miércoles, junio 14, 2006

Is this trip necessary? (2)

Como cada año, como leíamos en la novela 1984, las estadísticas trompetean resultados excepcionales. Los últimos datos que recuerdo corresponden a mediados de marzo pasado: “Los ingresos por turismo en España alcanzaron los 37.792,7 millones de euros durante el año 2005, lo que representa un incremento del 3,89% en relación a la cifra acumulada en el ejercicio anterior”. Y suma y sigue. El oficialísimo “Balance del Turismo en España” publicado por el Ministerio y el Instituto de Estudios Turísticos también abunda en el mismo tono triunfalista. Todo son guarismos mareantes y al alza; todo va bien, más mejor que bueno.

Sin embargo, nada más salir del pulido templo de las evaluaciones oficiales, tropezamos con las primeras controversias polvorientas. No hace falta buscar mucho. Por ejemplo, un debate organizado por
“Expansión” los pasados meses de agosto y septiembre, reproduce un buen puñado de quejas. Por bien conocidas no parecen alarmantes: la obsesión española por las bondades del turismo de costa, la explotación abusiva del turista-guiri, una calidad en el servicio más que cuestionable, nula renovación de las infraestructuras en décadas y suma y sigue. En todo caso, de entre los mails recogidos vale la pena destacar aquel que insiste en que, “desgraciadamente la débil credibilidad de los datos estadísticos hace que se puedan elevar conclusiones erróneas sobre el turismo”. Comenzando por los del propia Secretaría General de Turismo, que gozan de escasa credibilidad en el mismo sector hotelero.

Esto último es importante porque parece denotar una peligrosa manipulación del asunto. Francisco Muñoz de Escalona firma en la revista “Contribuciones a la Economía” un pugnante artículo de explícito nombre:
“La resistible exaltación del turismo” en el que dice no comulgar con la “descomunal exaltación del turismo” que se lleva a cabo de forma interesada por un entramado empresarial-gubernamental-mediático en el que incluso las instituciones docentes especializadas. En sus propias palabras, desea “demostrar que dicha exaltación no se apoya en elementos objetivos sino en afirmaciones de calculada ambigüedad presentados como verdades científicas precisamente por quienes tienen el deber de comportarse de acuerdo con los criterios de independencia y distanciamiento que deben presidir la actividad científica (…) Porque el autor está convencido de que la exaltación del turismo es perfectamente resistible y evitable”.

El trabajo de Muñoz de Escalona no es la obrita de un chalado más de internet. Está documentado y sólo busca abrir públicamente la Caja de Pandora de un debate que, por otra parte existe desde hace años en los medios académicos de los turisperitos o expertos académicos en el sector. De hecho, ese artículo tiene una continuidad quizá más sistematizada en otro de Jafar Safari, profesor de Hospitalidad y Turismo en la Universidad de Wisconsin-Stout y titulado:
“La cientificación del turismo”. El autor nos explica que las ideas y escritos sobre el turismo se agrupan en las denominadas cuatro plataformas: la “favorable”, la “desfavorable”, la “conciliadora” y la “científica”. El lector de este post que acuda al hipervínculo podrá ponderar por su cuenta la información que ofrecen Jafar Safari y Muñoz de Escalona, pero en general y comparando con las evaluaciones que se pueden leer aquí y allá en la red, la conclusión que se extrae es la de que los analistas pasan de lo “micro” a lo “macro” sin solución de continuidad. Pero falta la aplicación de los teórico a lo concreto. Por ejemplo, los supuestos beneficios socioculturales de la “plataforma favorable” incluyen extremos como la “eliminación de fronteras lingüísticas, raciales, políticas o religiosas” o “valoración de las diferentes culturas” . Esto puede resultar verosímil en aquellos países que se están lanzando a la explotación turística, pero no en España, que el año pasado encajó 55 millones de turistas –es el cuarto destino mundial-, y que sin embargo sigue siendo célebre internacionalmente porque sus habitantes apenas hablan algo más que el castellano y la lengua de la autonomía respectiva. Aquí, desde hace años, las ciudades turísticas tienen su “barrio de guiris” o incluso íntegros “resorts de concentración” (estilo Magalluf, en Mallorca) y la comunicación entre visitantes y locales es mínima y no buscada.

¿Creación de empleo? Una buena porción son trabajos estacionales pactados a base de contratos basura. Le viene de perlas a los políticos de turno en el poder para mezclar datos de otros sectores y fechas para “demostrar” que “globalmente” descendió el desempleo en tal periodo. ¿Construcción de infraestructuras? A eso ya se le llama “cementación de las costas”. Mira por dónde, tras varios días de cavilaciones y búsquedas para elaborar este post, alehop, esta misma mañana las principales cabeceras de la prensa estrenaban titulares referidos a un informe del Observatorio de la Sostenibilidad en España (OSE): “España es el país más edificado de Europa. En 2005 se construyó más que la suma de Alemania, Francia y Reino Unido”; “Suelo insostenible” (“ADN”); “El suelo edificado crece un 40% en los últimos 18 años” (“El País”). Algunos resultaban un poco más explícitos sobre el trasfondo más peligroso del asunto: “La tercera parte del litoral del Mediterráneo está edificada”; “La costa de los ladrillos. El 34% de la franja de litoral está edificado” (¨La Vanguardia”). Es significativo que incluso ante circunstancias tan graves, “observadores” y periodistas pasen de puntillas sobre la responsabilidad del turismo en ese desmadre. Porque lo cierto es que no hay nada que pueda crecer con tanta desgarradora celeridad como los complejos turísticos a base de hoteles, piscinas y chiringuitos. En el otoño de 2004 tuve oportunidad de visitar
Nessebar, en la costa búlgara, y era como para quedarse boquiabierto (y lugo echarse a llorar). En muy poco tiempo, los hoteles han crecido como champiñones, muchos de ellos copia exacta de lo que se puede ver en nuestras costas. De hecho, algunos eran de empresas españolas y hasta la decoración y la misma cerámica de revestimiento hacían creer que andabas por la Costa Blanca cuando enfrente estaba el Mar Negro.

Pero aunque estos días llame tanto la atención (no deja de ser una “noticia de verano”) la destrucción del paisaje es ya un tópico ineludible y por lo tanto, bastante viejecito él. Ahora se habla más del arrasamiento de sistemas ecológicos completos: por ejemplo, el problemón que tienen con el suministro de agua en las costas andaluzas. ¿De dónde creen que les viene la brutal sequía a los pueblos cmalagueños y gaditanos del litoral? Últimamente proliferan los estudios sobre “
ecoturismo” y sostenibilidad y se llega a la conclusión espeluznante de que el avión es el medio de transporte con mayores emisiones y consumo de energía por viajero-kilómetro. Y así resulta que las “escapadas” de fin de semana en compañías de bajo coste están terminando de agujerear la capa de ozono; pero hay quien opina que peores consecuencias sobre el medio ambiente tiene el desplazamiento de millones de turistas por vía aérea a destinos supuestamente exóticos y, en cualquier caso, lejanos.

Frente al planteamiento buenista y algo ingenuo, la “plataforma desfavorable” de los turisperitos peca de truculencia en algunos puntos, pero llama la atención sobre peligros bien reales. Y uno de ellos, seguramente el que más nos afecta ahora mismo a todos, fue portada de algunos periódicos ayer mismo: vaya casualidad. Pero eso debe quedar, forzosamente, para otro post.

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