domingo, septiembre 30, 2007

NOTA: Big State Issues Behind the Small Arms

El pasado viernes, 28 de septiembre, fue leído en el Institut de Ciéncies Politiques i Socials (ICPS) de Barcelona, el trabajo de investigación de final de carrera de Sonja Mitrović (UAB) sobre el el papel de las unidades de paramilitares en el proceso de "state building" serbios, obra titulada: Big State Issues Behind the Small Arms: The Role of Irregular Armed Forces in State-Making. The case study of the Federal Republic of Yugoslavia. El trabajo fue dirigido por el profesor Francisco Veiga (UAB), y el tribunal estaba compuesto por él mismo (en calidad de secretario), el profesor Jesús María Rodés (presidente, UAB) y el profesor Gabriel Cardona (vocal, UB). La nota otorgada a Sonja Mitrović fue de Matrícula de Honor


Poster de Arkan, uno de los líderes paramilitares serbios más conocidos, rodeado de sus hombres, los denominados "tigres". El nombre oficial de la unidad era: "Guardia Voluntaria Serbia"













Índice de la obra:

1. Introduction

1.1. Research Problem, Question and Strategy
1.2. Concepts and Delimitations
1.3. Methodological Remarks
1.3.1 Method
1.3.2. Sources

2. Definition and growth

2.1. A short introduction into the paramilitary phenomenon
2.2. The variety of paramilitary experience in the Yugoslav state-making
2.1.1. Mercenaries
2.1.1.1 Émigré mercenary involvement
2.1.1.2 Non-indigenous mercenaries
2.1.2 Constabulary Forces
2.1.3 Militias
2.1.4 Private military firms
2.1.5 Security Intelligence Agencies

3. Big state issues behind the small arms

3.1. Establishment of a monopoly over the means of coercion: the essence of state making
3.2 Contemporary state-building: a process under external constrain
3.3 The principle of plausible deniability

4. Paramilitaries and the post-Yugoslav statecraft

4.1 Failed experiment of building new Serbian army
4.2 The launch of an unauthorized paramilitary program
4.2.1 Territorial demarcation
4.2.2 Revenue Extraction
4.2.3 Communal mythology
4.2.4 Instituional design
4.3 "Military Line"
4.3.1 Secretive policy group
4.3.2 Patronage network
4.4 Nationalistic militias
4.5 Private paramilitay agents with official patron (1991-1996)
4.5.1 "Frenki´s Boys"
4.5.2 "Scorpions"

5. Draftees

5.1. Opportunists
5.2. Criminals

6. Conclusions

















La imagen no es de 1941, sino de 1991, durante la guerra de Croacia. En la fotografía, Vojislav Šešelj (izquierda), líder de los pramilitares chetniks, y el "capitán Dragan" (derecha), uno de los comandantes de las milicias de la Krajina. Dragan Vasiljkovic, alias Danijel Sneden, llamado Capitán Dragan, ciudadano de la República Federativa de Yugoslavia y Australia, era un ex oficial del ejército australiano para tareas especiales.

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sábado, septiembre 29, 2007

Nostalgia de consumo



Cartelera de "Son Osmanlı" ("El último otomano"), comic y film que tienen como protagonista a la réplica otomana de Lawrence de Arabia, aunque su estética "kıro" no tiene nada que ver con la del lampiño arqueólogo y agente secreto británico












A continuación, un artículo de Ricardo Ginés, stringer del diario barcelonés "La Vanguardia" en Estambul, sobre la recuperación del pasado histórico otomano como artículo de consumo en Turquía. El fenómeno no es de ayer, pero es evidente que tiene muy pocos años de existencia. Entendámonos: el recuerdo del Imperio otomano siempre ha estado ahí, instalado en el corazón de la República turca. Nunca les faltó el renombre a los buenos otomanistas en la academia turca. Desde 1918 casi cualqueir turco le explicará al visitante que los árabes les traicionaron durante la Gran Guerra; a ellos, los líderes del último gran estado musulmán desde la muerte de Mahoma. Y aunque haya buenas relaciones diplomáticas con unos y con otros, globalmente continúa existiendo una complicidad con los iraníes que no es tan fácil de detectar con los árabes.


El fez, prohibido por Atatürk, hace años que es un souvenir clásico para cualquier turista que visite el Gran Bazar. La foto de juventud del gran líder, disfrazado de jenízaro, nunca ha sido un tabú, muy al contrario. De hecho, hace muchos años que el mismo Ejército turco tiene una banda jenízara (Mehterhane), dado que los jenízaros fueron innovadores en música militar, que a su vez inspiró a Gluck ("El peregrino de La Meca", "Ifigenia en Táuride"), Mozart ("Marcha de los Jenízaros" incluida en "El rapto en el serrallo", "Rondó alla turca" de la Sonata para piano en La mayor K. 331"), Haydn ("Zaïre", "Marcha turca", "Sinfonía Militar") y Beethoven ("Marcha turca" que se escucha en "Las Ruinas de Atenas" y el finale de la Novena Sinfonía). Por supuesto, que tampoco es difícil adquirir música de los tiempos otomanos.




Carátula de un producto clásico y de gran calidad: el cd de la firma Kalan sobre "Música europea para la corte otomana"











¿Desean escuchar una barcarola o un vals compuestos por el sultan Abdülaziz en 1861, o prefieron otro vals del sultán Murad V? En ese caso, pueden disfrutarlos en el cd "European Music at the Ottoman Court", editado por Kalan ya en 2000. Pero ese no es el tipo de producto a que se refiere Ginés en su artículo, sino un consumo más popular e incluso reivindicativo de las glorias otomanas. Mi recuerdo personal es el de un fast foods turco de la cadena "Sultan Ahmet Köftecisi" en el moderno centro comercial Armada, en Ankara, con las paredes decoradas a base de cronologías ilustradas por imágenes de las glorias otomanas incluyendo, atención, una porción para el Imperio bizantino.


¿Alguna conexión con la situación política? Por supuesto. Pero no como el revival de una supuesta teocracia islámica (cosa que nunca fue el Imperio otomano) sino todo lo contrario: parece ser el camino hacia una auténtica reconciliación con el pasado histórico, que subraya lo que tiene de normalizador el actual gobierno del AKP y el acceso al poder de la burguesía específicamente no laica, es decir, tecnocrática o musulmana, pero no kemalista. Además resulta útil, porque sin desmitifcar la figura de Kemal Atatürk, tiende un puente hacia los militares y los sectores más nacionalistas, dado que el Imperio otomano -como específicamente "turco"- también es su tema. Tiene algo de sarampión, qué duda cabe. Pero esa nostalgia de consumo no es nueva en absoluta; ya se vivió durante la transición española y también existió una específicamente "austrohúngara" que recorrió algunos países de Europa del Este tras el hundimiento del bloque comunista en el otoño e invierno de 1989, y que algunos autores occidentales, como el historiador François Feytö impulsaron con sus obras.


Pero ahí queda todo. Paradójicamente, la nostalgia de consumo cansa con cierta rapidez, la misma con la que avanza la transición política y social; aunque, es cierto que el futuro trae recaídas, utilziadas a veces políticamente por unos y otros. Eso lo estamos viviendo aquí, en España, y sirve para entretener al gran público sobre algunos problemas reales, y más acuales, que los políticos no resuelven. Pero eso es otra historia, que en fútbol se denomina "tirar balones fuera".




















Camisetas "Ottoman Empire", montadas sobre maniquíes de rasgos asiáticos. La divertida provocación y el estilo gráfico de la publicidad recuerdan lejanamente los de alguna campaña de "United Colors of Benetton"


“La Vanguardia” - HISTORIAS DEL MUNDO

Los símbolos del antiguo imperio irrumpen en Turquía como artículo de consumo



Otomanía
RICARDO GINÉS - Estambul. Servicio especial - 28/09/2007

El resurgir otomano invade Estambul: las mujeres lucen anillos de la época, se graba su música, los restaurantes ofrecen platos del imperio, hacen furor series televisivas ambientadas en esos tiempos y en unas camisetas puede verse a Mehmet II.

Las esencias otomanas reviven en el arte y en las costumbres de Turquía: como los muñecos de la foto, que reproducen a Nasrettin Hoca y Cömezleri

“No veo contradicción en mezclar motivos del imperio otomano con los de la República. Mustafa Kemal era un oficial del ejército otomano al servicio del sultán Abdülhamid II antes de convertirse en Atatürk". Ozkan Ari, de 33 años, tiene las ideas claras y el verbo fácil. Suele vender joyas cerca de la Istiklal, la céntrica calle de Estambul, otrora capital del imperio.

Ahora en el Ramazán, el Ramadán turco, Ozkan vende su nueva mercancía: tazas con la imagen de Atatürk y sus soldados. Junto a éstas, otras tazas con caracteres arábigos propios de la caligrafía otomana. Destacan los que forman la palabra Alá. "El imperio otomano sigue siendo muy importante. Se trata de nuestra gente, nuestros ancestros", recalca el joven.

Estambul se ha puesto de gala para celebrar el primer viernes santo del Ramazán en el recinto del Feshane, en Eyüp, uno de los barrios más tradicionalmente religiosos del Cuerno de Oro. El Feshane, la casa del fez (gorro de fieltro rojo y con forma de cubilete), fue construido en 1839 por el sultán Abdülmecit I para abastecer al ejército otomano de este tipo de gorros, usados por los turcos hasta su prohibición por Atatürk en 1925. Ahora, con motivo del Ramazán, el Feshane se reinventa en un centro de conciertos, puestos de venta y comida.

Curiosamente, entre las ofertas de televisiones, cuberterías o videojuegos, los productos de Ari no desentonan en una fiesta que en Turquía cada vez tiene un carácter más consumista. El imperio otomano se ha convertido en un producto más en la paleta comercial y no sólo en estas fechas.

Los ejemplos son muchos. El nuevo James Bond turco se llama Son Osmanli (el último otomano), que salva la vida incluso al mismo Atatürk en el celuloide. Elveda rumeli (Adiós a Tracia) es una serie televisiva de éxito ambientada en el periodo prerrepublicano. Y como Parfums Ottomans se ha bautizado la grabación en CD de una interpretación fidedigna de partituras de dos músicos de la corte otomana del siglo XVII. La osmanli mutfagi (cocina otomana) hace furor en restaurantes como Asitane y Haci Baba, ambos en Estambul, y el Sultan Menü se ofrece en el Burger King. Cuando Güler Sabanci, empresaria al mando del holding Sabanci - una de las diez mujeres más ricas del mundo- tuvo la idea de lucir un anillo otomano de grandes dimensiones, las joyerías turcas no tardaron en mostrar modelos similares. En el Ramazán, los niños disfrutan con los muñecos que reproducen a Nasrettin Hoca y su ayudante Cömezleri, que se hicieron muy populares en el imperio otomano.

En camisetas de la marca Ottoman Empire, de diseño pop, puede verse la figura de Mehmet II, el conquistador de Constantinopla. Una de las tiendas de la compañía lleva como único mensaje 1299, año del comienzo del imperio otomano según el calendario gregoriano.

Para el catedrático de la Universidad del Bósforo Edhem Eldem la importancia dada al imperio otomano no es nueva: "En los ochenta, con el primer ministro Turgut Özal, ya tuvimos un intento de síntesis del islam turco con su pasado glorioso". "Ahora con la aparición de una burguesía más conservadora se han añadido otros factores. Se conjugan tanto el revanchismo hacia una Europa que parece no aceptar a Turquía y la decepción por el republicanismo en el poder, como el auge del islam consciente de la economía encarnado por el Gobierno. Todo ello da pie a algo nuevo: lo otomano como un artículo de consumo", añade el experto en el siglo XIX otomano a La Vanguardia

La moda del renovado interés por un pasado glorioso está además presente en el mercado inmobiliario y hotelero. También lo está en el de las antigüedades, la tercera fuente internacional de divisas. "Tenemos un nivel de educación más alto que en el pasado y esto nos hace capaces de juzgar de manera más objetiva lo que significó el imperio otomano", asegura Marcel Behmoaram, dueño de la tienda de antigüedades otomanas Denizler (mares). "Fue una exitosa mezcla de religiones, etnias y culturas durante seis siglos. Y muchos piensan ahora que puede ser un buen modelo para salir del caos actual", añade Behmoaram, ciudadano turco de ascendencia sefardíaragonesa
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Vídeo promocional de "Son Osmanlı". Atención a Mustafa Kemal, el futuro Atatürk, que aparece en las últimas escenas: muy logrado

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jueves, septiembre 20, 2007

¿Algo nuevo sobre la revolución rumana de 1989? (y 2)















Los vencedores. Un carro de combate T-55 del Ejército rumano pasa ante la sede del gobierno y un grupo de civiles, una vez terminados los combates. Sin los militares de su lado, los contestatarios posiblemente no hubieran logrado derribar al régimen. Fotografía del autor © Francisco Veiga






1989: revolución en Rumania
[interpretación de Francisco Veiga]
Segunda parte y final


Se envió urgentemente [a Timişoara] a un selecto grupo de altos mandos militares, y estos organizaron la represión, con los tanques en la calle, como si estuvieran ante una contingencia bélica. El resultado fue una carnicería (unos setenta muertos en dos días), cuya autoría hay que atribuir en buena medida a los militares, y no tanto a las fuerzas de la Securitate. Pero esta vez, la indignación fue superior al terror: la población civil nunca llegó a pensar que el Ejército disparase contra ellos, y como consecuencia los obreros de todas las fábricas se declararon en huelga general.

Ante esa reacción, era difícil seguir arguyendo que aquello era un ataque exterior. Además, la revuelta del proletariado echaba por tierra toda la legitimación del poder de las autoridades. El Ejército se mantuvo a la expectativa, y la situación quedó en suspenso. Ceauşescu aún no había perdido la partida, y decidió cambiar de registro. Contra un desafío ideológico había que oponer una respuesta ideológica. Tomó la resolución de continuar con la represión enviando a Timişoara unidades de Guardias Patrióticos compuestas por obreros. Paralelamente demostraría su ascendiente sobre las masas proletarias organizando una gran acto de solidaridad. Ese fue el motivo de la manifestación organizada en pleno centro de Bucarest la mañana del día 21 de diciembre. Fue un acto temerario, pero no un error inducido por misteriosas fuerzas conspirativas. En la cabeza de Ceauşescu, donde el tiempo se había detenido, aquello tenía su lógica. Estaba actuando como lo había hecho en 1968, en el mismo escenario y en circunstancias que a él se le antojaban similares. Era un anciano mentalmente esclerotizado que salía de un mundo irreal y pensaba que los recursos de veinte años atrás seguían siendo válidos por sí solos, como una receta mágica.




















El último discurso. Nicolae Ceauşescu se dirige a una multitud de seguidores en la mañana del 21 de diciembre. Contrariamente a lo que pregonó la prensa occidental en aquellos días, la maniobra estuvo muy a punto de salirle bien. La multitud no se sublevó, el fallo consistió en interrumpir el discurso y cortar brevemente la emisión del acto

A pesar de todo, estuvo cerca de conjurar el peligro. Los trabajadores que acudieron a vitorearle ante la sede del Comité Central habían sido escogidos en la fábricas de la ciudad por los sindicatos, según un patrón establecido. Nunca interrumpieron el discurso de Ceauşescu silbándole e insultándole, como afirmaron la inmensa mayoría de los periodistas que escribieron libros o artículos con posterioridad repitiendo miméticamente unos lo que habían dicho los otros[1]. Como revela sin lugar a dudas la grabación videográfica del acto, la multitud gritó de miedo y desconcierto porque un muy reducido grupo de alborotadores se había infiltrado en el acto. Estos sí increparon al dictador, mientras otro, aislado, lanzaba un petardo navideño, provocando el pánico general. Parte de los asistentes huyó, pero con los que se quedaron Ceauşescu continuó su discurso hasta el final. Posteriormente, las televisiones occidentales emitieron la grabación alterada, dando la impresión de que Ceausescu había abandonado el escenario obligado por el disturbio. En realidad, el Conducător pudo haber salido triunfante de la prueba si no hubiera existido la televisión. Porque fueron los tres minutos de interrupción del programa, mientras se restablecía el orden en la plaza, los que hicieron salir a la gente a la calle, ansiosa por comprobar qué había ocurrido.

Con una multitud enorme deambulando por Bucarest, las fuerzas del orden público todavía quedaron más desconcertadas que en Timişoara. Intentaron disuadir a base de exhibir en las calles fuertes contingentes de efectivos. Pero sólo al caer la noche se decidieron a actuar. Se repitió el esquema de Timişoara: el Ejército disparando contra la multitud -entre ella muchos jóvenes y estudiantes- y al día siguiente, cuando la situación parecía controlada, huelga general de los obreros. Esta vez Ceauşescu había perdido la partida definitivamente. El ministro de Defensa, completamente abatido, se suicidó. Ese hecho y la torpeza de Ceauşescu al calificarlo de traidor en un comunicado oficial, sirvieron de excelente pretexto al Ejército para cambiar de bando. Con la sede del Comité Central rodeada por los manifestantes victoriosos, Ceauşescu escapó en helicóptero, sin saber hacia dónde, en un patético y desesperado intento por organizar la resistencia contra lo que él pensaba era un golpe de Estado.
















Fotografía histórica. Bulevar Bălcescu: la revolución triunfará en pocos segundos. Es la mañana del 22 de diciembre y una multitud de manifestantes se dirige contra el cordón de las fuerzas del orden. La policía antidisturbios huye, sólo los vehículos blindados permanecen, pero serán desbordados, sin disparar un solo tiro




El vacío de poder subsiguiente duró varias horas. En el edificio del Comité Central se intentaron formar varios comités de gobierno. El más exitoso estaba formado por algunos antiguos políticos del entorno de Ceauşescu, además de militares y manifestantes, esto es, trabajadores y estudiantes. Las interminables discusiones en aquel caos se prolongaron durante horas. De tanto en tanto, algunos personajes se asomaban al exterior, esperando obtener el apoyo de la enorme y amorfa multitud convocada bajo el balcón del edificio, que les silbaba o vitoreaba. Frente a esta alternativa revolucionaria "clásica", los que tuvieron la idea más "moderna" de ir a la televisión, obtuvieron el triunfo[2]. Primero acudieron un grupo de artistas, entre ellos un famoso poeta y un dramaturgo, ambos con un lógico sentido de la escenografía. Pero los militares no estaban muy dispuestos a aceptar un gobierno de "bohemios". De hecho, un campesino de la provincia de Dîmboviţa (cercana a Bucarest) que encendió casualmente la televisión creyó que se estaba representando una obra de teatro experimental[3].

Por fin, acudió a la televisión Ion Iliescu, una antigua personalidad del régimen, hijo de un viejo militante comunista y de formación científica, que había ido cayendo en desgracia durante los últimos años de Ceauşescu. En 1989 poseía fama de ser un hombre bastante íntegro y aperturista
[4]. Además, su decidida aparición en las pantallas de televisión contrastaba muy favorablemente con el caos amorfo de los revolucionarios que se agolpaban en los pequeños estudios televisivos. Junto a él se agruparon un antiguo general pro-soviético ya retirado (Nicolae Militaru), que podía lavar el honor del Ejército al haberse mantenido al margen de la represión. También formó en el nuevo poder Silviu Brucan, el politólogo impulsor del "Manifiesto de los Seis", así como un diplomático disidente que se había hecho famoso denunciando ante la ONU la situación de los derechos humanos en Rumania. Figuraba asimismo en el grupo un tal Petre Roman, joven ingeniero físico y profesor universitario. Era hijo de Valter Roman, un aguerrido comunista que había combatido en la guerra civil española y que posteriormente llegó a ser una personalidad en el régimen, ostentando diversos cargos ministeriales. De hecho, cuando en 1970 se creó la Academia de Ciencias Sociales y Políticas de la República Socialista de Rumania, destinada a ser una especie de universidad ideológica del régimen ceausista en su proceso de transformación, Valter Roman fue nombrado presidente de la Sección de Ciencias Políticas; también había dirigido la Editorial Política[5].



Otro momento decisivo: el helicóptero personal de Ceauşescu logra realizar un dificilísimo despegue desde la terraza del CC del PCR, llevándose al dictador y a su esposa. Al pie, los manifestantes contemplan la huida. Es el mediodía del 22 de diciembre












En torno a este núcleo, del cual saldría el Frente de Salvación Nacional (FSN) se aglomeraron militares, aventureros, oportunistas y extravagantes. Pero el grupo original constituyó una alternativa bastante lógica de poder civil. Provenía de la antigua elite política o intelectual, marginada por Ceauşescu, pero no ausente de los márgenes del poder. Habían permanecido dentro del ámbito de la "aristocracia del Partido", muy reducida, y de una manera u otra se conocían todos entre sí. Demostraban además claras tendencias tecnocráticas, quizá cultivadas a raíz de los debates internos que desde 1949, y sobre todo a comienzos de los años sesenta, tuvieron lugar en el seno del Partido Comunista Francés en torno a la relación entre ciencia y política. En conjunto poseían características que los hacían aptos para ser aceptados por todos los sectores sociales. Por entonces, los políticos exiliados de la oposición histórica aún no habían tenido tiempo de llegar a Bucarest, y hubiera sido imposible reunir en unas horas a un grupo de líderes anónimos extraídos de la multitud que ofrecieran algunas garantías de eficacia en la gestión política.














Comienzan los tiroteos, en la noche del 22 de diciembre. Nadie sabe muy bien qué ocurre ni contra quién se dispara. Las balas trazadoras pulverizan, de forma casi rutinaria, las ventanas del antiguo Palacio Real. Obsérvese la actitud despreocupada de los civiles y del soldado junto al tanque. Ningún carro de combate llegó a disparar su cañón contra un supuesto enemigo que no contaba con armas pesadas.






El recurso del método

Ese mismo 22 de diciembre por la noche una serie de confusos combates estallaron en Bucarest. La oposición al nuevo régimen tiende a explicar que formaron parte de una farsa organizada o consentida por los nuevos dirigentes para cimentar su poder sobre una victoria obtenida contra los fanáticos partidarios de Ceausescu. Ese tipo de explicaciones enraizó en Occidente y muchos de los que siguieron los acontecimientos aquellos días han conservado la firme convicción de que los hechos de 1989 fueron una especie de complot o autogolpe, a pesar de que las argumentaciones a favor que se ensayaron solían pasar de los pequeños detalles a la macroteorías dejando de lado cuestiones de bulto.

Una de ellas es que los combates no comenzaron en Bucarest, sino en la ciudad de Sibiu, en Transilvania, ya por la mañana del 22 de diciembre, para desconcierto de los revolucionarios bucurestinos que ocupaban la sede del Comité Central, tal como muestran las filmaciones en vídeo
[6]. Pero además, porque una vez tomado el poder, una puesta en escena a tiro limpio resultaba demasiado arriesgada: podía dar lugar a facciones armadas de la oposición. Además, las decenas de muertos y heridos que dejó tras de sí la revolución impidieron la transformación progresiva del régimen sin riesgos inútiles. Si se acepta que los nuevos dirigentes rumanos eran neocomunistas, hay que tener en cuenta que la hipoteca sangrienta de la revolución obligó a terminar con el Partido y a erigir un nuevo y tambaleante régimen en pocos días. No hubo posibilidad de transformar el PCR metamorfoseándolo con otras siglas, como ocurrió en Albania, Bulgaria, Serbia o Eslovenia. En realidad, el nuevo poder no tenía necesidad de la mini-guerra que siguió: la mayoría de los rumanos estaban hartos de Ceausescu, pero le veían ventajas al sistema social y político en el que vivían[7]. Según ellos, podía seguir funcionando si era remendado convenientemente. Eso quedó bien demostrado en la victoria de Iliescu a la presidencia y del FSN al gobierno en las elecciones de mayo de 1990, y octubre de 1992[8].














Cercanías de la sede del CC-PCR, por Calea Victoriei. La prensa occidental publicó esta foto explicando que el caído era un combatiente de la Securitate liquidado por las fuerzas revolucionarias. En realidad se trataba de un policía antidisturbios, seguramente muerto por error en los primeros momentos de la revolución: el escudo yace cerca de él. Hacía más de un día que la policía figuraba en el bando de los revolucionarios


Por otra parte, los francotiradores de la Securitate difícilmente hubieran podido recuperar el poder para Ceauşescu, tal como se explicó en un principio. De hecho, parece fuera de lugar que los presuntos securistas, o incluso mercenarios profesionales, calificados en su momento de verdaderos superhombres dotados de armamento altamente sofisticado[9] no utilizaran ni una sola vez algún tipo de arma contracarro, lanzacohetes portátil o incluso simples granadas para atacar a los tanques del Ejército, la mayor parte del tiempo inmóviles en los puntos neurálgicos de la capital[10]. En realidad, el origen de los combates parece haber respondido, en origen, a un intento de golpe militar impulsado por un grupo de oficiales del Ejército, incluso con el apoyo de parte de la Securitate. Quizá fue una reacción de desconfianza y no se fiaron de Iliescu para tapar las culpas de los militares en la reciente represión. O sencillamente, veían débil al nuevo núcleo de poder. Desde el punto de vista táctico, la forma en que se realizaron los hostigamientos (en una ocasión al menos desde un helicóptero del Ejército, en la zona de los estudios de la televisión) parecía responder al deseo de asustar a la multitud y limpiar las calles de manifestantes, sin provocar bajas indiscriminadamente. Una vez conseguido esto se podía lograr un cambio de líderes rápidamenter y sin presiones o interferencias populares. Pero el objetivo de separar a los manifestantes de los nuevos dirigentes no pudo realizarse. Y entonces, recurriendo a una interpretación totalmente opuesta a la que se ofreció por entonces, los tiroteos se convirtieron en una forma de presión sobre los sectores más moderados para forzar la ejecución del matrimonio Ceauşescu, un testigo demasiado incomódo como para hacerle un proceso regular[11]. De manera bien significativa, una vez liquidado el Conducător y su esposa cesaron rápidamente los combates[12].
















Un edificio literalmente acribillado y consumido por las llamas, muy cerca de la sede de la televisión. Al parecer, nadie estaba seguro de que alguien hubiera disparado realmente desde aquí. Tiene aspecto de fortaleza, pero en realidad es una de las muchas muestras de arquitectura racionalista años 30 que alberga Bucarest. Fotografía del autor © Francisco Veiga





En el proceso, registrado también en una cinta de video, actuaron como jueces un politólogo que había trabajado con la Securitate y que después sería nuevo jefe de los servicios de inteligencia rumanos (Virgil Măgurenau); un personaje extravagante, geólogo y adepto a las ciencias ocultas (Gelu Voican Voiculescu); y el general Stănculescu, futuro ministro de Defensa y hasta entonces jefe del complejo militar industrial. Él mismo había facilitado a Ceauşescu la huida de Bucarest en helicóptero intentando dirigirlo a algún lugar controlado por el ejército. Posiblemente para hacerlo prisionero y una vez a buen recaudo, negociar su destino con otros protagonista o grupos de presión. Sin menospreciar el protagonismo de militares y políticos en su ejecución, algunos recién llegados a la escena política demostraron un fanatismo que a veces resultó decisivo. El ya citado Gelu Voican Voiculescu, surgido literalmente de la calle para terminar convirtiéndose en ministro de Asuntos Exteriores, fue uno de los que más insistieron en ejecutar a Ceauşescu inmediatamente, en virtud de la "justicia revolucionaria". Tanto acudió a argumentos extraídos de la obra de Descartes referidos a la razón de estado, que la palabra clave para el proyecto de liquidación fue "Recurrid al método"[13].




Los civiles armados contribuyerona crear una enorme confusión en los desconcertantes tiroteos que tuvieron lugar en Bucarest. Algunos pertenecían a la milicia Apararea Patriotica (Defensa Patriótica) pero la mayoría fueron civiles que consiguieron armas con rapidez











Pero existe otra interpretación para los violentos enfrentamientos ocurridos en Bucarest entre el 22 y el 25 de diciembre, mucho menos alambicada que la expuesta. La clave estaría en la actitud despechada de los militares, que buscaron en todo momento borrar las trazas de su protagonismo en la represión de las multitudes de Timişoara y Bucarest entre el 17 y el 21 de diciembre. Exasperados por el hecho de que incluso la Securitate, o al menos el grueso de sus unidades se puso desde el mismo día 22 al lado de los sublevados, fueron los militares quienes inventaron un enemigo que no existía. Abonaría esa teoría la liquidación de unidades de la Securitate fieles a la revolución en Sibiu y Bucarest sin darles opción a defenderse o explicarse, hechos que posteriormente fueron presentados como errores trágicos. En cierta manera, Ceauşescu no fue el único ejecutado de aquellas Navidades para que no abriera la boca.




















Una fotografía simbólica del nuevo poder encarnaado en el Frente de Salvación Nacional: Ion Iliescu, veterano del Partido (izquierda) y un aventurero del que todavía se sabe poco: Gelu Voican Voiculescu, con su distintiva barba blanca






NOTAS

[1]La pretensión del periodistas Manuel Leguineche de que las multitudes gritaban "¡Draculescu!" es una invención pura y simple. Vid.: Manuel Leguineche, La primavera del Este. 1917- 1990: la caída del comunismo en la otra Europa, Plaza y Janés/Cambio 16, Barcelona 1990; vid. pags. 204-205. Este libro es un buen compendio de los disparates que propagó la prensa occidental en esa época.
[2] La transcripción de los confusos discursos emitidos por los revolucionarios desde la televisión constituye un documento excepcional. Vid.: Televiziunea Româna, Revoluţia româna în direct, Bucureşti, 1990. Sólo se ha editado el volúmen 1.
[3] Vid.: "Ţăranul român postdecembrist", por Petru Ionescu, en: "Dilema", anul I, nr. 2, 21-27.01.1993, pag. 5. Se trata de una entrevista con dos campesinos. El de la anécodta era el jefe de una pequeña granja colectiva.
[4] Ion Iliescu, nacido en 1930 es hijo de padre comunista "histórico", muerto en 1945. Activista desde los 14 años en las Juventudes Comunistas, terminó sus estudios en la URSS (Instituto Molotov de Moscú). Gran parte de su carrera política tendrá que ver con las juventudes del PCR: en 1957-60 preside la Asociación de Estudiantes Comunistas, y es nombrado ministro de la Juventud en 1967. Después pasará a ser Secretario del Comité Central para asuntos de Propaganda, cargo clave que aseguraba el interregno tras la muerte eventual del Primer Secretario. Enfrentado con Ceauşescu a lo largo de los años setenta, será enviado a la ciudad de Iaşi, capital de Moldavia, como primer secretario del Partido (1971-79). Luego ocupará los cargos reseñados en el texto. Esta biografía procede de fuentes diversas, pero de manera orientativa es interesante la publicada en "Le Monde", ("Un vieux routier du parti"), 28 février, 1990, pag. 4, que acompaña a una extensa entrevista al mandatario rumano. Para sus raíces políticas familiares, vid. la biografía oficial de su padre, Alexandru Iliescu, en: "Anale de Istorie", XVII, nr. 5/1971, pag. 164-168, art. de Titu Georgescu.
[5] Vid.: "Herald Tribune", 29.XII.1989, pag. 3: "Roman, a Party Aristocrat", por David Blinder. Este artículo es particularmente interesante: a pesar de estar escrito a los pocos días de la llegada de Petre Roman al poder, lo retrata, tanto en su faceta humana como política, de forma apenas superada en apreciaciones posteriores. También aporta una clave básica para entender la procedencia real del núcleo original del FSN y de su primer aparato de poder. Como complemento: Francisco Veiga, "Los Roman en sus épocas", en: "El País", 28 de abril de 1990.
[6] El libro de Ion Târlea Moartea pândeşte sub epoleţi. Sibiu '89 (Blassco 2000 & Mustang, Bucarest, 1993) es una de las poquísimas obras existentes sobre los poco conocido hechos de Sibiu. Desgraciadamente su estilo coloquial le resta autenticidad.
[7] A modo de paralelismo histórico, sin otro motivo que el de la reflexión, conviene recordar lo siguiente: durante la Segunda Guerra Mundial, tras la liberación de Paris por las tropas franco-americanas, la multitud jubilosa que desfilaba por las calles el 25 de agosto de 1944 fue tiroteada desde algunas azoteas y tejados. Se creó una situación de pánico y la reacción inmediata de las fuerzas de la Resistencia francesa fue disparar durante horas sobre los tejados de la capital. Apenas existen documentos sobre este incidente con datos sobre víctimas, detenidos o motivaciones (la mayoría de los francotiradores eran soldados alemanes rezagados). Pero es interesante destacar que Charles De Gaulle creyó por un tiempo que el incidente había sido creado o aprovechado por los comunistas para justificar el mantenimiento de un poder revolucionario y un estado de excepción. Posteriormente terminó asumiendo que la multitud armada y descontrolada había tenido la culpa de todo aquel desorden. Vid.: Pierre Bourget, "Ombres et légendes d'une semaine glorieuse", en: "Le Monde", dossier "Paris libéré", 25.08.1994, pags. VIII y IX.
[8] En los comicios de 1992, el FSN-pro Iliescu se transmutó en Frente Democrático de Salvación Nacional (FDSN), aunque más adelante pasaría a denominarse Partido Demócrata Social Rumano (PDSR) mientras el FSN de Roman (consumada la ruptura entre ambos líderes), se metamorfoseó en el Partido Demócrata.
[9] Durante un tiempo algunos periodistas occidentales siguieron manteniendo exageraciones tales como que los fantasmagóricos combatientes de la Securitate, eran unos verdaderos atletas robotizados, actuaban drogados, atacaban a con rifles dotados de rayos infrarrojos o armas más fantásticas y que cuando se quedaban sin munición recurrían a los golpes de kárate. Se dijo que existía una unidad formada con huérfanos supervivientes del terremoto de 1977, que habían sido educados como jenízaros en la obediencia más absoluta. Vid. Manuel Leguineche, op. cit., pags. 204-205.
[10] En la dotación de un batallón de tropas regulares de la Securitate entraban, además de las armas ligeras, 27 morteros de 82 y 120 mm., y 6 cañones sin retroceso de 82 mm., además de 15 transportes blindados tipo BTR-60 y BMP popularmente conocidos en Rumania como TAB. Vid.: Nicolas Peucelle, art. cit., pag. 15.
[11] Poco a poco, en Rumania van apareciendo documentos y testimonios sobre la ejecución de los Ceauşescu. Por ejemplo: Dorian Marcu, Moartea Ceauşestilor, Ed. Excelsior, Bucureşti, 1991 (con entrevistas a los dos personajes más importantes del tribunal: Gelu Voican Voiculescu y el general Victor Atanasie Stănculescu). Existe también la transcripción íntegra del juicio: Procesul Ceauşestilor, Ed. Excelsior, Bucuresti, 1991. Un compendio muy interesante de las últimas informaciones sobre la ejecución de los Ceauşescu fue ofrecido en el programa en lengua rumana de Radio Free Europe el 26 de diciembre de 1994.
[12] Vid. un intento de recopilar los sucesos más oscuros de la revolución en: Aurel Perva y Carol Roman, Misterele revoluţiei române, Rascruci de milenii ed., (1991).
[13] Ion Petcu, op. cit., pag. 352. Posteriormente, Voican Voiculescu no tuvo empacho en admitir repetidamente, incluso por televisión, que él había insistido ya desde el 22 de diciembre en la liquidación sumaria de Ceauşescu.




Todo ha terminado. Ceauşescu ha sido ejecutado. Los tiroteos han cesado. Un soldado se entretiene en alimentar a las palomas.

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lunes, septiembre 17, 2007

¿Algo nuevo sobre la revolución rumana de 1989? (1)





Cubierta del libro de Peter Siani-Davies reseñado en este post















Este mismo año ha sido publicado en edición rústica el libro de Peter Siani-Davies: The Romanian Revolution of December 1989, publicado en 2005, en edición tapa dura por la Cornell University Press. Es, sin lugar a dudas, uno de los libros de referencia básica para el lector no rumano, porque el autor pone sobre la mesa todo el material publicado sobre el tal acontecimiento, y como en un puzzle, reconstruye pieza a pieza cada uno de los avatares que configuraron aquella revolución que comenzó el 16 de diciembre de 1989 en Timişoara y concluyó, en una primera fase, con la ejecución de Nicolae Ceauşescu, el 25 de ese mismo mes. Siani-Davies no se queda en esos nueve días vertiginosos, sino que analiza las causas lejanas de la revolución de 1989 y describe sus consecuencias hasta el mes de febrero de 1990, cuando los vencedores lograron articular el Consejo Provisional de Unidad Nacional, un protoparlamento que alcanzó a reunir a las principales y recién nacidas fuerzas políticas del país.

La obra se lee con soltura, maneja una respetable cantidad de protagonistas de varios niveles y pretende responder a algunas de las incógnitas que ya por entonces y en año sucesivos, hicieron correr ríos de tinta: ¿Qué papel jugó exactamente la Securitate (policía política rumana) en los enfrentamientos armados que tuvieron lugar a partir del día 22?¿Qué protagonismo tuvo la Unión Soviética en el proceso revolucionario rumano?¿Estuvieron implicados combatientes árabes en los tiroteos que tuvieron lugar y que, supuestamente, eran parte de una contraofensiva para devolver a Ceauşescu al poder?¿Cuál fue la entidad del complot anterior a los sucesos revolucionarios, si es que existió realmente?¿Existió el Frente de Salvación Nacional con anterioridad a los sucesos de diciembre?
















En enero de 1990, recién concluidos los combates, Bucarest parecía una ciudad con los claroscuros de cualquier otra de Europa... en 1945. Fotografía del autor © Francisco Veiga




Siani-Davies pone todas las fichas sobre la mesa, y las ordena, una a una. Ofrece al lector el despliegue más completo que existe hasta ahora. Además, aporta el desapasionado distanciamiento que ese espera de un académico anglosajón y que hasta ahora no ha logrado exhibir ningún rumano. En The Romanian Revolution of December 1989 no hay trampa ni cartón: es un libro honesto.

Dicho lo cual, conviene pasar revista a los puntos débiles, algo necesario no tanto para evitar que el libro se venda, todo lo contrario: cualquier persona interesada en saber cómo y por qué Ceauşescu fue derribado del poder debería comprarse el libro de Siani-Davies. Pero es importante criticar algunos extremos para contribuir a que sucesivas generaciones de historiadores e investigadores no crean que todo está hecho. La obra que nos ocupa no pasa página, al contrario: da una base sólida para continuar.


















Pavel Câmpeanu, polémico líder inicial del Partido Liberal, posa para la cámara del autor en enero de 1990. Siempre fue un personaje muy accesible. Pero como la mayor parte de los líderes de los nuevos partidos políticos, no estuvo en el centro de los acontecimientos durante la revolución. Otros,llegaron directamente del exilio cuando todo había concluido © Francisco Veiga


En primer lugar, debe resaltarse que Peter Siani-Davies utiliza exclusivamente fuentes secundarias, es decir, material ya publicado. O casi: en la introducción nos dice que entrevistó a una serie de testimonios y analistas. Sin embargo, entre ellos no hay casi ninguno de los verdaderos protagonistas de aquellos días, personas que tienen las claves –todavía hoy- de algunos enigmas que el auor no logra resolver. No figura en la lista que hayan sido entrevistados Ion Iliescu o Petre Roman; no hay en ella ningún militar de los que todavía siguen vivos (de los generales que jugaron un papel central, Militaru murió en 1996 y Gusă en 1994). Eso por no hablar de personajes tan enigmáticos pero centrales como Gelu Voican Voiculescu, que el intelectual Andrei Pleşu –otro personaje con protagonismo en aquellos días- me dijo era un simple “prost” (tonto). Puede ser, pero Voican, que formó parte del tribunal que juzgó a Ceauşescu y que al parecer tuvo una gran responsabilidad en su ejecución, terminó dirigiendo los servicios de inteligencia del nuevo estado. Y nadie sabe de dónde salió el avispado personaje que, al parecer, era amigo de Petre Roman antes de la revolución.


Por lo tanto, los testimonios de Siani-Davies son, en algunos casos importantes, personajes que durante años han insistido en hacer oir su voz, en parte por el placer de explicar sus batallitas, pero también para ponerse medallas que a estas alturas de siglo ya no tienen mucho sentido, porque todo está partido y repartido desde hace casi dos décadas. Es el caso, por ejemplo, de Silviu Brucan el viejo “Tache” de sus tiempos de joven militancia, que desde hace mucho tiempo ha luchado por explicar a quien le quisiera escuchar, que había organizado una red conspirativa contra el régimen.

















Silviu Brucan [personaje de oscuro, en el centro] da una rueda de prensa en el Hotel Intercontinental, Bucarest, enero de 1990, cuando intentaba hacerse con un papel central en el Consejo Provisional de Unidad Nacional. Fotografía del autor © Francisco Veiga

Algo parecido ocurre con las fuentes, todas bibliográficas. No hay documentos oficiales, no se ve trabajo de archivo. Se entiende que no es fácil acceder a ese material, que en algunos casos está bajo siete llaves. Pero no así en Moscú, por ejemplo; y no parece que Siani-Davies haya hecho ese viaje para echar un vistazo a archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores soviético o de la KGB de entonces, ahora consultables. En su momento se habló, por ejemplo, de que Iliescu había sido un agente de la KGB; el autor nos da la información, nos cita algunas fuentes de la época en las que se habla del asunto (de la BBC, sobre todo). Pero no resuelve el asunto. Claro, es imposible hacerlo con fuentes coetáneas. Por último, no consta que el autor haya consultado series completas de periódicos. Y lo cierto es que, aparte de los cuatro o cinco principales, hubo decenas de cabeceras que aparecieron y desaparecieron por entonces, con una enorme cantidad de detalles sobre la revolución de 1989.

Por lo tanto, los grandes enigmas de la revolución rumana de 1989, siguen ahí: ¿Contra quién se libraron los combates en Bucarest, entre el 22 y el 25 de diciembre? Siani-Davies no da una respuesta concluyente, sigue siendo un misterio. ¿Participaron de alguna forma Hungría y la Unión Soviética en los acontecimientos? Tampoco hay una respuesta clara; algunos datos, como los problemas que tuvieron algunas bases aéreas rumanas con sus radares, ni siquiera se mencionan. En cambio, sí se puede encontrar en el libro una interesante descripción de los sucesos acaecidos en Sibiu el 21 y 22 de diciembre, un momento y lugar que fueron claves pero que la literatura sobre este fenómeno histórico suele olvidar. Sin embargo, la tendencia de Siani-Davies es a quedarse en una narración factual. El autor no analiza a fondo el papel político del Ejército, no aclara qué ocurrió con la Securitate, falta una lectura social de la revolución, no se percibe una articulación convincente entre los grandes actores de aquellos días. Pero no como individuos –el relato habitual que suelen hacer los rumanos- sino como fuerzas operantes.















Una de las fotografías más "panchovillesca" de la revolución rumana de 1989. Dos suboficiales, al parecer del cuerpo sanitario, ocupan una estancia de lo que parece ser el Comité Central del PCR. Obsérvense los anticuados uniformes (el modelo de casco es el holandés de la Segunda Guerra Mundial) y la expresión de fatiga. El verdadero papel del Ejército rumano en la revolución aún está por clarificar

Siani-Davies no es un Joseph Rotschild, un Peter Sugar, un Mark Mazower o un François Fejtö. Es decir: no demuestra la capacidad de proyectarse un poco más allá del fenómeno histórico estudiado a fin de entenderlo mejor recurriendo a la comparación con sucesos similares en el tiempo o en el espacio. Por lo tanto, falta ese acercamiento del historiador veterano que hubiera explicado qué significó la revolución rumana en el contexto de las fichas de dominó que caían, una tras otra, en aquel otoño e invierno de 1989 en el Este de Europa. Pero sobre todo, el historiador británico no da respuesta a una pregunta clave: ¿Por qué la caída de los regímenes comunistas en los Balcanes (Rumania, si, pero también Albania y sobre todo, Yugoslavia) fueron tan violentos, por contraste con la revolución de terciopelo checa, la unanimindad nacional que imperó en Hungría o la transición “a la española” de Polonia en torno a la célebre “mesa redonda”?

En fin: como complemento a la lectura del libro de Peter Siani-Davies, se ofrece a continuación una interpretación propia de la revolución rumana de 1989 extraída de La trampa balcánica, edición de 2002, páginas 240 a 248. Por razones de extensión, se editará en dos pequeños capítulos.

















Un BTR-60 toma posición en plena Calea Victoriei. Las ventanas del edificio de enfrente ya han sido profusamente tiroteadas por los soldados y civiles armados en días anteriores. Fotografía del autor © Francisco Veiga






1989: revolución en Rumania
[interpretación de Francisco Veiga]


La tormenta que conmocionó a Rumania durante las Navidades de 1989 sigue siendo un fenómeno escasamente aclarado a pesar de que, paradójicamente, fue la primera revolución televisada en directo de la historia. Quizá por eso resultó tan desconcertante
[1]. Durante un cierto tiempo se mantuvo que se había tratado de un complot o un golpe de Estado, una explicación que convenía a los adversarios políticos de las nuevas autoridades y a los medios de comunicación -occidentales y rumanos-, que buscaban explicaciones rápidas para un fenómeno muy complejo. Fue, en definitiva, un reflejo característico, posterior a muchas revoluciones y bruscos cambios históricos, comenzando por la Revolución francesa, y terminando por la bolchevique. En realidad, un vistazo panorámico a la revolución rumana introduce serias dudas sobre la posibilidad de un complot. Los golpes de palacio y las conspiraciones (como ocurrió en Bulgaria) suelen ser procesos rápidos, dirigidos contra el centro neurálgico del poder, calculados para mover el menor número de piezas posible y sobre todo, para evitar la implicación popular.

En Rumania ocurrió lo contrario: los sucesos comenzaron con una revuelta popular en Timişoara, una ciudad de provincias. La represión se prolongó durante seis días sin que nadie se moviera en la capital. Por fin, casi "in extremis", los bucurestinos salieron a la calle y lograron provocar la huída de Ceauşescu. Sin embargo, lo que siguió fue un confuso combate en la capital que se prolongó durante cinco días más. Todo ello con miles de civiles armados, soldados locos de miedo y enemigos que en buena medida fueron imaginarios. Como remate, una parodia de juicio contra Ceauşescu, filmada y distribuida en el extranjero para vergüenza de sus autores. Si todo ello ha de entenderse como un complot de principio a fin, lo más piadoso que se puede decir de él es que dió un gran rodeo sin necesidad.

En realidad, la campaña orquestada por los húngaros en defensa de los supuestos abusos contra la minoría étnica magiar en Transilvania había logrado galvanizar al régimen rumano, más que debilitarlo. En parte porque las acusaciones de enormes campañas de resituación no eran ciertas, como demostró con toda autoridad el prestigioso Südosteuropäische Institut de Munich y publicó "Newsweek" en el último reportaje realizado sobre Ceauşescu antes de su caída
[2].

















Un soldado, aterido, se abriga con una manta en lo alto de la torreta de un tanque, Timisoara. El Ejército reprimió a la población civil duramente en esta ciudad, en la primera fase de la revolución

Las tensiones con Hungria crearon un ambiente de peligro inminente que Ceauşescu tuvo buen cuidado de alimentar. El Ejército, en especial, estaba muy sensibilizado ante la posibilidad de un ataque húngaro o soviético. El gran fantasma era la "invasión pendiente" de 1968. Los sucesivos desmoronamientos de regímenes comunistas a lo largo del otoño de 1989 terminaron por ponerle los nervios a flor de piel a los jerarcas rumanos. Sólo Ceauşescu parecía creer en la eficacia de una defensa numantina.

Hubo un intento de manifestación en la ciudad moldava de Iaşi, detenido "in extremis" por las fuerzas de seguridad. Pero en Timişoara, las unidades de la Securitate y la policía no tuvieron tiempo de utilizar su táctica: la disuasión. En realidad, los disturbios del 16 de diciembre habrían fracasado si las fuerzas de orden público hubieran estado preparadas para reducir a grupos de manifestantes decididos. Pero estaban deficientemente entrenadas y pobremente armadas, y sobre todo, nunca se habían tenido que enfrentar a tal contingencia. En Braşov, dos años antes, la multitud se había desmoralizado; en Timişoara fue la policía la que se derrumbó.

Ante las dificultades para controlar el orden público en Timişoara, ciudad a pocos kilómetros de la frontera húngara, cundió la alarma en Bucarest. Sencillamente, las autoridades creyeron que aquello eran los prolegómenos de una invasión, una provocación maquiavélica organizada por agentes secretos húngaros y soviéticos. Paradójicamente, la mitificación de la Securitate y el ambiente paranoico que existía en la Rumania de Ceauşescu habían llevado a una exagerada sobrevaloración de lo que unos servicios de información o grupos de agitadores podían llegar a hacer.


(Continuará)



















Aquí empezó todo: La Iglesia Reformada donde oficiaba el pastor László Tökés, en la str. Timotei Cipariu nr. 1 de Timsoara. En la pared, una placa recuerda el evento y la fecha: 15 de diciembre de 1989. Fotografía del autor © Francisco Veiga





NOTAS

(No actualizadas)

[1] Los libros más célebres sobre la revolución rumana son los siguientes: Michel Castex, Un mensonge gros comme le siècle. Roumanie, histoire d'une manipulation, Albin Michel, Paris, 1990; Radu Portocala, Autopsie du coup d'État Roumain. Au pays du mensonge triomphant, Calmann-Lévy, 1880; Nestor Ratesh, Romania: The Entangled Revolution, Praeger, New York, 1991; Martyn Rady, Romania in Turmoil, IB Tauris, London-New York, 1992. La obra de Edward Behr ya cit., suministra algunos datos sobre la revolución, aunque contiene errores. De todos los libros citados, los únicos fiables y honrados son los de Ratesh y Rady.
La interpretación ofrecida aquí sobre la revolución rumana de 1989 proviene en parte de un estudio realizado por el autor de estas líneas, basado en documentación y testimonios originales, prensa rumana y estudio de filmaciones en vídeo. También se incorporan elementos del análisis ofrecido por la televisión rumana en la serie "Revoluţia româna în direct", emitida mensualmente a lo largo de 1991, con quince capítulos de una hora de duración cada uno. Por ello se evitará el recurso a notas sobre bibliografía o documentos muy poco accesibles para el lector español. En todo caso, una primera interpretación fue publicada en la obra de Mariló Ruiz de Elvira y Carlo Pelanda (eds.), Europa se reencuentra. La difícil transición del Este al Oeste, El País-Aguilar, Madrid, 1991. Vid.: Francisco Veiga, "Rumanía o el desafío de las mil piezas que no encajan", pags. 243-262.
[2] Vid.: "Realm of the Last Stalinist", por Michael Meyer, en: "Newsweek", August 21, 1989; pags. 8-14. Sobre el mito de las demoliciones masivas de aldeas, vid., en especial, pags. 12 y 13. En el invierno de 1988, un equipó de la televisión catalana viajó a Corund, típico pueblo húngaro en el corazón, de Transilvania, que según la prensa magiar había sido ya demolido. "Romania: l'obsessió per un pla", en "30 minuts", reportaje cit.

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jueves, septiembre 13, 2007

I Wanna Be Like Osama (2)
















Efectos del primer atentado de Al Qaeda, que tuvo lugar el 26 de febrero 1993, cuando un coche bomba fue explosionado por un terrorista en el parking del World Trade Center. Un hecho generalmente olvidado por nuestra prensa, que suele datar el primer atentado de esta organización en 1996. Un buen ejemplo de las inexactitudes que suelen acompañar la cobertura informativa de las acciones de Al Qaeda, supuestas o reales


Hace algo más de un mes se hacía en este mismo blog un comentario sobre el musical “Yihad”, presentado en el “Edinbugh Fringe Festival” este mismo verano. Este post continúa con considerando algunas cuestiones de imagen y política informativa en torno al fenómeno Al Qaeda. La fecha no es casual: al autor de estas líneas las efemérides le resultan fastidiosas. Más en este caso: posiblemente deberíamos negarnos a “festejar” informativamente el 11-S, a concederle una importancia especial, reverencial, a esa fecha y hacerle así el juego a los que se cometieron el atentado. Cada septiembre, cada 11-S, esperamos atentados espectaculares y sangrientos, y cada año, grupos de islamistas radicales, que saben de nuestra expectación y del vértigo que desatan las efemérides en los medios de comunicación, intentan conmemorar a su manera la fecha. Por lo tanto, una propuesta inicial: hablemos del 11-S al día siguiente; o al otro, el 13-S. O un mes después. Es mejor dejar de publicar caricaturas estúpidas sobre Mahoma y no sacralizar de ninguna manera la violencia que nos imponen los demás. No le hagamos el juego, desde los medios de comunicación, a los terroristas de ningún signo, porque para eso cuentan ellos con los medias. De esto trata este post.
















Septiembre-octubre de 2001: tras los atentados del 11-S, se desencadenó una verdadera histeria en torno a unos supuestos atentados con antrax, un asunto que se atribuyó a Al Qaeda pero nunca llegó a aclararse


El atentado contra un grupo de turistas españoles en Yemen (2 de julio) puso de relieve –no por primera vez, pero sí de forma clara- que de vez en cuando afloran las dudas. Es cierto que las autoridades de ese país dijeron haber terminado con la vida de los autores del asesinato y que pertenecían a una rama local de Al Qaeda. Lo cual no es en absoluto descabellado si tenemos en cuenta que Yemen es una continuación geográfica y cultural de Arabia. Sin embargo, en su momento, el atentado dejó una sombra de duda en el aire, que tardó en disiparse. Es como si el gobierno yemení se hubiera apresurado a resolver el caso, solventar la papeleta y a pasar página, cuando aún quedaba temporada turística por delante. En realidad y a efectos de este post, es irrelevante quién haya firmado la desdichada acción. Lo importante es esa, hasta cierto punto, novedosa incertidumbre, hablando desde un punto de vista de políticas informativas.

¿Alguna fuente oficial de Al Qaeda reivindicó el atentado? Aunque es posible que me equivoque, no tengo noticia. Pero les diré algo: aunque hubiera sido así, ¿tendríamos que creernos a pies juntillas que el ataque contra los turistas españoles formó parte de la estrategia de Al Qaeda? La verdad es que todas las posibilidades están abiertas y el tratamiento de la noticia parece que, por fin, comienza a asentar las dudas sobre la costumbre periodística de aceptar que cualquier atentado cometido por musulmanes tiene que ver con Al Qaeda. Una actitud que, hasta ahora, le ha hecho el juego a Al Qaeda porque –entre otras razones- le ha ido permitiendo cubrir flancos débiles en su “estrategia de la franquicia”. Y además, ha contribuido a la creciente islamofobia que vivimos y sufrimos en Occidente, que también va a favor de los radicales: hacer que los extremistas de cada bando hostiguen a los moderados es un viejo truco de terroristas y grupos belicosos.


















Bomberos con uniformes de protección químico-bacterológica se desinfectan tras investigar una carta con polvo blanco recibida en el Ministerio de Salud de Grecia. La alarma había cruzado el Atlántico en pocas horas

¿Es siempre Al Qaeda quien comete los atentados atribuidos a esta organización? Aunque no disponemos de datos para dudar de ello, parece que está extendiéndose una nube de escepticismo. Vayamos por partes. Y comencemos por reconsiderar la validez de la “estrategia de la franquicia” practicada por los ideólogos y líderes Al Qaeda. ¿Es tan eficaz, es tan imaginativa y exitosa? Posiblemente fue válida en una primera fase de la campaña de atentados, cuando la organización de acciones por parte de grupos autónomos de seguidores pero con alguna forma de coordinación y hasta diseño a partir de un Jalid Sheij Mohamed (detenido en su Pakistán natal en marzo de 2003) pudo dar la impresión de que Al Qaeda era una gigantesca organización, un ejército en la sombra de ámbito planetario. En cierta manera era la versión “verde” de la peor pesadilla de la Guerra Fría e incluso antes: la “conspiración roja” manejada desde Moscú. No cabe dudar de que este recuerdo le ha conferido una envergadura a Al Qaeda que, posiblemente, en nuestros días, está lejos de poseer.














Los empleados de correos de Brasil, fueron provistos con una protección más que dudosa ante la posibilidad de que cartas con antrax pasaran por sus manos. Este tipo de pánicos han hecho más por Al Qaeda que muchos atentados reales


Hasta ahora, los medios de comunicación occidentales han trabajado a favor de la campaña de Al Qaeda, atribuyéndole, sin cuestionarla demasiado, la supuesta autoría cualquier atentado o acción que pareciera llevar su sello: ataques suicidas, matanzas masivas de población inocente, formato espectacular o, simplemente, novedoso. Ahora las cosas parecen estar cambiando, la duda aparece. Pero es que, en realidad, la “estrategia de la franquicia” es susceptible de generar numerosos problemas críticos en la misma organización que la pone en práctica.

En primer lugar porque, siguiendo el manual del terrorismo moderno, Al Qaeda necesita de la prensa y sobre todo, la televisión occidentales; los medios de comunicación son un arma más, al servicio de la acción directa. Como cualquier otro grupo violento de esas características, el de Bin Laden cuenta con que los medias contribuyan a actuar como pregoneros y altavoces de sus ideas, magnifiquen el impacto de sus acciones, ayuden a generar confusión. Pero claro está: si un grupo terrorista no vinculado ideológicamente a Al Qaeda lleva a cabo una acción y reivindica el hecho en beneficio propio (por numerosas circunstancias oportunistas) los medios de comunicación no dudarán ni un instante en aceptar esa versión de los hechos; sobre todo, si el grupo terrorista ha tomado la precaución de recurrir a un modus operandi supuestamente similar al de los hombres de Bin Laden. A partir de ese momento, si Al Qaeda niega la autoría, pone en cuestión su “estrategia de la franquicia”; y si calla y otorga, casi peor todavía, porque estará contribuyendo a pudrir su plan estratégico de actuación, incluso a medio plazo. Y ese detalle, paradójicamente, es el uno de los talones de Aquiles operativos de Al Qaeda, que quizá no ha sido convenientemente explotado.

















Jalid Sheij Mohammed poco después de su captuta. Hasta 2003 fue, al parecer, el principal planificador y coordinador de los atentados de Al Qaeda



Se podrá objetar que pocos grupos terroristas estarían dispuestos a obrar de ese modo; bien por temor a las represalias de Al Qaeda, o porque pondría tras de sí a los potentes servicios de seguridad occidentales. Pero en la ya larga historia de los grupos terroristas existen numerosos ejemplos de acciones de provocación, grupúsculos descontrolados, líderes audaces dispuestos a jugarse el todo por el todo, oportunistas mil, simples perturbados y, cómo no, servicios de inteligencia (o secciones concretas dentro de ellos), gente muy profesional, en suma, sacando partido del río revuelto.

Por otra parte, la “estrategia de la franquicia” posibilita que las fuerzas de seguridad occidentales o de sus aliados se apunten, de vez en cuando, algunos tantos falsos pero que le vienen bien en sus campañas contrainsurgentes. Imaginemos –es un suponer- que un supuesto terrorista es abatido por la policía del país Y tras el atentado X, atribuyéndole una imaginaria militancia en Al Qaeda. En ese caso, la policía local del país Y estaría sacando un fácil provecho de una vulnerabilidad de Al Qaeda. Algo similar ocurrió a finales de los años cincuenta del siglo pasado en Sierra Maestra, Cuba, cuando las tropas del dictador Batista ejecutaban campesinos y ante la prensa los hacían pasar como guerrilleros del Movimiento 28 de Julio. Fue justamente por esa razón que Castro lanzó la consigna de que sus hombres se dejasen crecer la barba, a lo que dio amplia publicidad: era algo que las fuerzas de seguridad no podían improvisar y por lo tanto los castristas previnieron eficazmente un flanco débil en su campaña de insurgencia: el mediático. Parece difícil que Al Qaeda logre tapar esa brecha si continúa organizando sus campañas en torno a la “estrategia de la franquicia”; y, de otro lado, ahora es ya tarde para hacer tabla rasa y comenzar con otra nueva.












Estremecedora imagen de algunas mujeres comando muertas en el asalto de las fuerzas especiales rusas al Teatro Dubrovka en Moscú, octubre de 2002. El local había sido tomado por radicales chechenos. A pesar de que eran conocidas las relaciones de algunos grupos islamistas y nacionalistas chechenos con al Qaeda, la prensa occidental nunca los consideró parte de la estrategia de la franquicia. Sin embargo, los yihadistas sí los presentaban de esa forma. Las conveniencias políticas han influido mucho en la catalogación de lo que son o no atentados de Al Qaeda por la prensa occidental.


En realidad, con su “estrategia de la franquicia”, Al Qaeda inauguró un enorme bazar del terrorismo, donde cualquier profesional del ramo, tendencias ideológicas o motivaciones reales al margen, puede llevar a cabo la acción que le interese, reivindicarlo (más o menos explícitamente) en nombre de Al Qaeda y aprovechar como mejor le parezca el impacto que tiene esa trade mark. Por ello, más que nunca, es necesario que para evaluar a quién corresponde la autoría de un atentado, debamos preguntarnos, antes que nada: Qui prodest?. ¿A quién beneficia? Y a continuación, las fuerzas de seguridad han de ponerse a buscar, sobre todo, al responsable operativo de la acción.

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martes, septiembre 11, 2007

NOTA: Atentado en Macedonia



Símbolo del UÇKömbetar sobre los frescos del monasterio ortodoxo de Mateice. La pequeña localidad y toda su región colindante fueron centro de fuertes combates durante la guerra de Macedonia, en la primavera de 2001




Ayer, 10 de septiembre, tuvo lugar un incidente armado en el norte de Macedonia, de resultas del cual murió un agente de policía, y otros dos resultaron heridos. El asunto tiene todo el aspecto de ser un atentado, vinculado con la reaparición de las tensiones étnicas en la zona. Ahora que el debate en torno a la independencia de Kosovo está entrando en ebullición, esperemos no temer que lamentar lo que, hasta ahora, los medios de comunicación, muchos diplomáticos y analistas y el presidente George Bush, se empeñan en ignorar tercamente: que un Kosovo independiente amenazará la integridad de Macedonia. Si lo ocurrido Kasince ha sido un atentado político, debe tenerse en cuenta que es un acto de especial gravedad a escala de toda la región. Hoy por hoy, no es en absoluto admisible que ocurran sucesos así ni en Bosnia, ni en Croacia, ni en Serbia ni en Albania; sólo en Macedonia o Kosovo podría volver a prender la violencia.


Macedonia cuenta con una nutrida minoría albanesa y unos cuantos cientos de ex guerrilleros del UÇKömbetar, los que hicieron la guerra de 2001, los cuáles comenzarán a preguntar cuándo será su turno para independizarse y que las potencias occidentales reconozcan convenientemente el gesto. Dado que Macedonia es tierra tradicional de disputa entre Grecia, Albania y Bulgaria (Serbia está ahora fuera de juego), un conflicto en la zona derivado de la independencia de Kosovo sería quizá el más inútil de todos los que han venido aconteciendo en los Balcanes desde 1991.














En Mateice hubo para todos: paracaidistas británicos de la fuerza de pacificación de la OTAN, patrullan ante los restos de la demolida mezquita en 2001. La víctima del atentado de ayer era jefe local del destacamento de policía de esa misma localidad



Macedonia.- Un policía muerto y dos heridos en un tiroteo en el que también murieron dos de los asaltantes

SKOPJE, 11 Sep. (EP/AP) -

Un agente policial murió y otros dos resultaron heridos de carácter grave ayer en un tiroteo registrado en el norte de Macedonia y protagonizado por hombres armados con ametralladoras, informaron las autoridades.

La víctima fue identificada como Fatmir Alili, de 48 años de edad y director de la comisaría de Policía de la localidad de Matejce. Murió cuando tres hombres iniciaron disparos desde su coche, explicó a 'AP' el portavoz policial Ivo Kotevski. Otros dos agentes permanecen estables tras ser heridos en el mismo tiroteo. El asalto se produjo a unos 50 kilómetros al norte de la capital, Skopje.

El ministro del Interior, Gordana Jankulovska, indicó que dos de los atacantes también murieron en el tiroteo, mientras que un tercero quedó herido y fue hospitalizado más tarde en un hospital del cercano Kosovo, en donde permanece bajo custodia policial.

Según Jankulovska, sobre los dos asaltantes fallecidos pesaban causas pendientes, uno por terrorismo y el otro por asesinato, pero no dio más detalles al respecto.

La Policía estaba patrullando la región cuando el coche de los asaltantes paró y un hombre armado abrió fuego con una ametralladora. Estos disparos fueron respondidos por la Policía, informaron las autoridades.





















La ministro del Interior de Macedonia, Gordana Jankulovska, sube a su vehículo oficial, un 4 x 4 que perteneció al futbolista David Beckham




Emboscada Mortal en Macedonia

"La Vanguardia", 11 de septiembre, 2007

Un oficial de la policía murió y otros dos agentes resultaron heridos de gravedad al ser asaltado ayer su vehículo por un grupo de pistoleros cerca de la localidad de Kaksince, en el norte de Macedonia. Fatmir Alili, albanés de 48 años, jefe del destacamento policial de la ciudad de Mateice, murió a manos de tres personas que disararon contra su coche. El incidente ocurrió a unos 50 kilómetros de Skopje, en una zona de mayoría albanesa, por lo que se considera lo sucedido un enfrentamiento étnico.

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lunes, septiembre 10, 2007

Las tribulaciones de Bernard K




Cubierta del libro de Michel Floquet y Bertrand Coq, rareza bibliográfica recuperada del recuerdo por la actualidad política en Francia













"Esta guerra concluirá con una paz
”. Así terminó Bernard Kouchner, actual ministro de Asuntos Exteriores de Francia, una entrevista concedida a los periodistas Michel Floquet y Bertrand Coq en plena guerra de Croacia, en el patio del Hospital de Osijek, finales de otoño, 1991. Sospechando que la entrevista podría dejar demasiado claro que el personaje era más simple de lo que parecía o quizá porque Kouchner lo logró decir absolutamente nada de interés, sus interlocutores decidieron no publicar la entrevista, realizada por causalidad en el marco de un reportaje sobre la situación militar en la región de Eslavonia. Sin embargo, Floquet y Coq terminaron por publicar un libro entero dedicado a las aventuras y desventuras del personaje durante los conflictos de Croacia y Bosnia: Les tribulations de Bernard K. en Yougoslavie, Eds. Albin Michel, Paris, 1993

Eran 223 páginas corrosivas, puro ácido sulfúrico sobre la imagen de Bernard Kouchner: médico de formación, cofundador de Médicos Sin Fronteras (1971) y Médicos del Mundo (1979) –como respuesta a su abandono intempestivo de la primera ONG-, ministro de Sanidad y Acción Humanitaria (una de esas innovaciones tan francesas) en 1992-1993, y administrador de Kosovo como Alto Representante de la ONU entre julio de 1999 y enero de 2001. Un hombre dedicado a la “alta acción humanitaria”, gran impulsor del concepto “derecho de injerencia” y… ambicioso trepador en el mundo de la política francesa: desde su militancia en el Partido Comunista Francés, al Partido Socialista, al Partido Radical de Izquierda, para volver con los socialistas y
terminar en el equipo de Sarkozy. Por lo tanto, cuando tanto se debate en estos tiempos sobre los fichajes socialistas del nuevo y controvertido presidente (Bernard K fue el primero), no cabe más remedio que recordar y reseñar, siquiera brevemente, el libro de Floquet y Coq.



Un caquéxico Bernard Kouchner es "nacionalizado" por Sarko, según caricatura del autor bretón Fañch Ar Ruz















La obra es muy de su época (en plena guerra de Bosnia) y por ello es útil como caja de resonancia de las obsesiones mediáticas de entonces. Pero también se adelanta al cuestionar la mojigatería de los “bien pensantes” de entonces, cuya única solución para cualquier conflicto internacional pasaba por el “derecho de injerencia”: el último capítulo y conclusión se titula, muy significativamente: “De regreso de la cuestión de Oriente, al nuevo sueño colonial”. Y faltaba toda una década para la invasión de Irak. También nos ilumina sobre la guerra de las ONG´s, otro asunto estrella de aquellos ya lejanos años. El combate singular entre Médicos Sin Fronteras y Médicos del Mundo, ambas ligadas en sus orígenes a Bernard K., se superpone a las guerras de secesión yugoslavas. Allí, MSF escoge Vukovar en el otoño de 1991; pero pierde varios miembros atrapados en los combates y decide replegarse a fin de consagrarse a los refugiados. De esa forma, pierde protagonismo frente a su rival, MDM, al menos en el muy mediático escenario yugoslavo. Es el turno de ésta ONG, dirigida entonces por el astuto Míster K., que se decide por Dubrovnik. Es una excelente apuesta: la bella ciudad, patrimonio de la UNESCO e icono turístico por antonomasia (todo el mundo la conoce, no como a Vukovar) es una apuesta segura. Ahora bien: ¿necesita ayuda humanitaria la ciudad de Dubrovnik? Rony Brauman, presidente de la rival MSF lo tiene claro: “Esta ciudad no tenía ninguna necesidad estricta. Se creó una necesidad humanitaria, pieza a pieza, y después se respondió a ella. La respuesta, como la necesidad, son virtuales” (Floquet et Coq, 1993: 55)

La idea de crear un “corredor humanitario” hacia Dubrovnik tuvo momentos de opereta que ya en aquella misma época fueron celebrados con lejía por periodistas y testigos de todo tipo. El convoy marítimo de ayuda que intentó llegar hasta el puerto rompiendo el bloqueo marítimo que mantenían las unidades de la Marina Federal yugoslava, fue una aventura en la que Kouchmner compartió protagonismo con el histriónico Stipe Mesic. Laura Silber en su célebre obra de referencia The Death of Yugoslavia (Penguin Books, 1995) relata cómo Mesic, al mando de la flotilla de yates, barquitos y barquichuelas de recreo de todo tipo, junto con el prier minsitro, al esposa del Minsitro de Asuntos Exteriores y Tereza Kesovija (la Nana Muskuri croata) intentó abrirse paso gritándole por radio al almirante serbio que él era el “comandante supremo” del Ejército yugoslavo. Lo cierto es que ya no lo era desde el 3 de octubre (y el 13 de septiembre Croacia había abandonado el gobierno federal) y quizá por eso o por las horas que llevaban en el bar del Slavija I, las celebridades a bordo festejaron la ocurrencia con sonoros aplausos, pitos y carcajadas.



Dubrovnik asediado por las baterías montenegrinas, octubre de 1991








El convoy no pasó. Si llegó, semanas más tarde, el barco hospital italiano San Marco (18 de noviembre), que desembarcó medicamentos y evacuó refugiados. Pero aprovechando que las tropas croatas tuvieron que retirar tropas del frente para controlar la operación en el puerto, las tropas serbo-montenegrinas tomaron el barrio de Mokosica. Los intentos de Kouchner para erigirse en negociador con los militares federales fueron un fracaso. No sólo se mofaban abiertamente de él, sino que cada vez que el notable francés abandonaba la ciudad, ésta era duramente bombardeada. No es de extrañar que las autoridades locales terminaran algo cansadas y comenzaran a reprochar a Bernard K. que alentara a los habitantes de la ciudad a evacuarla, puesto que eso se lo pondría más fácil a los asediadores. De hecho, desde finales de octubre las autoridades croatas habían puesto en marcha la operación “Retorno a Dubrovnik”.

Mientras tanto, Kouchner desplegaba una concentrada ofensiva mediática auto inventándose como protagonista. “Dubrovnik también le proporcionó a Bernard Kouchner la ocasión de dar la medida de su talento con la pluma. Kouchner, uno de cuyos tormentos es el fracaso de pasar por intelectual, cree que la inteligencia es contagiosa. Alentado por sus amigos (que una cierta prudencia retiene de cantar las gestas del ministro) se convierte en bardo de sus propios éxitos” (Floquet et Coq, 1993: 87) A lo largo del otoño de 1991 escribe rimbombantes artículos en al prensa francesa. ¿Y lo resultados concretos? Según él mismo, se transportaron más de 10.000 toneladas de alimentos a la ciudad. “3.500 toneladas de papeo” –corrige el doctor Michel Bonnot, fundador de Ayuda Médica Internacional, citado en el libro que nos ocupa. Según los autores, de esa ayuda debe restarse la entregada a los sitiadores. “Bernard usa las cifras como los medias: sin moderación”, concluyen. Y de paso califican la obra del biografiado. Según Kouchner la ayuda humanitaria consiste en “pequeños gestos constantes, en pequeños lugares para un pequeño grupos de personas”: es decir, la “ayuda bonsái” (Floquet et Coq, 1993: 93)


















Portada de uno de los libros de Bernard K. él mismo, pensativo y preocupado, en la portada


Lo que añadía una dura nota trágica a todo esto era que mientras tanto, la ciudad croata de Vukovar estaba siendo machada por la artillería del Ejército federal y asaltada por los chetniks, pero Kouchner no hizo nada por ella, a pesar de que el 17 de noviembre recibió un llamamiento personal desde el hospital de la asediada ciudad, a punto de caer en manos del enemigo, para que evacuaran algunas decenas de heridos graves. “Pero Bernard Kouchner no escucha. Está a punto de escribir: ‘Dubrovnik ciudad de la Paz’ un artículo que publica “Le Monde” dos días más tarde” (Floquet et Coq, 1993: 84). La última iniciativa del ministro consistió en imaginar un “Concierto para la Paz”, en el que deberían cantar juntos una soprano serbia y un bajo croata. Ante la negativa de Zagreb de que entrara en la ciudad ni un solo serbio, hubo que conformarse con la Orquesta Nacional de Cámara de Toulouse. A ese concierto de Nochevieja acudieron, como no, Bernard K, Simone Veil y Michel Piccoli. La población local le dedicó una gélida indiferencia.

Los años que siguieron estuvieron marcados por el protagonismo de Bernard K. en la guerra de Bosnia, como no podía ser de otra manera, teniendo en cuenta que era un abogado histórico de lo que por entonces se llegó a convertir en sacrosanto “derecho de injerencia”. Pero también de gestos a veces espectaculares, pero de eficacia real bastante dudosa. ¿El convoy del 5 de abril de 1992, que nunca llegó a entrar en Sarajevo sirvió realmente de algo, aparte de resaltar la imagen de Bernard K.? El “beau geste” del 28 de junio, protagonizado por el presidente Mitterrand para que se abriera el aeropuerto de la asediada ciudad (al parecer inspirado por Kouchner) desunió más a los europeos, evitó una temprana intervención militar occidental contra los serbios? Eso sí: siempre con la prensa por testigo, siempre cámaras e imagen. Todo un precedente el estilo Sarko de nuestros días: enormes tasas de popularidad, hiperactividad, ubicuidad, “efecto anuncio” y “charla por los codos”, como parte del
retrato que hacía Lluis Bassets hace pocos días.




















Bernard K, 2007, implicado en los manejos de Sarkozy con el dictador libio Gaddafi


El libro de Floquet y Coq, hoy difícil ya de encontrar, incluso de segunda mano, dejó a Bernard K. en Bosnia. Pero su carrera continuó, siempre con el mismo o similar estilo, siempre dejando en el aire la pregunta: ¿Es Bernard Kouchner un simple caradura, un tipo realmente listo, un ambicioso sin límites, un simple “con”, como lo califican algunos franceses en los foros? “Le Point” le coronó “Hombre del año” en la Francia de 1991, y sólo unos meses más tarde era el político más popular. Personaje altamente estimado por sus compatriotas en aquello lejanos años, lo cierto es que nunca logrará ser elegido como parlamentario, ni en Moselle en 1994 ni en Gardanne en 1996. Una cosa es la popularidad mediática y otra confiar el destino de una parcela del propio país en manos de Bernard K. Eso es lo que, al menos, pensaban los franceses por aquel entonces.

















Bernard K, junio de 1999, recién concluida la campaña militar de la OTAN contra Serbia. En la fotografía, con dos líderes del UÇK (Thaci y Ceku), el general de la KFOR, Jackson, y el comandante de la OTAN, general Clark



Pasaron los años. En 1999, después de que la última bomba humanitaria de la OTAN cayera sobre lo que restaba de Yugoslavia, Bernard K fue nombrado administrador de las Naciones Unidas para Kosovo. Ocasión más que propicia para acuñar otra de sus frases características: “Europa, la que amamos, ha nacido en Kosovo”. En la arrasada provincia, Kouchner debe ocuparse de la asistencia humanitaria, la administración civil, la economía y la elaboración de instituciones democráticas. Es una ocasión perfecta para desarrollar sus teorías. Así, durante su mandato (julio de 1999-enero de 2001), regresaron los refugiados albaneses, pero fueron expulsados casi un cuarto de millón de serbios y otras minorías étnicas de Kovoso. Hasta la fecha, la limpieza étnica, consumada, más voluminosa de la las guerras de secesión yugoslavas. El Ejército de Liberación de Kosovo (UÇK) es desarmado y reconvertido en el Cuerpo de Protección de Kosovo, pero se cree, con fundamento, que puede recuperar su capacidad ofensiva con facilidad; de hecho, algunos mandos son sospechosos de estar tras acciones hostiles. No se logrará que funcione el Consejo de Transición de Kosovo, por desavenencias internas entre las dos principales fuerzas políticas de los albaneses, los representantes del UÇK y los de la Liga Democrática de Kosovo. La gestión gestual de Kouchner, en entredicho, dejando tras de sí polémica.



Bernard K pasea por Pristina con la controvertida Secretaria de Estado norteamericana Madeleine Albright














El año 2003 comenzó a marcar los límites de la desintegración de la doctrina del “derecho de injerencia”. En un célebre artículo publicado en “Le Monde” (4 de febrero), Bernard K. intenta salirse por la tangente ante la inminente invasión de Irak. Adopta una postura tan facilona como demagógica: “Ni la guerra ni Saddam”. No duda que existen armas de destrucción masiva escondidas, tampoco debe consentirse que Saddam siga en el poder. Intervencionismo, derecho de injerencia, si, pero sin guerra. ¿Cómo? “Qu’en ce début de XXIe siècle, on invente d’autres formes de politique et d’interventions internationales". Efectivamente : que inventen otros para sostener lo que yo afirmo. Bernard K sólo sugiere fórmulas nebulosas, que para derribar a Saddam del poder e “instaurar la democracia” en Irak, no funcionan. Pura y santa buena intención. pero claro, o injerencia a la manera clásica, o nada. Y como nada no puede ser…

Mientras tanto, ha fundado una consultoría: BK Conseil. Y con ella se mezcla en un resbaladizo negocio (
septiembre 2003): lograr que la petrolera francesa Total obtenga de la dictadura militar que gobierna Birmania (Myanmar) la opción de construir y gestionar un oleoducto a cambio de que la empresa se implique en la subvención de mejoras de infraestructura humanitaria en el país. Pero el asunto se complica y desemboca en un escándalo cuando, dos años y medio más tarde, un grupo de ONG´s radicadas en Gran Bretaña lanza una campaña contra las actividades de Total en Myanmar, el trabajo forzado que se está utilizando en el oleoducto (incluyendo mano de obra infantil) y al represión que ha estado practicando “horrorosos abusos en la región del oleoducto”












El invento casi no da más de si: Bernard K. en 2003, después de la invasión de Irak


Floquet y Coq supieron a quien tenían delante en aquel lejano otoño de 1991, cuando lo entrevistaron en Croacia y decidieron dedicarle un libro. Trece años más tarde, Jordi Raich, un curtido veterano de la ayuda humanitaria, a la que sin embargo critica y fustiga en su polémico libro: El espejismo humanitario. La especie solidaria al descubierto (Debate, Madrid, 2004) hace de él éste completo retrato (pags. 162-163):

“Lo suyo era el espectáculo solidario y para ponerlo en escena recorrió incansable los escenarios más exóticos de la miseria humana. Visitó campos de refugiados, prisiones, trincheras, hospitales y fosas comunes en Croacia, Kosovo, Kurdistán y Pakistán. El doctor estaba en todas las fotos: con su mujer, con el secretario general de la ONU, sonriendo a Lady Di, entre la multitud de desgraciados y junto a los señores de la guerra. Kouchner convirtió sus cargos en un formidable instrumento de propaganda al servicio del presidente de la república y de sí mismo. Y, en el camino, hizo añicos al humanitarismo independiente basado en las necesidades de las víctimas, que fue tan valioso en sus orígenes.


Bernard K en los buenos tiempos, pero ya con una inseparable cámara detrás: Somalia, 1992




En diciembre de 1992 le vi llegar a Mogadiscio para presidir el atraque de “su” barco cargado con la cosecha de “su” operación Saco de Arroz: cada niño francés debía aportar un kilo de arroz para un niño somalí. Llegó al puerto en convoy, acompañado de un séquito de periodistas y cámaras de televisión. Hizo pomposa entrega de la carga a no se sabe quién, se echó un costal a la espalda y aguantó con sonrisa dentrífica hasta que los fotógrafos estuvieron satisfechos. Por cierto, la mayoría de ONG rechazó distribuir el arroz por su baja calidad, mezcla de variedades diferentes del cereal y nefasto empaquetado. Treinta camiones con una parte de la donación fueron robados y desaparecieron en la nada. Una partida acabó en manos de comerciantes privados que lo vendieron durante meses a precio de ganga reventado así la frágil economía local”.

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