sábado, agosto 25, 2007

Comics y guerras de secesión yugoslavas (5): Tomaž Lavrič TBC




Portada de Fábulas de Bosnia en su edición española, que prácticamente coincidía con las que se hicieron en otros idiomas. La obra fue el gran éxito internacional de Tomaž Lavrič











El libro de comics que el dibujante Tomaž Lavrič (también conocido como TBC) le dedicó a la guerra de Bosnia, supuso un salto de gigante en el tratamiento de este conflicto por parte de las novelas gráficas. En muchos aspectos, ese hito no está superado.

Ante todo, porque Lavrič es un excelente dibujante y se notan, en su trazo limpio pero muy expresivo, sus años de Bellas Artes con especialización en figura humana. Pero además, porque se trata de un esloveno, lo cual implicaba que, sin ser serbio, bosníaco o croata, sabía bien lo que estaba ocurriendo en Bosnia y lo plasmó con exactitud en su obra. Quizás no vivió de primera mano la tragedia, pero como “insider marginal” conocía de forma intuitiva, por proximidad cultural, cuál era la esencia del conflicto que se estaba viviendo más al sur. Entendámonos: Lavrič había trabajado como dibujante para la revista “
Mladina”, célebre publicación de las juventudes de la Liga de Comunistas de Eslovenia que había encabezado el proceso de aperturismo cultural y político vivido en esa república, y de hecho en el conjunto de la antigua Yugoslavia, a finales de los ochenta.






















Viñeta de Rdeči alarm (Alerta roja), obra primeriza de Lavrič en la que describía el ambiente contracultural que vivió en su propia juventud. Como se puede apreciar, existía una fuerte inspiración en la estética y discurso de similares movidas...



Así, la revista “Mladina” se encontró en el centro de la polémica cuando en 1988, cuatro de sus redactores fueron sometidos a juicio por una corte marcial, acusados de “revelación de secretos militares” debido a un reportaje sobre un supuesto plan militar, apoyado por la Liga de Comunistas de Yugoslavia, para detener a periodistas y disidentes eslovenos. El artículo era un ataque contra el Ejército Popular Yugoslavo, que se autotitulaba último garante de la unidad del estado, pero formaba parte de una línea editorial deliberada que forzaba los límites de la libertad de expresión. En el proceso fue enjuiciado, entre otros, Janez Janša, un cargo de las juventudes comunistas locales especializado en Defensa que había ido derivando hacia el campo nacionalista esloveno. Al año siguiente sería el fundador de la Unión Democrática Eslovena, y más tarde, ministro de Defensa en el primer gobierno de la Eslovenia soberana, que llevó a cabo la breve guerra contra Yugoslavia, llegando a detentar el cargo primer ministro en 2004.



...en la Europa Central durante los años ochenta. Aquí, viñeta de un comic del popular dibujante alemán de la contracultura alternativa berlinesa, Gerhard Seyfried (procede la obra: Invasion aus dem Alltag, 1981) Pulsar sobre imagen para ampliar











Estos datos sirven para ilustrar que “Mladina” estuvo en el centro de sucesos decisivos que transformaron Eslovenia y Yugoslavia, y por lo tanto, para Tomaž Lavrič fue la plataforma ideal desde la que desarrollar sus personajes y argumentos: tanto las ilustraciones y caricaturas políticas que desarrolló para la revista como los comics sobre cultural alternativa o las Fábulas de Bosnia. Así, Rdeči alarm (Alerta roja) fue un comic autobiográfico que, según explicaba el autor
en una entrevista: “Es una historia sobre mi juventud, es sobre adolescentes en 1980, unos jóvenes punk-rockers frustrados, que gritaban pidiendo Anarquía en mitad de un país comunista. Y que bebían cantidad de cerveza, (risas)”

Pero el éxito internacional llegó con Fábulas de Bosnia (Glénat, 1999-2001) El mismo Lavrič sintetiza en la entrevista la esencia de la originalidad que transmitía la obra: “Como artista fue la única forma que tuve de reaccionar ante los trágicos sucesos que ocurrían en la antigua Yugoslavia, que estaba siendo destruida sangrientamente por una serie de envilecidas guerras étnicas. Mi república, Eslovenia, se liberó rápidamente del conflicto, así que tuve la oportunidad de contar todas estas historias desde un punto de vista de sufridor-observador. Estaba lo suficientemente cerca como para saber lo que realmente estaba sucediendo, y lo suficientemente lejos como para no ser un objetivo”.



¿Podría tratarse de Momčilo Krajišnik? En todo caso...















El subrayado, que pertenece al autor de este post, deja bien claro que Fábulas de Bosnia no era un libro de comics más, dibujado desde la indignada comodidad de una capital occidental, pero tampoco un panfleto de combate editado en las inmediaciones del campo de batalla. Desde Ljubljana, Lavrič mantenía la distancia justa para que los relatos resultaran creíbles y dejaba algunas pistas para los conocedores del asunto. Por ejemplo: resulta significativo que sólo una de las historietas de Lavrič se sitúe en Sarajevo; tiene muy claro que la guerra de Bosnia fue mucho más allá de lo ocurrido en la capital, donde la inmensa mayoría de los periodistas occidentales centraron sus crónicas. Pero mejor todavía: aquí y allá, literalmente infiltrados en los guiones de las historietas de Lavrič, aparecen personajes reales, bien dibujados, pero que el autor no señala, no define. De repente, en una viñeta vemos a Vojislav Šešelj, el líder de los chetniks serbios, gordo, rubio, con sus características y anticuadas gafas. En otra de las fábulas, un político que bien pudiera ser Momčilo Krajišnik (presidente de la Asamblea Nacional de la Republika Srpska y luego miembro de la presidencia) comparte protagonismo con dos despistados periodistas. ¿Pero se trata realmente del cejijunto Krajišnik?¿Y por qué no?

















...no cabe duda de que el personaje en el centro de la viñeta, con traje de rayas y corbata exhibe el característico perfil y envergadura de Vojislav Šešelj. Pulsar sobre imagen para ampliar

Ante todo, Lavrič evita los planteamientos maniqueos y simplistas, algo en lo que casi ningún otro autor de comics tuvo éxito a la hora de abordar los conflictos balcánicos. Por lo tanto, el lector enseguida se percata de que el dibujante esloveno sabe muy bien de lo que habla y qué es exactamente lo que desea resaltar, sin caer en moralinas. Sus conclusiones son transparentes. Su dibujo acompaña perfectamente la claridad de su relato. Es elegante, suelto, detallista, estructurado en viñetas amplias y aireadas.

En el tratamiento de los diversos bandos enfrentados en Bosnia Lavrič no se casa con ninguno; en realidad reparte leña para todos. Su objetivo es denunciar la crueldad absurda de la guerra, sin alinear a las víctimas y los verdugos por bandos. En cada una de las fábulas denuncia el cinismo, las crueldades y suciedades de serbios, bosníacos y croatas. A veces, ni siquiera sabemos la nacionalidad de las víctimas. La última fábula (“El cerdo”) es la apoteosis de la porquería en la guerra de Bosnia-Hercegovina: los negocios entre bandos. Ni siquiera sabemos en cuál luchan los protagonistas, porque la realidad es contemplada a través de los ojos de un joven combatiente drogadicto que apenas puede discernir tan sólo un entorno deshumanizado, en el cual sus compañeros son águilas, cerdos, lobos, dragones… Por lo demás, el “El cerdo” se relata uno más de aquellos episodios vergonzosos de colaboración comercial entre enemigos teóricos. Como, por ejemplo, el acuerdo entre serbios y croatas para repartirse la producción de la fábrica de explosivos de Vitez. Cuando la población musulmana de los alrededores comenzó a sospechar y a protestar, los croatas arreglaron con los serbios la simulación de un ataque aéreo a la factoría. Después de tres horas de sobrevolar espectacularmente el objetivo, los aviones dejaron caer una bomba en un prado cercano.





En la fábula "El mulo", los voluntarios fundamentalistas musulmanes se proponen llevar la guerra adelante pasando por encima de cualquier intento de reconciliación interétnica o generacional. Obsérvese la pintada ácrata en la mezquita. Pulsar sobre imagen para ampliar







Las acciones estaban a veces claramente tarifadas. Bombardeos con la colaboración serbia de posiciones bosnio-musulmanas en Travnik, Novi Travnik, Zenica y Gornji Vakuf eran pagadas por los croatas en alcohol y gasolina. Los serbios alquilaron también oficiales para algunas misiones de las tropas croatas, en zonas donde sus tropas carecían de profesionales, especialmente en torno a Mostar, y también vendieron posiciones militares. A veces, unidades de la Armija musulmana implicadas en negocios mafiosos entraban en estas componendas. Así, el Ejército serbobosnio tomó en julio de 1993 el Monte Igman, pero algunas posiciones no fueron conquistadas al asalto, sino compradas y pagadas a las “unidades especiales” que las guarnecían. Hace ya años que existe abundante documentación sobre estas prácticas, que la prensa occidental no quiso airear. Y esa es, precisamente, una de las aportaciones de la obra de Tomaž Lavrič en Fábulas de Bosnia.

De hecho esta obra es un buen relato de guerra porque sigue la mejor tradición del género: apenas hay escenas bélicas explícitas. Las fábulas se desarrollan en un olvidado campo de concentración, una trinchera aburrida, la filmación de un documental en un sector del frente donde no ocurre nada, francotiradores matando maniquíes y niños, refugiados en la Riviera. Algo similar a esa obra cumbre de la literatura que es Homenaje a Cataluña, de George Orwell, donde la acción militar brilla por su ausencia. O bien La cartuja de Parma, de Stendhal, con su célebre narración de la batalla de Waterloo, en la que el protagonista, confundido, no para de preguntarse si ha participado o no en una «verdadera batalla».




"El mulo" es uno de los relatos más conmovedores de las Fábulas, quizá porque incorpora el carácter antisistema de las primeras historietas de Lavrič sobre su propia juventud. Obsérvese la ajustada captación de la sicología y la estética de los dos jóvenes fans de "Metallica" y el diseño holgado de la página. Pulsar sobre imagen para ampliar





Dicho lo cual, el lector podrá argumentar que la obra de Tomaž Lavrič no responde al estereotipo de los comics sobre las guerras de la ex Yugoslavia tal como fue definido en los primeros posts de esta serie. En Fábulas de Bosnia no son los periodistas los protagonistas del relato, sino personajes muy creíbles pero humildes, gentes del montón, los marginados de la guerra: antihéroes, drogados, subnormales, adolescentes, niños, animales. Lavrič desarrolla el relato en estado puro, que es la fábula, ni más ni menos. En realidad, y más allá de la utilización de animales reales o imaginarios como núcleo de los cuentos, el término “fábulas” no casa muy bien con ellos, dado que el objetivo del autor no es enseñar o aportar moralejas, rasgo típico de ese género. En conjunto, Lavrič es más descriptivo que emocional o pedagógico. Pero tampoco intenta hacer reportajes. Ni ve la guerra a través de los ojos de los periodistas.





















Los medios de comunicación también protagonizan, forzosamente, una de las Fábulas, en este caso dejando mal parados a los croatas, como guerreros de opereta. De todas formas, la obra de Lavrič es la excepción que confirma la regla en relación al claro protagonismo mediático en los comics sobre las guerras de secesión yugoslavas. Pulsar sobre imagen para ampliar


Con todo, la sombra del asunto está presente. No por el hecho de que la prensa y la televisión protagonicen dos de las fábulas, sino porque, al fin y al cabo, el mismo Tomaž Lavrič es periodista antes que autor de comics. Sólo que su trasfondo cultural antisistema, su experiencia juvenil y la historia vivida en “Mladina” (donde no sólo vio los pecados ajenos, sino los propios) hacen que la tendencia a escapar de los escenarios centrales, de los tópicos al uso, contenga un cierto manifiesto oculto. Fábulas de Bosnia no es la guerra de los reporteros occidentales no es el escenario televisivo al uso. Es la guerra como fue y la sufrieron los que nada tienen que ver con ella: la mayoría de la gente real.



Tomaž Lavrič en su estudio: una persona real

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