domingo, diciembre 02, 2007

“Un hombre de nacionalidad rumana…”






















Ejemplo a seguir: cubierta del libro de Miguel Pajares del cual se hace una breve reseña al final de este post. Un estudio profesional y completo sobre un asunto controvertido que no interesa a los políticos españoles

En los últimos tiempos han menudeado noticias desagradables o dramáticas protagonizadas por inmigrantes de nacionalidad rumana. Primero llegaron a nuestros telediarios y periódicos algunos casos de violencia de género, como se dice ahora, de forma gramaticalmente impropia pero políticamente correcta. Después, a comienzos de septiembre, nos golpearon las espantosas imágenes de un inmigrante rumano quemándose a lo bonzo en Castellón. El hombre, se prendió fuego en protesta por el precario estado económico de su familia, tras llegar a España con una promesa de trabajo que resultó ser falsa, tras lo cual tuvo que sobrevivir tres meses, junto a su mujer y sus dos hijos, con la venta callejera de refrescos y chatarra. Ingresado con quemaduras que le interesaban hasta el 70% de su cuerpo, sobrevivió quince días en estado crítico antes de fallecer, el 19 de septiembre. El caso de Marian Mitriţă, que era como se llamaba este pobre hombre de etnia gitana, tuvo derivaciones todavía más penosas cuando, ya en Rumania, su familia segregó a su esposa, señalándola como causante de la tragedia. Todo ello fue cumplidamente seguido por la prensa española y en algunos casos, aunque parezca obsceno, incluso algunos intentaron sacar réditos políticos, aunque fueran mínimos.



El horror de una tragedia innecesaria: Marian Mitriţă se prende fuego ante las cámaras. Sucedió en Castellón, provincia que aglutina un destacado porcentaje de la inmigración rumana en España












Para rematar el conjunto, la Unión Hispano-Rumana “Dacia” tuvo que intervenir para que You Tube retirara un vídeo de intencionalidad xenófoba en el cual la canción de Georgie Dan “La Barbacoa” acompañaba las imágenes de Mitriţă ardiendo. ¿Recuerdan la escandalera que se organizó en marzo de este mismo año, cuando se publicó la noticia de que un fiscal turco había bloqueado la difusión de You Tube en el país porque la empresa no había retirado un video ofensivo contra la figura de Atatürk? Por entonces hubo mucho llanto y crujir de dientes ante el “avasallamiento” de la libertad de expresión que parecía significar el correctivo aplicado a la política editorial de You Tube. Después de ese incidente hubo otros muchos similares. Sólo dos meses más tarde, el Pentágono prohibía el acceso desde los equipos del Departamento de Defensa a You Tube y My Space; los motivos fueron técnicos, pero la decisión generó polémica, porque no parecía que se tratara sólo de eso. Por estos pagos se ha denunciado reiteradamente la utilización de ese foro para colgar vídeos de violencia y abusos grabados por adolescentes; y en ese contexto entraba el vídeo xenófobo montado a costa de Marian Mitriţă; pero en este caso, nuestros bravos medios de comunicación pasaron de puntillas sobre el asunto, claro que sí. De hurgar en el drama del gitano suicida sí que se podía sacar algo; de denunciar nuestro propio humus xenófobo, no.

Pasaron las semanas, que ni siquiera meses, y muy a comienzos de noviembre estalló el escándalo de las expulsiones masivas de rumanos en Italia. Todo comenzó cuando una mujer italiana fue violada, robada y asesinada en Roma presuntamente por un ciudadano rumano de etnia gitana, residente en un siniestro poblado de chabolas, Tor di Quinto. El gobierno italiano respondió aprobando un polémico procedimiento de expulsión que en teoría afectaba a todo el colectivo de inmigrantes rumanos en Italia, más de medio millón. Europa quedó boquiabierta ante la contundencia y celeridad con la que actuaron las autoridades italianas: en cuestión de horas el gobierno Prodi aprobó un decreto urgente que habilitaba a los prefectos de todas las ciudades de toda Italia a expulsar ciudadanos de otros países de la UE por causa de delitos o “motivos de seguridad pública”. En realidad, el decreto iba dirigido contra los rumanos y las expulsiones comenzaron casi enseguida: inicialmente afectaba a unas 5.000 personas.

El escándalo era un nuevo producto de la siempre tortuosa política italiana: una jugada del actual alcalde de Roma, Walter Veltroni, recién ungido como líder de la nueva formación de centro-izquierda, el Partido Demócrata. Como sucesor natural de Romano Prodi, actual primer ministro, Veltroni se estrenó con un golpe de efecto populista que dejó fuera de combate a la derecha: convocó una conferencia de prensa y pidió mano dura contra la emigración descontrolada. Ante esa situación y teniendo en cuenta que se espera una pronta convocatoria de elecciones en Italia, Prodi sólo tenía la opción de desautorizar a su heredero político o seguirle el juego. Así fue como Veltroni pilló descolocados a todos, incluido al presidente de la República, Giorgio Napolitano, que firmó inmediatamente el decreto de expulsión.

Por lo tanto, el oportunismo político llevado al límite desató una crisis social muy peligrosa. Veltroni hurgó en los recovecos más turbios de los miedos italianos. Según él, hasta un 75% de las detenciones en Roma correspondían a ciudadanos de origen rumano. Desde que Rumania ingresó en la UE, en enero de este mismo año, miles de inmigrantes llegaron al país, haciendo de Italia el país de la UE que más rumanos acogió, y dejando en segundo plano la imagen de los albaneses como gran colectivo principal, con gran potencial delictivo.



La policía italiana irrumpe en fuerza en la barriada chabolista de Tor Di Quinto, que fue derribada en el contexto de la política de mano dura contra la inmigración rumana, puesta en marcha en Italia durante el pasado mes de noviembre







Todo este barullo que hubiera podido dar lugar a una verdadera catástrofe social y política fue desactivado en el último momento por la intervención del gobierno rumano, que el 7 de noviembre envió al primer ministro Călin Popescu Tăriceanu a entrevistarse con Romano Prodi. Rápidamente, los italianos suavizaron actitudes y maneras –de la misma forma que previamente las habían encrespado, con furia latina- y prometieron que las expulsiones sólo se ejecutarían puntualmente. Ambos políticos suscribieron acuerdos de colaboración y de paso aprovecharon para cargarle parte del muerto a Bruselas, enviando una carta para que la UE tomara cartas en el asunto; dicho de otra manera, para que aportara fondos destinados a programas de integración social de inmigrantes sin recursos dentro de la UE.

El pasado día 27, el presidente rumano, Traian Băsescu, llegó a Madrid en su primera visita de estado a España. Le acompañaban los ministros de Exteriores y de las PYME. Lo recibieron los reyes, visitó Castellón y allí, en la plaza de toros citó a miles de compatriotas que trabajan y residen en esa provincia. Los medios de comunicación españoles pasaron sobre esta visita; apenas mención en la prensa y rápida revista en la televisión.
Transcrito en una crónica de Europa Press, su discurso no llama mucho la atención. Pero aún así, los que conocen la lengua rumana en general y a Băsescu en particular, quizá pudieron apreciar un tono algo tenso, un punto bronco. Ciertamente, es el estilo característico de este presidente rumano, tirando a crispado y con capacidad de crispar. Y una de las frases que destacaba era aquella en que afirmaba que los rumanos que residen en España no entienden por qué el gobierno español mantiene la moratoria que impone restricciones a la libre circulación de trabajadores rumanos pese a la entrada de su país en la UE en enero.


Uno de los muy escasos efectos positivos que tuvo la crisis de los inmigrantes rumanos en Italia fue la disolución del grupo parlamentario de extrema derecha en la Eurocámara (Identidad-Tradición-Soberanía), a raíz de unas declaraciones antirrumanas realizadas por la diputada Alessandra Mussolini, nieta del dictador homónimo, que los ultra de Vadim Tudor se tomaron muy mal






Al parecer, hubo varias incursiones a esta idea: Rumania quiere que sus ciudadanos "puedan ejercer el derecho fundamental ganado por la adhesión a la Unión Europea, que es la libre circulación de personas". O bien, dijo mostrarse muy agradecido del "calor" con el que ha sido recibido en España, que "no espera más del Gobierno español de lo que ya está haciendo" con respecto a los rumanos que residen en este país y que sus conciudadanos están muy agradecidos por cómo han sido recibidos en España, aunque les gustaría "ser tratados como ciudadanos europeos", de ahí la petición del fin de la moratoria. Por supuesto, hubo una inevitable alusión a lo ocurrido en el país latino: "Gracias a Dios ustedes no se han convertido en Italia". Y continuó explicando que ningún país que expulse a ciudadanos rumanos se encontrará "con la sintonía de las autoridades rumanas" puesto que Bucarest sólo aceptará imponer restricciones a sus propios ciudadanos si hay una sentencia judicial. "Rumanía no se va a convertir en un tipo de cárcel para sus propios ciudadanos", prometió.

Por lo tanto, Băsescu se pasó por Madrid para proponer algunos negocios y sacar un poco de pecho. Eso está bien, es lo que un presidente debe de hacer por su país, sus ciudadanos y también por sí mismo. Otra cosa es que desde aquí digamos amén a todo, tras habernos entrado por una oreja y salido por la otra. Aunque sea brevemente, la cuestión merece algunos comentarios.

Parece evidente que existe un problema relacionado con la inmigración rumana, asociado a su vez con un nexo causal común: el acceso de Rumania a la UE, en enero de este mismo año, que ha supuesto un aumento considerable del número de migrantes; por lo tanto, a más recién llegados de una misma nacionalidad concreta, más problemas potenciales con ese colectivo: es un axioma estadístico. Según el Ministerio de Trabajo,
el número de rumanos con tarjeta de residencia en España se ha duplicado en nueve meses (a fecha de 2 de noviembre). Si en tan sólo ese periodo (de enero a septiembre) el número de residentes rumanos registrados ha pasado de 264.928 a 560.670, eso significa una afluencia de casi 296.000 recién llegados en nueve meses. No es de extrañar que se produzcan disfunciones burocráticas, problemas de todo tipo, malentendidos: es muy posible que pura y simplemente, la maquinaria administrativa española no está preparada para afrontar un incremento que, además, ha continuado concentrándose en determinadas provincias, no se ha distribuido por toda la península. Y ello haciendo referencia tan sólo a los inmigrantes legalizados, ni se habla de los numerosos casos de personas que residen sin papeles. Ante este fenómeno sí se entiende mejor el asunto de la moratoria que Băsescu cuestiona. O por el contrario, quizá sería mejor levantarla, si realmente resulta que no sirve para nada. ¿Qué dice el gobierno español a todo esto?




















El presidente Traian Băsescu se dirige a la colonia de rumanos en España en la plaza de toros de Castellón, noviembre de 2007


Por otra parte, el presidente de Rumania nos explica que la razón por la cual los rumanos abandonan su país es "porque los sueldos son superiores" en los países a los que emigran. En consecuencia, siempre según Băsescu "esto se terminará cuando los sueldos en Rumanía sean aceptables para las aspiraciones de los rumanos". No sé qué pensarán ustedes, pero a mi esta argumentación me parece un tanto ingenua. La pregunta que viene a continuación sería: “¿Y por qué los sueldos en Rumania son tan bajos?” Porque según el mismo presidente admite, hablamos de dos millones de emigrantes rumanos. Dos millones sobre una población total de 22 millones de habitantes, es mucho emigrante: más del 9% de la población total del país, sin contar la proporción que supone de la población activa real. Es cierto que los rumanos son ahora ciudadanos de un estado miembro de la UE; pero parece claro que Rumania es un país de la comunidad cuya economía está bajo sospecha. Porque no es muy “comunitario” eso de tener fuera a dos millones de ciudadanos para que la economía nacional pueda seguir funcionando; y más ahora, cuando al parecer, siempre según Băsescu, Rumania tiene un "déficit de fuerza de trabajo". Dicho en otras palabras y reconocido desde hace tiempo por la prensa rumana: es tan elevado el número de emigrantes que muchas empresas locales han tenido que contratar inmigrantes de otros países para cubrir los huecos.



La trama argumental de "Lamerica" parte de los intentos de un empresario italiano por montar una empresa ficticia en Albania para intentar cobrar subvenciones de forma fraudulenta












Pero aún hay más: la abultada emigración rumana ha supuesto también una auténtica fuga de cerebros: ¿Cuántos miles de ingenieros, arquitectos, médicos y demás profesionales están trabajando como emigrantes en España o Italia, y en puestos laborales de base en sectores como restauración, construcción, agricultura etc.? Por supuesto, esto no concierne a las autoridades españolas e italianas, pero no parece muy normal que un gobierno de la UE, como es el rumano, no controle la fuga de cerebros o el deterioro del propio tejido social. Porque eso no dejará de repercutir en la perpetuación de un desarrollo económico y social deficiente y en el mecanismo fácil de que la emigración que “lo arregla todo”, especialmente la balanza de pagos siempre deficitaria.

Bien, ya sabemos: las autoridades rumanas no han tenido tiempo aún de enmendar estos problemas. Y otros peores. Por ejemplo: resulta que las empresas extranjeras que se han establecido en Rumania, pagan sueldos iguales o incluso inferiores a los que abonan las empresas rumanas. En busca de mano de obra barata, firmas italianas del textil, por ejemplo, están ofreciendo en Rumania salarios de 50 euros al mes por jornales de 10 ó 12 horas diarias [dato aportado por Miguel Pajares en pag. 70 de su libro, vid. más abajo]. Esto es, pura y simplemente, un escándalo de escala europea. Por lo visto, la situación retratada por Gianni Amelio en
Lamerica (1994) para ciertos empresarios italianos en Albania, sigue perpetuándose en otros países del Este. Pero, y no me gustaría equivocarme, da la sensación de que aquí hay algo que no cuadra, en lo tocante al precio real de ciertas estrategias destinadas a atraer la inversión extranjera, sea como sea. Y posiblemente, una parte de la responsabilidad le corresponde al gobierno rumano. Dicho de otra manera más clara: ¿No estaremos financiando entre todos (inmigrantes rumanos, países de la UE) la rapacidad neoliberal de unos y la incapacidad gestora y política de otros?

También es de suponer que no existen intenciones poco confesables trenzadas en el proceso. Pongamos por caso: la de sacarse de encima a sectores sociales inadaptados facilitándoles la salida en la corriente de inmigrantes. Esto no es nada nuevo: lo hicieron bastantes regímenes políticos a lo largo de la historia. Enviar fuera al ciudadano problemático puede ser ya de por sí un alivio; pero si además éste contribuye con sus remesas de divisas más o menos regulares o legales a la economía nacional, mejor que mejor, doble ventaja. Claro, hacer eso sería una mala idea, porque afectaría a la imagen global de la emigración rumana. Pero al fin y al cabo, es lo que, por desgracia ocurrió en Italia. Y además, hemos de recordar que Rumania tiene un importante problema de corrupción administrativa; de hecho, el asunto le da bastantes dolores de cabeza a Bruselas, y fue el caballo de batalla del aparatoso enfrentamiento reciente de Băsescu con su propio gobierno. Por lo tanto, ya saben: el miope interés de los corruptos puede dar lugar a errores de gran calado e ir en contra de los intereses del país o de la gran mayoría de ciudadanos honrados.

















George Gigi Becali, empresario multimillonario, político y accionista mayoritario del C. F. Steaua, autor del proyecto de financiar pequeños partidos políticos independientes integrados por emigrantes rumanos en los países de acogida. En España, la idea cuajó en octubre del 2006 en el PIR, Partido Independiente Rumano, liderado por el constructor Augusto Tecu, afincado en Castellón y de tendencia centro-derecha. Becali, conocido como el "Berlusconi rumano", es amigo del líder ultraderechista rumano Corneliu Vadim Tudor


En todo caso, estas son cuestiones a discutir. Cuando se apagan los discursos, una vez subsanados los momentos de tensión demagógica, no deberían dejarse de lado los debates serios, académicos, técnicos, sobre estas cuestiones. Justamente, porque estamos hablando de muchas decenas de miles de trabajadores honrados y eficaces, de la rentabilidad económica y social de la emigración para todos, del futuro de la UE. Aquí, en España, como sabrán muchos lectores extranjeros de este blog, andamos inmersos en pleno periodo preelectoral. Uno de los partidos contendientes ha propuesto una implicación más activa en la lucha por combatir el calentamiento global de la atmósfera. La oposición argumenta que esa es una cuestión a cincuenta años vista, como mínimo. Puede ser, pero España es uno de los países que peor está cumpliendo con el protocolo de Kyoto, y este tipo de problemas han de abordarse antes de que transcurran esos cincuenta años. Sin embargo, y de la misma forma, hay otros asuntos de matriz progresista que deberían ser debatidos, so pena de que las campañas electorales se conviertan en un espectáculo populista y demagógico que ofende la inteligencia del ciudadano medio. Y uno de ellos es el debate político sobre la inmigración, abierto y público. No a favor o en contra: a estas alturas de siglo, estar a favor o en contra de las corrientes migratorias es tan absurdo como estar a favor o en contra de que la lluvia caiga hacia el suelo. No: la cuestión es debatir sobre el control, rentabilización e integración de la inmigración, poner sobre el tapete temas importantes sobre el asunto, y con la debida antelación. Si resulta que los inmigrantes rumanos (y de otras nacionalidades comunitarias) pueden ya votar en nuestras elecciones municipales e incluso pronto en las generales, quizá sería interesante ir logrando una mayor sintonía, despejando malentendidos, que de eso se trata. Por ejemplo, ¿podría ser cierto que la última regularización masiva de inmigrantes en España se debió en parte a presiones bancarias, como parecía insinuar el diario “România Liberă” no hace mucho?¿Da igual que medios de prensa o políticos extranjeros aticen la idea de que la emigración de su país es fundamental para el desarrollo del de acogida? Pues si eso es cierto, sería interesante tenerlo bien claro. Se trata precisamente de evitar manipulaciones políticas de uno u otro lado. O de sacar a la clase política española de la poltrona, en la que a veces esperan pacientemente sus grandes figuras, hundidas en la comodidad, para ver de quién pueden copiar en asunto delicados, como el de la inmigración: ¿De Sarkozy?¿De Merkel?¿De Veltroni?

Mientras tanto, los lectores interesados en el tema tienen a su disposición el libro de Miguel Pajares, Inmigrantes del Este. Procesos migratorios de los rumanos, editado por Icaria en este mismo año de 2007. Es un volumen de 274 páginas que sale por 16,50 euros, que ha contado con subvención o apoyo del Eusko Jaurlaritza (Gobierno Vasco) y la Generalitat de Catalunya – Secretaria per a la inmigració. Se trata de un trabajo serio, llevado a cabo por un antropólogo social como es Miguel Pajares, que lleva ya tiempo investigando sobre el fenómeno inmigratorio en España y la integración. En este libro, el autor maneja una importante bibiliografía de referencia, así como datos no publicados u obtenidos en Rumania. Pero sobre todo, Pajares trabaja sobre el terreno, en Rumania y España: entrevista, escucha, observa. Esto es muy importante, porque convierte a su libro en un trabajo empírico, de esos que hacen mucha falta. La única deficiencia, aunque totalmente subsanable, es que la obra fue terminada antes de que Rumania ingresara como miembro de pleno derecho en la UE, por lo que Pajares no ha llegado a tiempo de analizar el impacto que eso ha tenido en el fenómeno migratorio rumano. Por eso, estamos ante un libro que tarde o temprano necesitará de nuevas reediciones.

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