lunes, febrero 05, 2007

La "turkestroika" sigue en marcha



Antes y después: Ogün Samast custodiado en público y en privado. De todas formas, escenas como éstas no son tan ajenas a la reciente tradición política de diversos países europeos: sólo las banderas cambiarían


3 de febrero: en la página 8 de "La Vanguardia" se puede leer el caso de tres parejas flamencas que suspendieron su boda al enterarse de que la ceremonia civil iba a ser oficiada por un concejal de origen africano. El edil se llama Wouter van Bellingen y milita en un partido (Spirit) que defiende el particularismo nacional de Flandes -aunque no es nacionalista. Pero es de color y eso ha sido suficiente para que las tres parejas lo rechazaran como oficiante de sus bodas. Es más, en uno de los casos, los contrayentes acudieron al alcalde para que cambiara al concejal encargado de los enlaces matrimoniales. Pero lo más alarmante es que la noticia no despertó demasiado eco en Bélgica, según explica Fernando García, autor de la crónica. Y también resulta bien significativo que el mismo concejal tampoco esté muy afectado; casi le soprenden más las muestras de apoyo recibidas. Esto del ultranacionalismo europeo es ya un fenómeno bien preocupante: uno de cada tres flamencos vota al partido xenófobo Vlaams Belang

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La viva imagen de una sociedad civil no racista: Wouter van Bellingen con sus compañeros de partido


Pero lo cierto es que Wouter van Bellingen ocupa ese puesto porque fue votado en unas elecciones democráticas. Lo defendió su alcalde, del Partido Socialista Alternativo y el primer ministro belga, Guy Verhofstadt dijo sentirse horrorizado ante muestras de un racismo tan paleto. Además de racistas, en Bélgica existen antirracistas, y muy activos, además. Recuerdo el comentario de un compñaero y amigo hace ya muchos años, cuando le comenté que acaba de ver el film de Stephen Frears My Beautiful Laundrette (1985) que cuenta la relación homosexual entre un un par de jóvenes, uno británico de pura cepa y otro paquistaní. "Es una historia interesante porque refleja el otro lado de la noticia periodística, centrada en el detalle sórdido, que muchas veces es la excepción -dijo mi amigo. Muchas veces leemos acerca de un caso de xenofobia pero se omite que son miles y miles las parejas, grupos de amigos y familias enteras que cuentan con miembros de comunidades religiosas, étnicas o nacionales variadas. Por entonces, en España apenas había inmigrantes. Hoy podemos observar diariamente muestras de aquello que en los años ochenta aún nos parecía ajeno: existen tensiones ocasionales, pero son una enorme, inmensa mayoría los casos de concordia social cotidiana entre las decenas de miles de inmigrantes de todos los colores y nacionalidades, entre sí y con los autóctonos.

Los protagonistas de "Mi hermosa lavan- dería", el film de Stephen Frears estrenado en 1985. Una historia de amor que se apoya sobre los sentimientos de la sociedad civil británica en los ochenta.


La crónica periodística referida a la intolerancia repite una y otra vez el mismo lado de la doble imagen: el minoritario. La noticia se identifica con el caso individual, con la pretensión de que es lo representativo por "sintomático". Suele ser un error interesado, pues no siempre es así. Crónicas de la prensa occidental el sábado, 3 de febrero: la policía turca trata como un héroe al asesino del periodista turco-armenio Hrant Dink. Si, las imágenes de videoaficionado son conocidas: el detenido aparece flanqueado por dos polis de paisano; todos posan, el detenido, muy serio, con actitud de oráculo de la patria, despliega una bandera turca. Sobre las imágenes, los parámetros temporales registrados por la videofilmación: 21.01.2007, 1:19 horas: ¿Con nocturnidad y alevosía?

En España tenemos una amplia y reciente experiencia histórica en ese tipo de numeritos. Nuestra transición estuvo flanqueada por notorios agentes de policías fachas, algunos con nombres muy conocidos. Aparte de ser autores de todo tipo de tropelías y de tolerar los excesos de grupos radicales, ese ambiente desembocó en un lamentable intento de golpe de estado, el 23 de febrero de 1981, a sólo cinco años del acceso de España a la Comunidad Europea. Como se recordaba el otro día en otro post de este mismo blog, durante las maniobras finales para el amarre definitivo en el proceso de integración europea, hizo de las suyas un grupo de matones a sueldo pagados con fondos reservados del gobierno socialista de la época y rodeados de la misma iconografía ultra que ahora vemos en Turquía. Pero, a pesar de las numerosas voces en contra del ingreso de España en la CE -sobre todo en el país vecino, el mismo que ahora demuestra gran beligerancia hacia la candidatura turca- finalmente lo logramos; eso sí, con un considerable retraso debido a lo que en su día se denominó el “giscardazo” (junio de 1980).















Una imagen vergozosa de España que dió la vuelta al mundo: el TeCol Antonio Tejero toma el Congreso el 23 de febrero de 1981, al frente de 200 guardias civiles. La acción tuvo que ver con la pervivencia del "estado profundo" franquista; aún sobreviviría algunos años más


Si España fue admitida en la CE en 1986, fue debido, en buena medida, a que existía una sociedad civil muy activa con nulas ganas de regresar a los escenarios políticos de la guerra civil. La mayor parte de la sociedad española estaba compuesta por gente muy tolerante; la clase política era también de calidad. Los empresarios eran personas suficientemente emprendedoras y capaces. Algo similar sucede hoy en día con Turquía. Muchos periodistas europeos sacan estos días sus dobles varas de medir y nos venden su mercancía tarada. Vienen a decirnos que la sociedad turca mató a Dink; y olvidan las manifestaciones de repulsa por su muerte, sobre todo aquella, enorme, que acompañó al catafalco hasta el cementerio. La gente gritaba consignas en turco, en armenio y hasta en kurdo. Nunca se había visto nada así en Turquía. Pero la noticia pasó revoleteando rápidamente por las páginas amarillas. Y después, no se recuperó: nada de análisis o reportajes más amplios sobre quiénes recorrieron las calles de Estambul tras el cadáver de Dink, ni un esfuerzo por recoger opiniones, entrevistas, datos. El asesinato sirvió para sacar a la superficie una sociedad civil turca muy viva y activa, pero los chicos de la prensa venden mejor la escoria. La mayoría y lo cotidiano no son noticia.

La detención de Ogün Samast también ha puesto de relieve que la "turkestroika" (conjunto de medidas modernizadoras de tipo legal, económico e institucional de Turquía) sigue adelante. Claro que el video del asesino haciendo el paripé con los policias -o al revés- es indignante. Pero esa pieza la hemos visto gracias a que los compañeros de la prensa turca (concretamente, de la TGRT) le echaron el guante y la distribuyeron, tanto más indignados que los occidentales. Previamente, se había producido una filtración de la imagen de Samast sin los acompañantes policiales, lo que ya generó un considerable escándalo en los medios turcos. Y esos mismos periódicos denunciaron el hecho y dieron nombres. Y las autoridades destituyeron fulminantemente a funcionarios y agentes. Si Turquía fuera una dictadura, nada de eso hubiera sido posible. Si la mayoría del país estuviera compuesta por tipos como Samast, ningún periodista hubiera tenido valor para sacar toda esa porquería a la superficie. Y lo cierto es que algunso de los principalñes diarios del país (“Sabah”, “Milliyet”, “Bir Gün” y “Radikal”) están comprometidos en investigaciones sobre el turbio suceso y sus implicaciones.


Escudo del Royal Ulster Constabulary, el desaparecido cuerpo de policía implicado en numerosos escándalos de connivencia con el terrorismo partidista


Erdoğan ha dicho de forma bastante clara que el “derin devlet” o "estado profundo" aún existe en Turquía. Claro que sí, y tardarán en extirparlo. Mientras el primer ministro hacía esas declaraciones, en España comenzaba a airerarse que el servicio de inteligencia militar en Ceuta había investigado a "decenas de civiles": dirigentes sindicales de izquierdas, asociaciones de vecinos, y ciudadanos prominentes de la sociedad civil de esa ciudad. ¿Es eso el "estado profundo" español? Al margen del objetivo más o menos justificado que perseguía tal investigación, parece evidente que así es. También forma parte de esas profundidades la connivencia y colaboración del RUC o policía del Ulster con activistas protestantes en Irlanda del Norte, durante bastantes años. Todo un escándalo que agitó las páginas de la prensa europea hace pocos días. Pero parece que la sociedad civil pudo más; porque sobre ella se asentó el proceso de paz que puso fin a décadas de una verdadera guerra civil de perfil bajo. Y que, por cierto, tampoco impidió la entrada de Gran Bretaña en la Comunidad Europea durante unos años en los que, por cierto, el terrorismo de estado británico hacía de las suyas, apoyado por una jurisprudencia no precisamente muy ecuánime, por decirlo suavemente.Desde luego, quien esté libre de pecado que tire la primera piedra contra Turquía. ¿Y qué decir de las profundas implicaciones de gobiernos y ministros europeos en los tristemente célebres “vuelos secretos de la CIA” y sus prisiones secretas? Eso so sí que es “estado profundo”, y de la peor calaña.

















Reciente caricatura francesa: la CIA descarga en Europa sus "basuras" (sic) producto de su campaña antiterrorista.


Coronando el pastel, llega la noticia de que Orhan Pamuk cambia de domicilio y se traslada a los Estados Unidos de América, al menos por un largo periodo. Ni siquiera ha optado por un país europeo, al parecer, por motivos de seguridad, aunque existe mucha confusión sobre este asunto. Qué decir: la decisión de Pamuk es muy personal, y como tal ha de ser respetada, aunque quizá resulte un tanto abusivo hablar de "exilio". Al fin y al cabo, el miedo es libre. Pero la noticia parece confirmar que existía un divorcio irreparable entre el escritor y su país. Durante muchos años, cientos de intelectuales vascos se negaron a dejar su tierra a pesar de saberse víctimas de presiones y amenazas. Es de suponer que, aparte del valor personal, muchos de los que no se movieron de Euskadi lo hicieron por sentirse suficientemente respaldados por una amplia mayoría de la sociedad civil. Era muy representativa de ese estado de ánimo aquella frase que, con todas las variantes que se quiera, se escuchó tantas veces: "Éste es mi país y las amenazas de una minoría no conseguirán expulsarme de él". No ha sido el caso de Pamuk que ha recogido el premio y sus ahorros, y a toda prisa se ha ido bien lejos, dejando a su país -es decir, a la gran mayoría de sus compatriotas- en la estacada cuando, seguramente, más lo necesitaban.

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