viernes, febrero 09, 2007

Doble rasero + hechos consumados = Kosovo (1)


Albaneses de Kosovo dan la bienvenida a tropas turcas de la OTAN. Entre las banderas y enseñas, un par corresponden a los Lobos Grises. Como suele ser habitual, las potencias occidentales toleraron y aplaudieron en determinados lugares, actitudes políticas que prohibieron en otros. Fotografía de Peter Dejong exhibida en Visa Pour l´Image 2006, Perpignan






El 2 de febrero, con el suspense ya reventado por las filtraciones a la prensa, el finlandés
Martti Ahtisaari presentó en Pristina el plan de las Naciones Unidas para el futuro de Kosovo. A partir de ese momento, y en días sucesivos, la máquina del tiempo nos devolvió a 1999; a veces más atrás, a 1995 ó incluso 1993. Los periódicos desplegaron los decorativos mapas históricos, "indispensables" para ilustrar cualquier crisis balcánica. Volvimos a leer esos largos artículos de opinión que partiendo de explicaciones historicistas sobre los Balcanes, logran no decir nada. Además, como el tiempo va pasando y todo se reduce a repetir viejas fórmulas, empiezan a ser sistemáticos los errores de fechas, de situaciones ya históricas, de nombres. En algún caso, reaparecieron las polémicas y ajustes de cuentas personales entre los opinadores habituales: los Balcanes, como falso espejo deformado de nuestra realidad, siempre son un pretexto útil para sacar brillo a vanidades que apenas interesan ya a nadie, fuera de los estrechos círculos de compadres en las redacciones.



Detalle de la fotografía mostrada más arriba. Sobre la bandera de los Lobos Grises, grupo armado neofascista turco, el retrato de Kemal Atatürk










Al cabo de muy pocos días, la cuestión inicial, que es el destino de Kosovo, ya va quedando olvidado. Debe reconocerse que es normal, porque en realidad poco se ha avanzado realmente. ¿Es bueno el Plan Ahtisaari? En sí mismo no es bueno ni malo. Aparentemente, parece seguir la filosofía de los acuerdos de Dayton: hacer pero sin nombrar. Kosovo recibe una suerte de independencia aunque no quedan muy claros los límites de esa definición, que por otra parte no se menciona ex profeso. En muy acertada definición de Miguel Ángel Bastenier, se trata de una "cuasi-independencia, una independencia interna, una independencia light, una independencia condicionada, en definitiva, una realidad neo que mantenga alguna forma de poder superior al Ejecutivo kosovar, pero sobre todo, que permita a cada quien interpretar ese apaño como quiera". Algunos comentaristas han sugerido que todo ello es una concesión a Belgrado. En realidad es producto de la simple necesidad: el documento de Ahtisaari no puede contener referencias a la independencia de Kosovo porque sería ilegal. El Consejo de Seguridad no puede decidir sobre la independencia de un territorio, cosa que sería contrario a la Carta de las Naciones Unidas.

Por lo tanto, uno de los problemas potenciales de esa estrategia puede ser que a la postre, no resulte realmente operativa para el nuevo Estado kosovar. En las relaciones internacionales y peor aún, en el alto mundo de las finanzas y la economía, las definiciones a medias y los estatus excepcionales no suelen ser bienvenidos. En parte, Bosnia es un ejemplo: una parte de su parálisis económica y de sus problemático funcionamiento institucional es debido a que es y a la vez no es un estado soberano, sometido a la tutela internacional. Para Kosovo se reserva esa misma fórmula, con un Representante Civil Internacional, una Misión Europea de Defensa y Seguridad y una presencia militar internacional de la OTAN. Quizá falta por definir qué competencias tendría esa tutela sobre aspectos financieros, por ejemplo, dado que uno de los grandes problemas de Kosovo es la falta de inversión y apoyo económico internacional. Desde luego, aún en el caso de que el “medio estado” kosovar funcionara, parece que poca confianza internacional podría generar. Eso suponiendo que las relaciones con la minoría serbia fueran de máximo respeto y no se reprodujeran los tristes pogroms de 2004 ni nada parecido y la situación política general del nuevo estado fuera estable. También sería imprescindible que la mayoría albanesa de Kosovo no cayera en la tentación de la unificación con Albania o no ejerciera influencias negativas sobre la minoría albanesa en Macedonia. Claro que si el Representante Civil Internacional tiene que tutelar tantos posibles imponderables y atar corto al nuevo estado, ¿qué margen de soberanía real le quedará a Pristina?

Aparte de que la tutela internacional genera un régimen esencialemnte no democrático, hay quien afirma, y de nuevo con el precedente bosnio en mente, que la soberanía tutelada por la "comunidad internacional" favorece la irresponsabilidad de lo spolíticos locales, la demagogia y el populismo, y sobre todo, una gestión muy poco transparente de los fondos públicos. Dicho de otro modo, que la tutela internacional puede ser un semillero de corrupción que no sólo afecte a los administradores locales, sino también, de vez en cuando, a los internacionales. Como afirma
Jean-Arnault Dérens, un experto francés en esta región balcánica, "la independencia de un Kosovo pobre, subdesarrollado y bajo una pesada tutela internacional, se reducirá a bien pocas cosas". Para este autor, muy crítico con el plan de Ahtisaari, Kosovo tiene una dramática necesidad de autogobierno real, pero no necesariamente de independencia, al menos por el momento. "Existen en el mundo cierto número de países que se auto administran con gran éxito, sin haber proclamado formalmente su independencia total". En realidad, continúa Dérens, hacer de Kosovo un país en que la ciudadanía pueda convivir pacífica y normalmente supone solucionar tres problemas esenciales: lograr una verdadera democratiuzaciuón-sin tutela internacional- extirpación de las redes político-mafiosas y un desarrollo económico real.

Cierto es que hay aspectos técnicos que pura y simpemente, no se han hecho públicos –sobre administración local, por ejemplo- que son muy importantes. Los medias tienden a explicarnos que los albaneses se han tomado bien las propuestas de Ahtisaari. Pero también es un planteamiento con claroscuros. De entrada, es lógico que los albaneses hayan puesto buena cara, porque el plan les es favorable: todos los partidos de Pristina pedían la independencia, y hacia ahí apunta la solución propuesta por el finalndés. Por otra parte, parece que los serbios de Belgrado son muy reticentes a aceptar el plan, y los albaneses han reaccionado como en su día lo hicieran los musulmanes de Bosnia cuando les presentaban planes para terminar con la guerra: no les gustaban un pelo, pero firmaban porque los serbios los rechazaban. De esa forma se aseguraban el apoyo de las potencias occidentales.



Símbolo del UÇK o Ejército de Liberación de Kosovo, la guerrilla que se enfrentó contra las fuerzas de seguridad serbias entre 1996 y 1999.






Pero además, como traslucía un artículo Arben Atashi en “Koha Ditore” en su edición del 3 de febrero, los políticos de Pristina comparten la desorientación que experimentamos todos cuando leimos el plan de Athisaari. Muchos piensan que el texrto puede cambiar muhco todavía. Para el periodista, empresario y político Veton Surroi, muy en su finción de oráculo reconocida por todos, “pocas cosas podrán ser cambiadas, si es que puede tocarse alguna”. Y añade que la futura presencia internacional en Kosovo todavía “tendrá demasiadas competencias”. Incluso el presidente, Fatmir Sejdu, se mostraba optimista pero cauto : al menos, decía, “si el documento no habla de independencia, los contornos del estado independiente han sido fijados”. Para los antiguos hombres del UÇK, hoy convertido en el TMK o Cuerpo de Protección de Kosovo (Trupat Mbrojtëse të Kosovës) la cuestión del futuro ejército es crucial, por cuanto es una de bases irrenunciables de la soberanía. Según el documento de Ahtisaari, el TMK será disuelto, pero tanto el primer ministro Agim Çeku como el presidente del Partido Democrático de Kosovo, Hashim Thaqi, confían en que el Cuerpo sea integrado en el nuevo Ejército kosovar o incluso sirva de plantilla para la creación de las nuevas fuerzas armadas. Este último político declara con un punto desafiante: "Somos nosotros quienes tenemos la independencia y el ejército, no es Ahtisaari quien nos los ha traído".


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Enseña del TMK, que muestra un evidente parentesco iconográfico con la del UÇK. De hecho, el Cuerpo de Protección de Kosovo fue una forma de encuadrar a una buena parte de los combatientes y mandos de la guerrilla. Actualmente forma parte del debate político en Kosovo la posibilidad de que se convierta en la plantilla de un posible Ejército kosovar


En definitiva, un apaño, como dice Bastenier, que cada uno pueda interpretar como quiera. Y que además, apenas esconde que la ONU no se fía de los albaneses para la concesión de la total independencia. Es lógico, porque las hicieron muy gordas: recordemos el mencionado progrom de marezo de 2004 dirigido contra la minoría serbia y su herencia cultural y religiosa en Kosovo. Pero también contra las autoridades internacionales encargadas de la administración de la provincia. Y podrían repetir, porque en muchos aspectos, han mantenido la actitud de "indomables" que durante años desplegaron ante las autoridades de Belgrado.

Si es esto es así, también es debido, en parte, a que las potencias occidentales, y sobre todo los Estados Unidos, Alemania, la OTAN y el TPIY les toleraron muchos excesos, miraron hacia otro lado ante sus desbordamientos nacionalistas y tomaron partido por ellos desde aquella mascarada que fue la conferencia de Rambouillet a comienzos de 1999. Allí estuvo Thaqi quien, por cierto, no leía los documentos y en ocasiones ni tan sólo sabía de qué se hablaba. Las conversaciones tuvieron que suspenderse durante veinte días por causa de los enfrentamientos políticos en la misma delegación albanesa. Durante ese paréntesis, los organizadores, con los norteamericanos al frente dirigidos por Madeleine "Maddy" Albright se emplearon a fondo para convencer a los albanokosovares para que firmaran los acuerdos porque, caso contrario "no podrían presionar a los serbios" y la OTAN no tendría plataforma argumental sobre la cual comenzar los bombardeos.

Aceptar aquello que los occidentales ponen delante, para hacer luego lo que realmente quieren: una lección que los albaneses de Kosovo parecen haber aprendido. Hoy más que nunca, porque el gobierno en el poder en Pristina es una plataforma de coalición tan débil que los “big powers” les han avisado de que se eviten los devaneos y las críticas. Toca aceptar lo que se ofrece. Y para asegurarse, se ha impulsado la creación de un denominado Equipo de la Unidad que deberá aceptar, “en nombre de Kosovo” el plan que se les presente. Esta curiosa célula está formada por el presidente Fatmir Sejdu, el portavoz de la asamblea, Kole Berisha, el primer ministro Agim Ceku y los líderes de la oposición Hashim Thaqi y Veton Surroi. Dentro de la provincia se han elevado voces muy críticas con este Equipo de la Unidad, que puentea de forma flagrante al gobierno y órganos representativos. Se habla de falta de transparencia y de ir contra los principios democráticos más elementale.
La prensa occidental no dice ni media palabra del asunto. Y así van las cosas en Kosovo, como siempre, dentro y fuera de Yugoslavia.

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