viernes, junio 27, 2008

La escuadra borbónica vence a la romanov















La selección turca celebra un gol durante la Eurocopa 2008


En días pasados, durante las crónicas sobre la meritoria escalada de la selección turca en la Eurocopa, los comentaristas deportivos recurrieron a una metonimia que, desde hace tiempo les entusiasma, por supuestamente original, y porque consideran que es marca de refinamiento y cultura: "otomano" por "turco". Así, ha sido muy frecuente escuchar o leer que la "escuadra otomana", esto o lo otro. ¿Podemos imaginar qué efecto hubiera producido leer que durante el partido del día 26, la "selección borbónica" (por española) venció en electrizante partido al "combinado romanov" (por ruso)? En el ámbito de la prensa deportiva española no son nada raros tamañas "gaffes" que no están inspiradas en las ironías u ocurrencias a que puede recurrir la misma prensa turca con sus jugadores: ahí está el caso de Arda, el "Emperador" y Nihat como "Príncipe Heredero". ¿Supuso el "Kaiser" Beckenbauer que la selección alemana fuera tildada de "escuadra hohenzollern"? Lo alarmante es que algunos reporteros de la crónica política vienen siendo tentados por la incorrecta "otomanización" de los turcos. El hecho de que la carta que acompaña este post no llegara a ser publicada por "El País", podría ser la prueba de que las redacciones son bien conscientes de ello.


















Jugadores de la "escuadra borbónica" (¿o "habsburgo"?) celebran uno de los goles marcados al "conjunto romanov" el pasado 26 de junio, ante el Príncipe Felipe, en el palco

Leo con sorpresa el titular de la crónica publicada por “El País” el pasado 14 de enero y firmada por Juan Carlos Sanz: “Una ‘armada’ empresarial otomana”, relativa a la visita de una delegación comercial turca. El muy erróneo recurso a identificar actualmente el calificativo “turco” con “otomano” suele ser propio de crónicas deportivas, necesitadas de retorcer sinónimos al precio que sea. Pero sorprende más que en la crónica política de un periódico destacado se confunda a una nación con una dinastía: la otomana, en este caso, descendiente del Osmán (u Otman) Bey que en el siglo XIII puso las primeras bases del imperio que llevaría su nombre.

El Imperio otomano, por cierto, fue originariamente fundado y dirigido por turcos, pero con el tiempo, los sultanes se reprodujeron mediante favoritas del harén, esclavas que no eran turcas; y lo mismo ocurrió con la administración de palacio, que terminó en manos de los esclavos más inteligentes, todos ellos también muy escasamente turcos. Por lo demás, el Imperio otomano coexistían turcos, árabes, persas, europeos balcánicos, caucásicos y durante decenios, tártaros y hasta ucranianos. Por lo tanto, no hay por dónde agarrar la infeliz identificación actual entre “otomano” y “turco”, aunque por convención el lenguaje historiográfico si acepta la metonimia inversa: “turco” por “otomano”, para antes de 1918 (el “Imperio turco”). Se sobrentiende el juego de palabras que intenta el titular mencionado combinando “otomano” y “armada” en alusión a Lepanto y todo eso. Pero en realidad resulta decepcionante. ¿Podemos imaginar que en pleno 2008 una delegación comercial española fuera saludada en Turquía como “borbónica” o incluso “habsburgo”?¿Sería “romanov” si procediera de Rusia?

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domingo, junio 22, 2008

Réquiem por los viejos mafiosos






















Portada de Kriminal, el extenso trabajo sobre las mafias serbias en los 90 que alcanzó fama mundial en forma de reportaje producido por la cadena de radio alternativa B-92, titulado: "Nos vemos en el obituario". En la foto, Aleksandar Knežević "Knele", asesinado en octubre de 1992 y devenido figura mítica. Aparece vestido según la moda de la época: chándal de último modelo (eran muy dados al culturismo) y gruesas cadenas de oro que a veces eran su últioma reserva de capital y poder. Normalmente, pistola en la cintura. En Serbia existe un cierto culto nacional a la figura de algunos mafiosos, contemplados como héroes populares





El pasado 19 de junio, "El Periódico" publicó "Réquiem por los viejos mafiosos" que por las lógicas limitaciones de espacio debió quedar reducido a los 5.200 espacios reglamentarios. A continuación, la versión original y extensa de esa pieza, que forma parte de un libro del autor de próxima aparición.





















Genadi Petrov, supuesto capo del gang mafioso ruso desarticulado por la policía española el pasado 13 de junio. Este tipo de figuras son de transición, entre los viejos mafiosos tradicionales y los nuevos blanqueadores de capitales. Pero Petrov era un personaje demasiado significado como para poder sobrevivir largo tiempo en el mundo del hampa actual. Los extensos "ejércitos" o "gangs" mafiosos impresionan a la opinión pública, pero en general resultan muy vulnerables a los modernos sistemas de investigación


Qué duda cabe de que el descabezamiento del gang mafioso de Tambov-Malishevo por la policía española, ha constituido una feliz noticia. Sin embargo, quizá es momento de recordar que el periodo de la gran delincuencia, un tanto exhibicionista, de grandes nombres y golpes espectaculares conserva, ya entrado el siglo XXI, un aroma de antigualla criminal: innegablemente mortífera, pero hortera y cada vez más anacrónica.

En perspectiva histórica, el periodo de la gran delincuencia, de grandes nombres y golpes espectaculares parece corresponder más a la primera mitad de los noventa que a la segunda. Fue aquella la época de las persecuciones de planeadoras por las rías gallegas; de los mafiosos serbios cargados de collares de oro; de la mafiotización de la guerra de Bosnia, en que los bandos compraban y vendían hasta posiciones militares y se alquilaban suboficiales; de las ideas audaces, las extravagancias y la brutalidad sin límites de Pablo Escobar en Colombia; del asesinato del juez Falcone, en Italia, con una tonelada de explosivos; del capo ruso Yaponchik a la conquista del mercado norteamericano; de los mercados de coches robados en los Balcanes, los intentos de traficar con materiales radioactivos, de la gran industria del pirateo gestionada por la Camorra; o de la mafia chechena en Moscú, con sus seiscientos pistoleros.

















Zapatos deportivos marca "Escobar". En Colombia existía y subsiste un verdadero culto de admiración y respeto por Pablo Escobar

Este tipo de delincuencia espectacular en la era de la globalización internacionalizó los fenómenos de culto, como los célebres “narcocorridos” del grupo mejicano Los Tigres del Norte, que si bien ya eran un fenómeno musical en su propio país, en los setenta y ochenta, consiguieron convertirse en un fenómeno internacional en la década siguiente logrando una audiencia record en 1993, al reunir a más de 200.000 personas en el Arena Deportiva de Los Ángeles.

Algo similar ocurrió con el gangsta rap norteamericano, centrado en el crimen, la violencia y las drogas. Si bien ya en 1987 el DJ Scott LaRock fue tiroteado y muerto tras publicarse el álbum “Criminal Minded” de su grupo, Boogie Down Productions (prácticamente el inventor del género,) y el rapper Eazy-E consiguió un gran éxito de ventas en 1989 con su disco “Eazy duz it”, que glorificaba la figura social el gángster, el género todavía no tenía la aceptación social del mercado de gran consumo. Por ejemplo, el LP mencionado consiguió un disco de platino pero sin lograr el apoyo de las emisoras. Sin embargo, a comienzos de los noventa el género gangsta rap se impuso comercialmente con el álbum “The Chronic” (1992) de Dr. Dre.

A esas alturas, no sólo se cantaba y se vendía en los Estados Unidos, sino que ya tenía éxito internacional e influía, por ejemplo, en las variantes gangsteriles de la música electrónica de gran éxito en los Balcanes: el “turbo folk” serbio, por ejemplo. No por casualidad, su gran intérprete, Ceca (19 millones de copias vendidas en los Balcanes) contrajo nupcias en 1995 con Arkan, líder del sanguinario grupo paramilitar “Tigres”, que actuó en Croacia y Bosnia entre 1991 y 1995, pero que también ofició como “hombre de negocios” más que oscuros en su propio país.





















Portada del álbum que lanzó comercialmente el fenómeno de la "musica criminal" en los EEUU, a comienzos de los noventa

Paradójicamente, la difusión de estas manifestaciones culturales no fue un síntoma de que los gángsters y las mafias estuvieran conquistando el mundo, sino más bien todo lo contrario. El fenómeno de la implosión a escala global también alcanzó a la delincuencia organizada en base a estructuras jerárquicas, que a lo largo de la segunda mitad de los noventa comenzó a ceder terreno a favor de redes de delincuentes mucho más elásticas y desubicadas territorialmente. Los narcos mejicanos a los que cantaban Los Tigres del Norte no desaparecieron, pero perdieron protagonismo internacional, al igual que los mafiosos “nacionales” de aquí y allá.

Las nuevas asociaciones eran más ocasionales, se montaban y desmontaban en torno a un negocio concreto e integraban a socios de cualquier país del mundo. También comenzaron a volcarse en nuevos negocios, algunos tan o más lucrativos que el tráfico de drogas o armas pero, sobre todo, menos arriesgados. Por ejemplo, el comercio internacional de órganos humanos –en especial riñones- el tráfico de las treinta mil especies de animales y plantas en peligro de extinción, de residuos peligrosos o bien de clorofluorocarbonos (CFC), que en teoría deberían ir siendo eliminados de la industria mundial a partir del Protocolo de Montreal (1988) por ser un peligro directo para la capa de ozono.

La mayor parte de estos negocios ilícitos prosperaron directamente sobre el terreno abonado que supuso la economía mundial liberalizada y la revolución de la comunicación y los transportes. De esa manera, Sudán, Eritrea, Argelia y Mozambique se transformaron, por ejemplo, en presuntos basureros de los residuos radioactivos italianos. China, Pakistán y la India se acabaron convirtiendo en centros desguazadores, adonde iban a parar desde artefactos domésticos y productos de electrónica a barcos enteros.

Pero aunque las exportaciones de esos productos peligrosos eran muchas veces ilegales, los delincuentes lograban organizar complejos itinerarios en los que las autoridades perdían la pista tras sucesivos envasados y etiquetados. En otros casos, los responsables de alto nivel resultaban muy difíciles de identificar, como ocurría en el tráfico de fauna salvaje, pieles o maderas de lujo. Por otra parte, los intermediarios eran tantos y tan variados que lograban borrar la pista de las transacciones –mezclándolas con negocios perfectamente legales- cediendo las fases finales en destino, en manos de colaboradores locales que conocían bien el terreno.


















Según algunas fuentes, en China se llegan a aplicar entre 5.000 y 12.000 condenas a muerte. Una parte de los órganos de los ejecutados es vendida en el mercado internacional a través de internet: una nueva forma de actividad siniestra que se mueve en el terreno del vacío legal internacional que ha generado el mundo globalizado

Resulta evidente que estas nuevas formas de comercio ilícito necesitaban cada vez más de técnicos y expertos, “personas normales” muy alejadas del estereotipo del pistolero mafioso. Dependían enormemente de la tecnología: por ejemplo, el tráfico de órganos ilegal se hizo posible por la utilización de ciclosporina en los trasplantes (medicamente aprobado en 1983) lo que reducía mucho la posibilidad de rechazo por el paciente. Pero aunque ya no fue necesario contar con personal altamente especializado, sí eran necesario cirujanos y clínicas situadas en países de legislación permisiva, o con expertos intermediario que podían provenir, de terceros países. Por supuesto, el tráfico de obras de arte robadas también recurría a delincuentes muy especializados, pero la sofisticación de la nueva delincuencia globalizada hacía que en ocasiones desaparecieran los límites entre los diferentes tipos de negocios. Así, por ejemplo, Moisés Naím relata que en 1999, el traslado de un alijo de cocaína desde Caracas a París estuvo directamente relacionado con la aparición en Miami de un cuadro de Goya y otro del artista japonés Tsuguharu Fujita (1886-1968). En efecto, parece que ya por entonces, algunas obras de arte robadas eran utilizadas como contravalor o reserva de pago para otras operaciones.

De hecho, incluso negocios ilícitos tradicionales, como el tráfico de drogas, comenzaron a hacerse más sofisticados en la segunda mitad de la década de los noventa. Por ejemplo, el blanqueo de capitales terminó por resultar un negocio más lucrativo y seguro que la venta de droga en sí misma, alcanzado niveles de gran originalidad. Así, los traficantes colombianos de droga crearon un sistema propio de blanqueo denominado Cambio de Pesos en el Mercado Negro; el sistema generó numerosas variantes y terminó por extenderse a México. Pero en otros casos, los cargamentos de droga eran el vehículo que posibilitaba pagar, evadir y ocultar dinero, y no al revés.



El libro de Robert Hinde, Bending the Rules (Oxford University Press, 2007) hace un acertado diagnóstico sobre la elasticidad moral que propicia la nueva era de la globalización, lo que a su vez sustenta importantes agujeros negros legales a escala internacional: el perfecto terreno abonado para las nuevas formas de la delincuencia "safe", que implica a millones de ciudadanos "normales" sólo ocasionalmente dedicados a actividades ilegales... o no




Lógicamente, la gigantesca transformación del sistema bancario internacional en la década de los noventa facilitó enormemente esa práctica. En quince años, a partir de 1990, los activos financieros a escala mundial casi se multiplicaron por tres; por lo tanto, la capacidad de blanquear capitales creció también en consecuencia: bien entrado el siglo XXI, esa actividad venía a representar entre el 2 y el 5% del PIB mundial, según las fuentes más optimistas. Pero tal proporción alcanzaba el 10% en cómputos menos complacientes. En buena medida esto se debió a que la nueva economía neoliberal impulsó sin dudar la liberalización de los sectores financieros. Era lógico: no se podía poner en marcha el libre comercio a escala global sin hacer lo mismo con las finanzas, que son la savia de la economía. Así, la mayor parte de los países abandonó el control de divisas, lo cual disparó el volumen diario global de intercambios en muy poco tiempo. Además, las leyes de los diversos estados permitieron que los sistemas financieros nacionales se asociaran o incluso fusionaran con los de otros países. De hecho lo buscaron afanosamente, porque lo que interesaba en la economía global era atraer capital, en dura competencia entre países y empresas. Los adelantos tecnológicos facilitaron decisivamente el dinamismo de las transacciones, que todavía se potenciaron más con una muy amplia gama de productos financieros de nueva generación. Por lo tanto, a los blanqueadores de dinero les resultaba muy fácil crear decenas de cuentas para limpiar un rastro (el denominado “efecto ventilador”), transferir capitales de un país a otro mediante complejos contratos que sólo los expertos podían dilucidar, mover dinero desde cajeros situado en cualquier esquina de una calle, crear bancos virtuales o comprarlos en paraísos fiscales o realizar operaciones de ejecución instantánea a través de internet, desde cualquier lugar del mundo, pulsando una sola tecla. Así fue como se generó una situación, a escala mundial, sin precedentes históricos.

Sin embargo, a medida que transcurría la segunda mitad de los noventa, se fue comprobando que el problema no residía exactamente en que la delincuencia estuviera creciendo a pasos agigantados y multiformes, sino en que la combinación de la nueva ideología neoliberal y globalizadora –triunfante de la Guerra Fría- combinada con el impacto de las nuevas tecnologías en la vida cotidiana de los ciudadanos, tendían a difuminar los límites preestablecidos de lo legal y lo moral; y con ello, la estructura social sobre la que se había ido configurando el denominado mundo desarrollado en el siglo XX.

Por ejemplo, el blanqueo de dinero necesitaba de un ejército de banqueros, abogados, contables, brokers y todo tipo de intermediarios para los cuales la práctica que estaban llevando a cabo no se asociaba necesariamente con un determinado tipo de delito. Además, el funcionamiento de las nuevas redes del hampa tendía a hacer que el colaborador técnico actuara sólo de vez en cuando, muchas veces limitándose a mirar hacia otro lado, de forma prácticamente impune. Mientras tanto, la evasión fiscal devenía cada vez más fácil para el ciudadano medio de cualquier país, y eso tampoco era contemplado como un delito especialmente grave; de hecho, en muchos países los profesionales liberales podían cobrar en negro de sus clientes, lo que hacía que los asalariados mantuvieran sobre sus espaldas buena parte de la presión fiscal, una situación que tendía a potenciar exponencialmente ese tipo de delito

















Jérôme Kerviel sale de la cárcel en compañía de su abogado, marzo de 2008. El caso de este broker de Société Generale, acusado de haber provocado un agujero de 5.000 millones de euros, es una buena muestra de los resbaladizos límites de la moderna delincuencia


A otros niveles de la vida cotidiana, el usuario de internet se lanzó a consumir pornografía o jugar en casinos virtuales, sin importarle demasiado que algunos de esos negocios fueran absolutamente ilegales (normalmente “en otros países”) o sirvieran de tapaderas para el blanqueo de dinero, por ejemplo. ¿Quién podía saberlo? Por otra parta, si alguien tenía dudas morales, los prestigiosos implicados no dudaban en acallarlas. Tal fue el caso de eBay, la muy conocida firma de subastas on-line, que en 2004 realizaba una millar de subastas semanales de marfil, en buena medida procedente de la caza ilegal. La respuesta de un portavoz de la empresa fue que “no podían negarse” porque ello perjudicaría a los que vendían el producto de forma legal.

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miércoles, junio 18, 2008

El Festival del Eurocontrol (y 5)





















Un libro destacable por su claridad expositiva y capacidad de provocación ampliamente documentada. De lectura recomendada para periodistas, políticos y diplomáticos


El aún reciente resultado del referéndum irlandés suministra una excelente ocasión para cerrar esta serie de post sobre el “Eurocontrol”. A simple vista podría parecer que el “no” cosechado el pasado jueves 12 de junio constituye una severa contradicción con el concepto enunciado: posiblemente eso mismo pensaban una buena parte de los irlandeses cuando emitían su voto (tanto el positivo como el negativo). Pero conforme pasan los días, parece quedar patente que en Bruselas no sólo se esperaba lo ocurrido (al menos con antelación de días) sino que es posible que hasta se deseara íntimamente.

Entiéndase: en pleno periodo de recesión internacional, la UE intenta afrontar asuntos muy delicados, tanto de política interior como exterior. En ese contexto, los sentimientos de egoísmo nacional resultan particularmente problemáticos por cuanto terminan siendo incompatibles entre sí; y desde la gran ampliación del 2004, abundan las posibilidades de que se manifiesten. Cuando accedan a la UE los países de los Balcanes occidentales, Turquía y posiblemente los del Cáucaso, las grandes líneas decisorias en la comunidad podrían quedar a merced de pequeños y grandes demagogos de las innumerables Ruritanias, Fandorras, Torlonias o Zendas de Europa. Pero también, como se ha denunciado en este mismo blog, de las potencias históricamente hegemónicas de nuestro continente: las inevitables Alemania, Francia, Reino Unido.

A eso hemos de añadir los agravios comparativos que suponen la veteranías o los privilegios supuestamente traicionados según sean percibidos por los de la generación del 2007, los del 2004 o los anteriores a esas fechas, especialmente los países más pequeños. La ansiedad de los irlandeses ante los recién llegados del Este es trasladable a Holanda, Dinamarca o Portugal.

Por otra parte, la idea de que los referéndums referidos a cuestiones comunitarias se utilicen para expresar malestares diversos entre ciudadanía y clase política del propio país: un vehículo, por cierto, mucho mejor y menos arriesgado que unas elecciones legislativas; pero que lo convierte en inútil y hasta contraproducente en relación a su finalidad principal, que es para lo que fue convocada la consulta. Y por último (aunque sólo sea por dejar constancia aquí de ello) el problema principal que queda después de ese desahogo es que no deja detrás un plan alternativo y articulado. Es, sencillamente, un “no”. Por lo tanto, un mecanismo que recuerda el que alimentó la desintegración de Yugoslavia con el consiguiente trauma, y que no llevó a un mayor enriquecimiento, sino a mayores complejidades: sin aquel monumental desaguisado, todas las repúblicas yugoslavas estarían ya en la UE, desde hace tiempo, gozando de un nivel de vida muy superior al que disfrutan actualmente (con la excepción, quizá, de Eslovenia) y habiendo evitado extraños artefactos como la República de Kosovo.






















El libro de Pierre Rosanvallon sobre la contrademocracia y la "sociedad de la desconfiznza", es un buen complemento para la obra de Mark Leonard y para entender el por qué del "no" de una parte de la sociedad irlandesa al Tratado de Lisboa, especialmente en sus causas menos identificables si atendemos a las motivaciones tradicionales descritas por analistas habituales y, en muchos casos, ya superadas


Entendámonos: todo esto no supone abogar por la uniformidad y la sovietización de la Unión Europea, porque así nunca funcionará. Hay que repetirlo: tampoco se trata de defender las voluntades hegemonistas, que llevarían al agostamiento del proceso de integración sin que nadie saliera beneficiado. Ni tan sólo es cuestión de que unos y otros se lean el Tratado de la Unión, reformado o no. Tan sólo se trata de que la mayor parte de la ciudadanía e incluso buena parte de los políticos y estadistas entiendan cómo funciona, en esencia, la Unión Europea. La cosa parece muy evidente, pero a la postre, al común de la población europea “le queda muy lejos” Bruselas. Por lo tanto, reniega de los “burócratas” que la gobiernan (aunque no así de los que controlan su pueblo o región, a veces confundidos con viejos caciquismos, y véase sino el conflicto de la basura en Nápoles). Y quizá maldice políticos e instituciones comunitarias porque es más cómodo y menos arriesgado que hacerlo en público hacia localismos muchas veces más ineficaces, o algo peor. En último término, la ignorancia circundante y generalizada es un refugio comodón para obtener aquiescencias para la actualización a escala comunitaria del viejo: “Piove, governo ladro!”

Una de las mejores herramientas para entender dónde reside la esencia de la fórmula Unión Europea y su éxito es el libro de Mark Leonard: Por qué Europa liderará el siglo XXI (Taurus, 2005). No es un libro tan novedoso: se publicó hace ya tres años. Posiblemente estaba algo vigorizado por efecto del optimismo que provocó la gran ampliación hacia el Este del año anterior. Pero aún así, su estilo claro y pedagógico resulta muy convincente. Y a la vista de cómo se están saliendo por peteneras los Veintisiete ante el “no” del referéndum irlandés, cabe pensar que Leonard sabe de lo que se habla.

Valor añadido: por una vez no estamos ante un libro técnico, abstruso o simplemente opaco sobre la UE, que suele ser lo más habitual. No hay que hacer esfuerzos por leerlo, incluso resulta muy entretenido y sugerente, porque el autor recurre a ejemplos y equivalencias muy gráficos, no siempre referidos a las estructuras comunitarias europeas; por ejemplo, el paralelismo entre la esencia motriz de
Visa y el proceso de integración europeo.

La idea le sirve a Leonard para ilustrar cómo en ambos casos estamos, en realidad, ante “una red descentralizada propiedad de sus estados miembros” (pag. 37). Es interesante tenerlo en cuenta para recordar la enorme cantidad de reuniones de presidentes de gobierno de la UE, de ministros, del Comité de Representantes Permanentes y las docenas de grupos de trabajo y comisiones técnicas que pueden llegar a reunirse entre trescientas y cuatrocientas veces al año. El hecho es que la red de países miembros participa en la elaboración del 90% de la legislación de la UE. Y a la inversa: la legislación estatal de los diversos miembros está “poseída” por las directrices comunitarias. Leonard explica, por ejemplo, cómo la imagen de perfecta continuidad histórica e institucional de cualquier reunión cotidiana del Ministerio de Agricultura británico, o las habituales sesiones de preguntas ante el Parlamento, “esconden el hecho de que más de la legislación agrícola británica ha sido elaborada para implantar las decisiones de nuestros ministros en Bruselas” (pag. 27)

Existe una “europeización invisible del poder” que no es fruto de ninguna conspiración y que tampoco está en manos de un agazapado ejército de burócratas, como suele repetir la demagogia al uso, ignorando la propia máquina administrativa, muchas veces carísima, ineficaz y hasta corrupta que está pagando directamente de su bolsillo en su pueblo, ciudad, comarca, región, autonomía o estado nacional. La Comisión Europa cuenta con una plantilla de unos veinte y pico mil empleados, “menor que la de los ayuntamientos de muchas ciudades importantes”. Esto supone una ratio de medio funcionario por cada 10.000 ciudadanos (tras la entrada de Rumania y Bulgaria aún es menor) lo que contrasta con una media de 300 funcionarios por 10.000 ciudadanos en los estado nación que componen la UE.

La “europeización invisible del poder” no busca tampoco destruir identidades nacionales, bien al contrario. Ni crear un gran estado-nación o una gran federación o algo parecido a los Estados Unidos, pero de Europa. La clave real está ahí desde siempre:
la ideó el mismo genio creador del proceso de integración europeo, ya en sus mismos inicios, Jean Monnet.

Lo explica con precisión Mark Leonard: “La contribución de Monnet consistió en una visión de cómo no tener una visión (…) Hasta el día de hoy, Europa es un viaje sin destino final, un sistema que rehúye los grandes planes y las certidumbres concretas que definen la política estadounidense. Su falta de visión es la clave de su fuerza” (pag. 22). Monnet creó una “máquina de alquimia política” basada en el “engrenage”: cualquier acuerdo para la cooperación a nivel europeo conducía inexorablemente a otro que profundizaría en la integración europea. Esa es la esencia del Eurocontrol que se intentó glosar en anteriores post; y como pueden comprobar, no es ningún descubrimiento novedoso. Pero ¿lo tienen en cuenta algunos de nuestros propios periodistas, políticos y, lo que es peor, diplomáticos?






















Modelo social europeo, desempleo, crecimiento económico, globalización: temas candentes relacionados con el Eurocontrol que son analizadas con rigor por un experto: el profesor Anthony Giddens y que ayudan a entender en qué momento preciso se encuentra la UE


Los análisis facilones sobre el sentido y la solución al problema creado por el “no” cosechado en el referéndum irlandés, parecen ser en sí mismos una respuesta a la pregunta. Para la prensa, “Europa” y “crisis” resultan palabras intercambiables: “A lo largo de los últimos cincuenta años, la prensa ha escrito todos los días sobre sus divisiones, sus fracasos a la hora de cumplir objetivos, sus conflictos diplomáticos y su constante sentimiento de frustración. Pero la interpretación de los historiadores es muy diferente a la de los periodistas. Describen un continente con una de las políticas exteriores más exitosas de su historia. Nos cuentan que, en sólo cincuenta años la guerra entre potencias europeas se ha convertido en algo impensable, que las economías europeas han igualado a la estadounidense y que Europa ha visto cómo, en oleadas sucesivas, numerosos países salían de la dictadura y entraban en la democracia”.

Todo eso ha significado prosperidad sin usar de la agresividad, sino a través de la remodelación interior de los miembros a partir del armazón de las estructuras políticas tradicionales. Justamente y gracias a ello, Europa puede extender su influencia a los 109 países de la denominada "Eurosfera", sin convertirse en objeto de posibles hostilidades, y eso es una gran novedad en la historia. La “invisibilidad relativa” de Europa le permite ampliar su alcance global sin que se interprete como una provocación. Por ello, como escribe Leonard, “Europa no cambia a los países amenazándolos con invadirlos: su mayor amenaza consiste en no tener nada que ver con ellos”. Retirar la mano, hacer el vacío, ignorar a los posibles nuevos miembros o beneficiarios de la Euroesfera: todo ello tiene un capítulo propio, el 4, y se titula, muy gráficamente: “El poder revolucionario de la agresión pasiva”.

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lunes, junio 02, 2008

El Festival del Eurocontrol (4)






















Angela Merkel en la Knesset, Jerusalen, 18 de marzo de 2008. El viaje y el gesto coincidían con una más activa política exterior comunitaria en Oriente Medio, ante los meses de vacío generados por el relevo en la Casa Blanca


Queda ya atrás en el tiempo el Festival de Eurovisión, pero continúa esplendoroso el discurrir del Festival del Eurocontrol. Por el camino, aquel ha servido para demostrar la supremacía de la fórmula esencial de éste. Es decir: por Eurovisión-Belgrado 2008 han desfilado dos grandes conceptos de planteamiento lírico: el que buscaba resaltar las bondades del propio hecho diferencial como intrínsecamente superior al de los demás, expresado ello con con mayor o menor intensidad y disimulo; y aquel que se atenía a las más estrictas leyes de la rentabilidad comercial. Sin embargo, todo el conjunto del festival depende en último término de una fórmula sincrética: la rentabilidad existente en cierta manera de concebir las políticas de supremacía europea.

La idea es elástica, incluso escurridiza, e históricamente ha sido práctica esencial en las políticas exteriores de varios estados europeos. Ahora se intenta aplicar como una proyección conjunta de la Unión Europea, aunque de hecho, los diferentes problemas se enfrentan en base al juego de intereses concretos por parte de grupos determinados de países miembros. Dado que el concepto básico de esta forma de actuar es al tanteo, resulta esencial no dar publicidad a las intenciones reales o los objetivos perseguidos –que no siempre están claros a priori. Ante todo, hay que evitar las confrontaciones internas, las reclamaciones, el debate. Se actúa, se prueba, se tantea la solución. Se evalúan los resultados, pero siempre sin levantar polvareda. Ante el fracaso, la experiencia se archiva y a veces hasta se tira la llave del cajón. Caso de que las cosas hayan salido aceptablemente bien, se continúa por el camino de los hechos consumados, y pocas veces se recurre a la publicidad.



















Pesos y medidas: Bernard Kouchner (izquierda) saluda al presidente serbio Boris Tadic. Las declaraciones del ministro galo suelen dejar en evidencia la errática deriva de la política exterior francesa, pero eso no debe confundirse con la política del Eurocontrol

El lector puede encontrar un ejemplo en un artículo publicado hace un par de semanas por “The Economist” (15 de mayo) y titulado: “Balkan excepcionalism - What Serbia's election says about the European Union's enlargement”. El articulista comenzaba comentando el cacareo de algunos políticos comunitarios ante la pretendida “victoria del voto europeísta” en las recientes elecciones serbias. Destacaba, un vez más, la vana contundencia del ministro de Asuntos Exteriores, Bernard Kouchner, según el cual “los serbios habían elegido Europa claramente”. El autor de la pieza se preguntaba cómo casaba la zanahoria presentada a los serbios durante las elecciones, con la propuesta francesa de apenas hace un año y pico, destinada a frenar la ampliación de la UE basándose en el resbaladizo concepto de la “capacidad de absorción” que defendía el mismo Sarkozy. Respuesta del autor:

“If enlargement is so unpopular, why do so many EU leaders want the credit for Serbia's vote for Europe? There are two, linked explanations. The first is that holding the door open to Balkan countries such as Croatia, Serbia, Macedonia and the rest does not imply support for enlargement in general—it is a specific strategy for preventing further instability in Europe's backyard. And the second is that enlargement mostly works like that”

Y por supuesto, porque la propuesta francesa, muy coyuntural, iba dirigida a frenar la integración de Turquía en la UE; pero el estilo populista de Sarkozy y los que lo apoyaban por entonces, pusieron el carro por delante de los caballos, al menos en relación a la praxis usual de la diplomacia comunitaria. Y fue precisamente esa tendencia a hablar demasiado la que ayudó a hundir el prestigio político de Sarkozy y Kouchner (éste mismo ya muy tocado para entonces).

En ese contexto, los medios de comunicación suelen contribuir a la perpetuación de las estrategias de Eurocontrol; en muchos casos porque, pura y simplemente, no lo conciben. La prensa suele imbuirse de la misma esencia de la cultura popular que transmite, y por ello asume ese tópico de que “no existe política exterior europea” –dado que no ven que actúe con una sola voz, como si fuera la de un único estado- o que ésta carece de imaginación o anda sobrada de rigidez. Y es cierto que existen muchas carencias y descoordinaciones, que no existe proyección militar exterior –eso es cosa de la OTAN y esa no es una alianza realmente europea- que Bruselas no obtiene resultados fulgurantes, que abundan los desajustes y los golpes bajos entre socios, que se confunde el lenguaje de madera con los resultados. Pero también se han producido pequeños y grandes prodigios de adaptación y con el tiempo ha ido surgiendo una diplomacia comunitaria que a escala de Eurovisión puede ser comparada con el estilo de algunas tonadillas triunfadoras años atrás: ligero europop, pegadizo, aparentemente banal, pero técnicamente bien construida y sobre todo rentable, muy rentable.

En la actualidad, la actitud de Bruselas con respecto a Turquía ha devenido caso de manual en la técnica del Eurocontrol comentada más arriba, incluyendo el papel ya tópico desempeñado por determinados medios de comunicación. Hace una semana, fui invitado por una productora de canal Cuatro de televisión, en Barcelona, para comentar el significado de lo que en apariencia constituía todo un éxito de la diplomacia turca en la intermediación entre Siria e Israel, especialmente en la espinosa cuestión de los Altos del Golán. Como ya se sabe, la mediación de Turquía en las conversaciones de paz sirio-israelíes fue acordada en febrero pasado por Olmert, y su homólogo turco, Recep Tayyip Erdoğan. Hace unas semanas, el presidente sirio, Bachar Al Asad, reveló que Olmert le había ofrecido a través de Erdoğan la devolución del Golán -que Israel capturó en la Guerra de los Seis Días de 1967- a cambio de la paz entre sus respectivos países.















Oficiales israelíes en los altos del Golan. Es pieza clave en las negociaciones entre Damasco y Jerusalén


El pasado 21 de mayo, Israel y Siria anunciaron que habían comenzado negociaciones indirectas de paz auspiciadas por Turquía. El anuncio lo realizó Israel y fue confirmado por Damasco y Ankara, con especial énfasis por el ministro turco de Relaciones Exteriores, Ali Babacan, según el cual, conversaciones seguirán teniendo lugar en Estambul mientras las partes no expresen su interés de que sea en otra parte de Turquía.

La noticia recibió una cobertura más destacada en los medios de comunicación europeos que en los españoles. Sin embargo, Canal Cuatro decidió hacerle un espacio en el informativo de la noche, de ahí que se recabara mi opinión sobre el alcance de la noticia. El proceso de grabación fue el habitual y el resultado el mismo o muy parecido al de anteriores ocasiones (lo cual también es conocido por otros compañeros académicos) : diez o doce minutos de entrevista grabada; de ellos, cuatro o cinco segundos se ponen en boca del entrevistado (generalmente se escogen frases genéricas, perogrulladas o afirmaciones escasamente significativas en relación al conjunto de la grabación); y del resto se utiliza lo que más interesa a fin de elaborar el guión del breve reportaje, de un par de minutos de duración.

Previamente a la grabación hice un esbozo de lo que consideraba más significativo de la noticia y expliqué las causas de la misma, dado que, además, llevaba trabajando varias semanas en el asunto y poseía información y conclusiones específicas. A continuación, insistí sobre la línea argumental principal en la entrevista, sabiendo por anteriores experiencias, dónde estaba el riesgo. Pero fue en vano: el medio de comunicación en cuestión volvió a diluirlo todo en un condescendiente guiño de simpatía hacia Turquía, lo cual era un logro, proveniendo de un canal informativo del Grupo Prisa.


















Ali Babacan, el joven y dinámico ministro de Asuntos Exteriores del gobierno turco del AKP. Su protagonismo como intermediario entre Israel y Siria, ha sido relevante

La base de la actitud era muy típicamente española (y no sólo en el ámbito mediático): recurrir al experto, pero no para hacerle caso o aprovechar su opinión, sino para utilizar su nombre a fin de reforzar los prejuicios, estereotipos e interpretaciones propias del medio. ¡Si sabrán ellos…! Sobre esta base y en el caso específico de la noticia referida, se erigía la típica ignorancia voluntaria sobre los mecanismos de actuación de la diplomacia comunitaria y la insistencia informativa en la compartimentación: ¿La UE en Oriente Medio? Imposible: aquello es terreno de los norteamericanos, los turcos actúan por su cuenta, los israelíes por la suya, el mundo funciona a partir de los estereotipos que les asignan en las redacciones.

En el caso concreto de la diplomacia turca en Oriente Próximo, Asia Central y el Cáucaso, lo que ha estado sucediendo desde hace meses, resulta bastante sencillo de entender: sea cuál sea el resultado de las elecciones norteamericanas, a partir de enero de 2009 empieza una nueva era, especialmente en aquellas regiones en las que Washington se ha venido implicando más directamente. No se sabe a ciencia cierta por qué camino tirarán los norteamericanos, pero algo, forzosamente, deberán hacer. De momento, se vive un ambiente de interregno, y en ese creciente vacío ha comenzado a moverse la diplomacia turca.

En algunas zonas, por lo que le toca de cerca. Por ejemplo, el Kurdistán, donde bien pudiera ocurrir que Masud Barzani quedara medio abandonado a su suerte, impelido a ponerse de acuerdo con Ankara y Teherán. En Oriente Medio, George W. Bush intenta, sin éxito, imponer alguna forma de acuerdo de última hora entre árabes palestinos e israelíes. Como también intentó hacerlo Bill Clinton antes de abandonar la Casa Blanca. Todo esto está ya muy trillado, y ahora Jerusalén desea actuar con mayor autonomía, en vista de que la desastrosa incapacidad norteamericana en la zona ha terminado por complicarle las cosas a Israel, más que a solucionárselas. Es en este ámbito donde se enmarca el esfuerzo diplomático de Ankara, mediando entre Siria e Israel. Por otra parte, empresas turcas ya hace tiempo que se han posicionado en las zonas controladas por la Autoridad Nacional Palestina, o que trabajan en Egipto, Siria y Líbano. Por último, también la situación en el Cáucaso está experimentando un vuelco, no sólo porque Turquía y Armenia están en proceso de reconstruir sus relaciones, sino porque está impulsando la reconciliación intracaucásica, en especial entre Georgia y Armenia. En este caso, sólo indirectamente se trata de cubrir el hueco dejado por Washington: en realidad, la labor turca en la zona se corresponde con un acercamiento al vecino ruso, aunque en parte esté relacionado con los desastres.






















El profesor Ahmet Davutoğlu, a quien a veces se le denomina el "Metternich turco", es el asesor principal del primer ministro Recep Tayyip Erdoğan y arquitecto de la política exterior turca, que algunos analistas gustan de tildar como "neo otomana". Es un estadista apreciado en Bruselas

Ahora bien, toda esa actividad y sus causas no sólo son conocidas por Bruselas, sino que en algunos casos está siendo controlada, estudiada, alentada y a veces planificada en común con diversas cancillerías europeas. Y es lógico y bueno que así sea, por varias razones:

a) En primer lugar, porque Ankara está desarrollando una actividad diplomática en la zona de Oriente Medio, Asia Central y el Cáucaso que es precisamente uno de los activos ofrecidos en su día a Bruselas y que ahora busca y necesita la UE en esas difíciles zonas: know how, brokerage y seguridad. Turquía está demostrando lo que sabe y puede hacer; y Bruselas toma nota, sugiere y prueba. Pura y simplemente, no es realista suponer que en plenas negociaciones de acceso a la UE, Ankara está haciendo lo que le parece, sin contar con Bruselas. Hay indicaciones y datos concretos relativos a ello aunque, lógicamente, no se prodigan; como siempre, a la espera de resultados. Y aunque los haya y sean positivos, los cómos y porqués tampoco se filtrarán en demasía.

b) En la actual situación, cuando faltan pocos meses para que George W. Bush deje la Casa Blanca, se están generando vacíos de planificación y control estratégicos en las zonas referidas. Los proyectos de la actual presidencia norteamericana van a ser cancelados o drásticamente reformados; pero hasta hace poco, Washington ha llevado la voz cantante en la gestión de crisis en Oriente Medio, la buscada confrontación con Rusia y las presiones contra Irán. Bruselas sabe que el momento es peligroso para Europa, debido a ese vacío de poder que se está generando en el turbulento espacio ex otomano. Y como mínimo, intenta intervenir para recoger los platos rotos y adecentar el desorden reinante, antes de negociar con el que será nuevo inquilino de la Casa Blanca. En cualquier caso, estamos ante lo que puede definirse como la primera intervención extensa en Oriente Medio de la diplomacia comunitaria. Y Turquía está actuando como agente avanzado de la misma. ¿O creen que es casualidad que Ankara no haya recibido presiones desde Bruselas para que retire definitivamente a sus tropas del Norte iraquí?

c) Ante la situación política que se vive actualmente en Ankara, Bruselas tiende a apoyar al gobierno Erdoğan y no a los elementos vinculados antiguo régimen (derecha y ultraderecha nacionalistas autodefinidas como “sectores laicos”) empeñados en desestabilizarlo y boicotear el proceso de negociaciones para el acceso a la UE, proceso en el cual ven una amenaza contra sus posiciones de poder social: por unas razones o por otras sólo entre el 25 ó 27% de la población turca se sitúa en esa línea. Tal como están las cosas, el actual gobierno supone para Bruselas una línea de cooperación provechosa y coherente en Oriente Medio y Asia Central. Un golpe de estado en Turquía, del tipo que sea, sólo ofrece incertidumbres, presiones y fantasías, como la idea de “
irse con Rusia”, en vez de continuar con el proceso de integración en la UE.

d) La UE, o al menos un grupo de países dentro de ella, están trabajando para reconstruir el mensaje de que el proceso de integración europea sigue siendo válido como panacea para restañar los viejos conflictos disgregadores. El cortocircuito que ha supuesto el reconocimiento de la autoproclamada República de Kosovo por una mayoría de países de la UE, presionados algunos de ellos por la administración Bush, ha supuesto un serio quebranto para la credibilidad de esa fórmula. Por ello, mientras se busca ahora que las aguas vuelvan a su cauce en los Balcanes y se intentan restañar heridas, la colaboración de Turquía en Oriente Medio y el Cáucaso puede suponer, para la Unión Europea, la recuperación del hilo de un discurso integrador y superador de conflictos.


















Las contradicciones del presidente Nicolas Sarkozy no deben circunscribirse a las políticas del Eurocontrol. Están demasiado relacionadas con los desastrosos resultados cosechados por el mandatario en política interior francesa

Lógicamente, iniciativas como el reciente debate en la Asamblea Nacional francesa sobre la posibilidad de incluir en el proyecto de reforma constitucional una enmienda que confirme la convocatoria obligatoria de un referéndum «para aprobar o rechazar el ingreso en la UE de países que representen más del 5 % de la población de la Unión», va claramente dirigido contra Turquía y parece desmentir todo lo dicho más arriba. ¿Son posibles políticas de Eurocontrol ante actitudes nacionales tan veleidosas? Recuérdese que de prosperar la enmienda, Sarkozy terminaría tirando piedras de grueso calibre contra, por ejemplo, el proyecto de Unión Mediterránea (UM), que él mismo lanzará con su habitual pompa, durante una cumbre euromediterránea excepcional, a mediados de julio. En el proyecto de la UM, Turquía está llamada a tener un papel destacado, máxime ahora, cuando está demostrando un marcado protagonismo en su capacidad diplomática por el Mediterráneo Oriental. Aquí la política del Eurocontrol fallaría por su misma base, es decir, como una enfermedad autoinmune, al no poder controlar un jefe de estado la coherencia de su propia estrategia política.

Por lo tanto, en realidad estaríamos en este caso ante un problema estructural, y por lo tanto profundo, propio de los mecanismos esenciales de la UE. Los conflictos que puede plantear Sarkozy en la cuestión turca al intentar superar sus contradicciones en política interior, a base de la demagogia habitual, no dejan de ser comparables, ahora mismo, a los que también pone sobre la mesa Berlusconi, en Italia, o la inquietante actitud de la sociedad irlandesa ante el referéndum para la ratificación del Tratado de Lisboa. ¿Hace todo ello inviable la Unión Europea? No son asuntos tan nuevos y en realidad están asociados a problemas internos de cada uno de los líderes políticos con respecto a sus votantes. Pero hasta el momento se ha demostrado que esas figuras pasan y se van (incluso a De Gaulle le ocurrió). Mientras tanto, la voluntad de afianzarse y crecer de la Unión Europea permanece; y mientras eso sea así, de una forma u otra, más o menos discreta, consensuada o agresiva, seguirá existiendo la política del Eurocontrol, con todos sus errores y titubeos, pero también con sus logros e innovaciones originales; porque es el único camino posible, al menos desde el punto de vista continental.

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