lunes, junio 02, 2008

El Festival del Eurocontrol (4)






















Angela Merkel en la Knesset, Jerusalen, 18 de marzo de 2008. El viaje y el gesto coincidían con una más activa política exterior comunitaria en Oriente Medio, ante los meses de vacío generados por el relevo en la Casa Blanca


Queda ya atrás en el tiempo el Festival de Eurovisión, pero continúa esplendoroso el discurrir del Festival del Eurocontrol. Por el camino, aquel ha servido para demostrar la supremacía de la fórmula esencial de éste. Es decir: por Eurovisión-Belgrado 2008 han desfilado dos grandes conceptos de planteamiento lírico: el que buscaba resaltar las bondades del propio hecho diferencial como intrínsecamente superior al de los demás, expresado ello con con mayor o menor intensidad y disimulo; y aquel que se atenía a las más estrictas leyes de la rentabilidad comercial. Sin embargo, todo el conjunto del festival depende en último término de una fórmula sincrética: la rentabilidad existente en cierta manera de concebir las políticas de supremacía europea.

La idea es elástica, incluso escurridiza, e históricamente ha sido práctica esencial en las políticas exteriores de varios estados europeos. Ahora se intenta aplicar como una proyección conjunta de la Unión Europea, aunque de hecho, los diferentes problemas se enfrentan en base al juego de intereses concretos por parte de grupos determinados de países miembros. Dado que el concepto básico de esta forma de actuar es al tanteo, resulta esencial no dar publicidad a las intenciones reales o los objetivos perseguidos –que no siempre están claros a priori. Ante todo, hay que evitar las confrontaciones internas, las reclamaciones, el debate. Se actúa, se prueba, se tantea la solución. Se evalúan los resultados, pero siempre sin levantar polvareda. Ante el fracaso, la experiencia se archiva y a veces hasta se tira la llave del cajón. Caso de que las cosas hayan salido aceptablemente bien, se continúa por el camino de los hechos consumados, y pocas veces se recurre a la publicidad.



















Pesos y medidas: Bernard Kouchner (izquierda) saluda al presidente serbio Boris Tadic. Las declaraciones del ministro galo suelen dejar en evidencia la errática deriva de la política exterior francesa, pero eso no debe confundirse con la política del Eurocontrol

El lector puede encontrar un ejemplo en un artículo publicado hace un par de semanas por “The Economist” (15 de mayo) y titulado: “Balkan excepcionalism - What Serbia's election says about the European Union's enlargement”. El articulista comenzaba comentando el cacareo de algunos políticos comunitarios ante la pretendida “victoria del voto europeísta” en las recientes elecciones serbias. Destacaba, un vez más, la vana contundencia del ministro de Asuntos Exteriores, Bernard Kouchner, según el cual “los serbios habían elegido Europa claramente”. El autor de la pieza se preguntaba cómo casaba la zanahoria presentada a los serbios durante las elecciones, con la propuesta francesa de apenas hace un año y pico, destinada a frenar la ampliación de la UE basándose en el resbaladizo concepto de la “capacidad de absorción” que defendía el mismo Sarkozy. Respuesta del autor:

“If enlargement is so unpopular, why do so many EU leaders want the credit for Serbia's vote for Europe? There are two, linked explanations. The first is that holding the door open to Balkan countries such as Croatia, Serbia, Macedonia and the rest does not imply support for enlargement in general—it is a specific strategy for preventing further instability in Europe's backyard. And the second is that enlargement mostly works like that”

Y por supuesto, porque la propuesta francesa, muy coyuntural, iba dirigida a frenar la integración de Turquía en la UE; pero el estilo populista de Sarkozy y los que lo apoyaban por entonces, pusieron el carro por delante de los caballos, al menos en relación a la praxis usual de la diplomacia comunitaria. Y fue precisamente esa tendencia a hablar demasiado la que ayudó a hundir el prestigio político de Sarkozy y Kouchner (éste mismo ya muy tocado para entonces).

En ese contexto, los medios de comunicación suelen contribuir a la perpetuación de las estrategias de Eurocontrol; en muchos casos porque, pura y simplemente, no lo conciben. La prensa suele imbuirse de la misma esencia de la cultura popular que transmite, y por ello asume ese tópico de que “no existe política exterior europea” –dado que no ven que actúe con una sola voz, como si fuera la de un único estado- o que ésta carece de imaginación o anda sobrada de rigidez. Y es cierto que existen muchas carencias y descoordinaciones, que no existe proyección militar exterior –eso es cosa de la OTAN y esa no es una alianza realmente europea- que Bruselas no obtiene resultados fulgurantes, que abundan los desajustes y los golpes bajos entre socios, que se confunde el lenguaje de madera con los resultados. Pero también se han producido pequeños y grandes prodigios de adaptación y con el tiempo ha ido surgiendo una diplomacia comunitaria que a escala de Eurovisión puede ser comparada con el estilo de algunas tonadillas triunfadoras años atrás: ligero europop, pegadizo, aparentemente banal, pero técnicamente bien construida y sobre todo rentable, muy rentable.

En la actualidad, la actitud de Bruselas con respecto a Turquía ha devenido caso de manual en la técnica del Eurocontrol comentada más arriba, incluyendo el papel ya tópico desempeñado por determinados medios de comunicación. Hace una semana, fui invitado por una productora de canal Cuatro de televisión, en Barcelona, para comentar el significado de lo que en apariencia constituía todo un éxito de la diplomacia turca en la intermediación entre Siria e Israel, especialmente en la espinosa cuestión de los Altos del Golán. Como ya se sabe, la mediación de Turquía en las conversaciones de paz sirio-israelíes fue acordada en febrero pasado por Olmert, y su homólogo turco, Recep Tayyip Erdoğan. Hace unas semanas, el presidente sirio, Bachar Al Asad, reveló que Olmert le había ofrecido a través de Erdoğan la devolución del Golán -que Israel capturó en la Guerra de los Seis Días de 1967- a cambio de la paz entre sus respectivos países.















Oficiales israelíes en los altos del Golan. Es pieza clave en las negociaciones entre Damasco y Jerusalén


El pasado 21 de mayo, Israel y Siria anunciaron que habían comenzado negociaciones indirectas de paz auspiciadas por Turquía. El anuncio lo realizó Israel y fue confirmado por Damasco y Ankara, con especial énfasis por el ministro turco de Relaciones Exteriores, Ali Babacan, según el cual, conversaciones seguirán teniendo lugar en Estambul mientras las partes no expresen su interés de que sea en otra parte de Turquía.

La noticia recibió una cobertura más destacada en los medios de comunicación europeos que en los españoles. Sin embargo, Canal Cuatro decidió hacerle un espacio en el informativo de la noche, de ahí que se recabara mi opinión sobre el alcance de la noticia. El proceso de grabación fue el habitual y el resultado el mismo o muy parecido al de anteriores ocasiones (lo cual también es conocido por otros compañeros académicos) : diez o doce minutos de entrevista grabada; de ellos, cuatro o cinco segundos se ponen en boca del entrevistado (generalmente se escogen frases genéricas, perogrulladas o afirmaciones escasamente significativas en relación al conjunto de la grabación); y del resto se utiliza lo que más interesa a fin de elaborar el guión del breve reportaje, de un par de minutos de duración.

Previamente a la grabación hice un esbozo de lo que consideraba más significativo de la noticia y expliqué las causas de la misma, dado que, además, llevaba trabajando varias semanas en el asunto y poseía información y conclusiones específicas. A continuación, insistí sobre la línea argumental principal en la entrevista, sabiendo por anteriores experiencias, dónde estaba el riesgo. Pero fue en vano: el medio de comunicación en cuestión volvió a diluirlo todo en un condescendiente guiño de simpatía hacia Turquía, lo cual era un logro, proveniendo de un canal informativo del Grupo Prisa.


















Ali Babacan, el joven y dinámico ministro de Asuntos Exteriores del gobierno turco del AKP. Su protagonismo como intermediario entre Israel y Siria, ha sido relevante

La base de la actitud era muy típicamente española (y no sólo en el ámbito mediático): recurrir al experto, pero no para hacerle caso o aprovechar su opinión, sino para utilizar su nombre a fin de reforzar los prejuicios, estereotipos e interpretaciones propias del medio. ¡Si sabrán ellos…! Sobre esta base y en el caso específico de la noticia referida, se erigía la típica ignorancia voluntaria sobre los mecanismos de actuación de la diplomacia comunitaria y la insistencia informativa en la compartimentación: ¿La UE en Oriente Medio? Imposible: aquello es terreno de los norteamericanos, los turcos actúan por su cuenta, los israelíes por la suya, el mundo funciona a partir de los estereotipos que les asignan en las redacciones.

En el caso concreto de la diplomacia turca en Oriente Próximo, Asia Central y el Cáucaso, lo que ha estado sucediendo desde hace meses, resulta bastante sencillo de entender: sea cuál sea el resultado de las elecciones norteamericanas, a partir de enero de 2009 empieza una nueva era, especialmente en aquellas regiones en las que Washington se ha venido implicando más directamente. No se sabe a ciencia cierta por qué camino tirarán los norteamericanos, pero algo, forzosamente, deberán hacer. De momento, se vive un ambiente de interregno, y en ese creciente vacío ha comenzado a moverse la diplomacia turca.

En algunas zonas, por lo que le toca de cerca. Por ejemplo, el Kurdistán, donde bien pudiera ocurrir que Masud Barzani quedara medio abandonado a su suerte, impelido a ponerse de acuerdo con Ankara y Teherán. En Oriente Medio, George W. Bush intenta, sin éxito, imponer alguna forma de acuerdo de última hora entre árabes palestinos e israelíes. Como también intentó hacerlo Bill Clinton antes de abandonar la Casa Blanca. Todo esto está ya muy trillado, y ahora Jerusalén desea actuar con mayor autonomía, en vista de que la desastrosa incapacidad norteamericana en la zona ha terminado por complicarle las cosas a Israel, más que a solucionárselas. Es en este ámbito donde se enmarca el esfuerzo diplomático de Ankara, mediando entre Siria e Israel. Por otra parte, empresas turcas ya hace tiempo que se han posicionado en las zonas controladas por la Autoridad Nacional Palestina, o que trabajan en Egipto, Siria y Líbano. Por último, también la situación en el Cáucaso está experimentando un vuelco, no sólo porque Turquía y Armenia están en proceso de reconstruir sus relaciones, sino porque está impulsando la reconciliación intracaucásica, en especial entre Georgia y Armenia. En este caso, sólo indirectamente se trata de cubrir el hueco dejado por Washington: en realidad, la labor turca en la zona se corresponde con un acercamiento al vecino ruso, aunque en parte esté relacionado con los desastres.






















El profesor Ahmet Davutoğlu, a quien a veces se le denomina el "Metternich turco", es el asesor principal del primer ministro Recep Tayyip Erdoğan y arquitecto de la política exterior turca, que algunos analistas gustan de tildar como "neo otomana". Es un estadista apreciado en Bruselas

Ahora bien, toda esa actividad y sus causas no sólo son conocidas por Bruselas, sino que en algunos casos está siendo controlada, estudiada, alentada y a veces planificada en común con diversas cancillerías europeas. Y es lógico y bueno que así sea, por varias razones:

a) En primer lugar, porque Ankara está desarrollando una actividad diplomática en la zona de Oriente Medio, Asia Central y el Cáucaso que es precisamente uno de los activos ofrecidos en su día a Bruselas y que ahora busca y necesita la UE en esas difíciles zonas: know how, brokerage y seguridad. Turquía está demostrando lo que sabe y puede hacer; y Bruselas toma nota, sugiere y prueba. Pura y simplemente, no es realista suponer que en plenas negociaciones de acceso a la UE, Ankara está haciendo lo que le parece, sin contar con Bruselas. Hay indicaciones y datos concretos relativos a ello aunque, lógicamente, no se prodigan; como siempre, a la espera de resultados. Y aunque los haya y sean positivos, los cómos y porqués tampoco se filtrarán en demasía.

b) En la actual situación, cuando faltan pocos meses para que George W. Bush deje la Casa Blanca, se están generando vacíos de planificación y control estratégicos en las zonas referidas. Los proyectos de la actual presidencia norteamericana van a ser cancelados o drásticamente reformados; pero hasta hace poco, Washington ha llevado la voz cantante en la gestión de crisis en Oriente Medio, la buscada confrontación con Rusia y las presiones contra Irán. Bruselas sabe que el momento es peligroso para Europa, debido a ese vacío de poder que se está generando en el turbulento espacio ex otomano. Y como mínimo, intenta intervenir para recoger los platos rotos y adecentar el desorden reinante, antes de negociar con el que será nuevo inquilino de la Casa Blanca. En cualquier caso, estamos ante lo que puede definirse como la primera intervención extensa en Oriente Medio de la diplomacia comunitaria. Y Turquía está actuando como agente avanzado de la misma. ¿O creen que es casualidad que Ankara no haya recibido presiones desde Bruselas para que retire definitivamente a sus tropas del Norte iraquí?

c) Ante la situación política que se vive actualmente en Ankara, Bruselas tiende a apoyar al gobierno Erdoğan y no a los elementos vinculados antiguo régimen (derecha y ultraderecha nacionalistas autodefinidas como “sectores laicos”) empeñados en desestabilizarlo y boicotear el proceso de negociaciones para el acceso a la UE, proceso en el cual ven una amenaza contra sus posiciones de poder social: por unas razones o por otras sólo entre el 25 ó 27% de la población turca se sitúa en esa línea. Tal como están las cosas, el actual gobierno supone para Bruselas una línea de cooperación provechosa y coherente en Oriente Medio y Asia Central. Un golpe de estado en Turquía, del tipo que sea, sólo ofrece incertidumbres, presiones y fantasías, como la idea de “
irse con Rusia”, en vez de continuar con el proceso de integración en la UE.

d) La UE, o al menos un grupo de países dentro de ella, están trabajando para reconstruir el mensaje de que el proceso de integración europea sigue siendo válido como panacea para restañar los viejos conflictos disgregadores. El cortocircuito que ha supuesto el reconocimiento de la autoproclamada República de Kosovo por una mayoría de países de la UE, presionados algunos de ellos por la administración Bush, ha supuesto un serio quebranto para la credibilidad de esa fórmula. Por ello, mientras se busca ahora que las aguas vuelvan a su cauce en los Balcanes y se intentan restañar heridas, la colaboración de Turquía en Oriente Medio y el Cáucaso puede suponer, para la Unión Europea, la recuperación del hilo de un discurso integrador y superador de conflictos.


















Las contradicciones del presidente Nicolas Sarkozy no deben circunscribirse a las políticas del Eurocontrol. Están demasiado relacionadas con los desastrosos resultados cosechados por el mandatario en política interior francesa

Lógicamente, iniciativas como el reciente debate en la Asamblea Nacional francesa sobre la posibilidad de incluir en el proyecto de reforma constitucional una enmienda que confirme la convocatoria obligatoria de un referéndum «para aprobar o rechazar el ingreso en la UE de países que representen más del 5 % de la población de la Unión», va claramente dirigido contra Turquía y parece desmentir todo lo dicho más arriba. ¿Son posibles políticas de Eurocontrol ante actitudes nacionales tan veleidosas? Recuérdese que de prosperar la enmienda, Sarkozy terminaría tirando piedras de grueso calibre contra, por ejemplo, el proyecto de Unión Mediterránea (UM), que él mismo lanzará con su habitual pompa, durante una cumbre euromediterránea excepcional, a mediados de julio. En el proyecto de la UM, Turquía está llamada a tener un papel destacado, máxime ahora, cuando está demostrando un marcado protagonismo en su capacidad diplomática por el Mediterráneo Oriental. Aquí la política del Eurocontrol fallaría por su misma base, es decir, como una enfermedad autoinmune, al no poder controlar un jefe de estado la coherencia de su propia estrategia política.

Por lo tanto, en realidad estaríamos en este caso ante un problema estructural, y por lo tanto profundo, propio de los mecanismos esenciales de la UE. Los conflictos que puede plantear Sarkozy en la cuestión turca al intentar superar sus contradicciones en política interior, a base de la demagogia habitual, no dejan de ser comparables, ahora mismo, a los que también pone sobre la mesa Berlusconi, en Italia, o la inquietante actitud de la sociedad irlandesa ante el referéndum para la ratificación del Tratado de Lisboa. ¿Hace todo ello inviable la Unión Europea? No son asuntos tan nuevos y en realidad están asociados a problemas internos de cada uno de los líderes políticos con respecto a sus votantes. Pero hasta el momento se ha demostrado que esas figuras pasan y se van (incluso a De Gaulle le ocurrió). Mientras tanto, la voluntad de afianzarse y crecer de la Unión Europea permanece; y mientras eso sea así, de una forma u otra, más o menos discreta, consensuada o agresiva, seguirá existiendo la política del Eurocontrol, con todos sus errores y titubeos, pero también con sus logros e innovaciones originales; porque es el único camino posible, al menos desde el punto de vista continental.

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