martes, junio 20, 2006

¿Quién teme a los cerditos feroces?

Tres piezas de prensa que conjugadas una con la otra hacen sonreír. Primera, en “La Vanguardia” del domingo 18 de junio, pag. 11, crónica de Ricardo Ginés, servicio especial desde Estambul. Título: “No habrá miel turca para Winnie”. Caramba, se masca la tragedia. ¿De qué va esto? Subtítulo: “La TV pública turca censura unos dibujos animados porque aparece un cerdito”. Al parecer, la TRT ha censurado la serie de dibujos animados de Winnie Pooh porque su “cariñoso amigo” (Ginés resalta la adjetivación) es el cerdito Piglet. Ya saben que el islam califica al cerdo de animal impuro y dado que el gobierno de Erdoğan es islamista, se considera que “los cerdos resultan problemáticos” [comillas del reportero].

Es evidente que la medida resulta en sí misma desproporcionada y por lo tanto, grotesca y según nos explica la crónica, ha levantado ampollas entre todo el amplio sector laico de la prensa turca. De todas formas, la difusión de la cosa por tierras occidentales parece proceder de la AFP, es decir de la Agence France-Presse (cómo no) y ya ha sido
negada por la TRT. Es sabido: como estamos en pleno periodo final de la actual legislatura turca, cualquier incidente, banal o no, es utilizado como munición por los partidos de oposición. O por la clase media laica contra la verde o viceversa. Por otra parte, hace pocos días que se celebró la Conferencia Intergubernamental en Luxemburgo (12 de junio) y en ella, Turquía pareció superar algunos de los problemas que se venían ventilando desde hace meses. Por lo tanto, los sectores que en Occidente militan en contra del acceso de ese candidato a la UE, aprovechan cualquier detalle para hincharlo y “demostrar” cuán escasamente europea es Turquía. Por supuesto, escogen asuntos de carácter emocional, que puedan encender con facilidad al ciudadano común y corriente. ¿De verdad que el simpático y cariñoso Piglet es visto como una amenaza por los musulmanes turcos? Fundamentalismo a la vista, mal asunto. Luego resulta que la noticia es un puro rumor. Pero difama, que algo queda, como dice el refrán

Además, el ciudadano corriente y moliente de cultura baja o media, no tiene muy en cuenta que Walt Disney es una multinacional, que a veces impone reglas muy duras en la distribución de sus productos y que la realidad no siempre coincide con la hermosa y tierna ficción de sus producciones animadas. Hubo un tiempo, allá por los años 60, en que el mismo Walt Disney fue denostado por la progresía occidental como activo macarthista, y perseguidor poco simpático de comunistas (supuestamente) agazapados en la industria USA del star system. Más tarde, en Suecia estuvieron prohibidos o censurados los dibujos animados de la factoría Disney bajo la suposición –también grotesca- de que aquellos animales que hablaban y se comportaban como personas no resultaban beneficiosos para la formación de los niños. Amén de las escenas de persecuciones, golpes y simpáticas torturas que para los censores suecos resultaban demasiado crueles. Ya ven: unos por progres y otros por conservadores, los personajes Disney se han llevado algún moco que otro a lo largo y ancho de este mundo

En cualquier caso, “La Vanguardia” es un diario conservador y resulta coherente con la postura de la derecha europea esa oposición a que la “musulmana Turquía” acceda al cristiano club de la UE. Y de ahí el gritito de alarma en defensa de Winnie Pooh y su cerdo amigo. Otro asunto bien distinto es la turcofobia de “El País”, cada día más incontenible, y que ha llegado a echar mano de vates procedentes de la derecha conservadora para llevarle la contraria al gobierno actual, el de ZP, de su misma cuerda política. En su edición del domingo 18 de junio el rotativo publicaba una pieza de opinión de Ignasi Guardans. Al final del artículo se consigna que “es diputado por CiU en el Parlamento Europeo”. Qué alivio. Verán: Guardans es un turcófobo de considerable intensidad, y a finales del pasado mes de septiembre, muy poco antes de que tuvieran lugar las negociaciones del 3 de octubre, “El País” le publicó un
artículo de opinión en el que se recogían los tópicos más elementales contra la integración de Turquía. Eso sí: por parte alguna se reseñaba que el político en cuestión militaba en Convergencia i Unió, es decir, en la (teórica) oposición de derechas al PSOE en el poder y por lo tanto, a la línea informativa del mismo diario. Si cuela, cuela.

El caso de “El País” es incluso divertido por disparatado: cualquier asalariado de la casa niega con fruición que el periódico sea contrario a la candidatura turca, quía. Ni a Turquía en su inmenso conjunto. Pero a la que pueden, la meten doblada. Día 17 de junio, página 2: “La UE frena las futuras ampliaciones. Los Veinticinco condicionan las incorporaciones a su capacidad de absorción económica y política”. Tras un titular nulamente descriptivo de lo que en realidad transmite la crónica que viene a continuación, el autor pasa casi de puntillas sobre el principal perjudicado del supuesto frenazo: Turquía. La muy católica Croacia “podría incorporarse en los primeros años de la próxima década, mientras que para Turquía nadie se atreve a precisar fechas”. Luego hay un inserto en el que se anuncia que “Bruselas exige a Turquía que abra sus puertos a Chipre antes de fin de año”. Hasta aquí, nada muy llamativo. Pero en el editorial
(“Europa, en pausa”) se ceban: “Ayer, el Consejo Europeo decidió que no habría nuevas ampliaciones, más allá de la ya firmada a Rumania y a Bulgaria, hasta que la Unión tenga la suficiente "capacidad de absorción" de nuevos miembros. Es algo que la UE tenía que haberse planteado hace años, antes de dar falsas esperanzas a un país clave en Eurasia como es Turquía, con quien abrió finalmente negociaciones de adhesión el pasado lunes, pero en cuyo seno se están produciendo graves retrocesos y un pulso nada disimulado entre partidarios del Estado laico e islamistas moderados en el Gobierno, mientras aparecen síntomas de agitación militar. Erdogan, a su vez, se niega a flexibilizar su actitud hacia Chipre mientras no se aclare un horizonte europeo, hasta ahora decisivo para la democratización política y modernización económica de Turquía”

¿Han captado la mala uva que respira el párrafo? “Un país clave en Eurasia [que no en Europa]... graves retrocesos [?]… síntomas de agitación militar [??]” Por la ligereza en la utilización de graves afirmaciones notablemente infundadas en todo un señor editorial y por esos enormes y farragosas frases rebosantes de subordinadas, parece claro quién pudo haber redactado la pieza. Otra pista es que de los cuatro grandes párrafos que componen el editorial, dedicado al malparado Tratado Constitucional comunitario, uno casi enterito está dedicado a echar pestes de Turquía

En fin: queda para otro día el análisis sobre las causas del navajeo turcofóbico que practica “El País”. Baste de momento un pequeño rebaje de humos a la prepotente prensa española en un tema que huele a cuerno quemado. Un dato: la organización
“Transparency International” dedicada a luchar contra la corrupción a escala mundial, publica investigaciones sobre ese fenómeno en los más variados países, ricos y pobres. Hace un año y medio, presentó un amplio estudio cuantificado sobre la corrupción en 62 países, entre ellos, España y Turquía. La escala de calificaciones iba de 1 (menos corrupto) a 5 (más corrupto). En las diversas instituciones públicas, el segundo país estaba afectado por unos destacados niveles de corrupción institucional: cierto; esa es una lacra real que las autoridades turcas deberán esforzarse en combatir si desean entrar en la UE. Pero en otros aspectos, España y Turquía no estaban tan lejos una de la otra. ¿Cuáles? Partidos políticos: Turquía: 4,0; España: 3,8. Prensa: Turquía: 3,8; España: 3,6.

Etiquetas: , , , , , , , , , , ,