El eje resolutivo Cáucaso-Balcanes
Uno de los Cobra de las fuerzas armadas georgianas, desfila por las calles de Tblisi, antes del conflicto del pasado mes de agosto
Como afimaba un amigo diplomático, la situación internacional ha evolucionado considerablemente desde que se colgara el anterior post en este blog. En realidad, incluso desde que el artículo que sigue a continuación fuera redactado, han tenido lugar más y más acontecimientos de alcance. Por ejemplo, el pasado 8 de octubre, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la resolución en que se exigía que la Corte Internacional de Justicia emitiera su fallo sobre la legalidad o la ilegalidad de la proclamación de la independencia por Kosovo.
En otro orden de cosas, la concesión del "Membership Action Plan" para Georgia y Ucrania en la Cumbre OTAN de diciembre ya no es tan segura como parecía. Pasadas las primeras semanas de aguantar el tipo, en Bruselas-OTAN se tiene en cuenta la actitud temeraria de la presidencia y mandos georgianos, pero también las capacidades militares reales del modesto Ejército georgiano.
De otra parte, revertir el rumbo catastrófico que ha tomado la situación militar en Afganistán va a requerir el envío de más y más contingentes militares por parte de la OTAN, incluso al margen de quién sea el ganador de las elecciones en los Estados Unidos. Y tal esfuerzo no va a dejar mucho margen para volcarse en candidaturas indefendibles, como las de Ucrania o Georgia. Los números y la geografía casi siempre terminan por imponerse a la tozudez.
"El Periódico", 16/10/2008
El eje resolutivo Cáucaso-Balcanes
España es uno de los pocos socios europeos que, hoy por hoy, pueden actuar en la región con ideas propias
• La OTAN debería tener cuidado de no dañar la labor de la UE, porque la dejaría aún peor parada
Los primeros vehículos blindados georgianos que penetraron en Tsjinval, la capital de Osetia del Sur, en la mañana del 8 de agosto pasado, fueron algunos de los Cobra adquiridos a Turquía meses antes. A pesar de la embarazosa contribución que habían tenido los turcos en el rearme georgiano, llamó la atención la muy matizada postura de Ankara durante la crisis de este verano. Turquía supo jugar por su cuenta: miembro de la OTAN, no secundó las agresivas posiciones de esta organización en los días posteriores a la crisis. Ankara demostró una vez más que su diplomacia sabe moverse con soltura en la toda la zona de Oriente Medio, Mediterráneo Oriental, Cáucaso y Asia Central.
Turquía no podía permitirse el lujo de alinearse en el conflicto georgiano, debido a sus intereses cruzados con todas las partes en conflicto. Moscú tuvo muy en cuenta esa circunstancia cuando llevó a cabo su intensa labor diplomática posterior a la guerra; y el gobierno turco respondió de forma ingeniosa con la propuesta de un Pacto de Estabilización y Cooperación para el Cáucaso. Fue una finta, pero bien jugada, porque estaba en la línea de una solución posible a la crisis: la acción integradora en la zona del Cáucaso, que no de confrontación.
Los Cobra, utilizados en la guerra de Osetia del Sur como vehículos de exploración, no fueron adversario para los antitanques rusos en manos de los independentistas. Uno de ellos destruido en las calles de Tsjinval, al día siguiente de la batalla.
Junto con Ankara, otra de las cancillerías que parece estar aprovechando sus posiciones de neutralidad es Madrid, que ante Moscú tiene a su favor la baza de no haber reconocido la autoproclamación de la independencia de Kosovo, el pasado mes de febrero. España es uno de los pocos socios europeos que hoy por hoy puede actuar con ideas propias en el eje Cáucaso-Balcanes. En torno a ese cigüeñal estratégico, gira en buena medida la solución del delicado momento que viven las relaciones entre Europa y Rusia. Cuando un grupo de países pertenecientes a la UE se lanzó en febrero a reconocer la autoproclamada soberanía de Kosovo, quedó malparado uno de los argumentos clave para el proceso de construcción europeo: su capacidad para superar los viejos conflictos nacionalistas en los rincones más sensibles del Viejo Continente. Porque el reconocimiento de Kosovo significaba crear más problemas de los que solucionaba, al establecer nuevas fronteras duras, en vez de contribuir a borrarlas.
Ahora, en el Cáucaso acaba de aparecer una oportunidad de reconducir esa situación. Y podría venir con la propuesta de integración en la UE de las tres repúblicas del Cáucaso: Georgia, Armenia y Azerbaiyán. Al fin y al cabo son tres países europeos y los dos primeros se cuentan entre los estados más pretéritos del continente. Rusia no pondría objeciones, siempre que el proceso de integración no significara el paralelo ingreso en la OTAN de esos países, o alguna forma de potencial amenaza militar.
El viaje del presidente Rodríguez Zapatero a San Peterburgo, a comienzos de este mismo mes, no fue muy bien tratado por la prensa española en general; pero resultó ser una maniobra diplomática oportuna. En realidad, la políica española hacia la zona de Turquía-Cáucaso y el problema de Kosovo, no ha variado desde el anterior gobierno Aznar al actual de Zapatero; y muy posiblemente continuaría siendo la misma bajo un hipotético gobierno Rajoy
En esta ocasión, Moscú lleva la iniciativa, y lo sabe. Da igual que determinados grupos de presión en la OTAN se empeñen en buscar la solución a la crisis del Cáucaso con la huida hacia adelante. Es posible que la integración de Georgia en la Alianza Atlántica tarde bastante tiempo en hacerse efectiva, y para entonces veremos en qué situación está la OTAN, cuyo deterioro interno a raíz de la intervención en Afganistán resulta muy evidente. La crisis financiera internacional, de no arreglarse rápidamente, repercutirá en las inversiones multimillonarias que exige el mantenimiento de la Alianza en nivel de eficacia. Los Estados Unidos, ya no son el coloso económico de hace cinco lustros y su propio rearme está siendo financiado con préstamos del exterior. Esto es: no podrá permitirse los dispendios en alta tecnología militar de la era Reagan, no digamos desplegar redes de bases en micropaíses militarmente indefendibles.
O sea que el único protagonista occidental que está haciendo algo positivo y realista en la zona de crisis caucásica es la UE; o algunos de sus socios, tirando del carro. Lo demás, desde el estricto punto de vista de la geoestrategia, son fantasías y guerra de propaganda. En realidad, la OTAN debería llevar cuidado en no dañar la labor ni la coherencia de la UE, lo cual la dejaría aún más malparada y políticamente aislada como institución. Por el contrario, puesto en marcha el proceso de integración en el Cáucaso, el resultado final podría ser el de una Osetia del Sur y una Abjasia, que dentro de algunos años no le hicieran ascos a la integración en un ámbito comunitario caucásico circunscrito al espacio Schengen.
Cara de circunstancias. El secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates (dcha), junto al presidente kosovar, Fatmir Sejdiu, en rueda de prensa, tras la reunión mantenida en Pristina (Kosovo), a raíz de que la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobara el 8 de octubre pasado la resolución en que se exige que la Corte Internacional de Justicia emitiera su fallo sobre la legalidad o la ilegalidad de la proclamación de la independencia por Kosovo. Oscurecida por la crisis financiera que vivía el planeta y por los tradicionales prejuicios, la noticia fue todo un acontecimiento histórico que parecía poner de relieve nuevas reglas en las relaciones internacionales; algo que en mundo de las finanzas también se estaba planteando con fuerza (Foto Agencia EFE)
La perspectiva de una inclusión del Cáucaso meridional en la UE tendría efectos beneficiosos para todos, estabilizando la zona e incluyendo la normalización en las relaciones entre Bruselas y Moscú, que serán decisivas para afrontar la crisis económica global. Y a más largo plazo, restauraría la idea central de que, de una forma u otra, en el proceso de integración todavía se encuentra la clave para la solución (o conjugación) pacífica de las contradicciones interétnicas y los conflictos nacionales en el espacio europeo: incluyendo los Balcanes y, por supuesto, Kosovo y la delicada situación de Serbia. Pero como no se utilice de forma resolutiva, el eje de conflictos Cáucaso-Balcanes, continuará funcionando de forma destructiva para la política y hasta la supervivencia de la UE en estos momentos tan delicados.
Turquía no podía permitirse el lujo de alinearse en el conflicto georgiano, debido a sus intereses cruzados con todas las partes en conflicto. Moscú tuvo muy en cuenta esa circunstancia cuando llevó a cabo su intensa labor diplomática posterior a la guerra; y el gobierno turco respondió de forma ingeniosa con la propuesta de un Pacto de Estabilización y Cooperación para el Cáucaso. Fue una finta, pero bien jugada, porque estaba en la línea de una solución posible a la crisis: la acción integradora en la zona del Cáucaso, que no de confrontación.
Los Cobra, utilizados en la guerra de Osetia del Sur como vehículos de exploración, no fueron adversario para los antitanques rusos en manos de los independentistas. Uno de ellos destruido en las calles de Tsjinval, al día siguiente de la batalla.
Junto con Ankara, otra de las cancillerías que parece estar aprovechando sus posiciones de neutralidad es Madrid, que ante Moscú tiene a su favor la baza de no haber reconocido la autoproclamación de la independencia de Kosovo, el pasado mes de febrero. España es uno de los pocos socios europeos que hoy por hoy puede actuar con ideas propias en el eje Cáucaso-Balcanes. En torno a ese cigüeñal estratégico, gira en buena medida la solución del delicado momento que viven las relaciones entre Europa y Rusia. Cuando un grupo de países pertenecientes a la UE se lanzó en febrero a reconocer la autoproclamada soberanía de Kosovo, quedó malparado uno de los argumentos clave para el proceso de construcción europeo: su capacidad para superar los viejos conflictos nacionalistas en los rincones más sensibles del Viejo Continente. Porque el reconocimiento de Kosovo significaba crear más problemas de los que solucionaba, al establecer nuevas fronteras duras, en vez de contribuir a borrarlas.
Ahora, en el Cáucaso acaba de aparecer una oportunidad de reconducir esa situación. Y podría venir con la propuesta de integración en la UE de las tres repúblicas del Cáucaso: Georgia, Armenia y Azerbaiyán. Al fin y al cabo son tres países europeos y los dos primeros se cuentan entre los estados más pretéritos del continente. Rusia no pondría objeciones, siempre que el proceso de integración no significara el paralelo ingreso en la OTAN de esos países, o alguna forma de potencial amenaza militar.
El viaje del presidente Rodríguez Zapatero a San Peterburgo, a comienzos de este mismo mes, no fue muy bien tratado por la prensa española en general; pero resultó ser una maniobra diplomática oportuna. En realidad, la políica española hacia la zona de Turquía-Cáucaso y el problema de Kosovo, no ha variado desde el anterior gobierno Aznar al actual de Zapatero; y muy posiblemente continuaría siendo la misma bajo un hipotético gobierno Rajoy
En esta ocasión, Moscú lleva la iniciativa, y lo sabe. Da igual que determinados grupos de presión en la OTAN se empeñen en buscar la solución a la crisis del Cáucaso con la huida hacia adelante. Es posible que la integración de Georgia en la Alianza Atlántica tarde bastante tiempo en hacerse efectiva, y para entonces veremos en qué situación está la OTAN, cuyo deterioro interno a raíz de la intervención en Afganistán resulta muy evidente. La crisis financiera internacional, de no arreglarse rápidamente, repercutirá en las inversiones multimillonarias que exige el mantenimiento de la Alianza en nivel de eficacia. Los Estados Unidos, ya no son el coloso económico de hace cinco lustros y su propio rearme está siendo financiado con préstamos del exterior. Esto es: no podrá permitirse los dispendios en alta tecnología militar de la era Reagan, no digamos desplegar redes de bases en micropaíses militarmente indefendibles.
O sea que el único protagonista occidental que está haciendo algo positivo y realista en la zona de crisis caucásica es la UE; o algunos de sus socios, tirando del carro. Lo demás, desde el estricto punto de vista de la geoestrategia, son fantasías y guerra de propaganda. En realidad, la OTAN debería llevar cuidado en no dañar la labor ni la coherencia de la UE, lo cual la dejaría aún más malparada y políticamente aislada como institución. Por el contrario, puesto en marcha el proceso de integración en el Cáucaso, el resultado final podría ser el de una Osetia del Sur y una Abjasia, que dentro de algunos años no le hicieran ascos a la integración en un ámbito comunitario caucásico circunscrito al espacio Schengen.
Cara de circunstancias. El secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates (dcha), junto al presidente kosovar, Fatmir Sejdiu, en rueda de prensa, tras la reunión mantenida en Pristina (Kosovo), a raíz de que la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobara el 8 de octubre pasado la resolución en que se exige que la Corte Internacional de Justicia emitiera su fallo sobre la legalidad o la ilegalidad de la proclamación de la independencia por Kosovo. Oscurecida por la crisis financiera que vivía el planeta y por los tradicionales prejuicios, la noticia fue todo un acontecimiento histórico que parecía poner de relieve nuevas reglas en las relaciones internacionales; algo que en mundo de las finanzas también se estaba planteando con fuerza (Foto Agencia EFE)
La perspectiva de una inclusión del Cáucaso meridional en la UE tendría efectos beneficiosos para todos, estabilizando la zona e incluyendo la normalización en las relaciones entre Bruselas y Moscú, que serán decisivas para afrontar la crisis económica global. Y a más largo plazo, restauraría la idea central de que, de una forma u otra, en el proceso de integración todavía se encuentra la clave para la solución (o conjugación) pacífica de las contradicciones interétnicas y los conflictos nacionales en el espacio europeo: incluyendo los Balcanes y, por supuesto, Kosovo y la delicada situación de Serbia. Pero como no se utilice de forma resolutiva, el eje de conflictos Cáucaso-Balcanes, continuará funcionando de forma destructiva para la política y hasta la supervivencia de la UE en estos momentos tan delicados.
Etiquetas: Cáucaso, Georgia, Kosovo, Medvedev, Osetia del Sur, OTAN, proceso de integración en la UE, Rodríguez Zapatero, Rusia, Serbia, Turquia