sábado, junio 10, 2006

Zotts, doms, romaníes, bohemios, zíngaros, egipcios … gitanos

Un día apareció por mi despacho; había ido antes, consultó horarios, volvió y por fin nos conocimos. Una persona paciente y persistente, un buen investigador. Lo recuerdo como un hombre de mediana edad, se llamaba Javier Aguirre y había terminado un libro sobre la historia de los gitanos, basada en su propia tesis doctoral, leída en 1993 en la Universidad de Perpignan. En 2003, ese trabajo fue recomendado para su publicación por el Groupe de Recherche pour une Histoire Européenne des Tsiganes, de la Sorbonne. Université René Descartes, Paris V. El autor me habló de su trabajo y me prometió que me enviaría el libro. Cumplió su palabra: meses más tarde llegó un sobre que contenía el trabajo, titulado: Historia de las itinerancias gitanas. De la India a Andalucía, publicado este mimso años de 2006.

Hermoso título, ¿no creen? Incorpora ese vocablo tan bien escogido, que contiene en sí mismo un punto romántico: itinerancias. Un término que por no estar contemplado en el Diccionario de la Real Academia Española le un toque adicional de sofisticada audacia que acabo de incorporar a mi diccionario Word. Itinerancia: entiendo que es un viaje sin claro destino final. O una forma de vivir viajando, aunque un itinerario es, precisamente, una “ruta que se sigue para llegar a un lugar” (DRAE).

La obra es un volumen en cuarto menor de 570 páginas, en aromático papel cuché y agradable de leer. Se trata de historia factual, pero se agradece por estar bien documentada y porque no es tan fácil encontrar un libro de saber enciclopédico sobre un pueblo tan cercano a nuestra vida cotidiana pero del que tan poco sabemos en realidad. Precisamente, la obra de Javier Aguirre arranca de los orígenes de la lengua romaní y de las primeras noticias sobre doce mil músicos zott (o quizá luri) que el rey persa Bahram Gur mandó llevar a su reino desde la India, allá por el siglo V. A partir de ahí, la historia de los protogitanos (los lom) terminará entreverándose con la penetración de los selyúcidas en Asia Menor, los desplazamientos de población armenia y el azote de los mongoles, todo ese mundo que gira sobre sí mismo entre los siglos XI y XIII y que es la puerta de arranque de cualquier historiador interesado en la historia de los pueblos turcos. Es más: los gitanos herreros se especializaron en la manufactura de equipos para los guerreros montados de los diversos pueblos turcos nómadas del Asia Central, lo que también les convirtió en expertos de la cría y doma del caballo.

Calé proviene de kalé, plural de kaló, que en muchas lenguas de la India significa “negro”. De ahí el nombre de la Diosa Madre del tiempo y la noche suprema: Kalí. Pero en Europa se extenderá el mito de que el origen de ese pueblo estaba en Egipto; de ahí la denominación ejiftos (en griego) y evgité (albanés) de lo cual derivará gipsy en inglés (por ejemplo) o el mismo término “gitano” (de "egiptano"). Aguirre explica que su libro es el primero en dilucidar la persistencia de ese apelativo erróneo, que está relacionado con la creación de un eje comercial muy potente que unía al janato de la Horda de Oro -al norte del Mar Negro- con El Cairo a través de Constantinopla, y eso desde el siglo XIII en adelante. El motivo de este fenómeno había sido la llegada de los mongoles al Próximo Oriente, lo que interrumpió la comunicación comercial con Asia Central a través de Anatolia y el Cáucaso. Fue a lo largo de este periodo cuando llegaron los primeros contingentes importantes de gitanos a los Balcanes. Pueblo errante, de lengua desconocida, la vox populi y las autoridades eclesiásticas –que le daban una explicación bíblica al mito- expandieron el mito de su origen egipcio. “Si los gitanos no creyeron desde el principio en esa historia –escribe Aguirre- en el curso de unas décadas le prestaron crédito, sobre todo porque no podían dar mejor razón de sí. Sabiéndose errantes en Cercano Oriente, para ellos desde tiempo inmemorial, pues siendo de casta ágrafa no mantenían memoria de su pasado más allá de la de cuatro generaciones, les resultaría verosímil la fábula, que apenas respondía a su propósito, pues les integraba en el mito cristiano, lo que les daba cuando menos la posibilidad de encontrar acogida en Europa”.

Pero el libro no se queda en esas remotas historias. Javier Aguirre responde a preguntas tan interesantes como el por qué de que la actual Rumania sea pródiga en gitanos, hasta el punto de que en los Balcanes suela identificarse a válacos con romaníes. O el encuadramiento social de los gitanos bajo el Imperio otomano y cómo a través de su avance por Europa central, los troveros zíngaros reconstruyeron la música popular húngara en el siglo XVII. Y por supuesto, explica la historia de la llegada de los primeros gitanos a la Península Ibérica en fecha relativamente tardía, a lo largo del siglo XV.

El libro llega hasta mediados del siglo XIX, que es cuando la mayoría de las comunidades gitanas en Europa concluyen su larga historia itinerante y empiezan a diluirse en los medios nacionales predominantes. Sin embargo, para el caso de España el autor extiende su análisis un siglo más, incluyendo el comentario de algunas leyes específicas o la labor de la Iglesia evangélica gitana. No llega a describir los últimos ataques contra la comunidad gitana cometidos en Kosovo tras concluir la guerra de 1999, cuando acusados de colaborar con las autoridades serbias, fueron expulsados en masa por los nacionalistas albaneses: ese fue precisamente el tema de la conversación que mantuvimos aquella tarde Javier Aguirre y yo.

Javier Aguirre Felipe, Historia de las itinerancias gitanas. De la India a Andalucía, Institución Fernando el Católico (Diputación de Zaragoza). Colección: Estudios. Historia. Zaragoza, 2006. 570 páginas. Bibliografía comentada.

Algunas pistas adicionales:

La detallada reseña que se puede encontrar en el blog de Antón Castro.

La web de la
Institución “Fernando el Católico”, donde puede pedirse la obra (precio: 24 euros)

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