martes, octubre 09, 2007

Guerreros de la guerra


Un gesto característico de Bernard K



















En las últimas semanas, este blog tuvo el honor de adelantar un par de asuntos que, inopinadamente, saltaron a la prensa días o semanas más tarde. Uno de ellos fue el debate sobre la polémica figura de Kouchner. En cuestión de pocas semanas, hemos visto aflorar al verdadero Bernard K: vanidoso hasta el punto de querer eclipsar a su jefe Sarkozy, cínico, y como otros muchos tránsfugas de la izquierda radical de los sesenta, con su almita de neocon vocacional cada vez más blindada. Que nadie se queje ahora: ya en los noventa, Bernard K. decía, refiriéndose a la buena marcha de una ONG como las que él había fundado: “Si se quiere lograr algo en esta área, se tiene que ser un hombre de negocios y tener sensibilidad para la publicidad y la comercialización […] Si no se acepta que la ley del mercado también es válida para la industria de la caridad, no se conseguirá su introducción en ninguna parte”. La cita la recoge Maite Serrano Oñate en un valioso artículo sobre: “Las ONGD en la encrucijada: del estado del bienestar a la franquicia de estado”, que a su vez forma parte de uno de los muy escasos libros que se atreven a afrontar el fenómeno de las organizaciones no gubernamentales de forma valiente y realista: Las ONG y la política, con aportaciones de diversos autores, todos ellos expertos en el asunto, coordinados por Marisa Revilla Blanco (Ed. Itsmo, Madrid, 2002)



El gesto, los trajes: mímica y vanidad








Bernard K. es experto en largar frases inoportunas, que lo definen precisamente como él mismo no desea presentarse. Si a alguien le han hecho un refrán a la medida, “por la boca muere el pez” fue pensado para Kouchner. Recientemente, hemos vuelto a saborear algunas de estas boutades (en el sentido de exabruptos) de Bernard K. A mediados de septiembre largaba, en versión siglo XXI aquella vieja máxima latina: “Si vis pacem, para bellum”. En su opinión, había que prepararse “para lo peor” y eso era la guerra con Irán. Los medios de comunicación tendieron a la misma conclusión: el gobierno francés parece querer postularse como el nuevo amigo de confianza del ejecutivo Bush, ahora que Tony Blair ya no vive en Downing Street. Claro está, después de largar en el inequívoco y viejo lenguaje del belicismo, Bernard K. hizo y deshizo, explicó y lió para que se entendiera que los preparativos de guerra “no eran para mañana”, que él quiso decir esto y lo otro. Pero como afirmaba
Jean Daniel en un interesante artículo publicado en varios medios: “¿No es suficiente la amenaza estadounidense? ¿Necesitaba George Bush que los europeos fueran más allá?”. Cuando ni el mismo George Bush puede hacer creer a nadie que realmente tiene una salida para Irak, y queda muy claro que una nueva aventura militar en Irán sería una locura pura y dura, una chaladura digna de ser filmada por Kubrick, ¿qué necesidad tiene Kouchner de ser más papista que el Papa?

No debe ser su otoño de la suerte. Después de trapichear por Libia a base de ventas de armas a cambio de enfermeras búlgaras (eso sí que es tener mentalidad de empresario aplicada tanto a la industria de la caridad como al armamento) porque tras ponerse de manifiesto él mismo en su nuevo uniforme de gala como aprendiz de warmonger, el régimen militar de Myanmar aplastó la protesta pacífica encabezada por los monjes budistas desde el 19 de agosto pasado. La brutal represión de las autoridades a finales de septiembre, sacó a flote, de nuevo, el célebre informe de BK Conseil, para favorecer la entrada de Total en la antigua Birmania. E hizo recordar algunas de las torpes justificaciones de Kouchner cuando comenzaron a quedar en evidencia los abusos: que los birmanos que se había encontrado estaban “muy contentos” con la presencia de Total en el país, que el trabajo forzado era “una antigua costumbre legalizada ya por los británicos en 1907” (sic!) y, de todas formas, que dos decretos de 1999 y 2000 habían terminado con esas prácticas… decretos que de hecho no se llegaron a aplicar.



















Otra "grimace" de Bernard K., acompañando una nueva combinación de escogida elegancia



Sinceramente: cuesta entender cómo determinada izquierda progresista e hipocritona pudo aplaudir a Bernard Kouchner, año tras año, cuando ya quedaba muy lejos su aura de fundador de Médicos sin Fronteras. Sus torpezas y ambiciones se metieron cuidadosamente bajo la alfombra y ni siquiera sus émulos en otros países (por estos pagos también los tuvimos, ¿recuerdan?) lograron parecerse al desconcertante modelo. Y sin embargo, erre que erre. El pasado día 4, “El País” le publicó a André Glucksman un artículo justificativo hacia su amiguete Bernard K. De Glucksman a Kouchner, claro que sí. Nunca tan distantes en sus posiciones ideológicas, claro que no. Dispuesto el uno a mezclar las ambiciones políticas con la “industria de la caridad”. Siempre a punto el otro a confundirlo todo en el mismo perol: Irán con Irak, y por supuesto, la justificación ad aeternum de los errores cometidos y no resueltos. Hay que seguir buscando armas de destrucción masiva, y para Kouchner y Glucksman y Bush y todos los demás de la misma cuerda, si no se encontraron en Irak, aparecerán en Irak. A eso se llama echarle contumacia y caradura: ni siquiera se han molestado en cambiar de argumento para justificar una nueva guerra.



Mirada directa, dedo acusador. "C´est la guerre, monsieur!"








Pero ese no es el problema sino que una izquierda suavecita y "bienintencionada", aplaude todavía a Bernard K., pensando, ingenuamente, que sigue siendo de los suyos. En el fondo, el corazoncito de Kouchner es rosa. Algo así creyeron los socialistas polacos de Józef Piłsudski, el gran padre de la patria con ambiciones de dictador: que nunca había dejado de ser uno de los suyos, que al final reaparecería el viejo socialista de línea dura que había sido en su juventud. Pero no fue así, y mientras tanto, Piłsudski iba liquidando una tras una, las instituciones de la Polonia democrática, de común acuerdo con la plutocracia local. Y algo similar ocurrió con otro ex socialista: Benito Mussolini. Pues no, sintiéndolo mucho, el haber sido de izquierdas no es un estigma que marque para siempre (como tampoco lo es el catolicismo, por cierto). ¿Guerreros de la paz, como tituló Bernard K. uno de sus propios libros? ¡Anda ya!: Guerreros de la guerra.





















La verdadera utilidad del dedo de Kouchner, según caricatura publicada en la prensa francesa

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