viernes, agosto 29, 2008

Labă tristă (y 2)





















Amigos de la OTAN, UE y Estados Unidos, con vocación occidental (1): ¿Qué hacemos con Misha?


3. "No existe signo más claro de locura que el de hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes". Albert Einstein


Mientras pasan los días y desde Washington, la OTAN y el corazón de la UE ya han hecho lo que han podido para salvar los muebles de la desconcertante situación en la que ellos mismos se metieron durante meses, van aflorando las cuestiones centrales y difuminándose las accesorias, entre gruñidos y ladridos. Por ejemplo: ¿Qué hacer con Georgia? Y más precisamente. ¿Qué hacer con Mijeil Saakashvili, alias “Misha”? Este es uno de los grandes dilemas de hierro, que periodistas y políticos suelen evitar como la peste.

Pongamos, por ejemplo, el vehemente artículo de opinión de José Ignacio Torreblanca en “El País” del 27 de agosto, titulado: “Farsa Osetia”. Comienza el autor aseverando que “el conflicto habido este mes de agosto ha sido minuciosamente orquestado desde Moscú con el fin de amputar a Georgia estos dos territorios”. Torreblanca lo explica como “una represalia anunciada a costa de la independencia de Kosovo”. Pero dicho así, no pasa de ser materia de fe. Torreblanca asevera que todo estuvo “orquestado desde Moscú”, y al día siguiente, Putin deja caer que la cosa se montó en los Estados Unidos para apoyar a un candidato determinado a la presidencia; y todos sabemos que se refiere a McCain. Ahí va una palabra contra la otra.

En el antiguo mundo de los medias de papel, este tipo de periodismo de consigna podía sobrevivir mejor; pero hoy en día, los artículos de fe se arriesgan a ser sepultados bajo toneladas de megabytes de información contradictoria. Es cuestión de segundos, lo que cuesta activar los controles de un buscador en red. Por lo tanto, analizar en prensa actualmente, supone dejarse siempre un margen en función de las propias inconsistencias.

Hoy por hoy, en la crisis georgiana, de lo que se trata ante todo, es (incluso a día de hoy) aclarar qué movió al presidente georgiano Mijeil Saakashvili a lanzar sus tropas sobre Osetia del Sur durante la tarde y noche del 7 de agosto. Decir que todo fue un complot urdido por los rusos y quedarse tan tranquilo, raya ese mal hábito del periodismo español, que es la contumacia. Es cierto que se produjeron escaramuzas previas a la guerra de agosto, y que debido a las tensiones (como cada verano en esas cálidas y temperamentales latitudes) los rusos trasladaron algunas tropas de refuerzo a la zona. Pero eso no prueba nada en sí mismo: hay muchas zonas calientes en el mundo y el hecho de que una de las partes se ponga más provocativa, o la otra le induzca a ponerse así, no ha de llevarnos automáticamente a la conclusión de que ahí hay complot y conspiración.

Y si no, ya lo volveremos a hablar cuando se produzca la próxima tensión en torno a Ceuta y Melilla, sobre todo si tiene alguna acción en fuerza de los marroquíes, ni que sea limitada. Claro que, teniendo en cuenta cómo los norteamericanos se han implicado en diversas guerras, desde el asunto del Maine en 1898 al incidente del Golfo de Tonkín en 1964, los estudiantes americanos atrapados en la isla de Granada, en 1983, o el muy reciente y fenomenal invento de las armas de destrucción masiva en Irak, 2003, puede que Putin lleve más razón que Torreblanca, al fin y a la postre.
















El presidente Mijeil Saakashvili en plena guerra contra sí mismo, hace pocos días, en Gori. El comportamiento del georgiano está siendo demasiado confuso como para inspirar confianza a nadie... ni siquiera a él mismo

En realidad, al día siguiente, 28 de agosto, otro artículo en "El País" en este caso de Jean Meyer, especialista en historia de Rusia ("Guerra relámpago en Georgia") incide en la verdadera cuestión central: aún en el caso de que sí se hubiera producido una brillante conspiración rusa, una verdadera trampa calculada para implicar a los georgianos, ¿por qué Mijeil Saakashvili se lanzó directamente a la boca del lobo? Sólo caben dos opciones: o es un verdadero estúpido, o se trata de un genial risque tout que se lanza en plancha a “un pleito perdido de antemano para romper el statu quo, internacionalizar el conflicto y hacer que las cosas se muevan”, según escribe Meyer citando a un amigo georgiano.

La segunda explicación parece destinada a reforzar la posición de “Misha” después del desastre, porque el presidente georgiano se estaba jugando demasiadas cosas importantes aquella tarde del 7 de agosto como para andar lanzando una Guerra del Yom Kippur con los apenas 10.000 soldados con los que contaba su ejército. Demasiados asuntos en la cuerda floja como para no terminar recayendo en la consideración de que, de lo sublime a lo ridículo hay sólo un paso; y que Mijeil “Misha” Saakashvili no es precisamente un Napoleón del Cáucaso, ni en la política ni de la estrategia.

Por lo tanto, entre unos y otros van poniendo sobre la mesa la gran pregunta central en esta crisis, de cuya respuesta resultará su resolución, empantanamiento o agravación. ¿Qué hacemos con Misha? La verdad es que resulta un personaje muy poco defendible con argumentos prácticos, se mire por dónde se mire. Si hubo trampa y cayó en ella fue un iluso ¿Se debe dejar a Georgia y la seguridad del Cáucaso mericional en manos de un tipo así, vistos los resultados? Si lo urdió todo para liarla y atraer a los Estados Unidos, la OTAN y la UE, a fin de que le sacaran las castañas del fuego, es un aventurero peligroso. ¿Lo premiamos por ello y le damos carta blanca para que nos inmiscuya más y más, para que él tome el control?¿Es Mijeil Saakashvili, alias “osito Misha” quien debe conservar la iniciativa para practicar la “geoestrategia del taxi” al margen de las consecuencias para los pueblos de la zona, el petróleo que pasa por su territorio con destino a Europa, la innecesaria complicación del equilibrio internacional? Dejar la respuesta occidental a Moscú en manos de Misha, ni siquiera tiene la categoría de una balcánica labă tristă: es pura pornografía gonzo.



















Amigos de la OTAN, la UE y los Estados Unidos, con vocación occidental (2): Franjo Tudjman en una de sus poses preferidas

Torreblanca se echa las manos a la cabeza porque Rusia se ha paseado con sus tanques por el territorio de un país miembro de la OSCE y del Consejo de Europa, “socio y amigo” de la UE, Estados Unidos y la OTAN. Pero una vez más, da la impresión de que –como es habitual en España- se confunde el título o etiqueta con la capacidad y el contenido real. Washington, por motivos políticos con amplia tradición histórica y Bruselas saliendo del paso en su estilo habitual, llevan años concediendo prebendas a líderes más que dudosos. Recordemos cómo países miembros de la OTAN, tales como Grecia y Turquía, por ejemplo, continuaron dentro de la organización atlántica durante sus periodos de régimenes militares, después de sufrir sendos golpes.

La tendencia en su versión post Guerra Fría, arranca de 1991 y se puede decir que se inaugura con Franjo Tudjman, artífice de la independencia croata y personaje de difusos perfiles democráticos. Por él, el gobierno del canciller Kohl no dudó en reconocer unilateralmente la autoproclamada independencia de Croacia, enfrentando a la recién unificada Alemania con el resto de socios de la CE, y de paso torpedear el plan de paz de lord Carrington, apoyado por la misma Comunidad Europea; lo cual tuvo mucho que ver con el desencadenamiento de la guerra en Bosnia. Y qué decir de un Hashim Thaçi, escogido ya durante la conferencia de Rambouillet por los norteamericanos para descolocar al mismísimo Ibrahim Rugova y terminar convirtiéndose en primer presidente de la República de Kosovo. También se les rieron las gracias a los gemelos Kaczinski, en Polonia, y buenos quebraderos de cabeza que le trajeron a Bruselas. Eso por no mencionar al presidente greochipriota Tassos Papadopoulos, que hizo lo que pudo para reventar el plan de Annan para la reunificación de la isla cuando ya sabía que tenía asegurado el acceso a la UE para la parte griega de la isla: una flagrante tomadura de pelo que Bruselas se tragó como si tal cosa.

En las actuales circunstancias, parece que la única respuesta que se les ocurre a Bush y algunos líderes occidentales (no todos, ni mucho menos) es dejar en su puesto a Misha para hostigar a los rusos. Lo malo es que llevamos ya varios años con ese tipo de estrategias cerriles y discusiones de patio de escuela y no terminan de dar buen resultado. En este caso puede ser peor, si se combina con un acelerado ingreso de Georgia a la OTAN, por ejemplo.


















Amigos de la OTAN, la UE y los Estados Unidos, con vocación occidental (3): Hashim Thaçi con sus muchachos en 1999

Entendámonos: a quien escribe este post, le parecería una estupenda opción. La OTAN no ha tenido bastante con la chapuza de Kosovo y sobre todo, el desastre de Afganistán. Necesita una catarsis mayor. Eso no supone necesariamente la destrucción traumática de la organización, pero si un serio toque de atención y una redefinición (o aclaración) de objetivos. Por lo tanto, el pronto ingreso de Georgia en la OTAN, seguido del de Ucrania, iban a generar tal cúmulo de problemas –entre otras cosas habría que enviar cuantiosas tropas euro-americanas a protegerlas, y no precisamente de las bandas talibanes- que los fundamentos de la organización crujirían desde los cimientos.

Y por otra parte, a ver quién le dice ahora a Tbilisi y Kiev que no van a acceder a la OTAN en mucho tiempo: sería admitir que la catarsis ya ha llegado a Bruselas. Por lo tanto, son días de interesantes expectativas, siempre que no supongan boquetes nucleares en la geografía eurorrusa. Sería realmente trágico que fuéramos a la Guerra Mundial por el osito Misha. ¿O no?


Pero más ridículamente trágico sería ir a la confrontación por restaurar el legado de Stalin. Es posible que que una buena parte de los lectores conozcan la historia: Osetia del Sur y Abjasia, regiones autónomas, fueron integradas en la República Socialista Soviética de Georgia en 1922 y en 1931, respectivamente; y ello gracias a la presión de Stalin. Quizá no sea casualidad que, en efecto, en la ciudad georgiana de Gori se conserve la última gran estatua dedicada al dictador soviético.

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domingo, agosto 17, 2008

Vladimir Putin´s mastery checkmates the West















Posted by Yuri Mamchur

From The Times
August 14, 2008


Vladimir Putin's mastery checkmates the West

Russia has been biding its time, but its victory in Georgia has been brutal - and brilliant

Michael Binyon

The cartoon images have shown Russia as an angry bear, stretching out a claw to maul Georgia. Russia is certainly angry, and, like a beast provoked, has bared its teeth. But it is the wrong stereotype. What the world has seen last week is a brilliant and brutal display of Russia's national game, chess. And Moscow has just declared checkmate.

Chess is a slow game. One has to be ready to ignore provocations, lose a few pawns and turn the hubris of others into their own entrapment. For years there has been rising resentment within Russia. Some of this is inevitable: the loss of empire, a burning sense of grievance and the fear that in the 1990s, amid domestic chaos and economic collapse, Russia's views no longer mattered.

A generalised resentment, similar to the sour undercurrents of Weimar Germany, began to focus on specific issues: the nonchalance of the Clinton Administration about Russian sensitivities, especially over the Balkans and in opening Nato's door to former Warsaw Pact members; the neo-conservative agenda of the early Bush years that saw no role for Russia in its global agenda; and Washington's ingratitude after 9/11 for vital Kremlin support over terrorism, Afghanistan and intelligence on extremism.

More infuriating was Western encouragement of “freedom” in the former Soviet satellite states that gave carte blanche to forces long hostile to Russia. In the Baltic states, Soviet occupation could be portrayed as worse than the Nazis. EU commissioners from new member states could target Russian policies. Populists in Eastern Europe could ride to power on anti-Russian rhetoric emboldened by Western applause for their fluency in English.

Nowhere was such taunting more wounding than in Ukraine and Georgia, two countries long part of the Russian Empire, whose history, religion and culture were so intertwined with Russia's. Moscow tried, disastrously, to check Western, and particularly American, influence in Ukraine. The clumsy meddling led to the Orange Revolution.

Georgia was a different matter. Relations were always mercurial, but Eduard Shevardnadze, the wily former Soviet Foreign Minister, knew how to keep atavistic animosities in check. Not so his brash successor, Mikheil Saakashvili. From then on, hubris was Tbilisi's undoing.

It was not simply the dismissive rhetoric, the open door to US advisers or the economic illiteracy in forgetting dependence on Russian energy and remittance from across the border; it was the determined attempt to make Georgia a US regional ally and outpost of US influence.

Big powers do not like other big powers poaching. This may not be moral or fair but it is reality, and one that underpins the Security Council veto. The Monroe Doctrine - “hands off the Americas” - has been policy in Washington for 200 years. The US is ready to risk war to keep out not only other powers but hostile ideologies - in Cuba and Nicaragua.

Vladimir Putin lost several pawns on the chessboard - Kosovo, Iraq, Nato membership for the Baltic states, US renunciation of the ABM treaty, US missiles in Poland and the Czech Republic. But he waited.

The trap was set in Georgia. When President Saakashvili blundered into South Ossetia, sending in an army to shell, kill and maim on a vicious scale (against US advice and his promised word), Russia was waiting.

It was not only Mr Saakashvili who thought that he had the distraction of the Olympics to cover him; the Kremlin also knew that Mr Bush was watching basketball, and, in the longer term, that the US army was fully engaged in Iraq and Afghanistan. From the day that the Russian tank brigade raced through the tunnel into South Ossetia, Russia has not made one wrong move. Mr Bush's remarks yesterday notwithstanding, In five days it turned an overreaching blunder by a Western-backed opponent into a devastating exposure of Western impotence, dithering and double standards on respecting national sovereignty (viz Iraq).

The attack was short, sharp and deadly - enough to send the Georgians fleeing in humiliating panic, their rout captured by global television. The destruction was enough to hurt, but not so much that the world would be roused in fury. The timing of the ceasefire was precise: just hours before President Sarkozy could voice Western anger. Moscow made clear that it retained the initiative. And despite sporadic breaches - on both sides - Russia has blunted Georgian charges that this is a war of annihilation.

Moscow can also counter Georgian PR, the last weapon left to Tbilisi. Human rights? Look at what Georgia has done in South Ossetia (and also in Abkhazia). National sovereignty? Look at the detachment of Kosovo from Serbia. False pretexts? Look at Ronald Reagan's invasion of Grenada to “rescue” US medical students. Western outrage? Look at the confused cacophony.

There are lessons everywhere. To the former Soviet republics - remember your geography. To Nato - do you still want to incorporate Caucasian vendettas into your alliance? To Tbilisi - do you want to keep a President who brought this on you? To Washington - does Russia's voice still count for nothing? Like it or not, it counts for a lot.

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viernes, agosto 15, 2008

Georgia: una rosa con demasiadas espinas


















Mapa del viejo proyecto de Piłsudski, 1919-1920. Nadie podría imaginarse que una idea así iba a ser reeditada en pleno siglo XXI con apoyo norteamericano. Pinchar en la imagen para obtener una versión ampliada


Apenas ha transcurrido algo más de una semana desde que las tropas georgianas lanzaran una ofensiva en fuerza, preparada con antelación, contando con mercenarios o tropas auxiliares no extranjeras y puesta en marcha, con premeditación y alevosía, para el 7 de agosto de 2008, día en que se inauguraban los Juegos Olímpicos de Pekín.

Desde entonces, ya se pueden extraer algunas conclusiones. Una parte figuran en el artículo que se reproduce a continuación, publicado por "El País" el pasado 14 de agosto. Aquí sólo se añaden algunas notas adicionales a partir de los acontecimientos en las últimas 48-72 horas

1. Parece confirmarse que el ataque lanzado por Saakashvili tomó a Washington por sorpresa. Mientras se producía el contraataque ruso que llegaba hasta el corazón de Georgia, el presidente Bush apenas atinaba a hacer despistadas declaraciones desde Pekín, con lenguaje más que moderado. Justamente cuando el asalto ruso se detuvo y la diplomacia europea entró en acción, el equipo Bush empezó a ladrar: amenazas, desplantes, desafíos y todo un despliegue de actitudes prepotentes, cuando lo peor ya había pasado; el vocerío orquestado desde Washington crece más y más conforme los rusos se retiran de territorio georgiano.


















El caudillo Piłsudski... que no es tal, sino un fotomontaje que incorpora la cara del actual presidente, Lech Kaczyński, al conocido retrato histórico. Un buen resumen del ambiente de nacionalismo imperante en algunas repúblicas del Este, que permite soñar con anacrónicos proyectos hegemónicos

2. La administración Bush está realmente en un serio aprieto: o bien admite que el ataque contra Osetia del Sur fue organizado con su apoyo y conocimiento previo; o reconocen abiertamente que no sabían nada. Mal en ambos casos.

En el primero, porque ello supondría asumir que utilizaron a su aliado y protegido georgiano como carne de cañón, sabiendo perfectamente que no lo iban a respaldar y que los rusos descargarían toda su fuerza sobre él.

Pero admitir que no sabían nada es hacer un ridículo espantoso: la superpotencia que lleva cosechando reveses en Irak y Afganistán a lo largo del último lustro, ni siquiera controla a un pequeño aventurero de opereta, que cuando las cosas le fueron mal, sólo supo organizar histéricas escenificaciones victimistas: denuncias de que los tanques rusos marchaban sobre Tiflis (incluso cuando ya había llegado Condoleezza Rice) intentando provocar oleadas de fugitivos de su propio país, o pérdida de nervios ante las cámaras de televisión tras confundir, quizá, una mosca veraniega con un ataque aéreo ruso.

Por lo tanto, no es de extrañar todo ese ruido que organizan los medios de comunicación americanos, las denuncias que hace cuatro días no servían contra los israelíes pero ahora sí contra los rusos, reutilizando en beneficio propio los argumentos rusos (¡o serbios!) sobre Kosovo y, sobre todo, escondiendo bajo un montón de alfombras al impresentable Saakashvili, ante la sospecha de que pudo haber actuado no ya como reflejo de su mote habitual ("osito Misha") sino por influencia del estreno veraniego "Kung Fu Panda"


3. La patética imagen que ofrece la Casa Blanca, contrasta cada vez más con el aplomado papel que están asumiendo Bruselas y algunas potencias europeas con pleno permiso de Moscú. Angela Merkel fue a territorio ruso y protestó ante las cámaras y los dirigentes de allí sin ningún problema. Sarkozy negoció el alto el fuego. Curiosamente, Gordon Brown no apareció todavía en la foto. En realidad, no deja de tener su interés que ni la canciller germana ni el premier británico estuvieran presentes en la inauguración de los JJOO en Pekín, el 7 de agosto pasado.

4. Por lo tanto, la crisis está acercando a Europa y Rusia. En realidad es una tendencia lógica que se ha ido poniendo de manifiesto este mismo verano, tras prolongarse el acuerdo básico de cooperación Rusia-UE y sobre todo, la cumbre de Janty-Mansiisk, Siberia Occidental, en junio pasado. Las relaciones serán (o querrán verse) como poco cordiales o incluso templadas, pero se basan sobre realidades tangibles. Grosso modo, los intercambios comerciales entre Rusia y la UE son más de siete veces mayores que los mantenidos entre los Estados Unidos y Rusia. Como afirmaba el analista francés Emmanuel Todd hace ya casi siete años: "Implícitamente, lo que Rusia ofrece a Europa es un contrapeso a la influencia norteamericana en el plano militar y la seguridad de sus suministros energéticos. La oferta es tentadora".














Antes... El presidente Saakashvili ante un mapa del Cáucaso occidental y junto a un oficial de alta graduación del Ejército georgiano. Era el momento de los planes y las ambiciones

Claro está que la propaganda norteamericana intenta dividir a los europeos enfatizando el concepto "dependencia" en los intercambios entre Rusia y la UE. Pero hemos de recordar dos datos esenciales:

4.1. El primero es que Rusia cubre 1/3 de su PIB con los beneficios del petróleo y el gas. Es una cifra record a escala mundial, que hace de esos ingresos algo vital para que el gobierno pueda ir restañando las deudas y desastres generados por el proceso de descomposición de la URSS y la era Yeltsin.

4.2. Rusia vende la gran mayoría de su gas y su petróleo a Europa.

4.3. Esos datos suponen que Rusia tiene mucha necesidad de los fuertes euros europeos, y más ahora que compiten de tú a tú con los dólares USA en el mundo. Y ningún país que venda sus productos en tales proporciones y régimen preferencial se aplica alegremente boicots masivos contra sus clientes, destrucción de mercados, etc. Por lo tanto, va siendo hora de sopesar el alcance real de pánicos fomentados y simples cuentos de viejas.













...Y después. Condi Rice llega a Tiflis para apoyar a un Saakashvili que empieza a ser un visible estorbo. "¿Qué ha pasado aquí?". Significativamente, la enviada especial USA se reunió primero con los oficiales norteamericanos al mando del dispositivo militar de ayuda (presuntamente) humanitaria


5. Se confirma el buscado protagonismo de ucranianos, polacos y bálticos en la crisis georgiana, configurando lo que algunos comentaristas comienzan a llamar los "Rogue EASTates" (los "gamberros" o "bribones" del Este). El pasado día 13, una troupe compuesta por el primer ministro de Letonia, Ivars Godmanis, y los presidentes de Ucrania, Víktor Yúschenko, Lituania, Valdas Adamkus, Estonia, Toomas Hendrik Ilves y Polonia, Lech Kaczynski, aterrizaron en Azerbaiyán y se dirigieron a Tiflis "para apoyar" a Mijeil Saakashvili. Esto prueba que el viejo proyecto de Piłsudski no sólo quiere hacerse realidad, sino que sus protagonsitas se lo creen. Algo así como si España soñara con recuperar influencia directa en Cuba y Filipinas pensando que vivimos en 1900.

Lo peor de todo ello es que la liga de los pequeños cristianos del Este no parece que vaya a tener utilidad real para nadie, ni siquiera para ellos mismos. En su empeño por complicar las relaciones entre Moscú y Bruselas en base a las viejas obsesiones y deudas nacionalistas con más de cien años de vida, pueden acabar favoreciendo la puesta en marcha definitiva de la UE de dos velocidades, retrasar el ingreso de Ucrania y los caucásicos muchos años más y terminar siendo un serio problema para su mentor norteamericano. No olvidemos que Ucrania comercia de froma preferente con la UE y con Rusia, y sólo una ínfima parte de sus intercambios van o llegan de los Estados Unidos.





















Bush y Putin discuten sobre la situación en Osetia del Sur en un aparte, durante los JJOO de Pekín. Eran los momentos iniciales de la crisis, y el presidente norteamericano solía exhibir una cara de desconcieto que recordab a la de los primeros momentos tras los atentados del 11-S





6. Conviene tener siempre presente que además de los actores políticos tradicionales (gobiernos, partidos, parlamentos) juegan también su papel en la escena geoestratégica internacional otros muchos, como: medios de comunicación, compañías petrolíferas, bancos, empresas de armamento y, hoy en día, incluso agentes privados que operando en solitario pueden obtener su cuota de beneficio propio sin importar demasiado el daño colateral que puedan hacer y sin que resulte fácil controlarlos. Además, unos y otros intereses pueden estar total o parcialmente interrelacionados, complicando todavía más las interpetaciones. Por ejemplo, ¿sabían ustedes que Condoleezza Rice ha suido definida como una "Chevron lady" en referencia a sus vínculos con la multinacional petrolera?: Entre 1989 y 1992 estuvo en su consejo de administración como experta en Kazajstán.





7. Muchos analistas desean creer que estamos ante una nueva Guerra Fría. Por inercia mental, por incapacidad para entender la nueva situación mundial, por simple efecto rejuvenecimiento, el espejismo gana adeptos. Por supuesto, la actual administración en Washington está interesada en abonar esta fición, aunque procura que no se le vaya demasiado de las manos, porque los negocios e intereses que se mantienen con Rusia son muchos y muy lucrativos.





En realidad, la supuesta nueva Guerra Fría no es sino la señal de que la verdadera contienda bipolar queda muy lejos y ya no volverá. Es característico de las épocas de transición la reaparición del efecto "starting over", "vuelta a punto de partida", etc. Se vivió en España tras la muerte de Franco, cuando en 1976 y 1977 muchos creyeron que el reloj de la historia había vuelto a pomerse a cero en 1936-1937. En Yugoslavia se vivió trágicamente en 1991, cuando para muchos se produjo un retorno a 1941. En Europa oriental -por ejemplo en Polonia- se sigue viviendo el espejismo del regreso a 1939 ó 1918, según convenga. Ahopra, para los Estados unidos, estamos en 1948. Pero todo ese revival marca, tan sólo, el preciso momento de apoyar el pie en algo conocido antes de tomar carrerilla y dar el salto al vacío de lo desconocido y lo por venir.



















Un miliciano de Osetia del Sur, encaramado a un automóvil con matrícula del territorio separatista. Los medios de comunicación occidentales han evitado cuidadosamente emitir determinadas fotografías. En este conflicto, los rebeldes nacionalistas no existen, a diferencia de lo acaecido durante la cobertura de los conflictos ex yugoslavos.




8. Y por último, se revela ahora uno de los efectos positivos de la negativa española a reconocer la autodeterminación de Kosovo. Ahora, el gobierno de Madrid no tendrá que hacer difíciles equilibrios para evitar el reconocimiento de Osetia y Abjasia como estados soberanos, ni tendrá que enfrentarse a Moscú por ello y a convenciencia norteamericana, como no les quedará más remedio que hacer a otros.






ERRATA




Una última cuestión: en el diario "El País" se comente sistemáticamente la errata de escribir mal el nombre del presidente armenio, que es Mijeíl, con "e", no "Mijaíl", que es la forma rusa. Llama la atención que incluso la biografía on line se encabece, todavía a estas alturas, con el nombre de pila mal escrito. En la reproducción del artículo que viene a continuación se ha corregido esa falta, que el autor no cometió en origen.
















Mapa del recorrido del BTC. Obsérvese el amplio arco de su trazado occidental para discurrir por Georgia. Lo mismo ocurre con los demás conductos estratégicos en la zona: todos evitan el paso por Armenia



Una rosa con demasiadas espinas

FRANCISCO VEIGA 14/08/2008

Los acontecimientos de días pasados en Georgia y Osetia del Sur han sorprendido, por varias razones. Pero sobresale una en particular: ¿dónde está el sentido real de un conflicto tan explosivo? Por mucho que se haya intentado echar tierra sobre el asunto, todo empezó cuando tropas georgianas, equipadas y entrenadas en parte por norteamericanos, europeos e israelíes, se lanzaron a invadir o castigar al territorio de Osetia del Sur, que desde hace tiempo se autoproclamó independiente de Georgia y cuenta con el apoyo de Rusia. El ataque comenzó por sorpresa y en fuerza el mismo día de la inauguración de los Juegos Olímpicos, cuando los principales mandatarios mundiales estaban en Pekín.

A priori, la operación militar georgiana no tenía sentido, porque hubiera implicado limpieza étnica de población osetia y era de esperar una contundente respuesta militar rusa. Y Moscú lo hizo, con ganas. Desde su misma llegada al poder en virtud de la denominada Revolución de la Rosa, en noviembre de 2003, el presidente Saakashvili fue un peón de la Administración de Bush. Por su parte, los norteamericanos respaldaron la candidatura de Georgia a la OTAN y con pasión.

La iniciativa formaba parte de la reactivación de un viejo proyecto diseñado por el presidente y caudillo polaco Józef Pilsudski en los años veinte del pasado siglo: un cinturón de estados antirrusos de Europa oriental, con centro en Polonia y compuesto además por los países bálticos, Ucrania y Georgia; la nueva versión siglo XXI parece tener la marca del muy influyente analista norteamericano, de origen polaco: Zbigniew Brzezinski.

Y sin embargo, los mismos norteamericanos, comenzando por su presidente, quedaron descolocados ante lo sucedido estos días en Osetia del Sur. Es dudoso que esperaran una acción como la desencadenada por Saakashvili y mucho menos, que la alentaran. Llegados a este punto, y ante lo sucedido en Osetia del Sur y Georgia, cabe hacerse la obligada pregunta clarificadora: ¿qui prodest? ¿a quién beneficia?

Aparentemente, a los rusos, quienes se han sacado una espina que llevaban clavada desde 1991: han dado una respuesta simbólica bien contundente al asunto de Kosovo y en los mismos términos en que lo planteó Washington en su día. Y de paso han dejado malparados los planes para la ampliación de la OTAN por las repúblicas ex soviéticas, que iniciaron las denominadas revoluciones de colores entre 2003 y 2005. Por otra parte, Moscú ha cedido un protagonismo diplomático a Bruselas que le ha negado a Washington, lo que consolida una tendencia en el acercamiento Europa-Rusia ya anticipada por el analista francés Emmanuel Todd hace más de un lustro.

Pero la partida también se ha jugado desde otras mesas. Aunque la prensa occidental pasó de puntillas sobre el asunto y las instituciones diplomáticas mucho más que eso, Turquía y Armenia buscan desde hace meses un acercamiento que llevaría a la reconciliación entre ambos países, arreglaría el contencioso de Nagorno-Karabaj con Azerbaiyán y de paso estabilizaría el Cáucaso en su función de corredor energético entre el mar Caspio y Europa.

Esos tanteos se llevan en el mayor de los secretos, aunque es sabido que se han producido reuniones importantes, entre representantes armenios, georgianos, azeríes y turcos. Uno de los asuntos más delicados de esas negociaciones son los acuerdos sobre los corredores energéticos que unirán al Caspio con Europa.














El BTC es muy importante para los intereses occidentales, porque cortocircuita el, hasta hace poco, monopolio ruso de transporte de gas y petróleo desde el Caspio. El BTC fue inaugurado en al primavera de 2005 y tuvo mucho que ver con la admisión de Turquía como candidata formal a la UE


De momento, el oleoducto BTC es la pieza más importante de ese dispositivo que debería ser una alternativa al suministro de energía desde y en manos rusas, dado que su recorrido transcurre por Azerbaiyán, Georgia y Turquía. Sin embargo, se ha podido comprobar que desde 1991, fecha de su independencia, Georgia ha sido un compendio de problemas más que de soluciones: inestabilidad política, guerra civil, separatismos. Además, tiene frontera con Chechenia y una tortuosa conexión con su conflicto a través del Valle del Pankisi. Pero sobre todo, el BTC hace un largo recorrido extra por el hecho de pasar por Georgia... evitando Armenia. Lo cual, además, lo deja muy expuesto a conflictos.

Hasta el momento, el hecho de que esta república fuera un satélite de Rusia y estuviera enfrentada a Turquía, la excluyó de los negocios energéticos en la zona. Pero las cosas cambiaron, y quien se convirtió en estorbo para casi todos fue el volátil presidente georgiano, Mijeíl Saakashvili. La insistencia de Bush en apadrinarlo hasta el final, incluso le estaba creando problemas a algunos países de la UE, cuyas compañías petrolíferas son accionistas importantes en el BTC.

Además deben añadirse los desencuentros entre Bruselas y Washington por los numerosos errores estratégicos de la Administración de Bush, y otros problemas de gran calado, como es el origen de la actual crisis económica internacional. Por lo tanto, si dentro de unos meses el BTC fuera rediseñado, atravesando Armenia, la situación cambiaría radicalmente en la zona: menor recorrido y más seguro, estabilización del Cáucaso contando con Armenia y alejamiento de la presión de Washington en esos muy delicados asuntos europeos. Eso es un qui prodest respondido. Ahora falta saber la verdad de cómo y por qué Mijaíl Saakashvili se metió en la boca del lobo aquel 7 de agosto de 2008.

Francisco Veiga es profesor de Historia Contemporánea en la UAB.

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lunes, agosto 11, 2008

Cáucaso: de nuevo, la extrema derecha
















Soldados georgianos desfilan orgullosamente con sus banderas y uniformes de estilo norteamericano, en mayo de este mismo año. Pocos meses más tarde, asaltarían Osetia del Sur para terminar con su proceso de autodeterminación

En líneas generales, los medios de comunicación occidentales están tratando con guante de seda los acontecimientos en Osetia del Sur. No es para menos: desde el momento en que llegó al poder gracias al "parlamentazo" de la "Revolución Rosa" en noviembre de 2003, Mijeil Saakashvili no ha dejado der ser un personaje más que polémico, con un tufo a extrema derecha apenas tapado por los asesores occidentales. No es casualidad que la entrada de su biografía en Wikipedia esté marcada como de "neutralidad disputada".

Saakashvili es un peón de Bush, y eso desde el principio. Ahora, el calamitoso presidente norteamericano incluso vería con buenos ojos un buen jaleo militar y político en el Cáucaso, justo lo necesario para tapar lo catastróficamente mal que lo ha hecho en todos los frentes que ha tocado -últimamente, incluso el acuerdo israelí-palestino ha hecho aguas. Pero es que puede llegar a ser cierto el absurdo de que George W. Bush no sabía nada de los preparativos militares del "Zorro del Cáucaso", cuyas unidades, bien pertrechadas con vehículos militares franceses y de otras potencias occidentales, entrenadas en parte por israelíes, luciendo incluso en algunos casos el camuflaje último modelo de los Marines, lanzaron una ofensiva en fuerza sobre Osetia del Sur. Precisamente, el mismo día en que se inauguraban los Juegos Olímpicos, fecha que tradicionalmente se considera de paz y reconciliación, mientras los princiaples mandatarios del planeta se encontraban en Beijing.











Las siluetas de los presidentes Bush y Saakashvili se recortan ante el Parlamento georgiano, en Tiflis, adornado con las banderas norteamericana y georgiana. Mayo de 2005

Ahora, los medios de comunicación occidentales olvidan tales circunstancias con rapidez. Los medios de prensa nos enseñan fotografías de las víctimas y desperfectos causados por las fuerzas rusas en sus ataques a Georgia, pero no hay ni una imagen de las numerosas víctimas civiles provocadas por los feroces bombardeos georgianos sobre la capital de Osetia, Tsjinval, llevados a cabo, entre otras armas, con lanzacohetes también de factura occidental.

Y como los afines se atraen entre sí, al ahora periodista de "ABC", Hermann Tertsch, cuyas posiciones ultras han quedado bien establecidas desde hace años, le ha faltado tiempo para salir por la Gran Vía, greña al viento, gritando una vez más, como Serrano Súñer
: "¡Rusia es culpable! El exterminio de Rusia es una exigencia de la historia y de porvenir de Europa". No voy a añadir un link en este post para que el lector encuentre con facilidad tamaño panfleto. Pero sí creo que vale la pena hacer un par de comentarios. El primero, que "ABC", un periódico que antaño poseía un cierto prestigio en la interpretación de la actualidad internacional, a través de algunas firmas destacadas, parece ahora empeñado en un tipo de análisis vocinglero que ni siquiera es de 1948, sino de 1914 ó, peor aún, de 1941. Véase post anterior con la "diana " conseguida por Enrique Serbeto en Turquía, rematada ahora de cabeza por Tertsch en Georgia.


















Hermann Tertsch del Valle-Lersundi. Ha tenido una visión: la de siempre

Sobre éste no se puede decir gran cosa: el tiempo pasa, se va haciendo mayor y por lo tanto, tiende a creer que las viejas recetas siempre tendrán éxito: basta irle poniendo cada vez más sal y pimienta, para disimular la ya inexistente frescura de los ingredientes. De su artículo se infiere que lo acertado hubiera sido meter de cabeza a Georgia en la OTAN, por la vía rápida, y eso desde hace meses. De esa forma, según parece argumentar, Rusia se hubiera arrugado y Saakashvili hubiera podido lanzar impunemente su ataque sobre Osetia del Sur. Se supone que, además, los osetios hubieran salido a la calle para vitoriear y dar la bienvenida a las tropas georgianas, no como ha ocurrido ahora, que han tenido que ser bombardeados y expulsados por su cabeza dura y no mostrar amor por el líder Saakashvili.

Sigamos con su línea argumental: en el peor de los casos, si las tropas rusas hubieran hecho lo mismo que ahora, la OTAN habría intervenido en fuerza contra Rusia, claro que sí. Qué estupenda oportunidad para tapar lo catastróficamente mal que le van las cosas en Afganistán y la forma más que deficiente en que los americanos y sus escasísimos aliados (entre ellos un contingente georgiano) "defienden a Occidente" (sic, en palabras de Tertsch) en Irak. Posiblemente, en el calor de los combates, el
oleoducto BTC, que pasa por Azerbaiyán, Georgia y Turquía, hubiera quedado cortado a bombazos (el otro día los rusos acertaron en un tramo). Como es una de las vías más importantes que tiene Europa para abastecerse de crudo, posiblemente acabaríamos pagando la gasolina a 300 euros el litro en cosa de pocas semanas. Supongo que que a ustedes, lectores europeos, no les daría lo mismo; a Tertsch, desde luego que sí. Lo importante, una vez más, es sostenella y no enmendalla.

Y a partir de ahí, el delirio. Si quieren comprobar adónde llevan este tipo de discursos argumentales, pueden releerse el capítulo final del libro de Hermann Tertsch, La venganza de la historia, en su primera edición (El País-Aguilar) de 1993, pags. 257-264. El capítulo se denomina: "Ejercicio de ficción" y en él, el autor no tiene ningún tipo de rubor en prefigurar lo que, en tiempos de la guerra de Bosnia, veía como catastrófico futuro para Europa, debido a los pecados de debilidad de Occidente. Guerras por aquí y por allá, el gran mogollón, efecto dominó acelerado, Turquía se aprestaba a quedarse con Tracia y Macedonia oriental, tras aplastar a los armenios en apoyo de los azeríes. Hungría se preparaba para recuperar el territorio de la Corona de San Esteban; guerra total en los Balcanes: un panorama calcado de un retorno a 1914 pero al revés. Y al final de todo, el descontrol de la inmigración, y sugerencias sobre lo que "puede pasar" que como mínimo, pueden ser catalagodas de majaderías, o de algo peor:

"Entre los españoles se ha extendido la convicción de que los inmigrantes magrebíes son culpables de la frecuente desaparición de niñas en los últimos años. No hay ninguna prueba de ello, pero desde que un diario nacional expuso esta tesis y multiplicó varias veces su tirada con una campaña contra 'asesinos y pederastas magrebíes', la mayoría de los medios de comunicación se han adherido a la misma, y ésta es ya una certeza para la inmensa mayoría de los españoles. Un partido que pide la 'limpieza étnica ya' aboga por la inmediata deportación forzosa de todos los extranjeros que no puedan comprar su estancia en España por cinco millones de pesetas anuales. Grupos de africanos que se negaban a ser internados en los campos han huido de las ciudades al monte y se han armado en asaltos a cuartelillos de Guardia Civil. Como lobos acorralados, viven del saqueo y del bandidaje" (pags. 263-264)

Esto fue escrito en 1993, faltaban más de diez años para el 11-M en Madrid. ¿Reconoce el lector español esta reacción como realista, a mediados de los noventa? Hermann Tertsch, considerado un analista a tener en cuenta para Europa Oriental, no parecía conocer bien ni a su propio país. ¿Debemos tener en cuenta sus puntos de vista sesgados y apriorísticos en escenarios bien alejados del español y basados en polvorientos manuales de historia alemanes?


















El presidente polaco Lech Kaczynski visita la catedral de Tiflis acompañado del presidente georgiano Mijeil Saakashvili, 23 de noviembre de 2007. El evento tuvo lugar con motivo del aniversario de la "Revolución rosa" que llevó a Saakashvili al poder. Los nuevos miembros de la UE muestran una acusada simpatía por los proyectos nacionalistas de sus vecinos, cuando van contra Rusia.


Por cierto: y cerrando de nuevo con la situación en Georgia y Mijeil Saakashvili: según últimas informaciones, Washington acusa a Moscú de querer derrocar al presidente georgiano. Visto así, no sería una opción tan mala. Sobre todo si el presidente georgiano es juzgado a continuación en el TPI de La Haya. ¿Una pérdida para la democracia? Bueno, hemos de recordar que en enero de este mimso año, Saakashvili tuvo problemas con la oposición tras el recuero de los votos en las presidenciales. Durante unos días, parecía que iba a repertirse la "Revolución Rosa" pero al revés, sacando de enmedio al actual mandatario. Sin embargo, ay, esta vez no hubo apoyo americano a las protestas, los medios de comunicación occidentales pasaron de puntillas sobre el asunto. Tampoco se le dió publicidad al resultado del referéndum celebrado en Osetia del Sur el 12 de noviembre de 2006: 91% de participación, 99% de unanimidad por dejar atrás a Georgia. Un caso, más flagrante que el de la mayoría de las repúblicas secesionistas en los Balcanes, por ejemplo, bendecidas por los occidentales. Pero, claro está: para Osetia del Sur, no era válido.

A continaución, sigue un artículo enviado por el autor de este post a "El País" en diciembre de 2003 y enero de 2004; no fue publicado, aunque meses más tarde, parte del contenido se vertió en otra pieza dedicada a la "Revolución Naranja" ucraniana. El lector podrá constatar que ya por entonces, los mecanismos que parecían mover a la primera de las "revoluciones de colores" no era agua clara. El final del camino, a menos de cinco años más tarde.

















Una dramatizada instantánea de la "Revolución Rosa", noviembre de 2003


Y la multitud asaltó el Parlamento


Francisco Veiga (redactado: 30 de enero, 2004, 2ª versión)

Este mismo invierno pudimos contemplar por televisión, una vez más, un espectáculo político que comienza a ser habitual en la Europa oriental: el asalto a un parlamento. En este último caso fue en la capital de Georgia, Tbilisi, y supuso la caída del presidente Shevarnadze. La fachada arquitectónica del edificio, de rancio sabor estalinista, y las imágenes invernales de la revuelta, transportaron a los espectadores de nuevo a Bucarest, diciembre de 1989. En aquella ocasión, la multitud tomó el Comité Central, no un parlamento propiamente dicho. Pero se inauguró esa práctica, que tenía como ingredientes complementarios la presencia de la televisión grabando en directo y la pasividad de las fuerzas armadas. Desde entonces se han sucedido otros casos muy similares, siempre en la Europa balcánica. En febrero de 1997, fueron multitudes búlgaras las que entraron en plena sesión parlamentaria, en el centro de Sofía y derribaron al gobierno socialista. En septiembre de 1998, manifestantes del derechista Partido Democrático Albanés tomaron el palacio presidencial, en Tirana. La penúltima de estas acciones tuvo lugar en el parlamento de Skopje, capital de la República de Macedonia, en el verano de 2001, cuando ciudadanos de la mayoría eslava protestaron pidiendo armas por el acuerdo que había alcanzado el gobierno con la última guerrilla albanesa aparecida por entonces en la zona, el Ejército de Liberación Nacional.

El ejemplo más turbador acaeció en Belgrado, en octubre del año 2000 y supuso la caída del régimen de Slobodan Milosevic: el asalto de las multitudes a la Skupstina o parlamento federal. Sin embargo, aquella acción tuvo poco de espontánea. Fue preparada -así como la marcha de cinco columnas sobre Belgrado- con precisión militar por algunos líderes opositores, encabezados por el recientemente asesinado primer ministro Zoran Djindjic, y que entonces era líder del Partido Democrático. Pero también jugó un papel primordial otro dirigente político, Nebojsa Covic, de Alternativa Democrática. El tercer conspirador fue el general Momcilo Perisic, ex jefe del Alto Estado Mayor del Ejército. Los tres se habían reunido en una de las salas de la fábrica de productos metálicos que tenía Covic: se suponía que era completamente segura y a salvo de escuchas. Todo este asunto lo explicaron después los mismos protagonistas y está recogido en un libro publicado al efecto en Serbia, así como en alguna de las recientes biografías de Milosevic aparecidas en los Estados Unidos. De la misma forma que tampoco es un secreto que entre los asaltantes de la Skupstina había bastantes chetniks ultranacionalistas -formalmente de la oposición- y que muchos de los manifestantes iban armados. Todo un detalle a tener en cuenta a la vista de los resultados de las últimas elecciones en Serbia.
Además, Washington tuvo un papel de gran protagonista en todo ello, a través de la OYA, siglas de la Office of Yugoslav Affairs, que operaba desde Budapest y fue organizada por la entonces Secretaria de Estado Madeleine Albright. Esta historia la relató el "Washington Post", hace ya tiempo, y con mal disimulado orgullo. William Montgomery, que había sido embajador norteamericano en Belgrado en los años setenta, dirigió la OYA, que trabajó de firme con la oposición serbia y pagó lo que hubo que pagar: 2,5 millones de pegatinas o cinco mil envases de spray para pintadas, por ejemplo. En 1995 los americanos enseñaron a los croatas las modernas técnicas de combate; cinco años más tarde entrenaron a los serbios en las avanzadas técnicas de la lid electoral a la americana.

Es evidente que en estas acciones participaron multitudes, pero no es tan seguro que ello sea suficiente para catalogarlo como "revuelta popular" o incluso "revolución" con las connotaciones de "democracia espontánea" que parece sugerir su tratamiento informativo. En tal caso, quizá la marcha sobre Roma de los fascistas italianos en 1922 entraría en esa categoría. No se pretende afirmar con ello que la nueva oleada de asaltos a parlamentos balcánicos y caucásicos sea de ese tipo, aunque desde luego en todos los casos -menos en el rumano de 1989- estamos ante grupos políticos formalmente derechistas que asaltan parlamentos -o instituciones de gobierno- socialistas, por mucho que se les añada la etiqueta de "postcomunistas", como justificando el hecho de pasada. De cualquier forma, deberíamos ser cuidadosos ante la tentación de aplaudir sistemáticamente ese tipo de actos, en interés de la simple coherencia informativa. Un ejemplo: seis años después del asalto contra el parlamento búlgaro que derribó al gobierno socialista del primer ministro provisional, Stefan Sofianski, ese partido ha ganado las elecciones municipales en la mayoría de los ayuntamientos del país. Claro que en Georgia, Saakashvili ha conseguido un éxito arrollador. Tanto que a pesar de ese aplastante 96,27% de votos cosechados, en Occidente nos quedamos muy satisfechos y apenas hubo algún comentario que revelaba la lógica inquietud ante resultados tan antinaturales quizá por un exceso de terciopelo revolucionario. Pero dado que consideramos al nuevo ejecutivo georgiano un "aliado natural", "educado en occidente", a nadie se le ocurrió hablar de fraude, claro está. Alexander Saakashvili es tan poco sospechoso como, por ejemplo, el mayor mafioso georgiano, Zurab Zhvania y su papel en todo esto. Pero sobre tales factores no hay mucho interés en informar porque rompen esquemas y complican mucho los análisis apriorísticos a base viejos mitos históricos, clichés en azul y rojo y lo que dicen las grandes agencias.

Pero sin entrar en la evolución de los regímenes surgidos del "parlamentazo", volviendo nuevamente al hecho desencadenante y sus justificaciones, la verdad es que ante fraudes electorales o regímenes corruptos existen muchas maneras de protesta realmente masiva y popular, sin tomar por la vía directa y violenta de asaltar el parlamento, un objetivo sospechosamente sencillo de tomar. Por lo demás, las cámaras de televisión puede que no certifiquen nada. El objetivo enfoca, escoge y lo que no entra en cuadro, no existe. Así, puede ocurrir que unos pocos metros más allá de la supuesta multitud no haya ni rastro de la ciudadanía. Todo lo cual, unido a las cautelas informativas basadas en prejuicios o filias y fobias que arrastra durante años cada medio en particular, resulta tan engañoso como unas elecciones manipuladas o un asalto tácticamente bien planeado. Y en España, el recuerdo de las sesiones parlamentarias violentamente interrumpidas debería inspirarnos una cautela más aguzada que en otros países. En todo caso, no estaría de más echarle un vistazo de vez en cuando a un libro difícil de encontrar, si, pero muy ilustrativo: Técnica del golpe de estado, de Curzio Malaparte, publicado en 1931. Al menos, los organizadores de la revuelta serbia de 2000 dijeron que lo habían leído.

Francisco Veiga, prof. de Hª de Europa oriental, UAB y autor de La trampa balcánica (2002) y Slobo. Una biografía no autorizada de Milosevic (2004
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