2007: ¿Quién promueve el golpismo turco?
Retrato oficial del general jefe del Estado Mayor de la Defensa del la República de Turquía, Yaşar Büyükanıt, Tras él, las banderas de Turquía y la RTNC
Ante la confusa evolución que van tomando los acontecimientos en Turquía, uno de los muy escasos periodistas españoles que han acertado en su comentario, es el veterano Xavier Batalla, otro de los maestros de “La Vanguardia”, rotativo que, una vez más, demuestra su supremacía analítica frente a la de “El País”. Vamos a dejar a las directivas de los respectivos diarios y las nutridas promociones de comunicólogos que ponen en la calle nuestras universidades cada curso, que diluciden a qué se debe ese fenómeno. Y aquí y ahora vamos a centrarnos en la compleja y cada vez más preocupante situación que atraviesa Turquía. Por ello, no se pierdan el artículo que sigue al de Batalla, cuyo autor es Ihsan Dagı, un comentarista del diario "Zaman", pro-islamista moderado.
Lo primero que salta a la vista cuando se toma un poco de altura y se examina el panorama informativo de los últimos quince días, es que la Unión Europea está demostrando una capacidad de liar la situación internacional similar a la de los Estados Unidos de George Bush. La culpa puede ser de cierta tendencia a darle la razón, innecesariamente, a todo el mundo; o la inexistencia de una política exterior común. La cuestión es que en los últimos días, Bruselas está siendo responsable directa e indirecta de la crisis en Turquía, del agrietamiento de las relaciones con Rusia y, paralelamente, de fomentar una vez más el ultranacionalismo en la generación de nuevos miembros orientales del club. Después de Polonia, Hungría y Chipre, ahora le toca al turno a Estonia. Todo lo cual lleva, básicamente, a que Bruselas tire piedras contra cada uno de sus propios tejados, a través de los cuales se supone que ha de llegarnos mañana el gas y el petróleo: sea a través de Rusia, sea a través de Turquía. No hay más.
El reputado profesor y analista de Ciencia Política, Soli Özel, suele decir que si la UE no quiere tener frontera con Oriente Medio, la tendrá de todas formas, si condena a Turquía a formar parte de esa conflictiva región. Si la situación se agrava en Turquía hasta llegar a la guerra civil, el comentario jocoso se habrá transformado en una preocupante profecía cumplida; y debido a sus devaneos, la UE tendrá una nueva guerra en su patio trasero, y de mucho mayor alcance que las de los Balcanes en la década 1991-2001.
El general Cemal Gürsel se dirige a la nación tras el golpe de 1960. Aunque no tuvo ningún papel en la preparación y desarrollo del operativo, los oficiales que sí lo organizaron decidieron nombrarle Jefe de Estado Mayor, ministro de Defensa, primer ministro y Presidente, por lo que a partir del 30 de mayo de 1960 acumuló más poder político que el mismísimo Atatürk
Sin embargo, es evidente que en este caso, los militares turcos han tenido un protagonismo que, en apariencia, es puramente autóctono. ¿O no? Vamos a discutir un poco esa idea, mientras que el lector puede encontrar otro punto de vista, más abajo, en el artículo de Ihsan Dagı.
Lo primero que salta a la vista cuando se toma un poco de altura y se examina el panorama informativo de los últimos quince días, es que la Unión Europea está demostrando una capacidad de liar la situación internacional similar a la de los Estados Unidos de George Bush. La culpa puede ser de cierta tendencia a darle la razón, innecesariamente, a todo el mundo; o la inexistencia de una política exterior común. La cuestión es que en los últimos días, Bruselas está siendo responsable directa e indirecta de la crisis en Turquía, del agrietamiento de las relaciones con Rusia y, paralelamente, de fomentar una vez más el ultranacionalismo en la generación de nuevos miembros orientales del club. Después de Polonia, Hungría y Chipre, ahora le toca al turno a Estonia. Todo lo cual lleva, básicamente, a que Bruselas tire piedras contra cada uno de sus propios tejados, a través de los cuales se supone que ha de llegarnos mañana el gas y el petróleo: sea a través de Rusia, sea a través de Turquía. No hay más.
El reputado profesor y analista de Ciencia Política, Soli Özel, suele decir que si la UE no quiere tener frontera con Oriente Medio, la tendrá de todas formas, si condena a Turquía a formar parte de esa conflictiva región. Si la situación se agrava en Turquía hasta llegar a la guerra civil, el comentario jocoso se habrá transformado en una preocupante profecía cumplida; y debido a sus devaneos, la UE tendrá una nueva guerra en su patio trasero, y de mucho mayor alcance que las de los Balcanes en la década 1991-2001.
El general Cemal Gürsel se dirige a la nación tras el golpe de 1960. Aunque no tuvo ningún papel en la preparación y desarrollo del operativo, los oficiales que sí lo organizaron decidieron nombrarle Jefe de Estado Mayor, ministro de Defensa, primer ministro y Presidente, por lo que a partir del 30 de mayo de 1960 acumuló más poder político que el mismísimo Atatürk
Sin embargo, es evidente que en este caso, los militares turcos han tenido un protagonismo que, en apariencia, es puramente autóctono. ¿O no? Vamos a discutir un poco esa idea, mientras que el lector puede encontrar otro punto de vista, más abajo, en el artículo de Ihsan Dagı.
El golpe de 1960, fue el más improvisado (obra de coroneles descontentos con el estamento, no del Estado Mayor) pero también el “más logrado” técnica y políticamente. Es cierto que supuso el ahorcamiento del primer ministro Adnan Menderes, una acción vergonzosa cometida en pleno año 1961, pero aún así, se diseñó y sancionó la Constitución de 1961, la más avanzada que tuvo Turquía hasta ahora. Desde entonces, las sucesivas asonadas militares han tenido consecuencias negativas a medio plazo. El golpe de 1971 fue una chapuza que ni siquiera palió el caos político en el país, y los uniformados quisieron rematarlo con el de 1980, que aparte de liquidar la Constitución de 1961, terminó por duplicar innecesariamente el abanico de los partidos políticos turcos, lo cual llevó a la situación de inestabilidad gubernamental crónica de la década 1991-2001. Por lo tanto, la desafortunada intervención castrense de 1980, donde además los mismos militares, encabezados por el general Kenan Evren dieron luz verde a la utilización del islamismo contra el comunismo, terminó por provocar lo que se denominó “golpe posmoderno” de 1997. Éste tampoco resolvió nada: los militares se propusieron liquidar el aparato político y económico de los islamistas. En 2001 creyeron haberlo logrado, pero les salió el tiro por la culata cuando la población turca, de toda condición, confesional y laica, votó masivamente por el AKP al año siguiente. Que al Ejército le sentó mal la aplastante victoria electoral de la alternativa islamo-democrática lo prueban las amenazas golpistas que ya le dirigió en mayo de 2003 el anterior Jefe de Estado Mayor, el general Hilmi Özkök, que algunos comentaristas tildaban de "moderado".
Por lo tanto, la apreciación de que los golpes militares han contribuido a mantener en pie al aparato kemalista, es pura y simplemente falsa. Y lo es incluso desde 1960, puesto que la liquidación del Partido Democrático y la ejecución de Menderes, dio lugar a la aparición del Partido de la Justicia de Süleyman Demirel. Abran los ojos, señores militares turcos: si dan un golpe ahora, será mejor que piensen en permanecer en el poder todo lo que puedan. El golpe políticamente “correctivo” no lleva a nada. Ahora bien: si se empeñan en una permanencia sine die en el poder, ¿cuánto aguantarían sin terminar en el desastre, como los coroneles griegos en 1974 o los generales argentinos en 1982?
El general Cevdet Sunay en la Asamblea Nacional. General jefe del Ejército de Tierra en 1960, sucedió a Gürsel al frente del la jefatura del estado en 1966 y continuó en el puesto hasta 1973
Un golpe ha de tener objetivos políticos claros, dirección firme, cierto apoyo social y una buena dosis de respaldo internacional. Todo eso lo tuvieron los golpistas turcos en 1960 y 1980 (menos en 1971). Hoy está comprobado que los norteamericanos respaldaron de una forma u otra estas acciones. En cambio, ya no está nada claro que los militares tuvieran ese respaldo en 1997, porque la Guerra Fría había quedado atrás y el supuesto peligro islamista no parecía tan grave a ojos del amigo americano antes del 11-S. Desde luego, los ”posmodernos” de 1997 no gozaron del apoyo de Europa, muy cansada ya de los uniformados turcos. Pero hoy, diez años exactos más tarde, siguen sin tenerlo de Bruselas y ni siquiera Washington lo ve claro. En realidad, un posible golpe militar a día de hoy, iría en parte dirigido contra la política norteamericana en Irak: una locura.
¿Cuál es el destino político de una acción militar en 2007? Turquía quedaría aislada internacionalmente, con la única posibilidad de acercarse a Rusia e Irán. Esta segunda opción también es impensable: ¿un régimen de militares “seculares” apoyándose en el Irán de los ayatolas? La posibilidad de apoyarse en los países árabes sería igualmente ridícula, porque si alguien ha hecho eso ha sido el gobierno actualmente en el poder, y esta vez con el consentimiento de la UE, no como durante el gobierno de Erbakan, hace una década.
Queda Rusia. Seguramente, no han de faltar nostálgicos que antes de nacer ya estaban instalados en 1920 ó 1921 y sueñan con recuperar aquel apoyo que los bolcheviques le dieron a las tropas de Mustafa Kemal en lucha contra los ocupantes europeos, griegos y armenios. Pero es que poco falta para que se cumpla un siglo de todo aquello; Lenin ya murió, así como Mustafa Kemal e incluso Lloyd George. Buscar al apoyo de Moscú no es mala jugada a corto plazo, pero resulta muy azarosa para un periodo de más de cinco años. Rusia está inmersa en una lucha muy compleja por volver a ocupar un puesto preeminente en la escena internacional. Un tira y afloja en el cual ha de velar por sus propios intereses en todo momento, y sin que haya mucho margen de maniobra para atender a sus aliados, incluso los más cercanos: recordemos lo que ocurrió con la Bielorrusia de Aleksandr Lukashenko hace muy pocos meses. Si además esos aliados lo son de ocasión (porque Turquía se acercaría a Rusia debido a su aislamiento) y gobernados por una camarilla de ineptos desesperados (una junta militar, por ejemplo) el resultado de esa maniobra podría terminar mal para Ankara.
Por lo tanto, la apreciación de que los golpes militares han contribuido a mantener en pie al aparato kemalista, es pura y simplemente falsa. Y lo es incluso desde 1960, puesto que la liquidación del Partido Democrático y la ejecución de Menderes, dio lugar a la aparición del Partido de la Justicia de Süleyman Demirel. Abran los ojos, señores militares turcos: si dan un golpe ahora, será mejor que piensen en permanecer en el poder todo lo que puedan. El golpe políticamente “correctivo” no lleva a nada. Ahora bien: si se empeñan en una permanencia sine die en el poder, ¿cuánto aguantarían sin terminar en el desastre, como los coroneles griegos en 1974 o los generales argentinos en 1982?
El general Cevdet Sunay en la Asamblea Nacional. General jefe del Ejército de Tierra en 1960, sucedió a Gürsel al frente del la jefatura del estado en 1966 y continuó en el puesto hasta 1973
Un golpe ha de tener objetivos políticos claros, dirección firme, cierto apoyo social y una buena dosis de respaldo internacional. Todo eso lo tuvieron los golpistas turcos en 1960 y 1980 (menos en 1971). Hoy está comprobado que los norteamericanos respaldaron de una forma u otra estas acciones. En cambio, ya no está nada claro que los militares tuvieran ese respaldo en 1997, porque la Guerra Fría había quedado atrás y el supuesto peligro islamista no parecía tan grave a ojos del amigo americano antes del 11-S. Desde luego, los ”posmodernos” de 1997 no gozaron del apoyo de Europa, muy cansada ya de los uniformados turcos. Pero hoy, diez años exactos más tarde, siguen sin tenerlo de Bruselas y ni siquiera Washington lo ve claro. En realidad, un posible golpe militar a día de hoy, iría en parte dirigido contra la política norteamericana en Irak: una locura.
¿Cuál es el destino político de una acción militar en 2007? Turquía quedaría aislada internacionalmente, con la única posibilidad de acercarse a Rusia e Irán. Esta segunda opción también es impensable: ¿un régimen de militares “seculares” apoyándose en el Irán de los ayatolas? La posibilidad de apoyarse en los países árabes sería igualmente ridícula, porque si alguien ha hecho eso ha sido el gobierno actualmente en el poder, y esta vez con el consentimiento de la UE, no como durante el gobierno de Erbakan, hace una década.
Queda Rusia. Seguramente, no han de faltar nostálgicos que antes de nacer ya estaban instalados en 1920 ó 1921 y sueñan con recuperar aquel apoyo que los bolcheviques le dieron a las tropas de Mustafa Kemal en lucha contra los ocupantes europeos, griegos y armenios. Pero es que poco falta para que se cumpla un siglo de todo aquello; Lenin ya murió, así como Mustafa Kemal e incluso Lloyd George. Buscar al apoyo de Moscú no es mala jugada a corto plazo, pero resulta muy azarosa para un periodo de más de cinco años. Rusia está inmersa en una lucha muy compleja por volver a ocupar un puesto preeminente en la escena internacional. Un tira y afloja en el cual ha de velar por sus propios intereses en todo momento, y sin que haya mucho margen de maniobra para atender a sus aliados, incluso los más cercanos: recordemos lo que ocurrió con la Bielorrusia de Aleksandr Lukashenko hace muy pocos meses. Si además esos aliados lo son de ocasión (porque Turquía se acercaría a Rusia debido a su aislamiento) y gobernados por una camarilla de ineptos desesperados (una junta militar, por ejemplo) el resultado de esa maniobra podría terminar mal para Ankara.
El general Kenan Evren, líder del golpe de 1980 y presidente de la República entre 1982 y 1989. Al menos durante los años 70 fue jefe de la rama turca de Gladio
Por lo tanto, parece que los militares de tendencia golpista (que no son todos en el seno de las fuerzas armadas turcas, por suerte) y sus aliados coyunturales en el mundo de la política civil (el CHP socialdemócrata-tardokemalista, el ANAVATAN y el DYP) no poseen, hoy por hoy, un plan de acción que vaya más allá de defender sus intereses corporativos aquí y ahora. Muy poca cosa es eso para la complejidad del mundo globalizado del siglo XXI. La factura que pueden pagar por aventuras anacrónicas es cuantiosa: adiós a la UE; serios desencuentros con los amigos americanos; soledad frente a la crisis iraquí y el problema kurdo; pérdida de jugosos negocios en Oriente Medio, Europa y más allá; huida de las inversiones extranjeras; crisis económica consiguiente; despeñe de la estabilidad financiera; y al final, a ver quién le paga los salarios a los funcionarios y militares laicos. Con un poco de mala suerte, la República del Kurdistán puede terminar llegando a las puertas de Kayseri; lo cual sería un problema para los armenios, claro.
Pero aquí también hay responsabilidades, y muy serias, para actores políticos occidentales. Porque es cierto que los turcos, siempre tan necesitados de directivas políticas claras, llevan años enteros aguantando la cacofonía de las sugerencias y contrasugerencias, órdenes y contraórdenes de europeos y americanos. Y es evidente que así, no se puede seguir.
Por supuesto, en Europa muchos se están frotando las manos ante la crisis turca. La estrategia de la derecha (básicamente la francesa) consistente en hostigar y hostigar a los turcos a ver si así arrojan la toalla y abandonan su candidatura a la UE, no parecía llevar a ningún lado, porque el gobierno de Ankara se daba perfecta cuenta de que era eso, precisamente, lo que deseaban sus enemigos en Europa. Por ello, la postura coriácea de Erdoğan y el gabinete del AKP fue puenteada por la cerril oposición del CHP y otros partidos minoritarios, que además cuentan ahora con el respaldo de unas fuerzas armadas tan europeo-kemalistas (?) que están a punto de hacer descarrillar el acercamiento histórico de Turquía a la Europa. Lo que no consiguió el Papa Benedicto con el apoyo de las huestes católicas, puede que lo logre el fantasma de los jenízaros liquidados en 1826, en virtud del Benéfico Evento.
De todas maneras, todo esto es muy extraño, como venía a comentar el comisario para la Ampliación de la UE, Olli Rehn, en su comunicado contra las veleidades intervencionistas de los militares turcos. Verán: en Turquía los patrones de actuación de las fuerzas involucionistas parecen actuar de forma muy parecida en el tiempo. El 1º febrero de 1997, la sociedad civil turca, harta de los excesos que estaba cometiendo el “estado profundo” en la interminable guerra contra el PKK, organizó la “Jornada de luz contra la oscuridad” en la que decenas de miles de turcos protestaron encendiendo y apagando las luces o haciendo sonar bocinas y cacerolas. La iniciativa recordaba mucho a la que estaba teniendo lugar en Belgrado contra el régimen de Slobodan Milošević, por aquellas mismas fechas. Pero aquello que había sido una honesta y masiva movilización ciudadana, fue travestida por la prensa “laica” y algunos políticos como una protesta contra el auge del islamismo, dado que había terminado el mes de Ramadán, que el gobierno de Erbakan había intentado hacer cumplir con mayor rigor.
Jóvenes islamistas radicales escenifican la victoria de Hamas en Sıncan febrero de 1997. La ilustración es un fotograma del vídeo "Coup / Darbe - A Documentary History of the Turkish Military Interventions", dirigido por Elif Savaş Felsen (2000)
Los militares no dejaron pasar la ocasión. También por entonces, el alcalde islamista del barrio de Sıncan, en Ankara, había organizado una provocativa jornada de apoyo al grupo palestino Hamas “por la liberación de Jerusalén”, a la que había acudido el embajador iraní. El acto incluía una dramatización de un ataque contra soldados israelíes a cargo de combatientes de Hamas y una serie de discursos incendiarios. Como respuesta, en el barrio tuvo lugar una protesta de “feministas laicas” (con rasgos similares a la manifestación de ayer mismo en Estambul) y el 4 de febrero, una columna de vehículos blindados atravesó la población. Eso fue el comienzo del denominado “golpe posmoderno” de 1997. Los militares consiguieron echar del poder a Necmettin Erbakan que, él sí, era un islamista considerablemente radical.
Parece como si los protagonistas de ahora estuvieran intentando repetir el patrón de hace diez años. Pero recordemos cómo continuó entonces la historia. Pocos meses después de que se consumara el “golpe posmoderno”, en diciembre de 1997, y durante la cumbre de Luxemburgo, se rechazó la candidatura turca para el paquete de ampliación de la UE, previsto para el periodo el 2004-2007. En parte, la culpa era del intervencionismo militar en política, claro está; pero además la guerra contra el PKK no había concluido, no paraban de producirse denuncias de corrupción política, la economía seguía por los suelos y la inflación alcanzaba el 90%.
Cómo se da un "golpe posmoderno": el Consejo de Seguridad Nacional lee la cartilla al gobierno de Erbakan ante el presidente. Fotograma recogido en "Coup / Darbe"
Y dos años más tarde, qué curioso, fíjense lo que sucedió. Todo un viraje de la situación. El 15 de enero de 1999 tuvo lugar la rocambolesca captura de Abdullah Öcalan, el líder del PKK, en Kenia, tras haber realizado un periplo que comenzó con el acuerdo entre Ankara y Damasco para su expulsión de Siria, tras lo cual viajó por Rusia e Italia, donde fue tratado como un huésped incómodo. Protegido por los servicios de inteligencia griegos, fue capturado en Nairobi por sus homólogos turcos del MIT. Todo indica que fue una operación de inteligencia muy compleja, en la cual cooperaron diversos servicios y que concluyó… un mes antes de que comenzaran los ataques aéreos de la OTAN contra Serbia (24 de marzo), que habrían de llevar a que Kosovo se convirtiera en un protectorado internacional.
¿Creen ustedes que la captura de Öcalan no tuvo nada que ver con la encrucijada en la que se encontraba por entonces la Alianza Atlántica?¿Que fue pura casualidad? Turquía era por entonces miembro de la OTAN y había tenido un importante protagonismo en el apoyo a los musulmanes bosnios, entre 1993 y 1995. Por eso, las potencias occidentales habían hecho lo posible por pasar de puntillas sobre las operaciones que estaba desarrollando el Ejército turco contra la guerrilla del PKK, con tácticas que en muchos aspectos se asemejaban a los del Ejército de la Republika Srpska, en Bosnia. En 1999, los militares turcos aún no había concluido la guerra, y en vísperas de la gran ofensiva de la OTAN en los Balcanes, suponía una incómoda contradicción que Bruselas y Washington no podían asumir. Posiblemente, eso contribuyó a que entre unos y otros le pusieran a Öcalan en bandeja a las fuerzas de seguridad turcas (lo cual explicaría que, consciente de lo ocurrido, la moral del dirigente kurdo se hundiera como lo hizo). Y desde esa jugada se saltó a la siguiente: en Helsinki, durante la reunión semestral de los dirigentes de la UE, en diciembre de ese año, se concluyó que “Turquía, como otros candidatos se iba a beneficiar de una estrategia de preacceso destinada a estimular sus reformas”. Bruselas esperaba cambios significativos en Turquía y aunque se anunciaron rigurosos exámenes de adecuación, el horizonte de la integración en la UE comenzó a aclararse para los turcos, una vez que el ejército se quedó sin "su" guerra.
Por lo tanto, parece que los militares de tendencia golpista (que no son todos en el seno de las fuerzas armadas turcas, por suerte) y sus aliados coyunturales en el mundo de la política civil (el CHP socialdemócrata-tardokemalista, el ANAVATAN y el DYP) no poseen, hoy por hoy, un plan de acción que vaya más allá de defender sus intereses corporativos aquí y ahora. Muy poca cosa es eso para la complejidad del mundo globalizado del siglo XXI. La factura que pueden pagar por aventuras anacrónicas es cuantiosa: adiós a la UE; serios desencuentros con los amigos americanos; soledad frente a la crisis iraquí y el problema kurdo; pérdida de jugosos negocios en Oriente Medio, Europa y más allá; huida de las inversiones extranjeras; crisis económica consiguiente; despeñe de la estabilidad financiera; y al final, a ver quién le paga los salarios a los funcionarios y militares laicos. Con un poco de mala suerte, la República del Kurdistán puede terminar llegando a las puertas de Kayseri; lo cual sería un problema para los armenios, claro.
Pero aquí también hay responsabilidades, y muy serias, para actores políticos occidentales. Porque es cierto que los turcos, siempre tan necesitados de directivas políticas claras, llevan años enteros aguantando la cacofonía de las sugerencias y contrasugerencias, órdenes y contraórdenes de europeos y americanos. Y es evidente que así, no se puede seguir.
Por supuesto, en Europa muchos se están frotando las manos ante la crisis turca. La estrategia de la derecha (básicamente la francesa) consistente en hostigar y hostigar a los turcos a ver si así arrojan la toalla y abandonan su candidatura a la UE, no parecía llevar a ningún lado, porque el gobierno de Ankara se daba perfecta cuenta de que era eso, precisamente, lo que deseaban sus enemigos en Europa. Por ello, la postura coriácea de Erdoğan y el gabinete del AKP fue puenteada por la cerril oposición del CHP y otros partidos minoritarios, que además cuentan ahora con el respaldo de unas fuerzas armadas tan europeo-kemalistas (?) que están a punto de hacer descarrillar el acercamiento histórico de Turquía a la Europa. Lo que no consiguió el Papa Benedicto con el apoyo de las huestes católicas, puede que lo logre el fantasma de los jenízaros liquidados en 1826, en virtud del Benéfico Evento.
De todas maneras, todo esto es muy extraño, como venía a comentar el comisario para la Ampliación de la UE, Olli Rehn, en su comunicado contra las veleidades intervencionistas de los militares turcos. Verán: en Turquía los patrones de actuación de las fuerzas involucionistas parecen actuar de forma muy parecida en el tiempo. El 1º febrero de 1997, la sociedad civil turca, harta de los excesos que estaba cometiendo el “estado profundo” en la interminable guerra contra el PKK, organizó la “Jornada de luz contra la oscuridad” en la que decenas de miles de turcos protestaron encendiendo y apagando las luces o haciendo sonar bocinas y cacerolas. La iniciativa recordaba mucho a la que estaba teniendo lugar en Belgrado contra el régimen de Slobodan Milošević, por aquellas mismas fechas. Pero aquello que había sido una honesta y masiva movilización ciudadana, fue travestida por la prensa “laica” y algunos políticos como una protesta contra el auge del islamismo, dado que había terminado el mes de Ramadán, que el gobierno de Erbakan había intentado hacer cumplir con mayor rigor.
Jóvenes islamistas radicales escenifican la victoria de Hamas en Sıncan febrero de 1997. La ilustración es un fotograma del vídeo "Coup / Darbe - A Documentary History of the Turkish Military Interventions", dirigido por Elif Savaş Felsen (2000)
Los militares no dejaron pasar la ocasión. También por entonces, el alcalde islamista del barrio de Sıncan, en Ankara, había organizado una provocativa jornada de apoyo al grupo palestino Hamas “por la liberación de Jerusalén”, a la que había acudido el embajador iraní. El acto incluía una dramatización de un ataque contra soldados israelíes a cargo de combatientes de Hamas y una serie de discursos incendiarios. Como respuesta, en el barrio tuvo lugar una protesta de “feministas laicas” (con rasgos similares a la manifestación de ayer mismo en Estambul) y el 4 de febrero, una columna de vehículos blindados atravesó la población. Eso fue el comienzo del denominado “golpe posmoderno” de 1997. Los militares consiguieron echar del poder a Necmettin Erbakan que, él sí, era un islamista considerablemente radical.
Parece como si los protagonistas de ahora estuvieran intentando repetir el patrón de hace diez años. Pero recordemos cómo continuó entonces la historia. Pocos meses después de que se consumara el “golpe posmoderno”, en diciembre de 1997, y durante la cumbre de Luxemburgo, se rechazó la candidatura turca para el paquete de ampliación de la UE, previsto para el periodo el 2004-2007. En parte, la culpa era del intervencionismo militar en política, claro está; pero además la guerra contra el PKK no había concluido, no paraban de producirse denuncias de corrupción política, la economía seguía por los suelos y la inflación alcanzaba el 90%.
Cómo se da un "golpe posmoderno": el Consejo de Seguridad Nacional lee la cartilla al gobierno de Erbakan ante el presidente. Fotograma recogido en "Coup / Darbe"
Y dos años más tarde, qué curioso, fíjense lo que sucedió. Todo un viraje de la situación. El 15 de enero de 1999 tuvo lugar la rocambolesca captura de Abdullah Öcalan, el líder del PKK, en Kenia, tras haber realizado un periplo que comenzó con el acuerdo entre Ankara y Damasco para su expulsión de Siria, tras lo cual viajó por Rusia e Italia, donde fue tratado como un huésped incómodo. Protegido por los servicios de inteligencia griegos, fue capturado en Nairobi por sus homólogos turcos del MIT. Todo indica que fue una operación de inteligencia muy compleja, en la cual cooperaron diversos servicios y que concluyó… un mes antes de que comenzaran los ataques aéreos de la OTAN contra Serbia (24 de marzo), que habrían de llevar a que Kosovo se convirtiera en un protectorado internacional.
¿Creen ustedes que la captura de Öcalan no tuvo nada que ver con la encrucijada en la que se encontraba por entonces la Alianza Atlántica?¿Que fue pura casualidad? Turquía era por entonces miembro de la OTAN y había tenido un importante protagonismo en el apoyo a los musulmanes bosnios, entre 1993 y 1995. Por eso, las potencias occidentales habían hecho lo posible por pasar de puntillas sobre las operaciones que estaba desarrollando el Ejército turco contra la guerrilla del PKK, con tácticas que en muchos aspectos se asemejaban a los del Ejército de la Republika Srpska, en Bosnia. En 1999, los militares turcos aún no había concluido la guerra, y en vísperas de la gran ofensiva de la OTAN en los Balcanes, suponía una incómoda contradicción que Bruselas y Washington no podían asumir. Posiblemente, eso contribuyó a que entre unos y otros le pusieran a Öcalan en bandeja a las fuerzas de seguridad turcas (lo cual explicaría que, consciente de lo ocurrido, la moral del dirigente kurdo se hundiera como lo hizo). Y desde esa jugada se saltó a la siguiente: en Helsinki, durante la reunión semestral de los dirigentes de la UE, en diciembre de ese año, se concluyó que “Turquía, como otros candidatos se iba a beneficiar de una estrategia de preacceso destinada a estimular sus reformas”. Bruselas esperaba cambios significativos en Turquía y aunque se anunciaron rigurosos exámenes de adecuación, el horizonte de la integración en la UE comenzó a aclararse para los turcos, una vez que el ejército se quedó sin "su" guerra.
Abdullah Öcalan, esposado, vuela en dirección a Ankara tras ser capturado en Kenia por un comando de los servicios especiales turcos, febrero de 1999. Mientras tanto, los cazabombarderos de la OTAN calentaban sus motores para bombardear Serbia
Por lo tanto, los militares turcos seguramente recibieron un importante apoyo de la OTAN y las potencias occidentales para concluir la guerra contra el PKK, en 1999. Y antes de ello, a pesar de que siempre han alardeado de actuar en defensa de la integridad patria y en contra de la injerencia extranjera, resulta que, al menos en 1971 y 1980, intervinieron en nombre de los intereses norteamericanos. ¿Están actuando ahora a instancias de alguien?
Eso sería muy grave. Si los sectores golpistas están haciendo caso de cantos de sirena procedentes de Occidente –y cuesta creer que provengan de otra parte- pueden acabar haciendo un daño irreparable a los intereses de Turquía en su conjunto, liquidando para siempre el muy escaso ascendente político que les pueda quedar y perjudicándose muy seriamente a sí mismos como estamento. Porque resulta transparente a quién beneficiaría un golpe militar en Turquía, con el consiguiente descalabro político, diplomático y económico (al margen de un posible conflicto armado, “a la argelina”). O mejor dicho: a quien cree que le beneficiaría el descalabro turco. Porque en la normalización política de Turquía, toda Europa se juega mucho: más que en Kosovo o en Bosnia. Mucho más.
El general Yaşar Büyükanıt pronuncia un discurso ante un gigantesco retrato de Atatürk
Un tupido velo
Xavier Batalla
“La Vanguardia”, 29 de abril 2007
Dirigentes y analistas occidentales se pasaron la guerra fría haciéndose dos preguntas: ¿Se puede coexistir con los comunistas?¿es reformable el comunismo? Seis años después de los atentados del 11 de septiembre. El mundo occidental vuelve a plantearse similares cuestiones, aunque ahora los motivos de preocupación son el islam, el islam político y el terrorismo apocalíptico.
La posición entre el mundo occidental y el musulmán ha existido desde los orígenes del islam. Los dos se han mirado pero no se han comprendido nunca. Occdietne teme el terrorismo apocalíptico y el fundamentalismo. Y los islamistas [sic. ¿Quiere decir “musulmanes”?] acusan a Occidente de ser hostil a su cultura y de proteger, por intereses económicos, a los regímenes corruptos y antidemocráticos que controlan el inmenso arco geográfico musulmán.
Turquía llama a las puertas de Europa desde 1963, cuando se le concedió un acuerdo preferencial, y desde entonces ha cambiado de manera profunda. No ha cambiado tanto como debería, pero ha cambiado. Y el cambio se ha dado a instancias de la Unión Europea, que también en Turquía ha demostrado cómo el poder blando puede modernizar un país. Ahora, la oposición europea al ingreso de Turquía anima a los militares a intervenir en la política, lo que no es muy democrático.
El intento frustrado de Recep Tayyip Erdogan, primer ministro turco e islamista moderado, de ser elegido presidente de la república ha deparado una situación chocante. Los sectores laicos, con los militares al frente, se han opuesto a la candidatura de Erdogan, de quien temen que tenga una agenda islamista oculta, cuya parte visible sería el velo que se pone su esposa. Es comprensible. La posibilidad de que Erdogan tenga una agenda oculta no hay que descartarla, pero tampoco debería ignorarse la posibilidad de que Erdogan haya renunciado a causa de un nuevo tipo de golpe velado de los militares, que desde 1960 ya han protagonizado tres pronunciamientos tradicionales y uno posmoderno, el que le costó el poder a Erbakan, un islamista radical.
La situación resulta chocante porque si la oposición laica a los islamistas debería acercar más a los turcos a Europa, la realidad dice que Turquía, cansada de las medias tintas europeas, se está alejando. Cuando Europa aprobó la apertura de negociaciones con Turquía hace poco más de dos años, el 77% de los turcos era favorable a entrar en la comunidad. Ahora, cuando la oposición de alemanes y franceses se explica por factores culturales y religiosos, sólo el 30% es partidario del ingreso. Y quienes ganan son los ultranacionalistas y militares.
El presidente puede disolver el Parlamento y vetar una ley o el nombramiento de un juez. Quienes desconfían de Erdogan y de Gül, su segundo y ahora candidato a la presidencia, dicen que es por eso que se oponen a que el presidente sea islamista, ya que no vetaría iniciativas fundamentalistas. No hay que descartarlo. Pero si alguna vez debe haber un entendimiento con Turquía también habrá que entenderse con el islamismo moderado. Hay una expresión inglesa, self-fulfilling prophecy, que se refiere a alguien que hace una profecía y, acto seguido, dedica todas sus fuerzas para que se cumpla. Es el caso de los neoconservadores, que anunciaron el choque de civilizaciones y después invadieron Iraq. Europa dice que no hay que fiarse y después, al regatear, no ayuda a que no caiga sobre Turquía un tupido velo.
La posición entre el mundo occidental y el musulmán ha existido desde los orígenes del islam. Los dos se han mirado pero no se han comprendido nunca. Occdietne teme el terrorismo apocalíptico y el fundamentalismo. Y los islamistas [sic. ¿Quiere decir “musulmanes”?] acusan a Occidente de ser hostil a su cultura y de proteger, por intereses económicos, a los regímenes corruptos y antidemocráticos que controlan el inmenso arco geográfico musulmán.
Turquía llama a las puertas de Europa desde 1963, cuando se le concedió un acuerdo preferencial, y desde entonces ha cambiado de manera profunda. No ha cambiado tanto como debería, pero ha cambiado. Y el cambio se ha dado a instancias de la Unión Europea, que también en Turquía ha demostrado cómo el poder blando puede modernizar un país. Ahora, la oposición europea al ingreso de Turquía anima a los militares a intervenir en la política, lo que no es muy democrático.
El intento frustrado de Recep Tayyip Erdogan, primer ministro turco e islamista moderado, de ser elegido presidente de la república ha deparado una situación chocante. Los sectores laicos, con los militares al frente, se han opuesto a la candidatura de Erdogan, de quien temen que tenga una agenda islamista oculta, cuya parte visible sería el velo que se pone su esposa. Es comprensible. La posibilidad de que Erdogan tenga una agenda oculta no hay que descartarla, pero tampoco debería ignorarse la posibilidad de que Erdogan haya renunciado a causa de un nuevo tipo de golpe velado de los militares, que desde 1960 ya han protagonizado tres pronunciamientos tradicionales y uno posmoderno, el que le costó el poder a Erbakan, un islamista radical.
La situación resulta chocante porque si la oposición laica a los islamistas debería acercar más a los turcos a Europa, la realidad dice que Turquía, cansada de las medias tintas europeas, se está alejando. Cuando Europa aprobó la apertura de negociaciones con Turquía hace poco más de dos años, el 77% de los turcos era favorable a entrar en la comunidad. Ahora, cuando la oposición de alemanes y franceses se explica por factores culturales y religiosos, sólo el 30% es partidario del ingreso. Y quienes ganan son los ultranacionalistas y militares.
El presidente puede disolver el Parlamento y vetar una ley o el nombramiento de un juez. Quienes desconfían de Erdogan y de Gül, su segundo y ahora candidato a la presidencia, dicen que es por eso que se oponen a que el presidente sea islamista, ya que no vetaría iniciativas fundamentalistas. No hay que descartarlo. Pero si alguna vez debe haber un entendimiento con Turquía también habrá que entenderse con el islamismo moderado. Hay una expresión inglesa, self-fulfilling prophecy, que se refiere a alguien que hace una profecía y, acto seguido, dedica todas sus fuerzas para que se cumpla. Es el caso de los neoconservadores, que anunciaron el choque de civilizaciones y después invadieron Iraq. Europa dice que no hay que fiarse y después, al regatear, no ayuda a que no caiga sobre Turquía un tupido velo.
Erdoğan intenta llamar al orden a los militares, ante un enorme retrato de Atatürk. Para muchos comentaristas, el daño ya está hecho
The military intervenes: Will the West lose Turkey?
Ihsan Dagı
“Zaman”, 30.04.2007
i.dagi@todayszaman.com
The memorandum issued by the Turkish military seems to be motivated more by their objection to Turkey’s current place in the West and the direction of Westernization along the EU accession process than by their concerns with secularism. If this attempt succeeds, the West will lose Turkey. The military has not hidden its concerns with the EU accession preparations with regard to political reforms. The Turkish military’s deep disturbance with the West was displayed as recently as the April 12 press conference of Chief of General Staff Gen. Büyükanıt. In this press conference Buyukanit stated that the military “knows who makes Barzani talk against Turkey,” implying that the United States was behind Barzani. In the same press conference, believing that “creating minorities” is part of the EU acquis, Gen. Büyükanıt declared, “This [adapting the EU acquis] will divide Turkey into pieces.”
The view that the AK Party government has given too many concessions to the West and the EU in particular seems to have strong advocates in the military. Introducing revolutionary political reforms, supporting a solution to the Cyprus question along the Annan plan and encouraging foreign capital and privatization all have been regarded as selling out Turkey by nationalist forces whose concerns seem to be shared by the military. The latest intervention then expects to halt the process of Turkey’s integration with the world, including the EU, calculated as weakening Turkish independence and unity.
The common characteristics of those who support the military’s recent intervention are their anti-Western, anti-EU and anti-democracy views. They speak an anachronistic language of imperialism of the West plotting against the Turkish economy, territorial integrity and the “regime.” This was displayed by those who spoke at the meetings in Ankara on April 14 and Istanbul on April 29. They appear as the strongest ideological opponents of the West, of the EU and of the values and institutions of political modernity. They fear the West, Westernization and globalization. They also fear those people in Turkey who do not fear the West, Westernization and globalization.
EU representatives strongly condemned the military’s latest intervention in politics as unacceptable in a democracy that is conducting accession negotiations. The military’s memorandum will certainly be interpreted as an incidence of Turkey lacking a fully fledged democracy and rule of law, preconditions for the accession process as outlined in the negotiation framework document. The reason for this is very obvious: the Copenhagen political criteria refer to the “stability of institutions” guaranteeing democracy, human rights, rule of law and minority rights. But today we are in a situation in which the military openly threatens the civilian government and the Parliament with taking control. The Constitutional Court, which is to decide on a procedural dispute on the election of the president, is now under the shadow of the military’s obvious coercion.
After all this how can we describe this country as a properly functioning democracy with a notion of the rule of law? This event also shows that reforms undertaken with the EU perspective are fragile and reversible, and, thus, no one can claim the existence of the stability of institutions guaranteeing democratic institutions and values.
The damage has already been done. The Turkey skeptics have now been given a perfect case to disqualify Turkey as a democratic European state which can claim a place in the EU. My guess is that this was one of the objectives of the writers of the military memorandum anyway...
Etiquetas: AKP, Ejército turco, Erdogan, Evren, golpismo, kemalismo, Menderes, Öcalan, OTAN, Özel, PKK, Rusia
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