La balada de los Rhythm & Blues
Ciudadanos rumanos celebrando la entrada de su país en la Unión Europea, la pasada NocheviejaEl presente post está basado en un artículo de próxima aparición en la revista "Capçalera" del Col·legi de Periodistes de Catalunya
A fuerza de discutir sobre el binomio Rumania-Bulgaria durante las negociaciones de acceso a la Unión Europea se les acabó denominado “R & B” y alguien en Bruselas decidió llamarles los “Rhythm & Blues”. La broma tuvo tanto éxito, que en cierta ocasión un delegado búlgaro preguntó quejoso por qué ellos debían ser los “blues”, mientras los rumanos aportaban el “ritmo”. Esta desenfadada anécdota contrasta con la pomposidad que rodeó el ingreso de los miembros que accedieron a la UE en mayo de 2004. Por entonces, el evento conservó ecos de la trascendencia con la que se hablaba en 1990 de la “casa común europea” y de la deuda histórica hacia los países de la Europa central. Casi tres años más tarde, con la UE en plena crisis institucional, con duros debates sobre la conveniencia de continuar con el proceso de ampliación o no, y con molestos problemas planteados por nuevos socios como Polonia, Hungría o Chipre, la bienvenida a los “Rhythm & Blues” no ha sido entusiasta.
Un viejo automóvil "Dacia" (Renault 12 fabricado bajo licencia rumana en los años 70) cargado hasta los topes de productos agrícolas. Rumania es todavía un país marcadamente agrario con un bajo nivel de desarrollo rural. Fotografía procedente de Antena 3 Rumania
A lo largo del mes de enero, la prensa occidental se dedicó a debatir sobre la idoneidad económica de Rumania y Bulgaria: ¿Están realmente preparados para entrar en la UE? Las cifras macroeconómicas resultan inquietantes: ambos países están situados en la cola de Europa; aparentemente, Turquía está más preparada que estos dos para participar activamente en el proceso de integración europea. Pues aunque en el crecimiento de sus economías es acelerado (7,8% de Rumania y 6,3% de Bulgaria entre enero y noviembre de 2006) en realidad parece deberse a un incremento del consumo interior. Por otra parte, el gasto público se ha racionalizado con éxito: el déficit rumano es sólo del 2% y Bulgaria ha conseguido incluso un superávit fiscal del 3,5%, resultados ambos correspondientes al año 2006.
Por lo tanto, ambos países cumplen con las estipulaciones de Bruselas. Pero existen otros problemas bien conocidos. A escala de la microeconomía, los salarios siguen muy bajos, la producción continúa siendo de discutible calidad, el sector bancario aún es anticuado. La agricultura y la ganadería siguen poseyendo un papel proporcionalmente muy marcado en la economía: en torno al 20% del PIB en ambos países, abarcando al 23% del empleo en Bulgaria y hasta el 40% en Rumania, aunque el sector agropecuario sólo participa en un 12% de las exportaciones búlgaras y un 5% de las rumanas.
Pero el primer y principal problema en ambos países es el de la corrupción, que alcanza niveles preocupantes, tanto en el sector público como en el privado. Bruselas se muestra rigurosa y amenaza con cancelar pagos de fondos estructurales e incluso ayudas agrícolas si se sospecha de fraudes, irregularidades o corrupción. De entrada, sólo se va a entregar el 75% de los fondos europeos a lo largo del próximo trienio en espera de de que mejore la lucha contra la corrupción.
En medio de todo ello, la carga de ingenuidad que adorna las distorsiones sociales de estos países puede llegar a ser desarmante. Noticia del pasado 1 de febrero: Bill Gates viaja a Rumania para inaugurar un centro técnico mundial de Microsoft y en el discurso de agradecimiento, el presidente Traian Băsescu le explica al magnate de la informática, con toda la buena fe del mundo, que “la piratería del software de Microsoft ha ayudado a Rumania a construir una pujante industria tecnológica”. Gates, informan las crónicas, “no hizo comentarios”. Según los expertos, el 70% del software utilizado en Rumania es pirata. Para concluir, “el presidente rumano condecoró a Gates con la orden nacional de máximo prestigio, la Estrella de Rumanía en grado de comendador y destacó los valores de este empresario, como "el trabajo, el respeto a la ley y la responsabilidad social”.
Bill Gates, feliz tras haber sido condecorado con la "Estrella de Rumania" por el presidente Băsescu
Bill Gates, feliz tras haber sido condecorado con la "Estrella de Rumania" por el presidente Băsescu
Por supuesto, el futuro económico de los “Rhythm & Blues” es bien incierto: puede evolucionar mal -como está ocurriendo con Hungría- o con el tiempo despegar de forma imparable, como ha sucedido con miembros antaño pobres de la UE que han sabido aprovechar a fondo esa condición y han despegado de forma imparable: tal es el célebre caso de Irlanda, cuyo crecimiento económico ha sido espectacular en los últimos diez años. Todo dependerá, en buena medida, de cómo evolucione la estructura social y la situación política. En tal sentido, Rumania, que es un país sorprendente en muchos aspectos, debe hacer frente a problemas específicos, como por ejemplo, la exagerada tasa de emigración. Un fenómeno que en el caso de este país no parece estar en relación directa con su relativo nivel de pobreza, sino más bien con el hecho de que el emigrante es una figura de éxito social. Aparte de la fuga de cerebros y clases técnico-profesionales que acaban ejerciendo como trabajadores no profesionales en Occidente –y dos de cada tres científicos rumanos investigan y trabajan en el extranjero- la masiva emigración rumana ha propiciado que el país carece ya de suficiente mano de obra, lo que implica aceptar inmigración. De momento, la prensa rumana, muy “a la rumana” presenta el fenómeno como un posible negocio sólo apto para espabilados: exportar mano de obra cara e importarla barata. Pero lo cierto es que de momento las autoridades ya están dándole vueltas a la posibilidad de drenar población agraria muy pobre del campo a la ciudad (algo que recuerda alguno de los planes de Ceauşescu) y la forma de poner en marcha un programa de recuperación de emigrantes, a la manera de los que ya intentó Méjico o Polonia.
Ante esta situación, la prensa juega un papel social aún limitado en estos dos nuevos socios de la UE. En los últimos años, la calidad de los medias ha mejorado de forma notable. Hasta 1989 eran meros comparsas en manos de los regímenes comunistas. Broma común en Rumania era afirmar que el papel de la prensa consistía explicar por entregas "las aventuras del “haiduc” (bandolero) de Scorniceşti", pueblo natal de Nicolae Ceauşescu. La oferta de ocio era prácticamente inexistente, hasta el punto de que en Bucarest los rumanos solían pasarse por la Embajada búlgara para tomar nota de la programación de la televisión de ese país, porque a pesar de que el común de la gente no entendía nada de esa lengua eslava (el rumano es de raíz latina) al menos no incurrían en la reiteración sistemática del culto al líder y sus imágenes eran más entretenidas.
"Scînteia", órgano oficial del PCR en tiempos de Ceauşescu . Posiblemente, uno de los diarios más aburridos del mundo en su época
De esta uniformidad se pasó, en 1990, a la explosión de los medios de comunicación tras la caída del régimen comunista. Sólo los periódicos se contaban por decenas, algunos no pasaban del primer número. Se decía, de broma, que cada rumano equivalía potencialmente a un periódico. La calidad de tales medias era más que cuestionable. Su contenido no estaba controlado por ninguna agencia independiente, ni siquiera por los órganos de justicia, y solían incurrir fácilmente en la difamación o el mero artificio informativo, el puro invento. Incluso la tinta en la que estaban impresos desteñía en los dedos del lector. Hoy todo eso es ya historia. Los grandes rotativos, algunos de los cuales parecen haber tomado como modelo de formato la prensa italiana (sobre todo en Rumania), poseen una calidad reconocida y pueden ser consultados en internet.
Por otra parte, los diarios han ido dejando atrás un estilo especulativo poco profesional y en la actualidad se centran en informar detalladamente sobre cualquier asunto de la actualidad nacional o internacional por delicado que sea. De todas formas, uno de los problemas comunes a los medios de prensa búlgaros y rumanos tiene que ver con el hecho de que, aparentemente, todavía no son capaces de llevar a cabo periodismo de investigación serio, de envergadura y sobre todo, independiente. En un momento dado pueden producirse denuncias puntuales e irregularidades, pero no parece posible que, hoy por hoy, los medios de prensa sean capaces de destapar por su cuenta, por ejemplo, un affaire como el de los GAL en España. Y ello no es atribuible a la carencia de periodistas muy cualificados, que los hay y de gran calidad profesional. En parte podría deberse a que se trata de medios con escasa independencia, sujetos como están a la órbita de los grupos empresariales o incluso partidos relacionados con el poder. Por otra parte, investigar escándalos de corrupción o redes mafiosas puede ser todavía una actividad demasiado peligrosa en estos países. Y sin llegar a extremos tan dramáticos, juega también el hecho de que la política local posee un estilo muy personalista, de manera que en ocasiones una investigación sobre las actitudes de estadistas u hombres públicos puede desembocar en motivaciones pura y simplemente triviales.
Fotografía inusitada de la revolución rumana de diciembre, 1989
El problema sigue siendo que la prensa parece tener una limitada capacidad como agente de control social y político al servicio de la sociedad civil. En principio, la situación debería ser mejor en Bulgaria, donde al menos está más equilibrado el panorama político: existe una derecha pero también una izquierda con sus propios medios de comunicación. En Rumania, donde fue prohibido el Partido Comunista y en general la izquierda tradicional fue presentada de forma negativa por una buena parte de las nuevas autoridades y resaltado de forma un tanto histérica por la opinión pública, la capacidad equilibradora que podía haber ejercido esa parte del abanico político quedó muy cuestionada, incluso por los nuevos partidos definidos un tanto abusivamente como "socialdemócratas". Y sin embargo, incluso en Bulgaria han tenido que ser una serie de ONGs las que se han comprometido a investigar y controlar que antiguos agentes de los servicios de inteligencia y policía política del desaparecido régimen comunista no intenten ocupar cargos en Bruselas a partir de las inminentes elecciones al Parlamento Europeo.
En definitiva, el planteamiento informativo que se ha propuesto desde Occidente sobre los nuevos socios debería haber estado más centrado en aspectos políticos y mucho menos en los económicos, que son mejorables y en un lapso de tiempo más corto que los otros. En días pasados, la prensa rumana avisó del impacto negativo que estaba teniendo la crisis de gobierno que enfrentaba al presidente, Traian Băsescu y el primer ministro, Călin Popescu Tăriceanu, que podría minar las reformas en curso y ralentizar la lucha contra la corrupción. Y por supuesto, tales incidentes ponen en peligro la coalición de gobierno que forman el Partido Democrático (Băsescu) y el los liberales de Tăriceanu. A su vez, el FMI ha advertido del peligro que supone para las inversiones y la economía el peligro de desestabilización política en un momento tan delicado.
Pero las cosas van más allá. Con Rumania y Bulgaria han accedido a la UE un par de países que tienen problemas manifiestamente irredentistas, entre ellos y con otros socios comunitarios. Ahí están los viejos contenciosos entre por Transilvania (un conflicto húngaro-rumano) o el sur de la Dobrogea (entre Rumania y Bulgaria). Habrá que ver cómo aceptan los rumanos la libre circulación de ciudadanos comunitarios húngaros cuando lidian un sordo conflicto que dura décadas con su propia minoría magiar. Y desde luego, ni hablar con Sofia o Bucarest de una futura Europa federalizada. Todo esto es bastante nuevo para la UE y el impacto en sus estructuras puede ser impredecible. De momento ahí tenemos, por ejemplo, la creación de un grupo parlamentario de ultraderecha (Identidad-Tradición-Soberanía) en la Eurocámara, gracias a la llegada de cinco diputados del Partido Gran Rumania y el búlgaro de Ataka, Dimitar Stoyanov.
Situación imposible: En una localidad transilvana sin especificar, los locales del Partido Gran Rumania comparten edificio que sus archienemigos de la Unión Democrática Magiar de Rumania. Fotografía de Antena 3 Rumania
Situación imposible: En una localidad transilvana sin especificar, los locales del Partido Gran Rumania comparten edificio que sus archienemigos de la Unión Democrática Magiar de Rumania. Fotografía de Antena 3 Rumania
La ultraderecha en la UE: éste es un fenómeno en desarrollo ya conocido: ahí tenemos la Polonia de los “Hermanos Patata”, Lech y Jaroslaw Kaczynski; la Letonia de Andris Berzins o las de Aigars Kalvïtis, la del caso Smits; la Austria de Jörg Haider. Por lo tanto, no es impensable que algún día Vadim Tudor o Siderov llegaran a la presidencia de sus respectivos países, aunque desde Occidente no se entienda el éxito de unos histriones como estos, cuyos discursos, órganos de prensa y programas televisivos no son sino retahílas de ataques, insultos e inventos dirigidos contra todos aquellos que consideran enemigos y traidores a la patria. Pero el hecho de que hayan accedido a la Eurocámara les ha supuesto una nueva popularidad entre sus compatriotas. De repente han dejado de ser unos gritones provincianos, especialistas en contar chistes groseros y hacer reivindicaciones de una xenofobia estrambótica, pasando a ser considerados unosrespetables europarlamentarios con un abultado sueldo y prebendas de todo tipo. Según datos aportados por Judith Argila: “Ya han conseguido fuerza política, punto a favor. Y ahora, ¿qué? En primer lugar, tendrán los mismos derechos que el resto de partidos del parlamento en lo que concierne a tiempo de palabra en el hemiciclo, así que ganaran en visibilidad (a lo mejor son lo suficientemente radicales como para que logren que se hable más de la UE, quién sabe). Además, podrán enmendar textos y disponer de funcionarios, y… también empezaran a llenarse los bolsillos: calculan que percibirán en torno a un 30% más de lo que recibían como no inscritos, lo que supone cerca de un millón de euros suplementarios”. De momento, es de prever que los votantes rumanos y búlgaros se limiten a guardar la carta de la ultraderecha en la manga. Necesitan a Europa y muchos de ellos suponen, erróneamente, que la UE viene a ser algo así como una enorme ONG de auxilio caritativo. Por lo tanto, creen que Bruselas les ayudará y no votarán a quién quiera destruir el espíritu europeo. No obstante, si no reciben de la UE lo que ellos esperan, el desengaño les podría conducir a inclinarse por un voto más nacionalista con el fin de defender con más fuerza sus intereses en este tira y afloja que es la negociación en los foros comunitarios.
Etiquetas: Basescu, Bulgaria, Ceauşescu, corrupción, Haider, inmigración, Kaczynski, proceso de integración en la UE, Rumania, Tariceanu, ultraderecha europea
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