viernes, octubre 13, 2006

El contencioso armenio-turco (3): El papel de Moscú

Humor gráfico: Putin por Ferreres, publicado en "El Periódico", 14 de octubre, 2006

Llamada de Radio Nacional de España, uno de los noticiarios. Ocurrió el domingo pasado, por la mañana: querían un breve comentario sobre el asesinato de la periodista rusa Anna Politkovskaya y “lo que ocurre en Chechenia”, para el informativo del mediodía. Decliné como pude la oferta: era evidente que deseaban escuchar un determinado discurso, prefabricado y, además, sintético. Para una buena parte de los medios de prensa occidentales, resulta meridianamente claro que Putin es el "asesino" por razones tales como que la periodista tiroteada hablaba mal de él y su política, y el dirigente ruso fue oficial de la KGB. Descender de ese nivel argumental resulta políticamente incorrecto.

La ocasión daba para pensar en los forzados ajustes a los que recurre la prensa. En estos días, el asesinato de la Politkovskaya ha reactivado un discurso anti Putin con gruesos flecos antirrusos. Pero es que además, por estos mismos días, los medios occidentales se alinearon con Georgia en el contencioso que mantiene con Rusia. ¿Quiere decir eso que deberían hacerlo contra Armenia? Sería lo más coherente, porque esta república caucásica es prorrusa; en realidad es todo un satélite de Moscú en la zona, enfrentada a Georgia y Azerbayan, ambas aliadas de Turquía. Ankara ha denunciado en algunas ocasiones –aunque sin alzar mucho la voz- que Moscú apoya a los kurdos del PKK. A su vez, los rusos también han dejado caer que los turcos se han mezclado en la crisis chechena. En realidad la situación es más complicada, pero si los medias asumieran que algo de eso hay, vaya batería de contradicciones deberían afrontar en más de una ocasión.

Para muestra un reciente botón: la crisis entre Rusia y Georgia se debe, en buena medida, a las reiteradas acusaciones de Moscú de que ese pequeño vecino del Cáucaso no hace lo posible para capturar dentro de sus fronteras a guerrilleros que además entran en la conflictiva Chechenia a traves del
Valle del Pankisi. Pero la prensa occidental consultada no ha incidido en esta cuestión, sería complicar el análisis, y eso no es platro dse gusto para el lector. La salida a tanto dilema es de una sencillez desconcertante: parcelar, tratar cada asunto por separado. Los contextos regionales, las alianzas exteriores, los vecindarios, los alineamientos en política exterior: todo eso es evitado como la peste, a pesar de que en ocasiones tales parámetros aportarían argumentos de peso a tener muy en cuenta. Pero eso es secundario: a la mayoría de los medios de comunicación y a sus periodistas respectivos esa ignorancia voluntaria les facilita mucho la tarea de vender sus productos a caballo de las pasiones dominantes en cada momento.

Chirac y su esposa depositan una corona de flores ante el monumento al genocidio armenio en Erevan, durante la visita que el presidente realizó a comienzos de este mismo mes. Paris ha utilizado a fondo ese controvertido acontecimiento histórico a beneficio de su propia política exterior e interior.

La actual situación del contencioso turco-armenio da para trenzar un caso concreto. El pasado día 12, en plena espiral histérica, la Asamblea francesa aprobó la tan cacareada ley que penaliza la negación del genocidio armenio. Confusa en el enunciado de lo que pretende castigar, bajo el pertinente discurso-moralina su único objetivo real consiste en fomentar el sentimiento antieuropeo de los nacionalistas turcos hasta hacerlo llegar a un punto de ebullición que de una forma u otra lleve a que Ankara se retire prematuramente de las negociaciones para acceder a la Unión Europea. Si es en medio de un enorme escándalo, mejor que mejor. Pero sus resultados reales consisten, básicamente en respaldar una causa que se está convirtiendo en bandera de la extrema derecha europea y en dañar irremisiblemente la política exterior de la República de Armenia. Con ello, Francia demuestra una vez más que es una potencia decadente, más obsesionada por defender los símbolos de su antiguo poder que capaz de realizar cálculos realistas de geopolítica global, como los que llevan a cabo las potencias de verdad. Más allá de preservar su porcentaje de representación en el Parlamento europeo defenestrando la candidatura turca a la UE, ¿qué política concreta posee Francia en el Cáucaso?¿Está apoyando activamente al "asesino" Putin?¿Cuántos diputados o periodistas franceses saben que Ara Abrahamian, una de las personalidades más relevantes de los grupos de presión armenios a escala internacional, es además uno de los oligarcas rusos y presidente de la Organización de los Armenios cuyo primer congreso se inauguró en Moscú en octubre de 2003 con discurso inaugural de Vladimir Putin?

Vayamos por partes, es decir, aquellas en las que divide realmente el contencioso turco-armenio, y que conviene separar: a) Los intereses nacionales y geoestratégicos de la República de Armenia; b) Los intereses de la diáspora y los grupos de presión armenios en el extranjero, que no siempre conciden con los de la República de Armenia; c) Los intereses de las potencias que juegan en la zona; d) Los intereses de los estados extranjeros que instrumentalizan la cuestión turco-armenia para sus fines particulares, ajenos en realidad a ese conflicto.

El pasado mes de julio,
Eurasianet, que es una website rusa de análisis geoestratégico publicaba una crónica según la cual, Armenia se oponía al tendido del ferrocarril azerí-georgiano-turco. El proyecto arrancaba de mayo del año pasado (2005) durante la apertura ceremonial del oleoducto Bakú-Tbilisi-Ceyhan (BTC). Por entonces se estimó que la obra saldría por unos 400 millones de dólares USA y reforzaría el vínculo que ya ofrecía el oleoducto: estrechamiento de las relaciones entre los tres estados y establecimiento de un interesante vínculo de comunicación entre Europa y el Asia Central a través de una vía poco habitual e históricamente, poco segura.

La protesta de Armenia se relacionaba con el rodeo que da la línea férrea entre la ciudad turca de Kars y la de Ajalkalaki, en el sur de Georgia. Según Erevan, el trazado de esos 100 kms. evita el camino natural a través de territorio armenio que une la ciudad de Kars con la de Gyumri y de ésta pasa a todo el sur del Cáucaso. El gobierno armenio, muy preocupado por lo que contempla como un nuevo intento de aislamiento perpetrado por sus vecinos del Cáucaso, ofreció su colaboración “desinteresada” en el proyecto. En tal sentido, el ministro de Asuntos Exteriores, Vartan Oskanian indicó que “Armenia está preparada para que Turquía, Georgia y Azerbaiyán utilicen la línea de ferrocarril existente en territorio de Armenia” aunque esta república no haya sido invitado a participar en el proyecto (27 de junio, 2006).

Trazado del BTC, directamente relacionaco con el tendido de la línea férrea azerí-georgiano-turca. Mapa procedente de Wikipedia.


Las autoridades armenias no creen que el tendido de la nueva línea férrea sea puramente comercial. En vez de ello, lo ven como un paso más para el aislamiento del país, tras haber quedado fuera del proyecto del oleoducto Bakú-Tblissi-Ceyhan (BTC). En consecuencia, los influyentes grupos de presión armenios en los Estados Unidos comenzaron a moverse para frustrar el proyecto, buscando el voto de un comité del Congreso que asegure una enmienda que induzca al US Export-Import Bank la prohibición de respaldar la construcción de la línea férrea. En tal sentido, el congresista demócrata Joseph Crowley, que es el principal promotor de la idea, ya hizo unas declaraciones advirtiendo a los gobiernos de Turquía y Azerbaiyán que “excluir continuamente a Armenia de los proyectos regionales genera inestabilidad”. Los impulsores de la campaña en los EEUU creen que hacia finales de este mismo año la Cámara de Representantes en pleno podría considerar la enmienda. Posteriormente, la iniciativa podría llegar al Senado. La administración Bush no ha manifestado objeciones a las iniciativas. Por otra parte, también en la UE han surgido voces que secundan la iniciativa armenia, como la de la austriaca Benita Ferrero-Waldner ya de por sí poco simpatizante de la candidatura turca, que el pasado mes de marzo visitó Erevan.

Parece claro que el conflicto que está surgiendo en torno a la línea férrea azerí-georgiano-turca es un reflejo de pugnas de más calado. Por supuesto, está en conexión con el bien conocido proyecto BTC y la compleja trama de los oleoductos y gaseoductos que desde Próximo Oriente, Asia Central y Caspio deberán atravesar Turquía (o ya lo hacen) para llegar al corazón de Europa. Armenia ha sido dejada fuera del proyecto por motivos políticos: el contencioso de Nagorno-Karabaj que enfrenta a esa república con la vecina Azerbaiyán y con su aliada natural, Turquía. En consecuencia, Ankara no mantiene relaciones diplomáticas con Erevan y desde hace años ha cerrado a cal y canto sus fronteras con Armenia. Pero debe aclararse que su estatus de peón ruso en la región también le ha ganado muchos enemigos a este país, y que muy posiblemente, la actual crisis georgiano-rusa impida que los esfuerzos del senador Joseph Crowley lleguen a buen fin. Porque el caso es que Georgia, Azerbayán y Turquía, son aliados de Washington y Armenia está por ver si lo será o no.


Aviones de combate rusos MiG29 patrullan la frontera del espacio aéreo armeno-turco. Fotografía procedente de Wikipedia

El hecho de que los conflictos con sus vecinos turco y azerí haya dejado a Armenia fuera del negocio petrolífero ya constituye de por sí motivo de seria alarma en Erevan. Pero además, existen otros problemas de orden geoestratégico. Armenia es un satélite militar ruso desde la firma, en 1992, del Tratado de Tachkent, seguido cinco años más tarde de un específico tratado de amistad ruso-armenio. Mantiene en su territorio unos 5.000 soldados de esa potencia, destacados en dos bases, aunque agrupados la mayoría de ellos en la denominada Base Militar 102, situada en Gyumri, que, curiosamente, es el empalme ferroviario ofrecido por el gobierno de Erevan a los países del trayecto ferroviario azerí-georgiano-turco. Dicho sea de paso, resulta bastante razonable que los países vecinos no vean con buenos ojos que el ferrocarril que construyen pase a través de un enclave militar ruso. Y menos en el momento actual, cuando según la prensa occidental, la potencia puede convertirse en una dictadura neosoviética -o algo peor- de un momento a otro.

En la Base Militar 102 se cuentan unos 30 cazas rusos tipo MiG 29 y baterías de misiles antiaéreos S-300. Sin embargo, el anunciado cierre total de las bases rusas en Georgia ha supuesto que su material y personal estén siendo trasladados a Armenia. Además de acantonar efectivos en el país, Rusia entrena y prepara a la totalidad del cuerpo de oficiales armenio. Y no sólo eso: los guardias de frontera rusos patrullan en los límites con Turquía e Irán. Mientras tanto, continúan las entregas de armas rusas al aliado, que hacen del ejército de esa república el más potente del Cáucaso meridional. Por todo ello, volvemos al mismo punto ya enunciado: no es de extrañar que las relaciones de Armenia con Turquía, Azerbaiyán y Georgia sean tensas.

En el plano económico, la dependencia armenia del vecino ruso es todavía más apabullante. En 2001, Vladimir
Putin visitó Erevan y firmó decenas de acuerdos bilaterales para toda la década. Y al año siguiente, Rusia y Armenia firmaron un pacto de Asistencia energética contra anulación de la deuda. A cambio de la condonación de 100 millones de dólares de deuda, Erevan traspasaba el 80% del potencial energético armenio a manos rusas. En definitiva, no le faltó razón a Boris Gryzlov, presidente de la Duma rusa, cuando en a primavera de 2005 declaró sin tapujos que Armenia es un "puesto avanzado" de Rusia en la región.

Decir que los armenios están contentos con esta situación resulta equívoco. Por lo que parece están más hechos un lío, como se desprende de un interesante libro publicado hace pocos meses: Géopolitique de l´Arménie (Ellipses, Éditions Marketing, Paris, 2005) escrito por un inteligente analista armenio: Gaïdz Minassian. El autor distingue claramente entre los diferentes factores e intereses que intervienen en el contencioso armeno-turco, y también los diversos objetivos y problemas que manejan los actores en presencia: el gobierno de Erevan, los políticos, los nacionalistas armenios más duros o la diáspora con sus diversos grupos de presión. El diagnóstico que extra el propio lector es que la pequeña república se mantiene a flote con dificultades en un mar de contradicciones que nacen de los conflictos con sus vecinos, la geoestrategia del gas y el petróleo centrada en la región caucásica, la manipulación externa de sus problemas por las grandes potencias, el apoyo ruso y el equilibrio imposible que supone el deseo de conjugar el decisivo soporte ruso con el naciente interés occidental y el ingreso en la OTAN y la UE.

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