domingo, enero 18, 2009

Fuga de gas






















Cuando quieren, se entienden. Yulia Timoshenko, la "Princesa del Gas" (y una de las grandes fortunas internacionales) y Vladimir Putin, durante las negociaciones del pasado fin de semana. Excelente retrato publicado por "El País" y procedente de REUTERS.



Mire usted por dónde, la "guerra del gas" y la crisis de Gaza se resuelven como por ensalmo un par de días antes de la toma de posesión de Obama. Esto no parecía entenderlo la locutora barcelonesa que el pasado jueves me entrevistaba sobre el conflicto entre Moscú y Kiev, y que parecía creer que Europa, el otrora Viejo Continente, tenía todavía algún as en la manga para "exigir" políticamente a Rusia (que se perfila como deus ex machina de todas las maldades universales) la solución poco menos que fulminante del problema.


El motivo de tal energía reivindicativa tenía su origen en un seminario organizado por el CIDOB y el Ayuntamiento de Barcelona con invitados como Anatoly Chubais (¡Chubais!) o Giuliano Amato. Que a estas alturas todavía se cuente con personajes como Chubais o el "Dottor Sottile" para trazar las líneas de las relaciones UE-Rusia no es un aval demasiado convincente (por anacrónico) de toda esa generación de jóvenes leones politólogos muy empecinados en convencer al común de la población de cosas como que Ucrania es una apuesta seria y de peso, o que debemos seguir en Afganistán. A cambio, no parecen considerar la posibilidad de que Ucrania esté apostando de firme por la energía nuclear, olvidando (y haciéndonos olvidar) Chernóbil 1986. Sin mencionar para nada, claro está, que el amigo Obama vaya a pedir a Madrid tropas en orden de combate para pelear en una guerra abierta contra los talibanes, no para levantar escuelas y dispensarios médicos.


Ha vuelto a salir Obama; pero no es síntoma de que el autor de este post haya caído a su vez en al "Obamanía", sino a que la misma ministra de Defensa, Carme Chacón, se dirigió a las tropas españolas acantonadas en el lejano frente afgano, instándoles a que tuvieran fe en Obama. Como pueden ver, el presidente inminente, sin siquiera sentarse en el Despacho Oval, acaba de solucionar como por ensalmo la crisis de Gaza y la guerra del gas.


¿Seguro?


"El Periódico", 18/01/2009

Los gamberros del Este

Las presiones sobre Rusia posiblemente beneficiarán a los instaladores de centrales nucleares

Francisco VEIGA

La nueva guerra del gas entre Ucrania y Rusia ha sido una versión corregida y ampliada de otras dos crisis similares, acaecidas en enero del 2006 y el 2008; y ello no ha sido por casualidad. El nuevo incidente ha tenido lugar precisamente pocos días antes de que el próximo presidente norteamericano, Barack Obama, jure el cargo: todo ello lo convierte en uno más de los conflictos sonda o recordatorio en este mismo periodo, tal como lo es la destrucción del gueto de Gaza. Se trata de aprovechar ese momento de claroscuro, los minutos de vacío de poder en Washington, para hostigar y lanzar un desafío que el nuevo inquilino de la Casa Blanca se verá obligado a atender en primera instancia, y al cual deberá dedicar todas sus energías justo en los momentos en los que estará más verde en el cargo. Esta situación tiene una faceta preocupante en lo que concierne a Europa, porque demuestra que una serie de países continúan depositando toda su esperanza en que el amigo americano les solucione la papeleta. Y algunos conflictos, pura y simplemente, fueron puestos en marcha durante la era de George W. Bush para erosionar la autoridad comunitaria europea.

RESULTA evidente que en la guerra del gas de enero del 2009, los protagonistas centrales han sido Ucrania y Rusia, por este orden. Los gobernantes del primer país, por su contribución, con alevosía, al desencadenamiento del conflicto por motivos políticos, buscando situarse, junto con Israel, en los primeros puestos de la agenda exterior del nuevo presidente norteamericano. A Moscú le ha venido de perlas el amago de represalia ucraniana, porque, en el caso concreto del gas, lo que buscan los rusos es marcar precios al alza en el mercado internacional del gas, en el cual ese país es la mayor potencia mundial. No es el caso del petró- leo: no existe un mercado mundial del gas unificado, y tampoco un mecanismo que lo regule, por lo cual ahí Rusia tiene mucho que decir. Y ahora le conviene trabajar en esa dirección, dada la caída del precio del petróleo, que los grandes especuladores internacionales estuvieron hinchando entre la crisis de las subprime (agosto de 2007) y el crash del pasado septiembre. Este es el quid de la cuestión.

PARA LA UE es una situación delicada, y nada coyuntural; por eso son temerarias las llamadas al desplante o el desafío contra los rusos, como si estuviéramos en 1909. Las únicas armas que deben utilizarse, con la contundencia que sea, son las financieras y las económicas. En ese contexto, tratar el asunto como una continuación de la guerra de Georgia del pasado verano resulta muy perjudicial para los europeos. Pero más aún lo es jalear a esos países definidos por algunos como rogue Eastates (granujas o gamberros del Este) en alusión a los rogue states, término acuñado durante la era de Ronald Reagan, traducible como estados granujas. Se denominaba así a todos aquellos países de régimen autoritario, con una desafiante actitud antinorteamericana y dispuestos a poses duras y/o melodramáticas en política internacional: armas nucleares, provocaciones, propaganda agresiva y manipulación de sus primos mayores o potencias favorables. Si cambiamos totalitarismo por populismo (lo que muchos norteamericanos aceptarían para la Venezuela chavista), se puede ver cómo en Europa oriental y el Cáucaso han proliferado una serie de países proclives a actuar forzando a su favor los equilibrios de poder internacionales.

Aunque se pueden señalar algunos países concretos que iniciaron esta tendencia, al comienzo de las guerras de secesión yugoslavas, los orígenes de la actual generación de países del Este partidarios de jugar al límite con el apoyo de países occidentales poderosos, se puede datar en 1996, cuando Georgia, Ucrania, Moldavia y Azerbaiyán pusieron los cimientos de lo que en el 2001 sería el el GUAM, Organización para la Democracia y el Desarrollo Económico. Posteriormente, Moldavia se daría de baja y Azerbaiyán no coincidiría con la política antirrusa de Georgia y Ucrania; lo cual, junto con el activo apoyo norteamericano, serían dos marcas de origen del GUAM.

SIN EMBARGO, con el tiempo, al no recibir el esperado e incondicional amparo europeo (dado que las cruzadas contra Rusia apoyadas desde Washington no tienden a beneficiar a Bruselas), estas actitudes han sido semillero de euroescepticismo, incluso en aquellos países que se han convertido en miembros de la Unión Europea. Es importante tenerlo en cuenta para valorar si nos interesa apoyar presiones contra Rusia que posiblemente terminarán en beneficio de los instaladores de centrales nucleares: algo en lo cual tienen especial interés algunos de los denostadores pertinaces de llegar a alguna forma de concordia estable y permanente con Moscú. En cuanto a las historias sobre mafias, son pintorescas: pero a la vista de fraudes como el de Bernard Madoff y de lo que ha destapado la actual crisis financiera norteamericana, lo de los malos del Este suena ya un poco a calderilla.

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