viernes, agosto 31, 2007

NOTA: Grecia en negro















Una espectacular fotografía publicada en el diario costarricense "Nación": los incendios amenazan las ruinas de Olimpia

Anteayer mismo, un amigo recién llegado de Grecia, un profesor español perfectamente integrado en la realidad social del país desde años, comentaba varias novedades relativas a las consecuencias políticas que están generando los recientes incendios en ese país. La primera ya había sido cubierta por la prensa española: al gobernó le falló estrepitosamente la “denuncia” de que los incendios habían formado parte de una provocación criminal. De forma más o menos indirecta, los señalados como culpables fueron la oposición y (eso no se mencionó por estos pagos) los turcos, deseosos de terminar con la competencia del turismo griego. La teoría conspirativa, de rancia tradición balcánica, no coló. La ciudadanía está más que enfadada. Y ahora, a pocos días de las legislativas de septiembre, Nueva Democracia pierde posiciones.

Mi amigo añadió que en este momento, la pugna más o menos soterrada (y para muchos griegos, una de las claves de los incendios) es el reparto de las ayudas y subvenciones de la Unión Europa. ¿Quién repartirá más, cómo lo hará? Ha sido una agradable sorpresa encontrar en “El País” de ayer (30 de agosto) un reportaje de Ramón Lobo, desde una de las zonas más afectadas por los incendios, centrado precisamente en esa cuestión y titulado: “
Tras el fuego, llueven las ayudas. La picaresca se cuela en el cobro de indemnizaciones por el descontrol del Estado griego”.



Fotografía satélite del Peloponeso, Ática y la isla de Eubea, arrasadas por los incendios







Este asunto me ha traído a la memoria las excelentes novelas del autor griego (nacido en Estambul y de padre armenio) Petros Markaris, traducidas y publicadas casi todas ellas en castellano. Esa serie de obras de serie negra tienen como protagonista al comisario (teniente)
Jaritos, un ex policía durante la dictadura militar, de concepciones deliciosamente anticuadas que, como contraste, nos permiten entender mejor la sociedad griega de nuestros días. A lo largo de las diversas novelas, Jaritos debe enfrentarse a casos policiales relacionados con la explotación de la mano de obra inmigrante, especialmente la albanesa, los mangoneos financieros que tapan los clubs de fútbol, el tráfico de órganos, la reconversión de un antiguo progre de izquierdas en un perfecto neocon sociata, la especulación inmobiliaria, las irregularidades en los medios de comunicación, las corruptelas en la seguridad social, los chanchullos con las subvenciones de la UE y cosas así.

El escritor griego Petros Markaris, en una pose característica














Es cierto que los últimos títulos han caído un poco en cierta exageración argumental; pero en todo caso, no es sino una técnica para introducir a la vez, en una misma novela, más rasgos distintivos –negativos- de la Grecia actual. Por cierto: en medios españoles se ha comparado a veces, erróneamente, al comisario Jaritos con el Pepe Carvalho de Vázquez Montalbán. Como caracteres no pueden ser más opuestos; pero además, el desaparecido escritor barcelonés tendía a insistir en la utilización del tradicional “esperpento”, desarrollado magistralmente por la pluma de Valle-Inclán un siglo antes. Lo de Markaris es otra cosa, no lo duden.

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sábado, agosto 25, 2007

Comics y guerras de secesión yugoslavas (5): Tomaž Lavrič TBC




Portada de Fábulas de Bosnia en su edición española, que prácticamente coincidía con las que se hicieron en otros idiomas. La obra fue el gran éxito internacional de Tomaž Lavrič











El libro de comics que el dibujante Tomaž Lavrič (también conocido como TBC) le dedicó a la guerra de Bosnia, supuso un salto de gigante en el tratamiento de este conflicto por parte de las novelas gráficas. En muchos aspectos, ese hito no está superado.

Ante todo, porque Lavrič es un excelente dibujante y se notan, en su trazo limpio pero muy expresivo, sus años de Bellas Artes con especialización en figura humana. Pero además, porque se trata de un esloveno, lo cual implicaba que, sin ser serbio, bosníaco o croata, sabía bien lo que estaba ocurriendo en Bosnia y lo plasmó con exactitud en su obra. Quizás no vivió de primera mano la tragedia, pero como “insider marginal” conocía de forma intuitiva, por proximidad cultural, cuál era la esencia del conflicto que se estaba viviendo más al sur. Entendámonos: Lavrič había trabajado como dibujante para la revista “
Mladina”, célebre publicación de las juventudes de la Liga de Comunistas de Eslovenia que había encabezado el proceso de aperturismo cultural y político vivido en esa república, y de hecho en el conjunto de la antigua Yugoslavia, a finales de los ochenta.






















Viñeta de Rdeči alarm (Alerta roja), obra primeriza de Lavrič en la que describía el ambiente contracultural que vivió en su propia juventud. Como se puede apreciar, existía una fuerte inspiración en la estética y discurso de similares movidas...



Así, la revista “Mladina” se encontró en el centro de la polémica cuando en 1988, cuatro de sus redactores fueron sometidos a juicio por una corte marcial, acusados de “revelación de secretos militares” debido a un reportaje sobre un supuesto plan militar, apoyado por la Liga de Comunistas de Yugoslavia, para detener a periodistas y disidentes eslovenos. El artículo era un ataque contra el Ejército Popular Yugoslavo, que se autotitulaba último garante de la unidad del estado, pero formaba parte de una línea editorial deliberada que forzaba los límites de la libertad de expresión. En el proceso fue enjuiciado, entre otros, Janez Janša, un cargo de las juventudes comunistas locales especializado en Defensa que había ido derivando hacia el campo nacionalista esloveno. Al año siguiente sería el fundador de la Unión Democrática Eslovena, y más tarde, ministro de Defensa en el primer gobierno de la Eslovenia soberana, que llevó a cabo la breve guerra contra Yugoslavia, llegando a detentar el cargo primer ministro en 2004.



...en la Europa Central durante los años ochenta. Aquí, viñeta de un comic del popular dibujante alemán de la contracultura alternativa berlinesa, Gerhard Seyfried (procede la obra: Invasion aus dem Alltag, 1981) Pulsar sobre imagen para ampliar











Estos datos sirven para ilustrar que “Mladina” estuvo en el centro de sucesos decisivos que transformaron Eslovenia y Yugoslavia, y por lo tanto, para Tomaž Lavrič fue la plataforma ideal desde la que desarrollar sus personajes y argumentos: tanto las ilustraciones y caricaturas políticas que desarrolló para la revista como los comics sobre cultural alternativa o las Fábulas de Bosnia. Así, Rdeči alarm (Alerta roja) fue un comic autobiográfico que, según explicaba el autor
en una entrevista: “Es una historia sobre mi juventud, es sobre adolescentes en 1980, unos jóvenes punk-rockers frustrados, que gritaban pidiendo Anarquía en mitad de un país comunista. Y que bebían cantidad de cerveza, (risas)”

Pero el éxito internacional llegó con Fábulas de Bosnia (Glénat, 1999-2001) El mismo Lavrič sintetiza en la entrevista la esencia de la originalidad que transmitía la obra: “Como artista fue la única forma que tuve de reaccionar ante los trágicos sucesos que ocurrían en la antigua Yugoslavia, que estaba siendo destruida sangrientamente por una serie de envilecidas guerras étnicas. Mi república, Eslovenia, se liberó rápidamente del conflicto, así que tuve la oportunidad de contar todas estas historias desde un punto de vista de sufridor-observador. Estaba lo suficientemente cerca como para saber lo que realmente estaba sucediendo, y lo suficientemente lejos como para no ser un objetivo”.



¿Podría tratarse de Momčilo Krajišnik? En todo caso...















El subrayado, que pertenece al autor de este post, deja bien claro que Fábulas de Bosnia no era un libro de comics más, dibujado desde la indignada comodidad de una capital occidental, pero tampoco un panfleto de combate editado en las inmediaciones del campo de batalla. Desde Ljubljana, Lavrič mantenía la distancia justa para que los relatos resultaran creíbles y dejaba algunas pistas para los conocedores del asunto. Por ejemplo: resulta significativo que sólo una de las historietas de Lavrič se sitúe en Sarajevo; tiene muy claro que la guerra de Bosnia fue mucho más allá de lo ocurrido en la capital, donde la inmensa mayoría de los periodistas occidentales centraron sus crónicas. Pero mejor todavía: aquí y allá, literalmente infiltrados en los guiones de las historietas de Lavrič, aparecen personajes reales, bien dibujados, pero que el autor no señala, no define. De repente, en una viñeta vemos a Vojislav Šešelj, el líder de los chetniks serbios, gordo, rubio, con sus características y anticuadas gafas. En otra de las fábulas, un político que bien pudiera ser Momčilo Krajišnik (presidente de la Asamblea Nacional de la Republika Srpska y luego miembro de la presidencia) comparte protagonismo con dos despistados periodistas. ¿Pero se trata realmente del cejijunto Krajišnik?¿Y por qué no?

















...no cabe duda de que el personaje en el centro de la viñeta, con traje de rayas y corbata exhibe el característico perfil y envergadura de Vojislav Šešelj. Pulsar sobre imagen para ampliar

Ante todo, Lavrič evita los planteamientos maniqueos y simplistas, algo en lo que casi ningún otro autor de comics tuvo éxito a la hora de abordar los conflictos balcánicos. Por lo tanto, el lector enseguida se percata de que el dibujante esloveno sabe muy bien de lo que habla y qué es exactamente lo que desea resaltar, sin caer en moralinas. Sus conclusiones son transparentes. Su dibujo acompaña perfectamente la claridad de su relato. Es elegante, suelto, detallista, estructurado en viñetas amplias y aireadas.

En el tratamiento de los diversos bandos enfrentados en Bosnia Lavrič no se casa con ninguno; en realidad reparte leña para todos. Su objetivo es denunciar la crueldad absurda de la guerra, sin alinear a las víctimas y los verdugos por bandos. En cada una de las fábulas denuncia el cinismo, las crueldades y suciedades de serbios, bosníacos y croatas. A veces, ni siquiera sabemos la nacionalidad de las víctimas. La última fábula (“El cerdo”) es la apoteosis de la porquería en la guerra de Bosnia-Hercegovina: los negocios entre bandos. Ni siquiera sabemos en cuál luchan los protagonistas, porque la realidad es contemplada a través de los ojos de un joven combatiente drogadicto que apenas puede discernir tan sólo un entorno deshumanizado, en el cual sus compañeros son águilas, cerdos, lobos, dragones… Por lo demás, el “El cerdo” se relata uno más de aquellos episodios vergonzosos de colaboración comercial entre enemigos teóricos. Como, por ejemplo, el acuerdo entre serbios y croatas para repartirse la producción de la fábrica de explosivos de Vitez. Cuando la población musulmana de los alrededores comenzó a sospechar y a protestar, los croatas arreglaron con los serbios la simulación de un ataque aéreo a la factoría. Después de tres horas de sobrevolar espectacularmente el objetivo, los aviones dejaron caer una bomba en un prado cercano.





En la fábula "El mulo", los voluntarios fundamentalistas musulmanes se proponen llevar la guerra adelante pasando por encima de cualquier intento de reconciliación interétnica o generacional. Obsérvese la pintada ácrata en la mezquita. Pulsar sobre imagen para ampliar







Las acciones estaban a veces claramente tarifadas. Bombardeos con la colaboración serbia de posiciones bosnio-musulmanas en Travnik, Novi Travnik, Zenica y Gornji Vakuf eran pagadas por los croatas en alcohol y gasolina. Los serbios alquilaron también oficiales para algunas misiones de las tropas croatas, en zonas donde sus tropas carecían de profesionales, especialmente en torno a Mostar, y también vendieron posiciones militares. A veces, unidades de la Armija musulmana implicadas en negocios mafiosos entraban en estas componendas. Así, el Ejército serbobosnio tomó en julio de 1993 el Monte Igman, pero algunas posiciones no fueron conquistadas al asalto, sino compradas y pagadas a las “unidades especiales” que las guarnecían. Hace ya años que existe abundante documentación sobre estas prácticas, que la prensa occidental no quiso airear. Y esa es, precisamente, una de las aportaciones de la obra de Tomaž Lavrič en Fábulas de Bosnia.

De hecho esta obra es un buen relato de guerra porque sigue la mejor tradición del género: apenas hay escenas bélicas explícitas. Las fábulas se desarrollan en un olvidado campo de concentración, una trinchera aburrida, la filmación de un documental en un sector del frente donde no ocurre nada, francotiradores matando maniquíes y niños, refugiados en la Riviera. Algo similar a esa obra cumbre de la literatura que es Homenaje a Cataluña, de George Orwell, donde la acción militar brilla por su ausencia. O bien La cartuja de Parma, de Stendhal, con su célebre narración de la batalla de Waterloo, en la que el protagonista, confundido, no para de preguntarse si ha participado o no en una «verdadera batalla».




"El mulo" es uno de los relatos más conmovedores de las Fábulas, quizá porque incorpora el carácter antisistema de las primeras historietas de Lavrič sobre su propia juventud. Obsérvese la ajustada captación de la sicología y la estética de los dos jóvenes fans de "Metallica" y el diseño holgado de la página. Pulsar sobre imagen para ampliar





Dicho lo cual, el lector podrá argumentar que la obra de Tomaž Lavrič no responde al estereotipo de los comics sobre las guerras de la ex Yugoslavia tal como fue definido en los primeros posts de esta serie. En Fábulas de Bosnia no son los periodistas los protagonistas del relato, sino personajes muy creíbles pero humildes, gentes del montón, los marginados de la guerra: antihéroes, drogados, subnormales, adolescentes, niños, animales. Lavrič desarrolla el relato en estado puro, que es la fábula, ni más ni menos. En realidad, y más allá de la utilización de animales reales o imaginarios como núcleo de los cuentos, el término “fábulas” no casa muy bien con ellos, dado que el objetivo del autor no es enseñar o aportar moralejas, rasgo típico de ese género. En conjunto, Lavrič es más descriptivo que emocional o pedagógico. Pero tampoco intenta hacer reportajes. Ni ve la guerra a través de los ojos de los periodistas.





















Los medios de comunicación también protagonizan, forzosamente, una de las Fábulas, en este caso dejando mal parados a los croatas, como guerreros de opereta. De todas formas, la obra de Lavrič es la excepción que confirma la regla en relación al claro protagonismo mediático en los comics sobre las guerras de secesión yugoslavas. Pulsar sobre imagen para ampliar


Con todo, la sombra del asunto está presente. No por el hecho de que la prensa y la televisión protagonicen dos de las fábulas, sino porque, al fin y al cabo, el mismo Tomaž Lavrič es periodista antes que autor de comics. Sólo que su trasfondo cultural antisistema, su experiencia juvenil y la historia vivida en “Mladina” (donde no sólo vio los pecados ajenos, sino los propios) hacen que la tendencia a escapar de los escenarios centrales, de los tópicos al uso, contenga un cierto manifiesto oculto. Fábulas de Bosnia no es la guerra de los reporteros occidentales no es el escenario televisivo al uso. Es la guerra como fue y la sufrieron los que nada tienen que ver con ella: la mayoría de la gente real.



Tomaž Lavrič en su estudio: una persona real

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jueves, agosto 23, 2007

Aprenda a hacer el lobito





Grabado nacionalista panturanio del MHP












Los pueblos turcos comparten con otros (como los mogoles o los romanos) la colaboración del lobo en sus orígenes mitológicos. De la misma forma que Rómulo y Remo fueron amamantados por la loba, una historia contada con múltiples variantes desde Anatolia hasta los confines de Asia Central relata que en tiempos remotos y tras ser destruida una de las primeras tribus turcas por el ataque a traición del enemigo, un único niño superviviente fue cuidado y adistrado por una loba (cuyo nombre sería Asena) lo cual señala el origen histórico de un nuevo pueblo turco con las mejores cualidades del orgulloso canis lupus, incluyendo su capacidad para desplazarse a larga distancia por las estepas. Normalmente se especifica que la historia dió origen al clan Ashina que gobernó al imperio de los Kök-Türks o Gök-Türks en el siglo VI d. de JC. No es de extrañar, por lo tanto, que la extrema derecha turca haya adoptado al lobo como emblema; de ahí la existencia de un grupo paramilitar denominado "Lobos Grises" o el gesto ejecutado con la mano simulando la cabeza de un lobo.





Emblema nacional checheno, protagonizado por el lobo y la luna creciente




Ante la insistencia de algunos lectores para que aclarase el enigmático símbolo de lobo ("kurt") que ejecuta Devlet Bahçeli en la fotografía reproducida en el post correspondiente al pasado 18 de agosto, he aquí un breve cursillo, en tres sencillos pasos a fin de que, todos aquellos que lo deseen, "hagan el lobito":


















a. En cualquiera de las manos, el pulgar se utiliza para la mandíbula inferior, mientras el corazón y el anular configuran el hocico. Los dedos meñique e índice van destinados a las orejas


















b. He aquí la forma completada, vista de perfil. Según la gracia del ejecutante, las orejas del lobito pueden ir más o menos tiesas, una de ellas algo caida o en palmera, etc.


















c. Vista frontal del lobito para terminar de aclarar el concepto. Es quizá la perspectiva más problemática, porque destacan en exceso las orejas


Y a continuación, fotografías de Bahçeli haciendo varias demostraciones. Dado que ya sabemos cómo se hace el gesto, podemos apreciar mejor las variaciones y estilos, incluyendo la respuesta de sus seguidores:




















Una vez más, el punto débil del gesto (perspectiva frontal) que muchos periodistas extranjeros escasamente avisados, habrán confundido en más de una ocasión






Si la fotografía queda movida, entonces la confusión está asegurada










Una variante espectacular, de resonancias ocultistas

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miércoles, agosto 22, 2007

ЛOMO o la moda postsoviética
















Una LOMO L-C original, gastada y hasta agrietada. El aspecto externo, desde luego, no es en absoluto impresionante. Pero se considera una joya de la fotografía, y los resultados son realmente chocantes. Imagen obtenida de Wikipedia



Entiendo que no es este un asunto demasiado propio del presente blog, aunque posee innegables conexiones con la Europa oriental, y además es muy de verano, estación todavía en curso, a pesar de la lluvia. Pero sobre todo, desconocía que existía un fenómeno llamado “lomografía”, que además está bastante extendido y asentado en numerosos países y tiene ya más de quince años. Eso quiere decir: clubs, exposiciones específicas, “lomoembajadas”, “lomoolimpiadas”, la Lomo en verso.















El característico "efecto lomográfico", aunque en este caso, el excesivo cuidado en el encuadre contraviene el manifiesto. La instantánea pertenece a Rikisamoto y ha sido premio en LomoSpain


En esencia, consiste en la utilización de viejas cámaras soviéticas de la marca LOMO (ЛOMO, en cirílico) para hacer un tipo de fotografía con un característico perfil “lomográfico”: colores saturados y tendencia a la distorsión de gran angular. Existen clubs, encuentros de aficionados al asunto y hasta un manifiesto que propugna, básicamente, fotografiar intuitivamente, nunca enfocando, a ser posible “desde la cadera” y sin pensar. Foto instintiva, foto de ambientes: “lomografiar no interrumpe tu vida cotidiana, la pone en escena” –reza el breve manifiesto. Es lógico que sea así, porque casi cualquier instantánea que se haga con una LOMO va a dar como resultado un enfoque distorsionado y una coloración sobresaturada que producirá una foto abigarrada. Además, si se desea, se puede utilizar algún carrete caducado, para que el conjunto sea más imprevisible. Porque la LOMO es una cámara analógica, por supuesto, y ello hace que la afición puede salir algo cara, teniendo en cuenta que los viejos ejemplares originales son objetos de culto y que hacer fotos a tontas y a locas implica aplicar la filosofía digital a la analógica con el consiguiente desembolso de carretes y revelado.

No recuerdo dónde leí que para el aficionado, la historia de la “lomografía” no tiene mayor importancia, viene a ser un adorno que le da cierto pedigrí a lo que es una moda snob, pero tiene su gracia, porque además viene entreverada por alguna que otra leyenda urbana.















Un técnico de LOMO, supuestamente en los años ochenta del siglo pasado. La empresa desarrolló diversos modelos de cámaras compactas. Fotografía procedente de una web sobre lomografía e historia de la LOMO LC-A

LOMO son las siglas de: Leningrádskoje Optiko Mechanitschéskoje Objedinénie, esto es: “Unión de Ópticos y Mecánicos de Leningrado”, una empresa estatal soviética que, entre otros productos, manufacturaba cámaras fotográficas. En un momento indeterminado que algunas fuentes sitúan a comienzos de los años ochenta (1982) el general Igor Kornitzky y Mihail Panfilov, ponen en marcha el diseño y la producción de un modelo de cámara muy sencilla, muy barata, copia de una japonesa que a su vez se inspiraba en una Minox alemana. El primero de los dos personajes mencionados era un importante asesor del ministro de Defensa; Mihail Panfilov era el director de la factoría óptica leningradense. Según explica la leyenda, la idea de los directivos y técnicos de LOMO era la de crear una cámara simple y resistente, el aparato del pueblo soviético por antonomasia.

Esa parte de la historia no es muy consistente, porque en la antigua URSS se desarrolló una
importante industria fotográfica que generó una amplia gama de marcas y modelos, algo lógico si tenemos en cuenta que la fotografía y el cine fueron dos destacados elementos del agit-prop revolucionario, ya en los años veinte. Por lo tanto, las Fotokor de los años treinta, la FED de esa misma época y de los cincuenta, la EFTE-1 (primera cámara soviética de fabricación en serie, de 1930), la Sport, o primera cámara réflex de la historia (1937), fueron modelos que prefiguraron la saga de las cámaras comerciales soviéticas: las Moskva, Kiev, Smena, Zenit, Zorki o las Chaika, un producto estándar, muy sencillo de usar, similar a las LOMO: ejemplares que hoy hacen las delicias de los coleccionistas de aparatos fotográficos, algunos de ellos especializados en los viejos cacharritos soviéticos.




Parte del atractivo de trabajar con la LOMO proviene del morbo de fotografíar nuestro mundo actual con los ojos de tiempos pasados. En la imagen, una foto contemporánea realizada por el coleccionista ucraniano Valdis con una antigua FED-5 soviética





¿Qué fue, pues, lo que hizo de las LOMO un mito occidental? En 1991, Matthias Fiegl y Wolfgang Stranzinger, que eran un par de estudiantes vieneses, se tomaron unas vacaciones en Praga y en la capital de ese país socialista que había sido Checoslovaquia, encontraron un remate de viejas LOMO LC-A que ya no quería nadie: comenzaba la invasión de baratos y más perfectos productos asiáticos, que los checos preferían a los viejos trastos del antiguo aliado soviético. Hicieron las primeras fotos con las gangas recién compradas, y cuando regresaron a Viena y revelaron los carretes, descubrieron unas fotos deliciosamente anticuadas, con los colores de las cámaras de calidad popular en los setenta: colores desvaídos pero sobresaturados, y brillantes, enfoques viñeteados, imágenes distorsionadas.

Por entonces, estaba en pleno auge la recuperación y regurgitación comercial de productos de “estilo socialista”, estudiados y analizados detenidamente por expertos como Susan E. Reid y David Crowley, de ahí que los avispados estudiantes vieneses cosecharan un verdadero éxito en su idea de comercializar las LOMO en Occidente, compradas a precio de saldo. Los snobs siempre buscan afanosamente distanciarse de la inmensa mayoría de ciudadanos aburridos mediante un selecto gregarismo que no renuncia a ampliar el círculo abarcando más y más miembros. Por lo tanto, no tardaron en aparecer la Sociedad Lomográfica en Viena (denominación de reconocible estilo freudiano), la primea exposición lomográfica internacional simultánea en Moscú y NY (1994) y hasta la primera Embajada Lomográfica en Berlín, a la que siguieron otras 70 en más de 30 países. En 1996, la Sociedad Lomográfica convenció a los responsables de la factoría LOMO para que reiniciaran la producción de la emblemática cámara con, atención, la inestimable ayuda de Vladimir Putin, por entonces alcalde de Leningrado, sede de la fábrica. Al parecer, el hoy presidente ruso era ya por entonces un fanático de las cámaras LOMO, lo cual contribuye a hacerlo definitivamente simpático (sin que importe demasiado la opinión de los periodistas occidentales más estreñidos) sobre todo frente a un Bush que parece muy lejos de entender el mecanismo básico de la rueda.
















Bush prueba un venerable Volga, con Putin de pasajero. El presidente ruso ha impulsado con éxito diversos items de la moda postsoviética, incluyendo la cámara LOMO


En 2005, dejaron de fabricarse las LOMO rusas: salían muy caras. Entonces comenzarán a producirse réplicas “mejoradas” o alteradas de la LC-A, con nuevos complementos y diseño más moderno, sumergibles, con ojo de pez, carcasas atrevidas e incluso, se comenta, para un futuro cercano, digitales. Se fabrican en China pero, según afirma la publicidad, las lentes siguen facturándose en la antigua Leningrado, hoy San Petersburgo. Existen centros y tiendas especializados (por supuesto, también en España), muchas páginas web de fans, un grupo específico en Flickr y las mil y una posibilidades de acceder y explotar este objeto de consumo, incluyendo la posibilidad de aplicar el "efecto LOMO" sobre cualquier foto digital.















Ejemplo de un contrapicado sobresaturado realizado con una LOMO. Este tipo de fotos, aunque lógicamente más definidas, eran usuales en los equipos de seguimiento de sospechosos, tanto en el Este como en el Oeste, y la LOMO parece que podía resultar especialmente práctica para estos fines



La leyenda de la LOMO LC-A sugiere que pudo ser una cámara para espías, historia aderezada con argumentos como el de que era muy capaz de hacer fotos de calidad con muy poca luz ambiente o por su sobresaliente capacidad métrica. Es de suponer que el hecho de que el mismo Vladimir Putin las conociera y le gustaran podría derivarse de su época como oficial de la KGB en Berlín Este. En principio, parece una leyenda sin mucho calado, porque no existen “cámaras de espías”, si exceptuamos la legendaria Minox B, creada con este fin, y la larga línea de microcámaras disimuladas en encendedores, patillas de gafas y los lugares más inadvertidos, que hoy se han terminado de comercializar instaladas en los móviles. Más allá de los “productos James Bond”, el agente de campo suele utilizar cualquier cámara comercial, a veces incluso el modelo más trillado, para pasar lo más desapercibido posible.

Pero sí que existe un detalle que podría apuntar a la posibilidad de que la LOMO fuera utilizada en la habilidosa y artesanal técnica de la instantánea a bocajarro empleada por los equipos de seguimiento: la cámara disimulada entre los pliegues del periódico, accionada con mano firme por el agente, un disparo de abajo hacia arriba, desde la cintura y casi a bocajarro, sin posibilidad de enfocar al objetivo, intuitivamente. Es de suponer que la LOMO disponía de una serie de características que ayudaban a que este tipo de “disparo” tuviera éxito, como su robustez y simple manejabilidad, pero sobre todo, el objetivo de 32 mm que proporcionaba un gran angular medio (ideal para abarcar el mayor campo posible en una foto a ciegas) copia del Minotar 32 de la Minox. De hecho, es posible que los estudiantes Fiegl y Stranzinger hubieran hecho broma con esa táctica durante aquellos días de bromas y fotos “desde la cintura” en Praga, 1991, y de ahí los puntos 4 a 7 del manifiesto lomográfico; aunque la esencia, claro está, reside en el décimo y último: "No te preocupes por ninguna de las reglas". Algo que, al fin y al cabo, está en el centro de la esencia operativa de cualquier buen agente.





















Dos ejemplos de las peculiaridades cromáticas de la célebre cámara soviética. Abajo, Venecia según LOMO

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sábado, agosto 18, 2007

Un pulso a la turca (y 2)


Por fin, en agosto, Erdoğan logró atraer a Al Maliki a Ankara, aunque la falta de entusiasmo del árabe es patente en casi todas las fotos de su viaje a Turquía






Y comienzan a pasar cosas en Turquía. Y nadie comenta nada. Claro, es el mes de agosto, y todos aquellos que no paran con Turquía, arriba y abajo, parece que se han tomado un respiro. Pues se están perdiendo la procesión, que va por dentro, o es que no lo ven nada claro.

El primer ministro iraquí, Nuri Al Maliki, tras visitar por fin Ankara,
accedió a firmar un acuerdo con el gobierno turco para luchar conjuntamente contra el PKK. Era un secreto a voces que los norteamericanos andaban por detrás, que planificaron con los turcos la forma de atacar las bases del PKK y, con toda seguridad, presionaron a Al Maliki para que, oreja gacha, acudiera a Ankara en un momento en el que –supuestamente- la cuestión del PKK es el menor de sus problemas. A continuación, el primer ministro iraquí fue a reunirse con los iraníes, incluyendo al presidente Ahmadineyad, lo que provocó serios recelos y advertencias de los norteamericanos y la fractura política interna, en el mismo Irak, con los suníes. Y para rematar la turbia historia, el Ejército turco y el iraní están bombardeando supuestas bases kurdas en el norte iraquí: los turcos apuntaron sus cañones contra territorio del PKK, y los iraníes largaron sus obuses sobre posiciones de la guerrilla kurda que opera en su territorio, brazo armado del Partido de la vida en Libertad del Kurdistan (Pejak). Mientras tanto, en otro frente, diplomáticos turcos se han estado reuniendo con sus homólogos israelíes y sirios, mediando entre ambos para rebajar las tensiones entre ambos países.

Por lo tanto, algo parece indicar que Ankara no ha perdido ni un ápice de su capacidad de maniobra en el Próximo Oriente y está trabajando contra reloj para sacar el mayor provecho posible de la situación. Eso quiere decir que, muy posiblemente, Erdoğan está moviéndose en varias direcciones a la vez: acercándose a Irán, con quien le unen cada vez mayores y más provechosos proyectos petrolíferos, actuando como actor con recursos y objetivos propios en Oriente Medio, desactivando la presión del PKK y “haciendo algo” con el Ejército turco. Pero ¿qué exactamente? La respuesta, ahora mismo, parece estar en Ankara, y no en la frontera con Irak.








Köksal Toptan, elegido presidente de la Gran Asamblea Nacional. A su espalda, aplaudiendo, Erdoğan









El pasado día 9, gobierno y oposición consensuaron la elección de un presidente para la Gran Asamblea Nacional, el moderado Köksal Toptan, militante del AKP: obtuvo los votos de 450 parlamentarios, de un total de 535 asistentes. Aquel día, el parlamento turco pareció vivir la fiesta de la democracia: todos felicitaban a Toptan, todo era concordia y buen ambiente. Se rumoreaba que Erdoğan retiraría la candidatura de Gül a la presidencia, asunto que había contribuido a desencadenar la crisis de abril y se pactaría la selección de un nuevo candidato con los principales partidos de la oposición. Al fin y al cabo, algo así había prometido durante la campaña electoral e incluso después, en las declaraciones de la victoria.

Sin embargo, tan sólo cinco días más tarde, el ministro de Asuntos Exteriores turco, Abdullah Gül, volvió a presentar su candidatura respaldado por su partido en el gobierno, el AKP. Fue un suceso bastante curioso, porque nada más comenzar el periodo de nominación de candidatos a la presidencia (10 de agosto) el diario islamista “Yeni Şafak” publicó un artículo en el que se instaba a Gül a que depusiera su intención de volverse a presentar; y la pieza iba firmada por Yalçın Akdoğan, consejero de Erdoğan. En cualquier caso, el CHP reaccionó como era de esperar, como en abril: anunció su intención de boicotear la elección del nuevo presidente el próximo lunes día, 20. Algunos periódicos continuaron con la misma matraca de entonces, englobando en el CHP a “los laicos”. Pero esta vez las cosas parece que van a cambiar de forma radical, porque tanto los nacionalistas kurdos del Partido de la Sociedad Democrática como los ultraderechistas del MHP o Partido de Acción Nacionalista, anunciaron su intención de personarse el lunes en la elección, aunque no con el ánimo de votar por el candidato Gül. Da lo mismo: sumando esos 90 diputados a los 341 del AKP, en la Gran Asamblea Nacional habría quórum de sobra para completar el que en abril fue polémico mínimo de 367 diputados presentes para sacar adelante la elección.




Este personaje, con una expresión beatífica curiosamente similar a la del ministro español Jesús Caldera, es en realidad Yalçın Akdoğan, consejero de Erdoğan y protagonista de una lucha de poder interna en el AKP en torno a la candidatura de Gül.





Por lo tanto, el lunes Turquía podría tener nuevo presidente y ese sería Gül, si de alguna forma lograra obtener el voto afirmativo de los 367 diputados. Caso de que no lo consiguiera, que es lo más probable, el día 28 se celebraría la tercera vuelta y en esta sólo sería necesario el respaldo de la mayoría absoluta (276 diputados).

Así que, en las últimas horas, la tensión política ha subido apreciablemente en Turquía. Para redondearla, el presidente Ahmet Necdet Sezer, se está terminando de perfilar como un personaje movido más por el resentimiento que la capacidad política real. Ni siquiera se dignó echar un vistazo a la lista del nuevo gobierno que Erdoğan le presentó el pasado jueves. Se limitó a comunicarle que sería mejor que el nuevo gobierno lo aprobara el nuevo presidente. Eso fue un golpe bajo que sólo denota rencor, un sentimiento personal impuesto a las necesidades del país, que atraviesa un momento delicado, política y económicamente, pues la bolsa turca cayó fuertemente, arrastrada por la crisis de las “subprime” que asoló los mercados internacionales la pasada semana. Turquía necesita estabilidad y capacidad de decisión, pero continuará a flote con un gobierno provisional hasta que no disponga de un nuevo presidente. Aún así, con gesto de gran señor, Erdoğan salvó la situación ante la prensa con una jugada maestra de la retórica, al afirmar que la decisión de Sezer era muy positiva porque denotaba la confianza y la buena voluntad del presidente saliente hacia el entrante.
















Y reaparece, intacto, el candidato Gül, a mediados de agosto, con la expresión habitual y rodeado de preocupados guardaespaldas


¿Cómo se atan todos estos cabos sueltos? Pongamos en marcha una hipótesis que, por supuesto, será total o parcialmente errónea, pero puede servir como herramienta de trabajo. En primer lugar debemos considerar cuál es el principal problema que tiene enfrente el gobierno de Erdoğan: no es el pobre Sezer, ni tan sólo en CHP con un tocado Baykal al frente, que ni siquiera ha intentado sacar los manifestantes a la calle, como hiciera en abril. Pura y simplemente, no puede: se quedó sin margen de maniobra para hacerlo, tras la arrasadora victoria electoral del AKP. Los manifestantes podrían gritar lo que quisieran el domingo, antes o después de ir al fútbol, pero la mayoría de los turcos ha dicho lo contrario y lo ha firmado con su voto. Erdoğan actuó con una total confianza en sí mismo, en el partido y en los votantes, y ha ganado esa batalla.

Ahora tiene otra más difícil delante y se llama Ejército turco. Una parte del problema parece haberse resuelto entre bastidores. Los americanos atendieron las reclamaciones turcas y echaron una mano contra el PKK; Al-Maliki viajó a Ankara, poniendo mucho más difícil una intervención del Ejército turco en el Norte de Irak. Agosto entra en su último tercio y comienza a ser tarde para lanzarse a una operación militar en fuerza en las complicadas montañas de Kandil; encontrarse metido allí en octubre o noviembre puede ser problemático.





Guerra virtual: interface de un proyecto informático comercial para elaborar un juego sobre el Ejército turco. Todo un símbolo de la "ofensiva congelada" o "posmoderna" en la frontera kurda de Irak



Pero hay otro frente y éste consiste en poner las cosas en claro, públicamente, con las fuerzas armadas, el Alto Estado Mayor y el Consejo de Seguridad Nacional. Entendámonos: tras el “e-golpe” del pasado 27 de abril, el Ejército no ganó el pulso; pero tampoco hubo depuración de responsabilidades en sus filas. Nadie pagó los platos rotos, no se se produjeron dimisiones ni destituciones. Llegaron las elecciones del 22 de julio, ganó el AKP, y desde el Estado Mayor volvieron a escucharse refunfuños y gruñidos. El pasado día 4, hasta un total de veintitrés militares fueron expulsados del Ejército turco por “actividades islamistas”, sin que se explicara en qué consistieron éstas ni otros detalles de procedimiento. No es ningún secreto que al Ejército no le hizo ninguna gracia la victoria electoral del AKP y además, tuvo lugar una repetición de la advertencia lanzada el 27 de abril. Pero, una vez más, nadie respondió públicamente por el gesto. Por si faltara algo, últimamente se han producido cruces de declaraciones entre el primer ministro y el general Büyükanıt, con bastante sorna y retranca por parte del uniformado, que llegó a decir que sólo dimitiría "para que subiera la Bolsa". Este tipo de actitudes tienden a poner de relieve que en Turquía existen dos poderes que compiten entre sí, lo cual es, a todos luces, impropio de un estado de derecho.

Por lo tanto, parece evidente que si el gobierno del AKP no deja bien claro quién manda realmente en el país, no podrá pasar a la siguiente fase, la que le interesa realmente: la carrera contra reloj para recuperar el tiempo perdido y reiniciar las reformas que relancen las negociaciones para la candidatura en la Unión Europea. Así, por ejemplo, si el ejército sigue practicando una política obstruccionista, será imposible desbloquear la situación en Chipre, dado que el Alto Mando no querrá dar el brazo a torcer ni un milímetro, como ya pasó en el pasado mes de diciembre. Y llegará el momento de hablar con Bruselas de OYAK, el holding económico de los militares, y estos tampoco se mostrarán flexibles. Además, hay que buscar una salida honrosa a la “ofensiva congelada” en la frontera iraquí, y siempre será más fácil hacerlo si queda claro que quien da las órdenes es el ejecutivo, civil, y las fuerzas armadas obedecen, como en cualquier régimen democrático que se precie.

















Distinto del MIT, o servicio de inteligencia turco. La efigie de Atatürk tiene todo el protagonismo en la chapa, pero queda por ver qué papel está jugando el servicio en el elaborado pulso político que mantiene el gobierno del AKP con el Ejército




Pero sobre todo, lo que no puede hacer un gobierno es ceder a las presiones y chantajes, porque si lo hace, no podrá desempeñar su labor, que es gobernar; y menos aún en las actuales circunstancias, en las que ese mismo gobierno está pasando un meticuloso examen, con reválida incluida, ante la Unión Europea. Por lo tanto, Erdoğan tiene que meterse a los militares en el bolsillo, pero sin humillarlos: como se quiera, pero una versión suave del españolísimo trágala. E imponiendo a Gül en la presidencia, el mensaje es claro: la voz de las urnas ha hablado y si una amplia mayoría del electorado ha votado por el AKP, y no por el MHP o el CHP, eso quiere decir que hubieran votado en la misma proporción por el candidato presidencial del AKP; y ante eso no valen rezongues, ni sorna, ni artimañas legales ni movilizaciones demagógicas.

Con todo, quedan por aclarar algunos puntos. Uno, muy interesante, que tardaremos mucho en conocer, es el papel del MIT, es decir, los servicios de inteligencia del estado turco. Como se sabe, en todas las instituciones dedicadas a gestionar la información sensible del estado, sea cual sea el país, siempre suele existir un grupito de mandos que ve venir las nuevas situaciones. Y echa una mano para que la transición se produzca de la forma más adecuada; lo que quiere decir que ellos mismos y una parte significativa de las estructuras del servicio quedan a salvo, listas para servir al nuevo patrón. No sabemos qué forma toma esto en Turquía, pero sería muy extraño que algunos mandos del MIT no estuvieran a favor de evitar que la situación del nuevo gobierno del AKP se deteriorara. Eso al margen de las antipatías que esté concitando el polémico general Büyükanıt al frente del Estado Mayor, que las rivalidades corporativas no perdonan.


Devlet Bahçeli, ante la bandera de su partido. No insulta a nadie: ejecuta con los dedos el signo del lobo, animal ligado a los orígenes míticos del pueblo turco y símbolo de la ultraderecha nacionalista




También queda por dilucidar, y esto parece más sencillo, esa curiosa actitud dialogante y hasta conciliadora del ultranacionalista MHP, que incluso podría contribuir a la elección de Gül el próximo lunes. ¿De qué va la cosa? De momento, no parece existir una respuesta clara. Posiblemente revela que Devlet Bahçeli (Devlet, nombre de pila muy apropiado en este caso, porque en turco significa “Estado”) por el hecho de ser el líder de la ultraderecha no ha de ser necesariamente tonto; o al menos no tanto como Deniz Baykal, cabeza visible del CHP. Sabe que empeñarse en estrategias como la de abril ya no lleva a ningún sitio, sólo al descrédito político. Ahora hay que pasar página, y lo cierto es que la filosofía de oponerse a un presidente y un gobierno con cara y ojos puede ser más rentable que jugar al “cuanto mejor, peor” que viene practicando Baykal y su CHP, apoyados por determinadas personalidades de la alta clase media laica y funcionarial de Turquía, que detentan posiciones de poder en la alta judicatura o las fuerzas armadas del país. Eso, al margen de que Erdoğan no haya estado ofreciendo alguna forma discreta y limitada de reparto del pastel lo que, bien mirado y dadas las circunstancias, sería una jugada astuta.

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Un pulso a la turca (1)



Porcentaje de votos obtenidos por los diferentes partidos políticos turcos en las recientes elecciones del 22 de julio, En azul, el AKP, en rojo el CHP y en verde, el MHP.










Leer la prensa atrasada puede ser un ejercicio muy interesante, por esclarecedor. Pongamos por caso: la colección de crónicas periodísticas en la prensa española sobre las elecciones turcas, desde el 23 de julio hasta los primeros días de agosto. Esas fechas abarcan desde las primeras noticias y análisis sobre los resultados de los comicios en Turquía, al agotamiento de la capacidad interpretativa de reporteros y analistas. A la altura del 6 de agosto, parecía que ya nadie tenía nada más que decir En algunos medios, a esos quince días deben añadirse los que algunos medios dedicaron a escrutar los últimos días de la campaña electoral: pongamos, una semana más.

Recortado y apilado, todo ese material, procedente de dos periódicos, abulta lo suyo. En cambio, si se pudiera destilar se quedaría en bien poca cosa, aunque de fuerte olor. Pero, en fin, es una crítica desdeñable: eso ocurre con la gran mayoría del material informativo de la prensa escrita. Las crónicas no se redactan para ser guardadas, y al día siguiente de su publicación, ya en papel, terminan desempeñando funciones poco nobles, que en nada tienen que ver con la gloria informativa. Y es bueno que sea así, porque la hemeroteca es el peor enemigo del político, pero también del periodista.

Las crónicas de la campaña electoral turca no son muy brillantes; poca cosa nueva. La tendencia al alarmismo, que es el pan nuestro de cada día en la profesión periodística (hay que vender, hay que comer) y una vez más, la pregunta del millón: ¿Por qué periódicos que tienen un corresponsal o
stringer sobre el terreno, colocan también a un enviado especial en circunstancias tales como las elecciones turcas?¿Se trata de echar una mano al “nuestro hombre en Estambul” o de justificar que éste continúe haciendo “servicios especiales” que no se corresponden con la categoría de corresponsal? Sea como sea (allá cada periódico con sus manías corporativas) ha quedado demostrada la superioridad del periodista “sur place” frente al enviado de quita y pon que se dedica a repetir en sus crónicas lo que el otro ya venía escribiendo desde hacía meses.





















Algunas de las mujeres que han accedido a la Gran Asamblea Nacional turca como diputadas. Fotomontaje publicado por ESI



Y bien: llegan las elecciones, los turcos votan, se publican los resultados. Durante un par de días siguen aterrizando las crónicas de enviados especiales y stringers; y luego, se acabó. Rematando su ristra habitual de artículos de desigual tamaño y calidad, Juan Carlos Sanz se despidió el 25 de julio con una pieza sobre el aumento del número de diputadas en el Parlamento turco. No le saca mucho jugo al asunto, pero no por eso deja de regalar al lector sus habituales comentarios sesgados, por notablemente subjetivos: “Tansu Çiller, primera ministra turca entre 1993 y 1995, ha sido la excepción del poder patriarcal en los 84 años de historia de la Turquía moderna”. Ajá. ¿Y cuántas presidentas de gobierno ha tenido España en su particular historia patriarcal? ¿Y Francia? Da igual: que se vaya. De la misma forma, Myriam Josa, enviada especial de “La Vanguardia” también abandonó Estambul por esas fechas dejando atrás a Ricardo Ginés, que continuó enviando algunas piezas con mayor conocimiento de causa.

¿Y luego? ¿Eso era todo? El partido de Erdoğan había obtenido la victoria con más del 46,66% de los votos, el Partido Republicano del Pueblo (CHP) se había quedado en silla de ruedas con su escaso 20,85%, los ultras del Partido de Acción Nacionalista (MHP) habían reunido 14,29%, el Partido Democrático (DP) 5,41% y los independientes un escuálido 5,20%, entrando en el hemiciclo por los pelos. Resultado: el desconcierto en las redacciones. ¿Eso era bueno, era malo, qué iba a suceder? Y sobre todo: ¿Cómo enfocar todo este asunto de la forma más políticamente correcta?

En “El País” no se mataron mucho. El 14 de julio publicaron un artículo de opinión de Jerónimo Páez López, abogado granadino, campeón de esquí y director actual de la Fundación Legado Andalusí, uno de esos tinglados que han organizado algunas autonomías para tener su propio margen de proyección exterior en determinadas áreas. Lejos le cae Turquía al Legado Andalusí, pero de todas formas, Páez no dudó en entrar a trapo para hacerse un cierto lío entre “fundamentalistas” laicos e islamistas: “En definitiva, que se respete el laicismo, más allá de disquisiciones semánticas y de que haya quienes entiendan que los verdaderos fundamentalistas son los laicos, que no los islamistas (¡cosas veredes!)” Este tipo de afirmaciones de contundente confusión parecen producto del efecto boca a oreja que suele producirse cuando el tertuliano se atiborra de polémicas, que a su vez se documentan en otras polémicas. En Turquía hay fundamentalistas laicos, claro que sí; lo son los chicos duros del MHP; e islamistas igualmente duros, que son los muchachotes del Saadet. También existe una ultraderecha nacionalista e islamista a la vez. La verdad es que se encuentra una amplia combinatoria ideológica en Turquía. Más allá de eso, el AKP puede ser considerado más o menos islamista; pero ¿fundamentalista?














Símbolos del AKP y del Saadet Partisi. Tienen un origen común, cierto, pero no comparten la misma línea ideológica. Sugerir, a día de hoy, que el AKP es islamista y fundamentalista es exageración o simple desinformación


Tras las elecciones, mucho después (14 de agosto), “El País” volvió a publicar una pieza de opinión sobre la situación política en Turquía, a cargo de Andoni Pérez Ayala, profesor de Derecho Constitucional Comparado en la UPV. Por desgracia, Andoni tampoco aporta mucha luz, aparte de meter la pata, nada más iniciar su pieza, al utilizar esa fallida metonimia con regusto de prensa deportiva, consistente en referirse a Turquía como “país otomano”. Qué horror: una forma de transferencia asociativa que confunde a una dinastía con un país y que en el caso de España daría lugar a funestas expresiones. ¿Sería más adecuado hablar del “país borbónico” o el “país de los austrias”?¿Y qué tal Rusia como el “país romanov” o Italia como el "país saboya"? En fin: muy en la tradición española del análisis de Ciencia Política sobre cuestiones internacionales, una buena parte del artículo del profesor Pérez Ayala se va en desarrollar un esquema que es la repetición de generalidades sabidas y archisabidas en los últimos cinco meses. Y al final hace una clásica recomendación muy en la línea del talante zapaterista: diálogo y consenso entre gobierno y oposición, en la mejor tradición del manual del buen buenista. Algo que, por cierto, es justamente lo contrario de lo que el AKP se dispone a hacer, ya veremos por qué.

En contraste con “El País”, el diario barcelonés “La Vanguardia” entró en una especie de "frenesí opinativo" sobre la Turquía surgida de las elecciones: he contado hasta cinco artículos de opinión –excluyendo editoriales- entre el 24 de julio y el 5 de agosto. Y seguramente me he dejado alguno. Allí hubo para todos: primero, espadas de la propia cuadrilla; y luego, visto que el foco de luz clarificadora seguía escaso de vatios, recurrieron a los extranjeros que, ya se sabe, siempre están más versados en las cosas de la extranjería. Pero ni por esas: Walter Laqueur, que realmente es un buen historiador y acerado comentarista, vino a decir que felicidades y buena suerte. Samuel Hadas, primer embajador de Israel en España, tres cuartos de lo mismo: si Turquía no tiene problemas con Israel sigue siendo un excelente “modelo ejemplar no solamente para el mundo islámico” (sin más aclaraciones).




En un divertido (y raro) comic de los años cincuenta, los malvados destruían a la Flota turca (sic!) con un arma revolucionaria denominada War Tractor, lo que exponía al Mediterráneo a ser conquistado por los comunistas. Eso hizo que interviniera el superhéroe Blackhawk y su equipo. Los viejos superhéroes han desaparecido, pero no algunos de los antiguos miedos. ¿Podría la Flota turca detener hoy una hipotética Invasión de Falsas Pateras?



En cuanto a los veteranos de toda la vida, hubiera sido mucho pedir que aportaran algún rasgo de originalidad. Carlos Sentís rompe una lanza a favor de la europeidad de Turquía pero, más que nada, porque tiene un Ejército potente que nos puede librar de sustos a los incautos europeos: “Con la llegada de cayucos y pateras a las costas meridionales de Europa, además de las Canarias –últimamente incluso Mallorca- es posible imaginar que un día puedan, con la misma facilidad, llegar no inmigrantes sino personas armadas. Si en algún futuro remoto algo de eso ocurriera, Turquía tendría un primer papel para la defensa”. En fin: los viejos fantasmas ¿verdad? Esperemos que sí, que algún día la flota turca ayue a defender las costas baleares, en vez de devastarlas como hace cinco siglos.

Pero quien de verdad no pudo pasar 24 horas sin “decir la suya” (traducción literal de la expresión catalana: “dir la seva”) fue Lluis Foix, ex director de “La Vanguardia” que, justamente por ello, es uno de sus máximos campeones en lo que se podría denominar “periodismo del tópico” y la obviedad. Si desean comprobarlo por sí mismos, echen un vistazo a su presuntuoso
Foixblog, que se nutre de las mismas columnitas que publica su autor en “La Vanguardia”. Tras intentar apabullar al lector con un prolijo perfil en el que se proclama que el autor “ha cubierto informativamente siete guerras y ha viajado por todo el mundo enviando crónicas y análisis desde 82 países”, se nos ofrece una selección de links personales que consisten en: a) La propia sección electrónica del autor en su periódico; b) El banyeres blog sobre “el apasionante mundo del fútbol”; c) Relats en català. Uno no puede dejar de recordar aquello que decía Don Ramón María del Valle-Inclán, que ya cité el año pasado en este mismo blog: “Si el viajar ilustrara, los revisores de tren serían las personas más ilustradas de la sociedad”. Axioma que el raquítico aumento de la cultura propiciada por los vuelos y el turismo de bajo coste parece respaldar ampliamente.












Mohamed Rashid, de 62 años de edad, muestra su mostacho turco de más de un metro y medio de longitud, el mayor del mundo, según el Guinness, que acompaña con lo que parece una notable hipertricosis pectoral (Mohamed no lleva camiseta). Atatürk emprendió una campaña contra el fez, pero no contra los mostachos ni el türban en las mujeres.



Pues bien: Lluis Foix elabora una gruesa mermelada de tópicos imperfectos (por inexactos) que extiende sobre la tostada de su crónica. Según este autor, Atatürk hizo cosas como liquidar la “educación tradicional” (Foix parece ignorar la existencia de los avanzados liceos de educación técnica creados un siglo antes), abolir “los tribunales religiosos que aplicaban la ley islámica” (no parece tener idea de lo que era el Mecelle ni las nizamiye) y “propició que los turcos se afeitaran los bigotes” (¡?). Por supuesto, Foix tampoco parece leer las crónicas de Mourenza desde Estambul sobre las categorías políticas de los bigotes que, aún hoy, enarbolan muchos turcos.






The Türkler, célebre libro de Yalçın Pekşen que sigue siendo un gran éxito de ventas en Turquía, muestra un estereotipo irónico del turco actual -bigote incluido- que posiblemente no le hubiera gustado demasiado a Kemal Atatürk. Puede que sea un referente más ajustado para entender el país que la obra de David Fromkin e incluso (ojo: anatema) del mismo Pamuk


Sobre la tostada, Foix coloca dos selectas guindas como premio benevolente para el ignaro lector. Él recomienda dos libros “para conocer la complejidad de la historia de Turquía”: A Peace to End all Peace de David Fromkin y Estambul de Orhan Pamu, cómo no. Nadie niega que la obra de Fromkin está muy bien… para entender las complejidades de la geoestrategia otomana durante la Gran Guerra de 1914-1918, la destrucción del Imperio y la aparición de los protectorados árabes subsiguientes. ¿Pero de verdad esa porción de la historia acaecida hace casi un siglo sirve para entender la Turquía de hoy?¿Y realmente la narración de Pamuk nos aclara lo que está ocurriendo en el país? Nos responde el mismo Foix: “Cada vez que se plantea un debate político en nuestro país, ha dicho Pamuk estos días, no estamos discutiendo lo que en realidad pasa sino las intenciones escondidas sobre lo que ocurre. Tendemos a mirar a Turquía con estereotipos demasiado frágiles” –concluye el periodista con un toque de intriga. En efecto, el mismo autor nos da una lección sobre la fragilidad de los estereotipos sobre Turquía que él mismo utiliza; tan frágiles que ha de recurrir a salirse por la tangente con frases ambivalentes que podrían podrían aplicarse a la gran mayoría de países del mundo o justificar cualquier cosa. Por ejemplo: ¿significa la afirmación de Foix-según-Pamuk que él cree en la existencia de una “agenda oculta” en Turquía? Aahh… Quien sabe.

¿Ven lo que les decía del periodismo del tópico? Al final, es la mejor manera de quedar a bien con todos y dar la sensación de que se sabe mucho, al menos más de lo que se cuenta. Lástima que el vértigo del “
name dropping” pueda llevar a que la tostada, si se cae, lo haga por el lado de la mermelada y las guindas.

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sábado, agosto 11, 2007

Comics y guerras de secesión yugoslavas (4): Hermann





Portada de la obra de Hermann, Sarajevo - Tango tal como se presentó en la edición belga original, y en la española











Asumiendo que los medios de comunicación tuvieron un enorme protagonismo en la guerra de Bosnia (1992-1995) queda por analizar de qué forma los diferentes autores de comics o novelas gráficas explicaron su versión del conflicto, introduciendo a los medias de forma diversa: como protagonistas directos de la historia, asumiendo la estructura narrativa de la crónica periodística o utilizando como argumento la versión mediática de los hechos.

Por otra parte, el estudio de los diversos autores dará pie a evaluar los diferentes estilos narrativos, gráficos y literarios, y la forma en que estos fueron evolucionando paralelamente al desarrollo de los conflictos yugoslavos, hasta llegar al final de los mismos con la obra del serbio Zograf.

El primero de los autores, por derecho propio, fue el belga Hermann [Huppen], que ya en 1995 publicó: Sarajevo – Tango (editado en España, al año siguiente, por Planeta De Agostini). Aunque la guerra de Bosnia estaba próxima a concluir definitivamente cuando apareció el comic, tuvo una cierta repercusión en el mundo de la historieta gráfica, no en vano era la primera obra comercial destacada sobre este tema. Sin embargo, lo que por entonces parecía un trabajo destacable, ha envejecido mal.


















Viñetas del estilo clásico de Hermann, pertenecientes en este caso a la serie Comanche, en colaboración con Greg, que redactó el guión


En parte eso tiene una sencilla explicación: la dinámica de la guerra de Bosnia no cuadraba con el estilo narrativo de Hermann, que además hizo en este álbum una importante excepción. Entendámonos: el belga es un importante autor de “aventuras en estado puro”. En la biografía que publica Wikipedia se puede encontrar un interesante cuadro con la lista de sus obras desde 1969 (Hermann nació en 1938), en la que es dado comprobar la amplia variedad de personajes que creó: cazadores en África, guerreros de la Reconquista, delincuentes de ciencia-ficción, caballeros de la Edad Media, piratas, rudos cuatreros del Far West, cangaçeiros brasileños y tipos por el estilo. Esto es: toda la parafernalia del comic clásico de aventuras, muy bien dibujado, pero dentro de un estilo clásico, con mucha épica y personajes tópicos: duros, audaces e ingeniosos.

En Sarajevo – Tango
resulta evidente que Hermann tiene problemas a la hora de cuadrar ese mundo de aventuras, en el que se distingue con claridad entre buenos y malos, con el esquema relativista pero a la vez tendencioso que por entonces transmitían los medios de comunicación sobre la guerra de Bosnia. El resultado es una narración muy de “cartón piedra” en el que se intentan encajar todos los tópicos de 1995: en apariencia no hay buenos ni malos (aunque los serbios son mayoritariamente alcohólicos, cínicos y primitivos), las fuerzas de paz han fallado estrepitosamente, la indignación de la opinión pública mundial es patente y la náusea del descreimiento lo invade todo.

Lo peor es que Hermann exagera y caricaturiza algunos extremos, mientras hace esfuerzos demasiado evidentes para nivelar otros. Así, la crítica continua contra las Naciones Unidas y su secretario general de entonces (el egipcio Boutros Boutros Ghali) resulta excesiva y hasta agobiante. Por otro lado, y para no parecer demasiado tendencioso, el malo es un mafioso bosnio musulmán, mientras que el amigo del héroe es un viejo serbio que ha escogido quedarse en el Sarajevo presuntamente multiétnico





















La página 18 condensa la mayor acumulación de burlas y estereotipos negativos contra la ONU. En la primera viñeta se ridiculiza a los cascos azules, y en las que siguen, un grotesco Boutros Ghali que reside en una sede de las Naciones Unidas rediseñada como enorme queso de gruyère, recibe al mediador Lord Carrington, con el que baila un tango "de 1938 ó 1939": alusión a la Conferencia de Munich por la que las potencias occidentales entregaron Checoslovaquia a Hitler, un paralelismo muy en boga durante los años iniciales de la guerra de Bosnia. Para ampliar la página, pulsar sobre la ilustración


El mismo argumento de la obra refleja esa preocupación por hacer una crítica del conflicto (o mejor, de la ONU) desde una posición cómoda. El protagonista es un mercenario, un aventurero de origen sudeslavo con amplia experiencia en el mundo militar por haber servido en la Legión Extranjera. El hombre llega a Sarajevo contratado por una millonaria que intenta recuperar a su hija, secuestrada por su anterior ex marido, un mafioso bosníaco. Este argumento le sirve a Hermann para introducir el tipo de aventura que a él le gusta: hay muchos tiros y acción, y el héroe se comporta como el clásico “good-bad boy”. Y al final, muere por un arrebato de sentimentalismo: ya se sabe cómo son los tíos duros, todos esconden un corazoncito bajo el áspero caparazón. Además, se desliza por las viñetas una moraleja de tipo social: el mundo de los ricos está al margen del que vive el resto de la marea humana, incluyendo las guerras con sus causas y sus injusticias.





















Otra chanza de Hermann: enormes globos con forma de dedo acusador que flotan inútilmente sobre Sarajevo, única "iniciativa" de las Naciones Unidas para intervenir en el conflicto. La labor de desprestigio que se llevó a cabo contra los ONU durante la guerra de Bosnia, a todos los niveles, contribuyó a que fuera neutralizada por la OTAN en el conflicto de Kosovo y más adelante, en 2003, por la coalición organizada por el presidente Bush para invadir Irak en aplicación del concepto de "guerra preventiva". Para ampliar la viñeta, pulsar sobre la ilustración



Dado que en aquellos momentos este argumento podía parecer frívolo, Hermann añadió páginas enteras de burlas e ironías caústicas sobre Boutros Boutros-Ghali, los negociadores lord Carrington y David Owen, y la ONU. Ridiculizar a los cascos azules le obsesionaba más que cargar contra los “chetniks” serbios. La idea que subyace a este planteamiento es la de que el Ejército de la Republika Srpska que asediaba Sarajevo no poseía mayor importancia militar, eran unos “primates” (sic) y sólo la indiferencia criminal de la ONU les permitió subsistir y seguir matando durante cuatro años. En realidad aparecen poco por la historieta. Los malos son los secuestradores de la niña, con el padre al frente, pero no tienen nacionalidad, es el mundo de la mafia y hasta se deja caer que podrían tener conexiones de alto nivel entre las autoridades de Sarajevo.




Algunas viñetas de la trama narrativa central de Sarajevo - Tango: el héroe y protagonista rescata a la niña secuestrada por su padre. Las historias de acción son el elemento en el que se mueve con mayor comodidad Hermann Huppen. Para ampliar la página, pulsar sobre la ilustración





En definitiva, una obra de calidad irregular, al menos en relación al nivel que Hermann tenía acostumbrados a sus lectores. Él mismo explicaba desde las páginas introductorias del comic que la indignación fue el motor de Sarajevo - Tango. Un sentimiento rabioso muy de aquella época, motivado por la aparente incapacidad de las potencias occidentales por “hacer algo” (que no parece haber prendido en nuestros días ante la espantosas masacres cotidianas en Irak) y que al parecer también se inspiraba en la suerte de su amigo, el bosniaco Ervin Rustemagić, que era agente en el mercado internacional del comic, y fundador de la agencia de representantes de autores de historieta Strip Art Features. Rustemagić quedó atrapado en Sarajevo, y Hermann se movilizó para rescatarlo de la ciudad, cosa que consiguió finalmente, pero no sin que le decepcionara profundamente la actitud de las autoridades de la ONU. Pero Hermann no nos explica que, en realidad, las historias que enviaba Rustemagić desde la ciudad asediada iban a parar a Joe Kubert, quien los estructuró a su vez como una novela gráfica titulada, precisamente: Fax from Sarajevo (Dark Horse Comics, 1996)






















La obra de Joe Kubert que narraba las vicisitudes de Rustemagic y su familia en Sarajevo no lograba transmitir el damatismo del asedio: los protagonistas podrían haber sido una familia de clase media en una pulida Levittown norteamericana bombardeada por extrarterrestres. La culpa era en parte del ya anticuado trazo de Kubert, un autor de reconocida fama en los años cincuenta, ilustrador de aventuras de Tarzan y creador de personajes como el Sargento Rock, pero que en 1996, fecha de publicación de Fax from Sarajevo, tenía ya 70 años de edad y no se documentó demasiado para crear su obra. Se basó en los sobrecogedores faxes que enviaba su amigo desde la ciudad, cierto; pero en el mundo del comic, el guión sólo es la mitad de la fórmula


Por lo tanto, hemos de concluir que en Sarajevo – Tango está presente cierto ajuste de cuentas personal que hoy, transcurrida ya una docena de años, resulta tan ortopédico que una acertada reseña de la obra se atreve a decir que podría ser reeditada aunque ganaría sin las caricaturas sobre la ONU. Sin embargo, cualquiera que la haya leído desapasionadamente sabe que la obra de Hermann –como cualquier otro comic, en realidad- es un trabajo orgánico, un todo que no admite la amputación de viñetas: habría que reescribirlo y volverlo a dibujar, y entonces ya no sería el Sarajevo – Tango de Hermann, editado en 1996, con las limitaciones y pasiones de aquella época, sino otro producto diferente.

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