lunes, diciembre 25, 2006

Un cuento navideño con gnomos europeos





Una de las estatuas más imponentes del Turkmenbaşı en Aşgabad, erigida sobre el Arco de la Neutralidad. Las fotografías de la capital turkmena proceden de la web de viajes del matrimonio Leon Peute-Mírjam Stark (BamJam)


¿Qué sabe usted de Turkmenistan? No se acongoje: posiblemente posea más nociones del país que muchos periodistas. Algunos acaban de descubrir, hace tan sólo unos pocos días que estaba gobernado por un extravagante tirano: Saparmurat Niyazov, que se hacía llamar Turkmenbaşı, señor de los turkmenos. Una proporción significativa de las crónicas se dedicó a detallar las extravagancias de Niyazov: que si había prohibido el ballet, las radios en los automóviles, los dientes de oro y las clínicas regionales. Que si declaró ilegales toda una serie de enfermedades infecciosas. Y no olvidemos que ordenó rebautizar los meses del año con los nombres de sus familiares; o construir un zoológico con instalaciones para pingüinos y pistas de patinajes en el tórrido desierto de Kara Kum. A los periodistas les pirran estos detalles, porque automáticamente declaran "loco" al estadista y todo queda explicado. No hace falta buscar coherencia en la política del país en cuestión, no es necesario saber más. Era un lugar lejano y extraño gobernado por un chalado; por lo tanto, no existió nunca o no hacía falta conocer nada de él y sus habitantes. Hoy mismo, día de Navidad, los periódicos españoles le dedican un breve espacio con fotografía al sepelio del “déspota”.

El Ruhnama o libro de pensamientos, ideas y consejos morales del Turkmenbaşı. La imagen corresponde a una reproducción en cemento de la obra, convertida en monumento y expuesta en la vía pública en la capital (foto procedente del blog de BamJam). A la muerte del estadista estaba a punto de publicarse el volúmen II, confeccionado con las cartas de los turkmenos.


Turkmenistan es un país construido en torno a un desierto, el de Kara Kum. "Construir" es un verbo que le cuadra. En los años veinte, Moscú reorganizó a propia conveniencia las que deberán ser nuevas repúblicas socialistas federativas soviéticas en Asia Central. Lo importante era evitar cualquier proyecto autóctono de reagrupamiento. En 1921 fue creada la región autónoma de Turkmen y al año siguiente la de Kirguizia. Y en 1924 dejaron de existir Jiva y Bujara como estados nacionales herederos de los antiguos janatos. Ese mismo año, en octubre, el Comité Ejecutivo Central de la URSS votó por la fundación de las repúblicas socialistas de Turkmenistan y Uzbekistan. Desde 1991 esas repúblicas han devenido independientes, algunas de ellas bajo regímenes políticos peculiares, legitimando su existencia en teorías históricas notablemente forzadas y sobre todo, a partir de notables recursos naturales. En el caso de Turkmenistan es el gas. Algunos periodistas han confundido las exageraciones de Niyazov con la importancia real de los yacimientos. Claro que la república no tiene unas reservas de 12 billones de metros cúbicos, como trompeteaba triunfalmente el Turkmenbası; pero las actualmente existentes de 2,86 billones de metros cúbicos, ya la definen como el undécimo productor mundial de gas. Hoy la prensa española afima, con amplia posibilidad de error, que es el quinto, lo cual situaría a esa república a la altura de Rusia, Irán, Qatar, Arabia Saudí, Estados Unidos o Argelia; pero en cualquier caso, no son cifras en absoluto desdeñables. Y por si fuera poco, Turkmenistan posee otros recursos naturales nada despreciables: petróleo, oro, platino y uranio.


Esos datos ya son suficientes para entender la importancia real del país centroasiático y la política exterior rigurosamente neutralista seguida por Niyazov, ésta si, completamente coherente. La república procuraba tener buenas relaciones con sus vecinos peligrosos, especialmente con Irán. Con Rusia, las cosas eran todavía más difíciles, pero en líneas generales el dictador tendía a evitar las tensiones. Y sin embargo, el sueño del régimen perjudicaba potencialmente a iraníes y rusos, por cuanto consistía en tender un gaseoducto que a través de Afganistán llegara a Pakistán y al Índico (o la India, posible gran cliente futuro de Turkmenistan). Para hacer realidad el proyecto, Niyazov mantuvo cordiales relaciones con los talibanes; y también con las fuerzas de la Alianza del Norte. Más adelante, tras la invasión de 2001, la cordialidad se trasladó a los norteamericanos. Pero Turkmenistán no se llegó a embarcar en alianzas estrechas con Washington. En la guerra contra el terrorismo, Niyazov tampoco se comprometió; apenas hizo concesiones: permiso de sobrevuelo con fines básicamente humanitarios, pero nada de bases militares. Washington se temió que el país terminara sirviendo de refugio a los talibanes, pero los turkmenos cumplieron bien.



Fotografía de Saparmurat Niyazov. Para leer su biografía oficial pinchar aquí.



En la actualidad, el soñado proyecto del gaseoducto transafgano parece que va para largo. Los combates se recrudecen en la zona, los talibanes están recuperando su perdida fuerza, la OTAN no sabe cómo salir del atolladero y no se cumplen las mínimas condiciones de paz y estabilidad para tender un gaseoducto hacia Pakistan. Y justamente ahora, cuando proliferan misteriosamente las guerras civiles potenciales o reales en países árabes como Irak, Líbano y territorios palestinos (vaya coincidencia), cuando prosperan las sanciones de la ONU y de los norteamericanos contra Irán, siendo éste activamente apoyado por los rusos, fallece de un ataque al corazón (qué casualidad) el tirano Saparmurat Niyazov, conocido como Turkmenbaşı. Sobre todo, los rusos fueron quienes dieron la voz de alarma. Académicos, expertos, políticos y diplomáticos se han lanzado a opinar sobre un país que conocen bien. Unos cuantos de entre ellos pronostican tensiones e incluso crisis internas entre los diversos clanes por el control del poder. Fueron precisamente los rusos quienes han explicado que la sucesión en torno al viceprimer ministro y ministro de Sanidad, Gurbanguly Berdymuhammedow, se debe a que es hijo natural del desaparecido dictador.

Y es que Turkmenistán está en el centro de un juego de fuerzas de difícil equilibrio. De un lado vende gas a Rusia, que a su vez es máximo exportador mundial. Esto es así, porque el enorme país eslavo oferta tal cantidad de gas que al final siempre se queda corto en las previsiones para el consumo interno, y las ventas turkmenas ayudan a paliar esa carencia a un precio razonable. Pero Rusia es la parte fuerte y el ajuste de los precios no suele ser favorable a Turkmenistan. A partir de 1999 las cosas se complicaron con el descubrimiento del yacimiento de gas Şah-Deniz en el Caspio, cuya explotación puso en conflicto a Azerbayan con Turkmenistan, y no sólo por la cuestión del reparto del mar y sus explotaciones, sino también en lo referente de las ventas a Turquía, cuya demanda de gas está creciendo de forma apreciable: en 2010 se calcula que necesitará 55,2 billones de metros cúbicos, cifra que en 2020 ascenderá a 87,2. Durante un tiempo se consideró la posibilidad de tender un gaseoducto a través de Irán, otro cliente y vecino peligroso de Turkmenistan. Pero no resultaba convincente entregar a los iraníes el control de una salida tan importante como esa; durante el último año, las presiones de los países europeos y los Estados Unidos, que han catalizado en un paquete de sanciones votadas en la ONU, la posibilidad de contar con Irán como socio comercial se han vuelto demasiado problemáticas. Y tal como se ha dicho, la salida hacia la India está completamente cerrada a través Afganistán. Y los vecinos Uzbekistan y Kazajstan tienen su propio gas.



Por lo tanto, Turkmenistan resulta ser un país estratégicamente aislado, y no queda tan claro si esa circunstancia fue la base para la política de Niyazov o resultó más bien al revés. Casi cabe decir que a pesar de la cautelosa política exterior del difunto tirano el país había quedado rodeado por una cadena de coyunturas internacionales insalvables. Eso ayuda a entender que Ucrania se hubiera convertido en uno de los clientes más importantes del gas turkmeno, lo cual generaba curiosos efectos colaterales. Por ejemplo, ese "balón de gas" evitaba una mayor dependencia de Kiev hacia Moscú. Además, diversos prestamistas occidentales hicieron su agosto transfiriendo divisas a Kiev para que pagara sus crecidas importaciones de gas turkmeno. Pero aún así, los ucranianos tendían a saldar sus cuentas tarde y mal. Por ello, Aşgabad necesita tender gaseoductos hacia clientes fiables, solventes y capaces de absorber su potencial exportador. Pero también son necesarios socios inversores.















Una de las mezquitas principales de Aşgabad, edificada con aportaciones turcas. Fotografía procedente de la web de BamJam

Turquía es el primer paso; y a partir de ella, Europa. En este sentido, la muerte de Niyazov puede dar lugar a escenarios fatídicos o prometedores; todas las expectativas permanecen ahora dramáticamente abiertas. En pocos meses Turkmenistan podría devenir un anulado satélite ruso-iranio. O bien resolver sus diferencias con los primos azeríes y acercarse a Turquía. Al fin y al cabo no es sólo es una cuestión comercial. Los turkmenos son turcos de origen oğuz, ancestros de los actuales turcos de Anatolia y azeríes. A este respecto, la prensa turca ha recogido con atención la participación de la importante delegación de Ankara que acudió al sepelio de Saparmurat Niyazov en Aşgabad.


Perfil de la ciudad de Aşgabad en el horizonte. Fotografía procedente de la web de BamJam





Rusos y turcos siguen con atención los acontecimientos en la capital turkmena. Europa parece ajena al asunto. Mientras Francia, Alemania, Holanda, Italia y otros países miembros de la UE han preferido negociar bilateralmente con Moscú los suministros de gas, y España los obtiene de Argelia, la "vía turca" hacia el gas y el petróleo de Asia Central se antoja algo remoto. Cuando aún resuenan los pueriles suspiros de aquellos que consideran que los últimos obstáculos inventados para ralentizar la candidatura turca a la UE alejan las fronteras europeas de los países árabes de Oriente Próximo y sus conflictos, en realidad las apartan de las riberas del Caspio y de las fuentes de energía que podrían hacer del viejo continente el gigante del siglo XXI. El mismo periódico que hace pocos días apenas podía disimular su satisfación por el hecho de que Turquía
haya sido “castigada”, se lleva ahora las manos a la cabeza ante el hecho de que Europa será cada vez más dependiente de la energía rusa, sin acertar a ver la importancia de la jugada turca que estamos tirando por el fregadero a cambio de nada. Por desgracia parece que seguiremos viviendo como enanitos bajo las setas de las leyendas franco-centroeuropeas. Slitzweitz!

Etiquetas: , , , , , , , , , , , ,

lunes, diciembre 18, 2006

El espacio ex otomano, origen de las crisis actuales (5)














Grabado de trazos grandilocuentes pero evocadores sobre la proclamación de la primera serie de reformas del Imperio otomano en el Gülhane del Topkapı, 3 de noviembre de 1839.


Los esfuerzos por preservar la integridad del Imperio otomano no se circunscribieron a las presiones diplomáticas y amago de intervenciones militares por parte de las potencias europeas occidentales. El 3 de noviembre de 1839, en el denominado Pabellón de las Rosas (Gülhane) en presencia de las más altas autoridades del estado, ulemas y personalidades religiosas y ante una multitud que apenas se protegía de la fría lluvia, el sultán Abdülmecid I leyó solemnemente el Hatt-ı Hümayun o decreto imperial que inauguraba formalmente el Tanzimat-ı Hayriye o Benéficas Disposiciones. El decreto leído en Gülhane contenía promesas de gran calado social e institucional. Aparte de disponer el establecimiento de un aparato fiscal regular, el desarrollo de un sistema de recluta y entrenamiento modernos para las fuerzas armadas, garantizaba que los sujetos que constituían la población del Imperio serían iguales entre sí, sin distinción de religión ni nacionalidad, algo que estaba intrínsecamente en contradicción con la ley musulmana básica y que contradecía de plano los fundamentos sociales del estado desde su fundación. En consecuencia, éste garantizaba ahora la vida, seguridad, honor y propiedades de la población. Por ello y a pesar de que no se puede considerar que fuera una constitución –el sultán podía abrogar las reformas que él mismo había ordenado aprobar- el decreto de 1839 constituía el acta de nacimiento de la ciudadanía otomana, aboliendo el estatuto de siervo y poniendo legalmente en entredicho el de súbdito, aunque las nuevas leyes que debían hacer a todos los ciudadanos iguales no estaban aún redactadas ni aprobadas.



Cartel alusivo a las reformas de 1856: todas las religiones y nacionalidades del imperio se unen bajo los derechos comunes a toda la ciudadanía





De esa forma comenzó el denominado periodo de las Tanzimat o reformas destinadas a modernizar el Imperio otomano. Éstas se prolongaron hasta poco antes de la denominada Revolución de los Jóvenes Turcos, en 1908, con un punto de inflexión en 1856, cuando se lanzó una segunda oleada de reformas tras la Guerra de Crimea. En conjunto se centraron en la construcción de todo un entramado jurídico e institucional que, si bien dio lugar a un moderno estado otomano, no sirvió para poner las bases de una revolución industrial y hacer del imperio un serio competidor de las grandes potencias de la época. En realidad, esto no fue debido a la torpeza sistemática de los gobernantes otomanos o a cualquier otra explicación basada en la supuesta incapacidad de una sociedad islámica para evolucionar en el modelo occidental de modernidad. Los embajadores de las grandes potencias europeas interesadas en impulsar las Tanzimat estuvieron presentes aquel 3 de noviembre de 1839 en la Gülhane, junto al sultán; y también enviaron duras notas de presión, a comienzos de 1856, para que el sultán volviera a impulsar las reformas, cuyo resultado fue la proclamación de un nuevo Hatt-ı Hümayun o decreto, el 18 de febrero de 1856. De la misma forma, tres años más tarde la preocupación volvió a irrumpir entre la comunidad diplomática de las grandes potencias, a la cual las reformas se les antojaban lentas hasta la exasperación; y en octubre, presentaron un memorándum de queja al gran visir. En 1861, en medio de una manifiesta crisis financiera, falleció de tuberculosis el sultán Abdülmecid, siendo sustituido por su hermano, Abdülaziz. Esto no contribuía a despejar el panorama, bien al contrario. Si bien el primero había sido un hombre de constitución enclenque, carácter pusilánime y temperamento reservado que había gastado una fortuna en concubinas y palacios, al menos había demostrado ser una persona sensible, de refinados gustos occidentales, que incluso había compuesto algunas piezas de música de cámara. Por supuesto, había ayudado a impulsar las Tanzimat; todo ello a pesar de su desconfianza en los visires y de la influencia de su madre, la sultan valide Bezmialen, amante del líder del partido de los conservadores. Pero el contraste con su hermano y sucesor, Abdülaziz, no podía ser mayor. Hombre de perfil netamente rústico, de gran envergadura y fortaleza, su pasión era la lucha, uno de los deportes nacionales turcos; sus súbditos, muy al corriente de esta afición, pronto le conocieron como Güreşçi, el “Luchador”. También le gustaban los combates de camellos y carneros –una afición de los pastores, incluso hoy en día- y las peleas de gallos. Se había pasado los primeros 31 años de su vida recluido en palacio y no poseía una educación mínimamente refinada. Con una persona así al frente del imperio, los embajadores occidentales se temían lo peor en relación con la continuidad de las reformas.


A ojos de las cancillerías occidentales, la subida al poder de un sultán como Abdülaziz no presagiaba un rumbo favorable a las reformas




En febrero de 1867, el gobierno francés, respaldado por el británico y el austriaco presentaron ante la Sublime Puerta una nota urgiendo una política de reformas más activa, añadiendo algunas sugerencias bastante detalladas. Pocos meses más tarde, Napoleón III echó una mano adicional invitando a Abdülaziz a visitar la Exposición Universal de Paris. Así que, por primera vez en la historia del Imperio otomano, un sultán realizaba una gira por las capitales de la Europa occidental. Abdülaziz regresó a Estambul muy impresionado y se lanzó a promover la modernización del imperio con un entusiasmo temerario. Se encargaron las locomotoras más modernas a Gran Bretaña para los escasos kilómetros de vía férrea tendidos hasta entonces y se compraron nuevas y modernas fragatas blindadas para la flota. Todo ello quedó rematado en 1869 con la inauguración del canal de Suez, iniciado diez años antes. Se reorganizó el motor jurídico de las reformas, desdoblándose el Consejo de Ordenanzas en un Consejo de Estado, inspirado en el Conseil d´État francés, como corte suprema de apelación, con responsabilidades consultivas y cuasi legislativas.



El sultán Abdülaziz es recibido en Viena por el emperador Francisco José durante su gira europea. La imagen cordial que trataban de ofrecer las cancillerías europeas hacia el Imperio otomano...



En definitiva, más reformas en la misma línea habitual: facilitar los intercambios comerciales, favorecer la intromisión política, utilizar el territorio otomano en beneficio propio, impulsar las ventas e inversiones y evitar la promulgación de leyes o tarifas proteccionistas por el estado otomano. No por casualidad, las escasas fábricas que existían hacia el final del sultanado de Abdülhamid II sólo elaboraban productos tales como ladrillos de construcción, vidrio o papel. Constituían una cierta excepción las factorías asociadas al impulso de la agricultura industrial impulsada por esos años: básicamente el algodón y la seda, o aquellas relacionadas con algunos aspectos del armamento y equipo militar, pero que nada tenían que ver con la industria pesada. Por lo tanto y durante demasiados siglos, el Imperio otomano fue un estado “sin puertas”, en el cual, por ejemplo, circularon sin restricciones todo tipo de monedas extranjeras durante décadas. O donde el servicio de correos estuvo gestionado desde la primera mitad el siglo XVIII por las delegaciones diplomáticas extranjeros. Cuando en 1874, (establecido ya desde hacía años un servicio estatal de correos otomano) el gobierno intentó terminar con la extensa red postal alternativa, las potencias que lo gestionaban se opusieron rotundamente. Lo cual resultaba claramente abusivo, pues la resistencia de las potencias a la nacionalización de los servicios de correo otomanos violaba un derecho al monopolio postal que ellos defendían y aplicaban a rajatabla en sus propios países.











...se contraponía a la visión mucho más racista que exhibían las caricaturas de la prensa en aquella época, de forma muy similar a lo que ocurre en nuestro días. Las potencias occidentales obligan al indolente sultán a actuar a punta de pistola; en este caso se trata de Abdülhamid II


Pero el esfuerzo de las grandes potencias por mantener la integridad del Imperio otomano en beneficio propio tuvo también una doble cosecha de consecuencias de gran alcance relacionadas con la estructura social. Resulta evidente que las Tanzimat no contribuyeron a crear una sólida burguesía comercial que hubiera servido para impulsar una revolución industrial, una modernización social extensa y una plataforma política estabilizadora. La construcción de una compleja maquinaria estatal dio lugar a la aparición de una extensa burguesía funcionarial que mayoritariamente era de procedencia turca y musulmana. En cambio, a lo largo del siglo XIX, la burguesía comercial y financiera fue armenia, griega y judía, mayoritariamente. Esa dicotomía no sólo evitó que catalizara una clase media de negocios interétnica que hubiera dado un importante impulso al desarrollo del Imperio otomano: de hecho sirvió para perpetuar una hostilidad mutua que derivó en dos grandes tragedias a comienzos del siglo XX: el genocidio armenio de 1915 y el masivo intercambio de poblaciones entre Grecia y la República turca pactado en Lausanne, en 1923. Pero a su vez, ese catastrófico resultado final fue la suma de años y décadas de presiones e ingerencias de las grandes potencias, comenzado por Rusia y Austria, y terminando por todos los demás.

Etiquetas: , , , ,

sábado, diciembre 16, 2006

NOTA: Un blog académico

Los lectores habituales de este blog, y todos aquellos que estén interesados en la historia de los países del Este en general, y los balcánicos en particular, además de Turquía y el Imperio otomano pueden visitar: veiga 2: un blog académico. Como su título indica, se trata de una publicación electrónica destinada a reproducir artículos y ponencias ya publicadas y presentadas por el autor en revistas especializadas y congresos. Por desgracia, muchas de esas piezas se quedan durmiendo para siempre en algún perdido cajón de los organizadores del evento o salen a la luz en publicaciones de escasa difusión. Internet es el vehículo ideal para divulgar esos trabajos y asegurar una máxima permanencencia y fácil accesibilidad.

Por desgracia, la estructura de los blog no permite reorganizar fácilmente los posts publicados, por lo que las piezas colgadas en
veiga 2: un blog académico no guardarán un orden cronológico respecto a la fecha de su elaboración, ni podrán ser agrupadas por temáticas. De todas formas, teniendo en cuenta que el material disponible no es tan extenso, el lector no encontrará grandes dificultades en “revolver” el blog, como si de un cajón de sastre se tratara, para encontrar aquel artículo que busca o puede interesarle más.

Lógicamente, la publicación de los post no estará sujeta a periodicidad. Durante un tiempo se irán añadiendo aquellos trabajos de más interés y al terminar con el último, el blog quedará a la espera de que el autor presente nuevas contribuciones en los ámbitos académicos.

Etiquetas:

domingo, diciembre 10, 2006

Unión Europea: Turquía o barbarie


La revista "Newsweek" corres- pondiente a esta misma semana en curso (11 de diciembre de 2006) dedica su negra portada a una embarazosa pre- gunta, en grandes titulares: “Who Lost Turkey?”. La pieza principal que acom- paña a tal interrogante está firmada por Owen Matthews y señala: “Europe Has Botched Its Grand Strategy – And Will Pay the Price”. No cabe duda de que la situación ha devenido delicada. El autor insiste en que el descarrilamiento de las negociaciones con el candidato turco pueden hacer que se le caigan encima a Bruselas todos los vagones que componen la UE. No le falta razón: a estas alturas, el fracaso daña mucho más al club europeo que a Turquía: aquí puede cambiar el gobierno, la situación política incluso sería susceptible de experimentar cierta regresión. Pero en Bruselas, tras el fracaso en el intento de aprobar una Constitución común, seguido por la incapacidad de controlar a los "socios gamberros", la impotencia a la hora de ponerse de acuerdo sobre las negociaciones con Turquía señalan un punto y aparte en el desgobierno de la UE.

Y lo peor: todo ello está sucediendo porque los turcos llevan razón en la mayor parte de sus posturas. De entrada, porque tal como se dice en Ankara, Europa es en buena medida, rehén de los grecochipriotas. En la primavera de 2004, ellos sabotearon el Plan Annan de la ONU para la reunificación de la isla, y la UE no supo ni quiso hacer nada para enmendar la situación. Ha sido necesario que el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdoğan ofreciera la apertura de un puerto y un aeropuerto turcos a las naves grecochipriotas, para que por fin la prensa europea se dignara explicar la esencia del conflicto en curso.

El 18 de noviembre pasado, el diario "El País" publicó y encuadró una carta al director formada por el periodista español Andrés Mourenza, residente en Estambul, que decía así: "El pasado lunes me sorprendió sobremanera no encontrar ni en la prensa ni en los medios españoles una sola referencia a una frase bastante importante pronunciada por el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdoğan en la rueda de prensa que el día anterior había ofrecido junto al presidente del gobierno español. Las palabras de Erdoğan -retransmitidas en directo por las televisiones turcas- fueron: "KKTC´ye uygulanan izoslayonlar kalksın, biz limanları da açarız, havaalanlarını da acarız" [Que se levante el actual embargo de la República Turca de Chipre del Norte y nosotros abriremos los puertos y aeropuertos (al comercio con la República de Chipre)]. Esta frase fue tomada por toda la prensa turca como un cambio de actitud más favorable al plan finlandés que propone la apertura bajo supervisión internacional del puerto turcochipriota de Famagusta a cambio de la aceptación de transacciones comerciales turcas con Chipre. Sin embargo, en esa rueda de prensa, algo se debió perder en la traducción española, o quizás sea que interesa más repetir los esquemas habituales sobre el gobierno "islamista" de Turquía. Por cierto, ese mismo día, el presidente del Partido Popular Europeo, Hans-Gert Pöttering, participó en el congreso del partido de Erdogan, ya que su organización es miembro observador del grupo conservador europeo".



El Plan Annan para la reunificación de Chipre incluso había previsto una nueva bandera para la república, como la que se muestra aquí. Procedencia: Wikipedia



En efecto: la prensa occidental se dedicó a ningunear que tras el fracaso del plan Annan, el Consejo se había comprometido, en abril de 2004, a trabajar para poner fin a la separación de Chipre. Ello incluía la restauración del comercio directo entre las dos comunidades y una ayuda financiera a la República Turca del Norte de Chipre (en torno a los 240 millones de euros) que no se han llevado a cabo. Ahora, dado que el ofrecimiento de Erdoğan se vinculaba a la ejecución de las promesas hechas por Bruselas, la prensa y la diplomacia europeas se han visto obligadas a mencionar el asunto en sus columnas y declaraciones. Y es que, en fecto, la UE tiene que mojarse en el conflicto chipriota, ha de intervenir presionando a uno de sus miembros más díscolos y patrióticamente egoístas, en vez de ceder a la pusilanimidad, encogerse de hombros y pasarle la factura a Turquía para que pague de su bolsillo todos los vidrios, incluyendo aquellos que rompieron los demás. Sabe muy bien lo que dice el primer ministro belga Guy Verhofstadt cuando argumenta, a quien le quiera escuchar, que la Unión Europea debe apresurarse a desterrar la regla de la unanimidad en la toma de decisiones y adoptar la llamada "claúsula pasarela" que daría paso a la mayoría cualificada. Mientreas la regla de la unanimidad continúe en vigor, La UE se arriesga a seguir el camino de la decadencia que sufrió la República de los Nobles polaca en el siglo XVIII, es decir, terminará presa de los mezquinos intereses egoístas de los socios más pequeños y de la cínica política de sabotajes de los grandes.

Los grecochipriotas no desean la reunificación de la isla ni que Turquía acceda como miembro de pleno derecho en la UE. Trabajan consciente y activamente en esta doble dirección y hasta ahora han intentado disimularlo, pero la propuesta de Erdoğan, que consideraban imposible, aflojó los nervios del ministro de Asuntos Exteriores, el cual no dudó en amenazar colectivamente a la UE: "Nicosia volverá a la línea dura si alguien en la UE intenta usar esto para limitar las sanciones que deben ser impuestas a Turquía por no cumplir con sus obligaciones" -sentenció, dejando claras las intenciones de su gobierno. Ankara recuerda, y le sobra razón, que Chipre no ha respetado sus compromisos, ni siquiera con la UE; por ejemplo, aliviar el embargo de la zona turca de la isla o negociar un nuevo acuerdo de reunificación. Si prosperan las iniciativas del pequeño y agresivo grupo de socios turcófobos, habremos de concluir que la Unión Europea está gobernada por ellos, y básicamente por un tinglado de agentes interpuestos: Francia envía por delante a Chipre, como si fuera un pequeño mastín acosador, y Alemania lleva a cabo la misma jugada con Austria e incluso Francia. Pero lo peor es la creciente constatación de que Paris estaría dispuesta a destruir a la UE antes de perder las riendas de su poder en ella.















İsmet İnönü conversa con Churchill en una de las diversas conferencias que mantuvieron durante la Segunda Guerra Mundial. Se puede decir que el estadista turco contribuyó a forjar un estilo diplomático coriáceo pero eficaz para afrontar la negociación en momentos difíciles.


De otra parte, uno de los aspectos más alarmantes de la diplomacia comunitaria es la tendencia a subestimar a su homóloga turca. Como hace ochenta y tres años, durante la Conferencia de Lausanne. Por entonces, la delegación turca encabezada por İsmet Bajá (más tarde devendría İsmet İnönü) logró driblar a la diplomacia británica y francesa, por entonces en el apogeo de su potencia, tras haber puesto de rodillas a los alemanes, austriacos y húngaros, derrotados en la Gran Guerra. Aquello fue un prodigio de tenacidad, cautela y astucia que logró descolocar a un despectivo Lord Curzon y al soberbio Poincaré. Lausanne fue el bautizo internacional de la nueva Turquía republicana y kemalista, y eso marcó fuertemente el estilo de su diplomacia. Algo envarada e inflexible, es cierto, pero muy curtida por tenérselas que ver, en plena Guerra Fría y aún hoy, con vecinos tan complejos y duros como los rusos, iraníes y sirios; capaz de lograr que su país sea el único de mayoría musulmana que hasta hace poco mantenía relaciones con Israel; ducha en movimientos delicados y a media luz, capaz por ello de conseguir un imposible acercamiento entre Pakistán e Israel. La diplomacia turca se las ha tenido que ver con los mismos norteamericanos en momentos difíciles, como la crisis de los misiles en 1962 o la reciente invasión de Irak, en 2003. Logró que Turquía accediera a la OTAN, ya en 1952, y que siguiera allí después de tres golpes militares; mantuvo el país a flote tras el bloqueo internacional sufrido a consecuencia de la invasión del tercio norte de Chipre, en 1974. Y sobre todo, consiguió que el país fuera neutral durante la Segunda Guerra Mundial, a pesar de las presiones ejercidas por el Eje y los Aliados. El mismo İsmet İnönü de Lausanne, defendió la neutralidad turca entre 1939 y 1945 con los conocidos argumentos referidos a la falta de preparación militar, problemas logísticos y una pobre economía; y eso incluso durante la segunda conferencia de El Cairo, en diciembre de 1943, ante Churchill y Roosevelt en persona. Según una divertida anécdota relatada por el historiador Selim Deringil, al despedirse en el aeropuerto, İnönü abrazó a Churchill en un gesto de despedida y le estampó un beso en la mejilla. El premier, muy complacido se lo comentó al ministro Eden: “¿Ha visto? İsmet me besó”. Su réplica un tanto desabrida fue que esa parecía ser la única ganancia después de 14 horas de duro forcejeo diplomático sin más resultados.

Etiquetas: , , , , , , , , , ,

sábado, diciembre 09, 2006

Borat: choque de una civilización contra sí misma



Borat en una versión un punto estilizada tal como fue fotografiado para la revista "Rolling Stones", diciembre de 2006, pag. 58


Hace unas pocas semanas (edición del 13 de noviembre, pag.39), el corresponsal de “La Vanguardia” Andy Robinson, publicó una reseña sobre el film: “Borat. Enseñanzas culturales de América en beneficio de Gloriosa Nación de Kazajistán”. La pieza estaba adornada con toques de jerga técnica: que si es una comedia guerrilla a base de entrevistas-secuestro, aunque quizá también pueda ser catalogada como mockumentary con aspectos de cringe comedy… En realidad la fórmula base sobre la que se ha construido “Borat” tiene casi tres siglos de antigüedad. En 1721, Charles-Louis de Secondat, más conocido como barón de Montesquieu, publicó las Cartas persas, obra en la que, utilizando el género epistolar, un viajero procedente de un país remoto comentaba y criticaba caústicamente aspectos que para él eran chocantes de la sociedad francesa. Ese vehículo le permitió a Montesquieu atacar los privilegios y libertades de las clases altas. Años más tarde, en plena decadencia del Imperio español, Ángel Ganivet volvió a repetir la jugada con sus Cartas finlandesas (1898). En pleno 2006, las cartas han sido sustituidas por el relato filmográfico con toques del Cándido de Voltaire, del Simplicissimus de Grimmelshausen o de cualquier obra de la picaresca española del Siglo de Oro: Borat es un reportero de la República de Kazajastán que viaja a los Estados Unidos enviado por la televisión estatal de su país. Allí deberá rodar un gran reportaje sobre usos y costumbres del gran país de referencia a fin de extraer lecciones para modernizar los del estado del Asia Central, cuyas pasiones son, según el film, “beber orines de caballo y violar mujeres”. Pero una vez en los Estados Unidos, Borat se enamora de Pamela Anderson y decide atravesar el país de costa a costa para proponerle matrimonio. El viaje, claro está, da ocasión narrativa a la crítica mordaz.

Cartel del film: "Borat´s Cultural Learnings of America for Make Benefit Glorious Nation of Kazajkhstan"




Explicado así, se supondría que el objeto de la película es la burla de determinadas instituciones sociales norteamericanas. El historiador Niall Ferguson comentaba ese mismo 13 de noviembre, también en “La Vanguardia”, que la artillería de Borat se centraba en estamentos y figuras del más rancio abolengo republicano (“Perros azules, Borat y Bush”), y posiblemente no le falta razón; además explicaría en parte el enorme éxito del film en ese país, en paralelo con la decadencia de la era Bush. Pero en realidad, “Borat” posee varias lecturas y la de Ferguson no es sino una de ellas.

El film juega con una apuesta segura: el humor zafio. Trasladado a estándares españoles, "Borat" contiene aquellos vetustos ingredientes del humor regional, luego autonómico. También recuerda ocurrencias de aquel olvidado Emilio el Moro y Arévalo, mucho humor verde y marrón de Arévalo. Al travestirlo con vestimentas anglosajonas, es evidente que no hablamos de humor británico, ni tan siquiera en esa versión con sal gruesa que crearon los gloriosos Monty Python. El film "Borat" es humor judío paleto, con mucho potz, mucho pirgue y mucha caca (recordemos que el supuesto idioma kazako que hablan los protagonistas entre sí es, en realidad, puro yiddish). En efecto: si en el extremo del abanico tenemos el humor judío neoyorkino de Woody Allen, en el opuesto figura el de Sacha Baron Cohen, como surgido de las profundidades de cualquier aldea de la Galitzia, quizá de la vieja Ucrania, de Moldavia o la Bucovina, una de esa regiones de la Europa oriental de los que, a no dudar, proceden los ancestros de Sacha. Y esa es precisamente una de las claves del éxito de la parodia: el actor realmente se metió realmente, día y noche, en la piel de un zafio prototipo de patán "del Este". Porque es cierto que Borat podría ser kazako; pero también rumano, ruso, rumano, ucraniano, polaco o "de por ahí". Ya saben: la supuesta aldea kazaka de la que supuestamente procede Borat es un pueblecito rumano cuyo delito es ser pobre y atrasado; la b.s.o. es pura música gitana de los Balcanes, mezcla de la
Fanfara Ciocarlia y la banda de Goran Bregović. No debe extrañar que la desdeñosa actitud de Sacha Baron Cohen hacia los viejos vecinos goyim de su familia de "por ahí" haya provocado heridas en Rusia o Rumania. En la aldea de Glod –toponímico rumano que en castellano se traduce por “lodo”, un detalle que hace mucha gracia a los medias occidentales-, están furiosos. Alegan que Sacha Baron Cohen los estafó, no les informó sobre el argumento real del film ni qué papel les reservaba a ellos y a su aldea, todo ello comprado a peso de saldo, a tres libras esterlinas por cabeza.


Portadilla de la crónica publicada por "Rolling Stone" sobre Borat y su film, diciembre 2006



La cosa podría quedar en que "Borat" es una peli para pueblerinos que se ríen de las respuestas pueblerinas de paletos de toda índole, pertenecientes incluso a supuestas elites sociales. Pero resulta casi inevitable sospechar que Sacha Baron Cohen ha introducido cierto trasfondo de venganza calculada. Porque las animaladas que Borat utiliza para puntear su presunta identidad cultural kazaka, no son sino las viejas acusaciones que los antisemitas de las clases más bajas utilizaban ya en los siglos XIX y XX, en esas regiones orientales de "por ahí" para referirse a los vecinos judíos: el viejo mito de la concupiscencia hebrea que podía degenerar en violación, el asesinato ritual de niños cristianos raptados para utilizar su sangre en los rituales de la Pascua, los brebajes, la suciedad y miseria de las remotas aldeas. Pero lo más sorprendente es comprobar qué bien funcionan todavía –sin apenas remozarlas- las arcanas alusiones en pleno siglo XXI. La conclusión de estos comentarios no es la de que debemos evitar "Borat", que ciertamente se ha convertido en una comedia de gran éxito a mayor gloria de la MTV. Pero también se supone que no está de más saber por qué y de qué nos reimos a mandíbula batiente. A partir de ahí, posiblemente tendría mayor éxito una segunda parte de “Borat” en que el afamado reportero kazako se dedicara a tantear y ridiculizar las profundidades del racismo interjudío en Israel: los desprecios a los ciudadanos de origen ruso o los negros falashas africanos, el tono despectivo de las viejas familias sionistas y laboristas dedicado los "sefardíes" (en sentido abusivamente extenso) y, en fin, todos los defectillos que emigraron desde aquellas zonas de la Europa de "por ahí" a la vieja tierra de Sión.



El inválido rumano Nicu Tudorache, de la aldea de Glod, en Rumania, se considera especialmente perjudicado por Sacha Baron Cohen. Vid. entrevista publicada por el "Daily Mail" el pasado 11 de noviembre. En los últimas semanas han llovido las denuncias sobre la productora del film.



Más allá de eso, recordemos que Kazajstán es realmente una gran nación -como reza el himno inventado para el film- y no precisamente por ser un gran exportador de potasio. A comienzos de este mismo mes de diciembre, la Unión Europea firmó un acuerdo con ese enorme país de Asia Central (cinco veces la superficie de España: es el noveno país del mundo en extensión) para reducir la dependencia energética hacia Rusia. Kazajstán posee grandes reservas de petróleo, gas, uranio y todo tipo de minerales. Ocupa el décimo lugar en la lsita de países con reservas de crudo, y el decimoquinto en las de gas. Dado que en el 2025 la UE dependerá hasta en un 70% de las importaciones de energía, oiremos hablar bastante de Kazajstán, y no precisamente por sus reporteros ficticios de televisión. Por ejemplo, el país aspira a ocupar la presidencia de la OSCE en 2009. Como los kazakos y los europeos buscan salidas al petróleo y gas que no pasen por territorio ruso, sólo restan un par de países puente hacia el oeste: Azerbaiyán y Turquía, o bien otro aliado de ambos: Georgia. Detalle que trae a colación otro dato interesante: el kazako, hablado por el 64,4% de la población, es una lengua turca de la familia altaica.

Etiquetas: , , , , , , ,

lunes, diciembre 04, 2006

Die Nervensäge Papst

Día 13 de noviembre: acudo a un debate sobre las negociaciones para el acceso de Turquía a la Unión Europea. Tiene lugar en el Centro de Estudios Europeos de la Universidad San Pablo, en Madrid. Como es natural, la discusión se centró en torno al invitado de honor, el profesor Bahri Yılmaz de la Sabancı de Estambul. Pero el denominado Grupo de Reflexión contaba con interesantes invitados: muchos diplomáticos, expertos del mundo empresarial, algunos profesore,s y todo ello presidido por Marcelino Oreja Aguirre, presidente del Instituto Universitario de Estudios Europeos y José María Beneyto, director del mismo centro.

A primera vista, era de esperar un debate más bien caldeado, dado que un porcentaje de los asistentes se inscribían políticamente en el campo de una derecha conservadora y católica que, en teoría, no ve con buenos ojos la entrada de Turquía en la UE, lo que dejaría definitivamente fuera de juego la definición de Europa como un continente cristiano. Además, estaba presente la señora Rea Yordalis, Embajadora de Chipre, y había sido invitado el Primer Consejero de la legación francesa. Y sin embargo, como estábamos entre técnicos y expertos, el ambiente fue cordial y con un considerable respecto hacia la postura turca, defendida por el invitado de honor.


3 de octubre, 2006: comienza a alimentarse la histeria en la prensa occidental: según se dice, los secuestradores de un avión de línea turco "protestaban contra la visita del Papa a Turquía". La realidad sería más prosaica. De hecho se trataba de un solo secuestrador que "buscaba asilo político en Italia"


Recordé ese tono agradable y eficaz cuando pocos días más tarde, los periódicos publicaron titulares que eran síntoma de histeria en caída libre: “Marcha islamista en Turquía contra la llegada del Papa” –proclamaba en grandes titulares “La Vanguardia” del 27 de noviembre. Quizás el rotativo buscaba hacer un paralelismo implícito con la “Marcha Verde” de los marroquíes en 1975, pero en absoluto quedaba claro el significado de la frase. Había que ir a la página 6 para que, desde Estambul, Ricardo Ginés aclarase que “los islamistas reúnen a 20.000 personas, muy por debajo de lo esperado. La cifra es irrisoria si se compara con la que vaticinaban los medios islamistas turcos, que anticipaban hasta un millón de participantes”. En realidad, parece que el Partido de la Felicidad (Saadet) de Erbakan fue el único que intentó sacar provecho de todo ese ruido.


Manifestaciones en los días previos a la visita del Papa. La importancia numérica de estos actos, que demostraron una vez más la disciplina imperante en el Partido de la Felicidad, no se correspondieron en modo alguno con el nivel de incomodidad que generó entre los turcos la visita del Pontífice.


El Papa llegó en plena periodo electoral, y de una manera u otra, en mayor o menor grado, incomodó a todos. A los musulmanes practicantes e islamistas, dado que no entienden –y llevan buena parte de razón- por qué han de sentir algo especial por el líder religioso de una fe que no es la suya. Eso sin contar con todos aquellos que se sienten heridos por las declaraciones del Papa en Ratisbona y antes, en 2004, en contra de la entrada de Turquía en la Unión Europea. Y los turcos del sector laico, que continua siendo muy importante e incluso mayoritario en la sociedad de ese país, porque la visita de Benedicto pone en evidencia ante el resto de Europa, y además de forma reiterada, machacona, que Turquía es musulmana. Y “sólo” por ello, se supone que el viaje conllevaba un alto grado de riesgo, como remacharon una y otra vez los periodistas de la derecha europea. Esa actitud, como de adentrarse resignada y valientemente en tierra de martirio, resultaba ofensiva tanto para los musulmanes turcos, como para los laicos, a los que repugna esa falsa imagen de su país como peligroso nido de fundamentalistas, dispuestos a comerse crudo al Papa.

En realidad, junto con las provocaciones por pasiva, se han sucedido, por parte de Benedicto, una serie de gestos desafortunados. La respuesta, notablemente desábrida del Papa al ministro de Asuntos Exteriores Gül cuando éste le convidó a una cena privada (“El Pontífice no participa en actos mundanos”) conllevaba una penosa contradicción. Sólo el pasado domingo se informó oficialmente sobre el objetivo real del viaje –lo cual contiene también su dosis de altanería- que era de carácter pastoral y por tanto, religioso. Paradójicamente, la prensa turca –por ejemplo, el diario moderado islamista “Zaman”- informaron antes y más precisamente del asunto que la occidental. Se trataba de organizar una reunión con el patriarca greco ortodoxo Bartolomeo el día de la festividad de San Andrés, con la asistencia al servicio religioso de miembros de la muy exigüa comunidad católica de Turquía (30.000 almas). Una reunión que quizá pretendía evocar pálidamente el concilio de 1439, cuando el Papa Eugenio IV logró reunir en Florencia y Ferrara a delegados de las iglesias de Egipto, Siria, Georgia y Rusia para superar el Gran Cisma de 1054.


El Papa Benedicto XVI saluda al patriarca Bartolomeo I. Las intenciones del viaje papal, tal como fueron justificadas desde el Vaticano, eran puramente pastorales


Esta escenificación tan forzada, junto con el contenido del polémico discurso de Ratisbona, dan idea de que este Papa parede obsesionado con Bizancio. Hasta hace poco, daba la sensación de que, frente a Juan Pablo II, su objetivo era el de recristianizar Europa. Ahora quizás añade el de reunificar de alguna forma el cristianismo, especialmente a las iglesias de Oriente, con el catolicismo, frente a lo que podría antojársele el avance del islam. Pero en todo caso, y a la vista del objetivo pastoral de Benedicto, ¿por qué los líderes políticos turcos tenían que dedicar largas horas de su tiempo a reunirse con Benedicto? Porque lo cierto es que apoyar públicamente la candidatura turca a la UE es una declaración francamente política.

En realidad, ni siquiera ahora que el viaje del Pontífice terminó, ha quedado muy claro cuál era el objeto real del mismo. En su editorial del 2 de diciembre, “El País” aventuraba que el Papa desea crear un frente común contra el laicismo, en el cual el islam puede ser un valioso aliado. Esa debe ser, según la interpretación del rotativo español, la verdadera frontera de la Europa unida. Algo tenían que escribir, claro. Pero no me digan que todo esto no tiene aspecto de ser un tremendo lío, incluso en la mitrada cabeza teológica del germánico Pontífice. Similar al descomunal parálisis del tráfico que generó en Estambul la masiva operación policial que tuvo como objetivo aislar barrios enteros y cortar las principales arterias del centro de la capital. “Resultaba impresionante ver a filas de centenares de personas caminando en silencio hasta diez kilómetros para tomar un medio de transporte hasta sus hogares” –relataba el pasado 30 de noviembre Andrés Mourenza, joven periodista
cuyo blog se ha convertido en referencia obligada para entender la actualidad turca.



El Papa abandona Turquía. Sólo él parece saber si realmente cumplió con los objetivos que se había autoasignado en su viaje, o si estos fueron cambiando sobre la marcha,


Se suele decir que bien está lo que bien acaba. Al final, por ejemplo, el “Corriere de la Sera”, en su edición del 1º de diciembre reproducía en fotografía las primeras planas de la prensa turca. “Vatan”: "Sorpresa del Papa… gestos recíprocos”; “Sabah”: "Peregrinaje sin cruz”; “Milliyet”: “Llamada del Papa al diálogo”; “Bugün”: gran foto del Papa con la bandera turca; “Hürriyet”: “Türkleri seviyorum”: “Amo a la turcos” – Cita de Juan XXIII. Todo ha quedado teñido con ese desdibujado tono, tan característico de la diplomacia vaticana. Los consumidores más piadosos de prensa pudieron llegar a temer que el Papa realmente saltara en pedazos o resultara devorado por las hordas musulmanas. Otros, más escépticos, quizá opinaron que al fin y al cabo, no es cosa del Sumo Pontífice embarcarse en viajes de arriesgado alto voltaje o mezclarse en asuntos políticos, como esas declaraciones a favor de la entrada de Turquía en la Unión Europea. Pero en fin, no le vendrá mal a Ankara en pequeño balón de oxígeno en estos días en los que el doble lenguaje histérico de la prensa occidental ya discurre por las costas de Chipre. En todo caso, los hostigamientos políticos dirigidos contra el candidato turco están siendo desactivados, desinflados, uno tras otro. Algunos lo han hecho por sí solos. Si seguimos así, valga la paradoja, podría resultar que al final Turquía acabara accediendo al club europeo más en virtud de argumentos políticos que técnicos y económicos. Eso es lo que pasó con Polonia, los bálticos y lo grecochipriotas, y así le luce el pelo a Bruselas.

Etiquetas: , , , , , , , ,