sábado, enero 20, 2007

De Bosnia a Irak: miseria del intervencionismo en el espacio ex otomano


Jugando con mapas: Robert Gates en Irak, rodeado de altos mandos del ejército norteamericano destacados en la zona



La prensa española apenas se ha referido últimamente a la posibilidad; apenas lo mencionaba de pasada “La Vanguardia” en su edición del 11 de enero. Pero los planes para la partición de Irak en tres pequeños estados más o menos soberanos no son nuevos. Datan, como mínimo de 2004 –seguramernte ya se le daba vueltas a la idea en Washington desde antes de la invasión de marzo, el año anterior- y últimamente los análisis y noticias al respecto bullen a lo largo y ancho de internet. Y la segunda visita a Irak de Robert Gates, nuevo Secretario de Defensa norteamericano, en menos de un mes, también encajaría en el cuadro sintomático. Por lo tanto, la decisión de George Bush para incrementar el número de fuerzas presentes en el país no sería tanto una huida hacia delante como una maniobra mucho más calculada tendente hacia un fin concreto. La mayor presencia de tropas generaría por sí misma un incremento de la violencia sobre el terreno –que de hecho ya se está produciendo- pero a la vez garantizaría la puesta en práctica del reparto, ayudando a resolver los problemas puntuales que generaría, como el reasentameinto de las poblaciones expulsadas e intercambiadas en cada zona, por ejemplo. O la conformación de fuerzas locales y leales para la defensa de cada uno de los tres pequeños estados que surgirían del reparto. Y la ejecución de Saddam Hussein se cargaría de significado: habría sido la eliminación del último residuo importante del antiguo estado iraquí.

Aunque son numerosos los analistas, académicos y policy makers que se están refiriendo a la posibilidad de dinamitar los restos del estado iraquí, la
Brookings Institution, un think tank basado en Washington DC de tendencias demócratas. Dada la situación en la que se encuentran actualmente los republicanos frente a la oposición en las cámaras de representantes y el compromiso adquirido por el presidente de tenerlos en cuenta para solventar la situación en Irak, no sería tan extraño que el reparto de Irak fuera, en efecto, una idea pactada.

Dentro de la Brookings, el adalid de la "Soft-Partition"
es Michael E. O´Hanlon, Senior Fellow, Foreign Policy Studies Edward P. Joseph, Visiting Scholar, Johns Hopkins School of Advanced International Studies. O´Hanlon desarrolla en un sentido radical la idea del senador demócrata Joseph Robinette "Joe" Biden, Jr y de Leslie (Les) Howard Gelb presidente emérito del Council on Foreign Relations, un veterano think tank y editor de la prestigiosa revista “Foreing Affairs”. La apuesta de Biden y Gelb iba en el sentido de convertir a Irak en una laxa federación; O´Hanlon añade algunos ingredientes indigestos, como la idea de que el mismo gobierno de Irak (que es una de las esencias de la guerra civil en curso) “ayude a las minorías amenazada a reubicarse donde se encuentren más seguras, ayudándoles a encontrar nuevos empleos y domicilios”.

Rostros satisfechos: de izquierda a derecha, arriba: Biden y Gelb. Abajo, en blanco y negro: O´Hanlon


Lo interesante de la propuesta de Michael O´Hanlon es que toma como modelo calcado la supuesta solución aplicada en Bosnia en 1995. “In effect, Iraq is already becoming Bosnia” –asegura el autor. Y se refiere a la república ex yugoslava una y otra vez, con todos los tópicos habituales como guarnición: Dayton, limpieza y resituación, corredores libres y todo aquello que, según él, le confiere a Irak una “Balkanlike, territorial logic”. Por lo tanto, el país árabe se está desintegrando a ojos vista y según el analista, su partición contribuiría a crear “subrregiones militarmente defendibles” que supuestamente contribuirían a atenuar la violencia. Eso sí, debería preservarse una sombra de estado unitario que, entre otras cosas, “garantizara el reparto de equitativo de los beneficios del petróleo”. O´Hanlon es consciente de que “la resituación étnica es repugnante y no está libre de riesgos, pero si se lleva a cabo con cuidado como política de gobierno, puede desarrollarse de forma menos traumática que en los Balcanes”.

Por lo tanto, a esto hemos llegado: a admitir que la limpieza étnica puede ser un paliativo si se aplica “como política de gobierno”; aunque, claro, siempre quedaría por definir si el gobierno de Pale, en Bosnia, tenía más o menos autoridad para aplicarla que el gobierno de Zagreb o el de Knin. Desde luego, la idea debe de poner los pelos de punta a sectores mediáticos y políticos del ámbito socialista en Madrid (y también Barcelona) donde cualquier alusión a que la intervención en Irak es comparable a las que tuvieron lugar en Bosnia o Kosovo deviene riguroso anatema. No sería impensable la aprobación de una ley que persiguiera cualquier aseveración al respecto.



Mesianismo anglosajón: Strobe Talbott, presidente de la Brookings Institution y convencido defensor de federalizar el espacio político de la globalización.


En otro orden de cosas, la propuesta de la Brookings, como la del dúo Biden-Gelb en su momento tienen su lógica interna, dado que el presidente del think tank es nada menos que Strobe Talbott, uno de los hombres de Clinton y rabioso defensor de la “federalización global” (y por lo tanto, ideólogo de la solución aplicada en Dayton). Lo malo de muchos think tanks es que tienden a imaginar propuestas teóricas demasiado esquemáticas y en vacío. Y ésta es una de ellas. Porque es evidente que Irak no está en los Balcanes, pero sobre todo, que no estamos en 1995, lo cual quiere decir muchas cosas importantes. Una de ellas, que las cosas no se enfocan de la misma manera que entonces, no se está operando con el mismo cuadro de valores, la imagen de los Estados Unidos ha cambiado. Y sobre todo, no hay en la zona un Milošević y un Tudjman capaces o dispuestos a garantizar desde la vecindad las fronteras de ese extraño engendro que sería un Irak compuesto por una república "irakurda", otra "irakosunita" y una tercera "irakochiita". Más bien ocurriría todo lo contrario: Irán buscaría intervenir de forma directa en esta tercera, quizás incluso intentaría anexionársela; y lo mismo ocurriría con la entidad "irakosunita" con respecto a la vecina Arabia Saudí; en más de una ocasión Riyad ya anunció su intención de no abandonar a los hermanos suníes. En cuando a los kurdos del norte constituidos en república, esa es precisamente una de las pesadillas más desagradables de Turquía. Por lo tanto, el Irak de las entidades "étnicas" iraquíes se convertiría en un verdadero gallinero rodeado de zorros por todas partes. Y posiblemente, los norteamericanos deberían resignarse a mantener tropas en mayor cantidad y durante más tiempo que si confiaran en un Irak unificado y centralizado. Si el intento de crear en Irak una sociedad liberal democrática en un tiempo record resultó irreal, la idea de impartir clases prácticas sobre federalismo de modelo anglosajón es ahondar en el error de forma temeraria. Las posibilidades de un reparto territorial del país serían tan catastróficas que uno estaría tentado de suponer que Bush aceptaría poner en marcha el plan sólo para desembarazarse de la presión demócrata.

Siempre es posible que los rumores se queden en nada, pero su mera existencia los hace muy significativos en sí mismos. Parece evidente que los impulsores del plan de partición de Irak sean más bien demócratas norteamericanos deseosos de repetir una exitosa jugada que les salió bien hace doce años -esta vez en el "terreno republicano" que es Irak. Pero lo peor de todo es que el proyecto revive una vez más las prácticas más viciadas de la diplomacia europea en el espacio ex otomano. Porque es cierto que Irak como estado es una creación artificial nacida sobre los restos del Imperio otomano, en 1921. Pero también lo son Kuwait, Jordania, Siria, Arabia Saudi y sobre todo, Líbano. Todo el conjunto de estados árabes del Próximo Oriente son producto de la contradicción que supusieron los acuerdos de Sykes-Picot, y justamente ese reparto, que incluyó el también artificial Estado de Israel, generó una larga serie de conflictos que en esencia siguen sin resolverse. Los Balcanes también agrupan a una serie de estados surgidos de la desmembración del Imperio otomano: Grecia, Bulgaria, Albania, Rumania y los surgidos de la desmembración de Yugoslavia. Pero las políticas intervencionistas de las grandes potencias en la zona durante el último tercio de siglo han contribuido a crear el mapa político más complicado de la historia de los Balcanes. El esquema de las nuevas fronteras se articula en torno al binomio "madre patria-duplicación". El resultado es el siguiente:


Rumania-Moldavia
Serbia-Republika Srpska
Albania-Kosovo
Bulgaria-Macedonia
Croacia-Herceg Bosna
Grecia-Chipre


A este conjunto se han de añadir las de la periferia turca:

Turquía-República Turca del Norte de Chipre
Armenia-Nagorno Karabaj


Mapa de los Balcanes en 2001, reproducido en la obra de Francisco Veiga, La trampa balcánica (Grijalbo, 2002): Nunca hasta entonces la geografía política de los balcanes había devenido tan compleja. En el mapa se representan los estados duplicados en la zona y en Chipre.


En todos los casos se trata de "estados duplicados" o "microperiféricos" distribuidos entre lo que se podía denominar la vieja patria original y una república con los mismos o parecidos rasgos culturales -en el caso de Moldavia incluso con idéntica bandera que Rumania- aparecida en los últimos años: el caso más antiguos es el de la RTNC y el más reciente, el de Kosovo. A este complejo esquema se debe añadir el de los "estados de heterogeneidad inestable" o incluso quebrada (una suerte de monstruos de Frankestein políticos) que son: Bosnia-Hercegovina (tres entidades federadas en un estado, una subfederación -croato-musulmana- y once cantones), Macedonia, Kosovo (que de hecho ni siquiera es un estado soberano), Chipre, Líbano, Israel (con la compleja arquitectura de los Territorios Palestinos), Georgia. Hay que decir que la mayoría de estas extrañas componendas políticas lo fueron en virtud de la intervención directa o indirecta de las grandes potencias, sea como supuesta solución a una crisis, en virtud de la tutela debida a un protegido o por conveniencia propia. Y ahora, a todo ese complejo puzzle podría añadirse, si por O´Hanlon fuera, un Irak troceado.

El corazón del espacio ex otomano: Oriente Próximo y Balcanes. En el primer caso, siguen vigentes las fronteras heredadas de los mandatos coloniales configurados tras la Gran Guerra de 1914-1918. En los Balcanes el mapa ya representa los cambios reconocidos por las grandes potencias a finales del siglo XX


Pero si hay algo que caracteriza la intervención de las grandes potencias en el espacio ex otomano es la manipulación, modelado y modulación de conciencias nacionales en amalgama con las definiciones religiosas, dando lugar a verdaderos engendros artificiales. Con el tiempo, los mismos ciudadanos de esas entidades han terminado por asumir como algo normal definiciones nacionales que ni siquiera tienen un siglo de antigüedad, como "jordano" o "libanés". Pero en los últimos años del siglo pasado se alumbraron personalidades tan imaginativas y artificiales como: "albanokosovar", "serbobosnio" o "eslavomacedonio". Y en los próximos meses amenazan con hacer su aparición en los medios de prensa occidentales los flamantes "irakokurdos", "irakosunitas" e "irakochiítas". En el fondo, la clave consiste en agrupar a los componentes de la presunta etnia en lo que O´Hanlon tipifica como "subrregiones militarmente defendibles”, sinque los individuos afectados tengan muchas opciones de escoger la identidad que se les adjudica y se rubrica con violencia.


Distribución étnica y religiosa de Irak: en morado, kurdos; verde manzana, árabes suníes (43%); verde intermedio, árabes chiíes (52%). Fuente: Jean y André Sellier, Atlas de los pueblos de Oriente (Acento Ed., 1997)


De todas formas, el peor pecado de la conformación de nacionalidades e identidades étnicas de base religiosa por la fuerza de las armas o la represión política consiste en que el resultado institucional suele ser notablemente ineficaz. Bosnia y Kosovo son el ejemplo más reciente y flagrante. Casos que sobrepasan o se acercan a la década y que siguen inmersos en la parálisis económica, la indefinición institucional o el estancamiento social. Allí se aplicaron soluciones de choque que detuvieron contiendas presuntamente interminables, para dar paso a posguerras eternas. La mala gestión de las potencias o instituciones internacionales intervinientes se tapó con el perpetuo recuerdo lacrimógeno las tragedias de la guerra concluida: la detención del tiempo como recurso, el mismo que los afectados han utilizado durante años y los occidentales han criticado como "obsesión por la historia". Y ahí están los resultados: los serbios de Bosnia, por ejemplo, hubieran deseado la solución aplicada en Kosovo para los serbios de allí; y los de este país, han clamado muchas veces por la cantonalización que se aplicó en Bosnia. ¿Por qué en un caso se utilizó el recurso a la cantonalización y en el otro -a muy pocos kilómetros de distancia- ni se quiso oir hablar del asunto? No busquen respuestas de los policy makers y menos aún de los periodistas: no se explica, no se comenta, es terreno del doble rasero, esencia ideológica de las operaciones de intervención en el espacio ex otomano.

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