viernes, marzo 20, 2009

El Kosovo de nunca acabar (1)












La ministra de Defensa Rosa Chacón, con el contingente militar español en Kosovo, 19 de marzo, 2009




Vuelve el diminuto Kosovo a ocupar el centro de las noticias, redimensionado hasta la desmesura para alcanzar el techo de las conciencias universales. San José de 2009: la ministra Chacón anuncia por sorpresa la retirada del contingente español. La decisión se veía venir desde hace meses, porque hay un cúmulo de razones para ello. Desde luego, las recientes visitas de Tadic (9 de marzo) y Medvedev (2 de marzo) han tenido que ver con el anuncio de la retirada. Pero aparte de las causas concretas que existan para que se haya escogido el 19 de marzo o cualquier otro día, las razones que aconsejaban la retirada del contingente español se amontonaban.

El pasado día 13 de marzo, se envió a un rotativo catalán el artículo que sigue a continuación. Su publicación es inminente, pero dado que los acontecimientos se han adelantado, se ha considerado oportuno traerlo a este blog:




Al parecer, retornan los símbolos del viejo merchandising; o puede que nunca hubieran desaparecido.












Kosovo-Belfast, 2009

Pasó el aniversario de la autoproclamación de independencia de Kosovo, sin pena ni gloria. En algunos periódicos, algunos columnistas nos repitieron una y otra vez las viejas tautologías y admoniciones. El gobierno debería reconocer a Kosovo, subirse al carro de las democracias occidentales. Eso mismo le podían decir, por ejemplo, al enorme Brasil de Lula da Silva, que es occidental, democrático y más progresista que algunos países europeos; y que sin embargo, sigue sin reconocer la independencia del minúsculo Kosovo, con su gran base militar norteamericana en medio.

Tiene bastante gracia que por estos pagos se siga jugando tan descaradamente con los argumentos de la vieja era Bush, como si tal cosa. Por ejemplo: sería bastante ingenuo que el gobierno español reconociera precisamente ahora la independencia de Kosovo, cuando resulta que el pasado 8 de octubre, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó por mayoría una resolución en la cual se exigía que la Corte Internacional de Justicia emitiera su fallo sobre la legalidad de la proclamación de la independencia por Kosovo. Este hecho en sí mismo fue un fenómeno extraordinario, uno de los escasos contragolpes contra el poder de las grandes potencias en la ONU, articulado en la Asamblea General. Los que acusan al gobierno de “provincianismo” por no seguir la senda de los “grandes” en el asunto de Kosovo, parecen ahora, con la boina bien calada, simples vendedores de la estampita.

Por otra parte, cuando la OTAN comenzó su ofensiva aérea contra Serbia, en 1999, se dijo que no era contra el pueblo, sino contra Milosevic. Una vez que cayó el dirigente serbio (más de un año después y no como consecuencia de los bombardeos) el argumento quedó relegado al olvido, y ahora algunos nos recuerdan aquello de que Kosovo fue desgajado de Serbia porque “no se respetó su autonomía”. Sin embargo, entre la caída de Milosevic y la independencia de Kosovo, pasaron ocho largos años en los cuales las nuevas autoridades serbias ofrecieron la reintegración de la autonomía. ¿En qué quedamos?¿Fue una acción militar contra Milosevic, un castigo contra el pueblo serbio o una intervención favor de una opción soberanista?

Pero sobre todo, hay algo que el gobierno no puede explicar abiertamente, pero está en la base de la negativa a reconocer la soberanía de Kosovo. Entre el final de la campaña de bombardeos de la OTAN y la independencia de la antigua provincia transcurrieron casi nueve años. ¿Por qué las grandes potencias occidentales, encabezadas por los Estados Unidos como actor principal, tardaron tanto tiempo en respaldar la autoproclamación de la independencia kosovar? Pues en parte, para dar tiempo a que Londres terminara de completar el proceso de paz en Irlanda del Norte, que había comenzado en abril de 1998 con el Acuerdo de Viernes Santo. Al mes siguiente ya se organizó un reférendum para ratificarlo en todo el territorio de Irlanda. Y sin embargo, sólo en 2005 el IRA anunció su desarme y el 8 de mayo de 2007 se devolvió la autonomía a Irlanda del Norte. En total, siete años de negociaciones. Pues bien, diez meses después de que Irlanda del Norte quedara finalmente pacificada, Kosovo proclamaba su independencia y las grandes potencias, Gran Bretaña y los Estados Unidos a la cabeza, accedían a respaldarla.

En medio de esa dinámica, España continuó albergando el único proceso de activismo político armado de Europa, tras declarar ETA que daba por finalizado el alto el fuego en junio de 2007, una vez volado por los aires el parking de la terminal T4 de Barajas. Por lo tanto, mientras parecía solucionarse definitivamente el conflicto de Irlanda del Norte y se aplaudía la independencia de Kosovo (premiando la insurgencia armada) el gobierno de Zapatero fue abandonado a sus medios ante el problema de la violencia terrorista.


Menos de dos años más tarde, los recientes atentados en Irlanda del Norte, a cargo del IRA Auténtico han coincidido con las grandes incertidumbres que se abren para Ia verde isla en el futuro de la Unión Europea; pero también con el primer aniversario de la independencia kosovar. Afirmar que eso forma parte de una trama de causa-efecto es exagerado. Pero sí que está todo ello relacionado con el hecho de que con Obama en la Casa Blanca, la situación internacional se está reformateando a gran escala. Viene a ser como un enorme reset, que se diría en informática. Ese fenómeno no es bueno ni malo: es simplemente desconcertante para todos.

Según un amigo, la situación internacional podría asimilarse a la que se abrió con la llegada del presidente Jimmy Carter a la Casa Blanca en 1977. Eso supondría que Obama apostará por mostrarse escrupuloso con la conducta de los dudosos aliados respaldados por Bush, a la vez que abriría vías de diálogo con los que hasta ayer eran diabólicos enemigos. ¿Qué puede suponer esto? Desconcierto, debilitamiento de alianzas y al final, cada uno a lo suyo. Por lo tanto, nos esperan años en que la crisis económica no será el único protagonista.

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