Sueños montenegrinos ("El Periódico", 25.05.2006)
Cuando se trata de cubrir algún evento en Montenegro, la inmensa mayoría de los enviados especiales se quedan en Podgorica, la fea capital. En todo caso, algunos hacen una escapadita a la costa. Pero todo eso es territorio de los “verdes” o montenegrinos soberanistas. Así que, una vez más, los telediarios han tomado la parte por el todo y han llenado nuestras pantallas con la explosiva alegría de los nacionalistas celebrando la victoria de su opción. Bastaba sólo conducir en dirección al norte durante apenas una hora para ver un panorama muy diferente: Berane, Bjelo Polje, Pljevlja son feudos de los “blancos” o partidarios de permanecer en la federación con Serbia. Entendámonos: no se trata de minoría serbia, sino de población 100% montenegrina pero de sentimientos filoserbios.
Por lo tanto, el referéndum del pasado 21 de mayo deja bien claro que el país está partido y así seguirá en el futuro. Los soberanistas habían anunciado que caso de no salir vencedores presionarían para conseguir un nuevo referéndum, y así una y otra vez, hasta llevarse el gato al agua por la mínima. Pero de ahora en adelante, los federalistas pueden presionar de la misma forma cada vez que se produzcan crisis políticas en Podgorica. Por lo tanto el referéndum ha sido un episodio más de la característica praxis política de los Balcanes: soluciona el problema hoy, pero por un margen tan estrecho que deja abierta la posibilidad de una nueva crisis para dentro de pocos años.
Como siempre, los lugareños ansían la milagrosa ayuda occidental. En esta ocasión no será la OTAN ni las ONG´s o la ONU, sino la UE. Los nacionalistas montenegrinos esperan acceder antes a la Unión Europea sin el lastre de Serbia. En realidad, el precedente eslovaco no es muy alentador al respecto: al final entraron juntos Chequia y Eslovaquia. Pero el caso es que cuando llegue el momento –y llegará, en menos de diez años- Serbia y Montenegro se sumergirán en el espacio Schengen, verán desaparecer de nuevo sus fronteras, tendrán una moneda común, deberán integrar sus economías y asistiremos a una “refederalización” de facto. Los interlocutores balcánicos rehuyen estos temas con los visitantes occidentales porque sólo son capaces de pensar en términos de compre hoy y pague mañana.
Lo decepcionante es comprobar que en la vertiente ibérica de los Balcanes tampoco se cobra conciencia de que incluso el final de época queda ya lejos: vivimos una era totalmente nueva, estamos en el siglo XXI. Aquí mismo y tras los muy lejanos y decimonónicos modelos húngaro e irlandés, barajamos sucesivamente el lituano, el esloveno-croata –incluso el bosnio y el kosovar, por lo bajinis- y ahora el montenegrino. Durante años vivimos con la penosa sensación de que tras el desfile, los modelos se acumulaban como juguetes rotos, mientras los nuestros no eran convenientemente exportados y no servían de inspiración a nadie. Ahora, la sublimación del “modelo montenegrino” como precedente del maravilloso día en el que Bruselas se dedicará a apadrinar referéndums secesionistas a lo largo y ancho de la UE, da una medida del glorioso momento de desorientación que se vive, mientras la construcción política de la Europa comunitaria está bloqueada y el proyecto de constitución yace en la papelera.
Es posible, como no, que la Europa de los referéndums se imponga sobre la de los burócratas y que terminemos organizando consultas populares propias contra las del vecino. Pero de momento conviene recordar que Montenegro es un estado –ya lo era antes del 21 de mayo- que no forma parte de la UE. Valonia, Flandes, Córcega, y todas las demás naciones en las que estamos pensando, sí están integrados. La diferencia es importante, porque organizar secesiones en el seno del club supone suspender la permanencia en el mismo para volver a negociar y reintegrarse. Y en pleno 2006 y dentro de la UE, los antiguos atributos de la soberanía están ya muy difuminados: ¿Batir moneda, marcar fronteras? Eso es comunitario. ¿Recaudar impuestos? Quizá; pero sin la capacidad de negociar el reparto del pastel en Bruselas, mal asunto. ¿Poseer ejército propio? Sí; es una de los muy escasas parcelas de soberanía que quedan; pero es dudoso que valga la pena independizarse para endeudarse creando maquinarias militares propias.
El referéndum de Montenegro no es importante para Europa, al margen de rememorar morbos de hace una década. Lo es para los albaneses de Kosovo o Macedonia; o para los serbios de Bosnia, por qué no. En el mejor de los casos, se trata de estabilizar políticamente una zona conflictiva para integrarla mejor en la UE y solucionar problemas históricos con ideas modernas… a pesar de los mismos balcánicos y sus vetustas mentes políticas. Pero también cabe pensar que, una vez más, como desde hace dos siglos, los occidentales no hacemos otra cosa que liarla en los Balcanes a costa de escenificar allí sus propios fantasmas.
Etiquetas: "modelo montenegrino", Balcanes, Montenegro, proceso de integración en la UE, Serbia
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