Afganistán o la viga en el propio ojo
Febrero de 1989: las últimas tropas soviéticas abandonan Afganistán, todavía ondeando banderas rojas
Justamente hoy, 14 de febrero 2009, se cumplen veinte años clavados de la retirada final de las tropas sovieticas de Afganistán. Pero nuestros medios de comunicación ya no celebran ya tales hitos históricos, que la actualidad ha convertido en inoportunos; en la prensa, apenas hay alguna alusión a la efemérides, si es que se llega a mencionar. Responsables relevantes de los gobiernos occidentales y de la OTAN, analistas y periodistas afines a la maquinaria propagandística, se limitan a repetir como un mantra que "en Afganistán nos jugamos mucho". De la misma forma que no hace tantos años nos jugábamos también "mucho" en Bosnia o en Kosovo. El término clave es: "jugarse", verbo que denota escaso cálculo real, excesivo peso de las circunstancias azarosas y, en líneas generales, dudosa seriedad en los procedimientos, con la consiguiente mengua en la credibilidad.
Porque, precisamente, lo que está sobre la mesa es, una vez más, la credibilidad: de los líderes políticos, de los medios de comunicación, de instituciones enteras que viven de reformular en clave "políticamente correcta" (léase: "correctamente tergiversada") las meteduras de pata.
El sentido de la presencia occidental en Afganistán ha cambiado totalmente desde 2001, porque han pasado más de siete años y no se han cumplido los objetivos militares y políticos que llevaron a los Estados Unidos, primero, y la OTAN, después, a aquel remoto país. Militarmente, las fuerzas de la ISAF se enfrentan allí a una catástrofe militar, dando por sentado que la batalla política se ha perdido hace tiempo, al menos tal como se planteó inicialmente.
Porque, precisamente, lo que está sobre la mesa es, una vez más, la credibilidad: de los líderes políticos, de los medios de comunicación, de instituciones enteras que viven de reformular en clave "políticamente correcta" (léase: "correctamente tergiversada") las meteduras de pata.
El sentido de la presencia occidental en Afganistán ha cambiado totalmente desde 2001, porque han pasado más de siete años y no se han cumplido los objetivos militares y políticos que llevaron a los Estados Unidos, primero, y la OTAN, después, a aquel remoto país. Militarmente, las fuerzas de la ISAF se enfrentan allí a una catástrofe militar, dando por sentado que la batalla política se ha perdido hace tiempo, al menos tal como se planteó inicialmente.
Por lo tanto, seguir haciendo estrategia de sillón desde las columnas de la prensa es un ejercicio que ya ni siquiera resulta justificable para el mero ejercicio del lucimiento personal de periodistas, políticos y analistas. La situación en Afganistán es realmente muy grave. De hecho, el pasado 11 de febrero, hace muy pocos días, se produjo el primer ataque en fuerza de los talibanes en el interior de Kabul; eso podría marcar el comienzo del fin para la iniciativa militar occidental en Afganistán.
Argumentar que "la meta realista (...) no es la victoria, sino la contención" es una trampa capciosa tan ingenua que suena a propaganda de guerra soviética de los años ochenta; o peor aún, a las "retiradas estratégicas" alemanas en los años postreros de la Segunda Guerra Mundial. Veamos cómo lo formulaba Daniel Korski hace pocos días en "Foreign Policy": "El triunfo de Occidente no se medirá tanto por cómo hayan cambiado las cosas como por cuánto hayan mejorado; y no dependerá tanto de la derrota de los yihadistas como de conseguir bloquear sus actividades en el país centroasiático".
Éste es un párrafo divertido, que hace de Korski un excelente ejemplo de spin doctor, es decir, un experto en tirar de la sinécdoque y el sofisma. Pero uno de los apartados en los que se percibe con mayor claridad el salto hacia la estratósfera de la irrealidad desde la moqueta y el sillón, es aquel en el que se argumenta que España no debe retirar sus tropas de Afganistán: "Grandes partes del sur del país, del este e incluso áreas cercanas a la capital, Kabul, se han vuelto peligrosas. Si Madrid abandonase el oeste –y la inseguridad aumentase por ello–, desencadenando un efecto cascada en Europa, las consecuencias para la misión de la OTAN podrían ser dramáticas".
Una expresiva portada del diario francés "Libération". Las encuestas en la práctica totalidad de los países participantes en la ISAF, exoresan con rotundidad el deseo mayoritario de retirarse. En noviembre de 2008, incluso el 68% de los británicos se mostraban partidarios de retirar sus tropas en el límite de un año. Lo mismo había opinado el 62% de los franceses y el 56% de los australianos dos meses antes.
A continuación, Daniel Korski pretende rematar su arenga con el consabido argumento buenista hasta lo lacrimógeno, y pretendidamente inatacable: "Abandonar Afganistán a merced de unos fortalecidos talibanes tampoco parece una decisión muy acorde con el empeño del Gobierno socialista español en la defensa de los derechos humanos. Merece la pena recordar cómo era el país hace siete años: un régimen violento y represivo que lapidaba a las mujeres o les arrojaba ácido a la cara, azotaba a los hombres por no rezar suficientes veces al día y prohibía a las chicas asistir a la escuela o al ginecólogo. No se podían volar cometas ni cantar, y se demolieron monumentos que habían resistido el paso de los ejércitos de Gengis Khan y Tamerlán. Afganistán era, con los talibanes, un país destrozado sin esperanzas de progreso. Y podría volver a serlo, si la OTAN se retira. Dejarlo y minar la firmeza y unidad de la coalición sería una extraña manera de promover los derechos humanos".
Rematando la traca argumental, Korski pretende apoyarse en una frase de José Ignacio Torreblanca: "Hay una delgada y porosa línea que se extiende desde las cámaras de seguridad de la estación de trenes de Atocha en Madrid a nuestras Fuerzas Armadas desplegadas en Afganistán”.
Si es así, Dios nos pille confesados; porque tal como están las cosas, el contingente español en Afganistán ni puede contribuir en la aplicación de los derechos humanos, ni es el bastión que nos pinta Korski, por la simple y sencilla razón de que no controla más que una exigua porción del territorio (posiblemente, no superior al 15%) que se le asignó en una de las provincias afganas en la que la presencia taliban es más poderosa.
El lector todavía puede contemplar en la red el monumental video reportaje realizado el pasado verano por el periodista David Beriain. Es conveniente advertir que el acceso a la página de ADN.es, donde se encuentra toda la colección, puede resultar azaroso, posiblemente por la deficiente organización del material presentado allí. Pero una vez conseguido, se advierte de que las breves piezas resultan muy adictivas y contienen una notable cantidad de información en bruto.
A efectos de subsanar en la medida de lo posible las dificutlades del acesso a la serie titulada: Perdiendo Afganistán, se ofrece ese enlace principal y otro alternativo, clicando aquí. Aunque todos son muy interesantes, se recomiendan los capítulos incluidos a continuación:
"Badghis: territorio español, territorio talibán"
Las fuerzas españolas no combaten en Afganistán, si no es en defensa propia. No contribuyen en operaciones contrainsurgentes ofensivas, como otros contingentes nacionales, y sobreviven en un rincón de sus zonas asignadas gracias a un fragil equilibrio de silencios y, posiblemente, acuerdos bajo cuerda. Todo ello se justifica en base al argumento (hasta hace meses todavía válido) de que las fuerzas españolas están allí únicamente para ayudar en la reconstrucción de Afganistán. Pero ese comodín se volverá pronto ineficaz cuando el "amigo americano" exija más presencia de sus aliados en el país y, sobre todo, un nuevo planteamiento estratégico: los paises contribuyentes de la ISAF, entre ellos España, deberán aportar tropas en orden de combate, listas para participar en operaciones ofensivas, como es propio de cualquier guerra. Porque lo que hay en Afganistán es una guerra, y no otra cosa.
Las implicaciones de esa situación que parece imponerse inexorablemente, las sopesa el historiador Henry Kamen en un artículo publicado el pasado 3 de diciembre en "El Mundo", y que se adjunta a continuación. Aquel mismo día, Daniel Korski, junto con Paddy Ashdown, publicaron otra pieza de opinión sobre el mismo asunto y con el habitual tono argumental, que en esencia reproduce lo apuntado más arriba en este post. El hecho de que ambas piezas fueran publicadas simultáneamente, potencia el interés de lo escrito por Kamen.
Las fuerzas españolas no combaten en Afganistán, si no es en defensa propia. No contribuyen en operaciones contrainsurgentes ofensivas, como otros contingentes nacionales, y sobreviven en un rincón de sus zonas asignadas gracias a un fragil equilibrio de silencios y, posiblemente, acuerdos bajo cuerda. Todo ello se justifica en base al argumento (hasta hace meses todavía válido) de que las fuerzas españolas están allí únicamente para ayudar en la reconstrucción de Afganistán. Pero ese comodín se volverá pronto ineficaz cuando el "amigo americano" exija más presencia de sus aliados en el país y, sobre todo, un nuevo planteamiento estratégico: los paises contribuyentes de la ISAF, entre ellos España, deberán aportar tropas en orden de combate, listas para participar en operaciones ofensivas, como es propio de cualquier guerra. Porque lo que hay en Afganistán es una guerra, y no otra cosa.
Las implicaciones de esa situación que parece imponerse inexorablemente, las sopesa el historiador Henry Kamen en un artículo publicado el pasado 3 de diciembre en "El Mundo", y que se adjunta a continuación. Aquel mismo día, Daniel Korski, junto con Paddy Ashdown, publicaron otra pieza de opinión sobre el mismo asunto y con el habitual tono argumental, que en esencia reproduce lo apuntado más arriba en este post. El hecho de que ambas piezas fueran publicadas simultáneamente, potencia el interés de lo escrito por Kamen.
Un soldado de la ISAF en Afganistán; a menudo se omite en los noticiarios la nacionalidad de las bajas, para evitar polémicas y recriminaciones. Aquello es una guerra abierta
"El Mundo", 03/12/2008
Mumbai: una oportunidad para España
Henry Kamen
Mumbai: una oportunidad para España
Henry Kamen
[Los subrayados son obra del autor de este post, no de Kamen]
Hace muchos años, la última vez que visité la ciudad, todavía se llamaba Bombay, en la lengua hindi. Desde 1996 se llama Mumbai, que es el nombre en la lengua marathi, que hablan tres cuartos de la población. Mumbai se ha convertido hoy en un símbolo del horror provocado por el fanatismo religioso, mientras los cuerpos de hindúes, cristianos y judíos yacen esparcidos por una ciudad horrorizada. Lo probable es que los muy adiestrados terroristas, casi con certeza al servicio de Al Qaeda, procedan de Pakistán, Afganistán o de alguna zona de la región de Cachemira. Los expertos, sin duda, muy pronto nos darán su opinión. La tragedia no puede dejar de impactar a todos los países, incluida España.
Mumbai no se encuentra en un planeta lejano. Es un lugar con el que los hombres de negocios y políticos españoles tienen contacto diario. Como ha señalado el eurodiputado catalán Ignasi Guardans, los europeos -y por tanto, también los españoles- no pueden permanecer indiferentes ante lo ocurrido. Países como Canadá, que ha perdido ciudadanos durante los acontecimientos de la pasada semana, ya han anunciado que no permanecerán impasibles. Los ingleses, entre los que también hay varias víctimas mortales, han comunicado que enviarán más personal a Afganistán para apoyar la lucha contra el terrorismo. ¿Estará España dispuesta a apoyar a estos aliados y seguir su ejemplo?
Desafortunadamente, eso es improbable, porque el Gobierno ha borrado sistemáticamente su propia imagen internacional. A mediados de noviembre, una agencia de la Administración de Estados Unidos -el National Intelligence Council- publicó un informe de 100 páginas que trata de pronosticar el futuro que nos espera, y la contribución que varios países harán en él. Pues bien, el informe no menciona ni una sola vez a España. Hace referencia a Francia, Italia, Suecia y a casi todos los países de relevancia en el mundo moderno, pero no a España. Por esos mismos días, en Estados Unidos, José Luis Rodríguez Zapatero se mostraba orgulloso ante las cámaras de la prensa porque al fin, gracias a la generosidad del presidente de Francia, se le había permitido estrechar la mano del aún presidente George W. Bush. Fue posiblemente el momento más humillante de toda la historia moderna de España, que, una vez más, había perdido el tren. ¿Cuántos más trenes está dispuesto a perder el Gobierno de Zapatero?
La prensa internacional -no importa en qué idioma la lea uno-, se hace eco del fracaso del Ejecutivo español en la escena internacional. ¿Por qué el resto del mundo ya no se toma en serio a España? La única iniciativa política importante que ha tomado ha sido a favor de la notoria Alianza de Civilizaciones, que se basa en una estrecha alianza con Turquía (un país al que la Unión Europea sigue negando la afiliación) y una activa hostilidad hacia Israel. España ha desaparecido como jugador importante del escenario internacional. Zapatero es, con toda probabilidad, el líder más aislado de Europa. En vez de ser invitada a foros internacionales, España tiene que entrar por la puerta trasera. Y para la reunión crucial del G-20 que tendrá lugar en Londres el próximo abril, Zapatero ha declarado que «el Ejecutivo tiene una estrategia para consolidar su presencia».
La prensa en Estados Unidos ha comentado con cinismo su visita a Washington por lo embarazoso de la situación. Una entrevista que se publicó en el Houston Chronicle, de Texas, comunicaba que la ansiedad de Zapatero por ir a la Casa Blanca para ofrecer al fin sus respetos a George W. Bush, constituía un momento «surrealista». En la misma entrevista, el líder español expresaba su convicción de que el próximo presidente americano, Barack Obama, era su «nuevo mejor amigo por siempre». El comentarista del Houston encontró este reciente entusiasmo por los Estados Unidos muy extraño, ya que cada aspecto de la política de Zapatero es la antítesis de la política americana.
Pero, la aparición de Obama como el «nuevo mejor amigo», ¿ayudará a España a salir de su aislamiento? La repuesta a esta pregunta trae nuevas y sorprendentes perspectivas, sobre todo en el tema del terrorismo internacional.
Muy poca gente en España sabe que su país es uno de los comerciantes de armamento más grande del mundo. El público tiende a considerar que su Gobierno es un partidario inflexible de la paz. La verdad es que, según el Stockholm Peace Institute, aunque la España de Zapatero se niega a enviar tropas de combate a cualquier centro de conflicto terrorista, se clasifica entre los 15 mayores gastadores de armamento, inmediatamente después de Australia y Canadá. ¿Por qué un pequeño Estado que no está en guerra gasta tanto en armas? En un informe parecido, Oxfam International señala que España es el mayor proveedor de armas para el Africa subsahariana. Estos datos han pasado completamente desapercibidos en la prensa española. E, irónicamente, esta compra y exportación masiva de armas significa que España se encuentra en una posición excelente para poder ayudar al «nuevo mejor amigo por siempre» de Zapatero.
¿Y cómo ocurriría esto? A pesar de su inicial entusiasmo por el nuevo Gobierno estadounidense, los ciudadanos pronto se darán cuenta de que el precio para ser buenos amigos de Obama será que España salga de su aislamiento internacional. Y, desafortunadamente, los españoles pronto descubrirán que, en la práctica, la política internacional de Obama tal vez siga las líneas fijadas por Bush. La principal evidencia ha sido que el presidente electo ha confirmado en su puesto al actual director de operaciones en Irak, y ha acordado un nuevo tratado con este país para mantener las tropas americanas allí durante tres años más, como mínimo. Irónicamente, si España acepta estas decisiones, estará de algún modo apoyando la política de Bush.
Pero ese no es el final de la historia. Acabo de leer un análisis de la presumible futura política internacional de Obama, escrito por un experto en cuestiones de estrategia, que declara que «el primer deseo del nuevo presidente será que haya una mayor participación de los europeos en Afganistán». Obama ha dejado claro en sus primeras declaraciones tras las elecciones que la guerra en Afganistán será una prioridad para su Administración. E igualmente, sus palabras a la prensa después de la masacre en Mumbai confirman cuál es su intención. Parece seguro que enviará más tropas a Afganistán, y es muy posible que inste a las naciones europeas -que son sus «amigas»- a hacer lo mismo. Sin embargo, insistirá en que esas tropas no vayan con el rol de «pacificadoras» -como desde el Ministerio de Defensa español se insiste que están nuestros efectivos en este momento-, sino cumpliendo una clara misión militar, en un escenario de guerra.
Estas no serán buenas noticias para Zapatero, para quien cada muerte militar en Afganistán representa un golpe a su política. De la misma manera, sobre la cuestión de Irán, Obama también ha dejado claro que no dejará la opción militar fuera de la mesa. Si Zapatero insiste en apoyar a su «nuevo mejor amigo», muy pronto verá que está adoptando exactamente la misma política exterior de José María Aznar, es decir, una estrecha alianza y de colaboración con la estrategia mundial de Estados Unidos. Mientras Bush, a menudo, simplemente ignoraba a los europeos, Obama está dispuesto a trabajar con ellos. Pero a cambio pedirá cosas.
En definitiva, si España quiere librarse de la imagen humillante de su líder mendigando a la Casa Blanca, necesitará establecer aliados firmes y poderosos, y, sobre todo, necesita colaborar con Estado Unidos. Recientemente, el International Herald Tribune publicaba: «El perfil político de España se está encogiendo bajo el liderazgo de un hombre profundamente absorbido en la reforma doméstica y falto de experiencia internacional». Quizás el nuevo presidente de Estados Unidos hará posible que los líderes españoles salgan de su ombliguismo y entren en una nueva era de relevancia internacional.
El horror de Mumbai debería dar al Gobierno español la ocasión y la excusa para demostrar que es capaz de responder al desafío moral de mantener la paz, no mediante demostraciones fútiles o caceroladas en los balcones, sino a través de la cooperación militar activa en Afganistán con sus compañeros europeos y su «nuevo mejor amigo», Barack Obama.
Henry Kamen es historiador y su último libro publicado es Imagining Spain: Historical Myth & National Identity (Yale University Press, 2008).
Hace muchos años, la última vez que visité la ciudad, todavía se llamaba Bombay, en la lengua hindi. Desde 1996 se llama Mumbai, que es el nombre en la lengua marathi, que hablan tres cuartos de la población. Mumbai se ha convertido hoy en un símbolo del horror provocado por el fanatismo religioso, mientras los cuerpos de hindúes, cristianos y judíos yacen esparcidos por una ciudad horrorizada. Lo probable es que los muy adiestrados terroristas, casi con certeza al servicio de Al Qaeda, procedan de Pakistán, Afganistán o de alguna zona de la región de Cachemira. Los expertos, sin duda, muy pronto nos darán su opinión. La tragedia no puede dejar de impactar a todos los países, incluida España.
Mumbai no se encuentra en un planeta lejano. Es un lugar con el que los hombres de negocios y políticos españoles tienen contacto diario. Como ha señalado el eurodiputado catalán Ignasi Guardans, los europeos -y por tanto, también los españoles- no pueden permanecer indiferentes ante lo ocurrido. Países como Canadá, que ha perdido ciudadanos durante los acontecimientos de la pasada semana, ya han anunciado que no permanecerán impasibles. Los ingleses, entre los que también hay varias víctimas mortales, han comunicado que enviarán más personal a Afganistán para apoyar la lucha contra el terrorismo. ¿Estará España dispuesta a apoyar a estos aliados y seguir su ejemplo?
Desafortunadamente, eso es improbable, porque el Gobierno ha borrado sistemáticamente su propia imagen internacional. A mediados de noviembre, una agencia de la Administración de Estados Unidos -el National Intelligence Council- publicó un informe de 100 páginas que trata de pronosticar el futuro que nos espera, y la contribución que varios países harán en él. Pues bien, el informe no menciona ni una sola vez a España. Hace referencia a Francia, Italia, Suecia y a casi todos los países de relevancia en el mundo moderno, pero no a España. Por esos mismos días, en Estados Unidos, José Luis Rodríguez Zapatero se mostraba orgulloso ante las cámaras de la prensa porque al fin, gracias a la generosidad del presidente de Francia, se le había permitido estrechar la mano del aún presidente George W. Bush. Fue posiblemente el momento más humillante de toda la historia moderna de España, que, una vez más, había perdido el tren. ¿Cuántos más trenes está dispuesto a perder el Gobierno de Zapatero?
La prensa internacional -no importa en qué idioma la lea uno-, se hace eco del fracaso del Ejecutivo español en la escena internacional. ¿Por qué el resto del mundo ya no se toma en serio a España? La única iniciativa política importante que ha tomado ha sido a favor de la notoria Alianza de Civilizaciones, que se basa en una estrecha alianza con Turquía (un país al que la Unión Europea sigue negando la afiliación) y una activa hostilidad hacia Israel. España ha desaparecido como jugador importante del escenario internacional. Zapatero es, con toda probabilidad, el líder más aislado de Europa. En vez de ser invitada a foros internacionales, España tiene que entrar por la puerta trasera. Y para la reunión crucial del G-20 que tendrá lugar en Londres el próximo abril, Zapatero ha declarado que «el Ejecutivo tiene una estrategia para consolidar su presencia».
La prensa en Estados Unidos ha comentado con cinismo su visita a Washington por lo embarazoso de la situación. Una entrevista que se publicó en el Houston Chronicle, de Texas, comunicaba que la ansiedad de Zapatero por ir a la Casa Blanca para ofrecer al fin sus respetos a George W. Bush, constituía un momento «surrealista». En la misma entrevista, el líder español expresaba su convicción de que el próximo presidente americano, Barack Obama, era su «nuevo mejor amigo por siempre». El comentarista del Houston encontró este reciente entusiasmo por los Estados Unidos muy extraño, ya que cada aspecto de la política de Zapatero es la antítesis de la política americana.
Pero, la aparición de Obama como el «nuevo mejor amigo», ¿ayudará a España a salir de su aislamiento? La repuesta a esta pregunta trae nuevas y sorprendentes perspectivas, sobre todo en el tema del terrorismo internacional.
Muy poca gente en España sabe que su país es uno de los comerciantes de armamento más grande del mundo. El público tiende a considerar que su Gobierno es un partidario inflexible de la paz. La verdad es que, según el Stockholm Peace Institute, aunque la España de Zapatero se niega a enviar tropas de combate a cualquier centro de conflicto terrorista, se clasifica entre los 15 mayores gastadores de armamento, inmediatamente después de Australia y Canadá. ¿Por qué un pequeño Estado que no está en guerra gasta tanto en armas? En un informe parecido, Oxfam International señala que España es el mayor proveedor de armas para el Africa subsahariana. Estos datos han pasado completamente desapercibidos en la prensa española. E, irónicamente, esta compra y exportación masiva de armas significa que España se encuentra en una posición excelente para poder ayudar al «nuevo mejor amigo por siempre» de Zapatero.
¿Y cómo ocurriría esto? A pesar de su inicial entusiasmo por el nuevo Gobierno estadounidense, los ciudadanos pronto se darán cuenta de que el precio para ser buenos amigos de Obama será que España salga de su aislamiento internacional. Y, desafortunadamente, los españoles pronto descubrirán que, en la práctica, la política internacional de Obama tal vez siga las líneas fijadas por Bush. La principal evidencia ha sido que el presidente electo ha confirmado en su puesto al actual director de operaciones en Irak, y ha acordado un nuevo tratado con este país para mantener las tropas americanas allí durante tres años más, como mínimo. Irónicamente, si España acepta estas decisiones, estará de algún modo apoyando la política de Bush.
Pero ese no es el final de la historia. Acabo de leer un análisis de la presumible futura política internacional de Obama, escrito por un experto en cuestiones de estrategia, que declara que «el primer deseo del nuevo presidente será que haya una mayor participación de los europeos en Afganistán». Obama ha dejado claro en sus primeras declaraciones tras las elecciones que la guerra en Afganistán será una prioridad para su Administración. E igualmente, sus palabras a la prensa después de la masacre en Mumbai confirman cuál es su intención. Parece seguro que enviará más tropas a Afganistán, y es muy posible que inste a las naciones europeas -que son sus «amigas»- a hacer lo mismo. Sin embargo, insistirá en que esas tropas no vayan con el rol de «pacificadoras» -como desde el Ministerio de Defensa español se insiste que están nuestros efectivos en este momento-, sino cumpliendo una clara misión militar, en un escenario de guerra.
Estas no serán buenas noticias para Zapatero, para quien cada muerte militar en Afganistán representa un golpe a su política. De la misma manera, sobre la cuestión de Irán, Obama también ha dejado claro que no dejará la opción militar fuera de la mesa. Si Zapatero insiste en apoyar a su «nuevo mejor amigo», muy pronto verá que está adoptando exactamente la misma política exterior de José María Aznar, es decir, una estrecha alianza y de colaboración con la estrategia mundial de Estados Unidos. Mientras Bush, a menudo, simplemente ignoraba a los europeos, Obama está dispuesto a trabajar con ellos. Pero a cambio pedirá cosas.
En definitiva, si España quiere librarse de la imagen humillante de su líder mendigando a la Casa Blanca, necesitará establecer aliados firmes y poderosos, y, sobre todo, necesita colaborar con Estado Unidos. Recientemente, el International Herald Tribune publicaba: «El perfil político de España se está encogiendo bajo el liderazgo de un hombre profundamente absorbido en la reforma doméstica y falto de experiencia internacional». Quizás el nuevo presidente de Estados Unidos hará posible que los líderes españoles salgan de su ombliguismo y entren en una nueva era de relevancia internacional.
El horror de Mumbai debería dar al Gobierno español la ocasión y la excusa para demostrar que es capaz de responder al desafío moral de mantener la paz, no mediante demostraciones fútiles o caceroladas en los balcones, sino a través de la cooperación militar activa en Afganistán con sus compañeros europeos y su «nuevo mejor amigo», Barack Obama.
Henry Kamen es historiador y su último libro publicado es Imagining Spain: Historical Myth & National Identity (Yale University Press, 2008).
Etiquetas: Afganistán, España, ISAF, Obama, OTAN
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