Un proyecto para Afganistán
Soldados turcos llegan a Kabul por vía aérea, junio 2002
Asuntos profesionales prioritarios han mantenido este blog inactivo durante algunas semanas. Sin embargo, esa situación no se ha resuelto completamente. Y mientras tanto, los asuntos a tratar, se acumulan.
A efectos de ir restableciendo el pulso del blog (sin garantías de que vaya a continuar editándose por mucho tiempo) se ha optado de momento por ir publicando algunos post a base de comentarios breves o mediante la reedición de meras noticias, que a su vez hacen referencia a las anteriores líneas de análisis trabajadas en este blog. Por supuesto, todo ello sin concesiones al diseño de edición: de momento no hay disponibilidad de tiempo para incluir apoyo gráfico. De todas formas, y dado que este blog cuenta con algunos fieles seguidores, se confía en su paciencia y comprensión para subsanar el bache.
A efectos de ir restableciendo el pulso del blog (sin garantías de que vaya a continuar editándose por mucho tiempo) se ha optado de momento por ir publicando algunos post a base de comentarios breves o mediante la reedición de meras noticias, que a su vez hacen referencia a las anteriores líneas de análisis trabajadas en este blog. Por supuesto, todo ello sin concesiones al diseño de edición: de momento no hay disponibilidad de tiempo para incluir apoyo gráfico. De todas formas, y dado que este blog cuenta con algunos fieles seguidores, se confía en su paciencia y comprensión para subsanar el bache.
El artículo que se reproduce a continuación fue publicado hace pocos días y se refiere a una cuestión que últimamente suscita mucha polémica en la prensa española y, por extensión, en la occidental. ¿Debe continuar la presencia de la misión ISAF en Afganistán?¿Qué postura debe tomar el gobierno español al efecto? El lector encontrará una respuesta en el artículo que sigue, asociada al papel (poco conocido) que juega Turquía en ese escenario. Debe tenerse presente que ese país cuenta con muy útiles relaciones en la zona, además de tener excelentes expertos y analistas en Afganistán y Asia Central, a los que posiblemente le dedicaremos atención en futuros post.
El profesor Akın Özçer ha tenido la gentileza de incluir la pieza en la revista que dirige: "Hispanatolia". Es por esa razón, y por la afortunada coincidencia de que s eesté celebrando en Estambul la Trilateral turco-afgano-paquistaní, por lo cual el autor decidió editar su propio artículo en su propio blog, aún contando con los problemas de tiempo y disponibilidad mencionados más arriba.
Pinchar sobre la imagen para ampliar: Restos de los 96 vehículos de transporte de la misión OTAN-ISAF destruidos por un comando talibán en Peshawar, Pakistán, el pasado 7 de diciembre. 96 vehículos son muchos vehículos. El ataque se volvió a repetir al día siguiente contra otra terminal cercana. Todo indica que los talibanes están iniciando las operaciones para el estrangulamiento de Kabul; las tropas ISAF podrán seguir siendo abastecidas, pero posiblemente la población civil de la capital sufrirá las consecuencias y la insurgencia prenderá en el interior de la ciudad. El margen para aplicar soluciones políticas se estrecha a cada día que pasa.
"El Periódico", 29/11/2008
Un proyecto para Afganistán
La Alianza de Civilizaciones es el marco apropiado para vehicular los estudios, ideas y propuestas que pudieran hacerse desde Turquía
• Es de temer que, en el plano militar, la posición de España en el país sea insostenible a medio plazo
FRANCISCO Veiga
Hace cuatro años, el contingente militar español en Irak era un "eslabón débil", dado que, políticamente, España no podía permitirse encajar pérdidas elevadas participando en un conflicto que era muy impopular. Por razones que no se van a discutir aquí, Madrid continuó enviando tropas en misiones internacionales a zonas de crisis en el mundo islámico: Afganistán y el Líbano. La diferencia con lo ocurrido en Irak es que ahora el Gobierno sabe que, le guste o no, ha de estar preparado para encajar golpes de la insurgencia o el terrorismo. Retirar unilateralmente las tropas de alguno de esos puntos amenazadores puede resultar contraproducente para la seguridad del Estado, porque convertiría al resto de los contingentes, y a la población española en su conjunto, en el perfecto rehén del terrorismo islamista o de cualquier otro.
Más allá de esa consideración, es de temer que, desde un punto de vista militar, nuestra posición en Afganistán sea insostenible a medio plazo. Argumentar que las tropas españolas permanecen en aquel remoto país para defender una red de centros de atención médica y escuelas o para echar una mano en la habilitación de infraestructuras básicas resulta, como poco, escasamente realista. Todo ese tinglado flota en el aire sin beneficiarse del apoyo de unas instituciones administrativas locales que tampoco tienen claro el futuro de su país. Mientras decae irremisiblemente la estrella del presidente Karzai, ni militares extranjeros ni autoridades locales poseen un plan político claro al margen de consignas bienintencionadas. Analistas occidentales empecinados abogan por enviar más tropas allí, lo que equivale a más fuerza militar para defender un proyecto político que sigue sin existir. Así que, mientras en Madrid esperan a que lo elaboren otros, la opción parece ser mantener en zona de guerra unas tropas sin material pesado y que pueden convertirse en el pim pam pum de los insurgentes talibanes.
Y, sin embargo, el momento es apropiado para pensar que España podría contribuir, con ideas propias, al diseño de ese plan para Afganistán, en el marco de la Alianza de Civilizaciones, esto es, en colaboración con Turquía. En los últimos meses, el Gobierno de Ankara, que no termina de ver aplicaciones prácticas al proyecto, pretende encontrarlas en alguna forma de colaboración hispano-turca para abordar conjuntamente los problemas que suponen ETA y el PKK. Pero la Alianza de Civilizaciones no es un programa antiterrorista conjunto. Ante una idea tan escasamente práctica, cabe pensar que el Gobierno de Erdogan esté siendo mal asesorado desde sectores de la derecha laica, interesados en deteriorar las relaciones entre Madrid y Ankara.
En cambio, la experiencia turca resulta altamente valiosa para buscar una solución práctica para Afganistán. El mundo turco siempre ha sido un laboratorio de innovaciones políticas en torno al islam; posee un enorme conocimiento histórico del Asia central, y buenas relaciones allí. Prueba de ello es la privilegiada relación que tiene Turquía con Pakistán, por poner un ejemplo. Y ese país es precisamente una de las claves para el destino de Afganistán. Además, Ankara colabora con un contingente propio de soldados en la misión de la ISAF (la fuerza internacional de seguridad).
Turquía es un país con una política exterior muy compleja, dado que debe moverse en escenarios dispares. Por ello, no va a dar el primer paso para desarrollar por su cuenta ningún plan político para Afganistán. En cambio, la Alianza de Civilizaciones sí es el marco apropiado para vehicular los estudios, ideas y propuestas que pudieran hacerse al respecto. Madrid tendría una ocasión única para reflotar un proyecto que nació a raíz de la retirada de las tropas españolas de Irak, en el 2004, y que podría tener los días contados, desaparecido Bush de la Casa Blanca y restablecidas las buenas relaciones con Wa- shington a través de un presidente Obama que parece llegar con actitudes propias sobre las civilizaciones, sus choques y alianzas, si es que todo ello se puede enfocar así.
En estos tiempos, Ankara también necesita de alguna baza brillante al servicio de sus aliados en la OTAN y amigos en la Unión Europea. El Gobierno de Erdogan se ha atascando sine díe en una interminable guerra contra el PKK, bajo unas directivas estratégicas marcadas por los militares, que no sirvieron de gran cosa en la guerra de 1984-1999 y que ahora parecen llevar el mismo camino. Los oleoductos que pasan por el país están amenazados por el PKK, mientras el precio del petróleo no para de bajar, y Turquía como camino alternativo de los oleoductos desde el Caspio a Europa se devalúa en paralelo al acercamiento entre la UE y Rusia. Rematando todo el conjunto, el proceso de reformas que deberían llevar al país a la UE parece haberse atascado también.
En definitiva, los errores cometidos en Irak son responsabilidad histórica del presidente George W. Bush, y ello contribuyó precisamente a que Estados Unidos haga frente a una crisis de credibilidad internacional sin precedentes. En cambio, las responsabilidades en Afganistán están más distribuidas e implican no solo a los norteamericanos, sino también a los europeos y a la OTAN. Es decir, a nosotros también nos alcanzan.
Un proyecto para Afganistán
La Alianza de Civilizaciones es el marco apropiado para vehicular los estudios, ideas y propuestas que pudieran hacerse desde Turquía
• Es de temer que, en el plano militar, la posición de España en el país sea insostenible a medio plazo
FRANCISCO Veiga
Hace cuatro años, el contingente militar español en Irak era un "eslabón débil", dado que, políticamente, España no podía permitirse encajar pérdidas elevadas participando en un conflicto que era muy impopular. Por razones que no se van a discutir aquí, Madrid continuó enviando tropas en misiones internacionales a zonas de crisis en el mundo islámico: Afganistán y el Líbano. La diferencia con lo ocurrido en Irak es que ahora el Gobierno sabe que, le guste o no, ha de estar preparado para encajar golpes de la insurgencia o el terrorismo. Retirar unilateralmente las tropas de alguno de esos puntos amenazadores puede resultar contraproducente para la seguridad del Estado, porque convertiría al resto de los contingentes, y a la población española en su conjunto, en el perfecto rehén del terrorismo islamista o de cualquier otro.
Más allá de esa consideración, es de temer que, desde un punto de vista militar, nuestra posición en Afganistán sea insostenible a medio plazo. Argumentar que las tropas españolas permanecen en aquel remoto país para defender una red de centros de atención médica y escuelas o para echar una mano en la habilitación de infraestructuras básicas resulta, como poco, escasamente realista. Todo ese tinglado flota en el aire sin beneficiarse del apoyo de unas instituciones administrativas locales que tampoco tienen claro el futuro de su país. Mientras decae irremisiblemente la estrella del presidente Karzai, ni militares extranjeros ni autoridades locales poseen un plan político claro al margen de consignas bienintencionadas. Analistas occidentales empecinados abogan por enviar más tropas allí, lo que equivale a más fuerza militar para defender un proyecto político que sigue sin existir. Así que, mientras en Madrid esperan a que lo elaboren otros, la opción parece ser mantener en zona de guerra unas tropas sin material pesado y que pueden convertirse en el pim pam pum de los insurgentes talibanes.
Y, sin embargo, el momento es apropiado para pensar que España podría contribuir, con ideas propias, al diseño de ese plan para Afganistán, en el marco de la Alianza de Civilizaciones, esto es, en colaboración con Turquía. En los últimos meses, el Gobierno de Ankara, que no termina de ver aplicaciones prácticas al proyecto, pretende encontrarlas en alguna forma de colaboración hispano-turca para abordar conjuntamente los problemas que suponen ETA y el PKK. Pero la Alianza de Civilizaciones no es un programa antiterrorista conjunto. Ante una idea tan escasamente práctica, cabe pensar que el Gobierno de Erdogan esté siendo mal asesorado desde sectores de la derecha laica, interesados en deteriorar las relaciones entre Madrid y Ankara.
En cambio, la experiencia turca resulta altamente valiosa para buscar una solución práctica para Afganistán. El mundo turco siempre ha sido un laboratorio de innovaciones políticas en torno al islam; posee un enorme conocimiento histórico del Asia central, y buenas relaciones allí. Prueba de ello es la privilegiada relación que tiene Turquía con Pakistán, por poner un ejemplo. Y ese país es precisamente una de las claves para el destino de Afganistán. Además, Ankara colabora con un contingente propio de soldados en la misión de la ISAF (la fuerza internacional de seguridad).
Turquía es un país con una política exterior muy compleja, dado que debe moverse en escenarios dispares. Por ello, no va a dar el primer paso para desarrollar por su cuenta ningún plan político para Afganistán. En cambio, la Alianza de Civilizaciones sí es el marco apropiado para vehicular los estudios, ideas y propuestas que pudieran hacerse al respecto. Madrid tendría una ocasión única para reflotar un proyecto que nació a raíz de la retirada de las tropas españolas de Irak, en el 2004, y que podría tener los días contados, desaparecido Bush de la Casa Blanca y restablecidas las buenas relaciones con Wa- shington a través de un presidente Obama que parece llegar con actitudes propias sobre las civilizaciones, sus choques y alianzas, si es que todo ello se puede enfocar así.
En estos tiempos, Ankara también necesita de alguna baza brillante al servicio de sus aliados en la OTAN y amigos en la Unión Europea. El Gobierno de Erdogan se ha atascando sine díe en una interminable guerra contra el PKK, bajo unas directivas estratégicas marcadas por los militares, que no sirvieron de gran cosa en la guerra de 1984-1999 y que ahora parecen llevar el mismo camino. Los oleoductos que pasan por el país están amenazados por el PKK, mientras el precio del petróleo no para de bajar, y Turquía como camino alternativo de los oleoductos desde el Caspio a Europa se devalúa en paralelo al acercamiento entre la UE y Rusia. Rematando todo el conjunto, el proceso de reformas que deberían llevar al país a la UE parece haberse atascado también.
En definitiva, los errores cometidos en Irak son responsabilidad histórica del presidente George W. Bush, y ello contribuyó precisamente a que Estados Unidos haga frente a una crisis de credibilidad internacional sin precedentes. En cambio, las responsabilidades en Afganistán están más distribuidas e implican no solo a los norteamericanos, sino también a los europeos y a la OTAN. Es decir, a nosotros también nos alcanzan.
Etiquetas: Afganistán, Alianza de Civilizaciones, Erdoğan, España, Karzai, OTAN, PKK, talibanes, Turquía
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