lunes, octubre 30, 2006

De Nansen a Grass: historia de dos silencios
























De 1922 a 1945 y 2006: historia de dos silencios

El sorprendente suceso ocurrió el 13 de diciembre de 1922. En plena conferencia de Lausana, el ya célebre humanista y Alto Comisionado de la Liga de Naciones, el noruego Fridtjof Nansen, expuso su informe ante los delegados presentes, recomendando un intercambio de poblaciones entre Turquía y Grecia, como “única forma de asegurar la pacificación del Próximo Oriente”. Los representantes turcos, y en especial el caústico doctor Riza Nour, se frotaron las manos. Como este diplomático reconoció más tarde en sus memorias, la propuesta de Nansen fue miel sobre ojuelas, pues incluso el mismo İsmet Paşa –luego İsmet İnönü, jefe de la delegación y presidente de Turquía a la muerte de Kemal Atatürk- deseaba que la minoría griega abandonara Anatolia lo antes posible. Pero no sabían cómo vencer las seguras retincencias de los británicos y franceses. De ahí la importancia de la intervención del noruego: no sólo abrió camino, sino que avaló la que sería una de las operaciones de limpieza étnica más descomunales del siglo XX en la que estuvieron implicadas Grecia y Turquía con la bendición de las grandes potencias de la época, Gran Bretaña y Francia en especial.

Recordemos cuál era la situación por entonces: en 1922, las tropas nacionalistas turcas lideradas por Mustafa Kemal habían derrotado a las fuerzas griegas, que habían ido ocupando más y más territorio de Anatolia desde que en 1919 los británicos les permitieran desembarcar en Esmirna. El intento de recuperar Anatolia y recrear la Megali Idea (Gran Idea) o suerte de nuevo Imperio bizantino, terminó en desastre militar para los griegos, pero de paso también llevó a la expulsión de franceses, italianos y británicos, las fuerzas ocupantes que se habían repartido Turquía en zonas de influencia. La victoria militar turca dejó obsoleto el tratado de Sèvres, impuesto por los vencedores de la Primera Guerra Mundial al fenecido Imperio otomano; de ahí que en 1923 se convocara la conferencia de Lausana. Ésta dio origen al moderno Estado turco, pero además fue la alfombra bajo la cual se disimuló el enorme intercambio de poblaciones entre Turquía y Grecia, que significó la expulsión y reasentamiento de 400.000 musulmanes y 1.300.000 griegos. El impacto en Grecia fue brutal, dado que por entonces su población total era de unos cuatro millones y medio de habitantes: el reasentamiento de parte de esos refugiados en algunas de las regiones más pobres del país tuvo mucho que ver con la posterior guerra civil de 1946 a 1949.


Fotografía de Fridtjof Nansen cuando era todavía un joven explorador. Ésta y la siguiente proceden de una web hagiográfica sobre el humanista noruego.













En Grecia existe la leyenda de que Eleuterios Venizelos, el gran estadista que representó al país en Lausana, fue el verdadero artífice del acuerdo. Una paradoja añadida al hecho de que un explorador, ecologista y pacifista como Nansen resultaba ser el padre intelectual de la idea. Nansen, que había recibido el Premio Nobel de la Paz en 1922 por su labor en pro de los campesinos rusos y ucranianos durante la gran hambruna de 1921 fue ayudado en su humanitaria labor, nueva paradoja, por un desconocido oficial del Ejército noruego llamado Vidkun Quisling, que devendría primer ministro al servicio de los nazis, durante la ocupación del país, y cuyo nombre sería para siempre, sinónimo de traición.

Hasta ahora, el devastador intercambio de poblaciones auspiciado por la conferencia de Lausana había sido objeto de muy escasos estudios monográficos, lo cual es comprensible, porque constituye una vergüenza histórica para la diplomacia occidental, voluntariamente olvidada. No así por los nacionalistas serbios y croatas, que en 1991 la recordaron como referencia para justificar las limpiezas étnicas que acompañaron las guerras de la ex Yugoslavia. Pero ahora, el evento se estudia con detalle en un libro de reciente aparición: Twice a Stranger. How Mass Expulsion Forged Modern Greece and Turkey (Doblemente extranjero. Cómo las expulsiones masivas forjaron las modernas Grecia y Turquía) firmado por el periodista británico Bruce Clark.


Un "pasaporte Nansen", documento ideado para apátridas y refugiados sin papeles de identidad internacional

















El papel de Nansen viene a cuento de la conmoción levantada este verano por la última confesión de Günter Grass sobre su pasado como recluta de las Waffen SS, y también el intento de explicar la adscripción del actual Papa Benedicto XVI a las Hitlerjugend desde 1941. Aparentemente todo se reduciría a una conclusión bien sencilla: casos como los mencionados hay muchos, sobre todo en personalidades de más edad, por la sencilla razón de que eso comporta el haber vivido una amplia gama de épocas históricas. Es cierto que lo bueno y lo reprobable está en función de los demás, del contexto social en el que se vive, y por ello el pasado es otro mundo. Nansen no fue aplaudido por lo que puso en marcha en Lausana, ni siquiera en aquella época; pero fue justificado y el hecho no quebró su biografía gloriosa. Evidentemente, de haber propuesto lo mismo para el caso de Yugoslavia en cualquier foro internacional, allá por 1991 ó 1992 podría haber terminado siendo juzgado en el Tribunal de La Haya pocos años más tarde.

El caso de Günter Grass contiene una variable interesante: fue él mismo quien confesó ese pecado biográfico y lo hizo a una edad avanzada. Parece claro que han pesado conveniencias muy personales. Por ejemplo, de haberlo hecho al inicio de su carrera literaria, en los años sesenta, ésta habría quedado muy obstaculizada o incluso interrumpida. La confesión de Günter Grass es de “final de época” y vistas las cosas así quizá no sería un acto tan reprobable. Vendría a ser la calculada pieza final que haría cuadrar en su justa medida toda la trayectoria literaria de Grass: no es lo mismo escribir bajo el peso de la culpa que en posesión de la total tranquilidad de conciencia. También cabría pensar en interpretaciones más maliciosas: los últimos veteranos de la Segunda Guerra Mundial están muriendo, quedan cada vez menos testigos, y el momento es apropiado para confesiones limitadas. Pero quizás ese planteamiento sería más apto para el actual papa Benedicto y su pasado en la Segunda Guerra Mundial, que para Grass.


Fotografía de Günter Grass. Procede de su biografía en Wikipedia
















De lo que no cabe duda es que, de nuevo, la época histórica ha ejercido su tiranía. En 2006, aquella contienda comienza a quedar realmente lejos. Y no sólo por el lapso temporal de los sesenta y un años. También los códigos morales, éticos y hasta políticos heredados en 1945, empiezan a estar obsoletos. Eso no quiere decir que el alistamiento de Günter Grass en la 10ª división de choque de las Waffen SS “Frundsberg” no sea un hecho menos reprobable en sí mismo, sino que para la sociedad actual el dato resulta menos significativo que hace un par de décadas. Lógicamente, para la generación de más de cuarenta años de edad sigue siendo una cuestión central. Pero las pirámides de población son más anchas por la base, lo cual quiere decir que a una porción creciente de la ciudadanía no les afecta el asunto de la misma manera. Y no necesariamente por ignorancia: pura y llanamente porque los miedos apocalípticos del siglo XX ya no son los del XXI. Hoy por hoy, el sistema democrático de las sociedades occidentales no está globalmente amenazado, ni por el fascismo ni por el bloque soviético. El “islamofascismo” de Bush, aunque nos lo creyéramos, no tiene nada que ver con ninguno de los grandes conceptos gestados entre 1918 y 1947, matriz ideológica de nuesta época hasta 1991. Los pecados de Nansen y Grass coinciden cronológicamente con la delimitación de esa época. Ahora, la globalización ha hecho que cada país, cada grupo social o político, cada disciplina científica tenga serios problemas estructurales de coherencia interna, pero los grandes esquemas de confrontación con el otro ya son cosa del siglo XX. Por mucho que las generaciones de entonces nos empeñemos en seguir defendiendo esos esquemas como actuales, la realidad de la nueva época es mucho más tozuda. Y por ello, es muy posible que Grass, lúcido como siempre, tuviera muy en cuenta el por qué y el cuándo de su revelación.

Foto de un grupo de "reenactment" o reconstrucción histórica de la 10ª Division der Waffen SS Frundsberg, la misma en la que sirvió Günter Grass durante la guerra. Los miembros de este grupo son norteamericanos de New Jersey, New York, Pennsylvania y West Virginia y poseen su propia página web. Por lo demás, existen numerosos grupos de figuración histórica que toman como sujeto las diversas divisiones de las SS y afirman solemnemente no defender en absoluto la ideología nazi que representaban estas unidades. Para muchos jóvenes de 2006, este tipo de iconos no posee el mismo significado aterrador que veinte o treinta años atrás.

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