Trabajar los chalets
Hace pocos días y a raíz de que cundiera ese producto político-mediático denominado “alarma social”, debido en este caso a los asaltos a chalets y casas unifamiliares en el campo catalán, “La Vanguardia” publicó un reportaje que anunciaba desde la primera página: “Los asaltos a casas cuestionan el modelo de crecimiento urbano” (jueves, 25 de mayo de 2006); y en la página 31: “Casas aisladas, casas amenazadas”. De entrada, la construcción del titular principal no cuadraba mucho, porque si se habla de casas unifamiliares aisladas en pleno campo, el adjetivo “urbano”, pues como que no pega. El subtítulo del reportaje procuraba corregir el asunto: “La ola de asaltos pone en cuestión el modelo urbanístico disperso de Catalumya”. Aclarada la cuestión de que por estos pagos disponemos de un “modelo urbanístico disperso”, el dictamen de los expertos parece incuestionable: “En un escenario de inseguridad está más desprotegido quien más se aísla” –comenta al diario Salvador Rueda, director de la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona.
Dicho así, parece inapelable. A no ser que recordemos la cara que ponen los testigos de tal o cual inmueble en barrio de populosa ciudad, cuando el periodista les pregunta por el vecino que acaba de ser detenido tras cometer un espantoso crimen: “Pues parecía una buena persona”. Les confieso que a mi me entra una risa un poco tonta, incluso cuando veo y escucho por enésima vez a la señora del 3º o al del bareto de la esquina: “Era muy educado, me saludaba todas las mañanas”. Aunque resulta mucho peor cuando la opinión cobra forma de sentensia: “Esos iban a terminar mal, estaba cantao”. Y no hace falta ser tan dramáticos: recuerdo perfectamente el día en que le desvalijaron la casa a mi vecino, en el puente de la Purísima, pleno mes de agosto de 2001, centro de Barcelona. No le robaron mucho, pero le reventaron la puerta blindada con un gato hidráulico y con ello le destrozaron un buen trozo de parqué. Y así se quedó el piso durante varios días, abierto de par en par, porque el hombre estaba de vacaciones en Mallorca con toda su familia y no había manera de dar con él. Estoy seguro de que ustedes conocen muchos otros casos similares, e incluso han sido víctimas de asaltos a sus propiedades inmuebles, sin que el vecindario al otro lado del tabique supiera, pudiera o quisiera hacer nada.
En una gran ciudad la sensación de aislamiento y desprotección resulta tan aguda y real como en un chalet más o menos aislado. Con una diferencia importante: en el campo puedes mantener una pareja de perros de presa de 40 kilos de peso, con funciones de vigilancia y defensa non stop, cosa mucho más complicada y molesta en un piso de 80 y pico metros cuadrados del casco urbano. Recuerdo a mi amigo Juanito, el embajador de Cuba en Belgrado. Como posiblemente su país no disponía de muchos medios para pagar vigilantes y sofisticados sistemas electrónicos de vigilancia, el hombre tenía dos rottweilers sueltos por el jardín de la residencia, un edificio aislado en las afueras de la capital. Nunca los llegué a ver, pero puedo asegurarles que sus ladridos ponían los pelos de punta cuando olían que a Juanito le acompañaba alguien más.
En realidad lo que deseo expresar aquí es mi malestar ante un reportaje como el de “La Vanguardia”, que parece destinado a echar pelotas fuera. Si asumimos que hay más asaltos a chalets porque hay más chalets que antes, estamos poniendo el carro delante de los caballos. El problema no es ese, porque desde siempre han existido habitats dispersos en la geografía rural catalana, vasca, gallega y de otros muchos países en todo el mundo; y en esas zonas no es crónica la delincuencia especializada en asaltos y robos a las casas con o sin ocupantes dentro. Por otra parte, el modus operandi de algunas de las bandas de ladrones es ahora muy sofisticado: montan operativos de seguimiento y vigilancia, organizan equipos de despiste, son rápidos y precisos, muy profesionales. Los medios de comunicación ya nos han informado de que en algunos casos se trata de antiguos policías, soldados y hasta guerrilleros procedentes de países del Este donde, o bien han actuado en guerras recientes o han formado parte de aparatos de inteligencia o represión muy activos.
Ese perfil, en apariencia, es nuevo. O relativamente, porque las muy profesionalizadas bandas de albaneses de Kosovo comenzaron a operar en Catalunya en el año 1999. Por aquella época, los medios de comunicación evitaban mencionar el asunto, posiblemente por aquello de la corrección política, dado que los albanokosovares acababan de montar una exitosa guerra de liberación contra los serbios respaldados por la OTAN, eran los héroes del momento y ustedes ya saben o intuyen lo que es el papanatismo mediático. Pero les puedo asegurar que incluso por entonces, al menos un cuerpo de seguridad del estado había logrado pinchar las comunicaciones de algunas bandas y tenía serios problemas para traducir del albanés. Después, los tipos se volvieron mucho más cautos y desechaban el teléfono móvil con su tarjeta prepago después de hacer la primera llamada. También por esos meses, mi amigo Veton Surroi me contó que en una visita a Barcelona, un compatriota le comentó en el avión que “muchos chicos estaban yendo a trabajar las fábricas” a Catalunya. A Veton le extrañó la extraña construcción de la frase: “¿A trabajar las fábricas?” ¿No sería más bien: “A trabajar en las fábricas?” Pues no, el tipo del avión se refería a las bandas que desvalijaban los polígonos industriales.
Bien: la cosa es que los delincuentes profesionales que se vienen dedicando a robar en fábricas y chalets en Catalunya –y otras partes de España- desde hace ya tiempo, manejan muy bien una herramienta que el ciudadano de a pie no suele considerar: la información. Y no sólo de los objetivos concretos, sino de todo el territorio de trabajo. En ello entra la documentación sobre la calidad y capacidades de su principal adversario en la zona de operaciones: la policía local. Hoy mismo, “El País” publica un reportaje titulado: “Vente para España, que esto es un paraíso. Aquí la policía ni te toca” (Domingo, 28 de mayo, pag. 26). La frase es la que escuchó la policía tras pinchar el teléfono de un delincuente rumano que animaba a un compinche en el país de origen.
Mucho debemos temer que éste sea el quid de la cuestión. Delincuentes y bandas del Este poseen información sobre las fuerzas de seguridad de determinados países; pero en cambio, éstas no la tienen sobre los agresores. La actuación de la policía se centra en la respuesta puntual ante el delito, pero no parece que exista una estretegia preventiva o disuasoria. Es significativo que en ese capítulo algunos países cercanos al foco del fenómeno han encontrado la solución. Por ejemplo, en la isla de Creta, Grecia. No es una zona tercermundista o pobre, carente de interés para los cacos de países vecinos. Hay campesinos pudientes y turismo internacional con propiedades. Pero allí el asunto de las bandas de delincuentes albaneses y similares no existe. ¿Saben por qué? La respuesta en otro post.
Etiquetas: Cataluña, Delincuencia, Grecia, inmigración, Kosovo, mafias, política informativa, Surroi
Sueños montenegrinos ("El Periódico", 25.05.2006)
Cuando se trata de cubrir algún evento en Montenegro, la inmensa mayoría de los enviados especiales se quedan en Podgorica, la fea capital. En todo caso, algunos hacen una escapadita a la costa. Pero todo eso es territorio de los “verdes” o montenegrinos soberanistas. Así que, una vez más, los telediarios han tomado la parte por el todo y han llenado nuestras pantallas con la explosiva alegría de los nacionalistas celebrando la victoria de su opción. Bastaba sólo conducir en dirección al norte durante apenas una hora para ver un panorama muy diferente: Berane, Bjelo Polje, Pljevlja son feudos de los “blancos” o partidarios de permanecer en la federación con Serbia. Entendámonos: no se trata de minoría serbia, sino de población 100% montenegrina pero de sentimientos filoserbios.
Por lo tanto, el referéndum del pasado 21 de mayo deja bien claro que el país está partido y así seguirá en el futuro. Los soberanistas habían anunciado que caso de no salir vencedores presionarían para conseguir un nuevo referéndum, y así una y otra vez, hasta llevarse el gato al agua por la mínima. Pero de ahora en adelante, los federalistas pueden presionar de la misma forma cada vez que se produzcan crisis políticas en Podgorica. Por lo tanto el referéndum ha sido un episodio más de la característica praxis política de los Balcanes: soluciona el problema hoy, pero por un margen tan estrecho que deja abierta la posibilidad de una nueva crisis para dentro de pocos años.
Como siempre, los lugareños ansían la milagrosa ayuda occidental. En esta ocasión no será la OTAN ni las ONG´s o la ONU, sino la UE. Los nacionalistas montenegrinos esperan acceder antes a la Unión Europea sin el lastre de Serbia. En realidad, el precedente eslovaco no es muy alentador al respecto: al final entraron juntos Chequia y Eslovaquia. Pero el caso es que cuando llegue el momento –y llegará, en menos de diez años- Serbia y Montenegro se sumergirán en el espacio Schengen, verán desaparecer de nuevo sus fronteras, tendrán una moneda común, deberán integrar sus economías y asistiremos a una “refederalización” de facto. Los interlocutores balcánicos rehuyen estos temas con los visitantes occidentales porque sólo son capaces de pensar en términos de compre hoy y pague mañana.
Lo decepcionante es comprobar que en la vertiente ibérica de los Balcanes tampoco se cobra conciencia de que incluso el final de época queda ya lejos: vivimos una era totalmente nueva, estamos en el siglo XXI. Aquí mismo y tras los muy lejanos y decimonónicos modelos húngaro e irlandés, barajamos sucesivamente el lituano, el esloveno-croata –incluso el bosnio y el kosovar, por lo bajinis- y ahora el montenegrino. Durante años vivimos con la penosa sensación de que tras el desfile, los modelos se acumulaban como juguetes rotos, mientras los nuestros no eran convenientemente exportados y no servían de inspiración a nadie. Ahora, la sublimación del “modelo montenegrino” como precedente del maravilloso día en el que Bruselas se dedicará a apadrinar referéndums secesionistas a lo largo y ancho de la UE, da una medida del glorioso momento de desorientación que se vive, mientras la construcción política de la Europa comunitaria está bloqueada y el proyecto de constitución yace en la papelera.
Es posible, como no, que la Europa de los referéndums se imponga sobre la de los burócratas y que terminemos organizando consultas populares propias contra las del vecino. Pero de momento conviene recordar que Montenegro es un estado –ya lo era antes del 21 de mayo- que no forma parte de la UE. Valonia, Flandes, Córcega, y todas las demás naciones en las que estamos pensando, sí están integrados. La diferencia es importante, porque organizar secesiones en el seno del club supone suspender la permanencia en el mismo para volver a negociar y reintegrarse. Y en pleno 2006 y dentro de la UE, los antiguos atributos de la soberanía están ya muy difuminados: ¿Batir moneda, marcar fronteras? Eso es comunitario. ¿Recaudar impuestos? Quizá; pero sin la capacidad de negociar el reparto del pastel en Bruselas, mal asunto. ¿Poseer ejército propio? Sí; es una de los muy escasas parcelas de soberanía que quedan; pero es dudoso que valga la pena independizarse para endeudarse creando maquinarias militares propias.
El referéndum de Montenegro no es importante para Europa, al margen de rememorar morbos de hace una década. Lo es para los albaneses de Kosovo o Macedonia; o para los serbios de Bosnia, por qué no. En el mejor de los casos, se trata de estabilizar políticamente una zona conflictiva para integrarla mejor en la UE y solucionar problemas históricos con ideas modernas… a pesar de los mismos balcánicos y sus vetustas mentes políticas. Pero también cabe pensar que, una vez más, como desde hace dos siglos, los occidentales no hacemos otra cosa que liarla en los Balcanes a costa de escenificar allí sus propios fantasmas.
Etiquetas: "modelo montenegrino", Balcanes, Montenegro, proceso de integración en la UE, Serbia
Vamos allá
Comienzo este blog en un momento marcado por lo que parece clara decadencia de la gran prensa española. Al menos para mí, que llevo ya tiempo comprando sólo de vez en cuando algún que otro rotativo. Dejé de adquirir habitualmente “El País”, cada vez más sectario, petulante y, lo peor de todo, previsible hasta el aburrimiento. Los enterados dicen que es cosa pasajera, un impasse en espera de que se complete la remodelación en profundidad que está operando la nueva directiva. Esperemos.
De vez en cuando me decido por “La Vanguardia”, aunque hoy en día el apartado de opinión de los periódicos suele ser lo más interesante, y en este caso todavía persisten demasiados dinosaurios: el rediseño estético no afectó el profundo olor a cerrado de sus páginas. El periódico tiene fama de ser una gran familia que mantiene hasta el final a sus viejas figuras. ¿Hasta el final? Eso suena muy conmovedor en la familia periodística, con fama de caníbal y reductora de cabezas. Pero quizá no sea demasiado estimulante para el lector que no supera el medio siglo de vida.
La línea editorial de “El Mundo” me resulta muy ajena, aunque las contribuciones de opinión no están tan mal, y suelen conservar un trasfondo literario del que carecen los antes mencionados, más catequéticos. Pero que quede claro: algunas de sus estrellas me resultan tan antipáticas como a los lectores que no comulgan al 100% con elllas. Si, de vez en cuando también le echo un vistazo a “El Periódico”, que me pide colaboraciones ocasionales. Pero posee un aire municipalista que no va con mi gusto. Las caricaturas de Ferreres no están mal; pero no bastan: esta cabecera hace ya tiempo que lucha a brazo partido con los gratuitos. La verdad sea dicha, mis artículos en “El Periódico” pasan altamente desapercibidos.
En definitiva: me mantengo informado sobre la marcha: pico de aquí o allá, mucho internet, prensa internacional e incluso gratuitos. ¿Por qué no? Si, ya sé que son publicidad con un poco de prensa incorporada. Pero al fin y al cabo, el 75% de un periódico de pago se financia a través de la publicidad. Y el otro día le eché un vistazo a "ADN": no es tan bazofia como los otros. Resulta que el presidente es José Manuel Lara y el director, Albert Montagut. Recuerdo que cuando éste último trabajaba como subdirector de "El Periódico" ganaba un buen sueldo, ergo "ADN" debe ser un buen negocio. De acuerdo: aunque sólo sea para aparentar que este blog es serio, intentaré repasar los grandes titulares de vez en cuando. Pero no prometo nada constante, porque da mucha pereza desembolsar tres o cuatro euros al día para ello. Y no digamos cuando les de por subir los precios
Una última cuestión: soy muy consciente de que quien mucho escribe, se equivoca en abundancia. Esto es algo que no asumen ni la gran mayoría de los periodistas, ni muchos colegas obsesionados por ser académicos y, a la vez, plumillas. Vanita vanitatis. Aquí, donde no hay dinero, ni fama ni bandera que defender, el compromiso es el de escribir cuando haya algo que decir, asumiendo que sólo ese es el destino posible y útil de una blog.
Etiquetas: bloggers, Medios de comunicación