceder la indepedencia como única "solución" a la desastrosa evolución del problema; la ONU va a violentar sus propias resoluciones y clavar un calvo más en su propio ataúd; la UE va a pagar los platos rotos de los demás y en virtud de la implicación de Rusia y los Estados Unidos en el asunto, el problema de un territorio no mayor que Asturias está cobrando un desproporcionado estatus de símbolo y precedente universal, aplicable en teoría a otras regiones del mundo más extensas, complejas e importantes. En definitiva: ¿Dónde reside la grotesca "magia" del problema kosovar?




(Continuará)

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