Cuentos chinos explicados en turco
Hace un par de días, me encontré, casi por casualidad, con la noticia de que la policía turca había desbaratado un comando y un plan para atentar contra la vida del primer ministro Recep Tayyip Erdoğan, en Ankara. El asunto era tratado, casi de pasada por “La Vanguardia”, pero apenas merecía más atención en “El País”. Ya se sabe: Turquía. ¿Y todavía hay quien se empeña en meterla en la Unión Europea? La consabida actitud supuestamente bienpensante de buena parte de la presna española.
Ayer, en cambio, se podía leer todo un extenso artículo de opinión en ese mismo “El País”, firmado por Orhan Pamuk (3 de junio, 2006, pag. 17). En la pieza, el egregio escritor turco pedía solidaridad internacional para Perihan Manden, una muy desconocida escritora turca que se ha metido en líos por defender el derecho de Mehmet Terhan a cumplir el servicio militar. Al parecer, el quinto es homosexual, pero se hubiera librado de la mili tras someterse a un examen médico: el Ejército turco considera la homosexualidad una discapacidad. Pero Mehmet Terhan ejerció su derecho a la objeción y a no pasar por un reconocimiento que considera degradante. Como la escritora Perihan Manden defendió su opción públicamente, un fiscal militar pide para ella tres años de cárcel.
Ya se sabe cómo son los militares, y más cuando les tocas el asunto de la homosexualidad en filas: en Turquía, en los Estados Unidos y hasta en España, donde hace seis años ya, el caso de un coronel que se declaró públicamente gay (¿lo recuerdan?) levantó un revuelo embarazoso que todos, uniformados y encorbatados, se apresuraron a meter bajo la alfombra, y aquí paz y allá gloria. Pero ya se sabe: “El País” adoptó a Orhan Pamuk a finales del pasado verano, en significativa coincidencia con la proximidad de las negociaciones en Bruselas para admitir a Turquía como candidato a la UE, que debían celebrarse el 3 de octubre. Desde las páginas del rotativo se hinchó todo lo que se pudo el asunto de la denuncia contra Pamuk por parte de dos fiscalías turcas, a raíz de unas declaraciones “antipatrióticas” realizadas por el escritor… siete meses antes. Uno de los juicios debía celebrarse en diciembre, pero la campaña emergió en Alemania un mes antes de que se debatiera el derecho de Turquía a la candidatura UE; vaya casualidad.
Como era de esperar, al final nadie le tocó un pelo al bueno de Pamuk. Pero la conclusión de la aparatosa historia de las acusaciones retiradas y el juicio suspendido ya no era digno de cobertura informativa. Pasó sin pena ni gloria.
Abro el diario “Zaman”, edición electrónica del 2 de junio, 2006. En cabecera una crónica titulada: “Quinta organización criminal en 7 meses”, firmada por Ahmet Donmez. El articulista se refiere a toda una serie de atentados o conspiraciones organizados por elementos de la extrema derecha, ligados de una forma u otra con círculos militares. Se puede datar que la oleada comenzó el 9 de noviembre último, con un atentado en el siempre crítico Sudeste turco (Semdinli, Hakkari) y continuó con el arresto de un coronel de la Gendarmería en Bursa; luego siguió la detención del “Gang de la Sauna” (febrero 2006) que acumulaba información sobre ministros y preparaba chantajes contra políticos. En todos estos operativos figuraban, de una forma u otra, miembros retirados o en activo de las fuerzas de seguridad turcas.
El atentado del pasado día 17 de mayo, en que un abogado intentó asesinar a cinco jueces del Consejo de Estado y terminó con la muerte de un magistrado, Mustafa Yücel Özbilgin, fue inicialmente atribuido por los nacionalistas laicos a círculos islamistas, instigados incluso desde el gobierno de Erdoğan. Pero luego resultó que el terrorista, Alparslan Aslan, militaba en un grupo de extrema derecha, el Partido de la Gran Unión, escisión islamista del Partido del Movimiento Nacionalista. Su líder, Alparslan (tomen nota del nombre) Türkeş, llamado Başbuğ (Führer) por sus seguidores, fue el mentor del neofascismo turco en el último medio siglo. Por si fuera poco, resulta que un militar expulsado del Ejército está detrás de la acción de Aslan y éste lo acusó ante el tribunal de haber participado en un reciente atentado contra el diario “Cumhuriyet”, diario de tendencias laico-izquierdistas-postkemalistas. Y ahora se descubre un grupo paramilitar denominado Atabey, que poseía armas de guerra y explosivos e integraba a miembros en activo y retirados de las fuerzas armadas, algunos de unidades especiales, así como un par de mandos. El Estado Mayor del Ejército intervino y los oficiales fueron dejados en libertad sin cargos.
En Turquía hay quien dice que los militares la están armando. Que desean dar un golpe o, cuanto menos, sacar al gobierno “islamista” de en medio. Que el objetivo final es torpedear la candidatura turca a la UE. Al parecer, en las fuerzas armadas existe toda una gama de motivaciones para reventar el proceso. Desde los ultras puros y duros, para los cuales las esencias patrias están amenazadas por los mercaderes occidentales, a los más pragmáticos que desean seguir “trabajando” con los padrinos USA más que con los amigos europeos. Supongo que otros ven peligrar en la UE el enorme (literalmente: enorme) sector de la economía militar en el seno de la economía turca.
En realidad las cosas han de ser forzosamente más complicadas, porque Washington es el principal valedor del candidato turco ante la Unión Europea. Por lo tanto, ya pueden ponerse como quieran los uniformados turcos: donde manda capitán, no manda marinero. El pasado 31 de mayo, el “New York Times” pedía que alguien les dejara bien claro que la actitud de Washington era de “tolerancia cero a las interferencias militares”. Pero… siempre hay grupitos aquí y allá, old boys networks, rancios hombres de acción y deteriorados comandos a base de pringaos de todo pelaje. Y no digamos si los servicios de algún país de la misma UE estuvieran detrás de la intentona; porque de todos es sabido que Turquía tiene poderosos enemigos en el selecto club europeo.
En cualquier caso, la situación está delicada. Es evidente que los viejos partidos laicos verían con deleite la caída en desgracia del Partido de la Justicia y el Desarrollo y del mismo Erdoğan. Porque a pesar de los pesares (y precisamente a ello es debido tanto complot) parece que a todas luces el actual partido en el poder volverá a obtener mayoría absoluta en las cercanas elecciones. ¿Significará eso el triunfo de los islamistas, la posibilidad de que Turquía se convierta en una república fundamentalista? Ni de lejos. El Partido de la Justicia y el Desarrollo tiene poco de islamista y mucho de tecnócrata. Agrupa a votantes y militantes de muy diversas tendencias, hartos de los politiqueos y el desgobierno de las mil y una coaliciones de gobierno en los últimos cincuenta años, que si Ecevit, que si Demirel, que si la Çiller y el estrafalario Erbakan de por medio. En parte, el partido del actual gobierno representa también a una amplia burguesía verde surgida en los años ochenta: profesionales liberales, empresarios de pyme´s, comerciantes, hombres de negocios. Gentes poco inclinadas al fundamentalismo, conservadores y ciudadanos de Turquía tan válidos y con tantos derechos como el sector de la burguesía laica, heredera histórica del kemalismo que ahora temen se le acabe el chollo. En todo caso, no ha lugar para planes de exterminio mutuo, ni nuevos golpes. Ha comenzado una nueva era para una nueva Turquía: es tiempo de reconciliación y modernidad, de trabajar unidos para integrarse plenamente en Europa.
Ese es el asunto gordo, lo que se está jugando en Turquía. La libertad de objeción es muy importante, sí. Los libros que gracias a su martirologio pueda vender Orhan Pamuk para consumo de intelos occidntales, también. Las guerritas montadas por tal o cual plumilla han de tener asimismo su rinconcito corporativo, ¿por qué no? Pero da la sensación de que nuestra prensa, y en especial “El País” no se enteran mucho de la copla. Porque al fin y al cabo, el régimen que dicen defender los militares turcos en sus soflamas neokemalistas (por llamarles algo) es una especie de socialdemocracia laica. Si los “expertos” de “El País” no se alinean con el partido de la Justicia y el Desarrollo (seguramente alguien se empeña en asimilarlo mecánicamente al PP) ni con el opositor Deniz Baykal y su Partido Republicano Popular (el CHP: un lejano resto kemalista, formalmente social-demócrata), ¿qué opción les parecería más aconsejable?. A lo mejor el despiste está en la raíz de lo que cada vez parece manifestarse más claramente como actitud turcófoba del periódico.
Etiquetas: AKP, Constitución turca, Ejército turco, golpismo, Homosexualidad, Orhan Pamuk, proceso de integración en la UE, Turquía, ultraderecha
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