domingo, enero 13, 2008

Claves para desbloquear Kosovo
















Tradición del comic belga al servicio de la visión amable de un producto muy rentable: el gallo valón y el león flamenco, espalda contra espalda, pero juntos

El artículo que sigue a continuación fue recientemente publicado en "El País", sección Opinión. Se incluye aquí una versión un poco más extensa (las normas editoriales del periódico obligaban a recortar palabras) y algunas citas o referencias que no figuran en la versión editada

EL PAÍS, miércoles, 9 de enero, 2008

[Cuatro] claves para desbloquear Kosovo

Francisco Veiga

A comienzos del pasado noviembre, tras la cena que cerró un
congreso, un joven politólogo belga, hijo de polaco y albanesa, hizo un brillante análisis improvisado pronosticando por qué Bélgica no se iba a romper en dos mitades. En resumen: porque hubiera resultado ruinoso, tanto para flamencos como para valones. Mejor seguir juntos, aunque fuera espalda contra espalda que embarcarse en un divorcio que, entre otras cosas, hubiera implicado la renegociación para la entrada en la UE de las nuevas entidades estatales. Una reciente encuesta, según la cual los belgas estaban mayoritariamente cansados de los estériles tiras y aflojas de sus políticos, respaldó el análisis del joven analista. Y de paso demostró que también Bélgica está aquejada de políticos que todavía sienten y actúan en base a concepciones poco adaptadas a la nueva realidad de la Europa comunitaria.

Porque, en efecto, el cálculo de rentabilidades resulta básico para todos los movimientos nacionalistas embarcadas en el proceso de integración europeo, y eso los distingue de aquellos que están fuera de él. Cierto es que la historia está llena de presupuestos fallidos, pero a estas alturas del siglo XXI, la gran promesa que es todavía la UE, contribuye a que sus socios aporten cautela en cuestiones delicadas: quedarse fuera del club puede tener costes catastróficos en este mundo de despiadada competencia en el que cada vez surgen más potencias emergentes. Por eso Kosovo difícilmente puede ser un modelo para los nacionalismos occidentales más inquietos. Los movimientos de “liberación nacional” basados en la lucha armada, aunque sigan existiendo, son propios de otras épocas o de latitudes lejanas al continente europeo. Sobre todo si el resultado final es una frágil independencia y un país devastado, incapaz de funcionar eficazmente por sí mismo, y con serios problemas de vecindario.



















Si el Ejército Zapatista de Liberación Nacional atrajo la simpatía de numerosos intelectuales y grupos alternativos de Occidente en la segunda mitad de los noventa, fue debido a que el Subcomandante Marcos, con su pasamontañas y su pipa supo darle una imagen más amable y mediática que realmente letal. El EZLN era un movimiento indigenista, con una discurso político alternativo, que conectaba muy bien con los grupos de reivindicación social, anticapitalista y antiglobalización de mediados y finales de los noventa, como los sin-tierra brasileños, los cocaleros bolivianos, los piqueteros argentinos o los jóvenes okupas europeos. El EZLN desarrolló un amplio corpus doctrinal indigenista y contra neoliberal, más que una ofensiva militar, que apenas duró dos semanas, a comienzos de 1994. Esto le atrajo las simpatías de numerosos intelectuales progresistas occidentales, los cuales le aseguraron un amplio eco internacional, posiblemente superior a la amenaza real que representaba contra el orden establecido. Por contra, el discurso de la "vanguardia consciente" propio de los movimientos radicales nacionalistas y armados en Europa occidental está muy lejos de todo esto, y ya desde hace casi una década. Denota una falta de alternativas políticas viables, y dadas las condiciones actuales en Europa, es tan sólo una batalla de retaguardia, aunque siga generando víctimas. En cuanto al IRA, consiguió alcanzar parte de sus objetivos gracias al apoyo del lobby irlandés en los EEUU; y el UÇK, gracias al respaldo activo de Washington. Curiosamente, los movimientos armados de liberación nacional en Europa parece que sólo pueden obtener resultados tangibles contando con la superpotencia capitalista dominante.

De una forma u otra, Kosovo y Serbia han de rehacer sus relaciones. Les guste o no, seguirán compartiendo frontera durante decenios. Sobre todo, si ambos aspiran a entrar en la UE, lo cual parece el único camino viable para conjurar el espejismo de las interminables contradicciones y conflictos entre los pueblos balcánicos. Además, y a pesar del chaparrón de análisis y crónicas muy desnortadas sobre derechos nacionales, agravios comparativos y estrategias de sofá, nadie parece plantearse dónde va a comprar el futuro Kosovo soberano el gas, el petróleo y la energía eléctrica que necesita hoy en día cualquier economía nacional, por pequeña que sea. O de dónde van a llegar las inversiones para que el país salga a flote. Muy posiblemente una parte nada desdeñable de todo ello procederá de Rusia. Una importante compañía americana está terminando el oleoducto AMBO, que unirá el Mar Negro con el Adriático a través de Bulgaria, Macedonia y Albania; pero el combustible que circulará por él será ruso.

No hay que dejarse engañar: a la que se apaguen los focos mediáticos, albaneses de un lado, y serbios y rusos del otro, se pondrán de acuerdo en muchas cosas. Para muestra el caso de Behgjet Pacolli, el millonario albanés cuya recién fundada Alianza para un Nuevo Kosovo quedó tercera en las últimas elecciones kosovares y que
hizo buena parte de su fortuna en Rusia. No es el único caso: muchos hombres de negocios albaneses están haciendo dinero con los rusos. De hecho, algunos actúan incluso como sus intermediarios, comprando terrenos en Montenegro, en Croacia, en diversos puntos de los Balcanes

















Mapa con el recorrido de AMBO, que junto con el Constanta-Omisalj son vías de acceso del petróleo ruso a Europa, aunque las infraestructuras sean occidentales

Por lo tanto, los negociadores de la UE intentan ajustar estos días la rentabilidad mínima que debe tener un Kosovo soberano y de qué forma va a contribuir a ello el restablecimiento de puentes con Serbia. El problema reside en que los medios de comunicación y algunos políticos siguen enfocando la cuestión en clave de catastrofismo balcánico, como si estuviéramos aún en 1991. El sensacionalismo caduco aún vende, pero ya no refleja realidades sobre el terreno. No va a producirse ninguna nueva guerra, al menos impulsada por Serbia; por la sencilla razón de que no existen fuerzas, ni líderes, ni logística para ello; y los actores locales carecen de autonomía para organizarla, aunque tuvieran intenciones de llevarla a cabo.



















Una fotografía difícil de obtener: Richard Holbrooke y Madeleine Albright, juntos. Ambos se profesaban una activa antipatía mutua, y en 1999, "Maddy" Albright hizo todo lo posible para impedir que "Dicky" Holbrooke volviera a aplicar en Kosovo la fórmula que había pacificado Bosnia cuatro años antes. Que Albright pudiera desarrollar una política tan desastrosa anulando al arquitecto de Dayton, fue debido a la decadencia de la administración Clinton en sus últimos tiempos y al desinterés del presidente americano por la política exterior

En cambio, el problema es el victimismo de las partes interesadas. Los serbios, porque desaparecido Milosevic y con un régimen plenamente democrático, han aprendido a utilizar con ventaja ese recurso que tan buenos réditos políticos les deparó a las otras repúblicas ex yugoslavas ante las potencias occidentales. Y los albaneses, porque desde 1999 no han tenido que ceder en nada. Han utilizado a la OTAN en beneficio propio, han tenido protección y ayudas internacionales e incluso, en tres ocasiones, se les permitió aplicar la limpieza étnica. Ello fue debido a la nefasta iniciativa de la secretaria de estado norteamericana Madeleine Albright, que en 1999 respaldó una victoria albanesa aplastante. Algo que contradecía y liquidaba el espíritu de las negociaciones de Dayton que pusieron fin a la guerra de Bosnia y que se basaba en una paz sin vencedores ni vencidos. Por lo tanto, también ahí el quid está en Kosovo: mientras no se recupere el talante de 1995, la reconstrucción de Bosnia seguirá tan paralizada como hasta ahora. Y todo ello a mayor gloria del presidente Bush empeñado, por razones bien obvias, en hacer que los europeos tengan también su propia catástrofe iraquí.

Francisco Veiga es profesor de Hª Contemporánea de la Europa oriental y Turquía, UAB

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