sábado, agosto 18, 2007

Un pulso a la turca (1)



Porcentaje de votos obtenidos por los diferentes partidos políticos turcos en las recientes elecciones del 22 de julio, En azul, el AKP, en rojo el CHP y en verde, el MHP.










Leer la prensa atrasada puede ser un ejercicio muy interesante, por esclarecedor. Pongamos por caso: la colección de crónicas periodísticas en la prensa española sobre las elecciones turcas, desde el 23 de julio hasta los primeros días de agosto. Esas fechas abarcan desde las primeras noticias y análisis sobre los resultados de los comicios en Turquía, al agotamiento de la capacidad interpretativa de reporteros y analistas. A la altura del 6 de agosto, parecía que ya nadie tenía nada más que decir En algunos medios, a esos quince días deben añadirse los que algunos medios dedicaron a escrutar los últimos días de la campaña electoral: pongamos, una semana más.

Recortado y apilado, todo ese material, procedente de dos periódicos, abulta lo suyo. En cambio, si se pudiera destilar se quedaría en bien poca cosa, aunque de fuerte olor. Pero, en fin, es una crítica desdeñable: eso ocurre con la gran mayoría del material informativo de la prensa escrita. Las crónicas no se redactan para ser guardadas, y al día siguiente de su publicación, ya en papel, terminan desempeñando funciones poco nobles, que en nada tienen que ver con la gloria informativa. Y es bueno que sea así, porque la hemeroteca es el peor enemigo del político, pero también del periodista.

Las crónicas de la campaña electoral turca no son muy brillantes; poca cosa nueva. La tendencia al alarmismo, que es el pan nuestro de cada día en la profesión periodística (hay que vender, hay que comer) y una vez más, la pregunta del millón: ¿Por qué periódicos que tienen un corresponsal o
stringer sobre el terreno, colocan también a un enviado especial en circunstancias tales como las elecciones turcas?¿Se trata de echar una mano al “nuestro hombre en Estambul” o de justificar que éste continúe haciendo “servicios especiales” que no se corresponden con la categoría de corresponsal? Sea como sea (allá cada periódico con sus manías corporativas) ha quedado demostrada la superioridad del periodista “sur place” frente al enviado de quita y pon que se dedica a repetir en sus crónicas lo que el otro ya venía escribiendo desde hacía meses.





















Algunas de las mujeres que han accedido a la Gran Asamblea Nacional turca como diputadas. Fotomontaje publicado por ESI



Y bien: llegan las elecciones, los turcos votan, se publican los resultados. Durante un par de días siguen aterrizando las crónicas de enviados especiales y stringers; y luego, se acabó. Rematando su ristra habitual de artículos de desigual tamaño y calidad, Juan Carlos Sanz se despidió el 25 de julio con una pieza sobre el aumento del número de diputadas en el Parlamento turco. No le saca mucho jugo al asunto, pero no por eso deja de regalar al lector sus habituales comentarios sesgados, por notablemente subjetivos: “Tansu Çiller, primera ministra turca entre 1993 y 1995, ha sido la excepción del poder patriarcal en los 84 años de historia de la Turquía moderna”. Ajá. ¿Y cuántas presidentas de gobierno ha tenido España en su particular historia patriarcal? ¿Y Francia? Da igual: que se vaya. De la misma forma, Myriam Josa, enviada especial de “La Vanguardia” también abandonó Estambul por esas fechas dejando atrás a Ricardo Ginés, que continuó enviando algunas piezas con mayor conocimiento de causa.

¿Y luego? ¿Eso era todo? El partido de Erdoğan había obtenido la victoria con más del 46,66% de los votos, el Partido Republicano del Pueblo (CHP) se había quedado en silla de ruedas con su escaso 20,85%, los ultras del Partido de Acción Nacionalista (MHP) habían reunido 14,29%, el Partido Democrático (DP) 5,41% y los independientes un escuálido 5,20%, entrando en el hemiciclo por los pelos. Resultado: el desconcierto en las redacciones. ¿Eso era bueno, era malo, qué iba a suceder? Y sobre todo: ¿Cómo enfocar todo este asunto de la forma más políticamente correcta?

En “El País” no se mataron mucho. El 14 de julio publicaron un artículo de opinión de Jerónimo Páez López, abogado granadino, campeón de esquí y director actual de la Fundación Legado Andalusí, uno de esos tinglados que han organizado algunas autonomías para tener su propio margen de proyección exterior en determinadas áreas. Lejos le cae Turquía al Legado Andalusí, pero de todas formas, Páez no dudó en entrar a trapo para hacerse un cierto lío entre “fundamentalistas” laicos e islamistas: “En definitiva, que se respete el laicismo, más allá de disquisiciones semánticas y de que haya quienes entiendan que los verdaderos fundamentalistas son los laicos, que no los islamistas (¡cosas veredes!)” Este tipo de afirmaciones de contundente confusión parecen producto del efecto boca a oreja que suele producirse cuando el tertuliano se atiborra de polémicas, que a su vez se documentan en otras polémicas. En Turquía hay fundamentalistas laicos, claro que sí; lo son los chicos duros del MHP; e islamistas igualmente duros, que son los muchachotes del Saadet. También existe una ultraderecha nacionalista e islamista a la vez. La verdad es que se encuentra una amplia combinatoria ideológica en Turquía. Más allá de eso, el AKP puede ser considerado más o menos islamista; pero ¿fundamentalista?














Símbolos del AKP y del Saadet Partisi. Tienen un origen común, cierto, pero no comparten la misma línea ideológica. Sugerir, a día de hoy, que el AKP es islamista y fundamentalista es exageración o simple desinformación


Tras las elecciones, mucho después (14 de agosto), “El País” volvió a publicar una pieza de opinión sobre la situación política en Turquía, a cargo de Andoni Pérez Ayala, profesor de Derecho Constitucional Comparado en la UPV. Por desgracia, Andoni tampoco aporta mucha luz, aparte de meter la pata, nada más iniciar su pieza, al utilizar esa fallida metonimia con regusto de prensa deportiva, consistente en referirse a Turquía como “país otomano”. Qué horror: una forma de transferencia asociativa que confunde a una dinastía con un país y que en el caso de España daría lugar a funestas expresiones. ¿Sería más adecuado hablar del “país borbónico” o el “país de los austrias”?¿Y qué tal Rusia como el “país romanov” o Italia como el "país saboya"? En fin: muy en la tradición española del análisis de Ciencia Política sobre cuestiones internacionales, una buena parte del artículo del profesor Pérez Ayala se va en desarrollar un esquema que es la repetición de generalidades sabidas y archisabidas en los últimos cinco meses. Y al final hace una clásica recomendación muy en la línea del talante zapaterista: diálogo y consenso entre gobierno y oposición, en la mejor tradición del manual del buen buenista. Algo que, por cierto, es justamente lo contrario de lo que el AKP se dispone a hacer, ya veremos por qué.

En contraste con “El País”, el diario barcelonés “La Vanguardia” entró en una especie de "frenesí opinativo" sobre la Turquía surgida de las elecciones: he contado hasta cinco artículos de opinión –excluyendo editoriales- entre el 24 de julio y el 5 de agosto. Y seguramente me he dejado alguno. Allí hubo para todos: primero, espadas de la propia cuadrilla; y luego, visto que el foco de luz clarificadora seguía escaso de vatios, recurrieron a los extranjeros que, ya se sabe, siempre están más versados en las cosas de la extranjería. Pero ni por esas: Walter Laqueur, que realmente es un buen historiador y acerado comentarista, vino a decir que felicidades y buena suerte. Samuel Hadas, primer embajador de Israel en España, tres cuartos de lo mismo: si Turquía no tiene problemas con Israel sigue siendo un excelente “modelo ejemplar no solamente para el mundo islámico” (sin más aclaraciones).




En un divertido (y raro) comic de los años cincuenta, los malvados destruían a la Flota turca (sic!) con un arma revolucionaria denominada War Tractor, lo que exponía al Mediterráneo a ser conquistado por los comunistas. Eso hizo que interviniera el superhéroe Blackhawk y su equipo. Los viejos superhéroes han desaparecido, pero no algunos de los antiguos miedos. ¿Podría la Flota turca detener hoy una hipotética Invasión de Falsas Pateras?



En cuanto a los veteranos de toda la vida, hubiera sido mucho pedir que aportaran algún rasgo de originalidad. Carlos Sentís rompe una lanza a favor de la europeidad de Turquía pero, más que nada, porque tiene un Ejército potente que nos puede librar de sustos a los incautos europeos: “Con la llegada de cayucos y pateras a las costas meridionales de Europa, además de las Canarias –últimamente incluso Mallorca- es posible imaginar que un día puedan, con la misma facilidad, llegar no inmigrantes sino personas armadas. Si en algún futuro remoto algo de eso ocurriera, Turquía tendría un primer papel para la defensa”. En fin: los viejos fantasmas ¿verdad? Esperemos que sí, que algún día la flota turca ayue a defender las costas baleares, en vez de devastarlas como hace cinco siglos.

Pero quien de verdad no pudo pasar 24 horas sin “decir la suya” (traducción literal de la expresión catalana: “dir la seva”) fue Lluis Foix, ex director de “La Vanguardia” que, justamente por ello, es uno de sus máximos campeones en lo que se podría denominar “periodismo del tópico” y la obviedad. Si desean comprobarlo por sí mismos, echen un vistazo a su presuntuoso
Foixblog, que se nutre de las mismas columnitas que publica su autor en “La Vanguardia”. Tras intentar apabullar al lector con un prolijo perfil en el que se proclama que el autor “ha cubierto informativamente siete guerras y ha viajado por todo el mundo enviando crónicas y análisis desde 82 países”, se nos ofrece una selección de links personales que consisten en: a) La propia sección electrónica del autor en su periódico; b) El banyeres blog sobre “el apasionante mundo del fútbol”; c) Relats en català. Uno no puede dejar de recordar aquello que decía Don Ramón María del Valle-Inclán, que ya cité el año pasado en este mismo blog: “Si el viajar ilustrara, los revisores de tren serían las personas más ilustradas de la sociedad”. Axioma que el raquítico aumento de la cultura propiciada por los vuelos y el turismo de bajo coste parece respaldar ampliamente.












Mohamed Rashid, de 62 años de edad, muestra su mostacho turco de más de un metro y medio de longitud, el mayor del mundo, según el Guinness, que acompaña con lo que parece una notable hipertricosis pectoral (Mohamed no lleva camiseta). Atatürk emprendió una campaña contra el fez, pero no contra los mostachos ni el türban en las mujeres.



Pues bien: Lluis Foix elabora una gruesa mermelada de tópicos imperfectos (por inexactos) que extiende sobre la tostada de su crónica. Según este autor, Atatürk hizo cosas como liquidar la “educación tradicional” (Foix parece ignorar la existencia de los avanzados liceos de educación técnica creados un siglo antes), abolir “los tribunales religiosos que aplicaban la ley islámica” (no parece tener idea de lo que era el Mecelle ni las nizamiye) y “propició que los turcos se afeitaran los bigotes” (¡?). Por supuesto, Foix tampoco parece leer las crónicas de Mourenza desde Estambul sobre las categorías políticas de los bigotes que, aún hoy, enarbolan muchos turcos.






The Türkler, célebre libro de Yalçın Pekşen que sigue siendo un gran éxito de ventas en Turquía, muestra un estereotipo irónico del turco actual -bigote incluido- que posiblemente no le hubiera gustado demasiado a Kemal Atatürk. Puede que sea un referente más ajustado para entender el país que la obra de David Fromkin e incluso (ojo: anatema) del mismo Pamuk


Sobre la tostada, Foix coloca dos selectas guindas como premio benevolente para el ignaro lector. Él recomienda dos libros “para conocer la complejidad de la historia de Turquía”: A Peace to End all Peace de David Fromkin y Estambul de Orhan Pamu, cómo no. Nadie niega que la obra de Fromkin está muy bien… para entender las complejidades de la geoestrategia otomana durante la Gran Guerra de 1914-1918, la destrucción del Imperio y la aparición de los protectorados árabes subsiguientes. ¿Pero de verdad esa porción de la historia acaecida hace casi un siglo sirve para entender la Turquía de hoy?¿Y realmente la narración de Pamuk nos aclara lo que está ocurriendo en el país? Nos responde el mismo Foix: “Cada vez que se plantea un debate político en nuestro país, ha dicho Pamuk estos días, no estamos discutiendo lo que en realidad pasa sino las intenciones escondidas sobre lo que ocurre. Tendemos a mirar a Turquía con estereotipos demasiado frágiles” –concluye el periodista con un toque de intriga. En efecto, el mismo autor nos da una lección sobre la fragilidad de los estereotipos sobre Turquía que él mismo utiliza; tan frágiles que ha de recurrir a salirse por la tangente con frases ambivalentes que podrían podrían aplicarse a la gran mayoría de países del mundo o justificar cualquier cosa. Por ejemplo: ¿significa la afirmación de Foix-según-Pamuk que él cree en la existencia de una “agenda oculta” en Turquía? Aahh… Quien sabe.

¿Ven lo que les decía del periodismo del tópico? Al final, es la mejor manera de quedar a bien con todos y dar la sensación de que se sabe mucho, al menos más de lo que se cuenta. Lástima que el vértigo del “
name dropping” pueda llevar a que la tostada, si se cae, lo haga por el lado de la mermelada y las guindas.

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