La dudosa rentabilidad de la vía armada
Un chimpancé dispara una semiautomática Glock 17
Durante los diez días que hemos dejado atrás, los televisores han chorreado sangre: la matanza de Virginia, algunos de los peores o más audaces atentados en Irak, ataques e inmolaciones suicidas en el Magreb y los asesinatos de Malatya, en Turquía. Todos ellos tienen en común la “contumacia la de violencia”, la muy peregrina idea de que recurrir una y otra vez a las armas o insistir en estrategias violentas, produce resultados positivos a sus autores.
Comencemos por lo más sencillo: la contumacia de una parte de la sociedad norteamericana en mantener contra viento y marea la Segunda Enmienda que posibilita la libre obtención de armas. Esta semana han vuelto a reverdecer los muy gastados argumentos de aquellos sectores más carcas o neocons de la sociedad USA en defensa de la libre utilización de armas. Dado que a estas alturas están más que gastados y consisten básicamente en poner el carro delante de los caballos e ignorar los datos objetivos, los defensores de la libre obtención e armas de fuego suelen terminar sus entrevistas, post o artículos con exabruptos y pirotecnias. Ya se sabe: no hay mejor defensa que un mejor ataque.
John Markell: por 571 dólares la pieza, uno de los pocos beneficiarios directos de la violencia social. Y con servicio postventa de cobertura moral: comentario de la jugada y garantía de excusa
Un soldado del Ejército Continental de Washington muestra cómo se cargaba un mosquetón durante la Guerra de Independencia
Cuando los argumentos se acaban, los defensores de la libre venta y posesión de armas sueltan aquello de: “Los europeos no entienden a los norteamericanos”. Cuando alguien saca a relucir “argumentos” de este calado, mal asunto. Norteamérica es algo tan especial, que a pesar del elevado y cotidiano consumo de telefilms USA, noticias mediatizadas por agencias USA, lógica diplomática USA y productos USA de toda suerte, varios centenares de millones de europeos no son capaces de entender lo más cañí de varios centenares de millones de norteamericanos. Quizá es que el verdadero choque de civilizaciones es el que enfrenta a europeos y americanos. O que en pleno siglo XXI ya nadie puede explicar de forma inteligible dónde carajo ha ido a parar la vieja cultura WASP.
Por supuesto, es un debate político, no realmente sociológico. Casi es materia de fe, lo cual explica que en estos días incluso hayan aparecido chupamedias (adjetivo de uso en Argentina) hispanos que se han lanzado a defender la conveniencia de mantener la Segunda Enmienda en los EEUU. Hace falta ser papanatas para pensar que los americanos partidarios de la libre venta de armas necesitan del “refuerzo” del españolito neocon para sostener sus posiciones. Y bastante limitado para convencer a los europeos del gran logro social que supone la Segunda Enmienda en los Estados Unidos, en pleno siglo XXI.
Carros blindados asaltan el rancho Waco, en 1993. Uno de ellos enarbola una bandera norteamericana. Las armas con que contaban los davidianos, legalmente adquiridas, no les defendieron del poder superior, que lógicamente, ellos consideraban abusivo
Pero aún así, admitiendo que una pistola tiene más valor que el de sus 600 gramos de metálico peso: el espíritu de 1776 que concedió a los americanos la “Gun Rights”, tenía como referencia las armas de fuego de esa época. ¿Cuánto se tardaba en cargar y disparar un rifle de Pennsylvania o un pistolón del 0,65?¿Qué alcance efectivo poseían tales armas? Definitivamente, las características letales de la Glock 19 del asesino de la Virginia Tech, año 2007, son muy superiores. El tendero Markell calculó que entre 5 y 10 segundos bastarían para acabar con la vida de diez personas; por eso, opinó (recomendó, de hecho) que para matanzas más rentables, es mejor recurrir al fusil automático: mayor potencia, velocidad de tiro y alcance.
Por lo tanto, las armas de fuego a las que tiene derecho cualquier norteamericano o residente poseen cada vez mayor letalidad. Imaginemos que dentro de unos años, nuevas generaciones de armas portátiles alcanzan todavía mayor eficacia y con una sola de ellas un agresor puede destruir vidas por decenas, en cuestión de minutos. ¿Seguirá siendo válido el “espíritu de 1776”? Si un agresor puede liquidar a 300 personas inocentes antes de que alguien logre abatirlo (sin contar con las “bajas colaterales”) ¿sirve esa lógica de hace tres siglos? ¿300 x 1 sería asumible? En realidad, Cho la emprendió a tiros con un guardia de seguridad, supuestamente armado, que no logró liquidar; pero el segurata tampoco intentó nada, al parecer. ¿32 x 1 es todavía un porcentaje válido? A comienzos de siglo XXI, el nivel tecnológico del armamento ligero ni evita el desorden público y la delincuencia (11.000 homicidios en 2004, 477.000 víctimas por incidentes con armas de fuego en 2005), ni sería útil para evitar una dictadura. Por otra parte, todo lo que no sea libre adquisición de misiles contracarros, explosivo plástico, minas, granadas y sistemas militares avanzados de guerra electrónica (convenientemente actualizados) no tiene nada que ver con "armar al pueblo". Es pura contumacia política adornada por hermosas frasecitas de una demagogia anacrónica.
Los guerreros de Bush. Una visión caricaturesca a cargo de la revista alemana "Der Spiegel"
Pero la actual presidencia norteamericana y la rígida ala extrema de los republicanos no son los únicos que aplican una muy poco rentable contumacia de la violencia. Con Al Qaeda sucede algo parecido. Los recientes episodios de terrorismo suicida en Casablanca y Argel, revelan una vez más lo escasamente rentable que resulta esa estrategia a medio y largo plazo. No nos engañemos: cuando hablamos de las nuevas potencias emergentes que dominarán el planeta dentro de medio siglo, no figura ningún país árabe musulmán. China, India, Brasil, Sudáfrica, quizá Méjico, puede que Indonesia, también Turquía; se medirán con Europa y los Estados Unidos. Pero nadie habla de Egipto, de Siria, Arabia Saudí, Aregelia, Libia, Marruecos, ni siquiera Irán. Al Qaeda es una lucha de retaguardia, que en último término se nutre de la hipótesis de que los musulmanes ganaron la Guerra Fría al derrotar militarmente a la URSS en Afganistán, gran semillero de los combatientes de Argelia, Egipto, Marruecos, Bosnia, Irak, Chechenia. Una ideología consistente de esencia religiosa y basada en el sacrificio derrotó por las armas a otra propuesta ideológica secular y con pretensiones científicas. Pero ¿cuál es el modelo a construir?¿El Afganistán de los talibanes, 1996-2001?
La contumacia de la violencia sólo está dando lugar a la primera guerra civil panislámica de la historia contemporánea, que enfrenta a musulmanes contra musulmanes. Gran pecado, sancionado desde los primeros años de la religión musulmana: la guerra hay que llevarla al Dar al-Hab, no al Dar al-Islam. Hoy, en pleno siglo XXI, se matan cada día entre sí decenas de musulmanes, contra el limitado número de víctimas occidentales que supusieron el 11-S, el 11-M o el 6-J. Incluso un hadiz del Profeta contradice este ruinoso planteamiento: “La tinta del estudioso es más preciosa que la sangre del mártir”.
Detalle de una manifestación contra los asesinatos de Malatya y por la libertad religiosa, celebrada en Turquía
Si el objetivo es evitar que Recep Tayyip Erdoğan se presente como candidato a la presidencia turca, la reacción lógica de este político sería dar el paso definitivo y hacer precisamente eso: presentarse y ganar. Si ahora no se decide, si da a entender que se ha dejado impresionar por las presiones de los militares, la plutocracia laica (¿“kemalista”?) la extrema derecha, o los terroristas de cualquier signo, será el principio del fin para su carrera política. Porque al pretender hurtarse de las presiones, éstas continuarán y se acrecentarán. Aparte de su talante europeísta y sus capacidades como gestor, Erdogan es un político “resistencialista”, no un maniobrero carismático, como Turgut Özal. Si cede en su tenacidad, habrá perdido una batalla.
Y que conste que, personalmente, no considero acertada la idea de que el actual primer ministro de el salto hacia la presidencia. Porque cuando Özal y Demirel le precedieron en esa maniobra, eso significó que sus partidos políticos quedaron en cierta forma, en la estacada. En el primer caso, cuando Özal se postuló a la presidencia, su Partido de la Madre Patria estaba en proceso de descomposición y perdió las elecciones de 1991. Demirel, que saltó a la presidencia en 1993, tras la inesperada muerte de su antecesor, dejó el gobierno en manos de Tansu Çiller, que terminó por llevarlo al desastre. Hoy, un gobierno del AKP presidido por Abdullah Gül o cualquier otro barón del partido que no sea el mismo Erdoğan, puede ser una perspectiva lo suficientemente desalentadora como para que muchos turcos dejen de votar a esa opción el próximo mes de noviembre.
Erdogan y Gül: cuesta imaginar a éste sustituyando al carismático primer ministro al frente del gobierno
A continuación, cabe considerar otros posibles beneficiarios de la violencia política ultra en Turquía. En teoría, los militares no deberían considerarse como tales, asumiendo incluso que ningún mando en activo o rama de la inteligencia militar ha tenido nada que ver con este tipo de sucesos. Cuesta creer que alguien importante y en activo en la cadena de mando de las fuerzas armadas haya podido impulsar una secuencia de asesinatos sectarios cuyos resultados pueden ser, precisamente, contrarios a los del Ejército y Turquía en su conjunto. Los militares saben que existe ya una amplia clase media y hasta una plutocracia musulmana y que jugar a la presión desestabilizadora no llevaría a nada bueno. Por eso no sacaron los tanques a la calle en 1997 y los libros de historia sólo hablan de un “golpe virtual” o “posmoderno” (es decir, “a la Baudrillard”): porque los resultados de un golpe entonces (y hoy todavía más) quedaban reflejados en el espejo del horror llamado Argelia.
El poder militar sigue al civil: El general Büyükanit tras el primer ministro Erdogan en una fotografía cargada de simbolismo
También saben que un fracaso en al proceso de integración a la Unión Europea liquidaría los últimos restos del muy evanescente kemalismo que flota todavía en el aire turco. El país no necesariamente derivaría hacia un acercamiento con los países árabes (éstos tampoco están muy interesados) pero lo aproximaría a Rusia, quizá a China: referentes alejados de lo que los kemalistas o ataturkistas tradicionales entienden por modernización. Pero en cualquier caso, un alejamiento de Europa, en cualquier dirección, daría más fuerza a la clase media, el capital y la plutocracia musulmanas.
En la crítica situación política y militar que atraviesa la presencia norteamericana en Irak, una intervención turca a gran escala en el norte kurdo es algo que Washington no perdonaría a Ankara, a no ser que hubiera recibido permiso explícito para involucrarse en el marasmo. Pero aún y así, es posible que las fuerzas armadas turcas terminaran por pagar un precio elevado que además y muy posiblemente, acabaría por repercutir en la estabilidad política interna; y volvemos al problema principal. Pero sobre todo, recuerden: Washington no desea un golpe militar en Turquía; tampoco lo quería en España, el 23 de febrero de 1981.
Se mire como se mire, la institución militar turca no va a obtener una rentabilidad política de la contumacia de la violencia. Si es así, también el Estado Mayor debería condenar clara y explícitamente asesinatos como el de Malatya, de la misma manera que el jefe del Estado Mayor, el general Yaşar Büyükanıt protestó por la decisión del gobierno, durante el pasado mes de diciembre, de abrir un puerto y un aeropuerto a Chipre. Si entonces el militar consideró que la apertura suponía “un alejamiento de la posición oficial del Estado turco” (9 de diciembre) hoy podría plantearse que los crímenes de Malatya afectan la seguridad de ese mismo Estado.
Quien sí cree obtener un beneficio de los sucesos es la derecha europea, cuando más ultra, mejor. Afortunadamente, parece que la prensa española ha moderado sus apreciaciones; no así foros europeos cuyo alcance les obligaría, a priori, a ser más cautos. Por ejemplo, “Deutsche Welle”, que aprovecha para informarnos de que “durante el último año una ola de nacionalismo ha invadido el país secular pero predominantemente musulmán”. Nos recuerda que “el año pasado, una visita histórica del Papa a Turquía Benedicto XVI se vio antecedida por protestas en Estambul y se produjo luego de un aumento en la violencia contra el clero cristiano”. Primera noticia de tales persecuciones, pero ninguna alusión a que el germánico Papa hace semanas que vuelve a dar la lata con el asunto de las raíces cristianas de Europa, olvidando los parabienes a la candidatura turca, y todo el show ecuménico con exhibición de plegarias en la mezquita incluido. A continuación, DW se dedica a recoger párrafos de la prensa propia y europea, para colar de alguna forma el habitual mensaje de que el incidente torpedea las negociaciones para el acceso de Turquía en la UE. Y consiguen encontrar la cita en el “Mitteldeutsche Zeitung” de Halle, pequeña ciudad de 230.000 habitantes situada en Sajonia-Anhalt, ex RDA. Un antiguo feudo de la ultraderecha, donde el DVU (Unión del Pueblo Alemán) obtuvo una importante victoria electoral en 1998.
El monumento a las víctimas de Solingen: ¿Lo había visto antes?
Claro, se entiende la exasperación ante el hecho de que uno de los degollados en Malatya era alemán y se rescate la decimonónica indignación ante el misionero muerto. Pero frente a comentarios del estilo: “Turquía no es capaz de defender a sus minorías”, llega el momento de recordar los mortíferos ataques de los neonazis alemanes en los años noventa, dirigidos muy en especial contra la comunidad turca. Sólo en 1992 se registraron nada menos que ¡2.280 incidentes con 17 asesinatos!. Y al año siguiente, el horror: el 29 de mayo cinco niñas y jóvenes turcas (con edades que iban de los 4 a los 27 años) fueron quemadas vivas en su domicilio en la ciudad de Solingen. También quedaron muy afectados un bebé de seis meses y un adolescente de 15 años; otras 14 personas, todos turcos, debieron ser tratadas por quemaduras de diversa consideración. Los autores, jóvenes extremistas de entre 18 y 24 años, como sus “camaradas” turcos de Malatya.
Las manifestaciones a favor de las víctimas en Solingen degeneraron en enfrentamientos que llevaron a la ciudad casi al estado de sitio. Posteriormente, se elevó un monumento a las víctimas pero a pesar de lo prometido, no se estableció en el centro de la ciudad, como se prometió en un principio, sino a 2,5 kilómetros, en las afueras, admitiéndose que se hizo para preservar la paz social en el centro de Solingen.
Por lo tanto, y una vez más, mal asunto, muy mal negocio eso de intentar obtener réditos políticos de la violencia contumaz. No conviene despertar perros dormidos. Y la extrema derecha europea no está en absoluto dormida, ni se le contenta a base de darle cuatro huesos mal contados, aunque sean de turco.
Etiquetas: Al Qaeda, armas, Bush, crímenes, Erdogan, Gül, Malatya, Özal, turcos, Turquía, ultraderecha europea
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