jueves, mayo 17, 2007

Kosovo y PSOE







Legionario español de uno de los primeros contigentes presentes en Kosovo



Hace tan sólo un par de días (14 de mayo), artículo insólito: Andrés Ortega, conocido columnista de “El País”, firmó y publicó: “Cuidado con Kosovo”. Realmente han tenido que pasar muchos años para que un periodista de plantilla del célebre rotativo adoptara unas posiciones como las que se leen ahí. No es que resulte escandaloso, ni mucho menos: es, simplemente, razonable en su tono general. Desde la perspectiva de las grandes potencias intervinientes, hay prisa por otorgarle la independencia a Kosovo y dar carpetazo al asunto. En 1999 se prescindió de la ONU para intervenir militarmente en la zona. Hoy, las potencias occidentales confían en que ésta sea proclamada precisamente por esa misma Organización de las Naciones Unidas. Claro, ello supone (como en 1999) que al menos Rusia vetará esa propuesta en el Consejo de Seguridad. Y que los nacionalistas albaneses proclamarán la independencia por su cuenta; lo cual supondrá, como en el caso de Croacia, en 1991, que una serie de países europeos y los Estados Unidos, reconocerán esa soberanía. En consecuencia, lleva razón Ortega, la UE se dividirá ante el problema.

“Primero se exigió a Kosovo que cumpliera ciertos estándares antes de darle un estatuto definitivo; luego los estándares a la vez que el estatuto; y ahora, casi sin explicación, el estatuto pasa por delante de unos mínimos que cumplir para acceder a la independencia” –apunta el autor. Una vez más, lleva razón. Una vez más, el caso de Croacia en diciembre de 1991, uno de los puntos de partida para la larga tragedia de las repúblicas ex yugoslavas, que de hecho ya había comenzado con Eslovenia en julio de aquel mismo año y terminó en la última guerra, la de Macedonia, en el invierno y primavera de 2001. Una década casi clavada.

Los rusos piden un poco más de tiempo para negociar mejor; y también, aunque no lo digan, para no dar a los albaneses la razón por sistema. La respuesta de algunos países occidentales es la consabida: ahí está la supuesta amenaza rusa en acción, la nueva y agresiva potencia que nos chantajea con el petróleo, el gas y el vodka. Pero “Moscú puede esta vez tener razón” –argumenta Ortega. El sueco Carl Bildt, ministro sueco de Asuntos Exteriores y un consumado veterano como mediador en las guerras balcánicas, está en esta misma línea. En su momento, allá por 1995, se esforzó por denunciar los peligros que suponían los dobles raseros que aplicaban las potencias occidentales en la supuesta mediación de los conflictos. Se lo torearon; se lo toreó Madeleine Albright, por ejemplo, en agosto de 1995.


Carl Bildt en una foto inusitada, inspirada al parecer en las de Philippe Halsman
















“La afirmación de Ahtisaari, apoyada por EE UU, de que ‘la independencia es la única opción para un Kosovo políticamente estable y económicamente viable’ no se basa en ningún argumento” –remata Ortega. No: tampoco lo era en 1999, cuando la intervención de la OTAN provocó la independencia de facto de Kosovo, rematada por una limpieza étnica de grandes proporciones propiciada por los nacionalistas albaneses ante la pasividad de las fuerzas de la OTAN. Y las cosas continuaron así en los años que siguieron, porque desde Occidente nadie cuestionó seriamente que algún día Kosovo sería independiente y se repitió una y otra vez, como en un mantra, la afirmación sin fundamento de Ahtisaari: “La independencia es la única opción para un Kosovo políticamente estable y económicamente viable”. Mientras tanto, el desgobierno se afianzaba, la minoría serbia se enrocaba, víctima de la marginación ajena y de la propia automarginación. No se aplicaron las ideas puestas en práctica en Bosnia en 1995, y eso que ese modelo estaba a pocos kilómetros de distancia. Casi nadie se planteaba las consecuencias que todo ello tendría en Macedonia, y de rebote, en todo el sur de los Balcanes. Sólo quedó en pie la difusa promesa de que algún día, Kosovo sería independiente. Y en España, todo eso adobado por las opiniones de algunos progres y nacionalistas de manual; o mejor, de catecismo. Es decir, edición de los años setenta.

Con todo, el artículo de Ortega contiene dos afirmaciones a considerar. La primera, esa tan contundente de que “el Kosovo independiente estará regido por bandidos y mafias y dominado por la corrupción, lo que le convertirá en un agujero negro y Estado fallido en medio de Europa, si es que no acaba uniéndose una débil Albania”. El final de la frase denota que Ortega quizá no conoce bien a los albaneses: los de la “madre patria” no suelen mirar con buenos ojos a los kosovares. Por lo tanto, no sería descartable una unificación (o reunificación, según cómo se mire y qué referencia histórica se utilice). Pero no sería ni mucho menos tan automática y a saber si en realidad Kosovo no terminaría anexionando a Albania y no al revés.

De cualquier forma, la afirmación de que Kosovo está gobernado por bandidos y mafias es demasiado contundente. Es cierto que Veton Surroi, hábil e inteligente, es la gran esperanza que nunca ha llegado a la cúpula del poder; que no parece un hombre capaz de crear y controlar tramas de poder que rivalicen con las de los clanes. También lo es que los antiguos intelectuales disidentes (Adem Demaçi, Rexhep Qosja) están ya muy fuera de juego y que los radicales de nuevo cuño (Albin Kurti) son muy intratables. Pero hay figuras intermedias con las que se puede contar siempre que desde las cancillerías occidentales se haga un esfuerzo por cambiar el lenguaje y los parámetros heredados de 1999.

Segunda afirmación de Andrés Ortega que tiene su miga: “Todo esto no tiene que ver con proyectar los demonios españoles sobre aquello, sino con la realidad de Kosovo, respecto a la cual la comunidad internacional puede estar cometiendo graves errores”. Frase metida con calzador que, justamente, pone evidencia lo que, justamente, pretendía disimular.
















Chiste gráfico de El Roto, publicado en "El País" durante la campaña de la OTAN contra Serbia por el conflicto de Kosovo: "Cuando un ejército sale por la puerta, otro entra por la ventana"


Casualidad de las casualidades: al día siguiente de leer la columna de Andrés Ortega, me topé en la red con un artículo de “Hispanidad”, publicación electrónica, edición correspondiente al 14 de mayo, nº 2669. El titular rezaba así: “Una fundación próxima al PSOE rechaza de plano la independencia de Kosovo porque carece de Estado de Derecho”. Subtítulo: Asegura que "rompería con la legislación internacional vigente" y pide que España y la UE defiendan su continuidad en Serbia”. Se puede leer más abajo que la fundación es “Alternativas” y que la autora del análisis es Ruth Ferrero.

Conozco a Ruth desde años y me cuesta creer que haya cambiado tanto sus puntos de vista como para mantener explícitamente la continuidad de Kosovo en Serbia, tal como suena. En realidad, según se puede leer al final de la pieza, sus recomendaciones son que España y la UE apuesten por mantener el status quo en la región balcánica "hasta la consecución de un verdadero Estado de Derecho, prosperidad económica y estabilidad política en la región", impulsando "los procesos de adhesión a la Unión Europea de los Balcanes occidentales, en particular de la adhesión conjunta de Serbia con Kosovo. Y continúa: "La visualización por parte de estos países del acceso a Europa es el mejor remedio para una aceleración de sus procesos democratizadores y la moderación de las tensiones nacionalistas", aconseja, antes de incidir en que España, "aprovechando su condición de presidencia de la OSCE, debería jugar un papel decisivo para conseguir llegar a un acuerdo lo más consensuado posible entre los principales actores involucrados en este conflicto".

La recomendación no está mal (supone llevar hasta el final las consecuencias que se extraían de la resolución 1244 de las Naciones unidas en 1999) pero a estas alturas es más una propuesta simplemente buenista que un plan realmente aplicable. ¿Quién les dice ahora a los dirigentes albaneses (a todos) que se olviden de lo dicho, que incluso el Plan Ahtisaari es demasiado extremo, que lo metan en un cajón y que volvamos todos juntos al status quo existente entre 1999 y 2007? Si alguna potencia o grupo de ellas tuviera intención de aplicar esa propuesta, desde luego no lo haría “a partir del acuerdo de las partes (…) sin caer en la coacción”. Esta propuesta, explicada así en difuso, sin precisiones técnicas adicionales, forma parte de la familia de las sugerencias celestiales que ni siquiera llegan a acariciar la gruesa piel coriácea de los bisontes balcánicos.

Parece evidente que el objetivo político del informe "Alternativas" es de consumo más nacional que cosmopolita. Lo que molesta bastante en Moncloa es que ahora, precisamente, se plantee la resolución en falso del problema de Kosovo a partir de una independencia tutelada por Naciones Unidas. Así, se lee: "Desde la perspectiva del Derecho Internacional Público", el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas "carece de competencias para alterar el status territorial de un Estado soberano miembro" (…) "Puede, efectivamente, adoptar medidas para el mantenimiento de la paz y seguridad internacionales pero eso no implica el ir creando y deshaciendo Estados".
















Vehículos de las Naciones Unidas víctimas de un atentado con bomba en Kosovo durante el pasado mes de febrero. Los autores fueron activistas radicales albaneses



Por lo tanto, hemos de sospechar que lo que Ortega pretende disimular tiene mucho que ver con el asunto: una independencia de Kosovo lanzada por Naciones Unidas interfiere en el proceso de paz en el País Vasco. El informe añade un párrafo un tanto críptico: "Por tanto, un Estado soberano en Kosovo sólo podría resultar del acuerdo de las partes, sobre las que, eso sí, se puede influir políticamente sin caer en la coacción, o de un hecho consumado reconocido por otros Estados y organizaciones internacionales atendiendo a un principio de efectividad". El subrayado es del autor de este blog y parece indicar que una autodeterminación a palo seco, seguida del reconocimiento internacional de algunas potencias sí sería aceptable… atendiendo al principio de efectividad. Es muy posible que me equivoque, pero esta idea, en paralelo a la situación del País Vasco ahora o en el futuro, da qué pensar. Y quizá también yerre en esto, pero da toda la impresión de que Ortega sacó las consideraciones para su columna del informe de Ruth.

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