domingo, julio 01, 2007

Los turcos no son divisibles






"Taksim": fotografía de Bulent İcgudel, 2006






Dada la rapidez con la que pueden evolucionar los acontecimientos en el Sudeste europeo y Próximo Oriente, algunos aspectos del artículo que sigue más abajo podrían variar en cuestión de días. Por ejemplo, no sería extraño que los intentos de Erdoğan por desactivar la crisis en el Kurdistán iraquí quedaran en nada ante las reiteradas presiones del Ejército turco por intervenir en la zona. Algunas fuentes, habitualmnete bien informadas, ya hablan de una fecha precisa para la operación militar: en torno a las elecciones del 22 de julio.

Pero el mensaje real de la pieza no resultaría afectado por esos acontecimientos, ni tan siquiera en el peor de los casos, aunque Turquía se quedara definitivamente fuera de la larga marcha por acceder a la Unión Europea. Tal como están las cosas, el país no saldría demasiado perjudicado del desencabalgamiento. Sobre todo, desde las consideraciones más estrictamente sociales y económicas. Turquía está creciendo a buen ritmo, y las tensiones subterráneas que empieza a sufrir la economía de la UE -enjugadas por la ciudadanía- podrían tener efectos muy negativos sobre la estabilidad social turca. En cambio, el adiós de Turquía sería un golpe importante para Bruselas, ahora que se estaban dando pasos hacia la estabilización en el proceso de integración, superando las histerias de hace dos años. Demasiadas impotencias sumadas, especialmente ahora, que Polonia ha salido triunfante del pulso en la cumbre sobre el Tratado (22-23 de junio) y volverá una y otra vez con nuevas exigencias o desplantes.


Unidad del Ejército turco operando en las montañas del Kurdistán iraquí, 1995






Lo más destacable del artículo es la idea de que, en relación a Turquía, deberíamos relajar esa tendencia a escoger, o a que nos obliguen a hacerlo. ¿Por qué debemos posicionarnos continuamente? ¿Islamismo o laicidad?¿Lo de 1915 fue un genocidio o no?¿Es Turquía europea o asiática y en qué proporción? Nadie intentó obsesionarnos con este tipo de planteamientos cuando, durante las negociaciones de acceso a la UE, el gobierno de Polonia presionó hasta el final (y aún no estaban los nefastos Kaczynski en el poder) buscando obtener ventajas excepcionales. Después, nadie pareció preocupado por discutir si la cultura política de países cristianos y ortodoxos, como Rumania o Bulgaria, eran adecuados para el espacio comunitario (lo que, por otra parte, hubiera sido una soberana tontería). Mucho peor es el caso de Croacia, que se está colando por la puerta de atrás de la UE, sin que a nadie le interesen un comino responsabilidades históricas como las que tuvo en el desencadenamiento de las guerras de la ex Yugoslavia o el reparto de Bosnia. No digamos en el hecho histórico de que fue el único aliado de la Alemania nazi que tuvo campos de exterminio propios (Jasenovac) en los que se batieron marcas de liquidación de serbios, gitanos y judíos. Nadie va a demandar cuentas históricas y nadie pide o da opiniones.

Ahora, Turquía no debe decantarse por el islamismo o el laicismo, es una discusión ociosa y, sobre todo, peligrosa. Nosotros, desde Europa, todavía tenemos menos derecho a intervenir en tales querellas. Ambas opciones han de convivir y contribuir a que el país se encuentre a sí mismo. Ese es su destino histórico, no hay otro. Hace casi un siglo, Mustafa Kemal logró encontrar una salida a la catástrofe histórica que supuso para los turcos el hundimiento del Imperio otomano. El temple del líder sirvió para evitar la destrucción de Turquía en unos años especialmente turbulentos. Por desgracia murió relativamente joven, antes de que pudiera reorientar la marcha del país hacia la modernidad en las nuevas circunstancias que supuso el final de la Segunda Guerra Mundial. Esa tarea les quedó como herencia a los turcos. Y ahora, a comienzos del siglo XXI, la gran fase evolutiva parece estar llegando a buen puerto. Porque no se trata de que Turquía regrese a 1909 ó a 1923; ni siquiera a 1950. Esas batallas ya son historia. Ahora se han de resolver los desafíos que plantea 2007 y ya no son necesarios los fusiles, los golpes de estado ni las aventuras políticas, sino la voluntad de todos los turcos de progresar conjuntamente.

















Mayo de 1909: Las tropas del denominado Ejército Operacional ocupan las calles de Estambul tras aplastar la rebelión contra el regimen de los Jóvenes Turcos. Fue el primer encontronazo violento entre laicismo e islamismo turcos






Publicado en "El País", 29 de junio, 2007



Francisco Veiga
Turquía, o el irreversible camino hacia la modernidad


Lo sabe casi cualquier turco: cuando el primer ministro Recep Tayyip Erdoğan decidió no presentarse como candidato a la presidencia (una apuesta muy elevada, muy incierta y que no podía permitirse perder) la cúpula de su partido acordó que los candidatos alternativos podrían ser dos: Vecni Gönül, ministro de Defensa, en buenas relaciones con el estamento castrense. O bien, Nimet Çubukçu: una mujer, moderada ella misma dentro de un partido islamista moderado y que ni siquiera utiliza en público el polémico türban o pañoleta. El día 20 de abril, llegaron señales de que los militares podrían estar conformes con cualquiera de ambas opciones. Y entonces, se produjo algo inesperado.


Nimet Çubukçu, dirigente islamista y sin pañoleta. Pudo haber sido una buena opción para la presidencia turca











Bulet Arınç, el presidente del Parlamento, protagonizó una rebelión interna, apoyándose en la base más popular y radical del partido y postulándose él mismo como presidenciable. Ante esta presión, Erdoğan aplicó una solución salomónica: ni Gönül, ni Çubukçu ni Arınç: su ministro de Asuntos Exteriores y brazo derecho, Abdullá Gül, sería el candidato.

La noticia sentó muy mal en el Estado Mayor del Ejército, y no sólo propició el denominado “e-golpe” del 27 de abril, sino que facilitó una alianza táctica entre los principales partidos de oposición, con la satisfecha aquiescencia del poder judicial. Todo ello se revistió con protestas populares que en Turquía tuvieron un gran impacto, dado que en el país el fenómeno resultaba muy novedoso: no existe una tradición de manifestaciones cívicas a gran escala (aunque sí sindicales y de izquierdas, en los años setenta). Eso implica que el gran público tampoco tiene en cuenta las modernas técnicas de movilización que pueden utilizar gobiernos y partidos, y que en este caso agruparon mucho público espontáneo, pero también a participantes menos casuales, traídos y llevados a las diversas capitales.

En cualquier caso, queda claro que Erdoğan cometió un error al no llevar con mano más firme la cuestión de la candidatura presidencial. Los efectos del traspié han sido subsanados de diversas formas: en el Partido de la Justicia y el Desarrollo se han llevado a cabo las oportunas purgas de los elementos más radicales. La convocatoria anticipada de elecciones legislativas se hizo ágilmente y con las mínimas tensiones. Y la batalla para enmendar la Constitución e introducir la posibilidad de que el presidente sea escogido por sufragio universal, parece ir por buen camino, a pesar de la oposición del presidente en funciones, Ahmet Necdet Sezer, que en estos años ha hecho lo que ha podido por obstaculizar no sólo esta iniciativa, sino otras reformas que pudieran no parecerle suficientemente “laicas”.















Bülent Arınç, cabeza del sector conservador del AKP: una injerencia muy desafortunada


Pero donde más se puede percibir que Erdoğan es un político de altura es en la forma que está llevando, hasta ahora, las relaciones con el Ejército. Tras el error de abril –seguramente propiciado por la creencia de que Bruselas y Washington le iban a ser de más ayuda en este asunto- ha sabido trastear con el ejército como un verdadero De Gaulle: jugando en su terreno, manteniendo la autoridad e intentando desactivar las iniciativas más peligrosas. Por otra parte, unos y otros saben que las fuerzas armadas no tendrían apoyo internacional caso de una intervención en fuerza en el Norte de Irak. Que además, no sería de gran utilidad militar real, dado que en la actual situación política de esa zona, los guerrilleros del PKK podrían retirarse desde los montes de Qandil hacia el interior. De momento, Erdoğan ha invitado al primer ministro iraquí Nuri al Maliki a viajar a Turquía para neutralizar la crisis, lo que podría tener efectos ciertamente positivos, porque además demuestra que Ankara sabe jugar sus cartas en la zona. Eso sí: los turcos están deviniendo más y más filo rusos (algo hasta cierto punto tradicional en situaciones de emergencia nacional) y eso podría tener efectos nefastos para la política americana en Irak, sobre todo si la simpatía se extiende conjuntamente a Irán, lo que además podría formar una peligrosa tenaza sobre el kurdistán iraquí.

De todas formas, la situación turca es delicada. Por decirlo de alguna forma, el candidato a la UE se metió un gol en propia puerta con los sucesos de esta primavera. La imagen de inestabilidad política fue alarmante, y cobró tintes más oscuros a ojos de Bruselas ante la catastrófica entrada de Rumania en el club europeo debido a la crisis entre el presidente Băsescu, el gobierno y los partidos que integran la coalición y pueblan el Parlamento. La certidumbre de que Rumania entró antes de tiempo en la UE, los problemas que está creando Polonia, la llegada de Sarkozy a la presidencia francesa y el precario equilibrio de Oriente Próximo, propician la tendencia a ver y esperar cómo evoluciona la situación en Turquía. Pero ya se puede decir que 2007 ha sido un año prácticamente tirado por la borda en los esfuerzos del candidato turco.

Sin embargo, hay también elementos de optimismo. Ingrese Turquía o no en la UE, la legislatura del Partido de la Justicia y el Desarrollo ha creado un punto de inflexión muy positivo en la historia turca: es el final de una evolución que comenzó en 1950. Ha quedado demostrado que un gobierno islamista moderado puede ser tan occidental o más que los que hasta ahora se postulaban como adalides de la modernidad en Turquía, esto es, la clase media laica que detenta todavía importantes cuotas de poder. Y eso es muy interesante, porque demuestra que se puede operar una evolución positiva en el sentido de una modernización total de Turquía.




Como surgido de "Star Trek": Dr. Abdul Kalam, Presidente de la India y padre del programa nuclear de esa potencia











Entendámonos: no hay “dos Turquías”, no hay dos países. Hay dos clases medias, lo que es algo muy diferente y menos dramático. Una de ellas, más funcionarial y estatalista, la que denominados “laica”; la otra, de estilo más neoliberal y musulmán (no necesariamente “islamista”). Y no pueden autoexcluirse o eliminarse la una a la otra, eso sólo llevaría a la destrucción de Turquía, sin resultado alguno. Lo ideal sería que ambas clases medias tendieran a una cierta fusión para alcanzar ese estadio de modernidad propio de las potencias emergentes. En realidad están obligadas a entenderse y dirigir conjuntamente al país, es el inevitable camino hacia la modernidad y más en un país que está creciendo económicamente como lo hace Turquía. ¿Una armonización imposible? Ni mucho menos: recordemos, por ejemplo, que el presidente de la India, desde 2002, es el doctor Abdul Kalam, musulmán y padre científico del programa nuclear indio. El país que preside, de amplia mayoría hinduista, comparte un genocidio con el vecino Pakistán, país musulmán, y tres guerras. India: esa enorme democracia donde nunca ha habido un golpe de estado militar, en cuyo estado de Uttar la primer ministro es una mujer de la casta de los intocables, y que ya disputa con Japón el podio de la primacía económica.

¿No es ésta una referencia muy europea? Quizá no. Pero debería servir para recordar que tampoco lo es la actitud de mostrarse más laicistas que Bruselas: la UE ha estado apoyando al gobierno de Erdoğan y eso es un referente importante para recordar que nuestra evolucionada Europa actual reconoce la existencia de una moderna Turquía musulmana que existe y no va a esfumarse, por muchos conjuros sobre “agendas ocultas” que lancen los demagogos dentro y fuera del país

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